V. María en los otros elementos del oficio y de la misa

Mientras que su presentación en el misal es más mesurada, María se encuentra todos los días, ya desde la primera parte del adviento, casi en todos los lugares de la liturgia de las horas, incluso en los himnos, en las antífonas, en los responsorios y en las intercesiones. Los formularios lo hacen con libertad siempre que se presenta la ocasión. La liturgia de las horas, con sus mayores posibilidades de expresión debidas a la riqueza de los géneros literarios propios, aparece por eso mismo caracterizada enteramente por el subrayado del recuerdo de María.

Por su importancia nos limitaremos a las antífonas; los responsorios marianos, al menos indirectamente o en parte, han sido ya vistos en los cánticos de adviento (cf ! supra, II, 2) o bien al repasar los elementos y los temas marianos del leccionario patrístico (cf l supra, III, 2); los himnos 49 y las preces de vísperas 50 son de fácil lectura; encontramos alusiones en los textos de Isaías (7,14b-15 y 45,8), empleados como lecturas breves en las laudes de los miércoles y de los sábados.

1. . LAS ANTIFONAS DE LA HORA INTERMEDIA. Es un hecho notable que en la hora intermedia la salmodia vaya siempre introducida por una antífona mariana; en tercia: "Los profetas anunciaron que el Salvador nacería de la virgen María"; en sexta: "El ángel Gabriel dijo a María: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres'; en nona: "Dijo María:¿ Qué saludo es éste que me turba? ¿Voy a dar a luz al Rey, sin romper los sellos de mi virginidad?"". María aparece simultáneamente en su función de mujer, de virgen y de madre.

Estas antífonas están concadenadas y son progresivas: hacen hablar sucesivamente a los profetas, al ángel y a María. Los primeros tienen la tarea de predecir la salvación por medio de la Virgen (alusión a Is 7,14); Gabriel, para que el oráculo se haga realidad, la proclama "llena de gracia": en la fe, María ve cumplirse en sí misma la profecía y el anuncio: " El vínculo de estas tres antífonas -indica T. Colombotti- es el proyecto de amor preanunciado y que se realiza en la historia, en una persona en-quien será bien clara la prerrogativa... La contemplación de la iglesia orante se dirige por completo hacia aquel que viene a salvarnos, pero su nacimiento será un misterio porque se realizará sin concurso de varón". La venida del Salvador es predicada por los profetas junto con la mujer-virgen que le dará a luz. Por consiguiente, la oración del adviento es "profundamente teológica y teológicamente completa: Cristo ocupa el primer puesto, María el segundo; no es posible pensar en Cristo sin María, no porque Cristo no pueda existir sin ella, sino porque es éste el designio de la salvación; y no es posible pensar en María-madre-virgen sin Cristo"52.

2. LAS ANTfFONAS AL 'BENEDICTUS",' AL "MAGNIFICAT" Y A LA COMUNIÓN. Además de estas últimas, que constituyen una continuidad, tenemos un número notable de antífonas marianas para el cántico de Zacarías (en laudes) y para el cántico de María (en vísperas), diseminadas a lo largo de todo el adviento; en general, en el adviento escatológico podemos encontrarlas en el Magnificat, mientras que en el natalicio aparecen en el Benedictus.

Las antífonas marianas al Magnificat son: "No temas, María porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo. Aleluya" (Le 1,30-31b: 1.- domingo, segundas visperas); "El ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra del Espíritu Santo. Aleluya" (L- lunes); "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre" (Lc 1,42: 1.- viernes); "¡Dichosa tú, María, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Aleluya" (2. ° domingo, segundas vísperas); "Me felicitarán todas las generaciones, porque Dios miró a su humilde esclava" (cf Le 1,48: 3.- lunes); "Antes de vivir juntos resultó que María esperaba un hijo, por obra del Espíritu Santo. Aleluya" (Mt 1,18b: 3.•• martes); al Benedictus, en este.-tilismo período; solamente una: "Él Espíritu Santo vendrá sobre ti, María; no temas, concebirás en tu vientre al Hijo de Dio&. Aleluya" (cf Le 1,35b: Í.r- domingo).

