Sacerdote


iepsÚQ [hiereús] sacerdote; apxtEpevq [archiereús] sumo sacerdote; íspcoavvr] [hierosyne]
sacerdocio; iepareía [hiératela] oficio sacerdotal; íspáTEvpa [hieráteuma] sacerdocio

I Los sustantivos hiereús, sacerdote y archiereús, sumo sacerdote, lo mismo que hierosyne, sacerdocio, dignidad
sacerdotal, hiératela, oficio sacerdotal, servicio sacerdotal y hieráteuma, sacerdocio, derivan del adj. kpóg [hieras],
santo. El significado de los vocablos en el ámbito lingüístico griego se trata, por ello, bajo el epígrafe -» santo, art.
hieras 1, 2d y 3bc.

Hay que completar lo que allí se dice añadiendo que, según el estoico Zenón (Stob. Ecl. II, 67, 20), el sacerdote
debe ser «conocedor de los estatutos del culto», y debe permanecer en castidad y piedad «dentro de la naturaleza
divina», esto es, en armonía y conformidad con la -> naturaleza considerada como divina. De ahí que, para la Stoa,
«únicamente el sabio» es sacerdote (cf. Orígenes, Comm. in Jn 1, 4; Diógenes Laercio, VII, 119); el sabio es
asimismo el auténtico rate (Stobaeus, Ecl. II, 114, 16).

II 1. El sacerdocio en Israel

Los LXX traducen por hiereús el hebreo kohén, sacerdote, emparentado con el árabe kahin, vidente, adivino.

a) Misión del sacerdote en Israel era originariamente, no el ofrecer sacrificios, sino el proferir oráculos (Jue 17,
5; 18, 5 s; 1 Sam 14, 36-42 y passim) y enseñar la Tora (Dt 27, 9 s; 31,9 ss). La -• ofrenda podía ofrecerla todo jefe de
familia (Gn 8, 20; 31, 54 y passim). El suegro de Moisés, Jetró, sacerdote en Madián (Ex 2, 18 ss; 3, 1) ofrece en el
Sinaí holocaustos y víctimas, asiste a las comidas comunitarias de los jefes de Israel y aconseja a Moisés en la
ordenación jurídico-sacral (Ex 18, 12 ss).

b) La institución levítica se remonta probablemente a una estirpe sacerdotal asentada en torno a Cades, con la
cual a su vez estaba emparentado Moisés (cf. el árabe laway, proferir oráculos). Sin embargo, no todo levita era
sacerdote (Jue 19, 1); la fórmula «los sacerdotes y los levitas» (Dt 17, 8 y passim) es sólo un programa
deuteronómico. Pero los levitas tenían una relación espec. estrecha con Yahvé (Dt 10,9; Jue 17,13) y pretendían ser
los únicos que habían sido llamados al verdadero sacerdocio (Ex 32, 25 ss; Dt 33, 8 ss; por el contrario, vemos que
surge la polémica en Gn 49, 5 ss). Jurídicamente se parecían a los extranjeros que no poseían tierras (Dt 10, 9 y
passim; Jue 17, 7; 19, 1), pero pertenecían a la comunidad de las tribus, de cuya tradición jurídico-sacral se
ocupaban (Dt 27,14-26; 31,24 ss; 33,10). De ahí que contaran a Moisés entre los suyos, aduciendo que pertenecía a
los levitas (Ex 2, 1 s). Distinto es el caso de Aarón. El sale al paso en Nm 12, 11 s como intercesor, en Ex 17, 8 ss
como rival de Moisés cuando éste bendecía y en Ex 32, 1 ss como sacerdote del becerro de oro. Si con esto
enlazamos el texto de 1 Re 12, 28 ss, probablemente era Aarón el epónimo del sacerdocio en el santuario del reino
del Norte en Betel; éste defendía su legitimidad contra la crítica levítica, al escribir a Aarón en el rango de los levitas
(Ex 4, 13-16).

