PERPLEJIDAD
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La perplejidad es un estado de tensión ante dos opciones, que se presentan ambas como válidas para un sujeto moral. Esta tensión llega a resultar insoportable; por ello es necesario abandonarla. En la actualidad, dos corrientes se presentan como guías para salir de tal situación de desasosiego: la /ética discursiva, que propone el consenso como criterio, y el neoaristotelismo, que propone la vuelta a la eticidad comunitaria. Javier Muguerza rechaza ambas opciones. También rechaza quedarse en la perplejidad de los /posmodernos, aunque se aproxima mucho a esta corriente. Muguerza, que se detiene en la perplejidad, sale de ella defendiendo una razón con minúsculas. Su postura es la de un racionalismo autocrítico, que no admite ni el dogmatismo de un racionalismo demasiado confiado en /sí mismo, ni el escepticismo. En su pensamiento encontramos un modo paradigmático de abandonar la perplejidad: la expresión de la autonomía a través del disenso.

I. EL «CONSENSO» COMO GUÍA DE PERPLEJOS EN LA ÉTICA DEL DISCURSO.

La obra de Maimónides Guía de perplejos fue escrita para los que, andando por el buen camino, se encuentran desconcertados, inciertos y confusos; en una palabra, perplejos ante una encrucijada que les oprime el ánimo. Esta encrucijada plantea el abandono de la razón o de la fe; por ello causa una perplejidad acompañada de una insostenible situación vital que exige una guía capaz de llevar por el camino de la resolución, trabajo a realizar por la filosofía. Muguerza establece un paralelismo entre Maimónides y Habermas al considerar que ambos se presentan como guías para perplejos. Habermas recurre a la razón dialógica que postula, como idea regulativa, el contrafáctico consenso racional, fundamento de todo consenso fáctico. Así distingue entre argumentos válidos, aquellos que serían aceptados por todos los afectados en una situación ideal de habla, y los argumentos simplemente vigentes, es decir, los aceptados por una comunidad en un determinado contexto sociohistórico1.

Habermas da por supuesto que las personas capaces de comprenderse mutuamente han de ser también capaces de llegar a un entendimiento y ponerse de acuerdo. Esta idea regulativa es el marco de referencia para la crítica de las instituciones vigentes. Muguerza, en cambio, opina que la crítica racional a las instituciones vigentes tiene más que ver con la capacidad de disenso que con el consenso colectivo. Habermas, que asume la /modernidad como un proyecto que hay que continuar, sitúa entre sus oponentes a los posmodernos, que consideran a la modernidad como un proyecto fracasado. Los autores de esta corriente rechazan el consenso, como un valor sospechoso, y se interesan por lo otro de la razón, entendiendo por tal la naturaleza, el cuerpo humano, la fantasía, el / deseo, los / sentimientos, etc.

Según Muguerza, la actitud de Habermas ante los posmodernos es similar a la de Maimónides ante los perplejos. La diferencia es que Maimónides habla desde la fe y la religión, y Habermas lo hace en nombre de la razón y la filosofía. La actitud de Habermas, puesto que percibe en los posmodernos no sólo perplejidad, sino también descarrío, es quizás aún más indulgente. Por otro lado, el término perplejo es equiparado por Muguerza con el término habermasiano afectado. Los afectados por una norma consiguen salir de su perplejidad cuando, después de dialogar sobre las consecuencias y efectos secundarios de dicha norma, alcanzan el consenso sobre su aprobación o no, en condiciones de simetría. Ningún interlocutor válido puede, en dichas condiciones, iniciar el diálogo diciendo: «Afirmo, como correcto normativamente, que x». Más bien tendrá que expresarse de la siguiente manera: «Afirmo, con intención de someter lo afirmado a vuestra crítica, y todavía no seguro de si es o no correcto normativamente, hasta que no haya escuchado todas vuestras opiniones al respecto, que x». Esta actitud, que sin duda ha de tener cualquier miembro de una comunidad ideal de comunicación, es la propia del perplejo, cuyos rasgos son el desconcierto, la incertidumbre y la confusión. Según Muguerza, la perplejidad «desde los Diálogos socráticos de Platón, parece acompañar a todo auténtico diálogo»2.

