CATEQUESIS
DicMA
 

SUMARIO. Premisa: la catequesis hoy - I. La renovación catequética y la figura de María: 1. Leyes esenciales para una buena catequesis: 2. Catequesis mariana; 3. Diversas posibilidades de encuentro mariano en la catequesis - II. Pistas de catequesis mariana: 1. Catequesis mariana en los textos oficiales; 2. Experiencias comprobadas: en la escuela de los catequistas: a) La pista bíblica. b) Pista biblico-histórica, c) Pista "existencial", d) Pista litúrgica, e) La pista de la teología - III. María en la catequesis española de niños: 1. "Padre nuestro", 2. "Jesús es el Señor"; 3. "Ésta es nuestra fe" - IV. María en el "Catecismo de adultos": 1. ¿Qué adulto?; 2. Ideas dominantes; 3. María en la perspectiva global del "CdA"I: a) María, camino hacia Cristo, b) María, camino hacia la Trinidad; 4. Profecia-sacerdocio-realeza: tres perspectivas para observar el misterio y el mensaje marianos: a) María, mujer profética, b) María. mujer sacerdotal, c) María, mujer real.

Premisa: la catequesis hoy

Desde la primera mitad de los años cincuenta, bajo el impulso de las corrientes bíblica, litúrgica y teológica, se concibe la catequesis no sólo como explicación sistemática de la primera evangelización, sino sobre todo como educación para vivir el misterio de Cristo (Catechesi tradendae [CT], 7), enseñando a amar como ama Jesús, a juzgar la historia con la lógica de Jesús, a poner en el centro de la propia vida el señorío de Dios y como motivo de las propias opciones la llamada del Padre, a través del sacramento de su amor, que es Jesucristo. Por consiguiente, no se trata de una mera presentación de la doctrina —aun cuando no haya que excluir esta dimensión, realizada de forma didácticamente perfecta y con los debidos contenidos (CT 23)—, sino que se trata sobre todo de una iniciación y de una verificación de vida, de una respuesta personal y comunitaria a Dios, que llama a cada uno por su propio nombre (Padre nuestro [PN] 8). Se trata de conducir a un acto de fe que lleve al gozo de "haber visto a Dios", al asombro y a la admiración frente a los prodigios que Dios ha realizado y sigue realizando en favor de los hombres, prodigios que de día en día van llenando nuevas páginas de historia de la salvación, asumen formas y connotaciones particulares y personales, convirtiéndose hoy y aquí en éxodo de liberación. Todo esto se lleva a cabo dentro de una comunidad (cf LG, c. II) que, respondiendo a los prodigios del Dios que salva, anuncia al mismo tiempo el Amén del compromiso y el Aleluya de la gratitud, haciéndose testimonio y evangelización para con los hermanos que va encontrando en su propio caminar.

Por consiguiente, la catequesis es una praxis pastoral al servicio de la fe, o bien el desarrollo del anuncio evangelizador de la palabra de Dios, para guiar el itinerario de los hombres hacia la plenitud de la vida cristiana.

Así pues, el catequista es el cristiano que ha sido tocado por la gracia de Jesucristo; no puede menos de anunciar lo que él mismo ha visto, sentido, palpado; no puede menos de convertirse en alma que da vida a un cuerpo informe, en levadura que hace fermentar toda la masa social en la que se mueve. El catequista no es un repetidor aburrido de verdades abstractas, sino un poeta, un artista, un profeta de los misterios de Dios, con una capacidad inventiva. sin descanso y sin límites y con un amor sin medida a la persona del Señor, a quien quiere anunciar en toda su integridad y en todas sus referencias.

Entonces es cuando el catequista se convierte en el hombre de la libertad y del discernimiento: el que lo observa todo, el que lo ve todo, pero fiándose solamente de las realidades que permanecen; se convierte en "aquel que escucha, que espera, que medita en su corazón", que sabe aguardar al momento justo para decir la palabra justa, que se hace fuerte con la fuerza de Dios y que sabe quién es Jesús, ya que él es realmente el motivo de su vida. En una palabra, el catequista se convierte en persona mariana y con María se mantiene atento mediante la respuesta del que el Padre necesita para seguir realizando el misterio de la navidad, de la vida pública de su Hijo, de la pasión, de la muerte y de la resurrección de Cristo. El catequista no es un teólogo que estudia quién es Dios y qué es lo que Dios ha hecho y sigue haciendo en la historia del hombre, sino que es el místico que experimenta sobre sí mismo la esencia y la operatividad divina y sabe entonar fácilmente, en un continuo Magnificar, todos los versos que cantan las maravillas realizadas por Dios en su propia vida y en la de sus hermanos, a quienes anuncia el gozo de la salvación.

La primera catequesis mariana comienza con esta experiencia del catequista, que se ha convertido él mismo en María. Fuera de esta experiencia, podrá ser un buen profesor, un óptimo mariólogo, pero no un catequista del misterio mariano.

1. La renovación catequética y la figura de María

1. LEYES ESENCIALES PARA UNA BUENA CATEQUESIS. El criterio último por el que los catequistas tienen que medir sus experiencias educativas radica en la doble fidelidad al Dios que salva y al hombre llamado a responder a la salvación ofrecida gratuitamente. Por consiguiente, el acto catequético tiene como fin último ponerse al servicio de Dios y del hombre, para animar la realización de la comunión de los dos que se encuentran y entran en diálogo entre sí: el divino que llama a la salvación y el humano que recibe del Espíritu Santo, siempre que lo desee, la posibilidad de responder. Toda programación catequética y pastoral ha de tener siempre muy presente este proyecto-encuentro a la hora de trazar las finalidades, de estudiar los objetivos finales e intermedios, de buscar los métodos para una acción operativa eficaz. El itinerario que hay que seguir, sea cual fuere el elemento catequético que se quiera subrayar, es siempre éste: Dios pide que se trabe amistad con esta determinada persona, en esta situación concreta. El catequista se pone al servicio de esta amistad. Podrá partir de la propuesta que Dios hace al hombre en el sacramento de su amor y dejar que actúe la gracia del Espíritu, que llama a la salvación a través de la palabra, los signos y las diversas llamadas de la historia; o bien podrá situarse en la perspectiva del hombre, de sus problemas y aspiraciones para captar las líneas directivas y las negatividades, de manera que pueda señalar posibilidades concretas de transformación y de inserción constructiva en la historia de la salvación. Sea cual fuere la manera con que se articule el anuncio, se encontrará con María, ya que en el plano de la salvación María tiene una presencia que se convierte en signo y esperanza para el hombre de todas las edades y de todos los tiempos.

2. CATEQUESIS MARIANA. Anunciar a María en el contexto de la catequesis es, por tanto, una parte obligatoria del mensaje cristiano, una dimensión indispensable, ya que "la Virgen, en los misterios de su existencia, es un compendio de catequesis y un catecismo viviente que invita a los fieles y sobre todo a los jóvenes a un compromiso de fe y de perfección cristiana". El catequista debe tener claro el núcleo del mensaje cristiano y tiene que saber disponer, en orden jerárquico, los diversos elementos que confluyen en el núcleo y parten de él. Efectivamente, desde el punto de vista de los contenidos, todos los enunciados en la teología están íntimamente unidos entre sí y constituyen un todo unitario, por lo que todos los enunciados se sostienen mutuamente. A la luz de este planteamiento, todo lo que puede parecer secundario —y a menudo la catequesis mariana se ha visto como si fuera un elemento añadido— adquiere un significado importante, si no necesario, para la comprensión y la vivencia de todo el mensaje, que alcanza mayor esplendor de cada uno de los detalles.

Un buen planteamiento de la catequesis mariana depende de la elección del proyecto catequístico y de la matriz de la que parta el catequista para la realización del proyecto, que tendrá que encontrar una constante verificación a medida que la acción operativa se vaya desenvolviendo en un dinamismo de "atención a Dios y de respuesta a su llamada". El elemento esencial que hay que tener presente, como ya se ha dicho, está en la consideración siguiente: Dios quiere entablar una relación de amistad con esta o con estas personas concretas. ¿Qué es lo que tendrá que ver María en este esfuerzo de encuentro entre los dos?

3. DIVERSAS POSIBILIDADES DE ENCUENTRO MARIANO EN LA CATEQUESIS. a) En la catequesis, si parto de una matriz histórico-salvífica, María es la mujer llamada a convertirse en lugar de encuentro del Padre con el hombre, a través del sacramento de amor que es Jesucristo, en la fuerza poderosa del Espíritu Santo. Esta presencia de la mujer es posible encontrarla desde las primeras páginas del Génesis hasta el Apocalipsis, con momentos fuertes de presencia en las páginas de los evangelistas Juan, Mateo y Lucas.

Generalmente es ésta la vía que siguen los grupos bíblicos y presenta muchos aspectos positivos. Pongamos algunos ejemplos: 1) el contenido mariano entra sin forzar para nada las cosas en un discurso de salvación; 2) es una presentación mariana la que evita el maximalismo y el minimismo mariológico y entra en todas las dimensiones del misterio mariano; 3) es el camino que recorrieron ya los primeros grandes teólogos (Ignacio de Antioquía, Orígenes, Ireneo, Justino, etc.) y que fue asumido en la historia sobre todo por la teología protestante.