c) En la época anterior a los Reyes, aparecen los sacerdotes únicamente en relación con un santuario, p. ej.,
con la casa de Dios del efraimita Mica (Jue 17): su sacerdote era un levita, el cual, junto con la imagen del culto, fue
llevado a Dan (Jue 18). El sacerdocio de Dan es legitimado en Jue 18, 30 haciéndole remontar hasta Moisés. En el
santuario de Silo ejercían el sacerdocio los dos hijos de Eli, cuyo servicio sacerdotal consistía en la ofrenda de
sacrificios de víctimas e incienso y en pronunciar oráculos (1 Sam 1, 3; 2, 27 s). Los sacerdotes vivían de la
participación en los sacrificios (1 Sam 2, 13 ss). Después de la caída de la familia de Eli en Silo, se mencionan
nuevamente los descendientes de esa familia en Nob (1 Sam 21, 2.7; 22, 9-23).


(íepfiúg) Sacerdote

d) El culto del templo que floreció en la época de los reyes hizo que surgieran sacerdocios organizados (1 Re 4,
2 ss; 12, 26 ss), los cuales tuvieron autoridad junto a los santuarios locales, puesto que la realeza y el sacerdocio de
residencia contrajeron vínculos políticos muy firmes (2 Re 10,11.19 ss; 11,1-12). La clase superior sacerdotal que se
había ido formando de esta manera fue expulsada después por los conquistadores de ambas partes del reino (2 Re
17, 27 s; 25,18). La reforma de Josías (632/2 a. C.) centralizó el culto a Yahvé en el templo de Jerusalén y degradó a
los sacerdotes de los santuarios locales hasta reducirlos a un clerus minor (2 Re 23, 5-9). La literatura levitica
deuteronómica, influida por los levitas, hizo prevalecer para el estado sacerdotal la exigencia de un origen levítico
(Dt 17, 18 y passim).

e) En la época del exilio fue codificado el derecho sacerdotal. Y como no todos los levitas podían ser
sacerdotes, se estructuró lo de «sacerdotes y levitas» como dos clases de la tribu de «Leví», que entonces se
convirtió simplemente en la tribu sacerdotal (Nm 18, 1-7). Aarón fue entonces el «sacerdote» y a los aarónidas
correspondía el sacerdocio (Ex 29, 29 s y passim). De acuerdo con Ez 44,15, finalmente los sadoquitas formularon
su pretensión al cargo de sumo sacerdote. Ellos decían descender de Sadoc, el sacerdote pre-davídico de Jerusalén,
al cual se llegó ficticiamente pasando por la rama de Eli de Nob hasta la de Eli de Silo (2 Sam 8, 17; 1 Cr 24, 3).

f) La nueva ordenación postexílica exigía para los sacerdotes de rango superior un origen sadoquita, para los
sacerdotes ordinarios un origen aarónico y para los servicios del templo que procedieran de los levitas (1 Cr 24). Y
como, junto a la misión de ofrecer sacrificios, se introdujo el cuidado de los estatutos de Yahvé ordenados por
Esdras (Neh 8), surgió la institución de los letrados en Escritura, que pronto sobrepujó al sacerdocio (Aboth V, 5;
La Tora es más que el sacerdocio y la realeza; bSanh. 59a: «Un no judío que domina la Tora es como un sumo
sacerdote» -» Israel II, 3: -> Escritura).

g) En la época de Jesús se produjo una hendidura de tipo social entre los sacerdotes de rango superior y los
sacerdotes ordinarios; éstos formaban 24 turnos de servicio para 4-9 casas paternas (1 Cr 24; Josefo, Ant. VII 365,
cf. Le 1, 5.8). Los turnos realizaban cuidadosamente por semanas su servicio en el templo. El tiempo que les
quedaba los sacerdotes ejercían una profesión en cualquier parte del país. Asimismo daban su dictamen en las
cuestiones de pureza legal (Lv 11-15) y se cuidaban de la lectura y de la exposición de la Tora en el servicio religioso
de las sinagogas.La dignidad sacerdotal era hereditaria; para los sacerdotes había severas prescripciones acerca de
la pureza y del matrimonio (Lv 21). Los levitas se dividían en músicos del templo y servidores del mismo (1 Cr 6,
16-33), y formaban asimismo 24 turnos de servicio. No tenían acceso al altar (Nm 18, 3). Según Jos 21, los levitas
vivían en ciudades levíticas.

