MARGINACIÓN
DicPC
 

I. BREVE REFERENCIA HISTÓRICA.

La percepción de las condiciones de los grupos situados fuera o al margen de la sociedad global, y la consiguiente noción de marginación, hay que enmarcarlas en la configuración del mundo moderno. Esta percepción arranca del proceso histórico que abre la /Ilustración hacia la conquista y pleno reconocimiento de los derechos del hombre, y su extensión progresiva a todos los sectores de la sociedad. Con esta universalización de los derechos humanos se lleva a la categoría de derechos la creencia en los principios de /igualdad y libertad de todos los hombres. En el antiguo régimen el fenómeno de la pobreza, como el de la exclusión social de un sector mayoritario de la sociedad, no era desconocido como tal fenómeno, pero se percibía como algo natural dentro de la total organización social, por lo que carecía de importancia relevante. Los afectados no se consideraban /excluidos, ya que estaban donde tenían que estar, en el lugar que les correspondía según el orden establecido y no sometido a discusión. La consecuencia primera que hemos de sacar de lo dicho, es que la percepción de la marginación social nace y crece en el mundo moderno en el meollo de una contradicción fundamental. La sociedad actual proclama la igualdad de todos los hombres; los derechos sociales, políticos y jurídicos son reconocidos en las Leyes Fundamentales de los Estados modernos. Pero estas proclamaciones con apoyaturas normativas, se mantienen en una sociedad cuya real estructuración se vertebra en la desigualdad social. La profunda contradicción se produce cuando la misma sociedad que mantiene sustancialmente sus reales estructuras, productoras de dicha desigualdad, manifiesta o proclama a todos los vientos la igualdad en dignidad de todos los hombres. La desigualdad se transforma así en injusta desigualdad. La marginación, como realidad humana y social, denota la falta de conciliación entre los problemas estructurales de la sociedad con aquella creencia igualitaria que ella misma elevó a derecho exigible.

II. EL PROCESO DE MARGINACIÓN SOCIAL.

La experiencia vivida y la reflexión teórica nos han situado en el meollo de una realidad dinámica, que sólo es posible desentrañar partiendo de una idea clave. La clave interpretativa es la de proceso. Todos estos fenómenos sociales constituyen procesos, cuyas dimensiones son demasiado complejas y profundas como para tratarlas a niveles tan parciales y superficiales como se han tratado y se siguen tratando. ¿Qué es y qué significa el proceso de marginación social? Es un proceso objetivo, que se produce en toda sociedad organizada con poder, a través del cual el desorden establecido —que diría Mounier—, mediante sus mecanismos funcionales, afirma y consolida las desigualdades estructurales sobre las que se asienta el propio orden social, reforzando así la solidaridad de los demás grupos sociales. Implica la exclusión del marginado en la creación y reparto de los bienes sociales y en la toma de decisiones. La condición marginal se adquiere mediante este proceso, y afecta a las personas y grupos que se encuentran dentro del mundo de la marginación.

III. CARACTERÍSTICAS DE LA CONDICIÓN MARGINAL.

1. Repercusiones objetivas. a) Condición social estructuralmente determinada. Como punto de arranque está la condición social que viene estructuralmente determinada e impuesta por un sistema social injusto en sus mecanismos discriminatorios. Estos mecanismos originan y desencadenan el proceso de marginación, sobre el cual se asienta la condición social del marginado. Esta condición es una consecuencia de las sucesivas diferenciaciones, divisiones y discriminaciones estructurales de la sociedad. El proceso de marginación social a niveles estructurales es la consecuencia de la desigualdad radical en la distribución de los bienes producidos. Esto origina en las personas y grupos marginados una situación carencia] en el uso y disfrute de dichos bienes sociales, que se manifiesta en unos niveles realmente insatisfactorios para el mantenimiento y desarrollo de la vida, de acuerdo con la /dignidad de la persona humana. Constituye la privación de un derecho y es la usurpación de algo debido; es una injusticia. Esta condición marginal está relacionada con la concentración de los bienes de todo tipo y del poder económico, político y cultural, en unos sectores o grupos muy reducidos de la sociedad. Estas diferenciaciones y discriminaciones materiales y objetivas, basadas en la desigualdad fundamental, producen el distanciamiento social. La sociedad guarda una cierta distancia higiénica frente a aquel que ha sufrido las discriminaciones estructurales, dejándolo al margen. Comienza así un proceso de segregación o separación que puede llegar incluso a la exclusión del resto de la colectividad. La marginalidad no se produce desde un proceso psíquico de percepción diferencial, como las concepciones abstractas y ahistóricas pretenden, sino que si existen procesos de percepción diferencial, estos se originan a partir de condiciones materiales realmente diferenciadas. Desde esta perspectiva, las cosas aparecen de otro modo; no es que haya marginados por sus características especiales, sino que es la sociedad, tal y como está estructurada, la que produce necesariamente marginación. Se ha dicho que la marginación es una necesidad del sistema establecido. Pero hay que explicar claramente por qué esto es así. En efecto, si la marginación es una producción funcional del sistema establecido, es porque este no necesita de esas personas y grupos a los que margina. El estadio de desarrollo del /capitalismo avanzado, y sus formas de producción y acumulación de riquezas, ha conducido a un incremento de esta población excedente que el propio sistema es incapaz de absorber. El modelo actual de crecimiento incontrolado y de consumo ilimitado empeora la situación de los más débiles. Aquí es donde se estrecha la correlación entre pobreza y marginación.

