PROTESTANTISMO
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SUMARIO: I. Origen y extensión del término - II. Exigencia de renovación: 1. De la ética del pauperismo al espiritualismo joaquinista; 4. De la protesta religiosa de Wyclef al profetismo apocaliptico de Savonarola - lll. Los movimientos reformadores del s. XVI y sus características: 1. Prioridad de las Sagradas Escrituras: 2. Salvación por la fe: 3. Sacerdocio universal de los creyentes: 4. Una referencia a otras características - IV. De la rebelión frente al papado de la iglesia de Inglaterra a los movimientos carismáticos de nuestros días: 1. El anglicanismo: 2. El metodismo: 3. Los movimientos caracterizados por el "bautismo de los creyentes" - V. De la teología de la crisis a la teología de la esperanza - VI. La dimensión ecuménica.


I. Origen y extensión del término

El término protestantismo indica el complejo y multiforme movimiento reformador que tuvo comienzo en el s. XVI. Su origen arranca de la solemne "protesta" que las ciudades y los príncipes evangélicos de Alemania elevaron el 19 de abril de 1529 contra la decisión de la Dieta de Spira, la cual exigía la restauración de la jerarquía y del culto romanos en los países donde habían sido suprimidos. De ahí el apelativo de "protestantes" aplicado a los estados evangélicos. Luego, se utilizó el término para indicar los movimientos reformadores de los siglos sucesivos. A este término, que conserva un tono antirromano y acentúa la actitud crítica, muchos prefieren el menos polémico de "evangélico", que subraya el elemento positivo de la Reforma: el retorno al mensaje evangélico originario. También se utiliza, al menos por una parte de las iglesias surgidas en la Reforma, el término "reformadas", para subrayar el propósito de continua disponibilidad a la renovación de la Iglesia: Ecclesia reformata, semper reformanda. El anglicanismo, aunque por comodidad de clasificación cae bajo el término general de protestantismo, reivindica para sí un puesto en el ámbito de los diversos movimientos reformadores, proclamando, junto con la Iglesia católica y la ortodoxa, su carácter universal 1.

II. Exigencia de renovación

La exigencia de renovación en la Iglesia, que tuvo su explosión en la reforma del s. xvi, se había manifestado también en varios sectores del episcopado católico, Son prueba de ello las discusiones que al respecto tuvieron lugar en varios concilios: Vienne (1311) Pisa (1409), Constanza (1414-1418), Basilea (1441-1449). Una clara manifestación de protesta contra los males que padecía la Iglesia se había concretizado también en el hecho de que la piedad cristiana se refugiara en el ascetismo de los claustros. Recordemos entre todas la poderosa voz contestataria contra las prevaricaciones de la Iglesia de Occidente elevada por Bernardo de Claraval (1090-1153), ferviente estudioso de san Agustín y autor del cántico titulado Rey cubierto de heridas.

1. DE LA ÉTICA DEL PAUPERISMO AL ESPIRITUALISMO JOAQUINISTA - El pauperismo (neologismo derivado de pauper, igual a pobre) tuvo sus primeras manifestaciones en el movimiento de los cátaros (kátaros, igual a puro), del cual aparecen las primeras noticias en Italia, hacia el año 1030, tras la lucha contra los herejes del castillo de Monforte, junto a Alba (Cuneo, Italia). En los cátaros hay ya muchos elementos característicos de los movimientos pauperísticos del s. xii: reivindicación de un estado privilegiado de pureza doctrinal frente a la decadencia y a la corrupción del mundo y de la Iglesia, rigurosa disciplina espiritual y ética, redescubrimiento de la pobreza evangélica. Pero también se distinguió por su neto rechazo de la Iglesia jerárquicamente entendida; su condena del mundo como materia y, por lo tanto, como producto diabólico, su rechazo de la experiencia eclesiástica en cuanto sida sacramental y su contestación radical del vivir con la Iglesia (vivere cum Ecclesia). Y es precisamente junto a esta herejía de tipo dualista, que tenía elementos comunes con el antiguo movimiento maniqueo, donde surgen y se alimentan con frecuencia (como en el caso de los albigenses en Francia) ciertos movimientos populares de renovación de carácter pauperista más marcado, suscitados por hombres de diversa extracción y personalidad, pero todos deseosos de renovar la vida de la Iglesia partiendo del redescubrimiento de la pobreza evangélica. Recordemos las figuras más significativas.

Arnaldo de Brescia (1100-1155), apóstol del retorno del clero a la pobreza apostólica, acérrimo adversario del poder temporal del Papa, partidario de un ayuntamiento autónomo en Roma, y por esta causa ahorcado y quemado en dicha ciudad.

Pedro Valdo (1140-1217), o Valdus (el nombre de Pedro se utiliza tan sólo dos siglos más tarde), mercader lionés (pobres de Lyon), que se convirtió a la pobreza evangélica. Propugnaba la exigencia de un retorno de la Iglesia a un ideal de vida apostólica y reivindicaba también para el laicado el derecho a la predicación pública del Evangelio. Sus secuaces establecieron como fundamento de su vida espiritual la práctica del sermón de la montaña, dando amplio margen al sacramento de la penitencia y afirmando que la piedad debía imponerse al legalismo. Se preocupaban de forma especial de la oración y celebraban la santa cena como alimento comunitario con el pan y con el vino 2.

Francisco de Asís (1182-1226), cuya vida y cuya acción reflejan el ansia de renovación que fermentaba en la Iglesia con un fuerte realce de la exigencia de un retorno a la pobreza evangélica [>Hombre evangélico]. La llamada que él escuchó, dirigida directamente por Cristo mientras oraba en la iglesia de san Damián: "Francisco, ve y repara mi Iglesia, que se desploma en ruinas", a pesar de que en un primer momento se interpreta en sentido material, se convierte más tarde en una apelación que se transformó en fermento de profunda renovación espiritual. Su Cántico de las criaturas, compuesto en medio de los sufrimientos de la grave enfermedad que lo llevaría a concluir su existencia terrena en la Porciúncula, es un mensaje de fe gozosa y limpia en un siglo atormentado y en muchos aspectos oscuro. Es justo advertir que la amplitud de miras de Inocencio III fue quien transformó el franciscanismo en institución clerical, impidiendo que se convirtiera en un movimiento herético.