h) En la comunidad de Qumrán se constituyó el sacerdocio de Sadoc, que había sido derrocado por los
Asmoneos, como una comunidad sacerdotal de salvación en los últimos tiempos (IQS V, 2.9; IQSa I, 2.24; IQSb
III, 22; CD III, 21). Su fundador, el «maestro de justicia», era sacerdote de la estirpe de Sadoc (4QpPs 37 II, 16); su
adversario, el «sacerdote de la maldad o malvado» (lQpHab VIII, 8), se identifica probablemente con el sumo
sacerdote Jonatán (152-143 a. C). Los sacerdotes tienen el primer puesto en la comunidad («En ningún sitio donde
se hallen diez hombres de la comunidad de la unión, les abandone un hombre perteneciente al estado sacerdotal»
IQS VI, 3 ss; cf. II, 19 s; asimismo 1QM, espec. VII, 10-IX; XVII; XVIII); el jefe de los sacerdotes del final de los
tiempos está por encima del mesías (IQSa II, 1-21). Las prescripciones que tenían vigencia para los sacerdotes se
aplican a todos los miembros de la comunidad. El lenguaje y el mundo de ideas de la comunidad respiran
constantemente el espíritu sacerdotal.

i) Filón ve en el sacerdote el símbolo del lagos (Abr. 198; Cher. 16 s) y, psicologizando, lo equipara con la
conciencia (Deus Inm. 131 ss) o con la fuerza anímica divina de la razón que se halla en el hombre (Somn. I, 215). Se
advierte el influjo estoico en lo que sigue: los levitas son la imagen del verdadero sacerdocio en el alejamiento de las
pasiones y en la aplicación al lógos bueno (Ebr. 76; Fug. 109). Todo el que no camina por la senda del pecado
pertenece al linaje sacerdotal (Spec. Leg. I, 243).

2. El sumo sacerdote
Archiereús aparece en los libros canónicos (= pertenecientes al canon palestinense) de los LXX sólo 5 veces, en
los libros propios de los LXX, 41 veces. Los LXX traducen la expresión del TM hakkóhén haggadol, el sumo
sacerdote o kóhén narros, el jefe de los sacerdotes, literalmente o simplemente mediante la palabra hiereús.

a) El oficio vitalicio del sumo sacerdote, que data de la época posterior al destierro, pero que idealmente se
retrotrae hasta Aarón, estuvo hasta el 172 a. C. en posesión de los sadoquitas o descendientes de Sadoc. Y como al
pueblo le faltaba un poder político supremo, recayeron también sobre el sumo sacerdote atribuciones políticas. De
ahí que surgieran tensiones, p. ej. entre el sumo sacerdote Eliasib y Nehemías (Neh 13, 4-9.28), y se desarrollaran
corrientes favorables a las costumbres helenísticas (2 Mac 4, 12-15). Las luchas por conseguir el cargo de sumo
sacerdote dieron ocasión al seléucida Antíoco IV Epífanes a intervenir muchas veces desde el año 175 en la
provisión del cargo y en el culto de Yahvé; en contra de eso surgió la rebelión de los macabeos. El hijo del último
sumo sacerdote legítimo se fugó en 169 a Egipto y fundó en Leontópolis un templo que existió allí hasta el año 73
a.C. En Jerusalén el asmoneo Jonatán (de la simple estirpe sacerdotal) usurpó el año 152 a. C. el cargo de sumo
sacerdote (1 Mac 10, 20 s). Los asmoneos aceptaron esto, a pesar de la protesta de los fariseos, hasta el año 37 a. C.
Herodes y, después de él los romanos, nombraron y destituyeron a su capricho, hasta el año 67 d. C, a 28 sumos
sacerdotes, de ellos 25 no pertenecientes a la estirpe legítima. Algunas poderosas familias (Boethos, Anas, Phiabi,
Kamith) supieron asegurarse el sumo sacerdocio por medio del soborno. El último sumo sacerdote antes de la
destrucción de Jerusalén (año 70 d. C.) fue todavía una vez más un descendiente de Sadoc.