II. LA «COMUNIDAD» COMO UNA NEOARISTOTÉLICA PARA PERPLEJOS.

Otra corriente que se erige en nuestros días, como Guía de perplejos, es el neoaristotelismo. En el pensamiento de Aristóteles, partiendo de la naturaleza humana, de lo que el hombre es, se pueden extraer conclusiones sobre lo que este debe hacer para conseguir su bien, su télos o finalidad natural. Pero el hombre moderno, según Muguerza, se ha desnaturalizado, ha perdido el ser social que por naturaleza le correspondía como ciudadano de una pólis; por ello no resulta adecuado intentar resucitar esta corriente para aplicarla a la actualidad. Los neoaristotélicos defienden una mentalidad tradicional dispuesta a reemplazar a la ética de los individuos mediante una supuesta eticidad comunitaria. Esto evita a los sujetos la incertidumbre moral, la perplejidad, pero les priva también de la /libertad como independencia. Es obvio que los sujetos morales se hallan insertos en tradiciones y comunidades, pero no debemos caer en la tentación de recluirnos en una sociedad cerrada. La eticidad hegeliana y neoaristotélica no nos exime de la kantiana moralidad.

III. PERPLEJIDAD POSMODERNA Y RAZÓN CON MINÚSCULAS.

La perplejidad es un padecimiento que requiere una cura lenta, si es que la tiene. Este tipo de padecimiento es el que experimentan, por ejemplo, los posmodernos, perplejos ante la situación espiritual de nuestra época. Estos no confían en que los ideales racionalistas de la /Ilustración puedan continuar manteniéndose en nuestros días. Así, ya nadie sostiene el ideal según el cual el progreso del conocimiento humano –el progreso de la razón teórica– ha de comportar un progreso moral de la humanidad –el progreso de la razón práctica–. En este sentido nos dice Muguerza que todos somos, de un modo u otro, posmodernos, a menos que seamos ilusos. Después de catástrofes como Auschwitz o Hiroshima ya no es posible ser modernos, ni racionalistas, sin una buena dosis de perplejidad. Este detenimiento en el concepto de perplejidad no supone entregarse a la irracionalidad, sino simplemente rechazar una razón con mayúsculas. La razón es limitada y frágil, es razón con minúsculas. Por ello cabe desconfiar tanto del irracionalismo como de los racionalismos excesivamente ambiciosos, como es, según Muguerza, el de Apel y Habermas.

IV. NI DOGMATISMO NI ESCEPTICISMO.

Muguerza, que escribe desde la perplejidad, afirma: «La perplejidad no es tan sólo, como creo, un signo de los tiempos que vivimos, sino también, y en cualquier tiempo, un acicate insustituible de la reflexión filosófica»3. La filosofía es siempre guía de perplejos; a ella le pedimos que nos saque de la perplejidad; pero, allí donde la urgencia de la acción no nos apremia, la filosofía ha de proponerse también, como tarea, profundizar en los rasgos que caracterizan a la perplejidad y en su significado. Aunque un estado de irresuelta perplejidad sería una maldición, hay ocasiones en que la perplejidad es consustancial al ejercicio mismo del filosofar. La noción de perplejidad va asociada a la de apoda, a la de asombro, motivaciones originarias de la actividad del filósofo en la Antigüedad. Así, Muguerza entiende que la filosofía es un conjunto de cuestiones incesantemente planteadas, de problemas siempre abiertos, de perplejidades que nos asaltan una y otra vez. A Muguerza le gusta «definir a la perplejidad diciendo que, ante todo, es un estado de tensión»4. Tensión entre la ignorancia y la certeza. La ignorancia podría pecar de escéptica y la certeza de dogmática. La perplejidad no es ni dogmatismo ni escepticismo; más bien podemos decir que constituye el único padecimiento filosófico capaz de inmunizamos contra ambas formas de intolerancia.

V. RACIONALISMO AUTOCRÍTICO.

La perplejidad no es un mero estado de duda. El que duda entre dos alternativas no defiende, en principio, ni lo uno ni lo otro; el perplejo, en cambio, tiende a pronunciarse por lo uno y lo otro. Pero nadie puede instalarse cómodamente en la contradicción. Mientras que la duda patológica se resuelve en escepticismo que garantiza la tranquilidad, este estado de ánimo apacible nunca se alcanza en la perplejidad. De ella hay que salir. El perplejo tiene que optar por una u otra alternativa, y la opción por la razón, frente a la sinrazón, es la opción fundamental. La opción por la razón, desde la perplejidad, nos conduce a un racionalismo no dogmático. Como dice Muguerza: «Un racionalismo templado en la perplejidad nunca estará excesivamente seguro de sí mismo, no depositará una ciega confianza en la supuesta —mas tantas veces desmentida— omnipotencia de la razón; será, para expresarlo en dos palabras, un racionalismo autocrítico»5.

