MOVIMIENTOS NO CRISTIANOS Y NEW AGE
DicEc
 

La expresión «nuevos movimientos religiosos» (NMR) abarca una enorme variedad de grupos. Pueden distinguirse cuatro grupos principales: algunos tienen claras raíces en el cristianismo bíblico y en las Iglesias establecidas; otros tienen su origen en las grandes religiones orientales, principalmente, aunque no exclusivamente, el budismo y el hinduismo, adoptando también a veces elementos cristianos de un modo sincretista; un tercer grupo incluye a las sectas basadas en una deformación de la idea auténtica de religión, y suponen un retorno al paganismo; hay, por último, sectas de carácter gnóstico, es decir, que ofrecen un conocimiento secreto u oculto (la palabra griega gnósis significa conocimiento). Con respecto a la Iglesia podemos distinguir también cuatro posiciones doctrinales distintas dentro de los NMR: los que rechazan a la Iglesia; los que rechazan a Cristo; los que rechazan a Dios, aunque siguen manteniendo un sentido genérico de la religión; los que rechazan el papel de la religión, pero mantienen cierto sentido de lo «sagrado», aunque sólo sea para manipular a los otros.

El new age es el más importante de los NMR, si bien es extremadamente difícil definirlo o identificarlo. Se inició en Estados Unidos; en Europa se encuentra sobre todo en países de lengua inglesa y alemana, con una penetración gradual en el resto. No está muy organizado como asociación, secta o Iglesia. Se trata más bien de una ideología constituida por diversos elementos organizados en torno a ciertas ideas centrales, que muchos, aunque no todos, los que están influidos por las ideas new age están en condiciones de exponer. Como definición de trabajo, el movimiento new age se ha descrito como una coalición de varias organizaciones interconexas que a) creen en una nueva religión mundial, b) trabajan por un nuevo orden mundial y c) esperan un Cristo new age. No todos los que están influidos por las ideas new age sostienen explícitamente estos objetivos, pero estos aparecen en el entramado de conferencias, llamadas telefónicas, viajes, libros, organizaciones fantasmas, publicaciones y revistas, circulares fotocopiadas, lecturas, talleres y seminarios, cintas, informes epistolares y comunicaciones orales. Al hablar de new age no hay que pensar, sin embargo, en un grupo o asociación rigurosamente organizada. El movimiento new age tiende más bien a ser un entramado de grupos formados por personas con una mentalidad similar, apoyados en unos supuestos comunes.

No ha habido declaraciones importantes de la Iglesia en relación con el movimiento new age a nivel universal. Pero hay tres estudios sobre los NMR que pueden ayudarnos a configurar una respuesta católica a los mismos y al pensamiento y la práctica new age. No se puede decir que las manifestaciones new age sean siempre las mismas que las de las sectas o NMR, aunque hay notables semejanzas. Lo que ocurre en realidad es que tanto el movimiento new age como los NMR (sectas y cultos) han penetrado a través de los puntos débiles en la coraza de la Iglesia, apartando a muchos de los principales dogmas de fe y la moral católicos. A pesar de las diferencias que pueda haber entre el movimiento new age y los NMR, el desafío que plantean a la Iglesia es muy semejante en ambos casos. Además, las estrategias pastorales para abordar el primero son útiles también para el segundo.