Joaquín de Fiore (1130-1202), alma de místico y de profeta, que madura el designio de una renovación de la Iglesia partiendo de una lectura "espiritual" de la Biblia. Su visión universalista de la historia, a medio camino entre la realidad y la utopía, está carismáticamente impregnada de la visión de una iglesia activa y renovada. La visión profética que lo anima va más allá de los puntos más avanzados e incisivos de los movimientos pauperistas, que se batían por una reforma de la Iglesia, proponiendo un ideal evangélico de pobreza. Brota del soplo del Espíritu y se expresa en una métrica triádica espiritual e histórica al mismo tiempo: después del reino del Padre (bajo la ley del AT) y del reino del Hijo (bajo la ley del NT), anuncia, aunque bajo el signo de la observancia de ambas leyes, el reino del Espíritu: ante legem, sub lege, sub gratia. Su pensamiento tuvo gran resonancia en la Italia de los últimos siglos del medioevo y ejerció gran influencia en Dante, que definió al monje calabrés "de espíritu profético dotado".

2. DE LA PROTESTA RELIGIOSA DE WYCLEF AL PROFETISMO APOCALIPTICO DE SAVONAROLA - La decadencia del papado en el período aviñonense había reforzado también en Inglaterra una actitud nacionalista de independencia de la curia papal, debido incluso a las presiones fiscales, alimentando una corriente reformadora de las costumbres y de la doctrina de la Iglesia. De dicha corriente se hizo intérprete sobre todo Juan Wyclef (1322-1384), que recibió de sus secuaces el sobrenombre de "Doctor Evangélico". Supo transformar la protesta nacional en protesta religiosa, apoyado por el sentimiento nacionalista de la corte y tolerado por la Iglesia, a pesar de que en su obra Del dominio civil (1376) contraponía el ideal de la pobreza evangélica a la riqueza del alto clero y afirmaba que los bienes de la Iglesia habían sido concedidos por Dios en uso temporal, a fin de usarlos para su gloria, y no en propiedad para disponer de ellos a capricho. Fue, sin embargo, acusado de herejía cuando comenzó a asegurar que la única autoridad para el creyente no era la Iglesia, sino la Biblia, que los laicos tenían el derecho a conocer la Sagrada Escritura en su propia lengua (de hecho, tradujo la Vulgata al inglés) y que la concepción jerárquica de la Iglesia es contraria a las Sagradas Escrituras. Este profesor de filosofía, teología y matemáticas de la Universidad de Oxford pasó después a enseñar que la doctrina sobre la Santa Cena era contraria a la transustanciación, y que las indulgencias, las obras supererogatorias, el culto de los santos y de las imágenes, las reliquias y la confesión auditiva se oponían a los escritos neotestamentarios. Ya se manifestaban aquí de una forma inicial clara todos los temas que recogería la "protesta" que habría de brotar dos siglos más tarde. Juan Huss (ca. 1369-1415), que había estudiado en la Universidad de Praga, de la que llegó a ser rector, tuvo conocimiento de las ideas de Wyclef a través de algunos exiliados bohemios que habían vuelto de Inglaterra, leyó sus escritos y adoptó la protesta, a excepción de la negación de la transustanciación. La corriente hussita tuvo numerosos seguidores, entre los que destaca la corriente más radical, llamada de los taboritas, la cual rechazaba todo cuanto no tuviera un origen escriturístico, tanto en la práctica de la Iglesia como en la fe. Algunos de ellos formaron hacia mediados del s. xv la Unitas Fratrum (o hermanos moravios), de los que se derivó la iglesia moravia, que todavía existe. Juan Huss, condenado por el concilio de Constanza (1414-1418), murió en la hoguera el 6 de julio de 1415, siendo seguido en el mismo suplicio, casi un año más tarde, por su discípulo Jerónimo de Praga (1380-1416), que había llegado a Constanza para defender a su maestro. El hussismo, aunque acogía la herencia del joaquinismo, había alimentado en amplios sectores empeñados en la renovación de la Iglesia la corriente profético-apocalíptica. También parece que estuvo animado por tales ideas el franciscano Juan Hilten, muerto en la cárcel hacia el año 1500.

La figura más importante que enlaza con esta corriente es, sin duda, la del fraile dominico Jerónimo Savonarola (1452-1498), cuya voz se levantó no sólo contra la tiranía política de los Médici y contra el papado, sino también para reclamar el retorno de la Iglesia a la sencillez apostólica. En sus predicaciones no atacaba ningún dogma de la Iglesia. sino que la llamaba con vehemencia a la renovación y revisión, instándola a un mayor amor a la Sagrada Escritura y profetizando graves calamidades en caso contrario. Algunas de sus profecías se cumplieron, con lo que aumentó su crédito entre el pueblo florentino, mientras que otras no se cumplieron. Sostenía, en todo caso, que la salvación no se obtiene mediante obras y méritos, sino solamente mediante la fe en la acción redentora de Cristo. A una persona que quería confortarlo en el día del suplicio, consumado el 23 de mayo de 1498 en la plaza de la Señoría, de Florencia, respondió: "En la hora extrema sólo Dios nos puede confortar".

III. Los movimientos reformadores del s. xvl y sus características

El comienzo de la reforma protestante se hace coincidir con la víspera de Todoslos Santos del año 1517, en que Martín Lutero 3 clavó en las puertas del castillo de Wittenberg sus 95 tesis contra las indulgencias. Por este mismo tiempo, independientemente de Lutero, inician su predicación Ulrico Zuinglio 4 en la Suiza de habla alemana, y Juan Calvino 5 en la de habla francesa. Además, el teólogo calvinista francés Lefevre d'Etaple (1455-1536) traduce a su lengua toda la Biblia. Esta simultaneidad de movimientos reformadores, surgidos espontáneamente en países distintos y en situaciones históricas particulares, presenta, dentro de algunas diferencias inevitables. una unidad fundamental. "Las diferencias sólo se pueden captar adecuadamente sobre el trasfondo de todo lo que tienen en común" (G. W. Locher). Esta unidad fundamental nace de la exigencia de un retorno a la autoridad de la Sagrada Escritura, de una recuperación del valor de la fe en contraposición a todo legalismo que pretenda asegurar la salvación del hombre, y de la negación de toda limitación o usurpación de la gracia de Dios por parte de instancias humanas. Las doctrinas comunes y fundamentales del protestantismo pueden reducirse sustancialmente, por tanto, a tres: exclusividad de la Escritura, salvación por la fe y sacerdocio universal de los fieles.