VI. DISENSO COMO EXPRESIÓN DE LA AUTONOMÍA Y SALIDA DE LA PERPLEJIDAD.

Un ejemplo paradigmático de perplejidad en la obra de Muguerza, es la tensión producida al preguntarse qué es prioritario, si el consenso o el disenso. El /consenso hace referencia a la universalidad, el disenso a la autonomía individual de cada sujeto para decir que no. Como aclara Muguerza, «la disensión es siempre individual y nace de una decisión tomada en solitario (...) desde el interior de la conciencia disidente»6. Se trata de una decisión que podemos llamar, con J. L. López Aranguren, intrasubjetiva, para distinguirla de las decisiones colectivas que solemos calificar como intersubjetivas. Esta interpretación de la /autonomía difiere, en su formulación, de la que ofrece la ética discursiva. Siguiendo la tradición kantiana transformada con elementos propios de la ética discursiva, Habermas defiende un concepto de autonomía que integra la noción de universalidad, pues para él es autónoma la voluntad que se orienta por aquello que todos podrían querer7. En la misma línea de pensamiento, Apel escribe: «La autonomía de la conciencia del individuo se conserva, pues, totalmente, en tanto que el individuo entiende su autonomía desde un principio (...) como correspondencia posible y planteada para el consenso definitivo de una comunidad ideal de Comunicación»8. Y este es también el concepto de autonomía que maneja A. Cortina, al considerarla fundamento de la ética de mínimos normativos universalizables9.

Frente a los autores discursivos, Muguerza percibe la tensión entre autonomía y universalidad, como na perplejidad de la que es difícil escapar. Pero, a la postre, este autor cree posible salir exitosamente de la perplejidad defendiendo el primado de la autonomía, lo que, en su caso, se traduce en una defensa del disenso como prioritario frente al consenso. El disenso describe una actitud transitoria enmarcada por dos consensos, pero su inestabilidad compite ventajosamente, en ocasiones, con la estabilidad del modelo cerrado del consenso. Muguerza admite, con Peter Singer y Garzón Valdés, que la ética es un círculo en expansión, de manera que todo disenso es aceptable si contribuye a la ampliación, y nunca a la reducción, de dicho círculo o coto vedado, mediante el reconocimiento de nuevos derechos, etc. Siguiendo esta interpretación de la ética, a Muguerza le parece clara la prioridad del disenso, pues «el consenso en cuanto tal no pasaría de oficiar a la manera de un registro catastral de expansión semejante a la del coto vedado, cuyos primeros exploradores y colonos habrían sido los disidentes»10.

NOTAS: 1 La distinción entre vigente y válido está presente en toda la obra de Habermas; cf Faktizitdt und Geltung, Suhrkamp, Frankfurt 1992. – 2 J. MUGUERZA, Desde la perplejidad, 36.– 3 ID, 45.- 4 ID, 46.- 5 ID, 662.- 6 J.MuGUERZA,¿Una nueva aventura del barón de Münchhausen? (Visita a la «comunidad de comunicación» de Karl Otto Apel), 162. – 7 Cf J. HABERMAS, Erlciuterungen zur Diskursethik, Suhrkamp, Frankfurt 1991. – 8 K. O. APEL, La ética del discurso como ética de la responsabilidad. Una transformación posmetafísica de la ética de Kant, en Teoría de la verdad y ética del discurso, 162. – 9 Y A. CORTINA, Ética aplicada y democracia radical, 140. – 10 J. MUGUERZA, Primado de la autonomía (¿Quiénes trazan las lindes del «coto vedado»?), 154.

BIBL.: APEL K. O., Teoría de la verdad y ética del discurso, Paidós, Barcelona 1991; CABRERA J., Crítica de la razón perpleja, Crítica 69 (Barcelona 1991) 162-172; CORTINA A., Ética aplicada y democracia radical, Tecnos, Madrid 1993; HABERMAS J., Erlduterungen zur Diskursethik, Suhrkamp, Frankfurt 1991; ID, Faktizitdt und Geltung, Suhrkamp, Frankfurt 1992; LYOTARD J. F., La condición posmoderna, Cátedra, Madrid 1989; MUGUERZA J., La razón sin esperanza. Siete trabajos y un problema de ética, Taurus, Madrid 1977; ID, Desde la perplejidad. Ensayos sobre la ética, la razón y el diálogo, FCE, México 1990; ID, ¿Una nueva aventura del barón de Münchhausen? (Visita a la «comunidad de comunicación» de Karl-Otto Apel), en APEL K. O.-CORTINA A.-ZAN J. DE-MICHELINI D. (eds.), Ética comunicativa y democracia, Crítica, Barcelona 1991; ID, Primado de la autonomía (¿Quiénes trazan las lindes del «coto vedado»?), en ARAMAYO R. R.-MUGUERZA J.-VALDECANTOS A. (comps.), El individuo y la historia. Antinomias de la herencia moderna, Paidós, Barcelona 1995.

J. C. Siurana Aparisi