AGUSTÍN DE HIPONA, San
(354-430)

Agustín era hijo de una madre piadosa, santa Mónica, y fue apuntado como catecúmeno poco después de su nacimiento 1, pero luego en Cartago-abandonó la fe y abrazó el maniqueísmo. Más tarde fue un entusiasta del neoplatonismo, influencia que seguiría inspirándolo el resto de su vida. La ambición 2 y circunstancias providenciales lo llevaron a Milán, donde recibió la influencia de >Ambrosio y de la vida de aquella Iglesia 3. El 24 de abril del 387 se bautizó; fue ordenado sacerdote el 391 y se convirtió en obispo de Hipona el 396, ciudad en la que murió el 430 4.

La compleja y profunda eclesiología de Agustín se puede estudiar de muchas maneras 5. Sufrió diversas influencias: los acontecimientos clave de su vida 6; el itinerario de su conversión; el ministerio episcopal; las principales herejías a las que tuvo que enfrentarse (maniqueísmo, donatismo y pelagianismo) y los ámbitos de la teología que desarrolló como respuesta (Trinidad, encarnación, gracia 7 y sacramentos).

Ve a la Iglesia en el contexto más amplio posible: «El orden correcto de la confesión de fe requiere que la Iglesia esté subordinada a la Trinidad, como una casa a sus habitantes, un templo a su Dios y una comunidad a su fundador. La santa Iglesia en su conjunto, es decir, la Iglesia del cielo lo mismo que la de la tierra, es el templo de Dios, incluso el templo de la Santísima Trinidad» 8. Si añadimos a esto la noción agustiniana de la «Iglesia desde >Abel», tenemos el horizonte completo de su eclesiología, que es menester librar de todo reduccionismo para que sea auténtico. Podemos coincidir con el papa Juan Pablo II: «Bien se puede afirmar que Cristo y la Iglesia son el fundamento del pensamiento teológico del Obispo de Hipona» 9. En el centro de su eclesiología está la noción del Cristo total (Christus totus), según la cual Cristo está siempre presente y actuando en su cuerpo, la Iglesia; la Iglesia y Cristo forman una única persona. «El cuerpo de esta cabeza es la Iglesia, no sólo la que está en este lugar, sino la Iglesia que está presente en este lugar y que se extiende por toda la tierra; y no sólo los que viven en este tiempo, sino todos, desde Abel hasta los que nazcan al final de los tiempos y crean en Cristo: por tanto, el pueblo de los santos que pertenece a la única ciudad, el cuerpo de Cristo, cuya cabeza es Cristo» 10. El alma del cuerpo es el Espíritu Santo: «Lo que el alma es para el cuerpo del hombre, lo es el Espíritu Santo para el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia; el Espíritu Santo realiza en toda la Iglesia lo que el alma en los miembros de un cuerpo individual» 11. «Fuera de este cuerpo nadie está animado por el Espíritu Santo» 12. Aunque profundamente pneumatológico, Agustín desarrolla la Iglesia y sus orígenes en términos de los misterios de la vida de Cristo, es decir, la encarnación, la cruz y ascensión 13

Hemos contemplado la extensión de la Iglesia en el tiempo y hasta la eternidad. Existe la Iglesia celeste, cuyos ciudadanos son ángeles 14; la Iglesia es primariamente la congregación activa de la nueva humanidad en la comunión con Dios 15. «Servir al único Dios es la razón de ser de toda la Iglesia» 16, del cristianismo; «en esto consiste la religión cristiana: en servir a Dios y darle Culto» 17. Hay en la eclesiología de Agustín una tensión escatológica que aparece bajo una multiplicidad de imágenes: peregrinación-patria, esperanza-realidad, fe-visión, trabajo-alabanza, era-granero, penitencia cuaresmal-alegría pascual, dolores de parto-nacimiento, y otras imágenes contrastantes por el estilo.

En sus primeros escritos 18, y como él mismo admitió 19, Agustín sostuvo una forma moderada de >milenarismo 20. Más tarde interpretaría los textos milenaristas de Ap 20,4 como el tiempo entre la sujeción del hombre fuerte (Mc 3,27) por medio de la obra redentora de Cristo y su reinado junto con el justo 21.