1. PRIORIDAD DE LAS ESCRITURAS - La Biblia es el documento inspirado en la revelación de Dios, que tiene su punto focal en Cristo. En el Antiguo Testamento. Cristo es aquel que debe venir y hacia el cual convergen en la esperanza tanto la ley como los profetas; el NT da testimonio de Cristo en su historicidad, en sus enseñanzas y en su ser acontecimiento redentor, en la historia y por la historia, del individuo y de la humanidad. Además, el Nuevo Testamento es el canon fundamental que debe ser siempre la norma para juzgar de nuevo todo desarrollo de la doctrina cristiana a fin de valorar su ortodoxia: "Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciase un evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema" (Gál 1,8). De hecho, los reformadores se remiten al testimonio de la verdad cristiana original frente a los cambios y a los oscurecimientos sufridos por esta verdad cristiana en el curso de los siglos. Esto no significa considerar a la Biblia como un código estático. Por el contrario. la Reforma introdujo el principio del estudio de la palabra de Dios a la luz de una investigación crítica, lingüística, histórica y teológica. Afirmó el aspecto dinámico de la Sagrada Escritura como voz de la historia que, transmitiéndonos una palabra del pasado, nos indica un futuro abierto. Sería también un equívoco rechazar las tradiciones etiquetándolas a priori como un abuso por el hecho de estar hoy en vigor en la Iglesia (Hans von Campenhausen).

2. SALVACIÓN POR LA FE - La doctrina de la salvación por la fe, causa de la ruptura de Roma con Lutero y de Lutero con Roma, es una doctrina exquisitamente paulina y pretendió volver a poner de relieve el hecho de que la salvación no es una conquista del hombre mediante sus obras, sino que es el don del amor de Dios en Cristo: "Habéis sido salvados gratuitamente por la fe, y esto no por vosotros; el don es de Dios" (Ef 2,8). Esto no significa que Dios realiza aquello que el hombre podría y debería hacer. No se trata de un cómodo pretexto para no obrar, sino de una toma de conciencia de la exigencia de obtener mediante la fe el perdón y la renovación interior, sin los cuales no podemos obrar el bien. "La gracia no produce perezosos; nos sitúa en una posición de espera, pero también de movimiento" (Manfred Linz). Lo que se niega en la doctrina de la justificación por la fe no es el valor y el deber de las llamadas "obras buenas", sino su efecto meritorio y salvífico. Son signo de la fe, servicio que el hombre presta a Dios. La certeza de la salvación no depende de una valoración empírica del grado de santificación alcanzado en la vida, sino que se funda sobre la acción de Dios en Cristo, es decir, sobre la acción de la gracia. Lutero afirma que "todo es gracia" y que el hombre anula la gracia cuando quiere poner junto a ella como factor determinante sus propias obras.

3. SACERDOCIO UNIVERSAL DE LOS CREYENTES - Con esta doctrina reafirmó la Reforma que los componentes de la comunidad de los fieles son hijos adultos de Dios y, por lo tanto, directamente responsables ante él. Lo contrario de "laico" no es, por consiguiente, el concepto de "clérigo", es decir, el que está iniciado en las cosas sagradas, sino aquel que se sitúa fuera de la Iglesia. De ahí un ordenamiento eclesiástico orientado a conseguir que los miembros de la Iglesia puedan realizar los unos por los otros, en la libertad y en el amor, aquel servicio que Cristo ejecutó de forma típica y ejemplar por todos los hombres y que él quiere que lo continúen los miembros de su cuerpo: "Disponeos como piedras vivientes a ser edificados en casa espiritual y sacerdocio santo para ofrecer víctimas espirituales aceptas a Dios por mediación de Jesucristo... Sois linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo peculiar" (1 Pe 2,5.9). La Reforma puso también de manifiesto que en el NT se habla de dones diversos (Rom 12,6; 1 Cor 7,7; 1 Pe 4,10; etc.) y de funciones diversas (He 1.20; Rom 12,4; 13,6; 1 Tim 3,1.10; etc.), sin hacer mención alguna de la jerarquía de ministerios o de una mediación sacerdotal humana: "Porque uno es Dios, único también el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús" (1 Tim 2,5). Esto no significa que cada uno en particular sea sacerdote de sí mismo, libre y soberano en la interpretación de las Escrituras, sino más bien que la función sacerdotal compete a la comunidad cristiana en su conjunto, sin distinción entre clero y laicos, y que todo creyente está llamado a examinar la vida de la Iglesia a la luz de la palabra de Dios. Para Lutero, más que el derecho, se trataba de reivindicar el deber del laicado de participar activamente en la vida de la Iglesia. La comunidad no es, por tanto, objeto, sino sujeto del cuidado pastoral de las almas (mutua consolatio fratrum); es responsable de la predicación del evangelio, de la administración de los sacramentos, de la disciplina interna y de su gobierno. Calvino no sólo restituyó al laicado parte del gobierno de la Iglesia, sino que reconoció a cada comunidad local el derecho de nombrar como ministro suyo al hombre que ella considerase como llamado por Dios a ejercer tal oficio.

4. UNA REFERENCIA A OTRAS CARACTERÍSTICAS - Si los reformadores representan fundamentalmente una teología concorde en los elementos esenciales, cada uno de ellos acentúa o pone énfasis en uno u otro elemento, imprimiéndole un carácter peculiar. Si Lutero subraya en su predicación y en su enseñanza al Dios misericordioso, cuya gracia llama al creyente a la libertad de los hijos de Dios, Calvino ponía el acento no en la misericordia, sino en la absoluta soberanía de Dios. Esta soberanía, que se manifiesta en la naturaleza y en la historia a través de la providencia, tiene una evidente nota polémica en la mentalidad del reformador, en contra de la concepción fatalista difundida en la mentalidad del renacimiento. De esta doctrina de la soberanía de Dios se deducía para Calvino; al igual que para Zuinglio, la doctrina de la "predestinación". Esta doctrina, que ya estaba presente en Agustín y en Tomás de Aquino y que presenta ya atisbos en los evangelios (Mt 24,40; 25,24; 11,25-27: Mc 4,11-12; 13,20.22.27; etc.) y en el epistolario paulino (Rom 8,28-30 9,11; Ef 1,3-15; etc.), es radicalizada por el reformador ginebrino como posibilidad de predestinación a la salvación y a la perdición. La formulación clásica de esta doctrina se encuentra en la obra fundamental del reformador Christianae religionis institutio, que tuvo su primera edición en Basilea el año 1536: "Llamamos predestinación al eterno decreto de Dios con el que ha establecido lo que ha de suceder a cada uno de los hombres. De hecho, no todos son creados de igual condición, sino que para unos está predestinada la vida eterna y para otros la condenación eterna. Por eso, como cada uno ha sido creado para un fin o para otro, decimos que estamos predestinados a la vida o a la muerte". Esta definición tan radical vino a ser atenuada en la práctica por el mismo reformador, el cual subraya la íntima unión existente entre la fe y la vida, la salvación y la santificación. Lutero, en su obra titulada De servo arbitrio, proclama que el hombre es culpable del mal que lleva a cabo y que la predestinación y el esclavo albedrío derivan de la soberana libertad de Dios y hacen al hombre culpable en cuanto se adhiere voluntariamente al mal. Los teólogos protestantes de los siglos sucesivos prefirieron hablar de "presciencia" (es decir, que Dios sabe, pero no determina lo que tendrá lugar) y de "elección", o sea de que Dios escoge a sus elegidos para que transformen el mundo para gloria suya. Esta elección tiene lugar en Cristo y coincide con su entrega en la cruz.