Pero este método tiene que buscar un enlace con la vivencia mariana; por consiguiente, el catequista tendrá que conducir a vivir el misterio mariano mientras lo anuncia, captándolo en la historia. Esta experiencia del misterio mariano puede verse favorecida por la lectura orante de la Escritura (celebraciones bíblicas marianas), por la lectura escuchada y existencializada de las páginas bíblicas que recogen la presencia mariana. La liturgia es el ambiente ideal para vivir hoy el misterio anunciado.

b) Además, para el anuncio del misterio mariano se puede partir de una matriz psicológica que tenga en cuenta al hombre y sus dinamismos psicológicos tal como se expresan en las diversas etapas de la edad evolutiva de la madurez humana y cristiana de aquel que acoge el mensaje. En ese caso, se trata de preguntarse qué vivencia mariana es posible experimentar en las diversas etapas de la evolución del hombre, procurando en el acto catequético jugar con las convergencias de esa vivencia. La pregunta que ha de hacerse el catequista es la siguiente: ¿Qué vivencia mariana es posible al niño, al preadolescente, al adolescente, al joven? ¿Qué vivencia mariana puede tener la familia en camino de fe, la mujer comprometida, etc.?

c) Otra matriz de catequesis mariana parte de las grandes síntesis teológicas, intentando reducir ese contenido a raciones comestibles para el hombre receptor del anuncio, tanto en lo que se refiere a la terminología como al contenido.

Existen además otras muchas posibilidades de arranque para una catequesis mariana; entre ellas me gustaría señalar la que parte del lenguaje de los signos, de los mimos y de los medios de comunicación social.

II. Pistas de catequesis mariana

1. CATEQUESIS MARIANA EN LOS TEXTOS OFICIALES. Puede verse una primera síntesis de catequesis mariana en el c. VII de la constitución dogmática sobre la iglesia, Lumen gentium. En ella se subraya especialmente el aspecto de contenido; por tanto, la atención primordial se centra en la exigencia de ser fieles a Dios. Recojo esta síntesis, en sus elementos esenciales, de la presentación que hizo N. Bussi inmediatamente después del concilio Vat II.

En la LG se ve a la iglesia como un misterio de koinonía (cf cc. VII); es decir, se la presenta como una unión íntima de personas con Cristo, el Hijo encarnado, y por eso mismo con el Padre y el Espíritu Santo. María es la realización más pura y más íntimamente intensa de la iglesia, ya que en ella tenemos la más perfecta koinonía, en cuanto madre de Cristo, con el espíritu y con el cuerpo (cf LG 56-59), por lo que ella es la hija predilecta del Padre y el templo particular del Espíritu Santo. Además, la iglesia es presentadacomo diakonía (cf LG, cc. 111-IV), es decir, como un conjunto de servicios ejercidos desde la jerarquía hasta los laicos, cada uno según su estado y según el puesto que ocupa en la iglesia, pueblo de Dios. En María se da la más perfecta diakonía, ya que nadie como ella sirvió a Cristo (cf LG 61) en la salvación del mundo. Su ministerio, totalmente animado por el amor, es el tipo perfecto de cualquier otro servicio en la iglesia. La iglesia es considerada también como cristofanía (LG, cc. V-VI), o sea, como manifestación de Cristo, ya que está llamada a la santidad, que realiza de hecho, aunque no perfectamente, en esta tierra. María es la más perfecta cristofanía, ya que con su vida informada totalmente por la fe y el amor manifestó a Cristo al mundo más que cualquier otro miembro de la iglesia. La iglesia, finalmente, es de naturaleza escatológica, en cuanto tiende hacia la perfección o cumplimiento en la glorificación total, alma y cuerpo, de sus miembros (LG, c. VII). María, al haber alcanzado ese cumplimiento glorioso hacia el que tiende todo el pueblo de Dios, es la imagen escatológica de la iglesia. Esto explica cómo la iglesia, al ser cuerpo místico de Cristo, se presenta en María como en una imagen (LG 68).

Semejante síntesis de catequesis mariana, que parte de la eclesiología, no puede menos de detenerse con sosiego y sin forzar las cosas en los aspectos significativos del misterio mariano, íntimamente unido a Cristo y a la iglesia, de la que María es imagen (LG 68), tipo (LG 62-64) y modelo (LG 65).

Otro documento que no podemos pasar en silencio por su carga revolucionaria en el terreno catequético es el Documento de base "La renovación de la catequesis" [DB]', que ofrece una síntesis de catequesis mariana realmente preciosa.

El centro del mensaje está constituido por el anuncio de Cristo, persona viva, que lleva a cabo la comunión de los hombres con Dios y entre ellos mismos. En torno a Cristo se recogen todos los demás aspectos del misterio cristiano, que una atenta catequesis se esforzará por desarrollar en su integridad. Con esta finalidad los elementos constitutivos del misterio cristiano pueden agruparse así: 1) Cristo, que tiene por madre a María, es el que introduce en el misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; 2) Cristo es el que engendra a la iglesia, de la que María es tipo, imagen y modelo; 3) Cristo, el hombre nuevo, es el que crea una nueva humanidad mediante el don del Espíritu, de quien María es la primera en disfrutar; 4) la misma situación histórica del hombre encuentra una solución en Cristo, el nuevo Adán, al lado de la nueva Eva.

De esta manera toda la teología se convierte en catequesis del misterio cristiano, que encuentra en María, madre del Dios hecho hombre, una prueba tangible de historicidad; de una mujer de nuestro pueblo es de la que el Hijo de Dios recibe un cuerpo mortal y lleva a cabo su kénosis.

El catequista, con este documento, tiene en sus manos una riqueza inmensa, que habrá de intentar convertir en comida apetecible para aquellos a los que anuncia el don de Cristo. Esto podrá suceder si el propio catequista es capaz de captar en toda su importancia todos estos enunciados, disponiéndolos en una escala que respete las prioridades. En esta perspectiva, la página más hermosa es la que contiene el n. 90 del DB. Allí se presenta a María como la persona más cercana a Dios y la más cercana a nosotros, ya que está profundamente inserta en el misterio de Cristo y de la iglesia: ella, la figura de la iglesia, es el mejor modelo. El DB, en el fondo, se refiere a la catequesis de los primeros siglos cristianos, cuando los padres no sabían separar el misterio de Cristo del de María, tanto en la exposición del dogma como en el culto, cuando la liturgia celebraba en un mismo día el misterio del Verbo que se hace carne y el misterio de la Virgen que se hace madre de Dios por obra del Espíritu Santo [>Año litúrgico; >Adviento].

Sobre esta base se desarrollan los varios catecismos, de ámbito nacional o regional, tomando en consideración no sólo el contenido del mensaje, atentos a una fidelidad a Dios, sino también al receptor de dicho mensaje, considerándolo en los diversos momentos de desarrollo de su madurez. (Para los varios grados en los catecismos, remitimos a >Niños y >Jóvenes, así como a la voz >Ancianos.)

2. EXPERIENCIAS COMPROBADAS: EN LA ESCUELA DE LOS CATEQUISTAS. La pista marcada por los catecismos oficiales no es la única ofrecida a los catequistas a fin de realizar una oportuna catequesis mariana. Apelamos en este punto a la creatividad de los catequistas, sobre todo de los que han escogido en serio vivir el misterio mariano antes de anunciarlo. Las diversas pistas que apuntamos (basadas en algunas experiencias concretas) pueden señalarse como otros tantos carriles dentro de la única autopista que marca el camino de fe que tiene como objetivo final la experiencia del Padre, como camino el mismo Cristo y como dinamismo de tracción el poder del Espíritu Santo. El catequista que quiera animar un camino de fe no se fijará dentro de un carril, sino que, como buen conductor, pasará del uno al otro en relación con la potencia del motor de un grupo, teniendo en cuenta las normas que regulan el paso de un carril a otro. Generalmente se parte de un argumento fijado en el proyecto anual de camino y se le estudia examinándolo desde diversos puntos de vista, de vivencia y de observación. De ordinario los terrenos que pueden explorarse se ofrecen en la pista bíblica, en la histórica, en la pista de la actualidad, en la litúrgica y, finalmente, en la pista teológica. Por tanto, el camino de fe se organiza dentro de una majestuosa autopista con cinco carriles que, en diversos momentos, se abren a la carrera de fe de cada uno de los grupos o laboratorios.

El motivo de la búsqueda se sitúa en la base de los siguientes interrogantes: ¿Quién es María de Nazaret? ¿Quién es para mí, hoy, María de Nazaret? ¿Qué puedo hacer con ella? ¿Qué puedo hacer por ella?

a) La pista bíblica. El carril más importante y el más seguro, evidentemente, es el bíblico, ya que es posible recorrerlo teniendo continuamente como referencia el cuadro del proyecto de Dios y de la economía de la salvación [>Biblia].