El movimiento new age tiende a hablar de «espíritu», de «esperanza», de «prioridades», en busca de una transformación personal y social que dé inicio a una nueva época de la humanidad, denominada a menudo «era de acuario» y caracterizada por el amor, la luz y la satisfacción de los más profundos anhelos espirituales. En el fondo de muchas de las ideas new age hay un humanismo secular y una mentalidad afín a la de psicólogos modernos como Carl Rogers. Se considera que las personas son básicamente buenas. Se sostiene además que pueden hacer lo que les plazca siempre que no causen evidentemente mal a nadie. Muchos afirman que cada persona es un dios. Es fundamental también la creencia en la dimensión espiritual de las personas y del universo: existe un mundo espiritual en el que todos participan o pueden participar; cada persona ha de desarrollar al máximo su potencial. De ahí que encontremos alteraciones deliberadas de los estados de conciencia, interés por las experiencias psíquicas, Silva Mina Control, TM, el Fornm (EST), la mediación de espíritus del pasado o de seres de otros planetas o galaxias. Es común una doctrina de la reencarnación" que elimina toda culpa o responsabilidad personal por las faltas, porque todo puede achacarse al karma de una persona, el inevitable estado en que uno se encuentra en una reencarnación determinada. Encontramos también ideas new age en el modo holístico en que algunas personas se plantean la salud o la medicina alternativa, así como la ecología. También se encuentran en el movimiento new age prácticas ocultas tradicionales, brujería, astrología, druidismo, creencia en el poder de los cristales, cultos de la fertilidad. Pueden encontrarse incluso ciertas formas de satanismo. La filosofía latente en muchas brillantes revistas para hombres y mujeres es también con frecuencia new age. Cierto tipo de música, con mensajes subliminales incorporados, puede reflejar algunas ideas new age, especialmente algunas formas de rock duro y de heavy metal; hay además música que es específicamente new age, para favorecer o acompañar, por ejemplo, estados alterados de conciencia.

Si consideramos ahora la actitud de la Iglesia ante las ideas y las prácticas new age, nos encontramos con lo que a veces es un proceso muy delicado de discernimiento. Algunas de las ideas que acabamos de mencionar son evidentemente erróneas. Pero algunas de las ideas adoptadas por los simpatizantes del movimiento new age son buenas, y en modo alguno evidentemente falsas o perversas. Por ejemplo, se puede buscar una medicina alternativa con una base sólida, no necesariamente arraigada en una cosmovisión anticristiana. Se puede aceptar sin dificultad un planteamiento holístico de la salud, centrado en la persona más que en la enfermedad. Pero cuando nos encontramos con un lenguaje del tipo «las profundidades curativas del alma humana», etc., es posible que estemos en los umbrales de las ideas new age. Uno puede usar también, por ejemplo, el yoga para la relajación sin asumir por ello las ideas filosóficas del yoga acerca de la naturaleza humana y el mundo. Existen diez áreas en las que los cristianos pueden coincidir con el movimiento new age: la insistencia en la cooperación más que en la competencia personal; el deseo de proteger el medio ambiente; el interés por la creatividad; la causa de la paz en el mundo; la llamada a una transformación humana radical —aunque en la práctica la manera de entender esta transformación varíe enormemente del cristianismo al movimiento new age—; la insistencia en la atención adecuada al propio cuerpo; el fomento de las potencialidades humanas y de una imagen positiva de uno mismo; el hecho de la aldea global con multitud de interdependencias; el deseo de vivir en un entorno no contaminado; la interconexión —de hecho, la Iglesia cristiana ha sido con mucho la red de conexión más elaborada, aunque no siempre se hayan explotado plenamente sus posibilidades—.

El discernimiento es por tanto absolutamente necesario. Aun a riesgo de simplificar excesivamente las cosas, se puede decir que mientras la filosofía new age es ambigua, su teología es abiertamente falsa. Un lenguaje que suena a cristiano tiene dentro del movimiento new age una significación completamente distinta. El cristiano cree que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y que Dios mora en el que tiene la gracia (cf Jn 14,23; ICor 6,19). Pero el cristiano nunca pierde de vista la trascendencia del Dios omnipotente que, aunque mora en nosotros por la gracia, sigue siendo no obstante enteramente otro. El pensamiento new age habla de la divinidad de la naturaleza humana de un modo absolutamente inaceptable para un cristiano. El discernimiento requerido no es fácil, pero se hace ineludible, según las palabras de Pablo: «Examinadlo todo; quedaos con lo bueno y evitad toda clase de mal» (ITes 5,21-22).