Contra el riesgo de entender la Santa Cena como un mero símbolo y como sacramento meramente conmemorativo (Zuinglio y Calvino), Lutero afirma que en la Santa Cena se realiza un proceso de "consustanciación"; no en el sentido de que el pan y el vino se transformen (transustanciación) en cuerpo y sangre de Cristo, sino en el de que Cristo establece su residencia en el pan y en el vino. Según la doctrina luterana, en la Santa Cena encontramos a Cristo y él está realmente presente en este sacramento. Este encuentro siempre nuevo no es, sin embargo, obra del sacerdote o del pastor que administra el sacramento, sino solamente de Dios.

La oración, "don de Cristo y gemido del Espíritu Santo", ha asumido en el luteranismo una importancia especial como respiración comunitaria. Lutero mismo fue hombre de oración y nos ha dejado un amplio comentario del Padrenuestro para uso de personas sencillas, así como numerosas oraciones para uso liiúrgico inspiradas en los salmos y en pasajes de la Escritura. El canto sagrado es expresión comunitaria que sirvió de inspiración, entre otras cosas, para las composiciones corales de Bach y de Crüger.

Todos los reformadores reafirmaron los dogmas trinitarios de la Iglesia antigua y subrayaron el papel del Espíritu Santo para la vida de la Iglesia y para la recta comprensión de las Sagradas Escrituras. Lutero afirmaba que el Espíritu Santo está al servicio de Jesús para mostrarnos lo que él es. En polémica contra quienes se vanagloriaban de todo tipo de inspiración de parte del Espíritu Santo, escribía: "El Espíritu Santo sabe predicar únicamente a Jesucristo, no sabe ninguna otra cosa el pobre Espíritu Santo". Bastante mayor es el margen que se concede en el protestantismo a la acción del Espíritu Santo: "De la impotencia de nuestra incapacidad extrae Dios mismo, mediante el Espíritu Santo, nuestra misma capacidad, de una forma que sólo le es posible a él: capacidad de ver, de oír, de rezar, de creer y de amar" (H. Gollwitzer).

Preocupados por dar definiciones doctrinales que pudieran servir de norma a la Iglesia, tanto los reformadores como sus sucesores formularon numerosas "confesiones de fe6. Sin embargo, para el protestantismo constituye un concepto fundamental el hecho de que las confesiones de fe, igual que los dogmas, deben medirse con el criterio de la Escritura. Todas las proposiciones dogmáticas obligan, por tanto, únicamente en el caso y en la medida en que expresen la fuerza persuasiva de la Sagrada Escritura y lleven al hombre a escuchar la invitación de la fe. Se trata de "documentos teológicos de la historia de las religiones; nada más" (Manfred Mezger).

El mensaje de la Reforma fue sobre todo un mensaje de libertad cristiana: "Liberación de las leyes religiosas establecidas por los hombres, de las prácticas y de las tradiciones, liberación de la conciencia del peso y del pecado y del miedo, liberación de la meditación teológica frente a las especulaciones de la filosofía, liberación de la vida social y política frente a toda forma de clericalismo, liberación de todo el hombre para una vida al servicio de Dios" (Valdo Vinay). Este desafio de libertad no podía dejar de afectar también a las formas de la piedad religiosa y del culto, haciéndolas a veces más adecuadas a las exigencias de la espiritualidad de los tiempos y lugares diversos, pero dando también lugar a formas experimentales destinadas a ser abandonadas en breve plazo [cf también Ecumenismo espiritual II, 2b].

IV. De la rebelión frente al papado de la iglesia de Inglaterra a los movimientos carismáticos de nuestros días

Si en el continente europeo la Reforma tuvo motivaciones puramente religiosas. aunque arrastrara e involucrara a más de un gobernante, en Inglaterra recorrió un camino inverso; primeramente, el poder político creó una iglesia independiente y después penetraron en esta iglesia los principios religiosos de la Reforma.

1. EL ANGLICANISMO - El origen de la iglesia anglicana 7 procede de la negativa del catolicísimo Enrique Vlll (1509-1547), que había sido declarado por León X como defensor fidei, a reconocer la autoridad del obispo de Roma, que le negaba la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón. A pesar de este gesto de distanciamiento de Roma (1531) y a pesar de los leves intentos de reforma doctrinal por parte de Cranmer (1489-1556), nombrado arzobispo de Canterbury en 1532, la iglesia de Inglaterra había permanecido doctrinalmente católica. Y así continuó incluso bajo el reinado de Eduardo VI, pese a la presencia en Inglaterra de protestantes expresamente invitados por Cranmer, que habían debido abandonar su patria de origen por motivos de fe y entre los que se contaban Juan Knox, Bernardino Ochino y Pedro Martin Vermigli. Fue bajo el reinado de Isabel I (1548-1603), sucesora de la católica María Tudor (1553-1558), cuando la reforma de carácter jurisdiccionista asumió las características de reforma religiosa. Y esto ocurrió con la aprobación en 1571 de los 39 artículos de la confesión de fe, que se inspiran claramente en las Sagradas Escrituras y que todavía hoy constituyen la base doctrinal del anglicanismo. Esto explica también que el cordón umbilical que le unía con la espiritualidad católica jamás fuera completamente roto, especialmente en la rama de la High Church. Esta espiritualidad queda expresada y encauzada en el Prayer Book, cuya primera edición, de 1549, tuvo sucesivas revisiones, entre las que destaca como más importante la del año 1662. Bajo el impulso del movimiento litúrgico de los años veinte, se introdujeron algunas modificaciones significativas en 1928: reserva de las especies eucarísticas para ser llevadas a los enfermos, uso de vestiduras especiales para la celebración de la eucaristía e introducción de algunas oraciones por los difuntos. En la fase actual de acercamiento entre anglicanismo y catolicismo no dejan de tener una importancia primordial, por lo que se refiere al tema de la piedad religiosa, el auge de la vida ascética y el reflorecimiento de las órdenes monásticas en el anglicanismo.

