MOVIMIENTOS ECLESIALES
DicEc
 

Desde el Vaticano II ha habido un buen número de movimientos de renovación dentro de la Iglesia que tienen en común ciertas características (>Asociaciones de fieles). Se llaman «movimientos» porque son grupos de personas, originalmente espontáneos, en general guiados por uno o varios líderes carismáticos, que los conducen a determinadas experiencias espirituales o apostólicas, transmitiéndoles también a menudo una visión global de la realidad. Son «eclesiales» porque se consideran a sí mismos dentro de la Iglesia —como un modo de «ser Iglesia»— y servidores del reino de Dios bajo los pastores de la Iglesia, o al menos con su aprobación tácita. Son «contemporáneos» porque por lo general son de fundación reciente o son una refundación radical de un movimiento anterior. Son en su mayoría de origen europeo latino.

El discernimiento de tales movimientos es delicado porque su programa básico, o su idea directriz, son verdaderamente cristianos. Juan Pablo II se ha mostrado en general favorable a tales grupos. En su exhortación possinodal sobre los laicos señala con aprobación sus frutos y subraya la libertad concedida por el derecho canónico para que los fieles se reúnan con fines caritativos y religiosos.

Sin embargo, algunos de los movimientos eclesiales modernos han provocado reacciones muy negativas por parte de algunos obispos y pastores. Son difíciles de clasificar: cada uno consagra una visión determinada del cristianismo, variando los matices culturales, los objetivos, los métodos y la relación con los otros miembros de la Iglesia. En cuanto movimientos, están en constante desarrollo, por lo que la valoración de los mismos ha de modificarse cada cierto tiempo. Habría que distinguir además entre los objetivos de un movimiento y la realización a veces incompleta, precaria o ambigua de sus ideales.

A la hora de valorarlos hay que tener en cuenta también las manifestaciones locales: un movimiento puede ser muy valioso en un país y presentar en otro aspectos muy negativos. El discernimiento objetivo y ecuánime es a menudo difícil. Cabe, sin embargo, trazar de modo general tanto los valores como las posibles desviaciones, que son realidad al menos en algunos lugares y en algunos movimientos.

Los movimientos eclesiales actuales tienen muchos aspectos positivos. Tienden a centrarse en la conversión, si bien algunos parecen considerarse el camino, en lugar de uno de los caminos para acercarse a Cristo. Forman comunidades con un fuerte sentido de la identidad, pero a menudocon la sensación de ser mal entendidos o rechazados por los demás, que no han visto la luz que ellos han visto o no comparten su visión. Están dentro de la Iglesia, y en cuanto tales han de distinguirse de los movimientos new age (>Movimientos no cristianos y new age), aunque a veces puedan tener algún parecido superficial con ellos. Insisten en la entrega generosa a Cristo, por lo que a menudo sus miembros, tanto laicos como sacerdotes y religiosos, alcanzan un grado muy alto de compromiso. Los frutos evidentes de conversión, santidad y fidelidad a algunas enseñanzas importantes del magisterio reciente les han hecho alcanzar gran aceptación en la Iglesia, incluso en sus más altos escalafones, por ejemplo en los sínodos de obispos.

Pero hay también aspectos negativos. Su lectura de las Escrituras es con frecuencia parcial, incluso fundamentalista, y carecen a veces de un sentido real de la verdadera catolicidad de la Iglesia. A veces no respetan los otros carismas, muy diferentes, que hay en la Iglesia; su visión de la Iglesia y del mundo puede ser inadecuada. Pueden ser causa de división en una diócesis, en una parroquia, en una familia, en una congregación religiosa. Confiados en que tienen una luz que los otros no comparten, con frecuencia no están abiertos a las críticas de fuera, por lo que uno puede encontrar grupos cerrados, afirmándose y discerniendo dentro de sí mismos. Están expuestos además al peligro de la sobrevaloración de la experiencia religiosa inmediata.

Son tantos los grupos que sólo podemos ocuparnos aquí de algunos que se han extendido más allá del surde Europa. Podrán encontrarse tratados en artículos específicos las >comunidades cristianas de base y la >renovación carismática que, no sin aspectos negativos propios, han escapado sin embargo a los principales peligros de estos otros movimientos por su apertura básica a los otros y por la falta de vínculos de pertenencia rígidos. El >Opus Dei se trata también aparte, porque aunque comparte algunas de las características de los movimientos, ha sido erigido como >prelatura personal en la Iglesia. Algunos movimientos tienen estatuto de >asociaciones.