Se han realizado intentos válidos de catequesis, experimentados por algunos grupos de investigación bíblica tanto entre los estudiantes como entre los obreros. El mundo bíblico —poblado por personas en marcha, por anuncios de liberación, por contratos de alianza estipulados entre Dios y el hombre, por entusiasmos y depresiones humanas, por acontecimientos de gracia y por los de pecado..., este mundo tan lejano y al mismo tiempo tan cercano a nosotros--es presentado en los diversos libros de la Escritura como el lugar teológico escogido por Dios para realizar en él la salvación. María de Nazaret, la >hija de Sión, el arca de la nueva alianza, la >mujer nueva que da comienzo a un nuevo tipo de maternidad, no es una persona con la que nos encontramos de refilón, sino un anillo que une a la antigua cadena de la humanidad, que comenzó con Adán, con la nueva cadena que inició Cristo. La catequesis mariana encuentra en la biblia muchísimas posibilidades de anuncio y de vida, pero se necesita la atención y la prudencia pastoral utilizadas por la primitiva catequesis apostólica para presentar a María de la manera adecuada. Algunos autores (R. Laurentin, S. de Fiores, R. Lack, etc.) han intentado responder al porqué de un cierto silencio a propósito de María en los primeros escritos del NT y al cómo fue tomando forma el anuncio mariano, sobre todo a partir de Mateo, seguido luego de Lucas y de Juan, los cuales perciben y ponen de manifiesto la presencia operativa y positiva de la virgen María. La lección que nos da la historia primitiva es sobre todo una lección de metodología; efectivamente, el anuncio mariano tiene su posibilidad de convertirse en vivencia de salvación cuando el que lo recibe ha realizado ya la experiencia de Cristo que salva. "Cuando llegó la plenitud de los tiempos Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley..." (Gál 4,4-6). Sólo en la plenitud de los tiempos de una personalidad en crecimiento, por consiguiente, será posible experimentar el verdadero sentido del sí de María, haciendo que vibre y que se realice en la propia existencia. Todos los demás momentos de la vida de una persona, como de la vida de un pueblo, son propedéuticos respecto a este amén mariano, que señala un tiempo fuerte en la historia de la salvación.

El sentido profundo de las páginas bíblico-marianas. Las alusiones y citas marianas en los escritos del NT no son cuantitativamente relevantes: una inteligente catequesis consiste en saber captar el sentido profundo de la Escritura —como ya enseñaba Orígenes— e intentar con la luz del Espíritu Santo entrar en esa mina tan rica tanto del AT como del NT, siguiendo el filón de oro del mensaje de la salvación, que va recorriendo en su longitud la ardua cadena montañosa de la historia. Se trata de realizar un fuerte intento de excavación de los macizos pétreos de prejuicios, que esconden el tesoro encerrado en la mina, y de aceptar el cansancio de la búsqueda, sirviéndose de los medios que las ciencias ponen a nuestra disposición.

b) Pista bíblico-histórica. El instrumento de trabajo está constituido por los libros del NT, añadiendo los diferentes diccionarios bíblicos. En un primer momento la investigación resulta ardua y el silencio sobre María en los escritos más antiguos del NT deja a los investigadores un tanto desilusionados. Sólo en un segundo momento se capta esa figura femenina un tanto especial, por parte de los autores sagrados. El hecho más positivo de ese momento de búsqueda por parte de los jóvenes es que, al buscar el significado de María, el grupo se da cuenta cada vez mejor de la presencia de Jesús, ya que en Cristo es con el que se encuentran y comienzan a dialogar. Interrogando a Jesús es como encuentra significado también la presencia de María.

Tal es la experiencia realizada durante el estudio de la carta de Pablo a los Gálatas, carta escrita unos diez años antes del evangelio más antiguo y unos veinte años antes de los demás evangelios. Aquí es donde el interrogante inicial se desplaza hacia el significado de Cristo, enviado por Dios en la plenitud de los tiempos para darle al hombre la libertad (cf Gál 4,4). El Hijo de Dios le pide a una mujer el paso al planeta tierra, y es precisamente María la mujer que dio al Hijo de Dios preexistente la posibilidad de ser como hombre. María alcanza un gran significado en este momento histórico; se convierte en la torre de marfil que asegura la presencia de Cristo contra toda interpretación idealista o iluminista.

María y los evangelios de la infancia. El grupo se enfrenta a continuación con la lectura sinóptica de los dos primeros capítulos de los evangelios según Lucas y Mateo y más tarde con la lectura separada de los textos. Es sobre todo la página de Mateo (1,1-17) la que capta más la atención de los jóvenes que buscan el significado de la presencia de María. María de Nazaret constituye un buen paso en el camino hacia atrás para llegar a los propios orígenes, a las propias raíces. La página de las generaciones se escribió para decir a los docetas antiguos y modernos que el Hijo de Dios es verdaderamente hombre, hijo de María de Nazaret, una de nosotros; Cristo es hombre hasta el punto de llegar a nosotros a través de la savia de un grande y nudoso árbol genealógico. Mt 1,1-17 es una chocante catequesis cristológica y mariana, apta para suscitar esperanzas y fervores en tiempo de adviento, cuando las personas, la naturaleza y la cultura miran, aunque de diversas maneras, hacia un único punto orientativo, el de navidad. La fraseología de Mateo es tremendamente concreta: Jesús no es una persona que aparezca improvisadamente, saliendo de una eternidad desconocida, sino que es un niño que, naciendo de una mujer, María, queda inserto en un pueblo y lleva en su ser físico y psíquico el peso positivo y negativo de sus antepasados. Aquel Jesús que el kerigma primitivo presentó en el esplendor de su señorío, debido a su resurrección, aquí es contemplado como hijo de David, que tiene realmente sus raíces humanas en la larga cadena de generaciones que le precedieron, desde Abrahán hasta María.

Abrahán y María: dos personas tipo para el cristiano que quiera recorrer seriamente un camino de fe, desde el momento que es precisamente el crecimiento de la fe lo que pretende la catequesis.

Raíces. Si la presencia histórica de Cristo nos remite a María, es posible comprender mejor a María si se la contempla a la luz de sus antepasadas, desde Eva hasta Sara, Judit, Ester, Noemí, Débora, Isabel, etc. La historia está surcada de esas figuras femeninas que aceptan muchas veces el misterio de una maternidad o de una misión realizadas, la mayor parte de las veces, en unas situaciones no comunes. En los personajes femeninos es posible captar el hilo conductor de la larga marcha de salvación que lleva hasta Cristo. Sara, Lía, Rut, Myriam, la hermana de Moisés, son las mujeres que transmiten el mensaje del Kinta Kunti y mantienen despierta la esperanza de la liberación.

c) Pista "existencial". En este punto la búsqueda bíblico-histórica entra en sintonía con lo existencial, llevado a cabo por un grupo de muchachas, que están trabajando sobre el significado de la mujer en la historia de la salvación. Las expresiones de catequesis mariana que afloran de manera más evidente se expresan de la siguiente manera:

Sara y María, dos tipos de maduración de fe. Gén 12 y Lc 1 son dos páginas ricas en acontecimientos de fe y densas en posibilidades catequéticas. Las dos contemplan el anuncio de un niño y en los dos casos encontramos la constatación de la imposibilidad de semejante realización, con la diferencia de que Sara no cree, mientras que María, creyendo, hace vivir en su fe antes aún que en su seno al hijo de la promesa.

Las dos páginas, en una reunión catequética, pueden representarse en un mimo o por lo menos situarse en dos cuadros comparativos, constituyendo una catequesis en dos tiempos, para llegar a ser en un tercer momento objeto de plegaria y de verificación de la propia fe.

1.- tiempo: Sara, la mujer culturizada. Sara y Abrahán frente a la promesa de Dios entran en crisis: ¿Cómo sucederá? Para vencer el conflicto entre fe y cultura se preocupan de encontrar los caminos de solución. La primera solución (Gén 15,2-3) está en armonía con las costumbres de la época, pero Dios no acepta su iniciativa (15,4) y sigue haciendo la promesa de una descendencia. También la segunda solución (Gén 16,2) pone demasiado su confianza en la lógica humana, ligada a la cultura corriente, pero una vez más Dios no está de acuerdo y ratifica su promesa (Gén 17,15-16). Sara sigue resistiéndose a la palabra de Dios, de manera que se ríe con ironía incluso ante el anuncio que le hacen los tres mensajeros del Señor (Gén 18,10). Su risa escéptica recibe la reprimenda de una observación que se hará histórica en la página de Lucas: "¿Habrá quizá algo imposible para Dios?"

2.° tiempo: María, la mujer de la fe. También para María hay un anuncio: "Tendrás un hijo..." (Lc 1,31); también para ella resulta evidente la imposibilidad del acontecimiento según la lógica normal de las cosas. ¿Cómo sucederá? También ella encuentra unas palabras de confianza: "No temas..." (Lc 1,30), ya que "nada hay imposible para Dios..." (Lc 1,37). Y María cree. La nueva Sara no pesa sus decisiones en la balanza segura de una cultura que no habría sido capaz de comprender y que no la habría creído, sino que se fía de la palabra de Dios.