Este conjunto constituye, por la función propia de la antífona, la clave de interpretación y la actualización de los respectivos cánticos evangélicos, subrayando unas veces un versículo, otras veces un tema, frecuentemente en armonía con la hora litúrgica. Se trata sobre todo de los textos sacados de los primeros capítulos de Mateo y de Lucas que se refieren ál anuncio o a la maternidad: él misterio dé la encarnación se lee a través de lo que se cumple en María.

La utilización insistente de la perícopa de la anunciación -el texto neotestamentario en el que convergen los temas de la primera alianza- sirve de invitación constante a s u profundización y lleva a vincularla con los demás elementos del misterio,.de forma que todos ellos sean comprendidos adecuadamente y valorados y vividos como es debido en la trama orgánica de la celebración.

La observación atenta del mismo nos ayuda a captar la concatenación de los elementos: 1) está claro todo lo que se dijo anteriormente sobre la arquitectura del leccionario de estos días (cf l supra, II, comienzo) y sobre la importancia de la perícopa evangélica en torno a la cual gravita la celebración; 2) mientras que en el Magnificat tenemos las antífonas "O" (que no se indican en el recuadro por no estar en conexión con las lecturas) 53, las antífonas al Benedictus, además de tener frecuentemente una referencia al evangelio, consiguen a veces hacer surgir el simbolismo sugestivo de la hora de la mañana o poner de relieve los temas que subyacen en los versículos del cántico; 3) también las antífonas a la comunión se refieren en la medida de lo posible al anuncio evangélico (lo que se ha proclamado en el evangelio se hace realidad en la comunión, mientras que la palabra se hace interiorización y alimento; en esta línea, la 2.a edición italiana del misal ofrece ulteriores actualizaciones) 54.

VI. Las celebraciones marianas del adviento

"Los fieles que viven con la liturgia el espíritu del adviento, considerando el amor inefable con que la Virgen madre esperó a su Hijo, están invitados a tomarla como modelo y a prepararse a salir al encuentro del Salvador que viene, velando en oración y cantando su alabanza (cf Misal romano, prefacio 2.° de adviento). Querernos observar además cómo la liturgia del adviento, al unir la esperanza mesiánica y la venida gloriosa de Cristo con la memoria admirable de la madre, presenta un afortunado equilibrio cultual, que puede ser asumido como norma para impedir cualquier tendencia a separar como a veces ha ocurrido en ciertas formas de la piedad popular- el culto a la Virgen de su punto de referencia necesario, que es Cristo; y haga así que este período -como han observado los liturgistas- deba considerarse como un tiempo especialmente adecuado para el culto a la madre del Señor" (MC 4, EV V, n. 23). Esta veneración de María durante el adviento es tradición antigua y constante, hasta el punto de que se le ha considerado también como un tiempo mariano 55.

Mientras que en las diversas fiestas marianas a lo largo del año los misterios en que tuvo parte la Virgen se ven en fases sucesivas, en el adviento los diversos acontecimientos que se refieren a ella constituyen una trama continua que es preciso ver en su conjunto: se trata de un hecho celebrativo de gran importancia 56.

1. LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA. Esta fiesta nos interesa aquí por su conexión más o menos fortuita con el tiempo de adviento en que cae. La devoción popular celebra la Inmaculada como homenaje a la pureza de María, en relación con las apariciones de Lourdes y con la definición dogmática, es decir, como una fiesta de ideas, consistente por sí misma. Sin embargo, en este tiempo de espera tiene que verse como el misterio de la realización en la iglesia de aquella santificación que tuvo lugar en María, virgen sin mancha y sin arruga (cf Ef 5,27), antes que en nosotros, para que estuviera preparada para el Verbo una digna morada (cf colecta y prefacio). No se trata de forzar litúrgicamente las cosas, sino de realizar un esfuerzo teológico y pastoral necesario para celebrarla como misterio del adviento, es decir, en la perspectiva de memorial de la salvación. En la madre de Dios, desde el principio, se da comienzo a los cumplimientos: el acontecimiento de su concepción anuncia la aproximación de la hora de la redención, porque su virginidad -de la que forma parte su concepción inmaculada- es el comienzo del signo de Dios prometido a la casa de David (2Sam 2,12; cf Is 7,14). [/Año litúrgico III, 1, a].