Son muchos los temas eclesiológicos que aparecen en la gran obra agustiniana de La ciudad de Dios (De civitate Dei) 22, escrita como refutación de los paganos que afirmaban que la Iglesia era la causa de la ruina del Imperio romano. Pero, como observa E. Lamirande, «no es fácil determinar exactamente las relaciones establecidas por Agustín entre la Iglesia y la ciudad de Dios. No se trata de una identidad completa ni, mucho menos, de una completa disociación» 23. Las dos ciudades, la celeste y la terrena, se distinguen por su amor: amor a Dios y amor de Dios en la primera, y amor a uno mismo en la segunda. Los habitantes de la ciudad terrena son los que tienen un amor exclusivo o preponderante a las cosas terrenas, mientras que los habitantes de la ciudad celeste son todos aquellos a los que Dios ha elegido: primero los ángeles, luego los justos que han vivido desde el principio hasta el final de los tiempos. En los tiempos presentes las dos ciudades son separables de hecho, pero fundamentalmente existen en este mundo mezcladas (perplexae) 24. Pablo, por ejemplo, pertenecía a la ciudad terrena antes de su conversión. La Iglesia es el lugar en que las dos ciudades interactúan: «La Iglesia es la ciudad de Dios en la medida en que está implicada en ella la raza humana» 25. Hay dos fases en la única Iglesia, no dos Iglesias 26. Pero la Iglesia en su sentido más perfecto es la Iglesia celeste 27»

Estas ideas no se limitan a La ciudad de Dios. En otros lugares Agustín compara a Pedro, como representante de la realidad actual de la Iglesia, con Juan, en quien aparecen ya las marcas del futuro; sin embargo, no pueden separarse 28. Usa también de modo semejante las imágenes de Marta y María 29.

Agustín declaraba su fe en la santidad de la Iglesia: la Iglesia es santa en su doctrina y sus sacramentos, como cuerpo de Cristo, y en las obras y virtudes de sus miembros. Esta santidad es sólo una preparación para otra que será más completa 30. Pero la razón principal de su santidad es el Espíritu Santo, la verdadera alma de la Iglesia, porque «el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo hace de muchas almas una sola, y de muchos corazones un solo corazón» 31. El Espíritu Santo actúa en la Iglesia a través de numerosos carismas, de modo que «si quieres vivir en el Espíritu, manténte en el amor, ama la verdad, desea la unidad, y de este modo alcanzarás la eternidad» 32. Agustín habla de una Iglesia invisible dentro de la visible. La Iglesia visible incluye a todos los cristianos, los buenos y los malos. Agustín pone su visión filosófica neoplatónica al servicio de su pensamiento teológico, como en la noción de la Iglesia visible y de la Iglesia invisible, basada en la idea de la visibilidad del cuerpo y la invisibilidad del alma 33: los cristianos que sirven al mundo en una vida de pecado son miembros visibles de la Iglesia, pero no pertenecen a «la unión (compago) invisible de la caridad» 34; gozan de la comunión de los santos, pero sólo los justos constituyen «la congregación y sociedad de los santos» 35. Hay diferentes niveles en la pertenencia a la Casa de Dios 36. La Iglesia, por tanto, no es una comunidad pura, como reclamaban los donatistas o los montanistas, sino una comunidad mezclada (corpus permixtum) 37. Esta idea de la «Iglesia mezclada», como otras muchas ideas teológicas importantes, procedía de Ticonio 38. Los pecadores, por otro lado, son muchos, una muchedumbre de hecho 39. Más aún: «El Esposo encontró una prostituta y la convirtió en una virgen. Es menester no negar que fue una prostituta, con el fin de no olvidar la gracia de la liberación» 40. En la Iglesia hay tanto paja como trigo 41. Pero debemos amar esta Iglesia, a la que hay que ver, de manera realista, como buena y como mala: «Si amamos a la Iglesia, tenemos el Espíritu Santo» 42.