2. EL METODISMO - Del seno de la iglesia anglicana, de la que aceptará 25 de sus 39 artículos de fe, surge a mediados del s. xviii el movimiento de renovación religiosa suscitado por Juan Wesley (1703-1791), pastor anglicano, formado en la Universidad de Oxford 8. Este movimiento tuvo en seguida unas características espirituales muy marcadas: estudio metódico de la Biblia, horas fijas reservadas diariamente a la oración, participación cotidiana en la Santa Cena, práctica de obras de caridad. De ahí el apodo burlesco de "metodistas", que quedó para denominar a los pertenecientes a la iglesia surgida de este movimiento. Cuando la iglesia anglicana prohibió a Wesley que predicara en sus templos, emprendió su predicación itinerante al aire libre, dirigiéndose particularmente a las masas del proletariado procedentes de la incipiente sociedad industrial. Su predicación era ante todo una apelación a la conversión con un cambio radical de estilo de vida. En el ámbito de lo social, organizaba cruzadas contra la esclavitud, el alcoholismo y la prostitución, y se concretizaba en obras de asistencia en favor de aquellos que eran sus víctimas. Wesley no quiso jamás separarse de la iglesia anglicana, y por eso mantuvo su acción el carácter de "movimiento", que organizó en "sociedades" subdivididas en "grupos" y, seguidamente. en "clases". Estas últimas, compuestas de doce miembros, se reunían semanalmente bajo la responsabilidad de un seglar que corría con la dirección espiritual. Pero hasta después de su muerte no se constituyó este movimiento en una iglesia separada de la anglicana, aunque conservó de forma simplificada la riqueza litúrgica de esta última. Más que la doctrina, el metodismo acentúa la vida práctica y la experiencia religiosa. Uno de los momentos más vivos de la expresión de la fe lo constituye la himnología, que tuvo su mayor artífice en Carlos Wesley, hermano de Juan. Las características de su espiritualidad son la certeza plena de la salvación mediante el testimonio interior del Espíritu Santo y el deber del creyente de realizar su propia santificación mediante la ayuda de la gracia para tender a la perfección en el amor. Al laicado se le reconoce, después de una adecuada preparación, el derecho a la predicación y, en casos especiales, a la administración de los sacramentos.

3. LOS MOVIMIENTOS CARACTERIZADOS POR El, "BAUTISMO DE LOS CREYENTES" - También se atribuye a un antiguo pastor anglicano, llamado John Smyth (1570-1612). el origen, en Holanda, de las primeras comunidades de tipo baptista. Este hombre enlazaba idealmente con el anabaptismo, que prometía la renovación de la Iglesia hasta las consecuencias más radicales. El anabaptismo. afirmando que la Iglesia debía componerse únicamente por personas creyentes, sostenía que no se entraba a formar parte de la misma por derecho de nacimiento, sino sólo por decisión personal mediante el bautismo de los adultos. Los baptistas se afianzaron sobre todo en los Estados Unidos de América en el s. xviii y en el xix se difundieron por el resto del mundo, manteniendo las características típicas del puritanismo, en cuyo seno se habían desarrollado. El bautismo de los creyentes como testimonio de fe y signo de la gracia divina; el sacerdocio universal de los fieles, que abolió toda distinción entre pastores y seglares; la organización eclesiástica de carácter congregacionalista, que sostiene la autonomía de la comunidad local, son otras tantas características que subrayan la índole propia de una religiosidad viva, que apela constantemente al compromiso personal. Siendo Dios la fuente de toda bendición temporal y espiritual, a él debemos todo lo que tenemos y somos.

Esta deuda es una llamada a la evangelización (de ahí el fuerte impulso misionero) y al amor al prójimo (obras sociales). La negación de todo ritualismo produce una espiritualidad espontánea y acaso un tanto individualista.

El bautismo de los adultos, aunque con diversas acentuaciones doctrinales, se practica por la mayor parte de las iglesias surgidas de los fermentos espirituales de la segunda mitad del s. xix y de comienzos del xx. Tienen en común un biblicismo rígido, una tendencia a separarse del "mundo" y de quien no comparte sus principios en el campo religioso, una forma de piedad religiosa que rehuye las tradiciones, las formulaciones teológicas y las manifestaciones litúrgicas. Entre estas iglesias recordaremos las que surgieron de los movimientos más significativos. Los darbislas. así llamados por el nombre de su más dinámico iniciador, John Nehon Darby (1800-1882). o plimutistas, por la ciudad de Plymouth, donde se constituyó su núcleo más importante, o también hermanos, por la característica de su organización eclesiástica, que rechaza los ministerios especializados, atribuyendo a todos los creyentes —con tal que los reconozca como tales la "asamblea"— el derecho de intervenir en el culto público según la inspiración del momento. Los adventistas del séptimo día, o sabatistas, surgidos de la predicación de un baptista llamado William Miller (1782-1849). Además de restablecer el sábado como "día del Señor", se relacionan con los movimientos milenaristas, situando en el centro de su interés religioso el retorno cercano de Cristo y practicando el principio hebreo del "diezmo". El intenso énfasis que se pone en la observancia de determinados preceptos estimula el compromiso personal más en la acción que en la espiritualidad, de la que en todo caso se destierra todo componente místico. Los pentecostales consideran como origen de su movimiento una reunión celebrada en Los Angeles (California) en abril de 1906, en la que W. J. Seymour, guía de la comunidad, levantó tal oleada de fervor religioso, que los allí presentes empezaron a hablar en lenguas, sintiéndose partícipes de un nuevo pentecostés. Practican un estricto biblicismo (Full Gospel), es decir, el "Evangelio pleno"; administran a los creyentes el bautismo de agua por inmersión e invocan el bautismo del Espíritu Santo, única fuente del don de las lenguas (glosolalia) o de su interpretación. Sostienen la curación por la fe mediante la imposición de las manos. Su espiritualidad tiene su expresión más intensa en la oración comunitaria de invocación del Espíritu, que se expresa también en el canto de la "asamblea". suscitando momentos de gran emotividad, de fervor colectivo y de arrebatos místicos. El pentecostalismo ha sido el precursor de los actuales movimientos carismáticos, suscitados en varios sectores de la cristiandad como signos de la exigencia de un despertar espiritual en la Iglesia. Son alas moderadas del pentecostalismo las asambleas de Dios y la iglesia apostólica. Esta última pretende hacer revivir en nuestro tiempo la función eclesiástica de los "apóstoles" y de los "profetas". La Church of Christ, constituida en 1832 cuando las varias ramas del "movimiento de restauración del movimiento apostólico" hallaron una cohesión unitaria, se relaciona con los movimientos fundamentalistas del s. xix. El bautismo de los adultos (creyentes-responsables) no tiene para ella valor sacramental ni de agregación a la Iglesia, sino que sólo expresa el aspecto del discipulado: seguir a Jesús.

