ROMANO (Católico romano)
DicEc
 

El uso del término «romano» se hizo común tras la ruptura con los ortodoxos y especialmente después de la Reforma, cuando la Iglesia católica insistió en su centro romano. La presencia del adjetivo «romano» es importante cuando se trata del carácter >«católico» de la Iglesia y del papado. A finales del siglo IV encontramos referencias a la Iglesia romana (Ecclesia Romana). Faustino se presenta como legado de la Iglesia romana. Casi contemporánea es la declaración de Inocencio I a Decentio de Gubbio: «Lo que el príncipe de los apóstoles, Pedro, ha dado a la Iglesia romana, perdurado hasta hoy, todos han de mantenerlo». En los siglos V y VI encontramos «la Iglesia católica de la ciudad de Roma (urbis Romae)», o de los romanos (Romanorum), o de la Iglesia romana (Romanae ecclesiae). El año 515 el papa Hormisdas hace una afirmación que, ligeramente modificada, se convertirá en un lugar común en la Edad media, a saber, que la Iglesia romana nunca ha errado: In Sede Apostolica immaculata est semper catholica servata religio («en la Sede Apostólica la religión católica siempre se ha conservado incólume»). Pero en los primeros tiempos no está claro qué es lo que se entiende por Iglesia romana: en los primeros siglos parece haber sido la comunidad cristiana de Roma; más tarde, la oración de Jesús «He orado por ti para que tu fe no desfallezca» (Lc 22,32) se aplicaría a la Iglesia personificada en el papa. Está, por otro lado, el sentido de la Iglesia romana como síntesis, en cierto modo, de la Iglesia universal: Adriano I habla de «nuestra santa, católica, apostólica y universal Iglesia romana». En los concilios de reunificación y en los documentos papales de la Edad media aparece la frase «retorno a la Iglesia madre» en referencia a la Sede romana (La Iglesia como >Madre).

El adjetivo «romana» se añadió normalmente a las profesiones de fe. Se hizo necesario al aceptar los reformadores la cuádruple descripción de la Iglesia del credo niceno, que incluía el calificativo de «católica». Más tarde la Comunión Anglicana adoptaría cada vez más el término «católica». El Vaticano 1 evitó prestar cualquier tipo de apoyo a la «teoría de la rama» usando el título de «Iglesia santa, católica, apostólica y romana». [Debe tenerse en cuenta que este Concilio «distingue muy claramente la ley de sucesión, que es de derecho divino o de institución del mismo Cristo, y el hecho histórico de que esta sucesión se efectúe en una línea determinada, como es la serie de obispos romanos. No está definido que sea de derecho divino este determinado modo de sucesión a través de la línea de obispos romanos». La inclusión de la nota o calificativo de «romana» se divulga con fuerza en la apologética del siglo XIX especialmente por la escuela romana (con el influyente G. Perrone, profesor del Colegio Romano, seguido por el español J. Salaverri, de la Universidad Comillas) como complemento del valor de las cuatro notas clásicas (una, santa, católica y apostólica). Aún más, en el Credo popular catalán de las diócesis de Cataluña (España) tal nota se incorporó plenamente. En cambio, en la apologética francesa fue excluida por no ser admitida por las otras confesiones (Y. de La Briére, J. V. Bainvel...). El Vaticano II, aunque habla frecuentemente en la LG del romano pontífice, nunca usa la expresión «Iglesia romana».]

Se plantea la cuestión de saber cuál es la importancia teológica del adjetivo «romana». La expresión «cátedra de Pedro» (cathedra Petri) es de Cipriano, y se refiere tanto al episcopado fundado sobre Pedro como a la sede episcopal de Roma''. En unidad con el obispo de Roma se dan en la Iglesia la catolicidad y apostolicidad plenas y auténticas. Se dice también del papa que es sucesor de Pablo: Pedro es la fuente de la unidad y la autoridad; Pablo, el maestro de la auténtica doctrina. Los teólogos coinciden generalmente en que el papa ha de ser obispo de Roma. Incluso durante su estancia en Aviñón (1307-1377), los papas siguieron conservando el título de «obispo de Roma». En la teología moderna, la expresión «católico romano» se usa para referirse al cuerpo eclesial en comunión con Roma.

Lo que provoca más confusión tanto en el derecho canónico como en la teología es el no distinguir entre los tres oficios que se reúnen en la persona del papa: es el obispo local de la diócesis de Roma; es >patriarca de Occidente, y es sumo pontífice (>Títulos papales). Entre las consecuencias de la confusión en este terreno está la excesiva latinización que han tenido que sufrir a menudo las Iglesias orientales. Prueba de esta manera de pensar es el hecho, aparentemente de poca trascendencia, de que en los libros litúrgicos se señale la celebración de la fiesta de un santo como universal cuando, de hecho, se extiende sólo al patriarcado latinos. En sentido más serio, probablemente sólo a través de una mayor atención a estas distinciones, podrá trasladarse a la práctica la teología de la >iglesia local y la doctrina del Vaticano 1 sobre el papado podrá reflejar el espíritu del Vaticano II, tal como aparece en el número 14 del decreto sobre ecumenismo: «Las Iglesias de Oriente y de Occidente, durante muchos siglos, siguieron su propio camino, unidas, sin embargo, por la comunión fraterna de la fe y de la vida sacramental, siendo la Sede romana, por común consentimiento, la que resolvía cuando entre las Iglesias surgían discrepancias en materia de fe o de disciplina».