Agustín mantuvo firmemente las otras >notas de la Iglesia. De hecho podría llamársele el apóstol y teólogo de la unidad 43. La verdad y la ortodoxia sólo pueden encontrarse en la Iglesia en la que «hay unidad cristiana y está el amor del Espíritu Santo» 44. De >Cipriano, que influyó en gran medida en toda su teología, especialmente en la eclesiología, Agustín tomó la idea de que el Espíritu Santo es el principio de unidad en la Trinidad y en la Iglesia 45, de modo que la Iglesia es un pueblo unificado por la relación del Padre, el Hijo y el Espíritu. B. Mondin observa: «Según Agustín, el primer principio de la unidad invisible es el Espíritu Santo, que confiere a los miembros de la Iglesia la gracia de Cristo; el primer principio de la unidad visible es la eucaristía» 46. La unidad de la Iglesia es «la comunidad de los fieles unidos entre sí por medio del amor eucarístico», de modo que, «haciendo una sola cosa, preservando la única fe, amándose unos a otros (...), sean uno, mantengan una única fe, una única esperanza, una caridad indivisa» 47. Para Agustín, catolicidad significa universalidad, frente a la Iglesia local. A Optato de Milevi (370 ca.) debe en parte su visión de la catolicidad, así como algunos de los argumentos usados contra los donatistas. Su principal argumento contra ellos era que les faltaba catolicidad: sólo se encontraban en África, mientras que la verdadera iglesia estaba en todas partes 48. Pero la catolicidad tampoco consiste simplemente en difusión territorial, sino que incluye también la difusión en el tiempo, desde Abel hasta la segunda venida de Cristo 49. No sólo incluye a los que han creído en Cristo hasta el momento presente, sino también a todos los que creerán en él en el futuro, de modo que la catolicidad trasciende el tiempo y llega hasta la eternidad 50. Unidad y diversidad están representadas en el don pentecostal de lenguas 511. La Iglesia es un peregrino que siente continuamente nostalgia de su patria 52, tema influenciado, entre otras cosas, por el neoplatonismo.

Agustín no insistió en la apostolicidad tanto como >Ireneo de Lyon o Tertuliano. Pero encontramos algunos textos en los que la apostolicidad se presenta como el criterio de la autenticidad. Observa que en la Iglesia de Roma no hay donatistas 53. Subraya la misión universal de los apóstoles, que desde Jerusalén han de predicar el evangelio por toda la tierra 54. Pero cree que, a excepción de algunas tribus, el evangelio ya se ha predicado por todas partes 55. Teniendo en cuenta esta creencia, se entiende que pudiera suponer que los que no se habían bautizado no lo habían hecho probablemente por mala fe.

Las concepciones agustinianas sobre las instituciones de la Iglesia 56, aunque poco innovadoras, siguen siendo válidas para todos los tiempos: el modo en que fue recibido por Ambrosio le enseñó que el oficio del obispo era un oficio paterno 57, si bien algunas veces, en el contexto de la polémica antidonatista, habla en contra de este título 58. Para él, el ministerio del obispo es esencialmente un ministerio de comunión y servicio 59; a los fieles suele llamarlos Iglesia (ecclesia), pueblo (plebslpopulus), grey (grex). El modelo de su Norma es la primera comunidad de Jerusalén 60.

Las imágenes de la Iglesia abundan en los escritos de Agustín: esta es por encima de todo madre (sin duda J. Ratzinger está en lo cierto cuando dice que sus desarrollos de la idea de la Iglesia como >madre estaban profundamente influidos por su propia madre, Mónica) 61. «Seas lo que seas, puedes descansar tranquilo: tienes a Dios por Padre, y a la Iglesia por madre», es una frase suya típica 62, en la que puede escucharse el eco de Cipriano 63. De igual modo, «la Iglesia da a luz y es virgen. Y si se piensa bien, da a luz a Cristo, porque son sus miembros los que son bautizados» 64. Esta fecundidad de la Iglesia tiene como modelo a María: «La Iglesia es una virgen (...), siendo virgen, concibe. Imita en esto a María, que dio a luz al Señor (...). Así también la Iglesia da a luz y es virgen» 65. La Iglesia es la casa de Dios 66. Es un nido: «Miserable de mí, pensando que podía volar, dejé el nido, y caí al suelo antes de poder levantar el vuelo» 67. Otras imágenes son 68: la Iglesia como >reina, en sus comentarios a Sal 44 (45) y el Cantar de los Cantares 69; la luna 70; un barco 71; el arca de Noé 72, >amor a la Iglesia; nueva Eva y especialmente >esposa 73; gallina clueca 74, viuda 75 y paloma, especialmente durante su período antidonatista 76.

