IMPOSICIÓN DE MANOS
DicEc
 

En distintas religiones encontramos el acto simbólico impresionante de colocar la mano, o las manos, sobre una persona. Se encuentra con frecuencia en rituales de curación, por lo general dando a entender que el que cura es una persona que tiene poder (cf Mc 5,27-30: aquí por el contrario el que cura es tocado). Aparece en el Antiguo Testamento como un signo de bendición (Gén 48,13-16), como un signo de consagración, de elección, de donación (Núm 8,10; 27,15-23; Dt 34,9), como un signo de identificación en el caso de las ofrendas sacrificiales (Lev 1,4; 3,2) y del chivo expiatorio (Lev 16,21-22).

En el Nuevo Testamento encontramos a Jesús poniendo las manos sobre los niños como signo de bendición (Mc 10,16; Mt 19,13). Con frecuencia pone las manos sobre los enfermos para curarlos (cf Mc 1,41; 8,23-26; Lc 4,40; 13,13), pero a veces expulsa los malos espíritus o cura sólo con la palabra (cf Mc 2,9-11; 5,8-13; 9,25). A la Iglesia se le confiere un ministerio de curación, que ejerce con frecuencia por medio de la imposición de las manos (Mc 16,18; He 9,12.17; 28,8), aunque no exclusivamente (cf Sant 5,14; He 5,15).

La imposición de manos de los apóstoles transmite el don del Espíritu Santo (He 8,17-19; 19,6). Encontramos también imposición de manos al elegir a alguien para un oficio o tarea (He 6,6; 13,3; 2Tim 1,6-7). La ocasión o significación de determinadas imposiciones (1Tim 4,14; 5,22; Heb 6,2) no está siempre clara. En los textos neotestamentarios la imposición de manos de los apóstoles puede considerarse que tiene dos significados: es una >epiclésis o invocación del Espíritu o de los dones divinos; implica una comunión entre el que toca y el que es tocado.

En la >Tradición apostólica (TA) se observa una práctica muy desarrollada, así como una teoría emergente, de la imposición de manos. El obispo pone la mano sobre los candidatos al episcopado, el presbiterado y el diaconado, así como sobre algunos >confesores. Se dice explícitamente que no se realiza la imposición de manos con los >subdiáconos, >viudas, >vírgenes, >lectores y curanderos. Sólo el obispo impone las manos al candidato al diaconado. La razón de ello es que «el diácono no es ordenado para el sacerdocio» (TA: 8/9,2) y que «no recibe el espíritu común al presbiterio, del que participan los sacerdotes» (8/9,4). Por otro lado, los miembros del presbiterio signan al candidato (sphragizein) poniendo sobre él la mano, mientras que el obispo ordena (cheirotonein). Esto se debe al espíritu común que tienen; el sacerdote tiene poder para recibir, pero no para transmitir el Espíritu (8/9,5-8). La imposición de manos es un aspecto importante del catecumenado: el >maestro impone la mano sobre los candidatos después de orar (19/19,1); en el período inmediatamente anterior al bautismo reciben la imposición de manos diariamente para el exorcismo (20/20,3); el obispo realiza un exorcismo final imponiendo la mano (20/ 20,3, 8). El que bautiza coloca la mano sobre los candidatos que confiesan su fe en el momento mismo del bautismo (21/21,14).

En las >Constituciones apostólicas, de finales del siglo IV, se distingue cuidadosamente entre dos formas de imposición de manos: cheirotonia es el término usado para la ordenación de obispos, sacerdotes, diáconos y subdiáconos; cheirothesia es la palabra usada para otras imposiciones de mano(s) del ritual del bautismo, la reconciliación de penitentes o las bendiciones. La diferencia entre ambas es explícita y consciente: los bautizados no son ordenados, y sólo el obispo ejerce la cheirotonia, mientras que los sacerdotes pueden usar la cheirothesia". Para Agustín, el sentido de la imposición de manos en el bautismo era el de la oración: «¿Qué es esto sino orar sobre una persona?».

A mediados del siglo XX se produjo una importante reorientación de la manera de entender los sacramentos: los sacramentos se vieron como acciones salvíficas de Cristo; se subrayó la dimensión pneumatológica, afirmándose que el Espíritu opera, o incluso se da, en cada uno de los sacramentos. Ambas ideas encontrarán expresión adecuada en una renovada insistencia en la imposición de las manos.

La imposición de manos es central en la liturgia posterior al Vaticano II: hay imposición de manos en silencio en la ordenación de diáconos, sacerdotes y obispos, así como en la >unción de enfermos; hay una imposición de manos solemne sobre los confirmandos (>Confirmación), que sirve de preparación a la unción, vista esta a su vez como una imposición de mano; el sacramento de la >reconciliación tiene también imposición de mano en el acto de la absolución; en la misa la primera epiclésis sobre el pan y el vino va unida a una imposición de manos, y los concelebrantes extienden las manos sobre la hostia y el cáliz durante la consagración; la bendición solemne del final de la misa va acompañada también de imposición de manos sobre la asamblea; la bendición con el signo de la cruz puede considerarse también como una bendición de mano.

El símbolo de la imposición de manos ha de interpretarse siempre de acuerdo con la oración que lo acompaña. Puede ser una forma sacramental o puede ser una oración de bendición o de curación. No hay razón alguna para decir que la imposición de manos ha de limitarse a los clérigos. La usan también legítimamente, en oraciones de curación, los laicos, especialmente en los grupos carismáticos.

Hay que plantearse la cuestión teológica de cómo ha de entenderse la imposición de manos. ¿Ha de verse la imposición de manos de uno como una fuente de poder, o se trata más bien de un gesto de oración, de una epiclésis? Aunque los estudiosos mantienen al respecto puntos de vista diferentes, quizá sea preferible ver la imposición de manos como un símbolo de epiclésis. En el caso de los sacramentos tenemos la garantía de que la oración será escuchada si el receptor está adecuadamente dispuesto (es el efecto ex opere operato); en el caso de las oraciones de curación y en las imposiciones de manos no sacramentales, no existe tal garantía (es ex opere operantis).

Los que ejercen en la Iglesia el ministerio de la curación suelen hablar de que sienten el poder de la curación pasar a través de ellos a la persona. Otros con dones no menos notables no parecen experimentar esta sensación, o haberla experimentado sólo al comienzo de su ministerio. Este tipo de percepciones están todavía a la espera de una investigación adecuada. Puede no obstante afirmarse que el simbolismo primario de la imposición de manos es el de la invocación o epiclésis, aun cuando Dios pueda servirse del curandero como instrumento físico, o en determinados casos pueda haber implicados ciertos poderes psíquicos.

Por importantes que sean las cuestiones teológicas, no se puede olvidar tampoco la importancia del calor humano que va unido al símbolo de la imposición de manos, tanto en los contextos sacramentales como en los extrasacramentales.