INTERPERSONALIDAD e
INTERSUBJETIVIDAD
DicPC
 

I. ESBOZO HISTÓRICO.

Como genuino concepto filosófico, el de intersubjetividad es relativamente reciente, y podría decirse que toma carta de naturaleza en Filosofía, sobre todo en el primer tercio del siglo XX, a partir de la fenomenología de E. Husserl y en el llamado pensamiento dialógico. Desde un punto de vista más histórico, podríamos remontarnos a la filosofía poskantiana. Si bien Hegel ofrece aportaciones muy significativas para el esclarecimiento de lo intersubjetivo, es sobre todo en autores como F. H. Jacobi, J. G. Fichte y –más tarde– L. Feuerbach, donde lo intersubjetivo adopta la significación y dignidad de lo interpersonal, y cuando se sientan las bases para una historia articulada del pensamiento dialógico. Así, por ejemplo, en una tesis como la de Feuerbach (en su obra de 1843, Principios de la filosofía del porvenir), según la cual «la esencia del hombre está contenida sólo en la comunidad, en la unidad del hombre con el hombre, mas una unidad que se basa únicamente en la realidad de la diferencia entre el yo y el tú»; pueden encontrarse condensados muchos de los grandes interrogantes y posibilidades de lo intersubjetivo/interpersonal, mostrándose con claridad la creciente autoconciencia filosófica del problema que suscitan.

Tras esos primeros momentos, y como dijimos anteriormente, será sin duda en nuestro siglo cuando eclosione el pensamiento sobre lo intersubjetivo (pero también sobre el /otro, la diferencia, el /diálogo, etc.), especialmente al hilo, por una parte, de la innovación teórica que supone la Fenomenología y, por otra parte, en un orden más práctico, de las conmociones que suponen la primera y segunda guerras mundiales, a las que siguen, en cada caso, grandes giros hacia la reflexión sobre ese filo agudo entre Yo y Tú al que se refería Buber en sus escritos. A la vista del inmenso planteamiento de interrogantes sobre lo intersubjetivo que tiene lugar en nuestro siglo, debe reconocerse, con Lévinas, que nuestro tiempo se habría caracterizado, ante todo, por ser el de la epifanía del Otro. Pues bien, por lo que se refiere a la aportación teórica de la Fenomenología, si Husserl se centra en el vínculo entre intersubjetividad y objetividad, Heidegger explora el Mitdasein (ser ahí-con), Merleau-Ponty la intercorporeidad, y Scheler profundiza la dimensión afectiva de importantes fenómenos de lo intersubjetivo.

Por otra parte, una gran movilización espiritual como es el pensamiento dialógico, va a consagrar la reflexón sobre lo interpersonal. Así, en 1923 se edita el importantísimo Yo y Tú de Martin Buber, habiendo aparecido anteriormente muy valiosas aportaciones de F. Rosenzweig y F. Ebner al /personalismo alemán. Años más tarde, también en tiempos de posguerra, el existencialismo de G. Marcel (y la filosofía de la existencia de K. Jaspers) profundizará el ámbito de lo interpersonal, al tiempo que el personalismo, cubriendo un amplísimo espectro teórico y práctico en el ámbito global de una reflexión sobre la persona en el mundo contemporáneo, realizará aportaciones ineludibles. A destacar especialmente la obra de E. Mounier y, con una vocación quizá más teórica, M. Nédoncelle. Años más tarde, como heredero del pensamiento dialógico, y en heterodoxa deuda con el élan fenomenológico, E. Lévinas llenará, con su humanismo del otro hombre, el último cuarto de nuestro siglo, y renovará con originalidad y profundidad los grandes temas de la reflexión sobre lo interpersonal. También pueden mencionarse, si bien en un sentido alejado de las tendencias hasta ahora nombradas, las aportaciones a la filosofía contemporánea, debidas a los intentos de la Escuela de Frankfurt, en su segunda fase (K. O. Apel y J. Habermas), por vincular intersubjetividad y razón comunicativa.