La rica eclesiología de san Agustín resultó muy influyente, especialmente su doctrina de la Iglesia «mezcla» de santos y pecadores; su enseñanza sobre el cuerpo de Cristo, cuya alma es el Espíritu Santo; su doctrina sobre el ámbito de las dos ciudades (que dio lugar a veces a malentendidos); su insistencia frente a los donatistas en la validez de los sacramentos recibidos fuera de la Iglesia católica; sus indagaciones en la relación de la Iglesia y el Estado a raíz de la controversia donatista 77. Su eclesiología, además, es también, en sentido profundo, una espiritualidad 78. No es posible una eclesiología que evite las cuestiones planteadas por Agustín, y a las que con tanta frecuencia dio agudas respuestas 79.

NOTAS: 

1 Conf. 1, 11, 17: Las confesiones, San Pablo, Madrid 1998, 96-97. 

2 Ib, V, 14, 24, pp. 239-240.

3 N. LANzi, Za Chi esa nella conversione di sant'Agostino, Ciudad del Vaticano 1989, 28-31; R. GUARDINI, La conversione di sant'Agostino, Brescia 1957; J. O'MEARA, The Young Augustine, Londres 1954, 1980, c. 8. 

4 B. JIMÉNEZ DUQUE, Agustín de Hipona, en C. LEONARDI-A. RICCARDI-G. ZARRI (dirs.), Diccionario de los santos 1, San Pablo, Madrid 2000, 83-95; P. BROwN, Agustín de Hipona, Revista de Occidente, Madrid 1947; E. PRZYWARA, San Agustín, perfil humano y religioso, Cristiandad, Madrid 19842; M. CAMPELO, Agustín de Tagaste, un hombre en camino, Estudio Agustiniano, Valladolid 1985; L. Nos MURO, San Agustín de Hipona. Maestro de la conciencia de Occidente, San Pablo, Madrid 19892; J. HUSCENOT, Los doctores de la Iglesia, San Pablo, Madrid 1999, 127-142; 

5 T. C. MADRID, San Agustín. Compendio de su vida y de su obra, Granada 1978; B. SESÉ, Inda de san Agustín, San Pablo, Madrid 19933. - 'T. C. MADRID, La Iglesia católica según san Agustín: compendio de eclesiología, Ed. Revista Agustiniana, Madrid 1994; B. ALTANER, Patrología, Espasa-Calpe, Madrid 1956,349-384; A. TRAPÉ, San Agustín, en A. DI BERARDINO (dir.), Patrología 111, BAC, Madrid 1981, 432535 (Za Iglesia); O. RETA, En torno a una eclesiología agustiniana, Augustinus 2 (1966) 259271; S. FOLGADO FLÓREZ, Dinamismo católico de la Iglesia en san Agustín, Ediciones Escurialenses, San Lorenzo del Escorial 1977; Principios de eclesiología agustiniana, Augustinianum 10 (1970) 285-324; R. PALMERO RAMos, Ecclesia mater en san Agustín, Cristiandad, Madrid 1970; J. CoLLANTES, La Iglesia de la Palabra II, BAC, Madrid 1972, 28-32 (San Agustín); J. SALAVERRi, Presencia dinámica de Jesucristo en la Iglesia según san Agustín, Miscelánea Comillas 24 (1976) 125-143; S. J. GRABowsKi, La Iglesia. Introducción a la teología de san Agustín, Rialp, Madrid 1965; T. J. VAN BAVEL, What Kind of Church Do You Want?: The Breadth of Augustine 's Ecclesiology, Louvain Studies 7 (179) 147-171; PBORGOMEO, LÉglise de ce te ps dans la prédication de saint Augustin, Études Augustiniennes 1972; F. G. CLANCY, St. Augustine of Hippo on Christ, His Church and the Holy Spirit: A Study of the «De baptismo» and the «Tractatus in loannis evangelium», Oxford 1992 (tesis doctoral); Y. CONGAR, Eclesiología. Desde san Augustín hasta nuestros días, en M. SCHMAus-A. GRILLMEIER-L. SCHEFFCZYK (dirs.), Historia de los Dogmas III, 3c-d, BAC, Madrid 1976, 2-10; E. LAMIRANDE, Un siécle et demi d'études sur 1'ecclésiologie de saint Augustin, RevÉtAug 8 (1962) 1-125; Supplément bibliographique sur 1'ecclésiologie de St. Augustin, RevEtAug 17 (1971) 177-182; Études sur l'ecclésiologie de saint Augustin, Ottawa 1969; L'Église dans l'Enchiridion de saint Augustin, Ég1T 10 (1979) 195-206; B. MONDIN, Il pensiero ecclesiologico di sant'Agostino, Sapienza 40 (1987) 369-391. 