b) Situación desventajosa y de abandono e indefensión. La marginación significa un desfavorecer, un desventajar a unos determinados grupos sociales en relación con otros, porque son infravalorados, según los parámetros del modelo social vigente. Esto coincide con la última acepción que el Diccionario da al verbo marginar: «Poner o dejar a una persona o grupo en condiciones sociales de inferioridad». El marginado se queda en situación de desventaja social, por que le es vedado el acceso a los beneficios alcanzados en un momento histórico concreto por la sociedad en la que se encuentra. Esto trae consigo un creciente deterioro en la calidad de la vida, repercutiendo en su salud física y psíquica, que se ve así dañada paulatinamente. Tal situación puede llegar a límites extremos, cayendo en lo infrahumano. Entonces estas personas y grupos humanos permanecen sumidos en el abandono y en la indefensión más patente, encontrándose en una especie de callejón sin salida. Comienza así la cronificación del proceso de marginación social; el deterioro progresivo llega a ser irreversible y cualquier intento de reinserción social resulta infructuoso.

c) Falta de participación. Las personas y grupos marginados no participan en la producción y reproducción sociales y en los bienes o beneficios que reportan. Están ausentes de la construcción de la vida económica, social y cultural de la sociedad. Son objetos de la historia social, pero no protagonistas de la misma. Excluidos del quehacer histórico, a veces ni siquiera tienen conciencia de ello. La historia se hace a espaldas del marginado. El desarrollo y perfeccionamiento de las instituciones económicas y sociales, excluyen a ciertos individuos y grupos, considerados menos aptos, de los procesos participativos. De aquí que la falta de participación sea la nota más central o de fondo de esta condición marginal, entrando a formar parte de todas las definiciones que se han dado de la misma, porque toca a la esencia misma de la marginación. Esta falta de participación, sin embargo, no debe entenderse de un modo absoluto, pues ello significaría una situación de marginalidad absoluta, en la que la persona o grupo se hallaría totalmente separado de la sociedad global y privado de toda participación. Equivaldría a dos sociedades separadas y desconocidas mutuamente, sin relaciones de ningún tipo. Esto no es lo que sucede en la marginación social. Por consiguiente, hay que precisar en qué consiste esta falta de participación. Se trataría de delimitar aquellos campos del quehacer social en los que se considera deberían producirse los procesos participativos con inclusión de todas las personas y grupos sociales, ya sea en forma de participación pasiva o receptiva o de participación activa o contributiva, bajo formas de intervención de la toma de decisiones sociales para la solución de los problemas generales y los suyos propios. Pero esto choca con la perspectiva del sistema social, donde las relaciones de poder, de producción y de posesión, exigen la centralización en las decisiones para el funcionamiento eficaz de los mecanismos de dicho sistema. Con lo cual se crea una contraposición entre eficacia y participación. La necesidad de eficacia del sistema impone la reducción de la participación social, excluyendo a ciertos sectores sociales de la misma.

d) Movilidad social: desarraigo. La consecuencia de todo esto es que la mayor parte de los marginados sociales tienen que moverse de un contexto social determinado a otro, tratando de resolver su situación social y económica. Es el problema de las migraciones, que tanta repercusión tiene en la estructura psíquica. Es el desarraigo; ese sentimiento de no tener origen o raíces, de sentirse extraños en todo lugar.