Esta solemnidad guarda relación con las perspectivas del AT, con las del NT y con la tensión escatológica de la iglesia. "En María término del pueblo de Dios en la antigua alianza -escribe L. Bouyer-, está también el comienzo del pueblo de Dios en la economía de la nueva y eterna alianza. Bajo este doble aspecto anuncia, prefigura, realiza anticipadamente, en un ser incomparable, toda la santidad que se realizará escatológicamente en la iglesia que ha llegado a su propia perfección "57.

2. LAS FERIAS DE LA SERIE MAYOR (17-24 DICIEMBRE). Los libros litúrgicos no contienen ninguna expresión particular para designar los días del adviento natalicio. Además de la expresión usual ferias mayores, pueden llamarse, de forma secundaria, los días marianos del adviento por la marcada acentuación de referencias a la madre de Dios que se contienen sobre todo en las perícopas evangélicas. Se habla de ella en forma continuada y creciente, ya que .dentro de la lógica de las cosas la madre tiene un papel preponderante en el nacimiento del hijo 58.

Estos días están ya iluminados, como un preludio festivo, por la luz del Verbo "que viene a este mundo" (Jn 1 9). Por su proximidad y por su orientación hacia las solemnidades cristológicas de la encarnación, constituyen la polaridad más antigua en la liturgia de las celebraciones de la Virgen. Ya desde los últimos decenios del s. IV apenas se hizo objeto de culto el nacimiento del Salvador en la organización espontánea de las festividades de Navidad-Epifanía, la figura de la madre de Dios tuvo en ellas su colocación litúrgica, referida totalmente a Jesucristo 59.

3. LA FERIA DEL 20 DE DICIEMBRE: EL ANUNCIO A MARÍA. Heredera de la feria 4ª. de las témporas de diciembre 60 y antes aún de la desaparición de la solemnitas dominicae Matris del 18 de diciembre, es más que una feria, aun en la serie mayor; en la edad media la misa de este día se llamaba Missa aurea beatae Mariae; en un misal toscano del s. x se la llama salutatio Mariae (el mismo códice celebra al arcángel Gabriel el 11 de diciembre). Es la conmemoración de la anunciación en el tiempo de adviento (como tal fue anterior a la solemnidad del 25 de marzo, al menos en dos siglos) 61. Aunque no está dotada de la calificación de memoria o de fiesta, por el tiempo en que cae y por su historia 62 reviste una importancia primordial.

Las perícopas bíblicas, excluida la lectura del NT, son las mismas que en la misa de la /Anunciación (25 de marzo). El oráculo de Isaías al rey Acaz (Is 7,10-14) es de obligación, ya que la perícopa evangélica la recuerda junto con las promesas y las bendiciones hechas anteriormente a Abrahán y luego a David y a su dinastía (Lc 1,27.33). Si el vaticinio sigue siendo un misterio en sí mismo, recibe su interpretación en las palabras del ángel, o sea a la luz de la plena iluminación del evangelio. Acaz no podía comprenderlo, porque tenía además otras preocupaciones. La profecía del Emmanuel indica con claridad, juntamente con el mesías, también a la virgen-madre.