He aquí el ejemplo concreto de una catequesis mariana, que no es solamente el anuncio de un acontecimiento pasado, sino un código interpretativo de nuestro momento de camino de fe. María se convierte para cada uno en el tipo de la persona que realiza el proyecto de salvación en la búsqueda de la voluntad de Dios. Esta búsqueda, en cada uno de sus momentos, conduce a la oración, a la contemplación de las maravillas realizadas por Dios en la historia; conduce sobre todo a la humildad como única actitud para aceptar, con fe, el misterio presente más allá del dato histórico, como misterio del Dios escondido. María, la "madre de Jesús", que no comprende, pero que "medita en su corazón la palabra", que dice sí a una llamada que la desconcierta, nos da a todos el impulso para seguir buscando y sobre todo para responder a ese Dios que continuamente nos llama.

d) Pista litúrgica. En este nivel la catequesis se realiza sobre todo dentro de grupos de familias jóvenes, que sitúan la reunión eucarística de los domingos como punto de apoyo de su camino de fe. A través del canto de María es como estos grupos van encontrando un material bíblico capaz de crear actitudes de vida frente al misterio del Cordero que, después de haber descubierto los tesoros de la palabra de Dios y de haber provocado a cada uno a la respuesta, se ofrece en la liturgia eucarística con nosotros al Padre mediante el rito sacrificial.

La pista litúrgica de la catequesis mariana. Es imposible realizar un discurso catequético sin anclarlo en la liturgia, sobre todo por la posibilidad de experiencia fuerte que aquélla puede ofrecer a todos los que recorren, con fidelidad y coherencia, el camino de fe marcado por las fiestas litúrgicas desde adviento hasta pentecostés. Si el contenido del misterio mariano puede quedarse en mero material de especulación abstracta en el contacto con la teología, la vivencia de dicho misterio en un contexto celebrativo no podrá menos de alentar y de robustecer la fe. La iglesia, al celebrar a María, se compromete a sí misma y le da a su propia fe un revestimiento humano tan concreto que puede ser designado con un nombre: María. En ella cada cristiano, como la iglesia entera, se refleja y se verifica, puesto que lo que se cumplió en ella está destinado a cumplirse en cada uno de nosotros.

Vivir la misa en actitud mariana constituye para las familias jóvenes la catequesis mariana más bella y mejor lograda. Efectivamente, se dan cuenta de que una fuerte experiencia eucarística tiene necesidad de la presencia discreta, pero obligada, de María; más aún, tiene necesidad de que cada cristiano pase a través de todas las fases del misterio mariano asumiendo la actitud mariana típicamente femenina como constitutivo normal de su "situarse frente a Dios" para dar gracias. Solamente la persona pobre, abierta a Dios, dispuesta a las llamadas del Espíritu, puede hacerse capaz de manifestar a Dios su agradecimiento, es decir, de hacer eucaristía. En una sociedad como la actual, en la que cuenta más el que más puede, el que es más fuerte, el que es más rico, queda poco espacio para una celebración eucarística vivida, a no ser que aceptemos dirigirnos a la parte más pobre de nuestro ser, la cual, por tener capacidad receptiva, es capaz de ponerse en una actitud de paciente espera. Y esta parte, en cada uno de nosotros, es la parte femenina de nuestro ser; es la parte mariana. María de Nazaret se convierte en el símbolo de esta serena pobreza que aguarda y al propio tiempo se hace profecía cumplida de la misma. En efecto, María es quien, siendo libre y liberada, sabe dar gracias, sabe ser eucarística, sabe cantar al único Poderoso a quien ella acepta como Señor de su vida y de la historia entera. Toda actitud mariana que llegue a repetirse en el cristiano, así como toda fiesta mariana que la proponga de nuevo como punto de referencia, pueden llegar a ser uno de esos signos-memoriales tan subrayados y tan preciosos en la historia del pueblo de Dios, tanto del AT como del NT. Los diversos momentos históricos que vieron a esta mujer envuelta en la dinámica del nuevo éxodo, del Sinaí de la nueva alianza, en la respuesta coral del amén a Dios que la salvó a ella y a su pueblo, se convierten en elementos concretos que nos señalan hoy a nosotros las actitudes que hemos de asumir, tanto dentro de la convocatoria dominical como, sobre todo, dentro de nuestro caminar por el destierro que nos ve operantes durante la marcha a lo largo de la semana. Todo esto se convierte en una respuesta consciente al mandato del Señor: "Haced esto en memoria mía", y al mismo tiempo se hace respuesta obediente al consejo de María: "Haced cuanto él os diga". En términos concretos todo esto significa: "Entrad en la lógica del morir por los hermanos", puesto que "sólo el que pierda su vida la encontrará". La praxis semanal tiene aquí su explicación y su justificación y no podrá menos, por consiguiente, de ser intensa hasta el punto de transformar la realidad del mundo en realidad de Dios. La eucaristía vivida con esta intensidad crea hombres peligrosos, decididos a todo, por la conquista de la verdadera libertad: una libertad cantada, compartida, vivida, lo mismo que sucedió en María, la mujer que nunca se rindió sino que aguardó, en el don del Espíritu, la esperanza bienaventurada.

Una vida eucarística vivida con una actitud mariana no sólo enuncia los misterios del rosario, sino que los transforma en momentos de vida, recogida dentro de los dos grandes momentos significativos del "He aquí la esclava del Señor" y de la presencia en medio de los amigos de Jesús, mientras esperaban el Espíritu. En este largo período de espera hay espacio suficiente para "conservar la palabra en el propio corazón" (Lc 2,19.51) y para hacer de ella una profunda exégesis, interpretándola a la luz de los acontecimientos, en los que Dios sigue realizando sus maravillas. Y entre un domingo y otro hay espacio suficiente para marchar a toda prisa y llevar la gracia del Verbo a los hermanos que esperan "al otro lado de los montes de Judea", acompañando a la Virgen de la Visitación [> Año litúrgico, >Adviento, >Liturgia, >Magníficat, >Pobre].

e) La pista de la teología. L. Boff señala al menos ocho posibles esquemas que pueden servir para dar contenido teológico a una catequesis mariana eficaz, siempre que el catequista posea una conveniente creatividad catequética, capaz de traducir una doctrina en anuncio de salvación. Una de estas posibilidades consiste en poner la presencia de María dentro del discurso sobre Dios. María no es considerada entonces en sí misma ni tiene significado por sí misma, sino que es siempre la mujer al servicio de la salvación realizada por Dios en Cristo y en el Espíritu. Consiguientemente, cuando se habla de Dios y de sus designios, se habla también de María como de quien pertenece al designio eterno de Dios, al lado del Hijo redentor, corredentora o comediadora, como aquella en quien se realizó plenamente la obra de liberación del hombre. De este modo, cuando se toca el tema de la >iglesia, se presenta a María como el prototipo de lo que la iglesia tiene que procurar siempre ser; cuando se trata de la gracia, María se presenta como la llena de gracia y la que, después de Cristo, constituye el sacramento de la presencia de Dios en el mundo; de manera semejante, cuando se estudia la parte antropológica de la teología, se presenta a María como el primer ser nuevo de la creación renovada por Dios en Jesucristo; cuando se reflexiona sobre las realidades últimas, María es la figura y la anticipación de la realidad definitiva del reino de Dios, cuando la materia y el espíritu queden finalmente transfigurados.

Otro camino teológico para estudiar, vivir y anunciar a María es el que parte de Cristo, considerado como centro del proyecto salvífico y eterno del Padre. Tal es el esquema que presenta N. Bussi y que demuestra cómo el misterio de Cristo constituye el verdadero contenido de la catequesis. Este contenido es contemplado a través de las diversas propiedades o matices del único misterio cristiano, como son: la estructura dialógica, la estructura crística, la estructura soteriológica, la estructura comunitaria, la estructura agápica. Cada una de estas propiedades del misterio cristiano puede ofrecer un interrogante y una respuesta a nuestra búsqueda en los términos siguientes: ¿cómo realizó María en su vida cada uno de estos aspectos del misterio cristiano? [>Antropología; >Mujer].

Otro método para anunciar a María es el que puede sacarse del esquema del Credo, como muy bien ha hecho R. Laurentin. Es un esquema muy rico, de interés ecuménico, e igualmente fácil como estructura didáctica.

III. María en la catequesis española de niños

Recientemente la Conferencia episcopal española ha publicado unos catecismos para la infancia, con sus correspondientes guías, aunque la responsabilidad de estas guías pertenece más a la Comisión episcopal de Enseñanza y Catequesis y al Secretariado nacional de Catequesis.