[Sobre las diversas formas de movimientos en el momento presente se pueden distinguir tres tipologías ilustrativas aproximadas: 1) los movimientos llamados primordialmente de laicos o laicales (aunque los otros dos también incluyen laicos), que comprenden sólo laicos, o laicos en su mayoría, cuyo fin es formar un laicado que viva una vida cristiana más profunda para insertarse de modo más eficaz en las realidades temporales y en la Iglesia (CIC 327 y 329); 2) los movimientos llamados especialmente «espirituales» (aunque los otros dos tipos también son «espirituales»), que reúnen varias categorías de personas para dar a conocer y difundir una espiritualidad particular, o para fomentar una vida más santa o promover el culto público (CIC 298, §1); 3) los movimientos llamados particularmente «eclesiales» o «nuevos» (aunque los anteriores también son «eclesiales» y no todos los «nuevos» son recientes), formados por diversas categorías y estados de fieles en la Iglesia (sacerdotes, laicos, casados, solteros, religiosos, consagrados...) para vivir en la Iglesia un elemento o aspecto particular de su misterio, como la unidad, la comunión, la caridad, el anuncio del Evangelio, la vida evangélica, las obras de misericordia, etc.

Mientras los dos primeros tipos constituyen una realidad asociativa establecida en la Iglesia reconocida jurídicamente (cf los cánones citados), la tercera tipología representa una forma asociativa nueva no prevista directamente ni aun por el nuevo Derecho Canónico. Con todo, la constitución apóstolica de 1989, Pastor bonus (art. 21,2), prevé la posibilidad de una comisión para cuestiones pertenecientes a diversos dicasterios (sacerdotes, religiosos, laicos...). Sobre este tipo de movimientos eclesiales he aquí una breve presentación de los más significativos.]

Uno de los primeros movimientos modernos son los Cursillos de Cristiandad, que tuvieron su origen en círculos juveniles de la Acción Católica (>Apostolado laical diocesano) en Mallorca en 1949. Uno de sus primeros dirigentes fue el obispo Juan Hervás y Benet. El cursillo consiste en un encuentro de tres días de duración con un marcado carácter evangelizador, orientado a la renovación del compromiso con los ideales cristianos, especialmente los bautismales. El cursillo va precedido por un precursillo, en el que se buscan posibles participantes. Los que han hecho el cursillo se reúnen semanalmente, a nivel supraparroquial, en grupos de entre 4 y 7 personas (ultreya) con el fin de ofrecerse mutuo apoyo y ahondar en el compromiso; los grupos se dedican a la oración, el estudio, la meditación de la Escritura y la amistad cristiana. Su finalidad es promover la evangelización en el mundo. En 1963 Pablo VI nombró a san Pablo patrón de los Cursillos.

El Movimiento Focolar (que en italiano significa «hogar», «chimenea»), cuyo nombre oficial es Opera di Maria, fue fundado por Chiara Lubich en Trento (al norte de Italia) en 1943. Esta estuvo inspirada y asistida por el historiador I. Giordani. Después de una búsqueda profunda de la voluntad de Dios para su propia vida, encontró su vocación en varios textos de la Escritura: Mt 7,21, Jn 15,12-13 y, especialmente Jn 17,21 —«Que sean uno para que el mundo sepa que tú me has enviado»— y Mt 18,20 —«Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»—. Algunas personas se reunieron en torno a ella, incluso durante el bombardeo a que fue sometido Trento en la II Guerra mundial. Desde el comienzo, el objetivo fue una autodonación total a Dios. En la visión «focolar» es central la imagen de «Jesús crucificado y abandonado». Al principio fue un movimiento de laicos solteros, que aún hoy, viviendo en comunidades con votos de castidad, pobreza y obediencia, siguen constituyendo su núcleo. El movimiento dio cabida más tarde a matrimonios, sacerdotes y religiosos, ligados a él en diversos grados y viviendo según los ideales espirituales del movimiento. La segunda generación, el movimiento juvenil «Gen», se inició en 1966 y tiene diferentes brotes en varios países. Desde 1968 hay también reuniones ecuménicas. La aprobación del movimiento ha sido lenta: Pío XII dio estímulo privadamente a su fundadora en 1953; Juan XXIII lo aprobó en 1962; y en 1978 pasó a estar bajo el Consejo pontificio para los laicos.