6 F. HOFFMANN, Der Kirchenbegriff des hl. Augustinus in seinen Grundlagen und in seinen Entwicklung, Munich 1933. 

7 H. U. vox BALTHASAR, Das Antlitz der Kirche, Einsiedeln 19552.

8 Enchir. 15, 56: PL 40, 258-259; cf D. PUSKARIC, La Chiesa e il mistero trinitario nella predicazione di S. Agostino, Augustinianum 19 (1979) 486-506. 

9 Carta apost. Augustinum Hipponensem: AAS 79 (1987) 131170: PPC, Madrid 1986,33; J. SALAVERRI, Presencia dinámica de Jesucristo en la Iglesia según san Agustín, Miscelánea Comillas 34 (1976) 125-143. 

10 Enar. in ps. 90, 2: PL 37, 1159; cf Serm. 45, 6-7: PL 38, 265-267; Serm. 341, 9: PL 39, 1499-1500; cf P. BORGOMEO, L'Église de ce temps dans la prédication de saint Augustin, o.c., 191-234; E. MERSCH, Le Corps Mystique du Christ, 2 vols., París 19362

11 Serm. 267, 4: PL 38, 1231. 

12 Epist. 185, 11-50: PL 33, 315; Tr. in loan. 26, 13: PL 35, 1613. 

13 W. MARREVEE, An Ecclesia[ Dimension of Augustine 's Understanding of the Ascension of Christ, RUnivOtt 37 (1967) 322-343. 

14 Serm. 341, 9, 11: PL 39, 1500. 

15 Tr. in loan. 124, 5: PL 35, 1973-1974; Retract. 1, 21, 1: PL 32, 618. 

16 Enchir. 15, 56: PL 40, 259.

17 Tr in loan. 23, 5: PL 35, 1585. 

18 Serm. 259, 2: PL 38, 1197. 

19 «Nosotros éramos una vez de esta opinión», De civ. Dei 20, 7: PL 41, 667. 

20 G. BONNER, Augustine and Millenarianism, en R. WILLIAMS (ed.), The Making of Orthodoxy, Cambridge 1989, 235-254; M. DuLAEY, L'Apocalypse: Augustin et Tyconius, en A. M. LA BONNARDIÉRE (ed.), Augustin et la Bible, París 1986, 369-386. 

21 De civ. Dei 20, 9: PL 41, 674. 

22 S. FOLGADO, Sentido eclesial católico de la «Civitas Dei», Augustinianum 14 (1974) 91-146; J. M. LANGFORD, El hombre y la Iglesia en la «Ciudad de Dios», Augustinus 31 (1986) 155-160; Y. CONGAR, «Civitas Dei et ecclesia» chez saint Augustin: Histoire de la recherche, son état present, RevÉtAug 3 (1957) 1-14; A. TRAPÉ, San Agustín, o.c., 405-406; A. LAURAS-H. RoNDET, Les thémes des deux cités dans 1'oeuvre de saint Augustin, Études Augustiniennes, París 1953, 99160; P. PIRET, La Cité de Dieu, BLitEc 89 (1988) 116-137, 263-273; J. VAN OORT, Jerusalem and Babylon: A Study of Augustine's City of God and the Sources of His Doctrine of the Two Cities, Leiden 1991. 

23 L'Église dans l'Enchiridion de saint Augustin, a.c., 170, n. 75; cf J. DoUGHERTY, The Sacred City and the City of God, Augustinian Studies 10 (1979) 8190. 