Los nuevos catecismos llevan estos títulos: Padre nuestro (PN), Jesús es el Señor (JS) y Esta es nuestra fe (NF). Se abarca con ellos todo el período de la infancia hasta la edad de la preadolescencia. Nosotros vamos a ceñirnos a estos tres documentos de la catequesis de infancia para ver cómo es tratado en ellos el tema de María. Si lo hacemos así es porque los catecismos son considerados como los instrumentos válidos de un lenguaje común, que recoge la experiencia religiosa de toda la comunidad cristiana a lo largo del tiempo. Lo que hacen los catecismos es graduar, de acuerdo con los destinatarios, la forma de transmitir en cada edad la experiencia religiosa.

1. "PADRE NUESTRO". Está orientado al despertar religioso de los niños hasta los seis años dentro de las familias y en las comunidades cristianas. Un puesto relevante tienen dentro de la tarea catequística de estas edades los padres cristianos (LG 11). La familia "precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis" (CT 68).

La "Introducción pastoral y guía pedagógica" al catecismo nos recuerda que una iniciación en el despertar religioso como la que tiene que realizar PN es algo que supera al mismo catecismo. En la familia los niños respiran un ambiente en lo que ven, oyen y realizan. Se trata de esa experiencia ambiental en la que viven y que les va catequizando paulatinamente. Pero si esto es verdad, no lo es menos que es necesaria, además, la experiencia de familiarizarse con las frases y el lenguaje con el que la iglesia ha dicho y sigue diciendo su fe.

Dicho esto, que vale sobre todo de ambientación a lo que es el catecismo PN, nos tenemos que preguntar abiertamente por el tema que aquí nos ocupa, es decir, ¿cómo se presenta el misterio de la virgen María en el despertar religioso que PN intenta?

En primer lugar, hay que decir que se habla de María dentro de un contexto doctrinal cristológico. María es nombrada de una manera situada. Cuando se habla de Jesús en un primer momento no se dice nada más que esto: "Jesús nació en Belén" (PN 43). Posteriormente se afirma: "Jesús es el Señor, el Hijo de Dios, y es también un hombre como nosotros, que nació de la virgen María". María es nombrada con ocasión de decir el misterio de Jesús. Y es mencionada de manera sencilla, casi como de pasada.

El segundo momento en que es mencionada María es bajo el título "Los que creemos en Jesús somos la gran familia de los cristianos" (PN 74-75). María es situada dentro de la iglesia, del grupo de los que creen en Jesús. Es aquí donde se nos dice quién es la Virgen: "La virgen María es la madre de Jesús" y "La virgen María, la madre de Jesús, ha sido la que mejor ha guardado sus palabras y la que mejor ha cumplido lo que él nos mandó".

Con estos elementos podemos concluir que en el despertar religioso de PN la Virgen es centrada en Jesús y en la iglesia. No hay una preocupación grande por decir mucho de ella. Se utilizan palabras como virgen, madre, que pertenecen al lenguaje más central de lo que la iglesia hadicho siempre de la madre de Dios, y después se la presenta como la que mejor ha guardado sus palabras y la que mejor ha cumplido sus mandatos. Es decir, María es modelo dentro de los que seguimos a Jesús. Y todo esto sin grandes explicaciones. Se trata sólo de enunciados.

Pero la experiencia de la iglesia no se acaba en iniciar a los más jóvenes e incipientes creyentes en el vocabulario de las fórmulas de fe. Hay otro horizonte: despertar en ellos también la súplica y la oración, así como la celebración de las fiestas de la Virgen. El avemaría pertenece al contenido más serio de la fe cristiana. De hecho se incluye así en el libro (PN 76). Hay otra forma de orar a la Virgen más informal (PN 81). Finalmente, se da un puesto a la preparación de las fiestas de la Virgen. Las fiestas marianas son para "alabar a María, la madre de Jesús" (PN 86). Dios la quiso mucho porque era humilde y buena y la eligió entre todas las mujeres. Porque Dios la quiso mucho, también nosotros la tenemos que querer mucho; porque Dios la saludó por medio del ángel, también nosotros la saludamos, nos dirigimos a ella con las mismas palabras del ángel.

Así está entendido en el catecismo lo que corresponde a este momento del despertar religioso en cuanto a la virgen María se refiere.

2. "JESÚS ES EL SEÑOR". Jesús es el Señor es el segundo catecismo del plan de catequización de niños dentro de las familias y de la comunidad cristiana. Tiene también el complemento de la guía "Introducción pastoral y pedagógica" (GJS).

Aunque no se especifican edades a las que se dirige, es continuación del catecismo Padre nuestro; por tanto, abarca a los niños de siete años en adelante. En la guía podemos descubrir que los catecismos son instrumentos catequísticos que proponen "elementos que siguen un ritmo de progresión gradual" (GJS 4).

La concepción que tiene el catecismo en el conjunto de la catequesis nos viene muy bien definida y expresada en este texto: "El catecismo, libro del catequizando, es un instrumento que habrá de integrarse en el conjunto de elementos y de acciones que constituyen el acto catequético. Ofrecer la palabra de Dios, evocar la experiencia humana, cristiana y eclesial, celebrar la fe, experimentar el impulso hacia un testimonio coherente de la misma en la conducta práctica y diaria son aspectos de un proceso rico y denso que no puede quedar reducido a la presentación del mensaje cristiano recogido en el catecismo. El catecismo no tiene todos los elementos que juegan en el acto catequético. Un buen catecismo puede ser anulado en muchos de sus valores si es usado con una deficiente pedagogía de la fe" (GJS 6).

Lo que realmente presenta el catecismo son los elementos nucleares del símbolo de la fe, las actitudes esenciales de la conducta cristiana y la iniciación en la vida sacramental de la iglesia, y en la de la oración cristiana eclesial, todo esto de manera orgánica y sistemática (GJS 7).

Nos hacemos, igual que en el catecismo anterior, la pregunta sobre el modo con que es tratado el tema de la virgen María en el catecismo. Esto es lo que podemos observar:

María aparece en el momento en que nos hacemos la proposición "Queremos conocer a Jesús" (JS 13). La pregunta sobre Jesús hace referencia inmediatamente a María. "Dios Padre anunció a María, por medio de un ángel, que iba a tener un hijo, a quien llamaría Jesús. Jesús es el Mesías, nació en Belén" (JS 16). Jesús vive en Nazaret con María y José: aprendía, obedecía y rezaba con ellos.

Como se puede ver, en este momento en que se habla de María se dice de ella muy poco. El central es Jesús. María entra en los planes de Dios porque está presente en la vida de Jesús, el Hijo de Dios.

Cuando María tiene un tratamiento especial es cuando se habla de la iglesia (JS 50ss). Si en el primer catecismo se ha dicho que María es madre de Jesús, aquí se añade algo más: "María, la madre de Jesús, es también madre de los cristianos" (JS 54).

Esta afirmación nueva no es una invención de hoy. Es significativo el inicio del tema que ahora nos ocupa. Comienza así: "En las primeras comunidades, los cristianos recordaban la vida del Señor: lo que hizo y predicó y también los años de su infancia".

"En los evangelios se nos cuenta cómo nació Jesús de la virgen María" (JS 54). Lo que hoy dice la comunidad creyente de María lo dice porque entra dentro de lo que recordaban desde el inicio las primeras comunidades cristianas. Es una tradición que nos viene de los orígenes. Por eso podemos responder hoy en la iglesia a la pregunta "¿Quién es la virgen María?" de esta manera: "La virgen María es la madre de Jesús, nuestro Señor y nuestro Dios. Ella es, en la iglesia, la cristiana perfecta. Es nuestra madre. Ayuda a todos los hombres y pide por ellos a Jesús, su Hijo" (JS 54).

La que ha,entrado como madre de Dios en la historia de la salvación por su postura de esclava y de aceptación del plan de Dios sobre ella, se convierte para los creyentes en "cristiana perfecta", en modelo al que miramos y en auxiliadora o intercesora de todos los hombres para caminar hacia Jesús.

María es presentada de nuevo con un entronque cristológico y con una dimensión de intercesora. Los discípulos de todos los tiempos "recordaban siempre a la madre de Jesús y la reconocían como verdadera madre de los cristianos" (JS 55).

El catecismo JS acentúa la figura de María como modelo de vida cristiana. La narración que se hace de la presencia de María en el misterio de Jesús, su Hijo, tiene unos verbos que lo dejan muy en claro: María "se fió siempre de Dios", "creyó las palabras", "acompañó a su Hijo", "guardó fielmente en su corazón todo lo que Jesús decía", "fue la que mejor cumplió lo que él nos mandó", desde aquel Ahí tienes a tu madre "María acompañó a los primeros discípulos" (JS 55). De todo esto se sigue que "los cristianos de todos los tiempos para saber cómo se sigue a Jesús miramos a María" (JS 55).

María es la puerta por la que entra el mesías prometido. A ella se le anuncia este plan de Dios que viene desde antiguo, de ella nace Jesús, ella está presente en la vida oculta de su Hijo y al pie de la cruz, así como en la oración de la nueva comunidad iniciada por Jesús. Esta comunidad la ha reconocido siempre como madre de Dios, como madre de los discípulos y como un modelo de creyente.