El Movimiento Neocatecumenal nació en 1964, en un barrio popular de Madrid, por obra de Kiko Argüello. Kiko, un pintor que vivía pobre con su Biblia, su crucifijo y su guitarra, se encontró con un grupo de gente que se reunía en torno a él y con quienes compartía la buena noticia de Jesús. Poco a poco se fue formando una comunidad de entre los pobres. Con el tiempo los grupos se vieron a sí mismos como siguiendo «el camino», itinerario que es expresión auténtica de la vida cristiana. El movimiento (término al que se resisten sus miembros) se difundió, hasta desarrollar en 1972 un programa de evangelización y compromiso. Generalmente un equipo se acerca al obispo con el fin de pedirle permiso para catequizar o evangelizar en su diócesis. La adhesión al «camino» conlleva un período de «catecumenado» de dos o más años de duración, consistente en las siguientes etapas: anuncio del kerigma, precatecumenado, catecumenado, elección y renovación de las promesas bautismales. Se entra así a formar parte de una comunidad que se reúne semanalmente para leer la Sagrada Escritura y reflexionar y, los sábados por la tarde, para celebrar la eucaristía. Los neocatecumenales tienden a marginar los programas de iniciación cristiana de adultos de las parroquias y las diócesis; el suyo, piensan, es el verdadero despertar a la fe. Aunque el compromiso de sus miembros es evidente, no faltan manifestaciones críticas por parte de los obispos y sacerdotes, que creen que los neocatecumenales tratan de establecer estructuras paralelas en las parroquias y en las diócesis. No obstante, el camino neocatecumenal ha recibido fuerte apoyo de los papas Pablo VI y Juan Pablo II y está en un proceso de institucionalización canónica.

El movimiento juvenil Gioventú Studentesca, fundado por don Luigi Giussani en la década de 1950, se convirtió en Comunión y Liberación en la época de las revueltas estudiantiles de 1968. En la década de 1970 atrajo a un buen número de antiguos jóvenes radicales. Dentro de la política italiana consideró prácticamente acabada a la Democracia Cristiana como auténtica organización cristiana, por haberse secularizado demasiado y haberse dejado infectar por el «laicismo». Comunión y Liberación insiste en el compromiso con la enseñanza moral de la Iglesia; está marcadamente referido al Papa y un tanto crítico con las jerarquías locales. Tiene tres centros principales de atención: la cultura, las obras de caridad y la misión. Su fundamento es la conversión a Cristo, de la que se derivan los demás compromisos.

Hay además innumerables movimientos con unos intereses más específicos: por ejemplo, las comunidades de El Arca, fundadas por Jean Vanier en 1964 y dedicadas a los disminuidos; la Legión de María, un movimiento apostólico laico fundado en Dublín por Frank Duff en 1921; Encuentros matrimoniales, fundado en España por Gabriel Calvo a comienzos de la década de 1960, y pronto difundido por Estados Unidos; los tres son internacionales. Algunos de los otros movimientos están implantados en algunos países o son de ámbito mundial; otros en cambio son de ámbito más reducido.

Dada la diversidad de movimientos, no se puede hacer una valoración concreta. En general hay que reconocer que son una poderosa obra del Espíritu en nuestros días; cada uno cuenta con uno o varios carismas notables. Pero, siendo como son humanos, pueden sufrir distorsiones o desviaciones. Necesitan atención pastoral por parte de los obispos, por medio de sacerdotes o laicos delegados, con el fin de asegurarse de que permanecen dentro de la > comunión más amplia de la Iglesia y de su misión, y de que permanecen sanos tanto desde el punto de vista psicológico como espiritual. Los movimientos que están extendidos por varios países han de tener en cuenta además las exigencias de la > inculturación, ya que las estructuras adecuadas para un país pueden no ser apropiadas para otro. [La reflexión actual sobre los nuevos movimientos y su lugar eclesiológico está comportando una profundización sobre su valor y significatividad.]

No cabe sino ver con malos ojos ciertos movimientos eclesiales de extrema derecha que rechazan el Vaticano II y consideran a >Pío XII el último papa auténtico. Tales son los movimientos reunidos en torno al arzobispo >Lefebvre en su última etapa y al grupo editorial de Courrier de Rome-Si si, no no, en el que se vilipendia gravemente a >Pablo VI. Sus papas ideales son >Pío X, por su condena del >modernismo y >Pío XII, por su encíclica Humani generis contra la «nueva teología», que considera un resurgimiento de las tendencias modernistas.

Por último, hay que decir que también hay movimientos de renovación en las Iglesias protestantes", algunos de los cuales son muy hostiles al catolicismo.