De ninguna manera puede considerarse parte integrante del protestantismo a los movimientos para o pseudo-cristianos, como los mormones, los testigos de Jehová, la iglesia del reino de Dios, los niños de Dios, etc.

V. De la teología de la crisis a la teología de la esperanza

Las múltiples corrientes teológicas que se manifiestan en el protestantismo son signo de una tendencia a no fosilizarlo en posiciones. que siempre son relativas, y mucho menos en su formulación: "La aventura teológica es siempre nueva y no es posible contentarse con fórmulas puestas a punto en otros tiempos o en otros lugares" (George Casalis). Su florecimiento —tanto en el caso de que pretendan iluminar ciertas peculiaridades menos atendidas del mensaje cristiano como en el de que se trate de corregir algunas desviaciones o fosilizaciones— queda siempre relativizado por la exigencia de confrontación con la Sagrada Escritura.

Algunas acentuaciones que han caracterizado a la teología de nuestro siglo estaban ya presentes en Christoph Blumhardt (1842-1919). con su "teología del mundo", y en Wijfred Monod (1867-1943), que destacó las exigencias sociales del cristianismo.

El teólogo más significativo de nuestro siglo es, sin duda, Karl Barth (1886-1963). Este autor da vida a la "teología dialéctica" o "teología de la crisis" [en contraposición al liberalismo teológico, que había tenido sus representantes más eminentes en Friedrich Schleiermacher (1768-1884) y en Ernst Troltsch (1865-1923)]. Contra la teología liberal, Barth se convierte en el heraldo de la trascendencia de Dios y afirma que Dios es el "totalmente otro", que no puede ser afirmado por el hombre a menos que Dios mismo quiera revelarse a él. Rechaza también toda "teología natural", porque la posibilidad de llegar al conocimiento de Dios no procede de la razón, ni de la naturaleza, ni de la historia, sino sólo de la revelación en Cristo Jesús. Tal conocimiento es un "acontecimiento" querido por Dios, un acto de gobierno de Dios en su Iglesia y en su pueblo. Momento de fundamental importancia del viraje teológico barthiano es la llamada "concentración cristológica", en cuya perspectiva se desarrolla su monumental obra dogmática.

Contemporáneo de Barth es Rudolf Bultmann (1884-1976), conocido como el teólogo de la "desmitologización". Este no pretende. como Hegel y Strauss, eliminar el mito, sino descubrir la verdad que esconde. para conciliar la fe con el pensamiento científico moderno. Su posición no es racionalista o reductiva, sino una hermenéutica contemplada como doctrina de la lengua y de la fe. y como interpretación dialéctica de la historia.

A la teología barthiana del "totalmente otro" se opone la del "ser" de Paul Tillich (1886-1965). Este considera que la posición barthiana entraña el peligro de deducir de ella que Dios ha abandonado a su destino el mundo y los acontecimientos terrenos. Sostiene, por el contrario. la concepción de un Dios que crea todas las cosas por medio de su Palabra, que por medio de esta Palabra está presente en la realidad creada y de este modo es el fundamento de todo el ser y de toda la estructura del ser. Considerando necesaria una colaboración y una confrontación entre teología y filosofía, afirma. por otra parte, que "la teología que podemos practicar es la del hombre `todavía ciego y, sin embargo, ya iluminado por la gracia de Dios con vistas a un conocimiento preciso... que se producirá más tarde".

Con su crítica dirigida tanto a Barth como a Bultmann, y sobre todo con su visión de un "cristianismo no religioso" y de una "iglesia para el mundo", Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), el héroe de la "iglesia confesora" en Alemania, parece abrir el camino al desarrollo de la "teología radical" multiforme: desde la teología de la "muerte de Dios" a la teología de la "revolución". Es más justo subrayar que este autor se propuso angustiosamente descubrir un vocabulario y una expresión no religiosa para decir lo que es la realidad de Dios en medio de la realidad del mundo. La ampliación del horizonte de este teólogo la ha trazado de modo incisivo Eberhard Bethge. amigo suyo, al que le enviaba sus cartas desde la cárcel: "Bonhoeffer cuando tenía veinte años dijo a los teólogos: vuestro tema es la Iglesia; cuando tenía treinta, dijo a la Iglesia: tu tema es el mundo: y cuando tenía casi cuarenta, dijo al mundo: tu tema es el de la confianza; es el tema propio de Dios. Con este tema no engaña a tu existencia, sino que la despeja".

Una abierta denuncia de los eslóganes desmitificadores surgidos de la teología de Bultmann y de las apresuradas teorizaciones de una ideología de la revolución la encontramos tanto en Oscar Cullmann (nacido en 1902) como en Wolfhart Pannenberg (nacido en 1928), los cuales niegan que el mensaje cristiano tenga que ser reformulado ante el hecho de un mundo descristianizado. En su obra fundamental Cristo y el tiempo (1946), Cullmann se opone a la concepción cíclica del tiempo, propia del pensamiento griego, y apela a la concepción bíblica, que él considera rigurosamente lineal, con su momento central en Cristo, hacia el cual todo converge y del cual todo desciende. Pannenberg rehabilita la historia como lugar de la revelación: "La revelación de Dios en la historia está abierta a cuantos tienen ojos para ver: tiene carácter universal". Su "teología de la esperanza" abre el camino a una nueva corriente teológica, que Jürgen Moltmann (nacido en 1926) recoge y desarrolla presentando, en oposición a las corrientes teológicas radicales o de inspiración marxista, un Dios que actúa en la historia de los hombres para llevar a la humanidad hacia un futuro que actualice las esperanzas de todas las generaciones. Su impulso bíblico-teológico al compromiso de los creyentes en el mundo puede, sin embargo. favorecer una visión escatológica en la que el concepto de redención quede de hecho limitado al plano de la historia humana.

La espiritualidad del protestantismo, que tiene su expresión más patente en el culto, ha sido notablemente influenciada en los últimos decenios por las diversas corrientes de la teología radical, superando, sin embargo, la prueba con una recuperación que ha anticipado en el campo litúrgico lo que se está realizando en el sector teológico. Efectivamente, se ha difundido la convicción de que es preciso oponerse a la tendencia de condicionar la tradición espiritual cristiana a la secularización. John Mevendorff, al afirmar la exigencia de remontarse a la fuente para devolver el culto cristiano a su función pascual primigenia, se pregunta "si la crisis de la liturgia que hoy constatamos no se deriva. sobre todo, de una secularización del culto. introducida y aceptada con excesiva facilidad". Y Marc Gibbard aplica el bisturí con más profundidad cuando afirma que "tras nuestra crisis de culto existe una crisis generalizada de fe". Si, por un lado, se insiste justamente en la necesidad de que ni el culto comunitario ni la oración personal se conformen con modelos estereotipados, con riesgo de inautenticidad o de un pietismo introvertido, otras voces recuerdan a las iglesias y a los creyentes la necesidad de entrar en el santuario del hombre interior y comunicar con Dios en la contemplación y en la adoración gozosa: "Cualquier tentativa de formas nuevas de culto no debe estar guiada por la sed de novedad. sino por la sed de dar a Dios un culto más auténtico" (J. J. von Allen). Si las crisis espirituales de nuestro tiempo impulsan a los cristianos a realizar nuevas experiencias en la adoración y en la plegaria y la renovación del culto, puede responder a exigencias ambientales y culturales, "todo cuanto hagamos puede vivificar nuestro culto" (Uppsala 1968, documento sobre "El culto rendido a Dios en una época secularizada").

