ECUMENISMO Y CONSEJO MUNDIAL DE LAS IGLESIAS
DicEc
 

El Consejo Mundial de las Iglesias (CMI) se creó en 1948, al unirse los movimientos Vida y trabajo, y Fe y constitución (>Movimiento ecuménico). Su primera asamblea general, en la que participaron 147 Iglesias, tuvo lugar en Amsterdam. El número aumentó al dar igual relevancia a los principios confesionales y los principios regionales; así, por ejemplo, la Iglesia de Inglaterra y la Iglesia de Irlanda, ambas anglicanas, podían ser miembros distintos. Del Oriente cristiano sólo unas cuantas Iglesias estaban representadas (>Ecumenismo, Iglesias ortodoxas y otras Iglesias orientales). No había ningún católico presente, pues Roma no concedió los permisos para asistir como observadores. No obstante, había católicos asociados a los participantes y rezando por el éxito de la empresa.

La «base» del CMI en Amsterdam fue «El Consejo Mundial de las Iglesias es una asociación de Iglesias que aceptan a nuestro Señor Jesucristo como Dios y Salvador». La asamblea de Amsterdam aprobó cuatro declaraciones, entregándolas a las Iglesias para que las consideraran seriamente y actuaran en consecuencia, procedimiento que refleja la naturaleza del CMI. No es un organismo que tenga potestad o jurisdicción sobre las Iglesias miembros. Uno de los rasgos más destacados de esta asamblea fue tomar constancia de lo que se llamó «nuestra diferencia más honda», a saber, la concepción de la naturaleza de la Iglesia, detectando una división entre la insistencia «protestante» en la iniciativa de la palabra de Dios y la respuesta de la fe, y la acentuación «católica» de la continuidad visible de la Iglesia. Esta distinción sigue siendo en cierto modo válida, aunque simplifica en exceso una situación que es más compleja.

La segunda asamblea general se celebró en Evanston, Illinois, en 1954, y las siguientes fueron en Nueva Delhi (1961) —la primera en la que hubo observadores católicos y la ocasión en que se unieron la mayoría de las Iglesias ortodoxas–, Upsala (1968), Nairobi (1978), Vancouver (1983) y Canberra (1991). Entre las asambleas generales, a las que asisten delegados de todas las Iglesias miembros, hay encuentros del comité central, que está formado por 100 delegados. El CMI, además de Fe y constitución, tiene un amplio número de departamentos y secciones que elaboran declaraciones y documentos publicados regularmente. Estos adquieren un estatuto especial si son «adoptados» o «recibidos» por el comité central o la asamblea general. Algunos de los documentos más importantes han aparecido como «Papeles de Fe y constitución».

Desde los primeros días se discutió sobre la naturaleza misma del CMI, problema que fue en buena medida resuelto en el encuentro del comité central en Toronto en 1950, en el que se elaboró el documento La Iglesia, las Iglesias y el Consejo Mundial de las Iglesias. Se dice en él: «El CMI no es, ni debe ser nunca, una superiglesia»; su finalidad es «poner a las Iglesias en contacto unas con otras»; el CMI no tiene una eclesiología propia, por lo que ninguna Iglesia está obligada a cambiar su eclesiología ni a «aceptar una doctrina específica en relación con la naturaleza de la Iglesia»; las Iglesias pertenecientes al CMI reconocen «que la pertenencia a la Iglesia de Cristo es más amplia que la pertenencia a su propia comunidad eclesial»; pero esto no significa «que cada Iglesia tenga que considerar a las otras Iglesias miembros como Iglesias en el sentido auténtico y pleno de la palabra, sino que estas (las Iglesias miembros del CMI) se reconocen mutuamente como servidoras del único Señor». La asamblea general de Nueva Delhi confirmó la declaración de Toronto, añadiendo la idea de que el CMI son «las Iglesias en consejo/concilio continuo». Con el paso de los años el CMI desarrollaría varios estudios sobre la conciliaridad. Una nueva clarificación se alcanzó en el encuentro de Fe y constitución de Montreal en 1963: «El consejo no es la Iglesia; no pretende ser una Iglesia ni la Iglesia», sino que «se ofrece como servidor de las Iglesias y de la Iglesia».

Desde 1950 hubo peticiones, especialmente por parte de las Iglesias ortodoxas, para que se modificara la «base» de Amsterdam y se hiciera trinitaria. Era generalmente aceptado que la «base» no era una profesión de fe completa, sino que recogía simplemente lo que mantenía juntas a las Iglesias en el CMI, proporcionando un punto de partida para el entendimiento y un fundamento para la colaboración. En Nueva Delhi (1961) la «base» se enmendó del siguiente modo: «El Consejo Mundial de las Iglesias es una asociación de Iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador según las Escrituras, por lo que tratan de realizar juntas su vocación común a la gloria del único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo».