Sacerdote (ispsóg)

b) El sumo sacerdote era en la época de Jesús el más alto representante del pueblo. Por medio de la
investidura con los ornamentos, compuestos de ocho piezas (Ex 28), recibía él una santidad permanente (cf. Hech
23, 4 s). Cada pieza de los ornamentos poseía fuerza expiatoria para determinados pecados; la muerte del sumo
sacerdote expiaba por los asesinatos en las ciudades de asilo (Nm 35). El sumo sacerdote podía hacer la ofrenda de
sacrificios en cualquier época y tenía la preferencia en la elección de las partes del sacrificio, era él quien llevaba la
dirección del sacerdocio y ocupaba la presidencia en el Consejo. Su tarea más importante era la de expiar a la
comunidad en el día de la expiación (Lv 16; Misná Joma). Para el sumo sacerdote las prescripciones sobre la
pureza y sobre el matrimonio eran espec. estrictas (Lv 21, 10 ss). El plural designa a los dententores de los altos
cargos sacerdotales: el jefe del templo, los jefes de los turnos semanales y de cada día, los inspectores y los tesoreros
del templo.

c) La alta estimación en que se tenía a la dignidad del sumo sacerdote indujo a que el judaismo tardío
esperarse un sacerdote de los últimos tiempos o un sumo sacerdote junto al mesías regio (TestRub 6, 8; TestLev 18,
2; TestJud 21, 2; 24,1; 1QS IX, 10 s; lQSa II, 12 ss; lQSb IV, 23; 4QpPS 37II, 15; CD XII, 23 s). Dicha esperanza se
asociaba a representaciones de ángeles (TestDan 6, 2; Hen[et] 89, 76; Hen[eslav] 22, 4 ss; bChag. 12b: Miguel
ofrece un sacrificio espiritual) y al mito del hombre primordial: Adán (GenR 20; NumR 4), Henoc/Metatron (Jub 4,
25; Hen[heb] 48C 7; 48D 1; Hen[eslav] 64, 5A) y Melquisedec (cf. infra) aparecen como encarnaciones del hombre-
sacerdote primordial.

d) El concepto de Filón sobre el sumo sacerdote es una síntesis particular de esos motivos temáticos. Moisés,
como sumo sacerdote (Rer. Div. Her. 182) y como jefe supremo del pueblo, es el lagos primero de todos, que está en
los límites entre la creatura y el creador (Rer. Div. Her. 205 s), puesto que él no es ya hombre sino lógos divino (Fug.
108). Todo el que vive de acuerdo con la ley, es, según Sab 18, 20 ss, un lógos sumo-sacerdotal (Spec. Leg. II, 164).
Como lógos, el sumo sacerdote ejerce su ministerio en el templo del cosmos, que reproduce sus ornamentos; él
mismo se convierte en un «cosmos en pequeño» (Somn. I 214 s; Spec. Leg. I, 82-97; Vit. Mos. II, 109-135).

3. Melquisedec (TM: malki-sedeq), el que en Gn 14, 18 y Sal 110[109], 4 es denominado rey de Salem y
sacerdote del 'el-'elyón (LXX: del Dios altísimo), es, según Josefo (Bell. VI, 438; Ant. 1,180 s), el fundador y el primer
sacerdote de Jerusalén. El fragmento sobre Melquisedec de Hen[eslav] le atribuye un sacerdocio eterno en el
paraíso y títulos como «gran sumo sacerdote», «palabra de Dios», «poder que obra maravillas». Según «la cueva
del tesoro», administra Melquisedec, como sumo sacerdote en el centro de la tierra. Para Filón, Melquisedec es
«autodidacta del conocimiento de Dios» (Congr. 99) y trasunto de la «razón del rey», así como «sacerdote-íogos»,
que arrebata a las almas a la contemplación de Dios (Leg. AU. III, 79 ss). La literatura rabínica trata de rebajar a
Melquisedec (frecuentemente = Sem) frente a Abrahán: como en Gn 14, 18 Melquisedec menciona el nombre de
Abrahán antes del nombre de Dios, en Sal 110, 4 le despoja Dios del sacerdocio y se lo entrega a Abrahán (LevR
25; bNed 32b; ¿se trata de una polémica anticristiana?). Más de una vez se halla un kóhen-sedeq frente al mesías
(CantR a 2, 13; bSukka 52b; AbRN 34). Hipólito y Epifanio nos informan de unos «partidarios de Melquisedec»
probablemente gnósticos, que en Melquisedec honraban un grado más elevado que el de Jesús en la escala del
lógos.