VI. La dimensión ecuménica

El ecumenismo. como movimiento para la unidad de la Iglesia. comenzó a desarrollarse en el protestantismo a partir de mediados del siglo pasado. Este movimiento marcó la superación de la apologética y de la controversia, tanto frente a la responsabilidad misionera de la Iglesia como en la confrontación con las nuevas instancias sociales. Los primeros signos de esta nueva exigencia de solidaridad fueron varios organismos de carácter internacional e interconfesional: Asociación Cristiana de los Jóvenes (YMCA) (1845), Alianza Evangélica Universal (1847), Federación Universal de Estudiantes Cristianos (1895). Alianza Mundial de las Iglesias para la Amistad Internacional (1915), etc. El comienzo del movimiento ecuménico de nuestra época se remonta. sin embargo. a la Conferencia mundial misionera de Edimburgo (1910), que dio vida a los dos movimientos Faith and Order (Fe y Constitución) y Ljfe and tJ ork (Vida y Acción). De ellos surgiría en 1948 el fJ orld Council of Churches (Consejo Mundial de las Iglesias). del que originalmente formaban parte sólo las llamadas iglesias protestantes. Su primer secretario general. W. A. Visser't Hooft. expresa en las siguientes palabras sus características: "El Consejo Mundial de las Iglesias no debe pretender representar a la 'una santa': pero puede y debe proclamar que es un cuerpo en el que y por el que se manifestará la `una santa' cuando le plazca a Dios". Las sucesivas asambleas mundiales tuvieron lugar en Evanston, Illinois (1954), Nueva Delhi (1961). Uppsala (1968) y Nairobi (1975). Actualmente forman parte del Consejo también las iglesias ortodoxas, y la Iglesia católica envía, desde la asamblea de Uppsala, una delegación oficial de "observadores". Con ocasión de la asamblea de Nairobi se inició también un diálogo con las religiones no cristianas. La base de fe del Consejo Mundial de las Iglesias. revisada en Nueva Delhi. es de clara inspiración nicena: "El Consejo Mundial de las Iglesias es una asociación fraterna de iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador según las Escrituras y se esfuerzan por responder juntas a su común vocación para gloria del único Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo".

El diálogo ecuménico, extendido ya a todos los componentes de la cristiandad, se expresa esencialmente en los encuentros celebrados a nivel teológico y a nivel de oración y de reflexión común sobre la palabra de Dios. Los encuentros celebrados a nivel teológico tienen numerosas comisiones de carácter nacional y sectorial. pero se llevan adelante sobre todo con el "grupo mixto de trabajo entre Iglesia católico-romana y el Consejo Ecuménico de las Iglesias", así como en las comisiones mixtas entre teólogos católicos y teólogos de las alianzas confesionales mundiales (anglicana, luterana, reformada, metodista. etc.). La "semana de oración por la unidad de los cristianos" ha superado la fase de la conversión de los unos a los otros, puesto que "ninguno tiene el derecho de rezar para que sucumba una determinada iglesia cristiana y triunfe la propia" (Gunner Rosendal). La exigencia ya reconocida por todos es la de una renovada conversión de unos y otros a Cristo. De esta forma se realiza aquel >ecumenismo espiritual que llevó a escribir a Paul Couturier en 1944 el siguiente pensamiento: "Es preciso pedir al Espíritu de Dios la luz para distinguir el bien allí donde se encuentre, tanto en los demás como en nosotros, y más todavía en los demás, donde tenemos menos inclinación a verlo, que en nosotros, donde tendemos a exagerarlo como si fuera obra nuestra". El camino del ecumenismo está sostenido en la actualidad por la conciencia cada vez más clara, expresada felizmente por un obispo ortodoxo ruso. Platón de Kief, que afirmaba: "Los muros de la separación no llegan hasta el cielo".