e) Falta de homogeneidad en el mundo de la marginación. Las distintas tendencias y problemáticas de las diferentes personas y grupos afectados por el proceso de marginación social, hace que se hable de tipos o formas distintas de marginación. Los tratadistas señalan, a este respecto, el carácter pluridimensional de la marginación social. Se presentan enumeraciones o listas de los diferentes grupos marginados, ejemplificadora de la diversificación del fenómeno. Pero no se puede amplificar sin restricciones, pues ello llevaría a una desnaturalización del fenómeno que estudiamos. Resultaría así que la franja de los marginados sociales se adentraría en lo que es propio de la zona media de la población, con lo cual la fundamentación del proceso marginalizador carecería de todo sentido.

2. Repercusiones subjetivas. a) Trastornos en las relaciones sociales. Como consecuencia de todo lo anteriormente expuesto, se dan unos trastornos en el modo de establecer las relaciones sociales en estos grupos marginados. Para comprender esto hay que partir del distanciamiento social y el consiguiente proceso de segregación. Este distanciamiento social origina en la persona marginada el sentimiento de estar segregado, lo cual lleva consigo la pérdida del contacto fundamental con los otros y con lo otro. Esta pérdida de contacto fundamental, tanto más pronunciada cuanto más aguda y permanente es la marginación, transforma las propias estructuras del lenguaje gestual u oral, de modo tal, que los descendientes de estos grupos ya marginados, no pueden interiorizar el lenguaje de la sociedad global. Entonces, en su momento, el menor y el joven marginados, van a padecer una falta de /comunicación que hace imposible el establecimiento normal de las relaciones sociales, sin lo cual no se puede dar, en modo alguno, la deseada o pretendida reinserción social.

b) Inhabilitación social. El proceso de marginación social produce, en las personas que lo padecen, la incapacitación o inhabilitación social en los términos más amplios. Esta inhabilitación es producida por el aislamiento, la incomunicación y el no acceso a los cauces del poder social.

IV. EL PROCESO DE FORMACIÓN DIFERENCIADA DEL MARGINADO.

Desde el origen, el niño y el adolescente marginados, por el hecho de serlo, están llamados a vivir el proceso de formación personal y social de manera bien diferenciada de los otros grupos no marginados. Y no es de extrañar que así sea, porque esto deriva de la lógica del sistema. Sabemos que la característica esencial de toda marginación es la afirmación y la consolidación de las diferencias y desigualdades estructurales, que producen discriminaciones injustas entre las personas y grupos dentro del sistema. Para distinguir el proceso formativo del niño y del adolescente marginados, importa destacar aquí la perspectiva con la cual son percibidos socialmente y cómo son tratados en consecuencia. Esta óptica social frente al marginado es lo que nos da las claves interpretativas para la comprensión de las interacciones y relaciones personales y sociales, en que consiste el proceso que describimos. En efecto, estos niños y adolescentes, marginados desde el primer grupo en el que surgen a la existencia; y con el que tienen que habérselas: la familia, hasta los grupos buscados o creados por los mismos, van a sufrir en su cuerpo y en su psique el estigma o marca de esta diferenciación. Se da, pues, una concatenación lógica entre el proceso objetivo de carácter estructural, que es la marginación social, y el proceso subjetivo interrelacional en que consiste la formación del individuo humano, mediante la cual este se va integrando paulatinamente en el medio social, a través de su paso por las distintas instituciones sociales, que por ello reciben el nombre de agentes de socialización.

V. LÍNEAS ORIENTATIVAS PARA UNA ALTERNATIVA.

Dada la naturaleza del proceso de marginación social y de la problemática que encierra, sólo puede romperse el círculo vicioso que implica, si se da una transformación en las estructuras sociales que la imponen. Solamente una transformación sociopolítica y socioeconómica podrá cambiar radicalmente la condición social del marginado. Pero, ¿cómo transformar estas estructuras? Dejando aparte las posiciones revolucionarias y cualquier procedimiento espectacular y violento, la cuestión es si, mediante procesos colectivos en el seno de una sociedad determinada y concreta como es la nuestra, pueden darse otras vías o actuaciones que traten de influir o propiciar desde la base la modificación de las estructuras sociales. Esta segunda alternativa no sólo es posible, sino que es la más adecuada. Si el acceso de las personas o grupos marginados a la fuente y ejercicio del poder social implica la reestructuración de la sociedad global, es claro, que hay que centrar la cuestión en términos dialécticos. Todo proceso de cambio para erradicar o aminorar la marginación social, tiene que plantearse el reducir la contradicción existente entre la sociedad privilegiada y sus mecanismos hegemónicos excluyentes, y los marginados relegados al gueto.