24 De civ. Dei 1, 35 y 14, 28: CCL 47, 34; 48, 451-452. 

25 De civ. Dei 18, 1; 20, 9, 1: CCL 48, 592, 716. 

26 Brev col[. 3, 9, 16; 3, 10, 20: PL 43, 623-633, 635. 

27 E. LAMIRANDE, L'Église céleste selon St. Augustin, París 1963; Jérusalem céleste, en DSp M 944-958. 

28 Tr. in loan. 124, 5, 7: CCL 35, 1972-1976. 

29 A. M. LA BONNARDIÉRE, Marthe et Marie figures de l'Église d'aprés saint Augustin, VieSp 86 (1952) 404-427. 

30 Retract. 2, 18: CCL 57, 104. 

31 Tr. in Loan. 39, 5: PL 35, 16831684; cf N. ESCOBAR, Donatismo y santidad de la Iglesia, Augustinus 22 (1977) 323-330; Consecuencias de la santidad de la Iglesia según san Agustín, Augustinus 24 (1979) 133-155; Iglesia, donatismo y santidad de la polémica agustiniana, Augustinus 27 (1982) 55-77; La Iglesia y la santidad moral según san Agustín, Augustinus 29 (1984) 159-172; D. FAUL, Sinners in the Holy Church: A Problem in the Ecclesiology of St. Augustine, StPatr 9 (1966) 404-415. 

32 Serm. 267, 4: PL 38, 1231. 

33 B. MONDIN, Il pensiero ecclesiologico di sant'Agostino, a.c., 372373. 

34 De bapt. 3, 26: PL 43, 152; cf Serm. 269, 2: PL 38, 1235; Tr. in loan. 27, 6: PL 35, 1618. 

35 De civ. Dei 10, 6: PL 41, 450. 

36 De bapt. 7, 51-52: CSEL 51, 370-372. 

37 De doct. Christiana 3, 32, 45: PL 34, 82, en contexto con la crítica de la segunda regla exegética de Ticonio; N. ESCOBAR, Donatismo y santidad de la Iglesia, a.c., 323-330. 

38 M. DULAEY, Tyconius, en DSp XV, 1349-1356. 

39 Serm. 22, 3: PL 38, 1092; P. BORGOMEO, L'Église de ce temps dans la prédication de saint Augustin, o.c., 279-298. 

40 Serm. Guelf. 1, 8: PLS 2, 541; cf Serm. 10, 2: PL 38, 92-93; H. U. vox BALTHASAR, Casta meretrix, en Ensayos teológicos II. Sponsa Verbi, Guadarrama, Madrid 1964, 272ss. 

41 Enar. in ps. 25, 5: PL 36, 190-191; De civ. Dei 18, 49: PL 41, 611. 

42 Tr. in loan. 32, 8: PL 35, 1646; cl` De bapt. 3, 16, 21: PL 43, 148-149. 

43 A. TRAPÉ, San Agustín, o.c., 507ss. 

44 Epist. 173, 6: PL 33, 756; R. ENO, Doctrinal Authority in St. Augustine, Augustinian Studies 12 (1981) 137-172. 

45 CIPRIANO, De orat. Dom. 23: CSEL 3A, 284-285. 

46 Il pensiero ecclesiologico di sant'Agostino, a.c., 337; Serm. 131: PL 38, 730; Serm. 227: PL 38, 1099-1100; Serm. 272: PL 38, 1246-1248; G. BONNER, The Church and the Eucharist in the Theology of SaintAugustin, Sobornost 7 (1978) 448-461; O. PASQUATO, Eucaristía e Chiesa in Agostino, Ephemerides liturgicae 102 (1988) 4663; C. TRAETS, The Eucharist and Christian Community. Some Pauline and Augustinian Evidence, Louvain Studies 12 (1987) 152171. 

47 Serm. 229: PL 38, 1103. 

48 Serm. 46, 18 y 36: PL 38, 280 y 290-291. 

49 Serm. 341, 11: PL 39, 1499-1500. 

50 Enar. in ps. 90, 2: PL 37, 1159. 

51 Serm. 267, 3: PL 38, 1230-1231; Enar. in ps. 147, 19: PL 37, 1929; 32, 2, 7: PL 36, 288-289; Tr. in loan. 6, 3 y 32, 7: PL 35, 1426 y 1645. 

52 Enar. in ps. 103, 4, 4: CCL 40, 1524; P. BORGOMEO, L'Église de ce temps dans la prédication de saint Augustin, o.c., 146-150. 

