MOVIMIENTO ECUMÉNICO
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La palabra «ecumenismo» viene del griego oikoumené, que significa mundo habitado. En este artículo se usará en relación con las cualidades, actitudes y acciones que expresan la conciencia y el deseo de la unidad cristiana. Cuando la palabra se use en sentido distinto, se hará constar. Hubo siempre actividades ecuménicas inmediatamente después de cada ruptura en la > comunión eclesial, desde los tiempos pues de los primeros concilios. Se han hecho notables esfuerzos desde el siglo XVI. Pero es costumbre fechar el nacimiento del movimiento ecuménico moderno en 1910, en el encuentro de la Conferencia Misionera Mundial (de sociedades de misiones) celebrado en Edimburgo.

El escándalo de la división se hacía sentir con agudeza en los territorios de misión, en el testimonio fragmentado de las Iglesias cristianas. El impulso de Edimburgo llevó al establecimiento del movimiento Vida y Trabajo, que se reunió por primera vez en Estocolmo en 19254. Su objetivo era estudiar la aplicación de los principios cristianos a las relaciones internacionales y a la vida económica, social e industrial; él acuñó la frase: «El servicio une, la doctrina divide». Simultáneamente se creó el movimiento Fe y constitución, que se reunió en Lausana en 1927. Este se concentró en cuestiones relativas a la doctrina y el ministerio. Ambos movimientos son necesarios, ya que las Iglesias están divididas tanto por factores teológicos como no teológicos; estos últimos son, en algunos casos, de más difícil y arduo tratamiento.

En el encuentro de Vida y Trabajo celebrado en Oxford en 1937 y en el de Fe y constitución celebrado en Edimburgo el mismo año se acordó que ambos movimientos se fusionaran en 1942 para formar el Consejo Mundial de las Iglesias (CMI) (>Ecumenismo). Debido a la interrupción provocada por la II Guerra mundial, la unión no tuvo lugar hasta 1948, en la ciudad de Amsterdam.

La Iglesia católica rechazó las invitaciones a todos estos encuentros. La inspiración del encuentro de Edimburgo de 1910 condujo también al establecimiento de un Consejo Misionero Internacional (Jerusalén 1928), que se convirtió en parte del CMI en 1961, como su Departamento de misión y evangelización.

En este primer período de ecumenismo (1910-1948) hubo varias uniones, a nivel nacional e internacional, de Iglesias de una misma procedencia de denominación; algunas de ellas se remontan al siglo anterior; en la actualidad hay asociaciones mundiales de anglicanos (>Anglicanismo), >baptistas, >Iglesias congregacionalistas, >discípulos de Cristo, luteranos (>Iglesias luteranas), metodistas (>Metodismo), >Iglesias pentecostales e >Iglesias presbiterianas.

Se desarrolló también la «semana de oración por la unidad de los cristianos», que empezó siendo una semana de pentecostés y más tarde se fijó entre los días 18 y 25 de enero (>Ecumenismo y espiritualidad).

Fueron también importantes las conversaciones y diálogos (>Diálogo) entre Iglesias de distinto tipo, aunque las uniones fueron escasas, a excepción, por ejemplo, de la Iglesia del Sur de la India (anglicanos, congregacionalistas, metodistas y presbiterianos) en 1947, y la Iglesia Unida del Canadá. En otros lugares el episcopado, factores no teológicos y diferencias doctrinales han impedido la unión. A partir de la década de 1960 las negociaciones de cara a uniones eclesiásticas, a nivel nacional e internacional, tanto confesionales como intraconfesionales, aumentaron enormemente. La inspiración clave en estos años de Fe y constitución fue el objetivo articulado por su secretario O. Tomkins: «Una Iglesia renovada para la misión». Pero en la década de 1970 el interés por los esquemas de unidad decayó; hubo más interés en el proceso que en los planes.

En el período que va hasta 1949, con excepción de las Conversaciones de >Malinas, no hubo ninguna implicación formal de la Iglesia católica en el movimiento ecuménico (>Ecumenismo e Iglesia católica romana). La instrucción del Santo Oficio de 1949 dio cierto reconocimiento formal al movimiento ecuménico, en términos un tanto circunspectos, si no mezquinos. En 1960 el establecimiento del Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos preparó el camino al decreto del Vaticano II sobre ecumenismo (Unitatis redintegratio) de 1964. La Iglesia católica se convirtió en miembro de pleno derecho de Fe y constitución el año 1968.

Tras la constitución del CMI, las relaciones entre las Iglesias fueron mejorando progresivamente. Desde la asamblea general de Nueva Delhi (1961), los católicos han asistido como observadores. El número de diálogos ecuménicos aumentó de forma impresionante. Y se multiplicó también el número de uniones entre las Iglesias.