El reconocimiento de la Virgen en la comunidad cristiana no es algo abstracto, sino muy concreto. Ha tomado expresiones oracionales y celebrativas: al avemaría que ya se había indicado en el primer catecismo (PN) se añaden (JS 56) algunas estrofas del magníficat (Lc 1,46-56), la salve (JS 107), el ángelus y la advocación Bajo tu amparo (JS 108-109). En una breve nota se da también el significado de las tres fiestas más importantes de la Virgen: Madre de Jesús (1 de enero), Asunción (15 de agosto) y la Inmaculada Concepción (8 de diciembre) (JS 56).

Lo que hoy hacemos los discípulos de Jesús con María no es nada más que llamarla bienaventurada como ella misma había cantado en el magnificat.

Hay un esfuerzo grande por presentar a María dentro del misterio cristológico, siguiendo las indicaciones conciliares (LG 55) y posconciliares (Marialis cultus 17,18,19; CT 73).

Se omite toda referencia a la Virgen que pudiera parecer extraída de una tradición que no se apoye directamente en la Escritura. Digna de mención es también la óptica por la que se presenta a María como quien ha estado presente en la comunidad de los discípulos ininterrumpidamente como algo vivo y esencial por el mismo hecho de tener que recordar los hechos y los dichos de Jesús, el Hijo de Dios.

3. "ESTA ES NUESTRA FE". El catecismo. Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia (NF) culmina el ciclo de catecismos de la iglesia española destinados a todas las etapas de la infancia. Está especialmente dirigido a "aquellos cristianos más jóvenes que, después de celebrar la primera comunión, continúan iniciándose en la vida de la iglesia. Pero se ha escrito también pensando en las familias cristianas, en los catequistas y en los responsables de nuestras catequesis" (NF 5).

Continúa la línea de los catecismos anteriores. María se presenta inserta en el misterio de Jesús y de la iglesia. La novedad mariana que aporta este tercer y último catecismo de la infancia hay que buscarla no tanto en el esquema de fondo, sino en lo que añade sobre los anteriores, en las precisiones que da, ya que los tres catecismos están concebidos en una gradualidad progresiva, y NF es la síntesis elemental de la fe de la iglesia. La "Guía pedagógica" (GNF) pone como primera característica del catecismo la necesidad de mantener la integridad del contenido de la fe y de los elementos de la fe que no se pueden olvidar en la transmisión de la doctrina cristiana (p. 10).

Al explicar el artículo del credo "Jesucristo fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de santa María virgen" (NF 131-135), se presenta la maternidad y la virginidad de María. Se continúa el esquema cristológico que ya hemos visto en los catecismos anteriores. Resalta aquí la insistencia y precisión de vocabulario que se utiliza para recalcar estos dos aspectos de la fe de la iglesia sobre María: "La iglesia ha mantenido siempre con tenacidad que María fue real y verdaderamente madre de Jesucristo"; "La iglesia ha mantenido con firmeza desde los primeros tiempos que María, la madre de Jesús, fue siempre virgen" (NF 134). "Los cristianos somos fieles de verdad a nuestra fe en Cristo, único Señor y Salvador, cuando confesamos firmemente que María es madre de Dios y madre siempre virgen" (NF 135).

Se vuelve a tratar el tema de María en el catecismo al comentar el artículo del credo: "Creo en la santa iglesia católica, la comunión de los santos" (NF 167)). María es presentada como "madre de Dios y de la iglesia, signo de fe y de esperanza para todos los hombres" (NF 193).

En este apartado el lenguaje es diferente. Precisada como ha quedado la doctrina de la maternidad y de la virginidad, en este momento María es cantada porque la iglesia reconoce en ella a la mujer bendecida y elegida por Dios Padre para ser la madre de su Hijo. Se recoge la misma teología que ya se expuso en el catecismo JS y se termina con este párrafo: "A lo largo de los siglos, la iglesia ha mantenido que nadie puede llamarse, de verdad, cristiano, si no reconoce que María ocupa un lugar único en la realización de los designios salvadores de Dios en favor de los hombres. Desde siempre Dios pensó en ella como madre de su Hijo y madre de todos los hombres. Por ello, la revistió de gracias singulares, como el esposo viste a la esposa con traje de gala y la adorna con joyas" (NF 193).

De todo esto se sigue un acudir e invocar a santa María virgen y madre para que acompañe al pueblo de Dios y sea su aliento y esperanza. Se propone un modo concreto de dirigirse a la Virgen con la oración Acordaos (NF 194) y enumerando las fiestas principales de la Virgen a lo largo del año. También aquellas en las que, aun no siendo fiestas marianas, María tiene un papel importante junto al Hijo: La / Presentación en el templo y la / Anunciación.

Al término de este breve estudio sobre la figura de María que presentan los catecismos de la comunidad cristiana para la infancia, tenemos que acabar con la respuesta que NF da a la pregunta: "¿Quién es la virgen María?" "La virgen María es la madre de Jesús, nuestro Señor y nuestro Dios. Ella es la cristiana perfecta y la madre de la iglesia. Es nuestra madre. Nos ayuda a todos los hombres y pide por nosotros a Jesús, su Hijo" (NF 195).

Estos datos nos parece que pueden ser el resumen de cuanto hemos visto de manera pormenorizada en cada uno de los catecismos:

Los catecismos, fieles a las enseñanzas del concilio Vat ii, han eliminado todo aquello que pudiera parecer puro sentimentalismo, centran a los niños en una verdadera y sólida devoción que comienza fundamentalmente por saber quién es María y cuál es su puesto en la historia de la salvación. Desde esta óptica será posible entender cuanto la expresión y la devoción popular han ido creando en torno a la figura de María con una fe auténtica.

Alvaro Ginel

IV. María en el "Catecismo de adultos" ("CdA")

En la actualidad el adulto se muestra generalmente perplejo y reticente en lo que se refiere a la devoción a la Virgen. La siente o demasiado cargada de sentimentalismo o demasiado pobre de verdad. Comparada con la devoción a Cristo y a su evangelio, la devoción mariana representaría cierta inmadurez tanto espiritual como teológica. Por el contrario, en el itinerario de maduración para la fe, María es una apelación y una constante referencia. Bajo este aspecto, el catecismo de la Conferencia episcopal italiana (CEI), Señor, ¿a quién iremos?, no podía menos de reservar una atención especial a la figura y a la misión de María de Nazaret.

Los límites de este artículo no permiten comprender en toda su plenitud con cuánta profundidad se estudia y se presenta a María en el CdA. Por eso conviene que nos quedemos en el ámbito de unas cuantas indicaciones que pongan al lector en disposición de captar su figura dentro de la óptica global en que se presupone y se sugiere el desarrollo de la catequesis. Para ello es oportuno aclarar cuáles son en realidad los destinatarios de este catecismo y puntualizar las opciones de fondo.

1. ¿Qué ADULTO? "... Se trata de un catecismo destinado a los adultos, es decir, a quienes son en su pleno sentido los destinatarios del mensaje cristiano..., educadores y catequistas de las nuevas generaciones" (CdA, IX). Estas palabras de la "Presentación" muestran con evidencia que se trata de adultos cristianos, o sea "quienes han alcanzado una madurez caracterizada por una armonía más profunda de la personalidad, por una posesión más rica y consciente de la verdad, por saber hacer el don de sí mismos en el amor, por la conciencia plena de unas responsabilidades concretas".

Más tarde, cuando el CdA quiere justificar su título y precisar ulteriormente a qué adulto intenta dirigirse, dice: "A cuantos creen y quieren aclarar su fe; a cuantos se sienten interpelados por Jesús y quieren saber más de él; a quienes están alejados de él, pero quieren dar sentido a su vida; a todos ellos se dirige este libro" (p. 2). Y seguidamente recoge algunos ejemplos de adultos: Pedro, Nicodemo, Zaqueo, la samaritana; es decir, gente que ha definido ya su condición de vida y de trabajo.

2. IDEAS DOMINANTES. A esos destinatarios el CdA ofrece un itinerario cristiano que se apoya, como en fundamento seguro, en una de las fórmulas más antiguas de fe: Por medio de Cristo en el Espíritu somos conducidos al Padre (cf Ef 2,18), expresión que recoge también el c. 1 de la Dei Verbum (n. 2). Esta intuición paulina resume y pone ritmo a la arquitectura interna del CdA y a sus opciones cualificantes. Sobre este trasfondo cristológico-trinitario se desarrollan las tres partes del CdA, cada una de las cuales presenta a tres sujetos concretos y vivos: Cristo, la iglesia, el cristiano. Las tres partes se articulan además dentro de tres grandes perspectivas bíblico-teológicas: la profecía, el sacerdocio y el reino, destacando en un nivel más general esta última categoría.