En el centro de la liturgia de la palabra, de importancia capital para el acontecimiento, tenemos el relato del anuncio (Lc 1,26-38). Efectivamente, durante todo este tiempo María aparece sobre todo en el primer capítulo de Lucas, en el que el pasaje sobre la anunciación constituye el texto básico. Por las alusiones a los pasajes proféticos en las que tan denso se muestra el anuncio del ángel, se ve a la Virgen en relación con los acontecimientos del AT que prepararon la venida del Verbo. De este modo se pone a María en relación con su Hijo, cuyo misterio de la encarnación constituye una exégesis viviente. Su respuesta, según la expresión del Sal 39, recogida en la carta a los Hebreos ("Por eso, al entrar en este mundo, Cristo dijo: No has querido ni sacrificio ni oblación; en cambio, me has formado un cuerpo... Entonces dije: Heme aquí; vengo -como está escrito de mí en el volumen del libro- para hacer, oh Dios, tu voluntad (Sal 39,7-9; Heb 10,5-9), debe estar en sintonía con la actitud fundamental de obediencia que determinó la vida de Cristo 63. Los padres, en sus comentarios espirituales, suelen relacionar la explicación del ángel (Lc 1,35) con las palabras de Isaías (45,8): "¡Derramad, cielos, como una rociada! ¡Que lluevan las nubes la victoria! ¡Abrase la tierra y haga germinar al Salvador!" La tierra es María, que, abriéndose a la epiclesis del Espíritu, a la sombra de la shekiná -la manifestación gloriosa de la presencia divina- del Altísimo, "sin conocer varón" se convirtió en madre fecunda del Salvador. Es ésta la mayor bendición que un representante del género humano -después de la teofanía de Cristo en el Jordán- haya recibido. El encuentro entre el cielo y la tierra se ha realizado entre lo mejor que la historia divina había llevado a cabo entre los hombres y la intervención más extraordinaria que Dios haya tenido en una mujer que nos representa a todos 64.

A esta bendición es a la que alude el salmo responsorial -tomado entre los que son característicos del adviento, el 23 (cf / supra, II, 2)-, que muestra a María en la condición primordial, tal como proyectó Dios al hombre en Jesucristo, a quien sirve de paraíso terreno toda la creación renovada. Esta renovada premisa/ promesa se convierte en esperanza para todo el género humano.

Dos imágenes deslumbradoras abren la celebración (antífona de entrada): los cielos destilan la refrescante rociada sobre el vellón de Gedeón (Cf Jue 7,36-40) y la tierra germina la flor de los campos sobre el místico brote de Jesé (cf Is 11,1; 40,5; Lc 3,6). El oráculo es cristológico, pero la sensibilidad celebrativa litúrgica advierte también en él una alusión a María. Para la procesión de las ofrendas, el Graduale romanum presenta la célebre antífona Ave Maria, ahora en el 4.° domingo de adviento. La antífona para la comunión recoge la parte central del anuncio de Gabriel (Lc 1,31): concepción, parto y nombre (Jesús = Salvador) se proponen como formas de ensimismamiento de los comulgantes en la realidad eucarística, a imitación de María. También aquí se ve a María en relación con el Salvador (cf l supra, recuadro I).

La colecta más mariana y mejor lograda de todo el adviento propone una anámnesis que expresa sintéticamente la obra de las tres Personas en el misterio de la encarnación. En ella además encuentran espacio los temas del anuncio y de la palabra, de la voluntad de Dios y de la confianza en él; igualmente afloran los de la nueva alianza y los del templo.

4. LA FERIA DEL 21 DE DICIEMBRE: LA VISITA A ISABEL. ES la fiesta de la Visitación en el tiempo de adviento; este misterio se repite el 31 de mayo. Por la lectura evangélica, esta feria es la que sustituye al viernes de témporas de diciembre (por eso valen para este día algunas de las consideraciones hechas para la feria anterior).