En el movimiento ecuménico posterior a 1948 se aclararon algunas cuestiones y se hizo más patente la naturaleza de los obstáculos para la unidad. Se hizo evidente para todos que la unidad buscada había de ser una unidad visible, en la que tuvieran cabida todas las Iglesias, que no fuera una uniformidad con estructuras rígidas. Al mismo tiempo se han hecho palmarias las dificultades: la amistad y las buenas relaciones no deben ocultar o minimizar las diferencias reales existentes; la eucaristía es central para la unidad cristiana, e implica la cuestión del ministerio; las interpretaciones puramente clasicistas o fundamentalistas de las doctrinas conducen pronto a callejones sin salida; en el encuentro de Fe y constitución celebrado en Lund en 1952 se llegó a la conclusión de que la «eclesiología comparativa», la comparación y contraste de las distintas convicciones había dado de sí todo lo que podía y no ofrecía perspectivas de avance. Propuso, en cambio, estudiar juntos la relación entre Dios y la Iglesia, insistiendo el encuentro de Montreal (1963) en la dimensión trinitaria de la Iglesia. La quinta conferencia mundial de Fe y constitución, celebrada en Santiago de Compostela en 1993, adoptó como tema Hacia la «koinónia» en la fe, la vida v el testimonio, en un momento en que el movimiento ecuménico mostraba cierta pérdida de confianza en sí mismo y cierta desorientación, y percibía con mayor claridad aún las dificultades con las que se enfrentaba. No obstante, la colocación de la koinónia en el corazón de la búsqueda ecuménica constituía por sí misma un avance capital.

Muchos estudios importantes siguieron a los encuentros de Fe y constitución de Lund y Montreal; el más significativo es, probablemente, Bautismo, eucaristía y ministerio (BEM) de la Conferencia de Lima (1982)

En los encuentros del CMI y de Fe y constitución, y en otras declaraciones y documentos ecuménicos, podemos encontrar el importante concepto de « >recepción». Mientras, y hasta que, las declaraciones y estudios no sean recibidos por las Iglesias a nivel institucional o central, así como por las bases de las mismas, tales declaraciones no producirán los frutos que se desean.

El movimiento ecuménico sigue avanzando en muchos sentidos, pero interrogándose continuamente por su orientación y su salud. Después del entusiasmo inicial de Edimburgo (1910), de Amsterdam (1948) y del Vaticano II en la Iglesia católica (1962-1965), el movimiento ha tenido que contentarse con el lento progreso y los limitados logros de un trabajo permanente en favor de la unidad. Habría que señalar cuáles son su dirección y sus objetivos en los comienzos del siglo XXI. Se presentan a la Iglesia de Roma tres campos de actividad ecuménica: con las conocidas como Iglesias monofisitas (>Iglesias orientales), con las que hay casi pleno acuerdo; el cisma con Oriente, respecto del cual se inició el diálogo oficial en 1980; las Iglesias de la Reforma y posteriores, con las que hay en la actualidad ocho diálogos en curso.

Se puede decir que el movimiento ecuménico no tiene un centro, sino que, como si de una elipse se tratara, tiene dos focos: Ginebra (CMI) y Roma. El primero prefiere el diálogo multilateral, el segundo el bilateral. Hay además, hablando en términos generales, dos eclesiologías. El protestantismo concibe a la Iglesia como brotando de la libre asociación de los fieles, congregados por la Palabra. El catolicismo y las Iglesias orientales ven a la Iglesia como construida desde arriba con las estructuras establecidas por Cristo o enseñadas a la Iglesia primitiva por el Espíritu. Dada la importancia de la recepción, el ecumenismo a nivel de base necesita mayor desarrollo. Las declaraciones acordadas entre las distintas Iglesias no se han reflejado todavía suficientemente en la vida ordinaria. No obstante, cuando se recuerda la situación en la primera mitad de este siglo, se ven los grandes progresos que se han hecho en muchos frentes

En los comienzos del movimiento ecuménico en cada Iglesia hubo un primer avance al disminuir los problemas de tipo afectivo y psicológico y aumentar la confianza entre las Iglesias. Tras esta fase inicial, las arduas cuestiones teológicas han de abordarse en paciente diálogo. La cuestión del método será siempre crucial. Pero el descubrimiento de la unidad existente en la teología, en la visión, en la experiencia religiosa común del señorío de Cristo y del poder del Espíritu Santo es un fundamento sólido para ulteriores progresos.

Es común usar la expresión «ecumenismo amplio» para referirse al diálogo y las relaciones con el judaísmo (>Judíos e Iglesia), >islam, >budismo, >hinduismo y en general las religiones no cristianas (>No cristianos). La expresión se usa también para referirse vagamente a distintas formas de diálogo con el mundo y la cultura, con la sociedad y ciertos grupos especialmente desfavorecidos. Por último, se está imponiendo la palabra ecumenics (¿ecumenismo? ¿ecuménica?), como en la Irish School of Ecumenics (Dublín), fundada en 1970 por M. Hurley; designa el estudio científico y práctico de todas las cuestiones relativas a la división de la cristiandad y, en particular, a la reflexión del ecumenismo en cuanto tal.