En cuanto asociación de Iglesias, el CMI no tiene autoridad sobre ninguna Iglesia. Sus numerosas declaraciones son entregadas a sus miembros para su consideración. La única autoridad de estos documentos es pues la derivada de la sabiduría que contienen, según la percepción y recepción por parte de las Iglesias. Las reuniones del comité central a lo largo de los años han mostrado un fuerte liderazgo entre las Iglesias, especialmente en los ámbitos del racismo y de las cuestiones sociales. Su apoyo a ciertos movimientos de liberación en la década de 1970 fue controvertido, llevando a algunas Iglesias a abandonar el CMI o a criticarlo abiertamente hasta el punto de apartarse públicamente de ciertos programas.

De las cuestiones relativas a la misión se ocupa el Departamento de misión y evangelización, que se creó cuando el Consejo Misionero Internacional (fruto también de Edimburgo 1910) se unió al CMI en la asamblea de Nueva Delhi de 1961.

Las relaciones entre Ginebra (CMI) y la Iglesia de Roma han mejorado sustancialmente. La Iglesia no tomó parte en los movimientos que condujeron a Amsterdam, Fe y constitución, y Vida y trabajo. La invitación a asistir a las dos primeras asambleas en calidad de observadora no fue aceptada por la Iglesia católica. La creación de Secretariado para la unidad de los cristianos en 1960, así como el compromiso formal de la Iglesia católica en el movimiento ecuménico con el Decreto sobre ecumenismo del Vaticano II, dieron lugar ambos a un cambio de actitudes, de modo que desde Nueva Delhi ha habido observadores oficiales en todas las asambleas generales. La Iglesia católica ha sido además miembro de pleno derecho de Fe y constitución de 1968.

En el período inmediatamente posterior al Vaticano II se produjo un acercamiento importante entre Roma y Ginebra. La colaboración en la «semana de oración por la unidad» se inició en 1966 (>Ecumenismo y espiritualidad). En 1965 se creó un Grupo de trabajo conjunto (GTC) entre la Iglesia católica y el CMI. Este grupo publicó una serie de informes importantes, en particular un rechazo común del >proselitismo. Pero un estudio de tres años del GTC llevó a la conclusión de que la Iglesia católica no solicitaría el ingreso en el CMI en un futuro próximo. Por otro lado, tres ámbitos de colaboración entre la Iglesia católica y el CMI cesaron después de unos comienzos prometedores: la Comisión médica cristiana, el Grupo ecuménico de contacto de mujeres y el Comité conjunto sobre la sociedad, el desarrollo y la paz. En 1971-1972 el GTC hizo un importante seguimiento de la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Después de 1975 el GTC dirigió más su atención al ecumenismo local, la misión y las cuestiones sociales, aunque sin abandonar el estudio teológico.

La reacción inicial del cristianismo oriental ante el CMI fue cautelosa; parecía demasiado occidental y protestante. Pero la Declaración de Toronto eliminó obstáculos y preparó el camino para la plena integración. Desde 1961 la contribución de los miembros ortodoxos al CMI ha sido muy significativa: han compartido sus doctrinas, especialmente las trinitarias, con Fe y constitución; han hecho su aportación particular a las actividades de Vida y trabajo dentro del CMI; han subrayado el papel y el significado del culto, especialmente de la eucaristía; han transmitido las concepciones místicas y ascéticas de la tradición viva de sus fieles; han contribuido al debate continuado sobre la unidad de la Iglesia desde el punto de vista teológico e histórico.

El CMI sigue evolucionando tanto en su autocomprensión como en sus actividades. En la asamblea de Canberra (1991) se reunieron representantes de 318 Iglesias. Puede que sea la última de las asambleas generales con esta configuración. El CMI tendrá que buscar nuevos caminos; puede que haya confundido la tolerancia con la noción mucho más rica de >comunión.

Ginebra sigue siendo, junto con Roma, uno de los dos focos de un movimiento ecuménico que quizá, más que como un círculo, podría verse como una elipse. El CMI sigue empeñado en una visión del ecumenismo que no se limita a las cuestiones doctrinales; mantiene viva la herencia tanto de Vida y trabajo como de Fe y constitución. Acaso necesite centrarse más en las cuestiones teológicas y prácticas relativas a la unidad de la Iglesia.