Los cristianos de tradición evangélica se oponen de manera vehemente al movimiento new age; algunos lo consideran como una manifestación del Anticristo. Pero corren el riesgo de rechazar como propias del movimiento new age cosas que no son incompatibles con el cristianismo, por ejemplo, la útil, aunque limitada, clasificación psicológica de la personalidad que se encuentra en el eneagrama o en la tipología de Myers-Briggs, o un uso discreto de la psicología de Jung.

Podemos desarrollar una respuesta a las ideas new age en varias etapas. Primero, podemos mostrar el modo en que estas se oponen profundamente al cristianismo. Segundo, podemos señalar las áreas de necesidades humanas que algunas personas consideran satisfechas por los planteamientos new age. Tercero, podemos indicar algunas estrategias pastorales necesarias para hacer frente a los influjos new age que por todas partes nos envuelven.

La objeción más profunda al pensamiento new age procede de la doctrina cristiana acerca de la salvación y de Cristo. En su nivel más profundo, lo que el pensamiento new age ofrece es una forma de «salvación». Todos conocemos los problemas fundamentales de la humanidad: las privaciones, una amalgama de ansiedades, el pecado, la culpa, el fracaso, el sufrimiento, el mal, la muerte, el más allá (GS 910). El pensamiento y las prácticas new age ofrecen un modo de afrontar estas dificultades y proponen una «salvación» que es puramente humana o procede de un poder que no tiene nada que ver con el del Padre de nuestro Señor Jesucristo. En esta oferta de «salvación» reaparece la antigua herejía del pelagianismo (podemos salvarnos por nuestros propios medios). Porque para el pensamiento new age lo que es necesario no es la reconciliación con Dios a través de Jesucristo, sino más bien el conocimiento o Gnosis del resplandor divino de los hombres. El movimiento new age podría calificarse en muchos casos de neo-gnosticismo. Junto a este reduccionismo humanístico hay una negación de Dios, o una visión falsa del Creador, de tipo monista (todo es en definitiva una misma realidad) o panteísta (todo es Dios).

Considerando todavía las objeciones más profundas que se pueden hacer al pensamiento new age, encontramos ideas acerca de Cristo que no son aceptables para los creyentes. Los pensadores new age, como David Spangler, distinguen entre Jesús y Cristo. Jesús fue un hombre de comienzos de nuestra era. «Cristo», por otro lado, es un espíritu universal que ha morado en los grandes líderes religiosos, como Buda, Jesús y otros gurús. Tal concepción choca con el núcleo mismo de la religión cristiana, para la que Jesús es Dios y hombre, y ha sido establecido como Señor (ICor 12,3) por medio de la resurrección que siguió a su muerte expiatoria (Rom 1,4).

En segundo lugar, la cuestión a la que es preciso responder en relación con los movimientos religiosos y new age es por qué la gente se siente atraída por estos grupos desde las distintas Iglesias, incluida la Iglesia católica. Parece improbable que el fenómeno de los movimientos religiosos en general pase, siquiera por la razón de que los factores sociales, culturales y religiosos que habían contribuido a su surgimiento continúan estando presentes. Parecida conclusión se impone en el caso del movimiento new age. Tenemos que considerar pues estos factores para entender por qué algunos de los miembros de la Iglesia han sido vulnerables a estos movimientos. Antes que nada, hay personas que se sienten perdidas en una época de cambio cultural y de búsqueda de sentido. En segundo lugar, hay gente que siente un vacío en la religión a la que pertenece: no encuentra en ella respuesta a sus necesidades profundas. Tercero, las respuestas que la Iglesia propone para los hondos problemas humanos no parecen relevantes o útiles. Cuarto, la Iglesia se ve como demasiado institucionalizada e impersonal, por lo que mucha gente no siente su pertenencia o compromiso con ella. Quinto, la Iglesia no parece subrayar suficientemente la promoción humana y el desarrollo emocional. Sexto, la Iglesia ha fracasado en la transmisión a los fieles de su rica tradición de oración y experiencia mística. Séptimo, la insistencia de la Iglesia en el pecado y en el comportamiento moral aparece como una carga pesada o como una violación del «derecho de las personas a la salud, la felicidad y la plenitud». Por último, está el deseo humano de trascendencia, conocimiento y visión.