II. REFLEXIÓN SISTEMÁTICA.

Inscrita en la cuestión acerca de qué es el hombre, y proyectándose sobre las preguntas por el conocimiento (qué puedo saber), la ética (qué debo hacer) e incluso, en un sentido más lejano e inexplorado, la esperanza (qué me cabe esperar), la pregunta por la Relación o el /entre intersubjetivo/interpersonal ofrece al tema básico de la Antropología (y a la Filosofía en general) una dimensión de profundidad, cuya ignorancia dejaría irresuelto el drama de la existencia humana. Así, al marcar la importancia de la relación frente a los términos («al principio es la /relación» –dirá M. Buber–), la palabra primordial /Yo-Tú se erige, mucho más que simplemente la relación ego/alter-ego, en soporte experiencial de las ideas de /Comunidad (Gemeinschaft) e interpersonalidad, frente a la de mera Sociedad (Gesellschaft). Más allá de la simple relación entre-/sujetos (incluyendo, por ejemplo, la relación hombre-animal), lo interpersonal se constituye como un entre comprometedor de la /persona (en su ser entero) en el que se alumbra la idea y se deja orientar la práctica tanto de una razón dialógica como del /encuentro existencial interpersonal. Intersubjetividad e interpersonalidad se complementan en la medida en que esta designa un modo de ser de aquella que la plenifica y le concede /dignidad humana y moral, al tiempo que la desborda e incluso trastorna o inquieta, sometiéndola a exigencias de procedencia y fines diversos. Intersubjetividad e interpersonalidad se proyectan, al menos, en tres niveles de experiencia: Logos, Eros y Ethos, y tienen fuertes resonancias en el orden de la relación con el Theos (como las reflexiones de Buber sobre el Tú eterno y las de Lévinas sobre el vínculo entre apertura al / rostro –cara a cara–, ética y religión).

Por lo que se refiere al Logos, la filosofía ha reconocido que, sin duda, lo intersubjetivo es esencial para la constitución del mundo objetivo y la posibilidad de una razón comunicativa y/o dialógica. Su contrario sería el solipsismo metódico, contra el que hubo de combatir Husserl cuando se acusó a su fenomenología de caer en él. Básicamente, Husserl se esforzó en mostrar cómo a partir de la dinámica trascendental de la /empatía se constituye en la experiencia del Otro un mundo comunicativo del que depende la presencia del Otro como alter-ego, al tiempo que este Otro, en una relación circular o de feedback, posibilita la Objetividad. Como diría G. Deleuze en referencia lejana a Husserl, el Otro es, ante todo (al igual que la intersubjetividad), una estructura de la experiencia, hasta el punto que no sería necesario que el Otro existiese —de aquí, por ejemplo, el interés que reviste la experiencia literaria y la figura del Otro/personaje como «ego experimental» (Kundera)—. Importantes en esa estructura de la experiencia serían las mediaciones de tipo social, cultural, político e institucional que la realizan o dificultan y distorsionan y, por supuesto, la mediación sígnica y el lenguaje, con lo que el planteamiento trascendental encontraría un imprescindible complemento empírico-cultural. Con vistas a la configuración de una racionalidad comunicativa (como exigencia para una ampliación del sujeto trascendental kantiano) K. O. Apel y J. Habermas se han esforzado en mostrar las condiciones trascendentales-pragmáticas de una comunidad ideal de diálogo. Por su parte, F. Jacques ha profundizado el paso desde la intersubjetividad a la interlocución, con especial atención a la lógica y la pragmática. Como se podrá comprobar, lo intersubjetivo/interpersonal ha puesto en alerta a casi todas las tendencias, metodologías e ideologías de la filosofía y la cultura de nuestro siglo. Desde esta perspectiva del Logos y de la racionalidad, la tesis de E. Lévinas, según la cual el Otro no es un escándalo para la razón, sino la primera enseñanza razonable, se torna por completo comprensible, por más que, por lo que se refiere al propio Lévinas, este haya apuntado en sus indagaciones, más hacia el ámbito de la ética que hacia el de la racionalidad (aunque, a su juicio, esta, bien entendida, no podría apartarse de aquella).

