GUARDINI, Romano
(1885-1968)
DicEc
 

Nacido en Verona (Italia) en 1885, Romano Guardini pasó la mayor parte de su vida en Alemania. Después de realizar estudios universitarios de química y economía, se pasó a la teología y fue ordenado sacerdote en 1910. Se creó en Berlín para él una cátedra de Religión y visión del mundo católicas (1923-1939). Después de la guerra se crearon cátedras semejantes para él en Tubinga y luego en Munich. Murió en 1968.

Durante el período de entreguerras, Guardini influyó poderosamente en la renovación de la teología católica. Sus principales escritos estaban dedicados a la liturgia, la homilética y la relación de la Iglesia con el mundo. Su libro más famoso fue una vida de Cristo, El Señor, escrita con la intención de integrar cuestiones teológicas con exégesis más modernas.

En eclesiología insiste en la necesidad de «despertar la Iglesia en las almas», de superar el individualismo de modo que las personas se comprometan en la comunidad de la Iglesia, que es más que la suma de los individuos. Subraya el pensar o sentir con la Iglesia (sentire cum Ecclesia). En la Iglesia es el equilibrio perfecto entre lo personal y lo comunitario, entre la libertad y la autoridad. «A pesar del carácter humano, podría decirse que demasiado humano, de la Iglesia, podemos decir que es la vida divina la que actúa en la vida de la Iglesia, en sus manifestaciones y en su historia». Y también: «El individuo lleva la Iglesia, su poder dinámico y su peso, en su fe; la Iglesia está presente en él tal como es. La Iglesia lo lleva y lo lastra. Su vida lo nutre. Su inmensidad lo hace humilde. Su aliento ensancha su horizonte; su sabiduría le da una norma de vida; su poder amplía su campo de actividad. Su formalismo lo bloquea, su frialdad lo endurece; y todo lo que es violento, egoísta, duro o vulgar en la Iglesia influye en la fe del individuo, de modo que este último se siente obligado a veces a sostener la causa de Dios, no sólo en la oscuridad del mundo, sino también en la de la Iglesia».

En una época de triunfalismo eclesiológico, Guardini habla siempre en nombre de la verdad, con un realismo franco cuando es necesario, pero con amor a la Iglesia, a la que con tanta frecuencia llama «madre».