La Iglesia tendría que ofrecer respuesta a estos deseos profundos del corazón humano, de modo que el recurso a los nuevos movimientos religiosos fuera innecesario. Pero habría que empezar diciendo que la Iglesia que mucha gente experimenta es una Iglesia profundamente necesitada de renovación, una Iglesia local que no vive en plenitud los dones que ha recibido de su Señor por medio del Espíritu. Los creyentes saben de la Iglesia universal, pero se trata en gran medida de una percepción intelectual; su experiencia de la Iglesia es parroquial y local.

Juan Hervás, obispo de Ciudad Real (España) y uno de los fundadores de los Cursillos de Cristiandad (Movimientos eclesiales) a finales de la década de 1940, hablaba de una «corrupción minimalista del cristianismo». Sostenía que se estaba ofreciendo a la gente un cristianismo seriamente corrompido, porque se había atenuado la relevancia del mensaje y el vigor del evangelio. Con demasiada frecuencia la gente se encuentra todavía con una forma de cristianismo que se reduce más o menos a la obligación de guardar los mandamientos, amar al prójimo e ir a misa los domingos. Es una corrupción del catolicismo, ya que ofrece una visión muy deficiente de cara a la vida en el mundo moderno; se trata de una imagen muy empañada de la buena noticia. La Iglesia tiene que presentar el evangelio en su integridad y no conformarse con ofrecer y exigir lo mínimo. Debe presentar una espiritualidad adecuada, que contenga todas las riquezas transmitidas por Cristo a la Iglesia. La gente no se siente satisfecha con lo que parece ofrecer la Iglesia; por eso muchos van a las religiones orientales, a las sectas y movimientos religiosos en busca de algo que satisfaga profundamente sus deseos. Mientras tanto yace olvidada la gran tradición mística de la Iglesia, su secular sabiduría sobre la espiritualidad y la experiencia religiosa. Apelamos a la cabeza sin tener en cuenta el corazón; los encuentros entre cristianos suelen ser excesivamente intelectuales y moralistas; no logran implicar a la persona entera, ni dan satisfacción a las necesidades más profundas de los creyentes, tanto jóvenes como ancianos.

En relación con los NMR hay otros problemas pastorales. Hay otros síntomas de peligro en los que los pastores y los padres deberían reparar: el movimiento empieza a aislarse social y geográficamente; el converso se hace cada vez más dependiente del movimiento en todo lo que respecta a la interpretación y el contacto con la realidad; se establece una separación neta entre «ellos» y «nosotros», lo satánico y lo divino, los buenos y los malos; importantes decisiones en la vida de los miembros son tomadas por otros; los líderes pretenden actuar y ordenar en nombre de Dios; se proponen unos objetivos vitales excesivamente simplistas e ingenuos. Suele darse además una atención excesiva a los nuevos adeptos —muestras exageradas de amistad y calor— o un aprovechamiento de sus sentimientos de culpa. Por eso es difícil abandonar un NMR o secta, y las Iglesias a menudo tienen poco que ofrecer a los que buscan una experiencia religiosa inmediata y un estrecho sentimiento de pertenencia. No suele dar resultado el lavado de cerebro, porque se anula así toda responsabilidad humana. Sin embargo, quienes abandonan un NMR o secta pueden necesitar consejo, asistencia psicológica y sanación espiritual.

Los NMR constituyen en definitiva un estímulo para la profunda renovación de las Iglesias, la formación de verdaderas comunidades y la predicación de la alegría y el sentido que encierran la cruz y la resurrección.