La estructura del CdA puede parecer geométrica; su esquema puede dar la impresión de ser demasiado rígido y en el fondo innecesario. Se trata de una especie de proceso por círculos concéntricos, de un procedimiento en espiral en donde los temas van siendo retomados continuamente en sus diversas partes, captando en ellos nuevos aspectos para profundizarlos. Es lo que sucede también con la presentación del misterio de María. Por todo esto, analizar cómo se presenta a María en el CdA es también una "verificación" de la incidencia que tuvieron en ella las opciones de fondo para la exposición de los contenidos.

3. MARÍA EN LA PERSPECTIVA GLOBAL DEL CDA. Una vez trazadas las opciones pastorales de todo el proyecto formativo, podemos preguntarnos: ¿cuánto espacio le concede el CdA a María, interpelada por Dios para responder con un si responsable a su proyecto de salvación? ¿Cómo se le propone al cristiano, comprometido a adquirir una fe consciente y madura, capaz de recuperar en Cristo todo lo humano y también, por consiguiente, la experiencia de una mujer, María de Nazaret? El CdA ilustra la figura de María no ya a través de una única exposición, sino en varias ocasiones, por lo que ella está presente de manera apropiada, esencial y progresiva en todas las partes. Se habla abundantemente de ella no ya sólo en las partes que refiere el índice alfabético por temas en la voz María, sino también en otros lugares y particularmente en el c. 28, dedicado totalmente a ella, en donde encontramos un título muy sugestivo: ¡Virgen madre, hija de tu Hijo! «El que se haya querido titular este capítulo con las palabras del poeta [Dante] —afirma G. Morandini— puede significar cómo María es también la inspiradora de una altísima poesía, acto gentil de culto a su persona y a su misión, única en la historia de la salvación". Los contenidos teológicos del mensaje mariano que se subrayan en el c. 28, son la síntesis de todo lo que se ha dicho anteriormente en el continuo entramado del misterio cristiano, que tiene como centro a Cristo, tal como se expone desde la primera hasta la última página del texto.

a) María, .camino hacia Cristo. Considerado en su globalidad el CdA, fiel a la doctrina conciliar y al magisterio de los pontífices, presenta a María como modelo del itinerario de fe centrado en Cristo. Lo mismo que en los anteriores catecismos, es Cristo el que domina el libro de fe. Jesús es la piedra angular sobre la que es preciso construir la vida cristiana. María en todo el proyecto de salvación entra en relación con Cristo y con su misterio integral. Está totalmente unida al Hijo (pp. 129-131) que la tuvo como madre (p. 130), la asoció a sí como colaboradora en la obra de la redención (pp. 129-131), la llevó gloriosa en cuerpo y alma al cielo (p. 351). Está además en relación con el Cristo místico, que es la iglesia, de la que es figura (p. 242), tipo (p. 354), imagen (pp. 149-346), madre (páginas 351-354). Está en relación con cada uno de los discípulos de Cristo, para los cuales es el tipo ejemplar (p. 225). En el desarrollo gradual de la historia de la salvación que se centra en Jesucristo, María deja comprender mejor, según la presentación panorámica que se hace en varias ocasiones, hasta qué punto ella pertenece al misterio de Cristo y de la iglesia, y cómo entra en el itinerario de fe del cristiano.

b) María, camino hacia la Trinidad. Una segunda síntesis significativa de propuesta mariana que se deduce del CdA es la presentación de María dentro del horizonte de la Trinidad (p. 395), vértice de la comunión plena con Dios. En conformidad con el enunciado, pastoralmente eficaz y comprensivo, por Cristo en el Espíritu hacia el Padre, el CdA, más bien que enseñar unas cuantas cosas, lo que hace es poner al adulto en contacto con unas Personas. Por este motivo la figura viva y personal de María (p. 349) va ligada profundamente al misterio y a la obra del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, para la redención de los hombres. María es aquella que, a través de la fe, hace vivir en Cristo la comunión con el Padre y el Espíritu (p. 378). Es aquella que, santificada, alumbrada, convertida en imagen de la iglesia por el Espíritu (pp. 349-356), refleja en la tierra el amor trinitario de las divinas personas (p. 535). Es la primera y la más fiel imitadora de Cristo (p. 355), que ofrece en su vida un espejo de la vida de Jesús, hasta el punto de que en su vida se contempla la misma vida del Hijo (p. 355). Es la perfecta cristiana que invita a cada uno de los creyentes a vivir de Cristo para ser conducido por el Espíritu al Padre. "El dogma de la divina maternidad de María —María, madre de Jesús y por tanto madre de Dios— se convierte en el punto focal en que se sostiene todo el discurso mariano, orientado hacia Cristo y a través de él y en el Espíritu hacia el Padre, y viviente en la iglesia"20 [>Dios Padre, >Espíritu Santo, >Trinidad].

4. PROFECÍA-SACERDOCIO-REALEZA: TRES PERSPECTIVAS PARA OBSERVAR EL MISTERIO Y EL MENSAJE MARIANOS. Otra profundización necesaria del CdA se refiere a la articulación de cada una de las partes en torno a tres perspectivas bíblico-teológicas: profecía, sacerdocio y reino. El análisis de cómo se presenta a María desde esta triple perspectiva nos parece que es una manera muy adecuada para comprender también el sentido actual con que el CdA utiliza estas categorías y qué fuerza de actualización pueden tener.

a) María, mujer profética. ¿Qué es lo que significa profecía en el CdA? Hay que pensar en este término no sólo como palabra, sino como fuerza de la palabra. Al mismo tiempo que el de anuncio, adquiere también el sentido de juicio de salvación, toma de conciencia, toma de posición frente a los hechos, frente a los comportamientos propios y de los demás. Es la aptitud para mantenerse abiertos a la palabra de Dios para discernir y saber escoger en cada situación lo que es bueno y conforme con el proyecto de Dios en nosotros, en los demás y en la historia.

El CdA subraya en repetidas ocasiones que en María este darse cuenta, este tomar posición, este ponerse a escuchar, este obrar con responsabilidad es mucho más atento y más profundo que en nosotros, que tantas veces nos vemos perturbados y oscurecidos por el egoísmo y por el miedo. Ella vio las cosas con mayor limpidez porque estaba también más disponible para ello.

El primer encuentro con María tiene lugar cuando Jesús, maestro y profeta, "aceptó el valor que tiene la familia como lugar de experiencias y de relaciones humanas fundamentales, orientadas al crecimiento de las personas" (p. 34), y al mismo tiempo exige de la familia algo más (p. 34). Efectivamente, Cristo, al quedarse a los doce años en el templo sin que lo supieran sus padres, "pone de manifiesto que la autoridad de los padres tiene también sus limitaciones" (p. 34). La misma María se ve llamada a darse cuenta de ello frente a las exigencias del Padre. Y María percibe que Dios tiene un proyecto misterioso sobre ella. De hecho, también ella tiene que realizar un camino de descubrimiento progresivo, como cualquier otra persona humana: conserva las cosas en su corazón (lo mismo que ha de hacer también la comunidad cristiana: sugiere el CdA en la p. 112); le cuesta trabajo comprender el misterio de su Hijo. "Dios no descifra el misterio hasta su última coma. Revela solamente lo esencial; después deja a María la tarea de buscar" (p. 223). Se trata, por tanto, de un itinerario lento, que exige constancia, perseverancia, compromiso, pero que en la fe sabe descubrir en el hombre Jesús al Hijo de Dios: "Una fe que, sin embargo, necesita tiempo y reflexión para madurar. Así le sucedió a su madre [de Jesús], que tuvo que meditar las palabras de su Hijo cuando, a los doce años, lo encontró en el templo" (p. 133).

Luego, frente a la exaltación de la maternidad de María (Lc 11,27), Jesús vuelve a insistir en la primacía absoluta que tiene escuchar la palabra de Dios y cumplir su voluntad (pp. 34-35). La Virgen madre, instrumento del Espíritu de Dios, "comprendió que sólo una cosa tiene valor absoluto: hacer suya la voluntad de Dios" (p. 350). María misma se convierte en mensaje que anuncia cómo las relaciones más íntimas con Dios en la fe, en la adhesión a su voluntad, tienen precedencia absoluta sobre los vínculos de la sangre. "En la humildad de su fe ella [María] no pretende entenderlo todo de inmediato. Acepta la condición del que busca, y espera con paciencia a que un día llegue el tiempo de comprender plenamente" (p. 223).

Esta claridad y disponibilidad es lo que María comunica a los apóstoles; de esta forma, en el cenáculo, mientras esperan el día de pentecostés, ayuda a los discípulos a captar más en profundidad el mensaje de Nazaret. La iglesia en la escuela de María alcanza "luz y ayuda para realizar la misión recibida de Dios" (p. 354), aprende a ponerse "religiosamente a la escucha de la palabra de Dios y está atenta también a la de los hombres ---con sus problemas, su experiencia, sus aspiraciones--para discernir en ellas la voz del Espíritu" (p. 204) de las voces de otros mensajeros, y poder captar de este modo qué es lo que Dios le ofrece y le pide (p. 354).