53 Epist. 43, 7: PL 33, 163. 

54 Serm. 268, 4:' PL 38, 1231. 

55 In épist. Loan. 2, 2: PL 35, 1990. 

56 F. GENN, Trinitüt und Amt nach Augustinus, Einsiedeln 1986.

57 Conf. V, 13, 23: Las confesiones, o.c., 205-206; sobre Obispo, Serm. 340: PL 38, 1482-1484; Serm. Guelf. 32: PLS 2, 637-649; G. P. LAwLESS, Augustine 's Burden-of Ministry, Angelicum 61 (1984) 295-315. 

58 E. LAMIRANDE, Cheminement de la pensée de saint Augustin Sur la paternité spirituelle, en Études sur l'ecclésiologie de saint Augustin, o.c., 135148. 148

59 Enar. in ps. 72, 34: PL 36, 928-929; 103, 3: PL 37, 1364-1366. 

60 The Rule of Saint Augustine, trad. de R. CANNING, introd. y comentario de T. J. VAN BAVEL, Londres 1984, 42; M. F. BERROUARD, La premiére Communauté de Jérusalem comete image de 1'unité de la Trinité. Une des exégéses d'Act 4, 32a, en C. MAYER-K. H. CHETIUS (eds.), Homo Spiritalis, Wurzburgo 1987. 

61 Volkund Haus Gottes in Augustin Lehre von der Kirche, Munich 1954; R. PALMERO RAMOS, «Ecclesia Mater» en san Agustín, Cristiandad, Madrid 1970. 

62 Contra litt. Petiliani 3, 9, 10: PL 43, 333; De virginitate 5: PL 40, 398-399. 

63 Cf De unit. eccl. 6: CSEL 311, 214 y Serm. 74, 7: CSEL 3, 214. 

64 Serm. 213, 7: PL 38, 1064; M. A. CENZON, Ecclesial Dimension of Baptism through the Augustinian Category «Ecclesia Mater», Annales theologici 3 (1989) 315-345. 

65 Serm. 213, 7: PL 38, 1064. 

66 Enar. in ps. 131, 10: PL 37, 1720; DSp 111, 1551-1567; J. RATZINGER, Volk und Haus Gottes in Augustins Lehre von der Kirche, o.c. 

67 Serm. 51, 5, 6: PL 38, 537; T. MARIUCCI, Il nido di Dio: Di un'immagine della Chiesa in s. Agostino, Divinitas 29 (1985) 273-280. 

68 Ver elenco en H. RAHNER, Symbole der Kirche: Die Ecclesiologie der Vüter Salzburgo 1964. 

69 Enarr in ps. 44, 24: PL 36, 509; De civ. Dei 17, 20: PL 41, 666 y 48, 586; E. LAMIRANDE, Études sur 1'ecclésiologie de saint Augustin, o.c., 21-31. 

70 Epist. 55, 6, 10: PL 33, 209; Enar. in ps. 10, 3 y 120, 12: PL 36, 131133, 1615-1616. 

71 Serm. 83, 1: PL 38, 424.

72 De civ. Dei 15, 26: CCL 48, 493-494; De unitate Ecclesiae 5, 9: PL 43, 397; De octo quaestionibus ex Veteri Testamento in Genesi 7: PL 34, 229-235; Contra Faustum 12, 20: PL 42, 264-265.

73 R. DESJARDINS, Le Christ «Sponsus» et l'Église «Sponsa» chez Augustin, BLitEc 67 (1966) 241-256.

74 Enar. in ps. 88, 2, 14: PL 37, 1140-1141.

75 Enar. in ps. 131, 23, 25: PL 37, 1726-1727.

76 De bapt. 6, 40, 78: CSEL 51, 336; 7, 44, 87: CSEL 51, 365; Tr. in loan. 5-6.

77 F. CRANz, The Development of Augustine's Ideas on Society Before the Donastist Controversy, HarvTR 47 (1954) 255-316.

78 V. CAPÁNAGA, La Iglesia en la espiritualidad de san Agustín, en AA.VV., Mysterium ecclesiae in consciencia sanctorum, Teresianum, Roma 1967, 88-133.

79 N. CIPRIANI, San Agustín, en R. LATOURELLE-R. FISICHELLA-S. PiÉ-NiNOT NOT (dirs.), Diccionario de teología fundamental, San Pablo, Madrid 20002, 43-55.