La tradición bíblica, patrística y litúrgica, tanto de oriente como de occidente, ha asociado siempre a esta celebración la imagen de la esposa del Cantar de los cantares (2,814: primera lectura), que confiere una tonalidad alegre y lírica a la celebración. Lo que se dice de la esposa se le aplica a la Virgen. El viaje solícito ("con prisas": Lc 1,39) muestra en María la imagen de la iglesia, amada y amante de Dios, el esposo. La conclusión que de aquí se deduce es el tema de la presencia de Dios en la Virgen, representante del pueblo de Dios. Si esta lectura crease algunas dificultades pastorales, se ofrece otra segunda a elegir, más fácil, pero siempre sobre el tema de la presencia de Dios en su pueblo ("Él está en medio de ti": Sof 3,14-18a) y sobre el de la hija de Sión, donde culminan las esperanzas mesiánicas.

La perícopa evangélica presenta el encuentro de María con su prima Isabel (Lc 1,39-45), dejando la proclamación del cántico de la Virgen (Lc 1,46-55) para el día siguiente; por esto, la celebración del 22 de diciembre es la prolongación de este misterio. El encuentro en quiasmo no sucede sólo entre las dos madres, sino sobre todo entre los hijos. El Bautista es el primero entre los santos que ha de reconocerse deudor de la intercesión de María. Santificado, salta de gozo, mientras que Jesús derrama, en una anticipación pascual, el espíritu de profecía sobre las dos mujeres: las dos madres se encuentran en un himno de bendición a Dios, que reverbera en María. A través de este cántico, fruto de su meditación sapiencial de los libros sagrados, todo Israel es el que irrumpe coralmente en el gozo mesiánico. Todos los memoriales del AT (bendiciones, alabanzas, acciones de gracias) que celebran los mirabilia Dei quedan recapitulados en este cántICO 65.

El canto de entrada (cf Is 7,14; 8,10) subraya el tema de la venida: Jesús es traído por María -nueva arca de la alianza- en su viaje, de Nazaret a Ain Karim, para ir a servir a su prima. También son de percepción inmediata las palabras Emmanuel-Dios con nosotros, como anticipación de todo lo que desarrollarán las lecturas.

La antífona para la comunión es el comienzo del cántico de la Virgen: la parte está aquí por el todo. Los que comulgan en el cuerpo y la sangre del Señor, con el canto del Magnifica(, se ven guiados y conducidos a realizar en su acción de gracias la misma experiencia de María: llevar a Cristo dentro de sí y ofrecérselo a los hermanos.

La colecta no contiene una referencia directa al misterio celebrado; el "Hijo que viene en la humildad de la condición humana" es, sin embargo, una alusión al tema de la venidavisita.

5. EL DOMINGO MARIANO ANTERIOR A NAVIDAD (4." DE ADVIENTO) 66. El domingo anterior a Navidad ha vuelto a calificarse y a ser de nuevo, por el leccionario y por sus formularios eucológicos, una ocasión más propicia para la piedad mariana, aunque no haya recibido para ello una especial denominación. También este domingo, como las ferias que acabamos de recordar, ha absorbido las tradiciones litúrgicas relacionadas con las témporas de diciembre; de esta manera, los acontecimientos de los evangelios de la infancia que precedieron al nacimiento del Señor se insertan en una trama más orgánica 67.

El leccionario propone las siguientes lecturas

Cinco de ellas (*) han sido leídas ya en las ferias mayores, pero combinadas de otra manera: el anuncio a José (Mt 1,18-24), el 18 de diciembre; el anuncio a María y la visita a Isabel, respectivamente, el 20 y el 21 de diciembre; el oráculo del Emmanuel (Is 7,10-14) y la profecía de Natán (2Sam 7), respectivamente, el 20 de diciembre y en la misa de la mañana del 24 de diciembre. Por la prioridad del leccionario festivo sobre el ferial, se presenta de este modo a los cristianos del domingo lo que profundizaron los fieles de los días feriales en número restringido; las memorias marianas, celebradas anteriormente, se ven de esta forma reforzadas tanto por la celebración festiva como por la utilización más amplia de los textos bíblicos.