Muy en la cercanía de la dimensión más profunda del Eros, lo interpersonal se ejemplifica de modo preeminente en la experiencia de la Ich-Du-Beziehung (relación Yo-Tú), con las características de inmediatez, presencia, reciprocidad, etc., que se adjudican al encuentro con Otro, y que Buber muestra con maestría en su obra Yo y Tú. En respuesta a un tiempo convulso, Buber subraya la importancia del ser personal (más que del individuo) en la relación Yo-Tú exclusiva, inobjetiva, metapolítica... frente a la relación Yo-Ello cosificadora. En esta misma línea —y a la hora de comprender el vínculo (separación y relación) cara a cara–, Lévinas opondrá la metafísica deseante del Rostro del Otro en la proximidad (éticamente interpretable como 7 responsabilidad: humanismo del Otro hombre) a la Ontología, que conoce, posee y domina, y que a su juicio ha caracterizado a la filosofía occidental en su olvido del Otro (no sólo ni ante todo del Ser). En este sentido, si en Husserl culmina, a su modo, la dialéctica entre ego y alter-ego (Intersubjetividad en sentido estricto y técnico-filosófico), que se articula en la Modernidad al incorporarse el Otro al vínculo Ego-Conciencia-Razón-Objetividad-Comunicación, con su Proximidad Lévinas lleva a su máxima expresión la crítica al modelo filosófico grecologocéntrico y moderno de la relación con Otro. En efecto, en el nivel del Ethos, para Lévinas, el acceso verdadero al Otro se da en un movimiento de trascendencia más allá de la Historia, la Política y el horizonte mismo del Mundo, en el que lo /Infinito de la alteridad sobrepasa a la /Totalidad, en una experiencia a la que con todo derecho cabría llamar ética, caracterizada (Lévinas piensa que a diferencia del tuteo buberiano) por una trastornante asimetría en la relación (el Otro no es para mí del mismo modo en que Yo soy Otro para él). En esa relación alejada del Poder, el Otro se torna viuda, huérfano, pobre, extranjero (en sentido bíblico) y, en general, próximo/ prójimo, al que es preciso escuchar (mucho más que ver o fantasear).

En esta perspectiva levinasiana, como en cualquier otra dirigida sobre la experiencia y acontecimiento multidimensionales de lo intersubjetivo, la subjetividad se encuentra comprometida. Así, si ya para Buber el Yo se dice siempre inseparablemente de las palabras primordiales Yo-Tú y Yo-Ello, para Lévinas la subjetividad es ante todo responsabilidad, sustitución, vulnerabilidad (de pies a cabeza) ante el Otro, y a diferencia de planteamientos como los de la comunicación en G. Bataille, esa subjetividad no se pierde extáticamente en la relación (como si los seres constituyesen un continuum que los individuos rompen), sino que conserva la separación (en Buber se trataba, asimismo, de la relación entre compenetración y separación). Sin el matiz de fuerte compromiso moral que se le ha adjudicado en el personalismo en sentido amplio, algunos autores (como M. Maffesoli) han hablado de una intersubjetividad posmoderna, en la que se busca recuperar la Persona posmoderna relacional, proteica, abierta a la alteridad, frente al /Individuo moderno cerrado, independiente, dominador.

III. CONSIDERACIONES PARA LA PRAXIS.

En su dimensión práctica, el vínculo interpersonal representa un eje esencial de la Ética concebida como /humanismo del otro hombre. En un mundo contemporáneo, caracterizado por el avance de la complejidad, la masificación y la massmediatización de lo Social, en el que no han desaparecido (sino que más bien se incrementan en ocasiones) fenómenos como la violencia bruta, la competitividad, la xenofobia y el racismo, así como las vejaciones múltiples del hombre (tráfico y trata de cuerpos y de almas), etc., el reto del encuentro interpersonal es ineludible a la hora de pensar el desarrollo de la Persona —y de los pueblos (cuando se trata del encuentro intercultural). Por otra parte, y si bien lo Social avanza en el sentido de una creciente complejidad, no es menos cierto que el individualismo posmoderno —según lo ha caracterizado G. Lipovetsky— en muchas ocasiones favorece y en otras dificulta lo interpersonal, de modo que la orientación en que pudiésemos reivindicarlo o rechazarlo para la cultura del / personalismo, se torna de una importancia decisiva.

BIBL.: APEL K. O., La transformación de la filosofía, 2 vols., Taurus, Madrid 1985; BUBER M., Yo y Tú, Caparrós, Madrid 1993; Con J., Filosofía de la relación interpersonal, PPU, Barcelona 1990; EBNER F., La palabra y las realidades espirituales, Caparrós, Madrid 1995; HUSSERL E., Meditaciones cartesianas, FCE, México 1985; LÉvINAS E., Totalidad e infinito, Sígueme, Salamanca 1977; ID, De otro modo que ser, o más allá de la esencia, Sígueme, Salamanca 1987; ID, Humanismo del otro hombre, Caparrós, Madrid 1993; MORENO MÁRQUEZ C., La intención comunicativa. Ontología e intersubjetividad en la fenomenología de Husserl, Thémata, Sevilla 1989; SÁNCHEZ MECA D., Martin Bubec Fundamento existencial de la inte,romunicación, Herder, Barcelona 1984; SARTRE J. P., El ser y la nada, Losada, Buenos Aires 1976'; THEUNISSEN M., Der Andere. Studien zur Sozialontologie der Gegenwart, Gruyter, Berlín/Nueva York 1977'.

C. Moreno Márquez