4. Hierosyne, en los libros del canon palestinense sólo en 1 Cr 29, 22 (por el cargo sacerdotal de Sadoc), pero
repetidas veces en los escritos propios de los LXX (Eclo 45, 24; 1 Mac 2, 54 y passim) vuelve constantemente a su
significado fundamental de dignidad secerdotal. Una alta estima le profesan Josefo (Ap. I, 31) y Filón (Ebr. 65; 126);
Josefo mismo posee la hierosyne (Ant. XVI 187; Vit. 198).
5. Hiératela, en los LXX por lo general en vez de k'hunnah, designa en Nm 3,10; 18, 1 el ministerio sacerdotal,
pero más a menudo el cargo sacerdotal. Medíante la investidura y la unción (Ex 29, 9; 40, 15), por disposición de
Dios (Nm 25, 13; Neh 13, 29; Eclo 45, 8), los descendientes de Aarón tienen la hiératela eterna; según TestJud 21,
2.4, ésta es más que la realeza. Josefo y Filón no conocen la palabra.
6. En Ex 19, 6 los LXX traducen el mamkeket hoh'nim (una realeza constituida por sacerdotes, probablemente
por los jefes de cada estirpe) por PXGÜWOV ispársopa [basileion hieráteuma], sacerdocio real, con lo que esa
expresión acentúa el aspecto sacerdotal: Israel ha sido llamado entre los pueblos a servirle a Dios de sacerdote (cf.
Is 61, 6). La Pesitta, la versión siro-hexaplar, el Tg de Onkelos y el Tg jerosolimitano II partieron en dos la
expresión que tiene el TM en Ex 19, 6 y la convirtieron en «realeza y sacerdocio»; 2 Mac 2, 17 y Filón (Abr. 56;
Sobr. 66) hacen lo mismo con el texto de los LXX y entienden la realeza y el sacerdocio como designaciones de
Israel..


III 1. En el NT híereús designa, por lo general, a los sacerdotes levíticos (en Heb
asimismo a Cristo, en Ap a los cristianos). La palabra sale 30 veces, de ellas 14 en Heb.

a) Según se puede ver por los evangelios, Jesús aborda el sacerdocio con sorprendente
parquedad. Si él, a los leprosos curados, los envía a los sacerdotes para que dictaminen
su curación (Mt 8, 4 par; Le 17, 14), hace valer el cometido de ellos. El sacerdote debe
certificar oficialmente el pleno poder de Jesús. Le 10, 31 recuerda la crítica profética de un
culto puramente exterior; en Mt 12, 4 ss Jesús da pruebas de su libertad escatalógica
frente al estatuto del culto. Sólo en Le 1, 5.8 y en Hech 6, 7 aparecen los sacerdotes en una
relación positiva respecto al hecho salvador. En la figura de Zacarías, el sacerdocio es
asumido y puesto al servicio dependiente de la fe— de una preparación inmediata de la
salvación. La anexión de un gran número de sacerdotes de la clase inferior a la
comunidad de Jerusalén (Hech 6, 7) no parece inverosímil, si se tiene en cuenta la
oposición social respecto a la aristocracia sacerdotal.

b) En el Apocalipsis (1, 6; 5,10) los cristianos son denominados «reyes y sacerdotes»
y juntamente son separados de la humanidad para el servicio a Dios. La promesa de Ex
19, 6 queda, pues, cumplida, pero la nueva ordenación no tiene ya -> templo, pues ahora
es Dios mismo su templo (Ap 21, 22; cf. asimismo 20, 6). Respecto a Heb cf. infra III, 2.