M. Sbaffi

Notas—(1) Según las estadísticas más recientes, los protestantes en el mundo superan apenas los 300 millones: 73 millones de luteranos, 65 de anglicanos, 55 de reformados o presbiterianos, 54 de baptistas o en general congregacionalistas, 38 de metodistas; el resto pertenece a movimientos o iglesias de carácter fundamentalista. En Europa los protestantes son aproximadamente 120 millones. de los que 30 son anglicanos, 32 luteranos, 19 reformados. cinco baptistas y cuatro metodistas.— (2) Los valdenses se difundieron en los ss. XIII y XIV en Francia meridional, en el norte de Italia. en Alemania, en Bohemia, en Hungría y en Polonia, siendo perseguidos por doquier como herejes. A comienzos del s. XVI quedaron sólo algunos grupos. entre los cuales se cuentan los de los Alpes Cozie (llamados todavía hoy valles valdenses). Fueron estos grupos los que en un sínodo general convocado por Chanforan en el valle de Angrogna (1532) decidieron adherirse a la reforma calvinista, aceptando sus principios doctrinales.— (3) Nació en Eisleben. Turingia. el 10 de noviembre de 1483. Estudió primeramente en Magdeburgo, después en Eisenach y en Erfurt, donde en 1505 consiguió el título de magister artium. En ese mismo año. ya matriculado en la facultad de jurisprudencia, se vio sorprendido por un temporal y, aterrado por un rayo que cayó a su lado, gritó: "Santa Ana. ayúdame y me haré monje". Mantuvo su voto y entró en el convento de los agustinos el año 1507; fue ordenado sacerdote. y en 1512 consiguió el doctorada en teología. En 1515 fue nombrado vicario de distrito para los conventos de su orden en Sajonia y Turingia. Ayudado por su superior Staupitz, maduró su crisis espiritual. que él mismo definió como "un combate para encontrar a un Dios misericordioso", y llegó a la intuición de la doctrina de la "justificación por la fe". enlazando a través de san Pablo con las enseñanzas de san Agustín. Acusado de herejía, de la que no se retractó ni en Augusta (1518) ni ante la dieta imperial de Worms (1521), y con la protección del elector de Sajonia, fue puesto a buen recaudo en el castillo de Wartbnrg, donde. entre otras cosas, tradujo a la lengua vulgar el Antiguo y Nuevo Testamento. La reforma luterana, a pesar de la postura adoptada por lanero contra la revolución de los campesinos, se difundió rápidamente en Alemania. facilitada a continuación por la liga de Esmalcalda (1531). Murió Lutero el 18 de febrero de 1546, a consecuencia de un ataque cardiaco, murmurando varias veces: "En tus manos encomiendo mi espíritu".— (4) Nació en Wildhaus. Toggenburg. el 1 de enero de 1484. Estudió en la universidad de Viena y de Basilea. y en 1506 fue nombrado párroco de Clarona, donde permaneció hasta 1516. dedicándose a los estudios humanísticos y a la lectura en griego del Nuevo Testamento. Después fue trasladado a Einsiedeln y posteriormente a Zurich como párroco de la catedral (1519). Aquí inicia una obra de reforma, encontrando la oposición del obispo de Constanza y el apoyo del consejo ciudadano. Después de haber renunciado al cargo de párroco, aunque manteniendo la misión de predicar, prosiguió su acción reformadora, que se extendió a Berna. Basilea, San Cal. Murió en Kappel el 11 de octubre de 1531, mientras asistía como capellán a las milicias de Zurich, atacadas por las de los cantones que permanecieron católicos.— (5) Nació en Noyon. en la Picardía, el 10 de julio de 1509. Estudió en La Marche y en Montaigu y después en Orleans. donde en 1532 terminó sus estudios de jurisprudencia. Trasladado a París para iniciar los estudios humanísticos. frecuentó ambientes interesados en la Reforma. a la que se adhirió. Fue en Italia. en 1535. huésped de Renata de Este. duquesa de Ferrara. en cuya corte se refugiaban numerosos hugonotes. Yendo de paso por Ginebra, fue casi obligado por el reformador Guillermo Farel a quedarse en aquella ciudad (1536) para dedicarse a la enseñanza de la Sagrada Escritura y a la predicación; pero dos años más tarde fue obligado por el partido hostil a la Reforma a que dejase Ginebra, adonde pudo volver en 1541. En la lucha dirigida por él para combatir las herejías aparecidas con el impulso del espíritu reformador, tuvieron lugar numerosos procesos provocados por él, entre los cuales se cuenta el de Miguel Servet, que negaba la doctrina trinitaria y acabó condenado a la hoguera (en 1903 tos protestantes de Ginebra erigieron un monumento expiatorio en el mismo lugar). Después de las victorias de sus partidaríos (1555), pudo estructurar libremente la vida religiosa y civil de la ciudad y defender los principios de la Reforma en varias regiones de Europa. Murió en Ginebra.el 17 de mayo de 1564. Su tumba no ha podido ser encontrada. puesto que él deseó que no quedara ningún recuerdo suyo. —(6) Recordemos las principales: Augustana (1530), leída ante Carlos V en la dieta que él habia convocado en Augusta; .Artículos de Esmalcalda (1537), redactados por Lotero para el concilio convocado por Pablo III en Mantua; Helvética posterior (1566), que sirvió a Federico III para verse descargado de la acusación de herejía: Galicana, que también se llama Confesión de la Roehelle, redactada por Calvino para el sínodo nacional de los hugonotes. reelaborada por los valdenses en francés en 1655 y en italiano en 1662; de Westnunster (1647). preparada en el periodo de la resolución de Cromwell. Entre las recientes conviene recordar la de Barmen (1934).adaptada por el sínodo de la iglesia confesora en Alemania.— (7) Seria más justo hablar de "comunión anglicana". ya que el anglicanismo. favorecido por la expansión del colonialismo británico y acompañado por un vigoroso esfuerzo misionero. ha tenido una amplia difusión geográfica en todos los continentes. dando lugar a iglesias que han acusado sus diversas influencias. Aunque los términos son hoy anticuados y no siempre adecuados a una diversificación efectiva. los de "iglesia baja" (low Church). "iglesia alta" (high Church) e "iglesia ancha" (bread Church) se refieren siempre a las disersas corrientes existentes en el anglicanismo, que, precisamente por esta coexistencia de posiciones. tiene un puesto muy importante en el diálogo ecuménico.— (8) Nació en Epwort. en Lincolnshire. el 17 de junio de 1713. Estudió en Oxford filosofía y luego teología. En 1728 fue ordenado pastor anglicano. En Oxford constituyó. junto con su hermano Carlos y otros estudiantes de aquella universidad. un cenáculo para la oración, el estudio del Evangelio, la asistencia a los pobres y a los enfermos, el cual recibió despectivamente el nombre de Holvelub; a sus miembros se les llamó "metodistas". Después de una estancia poco feliz en Georgia (América del Norte), mientras asistía a una reunión de hermanos moravios en la que se leía el prefacio de Lutero a la epístola a los Romanos, sucedió lo que él Ilamaria su conversión (24 de mayo de 1738), en la cual se vio invadido, como él mismo declaró, por un "fuego interior", dando inicio a su acción de renovación, recorriendo toda Inglaterra y llegando incluso a Gales, Irlanda y Escoria. Se calcula que recorrió a caballo 350.000 kilómetros, predicando 42.000 veces. Una de sus últimas frases antes de morir (2 de marzo de 1791) fue la siguiente: "Lo mejor de todo es Dios con nosotros".

BIBL.—Renunciamos a citar autores clásicos del protestantismo moderno e instituciones: Barlh, Bonhoeffer, Thurian, Tillich, Taizé, etc. Puede encontrarse una buena bibliografía protestante en castellano en "Diálogo ecuménico", n. 31-32 (1973) 575-581.—Biot, F, Comunidades protestantes. El renacimiento de lavida regular en el protestantismo continental, Eler, Barcelona 1964.--Bravo. E, El sacerdocio común de los creyentes en la teología de Lutero, Eset, Vitoria 1963.—Damboriena, P. El protestantismo en ,4mériea Latina, Madrid 1962.—Gómez tleras, J. M. G,Teología protestante..Sistetna e historia, FA. Católica. Madrid 1972.—López Aranguren, J. L. Catolicismo y protestantismo como formas de existencia, Alianza Editorial. Madrid 1980.--López Rodríguez. M, La España protestante. Crónica de una minoría marginada (1937-1975). Sedmay, Madrid 1976.—Mehl, R. Tratado de sociología del protestantismo, Studium. Madrid 1974.—risión católica de la herencia protestante. Estudios para el diálogo ecuménico, Apostolado Prensa, Madrid 1966.—Weber, M. La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Península. Barcelona 1975.