También el cristiano --llamado a ser "corresponsable de la historia" y a tomar conciencia de que "el proyecto de Dios está en sus manos" (p. 403s), como lo fue María con su "¡he aquí la esclava del Señor!" que la puso al servicio total del Salvador (pp. 131, 222-223, 349-350)— tiene en ella "la referencia más segura para tratar de comprender qué es lo que significa ser iglesia, en comunión con Dios y con los hermanos" (p. 356). Nadie tiene la limpidez de su mirada para "ver, juzgar y optar como cristianos" (pp. 414-420). Todo discípulo de Cristo, para hacer "sus opciones conforme con la voluntad de Dios" (p. 415), tiene que estar, como María, "abierto al Espíritu", que lo "guía hacia una mayor capacidad de juicio" (p. 416).

\b) María, mujer sacerdotal. ¿Qué es lo que significa sacerdocio en el CdA? Se trata sin duda de un término difícil y arduo como pocos para la mentalidad moderna. Incluye varios significados que podrían expresarse de esta manera: asumir las situaciones del hombre para realizar la salvación a través de la palabra, los sacramentos y el testimonio; hacerse cargo del mal que hay en el mundo, no sólo para condenarlo, sino para algo más, para salvarlo y para liberarlo; llevar el peso de los demás, los sufrimientos de los hermanos para ser corresponsable y solidario de todos ellos; servir a Dios y al hombre a través de la entrega de la propia vida, ofrecida al Padre para atestiguar ante el mundo a Cristo y su reino [>Sacerdocio].

Dentro de estos significados tan profundos y tan comprometedores encuentra su terreno más rico y fecundo el mismo mensaje mariano. Nos detendremos tan sólo en algunos ejemplos para ver la repercusión que esto tiene para una vida que quiera ser conscientemente cristiana.

Desde las primeras páginas del CdA surgen algunos interrogantes frente al anuncio profético de Cristo: "¿Quién es éste?" (p. 113). "¿Tuvo una madre?" (p. 34). "¿Cómo el Verbo de Dios, eterno junto al Padre, se hizo hombre en medio de los hombres'?" (p. 127). Entre las otras respuestas dadas de Cristo como Señor, Cordero de Dios, Hijo único del Padre, Salvador..., el CdA se preocupade destacar que Jesús es "el Hijo de María" (p. 128). Por medio de ella Cristo es "uno de tantos" (p. 133), por lo que el cristiano profesa ya desde el bautismo su fe en Jesucristo, que "nació de María" (p. 125). Este vínculo vital tan profundo entre Jesús y María que nos narran los evangelios de la infancia, llamados "anuncio gozoso de la intervención de Dios para salvar a los hombres" (p. 128), muestra toda la parte conscientemente personal que tuvo María en la venida al mundo del Hijo de Dios y sobre todo revela el significado profundo de su maternidad virginal. Jesús es "don absolutamente gratuito del Padre", puesto que "el Salvador es fruto único del amor de Dios, del Espíritu Santo y de la humilde aceptación de una virgen" (p. 130). Es "el origen de un nuevo pueblo, el comienzo de una nueva creación que ya no tiene su fundamento en la carne, sino en el Espíritu" (p. 352). Con la maternidad virginal y la consciente aportación humana de María, fecundada por el Espíritu Santo, "el misterio se revela ya en sus líneas esenciales: don de Dios, fe del hombre, velada presencia del Eterno en la historia, germen de salvación en cuanto asume todo lo que es humano, excepto el pecado" (p. 131). Dejar de comprender el significado de esta maternidad virginal significaría no solamente dejar de comprender la encarnación del Hijo de Dios, sino que en definitiva equivaldría a ignorar el modo de actuar de Dios en favor de los hombres; sería incluso desconocer a Dios mismo.

c) María, mujer real. ¿Qué es lo que significa reino de Dios en el CdA? El reino es un don que Dios concede gratuitamente a todos los hombres: es libertad, esperanza, salvación, motivo incesante de gozo. La predicación de Jesús y su persona son la ocasión, el momento y el lugar en que se lleva a cabo este descubrimiento. El que quiera pertenecer al reino, el que quiera recibirlo y entrar en él, el que quiera aceptar el don, tiene que creer y tiene que convertirse cada día, sin fin: "El reino de Dios está cerca; convertíos y creed el evangelio" (Mc 1,15). La iglesia suplica incesantemente a su Señor para que "venga a nosotros su reino" (Mt 6,10). El reino de Dios está ya en medio de nosotros, pero como semilla, como levadura, como fermento, como tesoro escondido. Al hombre, y de manera especial al cristiano que ha recibido su anuncio en la fe, le corresponde la tarea de hacerlo manifiesto cada día más. Cada uno de los pasos que se den para ello, cada una de las conquistas, cada uno de los esfuerzos gozosos que se realicen por la justicia, por la paz, por la renovación de la vida del hombre, es una aportación efectiva para el reino, es una proyección hacia su cumplimiento, es una contribución para alcanzar la meta de todo el itinerario de fe y de toda la vida cristiana: la recapitulación de todas las cosas en Cristo para que Dios sea todo en todos (pp. 536-537). Por consiguiente, acoger el reino es reconocer la soberanía absoluta de Dios sobre toda la historia de los hombres, sobre el pueblo de Israel, sobre el mundo, sobre las fuerzas del mal, sobre el universo.

El CdA se abre precisamente con Jesús anunciando el reino como don de amor del Padre y afirma que es para los pobres (pp. 19-26), para los que no tienen reinos en la tierra, para los que se ponen al lado de los que sufren, con amor y con un espíritu concreto de servicio.

Y María, pobre entre los pobres, la única verdaderamente disponible y abierta a la iniciativa de Dios, ha alcanzado ya la plenitud del reino. En ella, madre de Cristo, primera discípula de Cristo y madre de la iglesia, se resumen los siglos pasados y emprenden su marcha los futuros hasta la llegada definitiva del reino. En ella "el mundo viejo recibe las primicias de la segunda creación" (p. 351).

Madre de Dios, virgen, libre de todo pecado y enteramente santa, asunta al cielo en cuerpo y alma, María ha entrado en el reino con todo lo que ella es, transfigurada en el cuerpo, hecho glorioso como el del Hijo (p. 351). La muerte y la resurrección de Cristo ha hecho posible la santidad total de María, la grandeza de su fe, la simplicidad de su obediencia, su generosa y eficaz cooperación a los proyectos de Dios. En ella se ha puesto de manifiesto "lo que la redención ofrece a todos: la victoria sobre el pecado con el segundo nacimiento, la victoria sobre la muerte con la resurrección del cuerpo" (p. 351). Así pues, María es para nosotros primicia y garantía de lo que hemos de ser; es signo de segura esperanza y de consuelo para el pueblo de Dios que peregrina, hasta el momento en que llegue el día del Señor (p. 354).

Si María pudo nacer "enteramente santa, llena de gracia", esto quiere decir que el Hijo de Dios, hecho hombre gracias a María, mesías solidario de los demás hombres (pp. 75-86), ha conseguido la victoria sobre el pecado y sobre el mal, "dura realidad que acompaña y condiciona la existencia de los hombres" (pp. 59-64); esto quiere decir que "el mal del mundo no es ya absolutamente irremediable" (p. 353). El reino de Dios trae consigo la plena liberación a todos los discípulos de Cristo; es la certidumbre de la victoria del bien y de la vida.

El privilegio de la asunción de María manifiesta cuál es la meta a la que Jesús llama a los redimidos. La iglesia, mientras mira a la que la precedió, aspira entre gemidos a "esa salvación integral que Cristo ha prometido y ha realizado con su muerte y su resurrección" (p. 354). El gemido de la iglesia, "llamada a emprender el camino hacia el reino" (p. 355), no es el de la agonía que precede a la muerte, sino el del parto que precede y abre el camino a la Vida. La solemnidad de la Asunción de María, fiesta del destino humano, se convierte entonces en la respuesta a los grandes interrogantes enigmáticos de la vida, a los que el hombre responde unas veces con resignado pesimismo y otras con optimismo ilusorio. María asunta es aquella en quien ya se ha revelado por completo la fuerza salvífica de Dios, aquella que ya ahora, en el tiempo de la iglesia, en el tiempo "de la paciencia de Dios, para quien mil años son como el día que pasó" (cf 2Pe 3,8-9), es ya totalmente partícipe de la resurrección de Cristo.

La iglesia comparte y continúa la actitud de la humilde sierva y va descubriendo cada vez mejor en la fe las grandes cosas que Dios ha realizado en ella, no sólo para magnificar al Señor y proclamar bienaventurada a María, sino para revivir en sí misma aquellas cosas admirables (Lc 1,46-55).

En conclusión, el CdA se preocupa por no encerrarse dentro de la descripción de unas verdades abstractas o desencarnadas, sino por dejar en libertad toda la riqueza del mensaje mariano en la historia viva, primero de Israel y luego de Cristo y de la iglesia. La historia de la salvación es historia de Dios, del Dios que se mezcla con la humanidad que quiere redimir; por tanto, historia de un pueblo, historia de los pequeños, de los olvidados, puesto que son éstos los que hacen historia. Y María es una de ellos.

M. Pedico