Pero esto no es sencillo. Es necesario llegar a conjugar la libertad y autonomía de la persona con la solidaridad social. La libertad exige que el hombre no sea considerado como un objeto, sino como sujeto del proceso social. La /solidaridad organizada socialmente ha de ser capaz de ejercer la doble función de la vida social; de un lado, la creación y distribución de los bienes y recursos, ordenada al bien de toda la comunidad; de otro lado, la participación concreta, libre y ordenada, de todos los hombres en la definición y realización del /bien común. Entonces, en lugar de excluir a las personas y poblaciones consideradas superfluas, los mecanismos del sistema social estarían preparados para garantizar que la distribución de los bienes superfluos, una vez reintegrados a la comunidad, pueden llegar a sus naturales destinatarios: los necesitados y los marginados, erradicando así la injusta desigualdad. La acción social tendente a erradicar o aminorar la marginación social, para ser eficiente ha de darse en el marco comunitario y tener que promover la implicación y gestión comunitarias. Es el problema de la participación. Esta participación tiene que venir en marcada en una perspectiva liberadora.

VI. EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN.

Vistas así las cosas, entramos en una cuestión de fondo, que hemos de despejar para ver claros los objetivos y los móviles en las distintas propuestas de participación. El verdadero problema no es que una determinada comunidad o barrio se organice y participe. Lo esencial es el para qué y a qué niveles. Porque esa participación puede estar simplemente dirigida a procesos de integración mecánica en la sociedad, incorporando sin más los valores de la misma, o bien puede conducir a la transformación social. Puede significar una convalidación o un cuestionario social. No es lo mismo tratar de adaptar o ajustar a los individuos que reajustar sistemas de relaciones vitales, a nivel familiar, grupal o social, para lo cual hay que priorizar el desarrollo comunitario, con la implicación y gestión comunitarias. La participación no dependiente y crítica hace al sujeto protagonista de su propia historia y produce equilibrio en las relaciones interpersonales y sociales. No puede estar desligada tal participación de la convicción de la necesidad de que se produzcan cambios más profundos, como ha ocurrido en la perspectiva funcionalista, donde no se ponía en cuestión el sistema social en su conjunto, generador de las situaciones de pobreza y marginación sociales. El objetivo no puede ser, por tanto, tratar de neutralizar comportamientos individuales o grupales, sin neutralizar las raíces estructurales de la miseria, la /opresión y la marginación social. Sólo así, una vez entendidos en su realidad radical los mecanismos de exclusión social y la necesidad de afrontación de los mismos, el proceso de cambio para erradicar la marginación social, a la larga, puede convertirse en un proceso de auténtica transformación social. Sería un proceso transformador, capaz de eliminar las raíces de la marginación y exclusión sociales, como enfermedades endémicas de nuestro sistema social. Así, en la medida en que nos introducimos en los contextos marginales para humanizar la existencia de estas personas y grupos, situados forzadamente al margen de la historia, estaremos contribuyendo a humanizar también nuestras vidas personales y las de la sociedad entera.

BIBL.: BERGER R.-LUCKMANN T., La construcción social de la realidad, Amorrortu, Buenos Aires 1968; CASTEL R., La gestión de los riesgos, Anagrama, Barcelona 1984; COHEN S., Visiones del control social, PPU, Barcelona 1988; DURKHEIM E., La división del trabajo social, Akal, Madrid 1982; GALBRAITH J. K., La sociedad opulenta, Planeta-Agostini, Barcelona 1985; GARCÍA NIETO J., Pobreza y exclusión social, CCJ, Barcelona 1987; GERMANI G., El concepto de marginalidad, Nueva Visión, Buenos Aires 1973; INEDES, Hacia la superación de la marginalidad, Herder, Quito 1972; TAMAYO ACOSTA J. J., La marginación, lugar de los cristianos, Trotta, Madrid 1993; TONI CATALÁ S. J., Salgamos a buscarlo: Notas para una teología y una espiritualidad desde el Cuarto Mundo, Sal Terrae, Santander 1992.

G. M. López Hernández