"Las opciones del leccionario -observa a este propósito D.M. Montagna- se han realizado en un ámbito literario bastante coherente y no demasiado extenso (los orígenes de Cristo se sitúan históricamente sólo sobre el trasfondo de la dinastía de David, según los apuntes del epistolario paulino y sobre todo de los evangelios de la infancia). Las perícopas evangélicas ocupan el centro de la reflexión comunitaria, puntuada con proclamaciones de fe de la iglesia primitiva e iluminadas por algunos oráculos reales y mesiánicos de la tradición de Israel. Esto favorece el aspecto mariano de las celebraciones: la Virgen, verdadera hija de Sión, resume en su vida impregnada de gracias toda la tensión de la historia que la precedió"68.

La acentuación mariana, sin ser la única, es un elemento característico de este domingo; al acercarse la Navidad salta al primer plano la figura de María, tal como había sucedido para el Bautista en los dos domingos anteriores. La Virgen, en su consagración a Dios, es la llena de gracia y la sierva fiel; y sigue siendo en la comunidad de los hombres, creyentes o no creyentes, signo de total apertura al Dios que viene 69.

Las lecturas del apóstol son mesiánicas. Los cantos procesionales ya nos han salido varias veces.

También la eucología está dirigida al misterio que se cumple en María de Nazaret, con una alusión en la colecta y una memoria explícita en la oración de las ofrendas. La colecta, que presenta en tres rasgos la unidad y la globalidad del misterio de Cristo -encarnación, pasión, muerte, resurrección-, ha pasado a ser la oración diaria en el rezo del Angelus. El acento, que se pone en el primer acontecimiento, recuerda expresamente el anuncio del ángel y la revelación de la encarnación; la presencia discreta de María la hace aparecer estrechamente unida al misterio del Hijo. La oración de las ofrendas es una epiclesis: "... El mismo Espíritu, que cubrió con su sombra y fecundó con su poder las entrañas de María... santifique, Señor, estos dones"; el paralelismo es atrevido y eficaz.

El apéndice de la 2 a edición italiana del misal, en las colectas A, B y C, que entonan con las respectivas perícopas evangélicas, va todavía más allá: éstas quedan actualizadas con una lectura mariana casi directa. El discurso muestra una atenta sensibilidad a los temas cristológicos, pneumatológicos y eclesiológicos, en donde el papel del Verbo-Palabra es la base de todo lo demás. En este misterio de escucha-obediencia, María es la forma ejemplar para la aproximación al acontecimiento de la redención.

G. PARA LAS MISAS MARIANAS EN EL TIEMPO DE ADVIENTO. Para las ocasiones de peregrinaciones a santuarios marianos, fiestas locales, celebraciones particulares en honor de la Virgen y para el sábado, el misal propone un formulario adecuado expresamente al adviento, que sirve también de común de la virgen María en este período. En él se utilizan casi siempre algunos de los elementos que ya hemos visto anteriormente en las diversas celebraciones marianas de adviento 7O. El único elemento propio, la oración después de la comunión, merece un recuerdo especial: "Señor, que los sacramentos que hemos recibido nos otorguen siempre tu misericordia; y por la encarnación de tu Hijo Jesucristo, salva a los que veneramos fielmente la memoria de su madre, la virgen María". En el momento celebrativo, este fruto se identifica con la eucaristía, que se recibe como prenda de la salvación; en el misterio de la Navidad, se ve la eucaristía como comienzo de los bienes futuros 71.

Puesto que este tipo de misas están recogidas en el común de la Virgen, pueden utilizarse en ella las oraciones alternativas que se encuentran en el apéndice de la 2.a edición italiana del misal. Intencionalmente estas colectas no están ligadas a tiempos particulares; sin embargo, las primeras nos parecen que están más cerca de los temas que hemos tocado (cf l supra, IV, 2, b). Fruto de una sensibilidad viva por los temas del c. VIII de la Lumen gentium, de la Marialis cultus y de los desarrollos actuales de la mariología, son composiciones ricas en doctrina bíblica, en imágenes y en vivencias inspiradas, que unen el lenguaje poético a la precisión conceptual.