2. Archiereús aparece unas 100 veces entre evangelios y Hech, y 17 veces en Heb. No
por el número, pero sí por su alcance o envergadura, la importancia del término gravita
espec. en Heb.


a) En los evangelios y en Hech aparece el sumo sacerdote casi siempre como el que
preside el Consejo en los procesos contra Jesús y contra los suyos (p. ej. Me 14, 60 par;
Hech 5, 21.27; 23, 1 ss); el plural tan frecuente (los detentores del consejo de sumo
sacerdote) se halla asimismo en este contexto (p. ej. Mt 21, 45 s par; Me 14, 1 par; 15,
1 par; Jn 12, 10; 19, 6.15; Hech 5, 24; 25, 2). La aristocracia sacerdotal aparece como un
grupo cerrado que pone en escena la persecución y la condena. Su connivencia con los
«ancianos» y los «letrados» es interpretada como dispuesta por Dios (Me 8, 31 par; 10, 33
par). Desde el punto de vista histórico, probablemente fue ante todo la expulsión de los
mercaderes del templo (Me 11,18 par), considerada como una intromisión o un ataque al
derecho que los sacerdotes reivindicaban sobre el templo, lo que suscitó la enemistad de
ellos contra Jesús. Tal vez temían ellos también quedar mal ante las autoridades de
ocupación, si es que éstas procedían espontáneamente contra Jesús y sus partidarios (Jn
11,48). Cuando Jn 11, 51 advierte que Caifas, en su calidad de sumo sacerdote, vaticinó la
muerte de Jesús, esto nos recuerda lo que nos narran los rabinos sobre voces y visiones
celestiales que diversos sumos sacerdotes debieron de haber recibido al ofrecer el
sacrificio en el día de la expiación (bSota 33a; bJoma 53b).

b) Es cierto que en el NT a Cristo se le atribuyen funciones que corresponden al
sumo sacerdote, y esto también fuera de Heb, p. ej. la intercesión (Jn 17, 19; Rom 8, 34;
1 Jn 2, 1), y la apertura del acceso a Dios (Rom 5, 2; Ef 2, 18; 1 Pe 3, 18). Pero una
cristología elaborada sobre el sumo sacerdocio de Cristo nos la ofrece únicamente la
carta de los Hebreos. Ella interpreta la pasión y la acción actual de Jesucristo como un
servicio propio del sumo sacerdote. Sobre la base del texto de Sal 109, 4 LXX junto al
título de archiereús recibe también Cristo el de hiereús. Pero el interés se centra en la
dignidad de Cristo como sumo sacerdote. El título de sumo sacerdote aplicado a Cristo
lo encontró ya probablemente Heb en una tradición litúrgica del género confesión (Heb
3, 1). Pero en su bosquejo influyeron evidentemente, junto a la esperanza del judaismo
tardío en un sacerdote que aparecería en los últimos tiempos, el motivo temático de la
intercesión en el cielo tomado de la especulación sobre los ángeles y asimismo algunos
elementos del mito gnóstico del hombre primordial. El conocimiento de todo ello pudo
llegar a través de la doctrina alejandrino-judaica del lógos. Con todo, la idea del sacrificio
del propio sumo sacerdote es nueva (tampoco Sifre Nm §131 habla del sacrificio cultual
del propio sumo sacerdote). La carta a los Hebreos desarrolla su interpretación del
sacerdocio de Cristo en contraposición con el sacerdocio levítico, y esto por lo que se
refiere a la estructura, al fundamento escriturístico, al sujeto, al servicio o ministerio, al
lugar y al tiempo.

a) Estructura. Como representación del hombre ante Dios (Heb 5, 1), todo sumo
sacerdocio debe fundamentarse, por una parte, en la solidaridad con los hombres
sometidos a pecado (Heb 5, 2) y, por otra, en una llamada divina (Heb 5, 4). Entre las
tareas del sumo sacerdote a Heb le interesa solamente el ministerio sacrificial (Heb 5,1; 8,
3), sobre todo el doble servicio en el día de la expiación (Heb 2, 17): la inmolación de la
víctima (Heb 9,22) y la entrada con la sangre del sacrificio al «santísimo» o parte última y
más íntima del santuario (Heb 9,7; cf. 9, 3-5). La finalidad del servicio del sumo sacerdote
en este día es hacerle posible al pueblo, mediante la expiación de la culpa, el acceso a Dios
(Heb 4, 16; 7, 18 s.25; 10, 1.19.22).

P) Fundamento escriturístico. La causa y el significado del sacerdocio de Cristo se
fundamentan en Sal 110, 4 (Heb 5, 6 y passimj y en Gn 14, 17 ss (Heb 7, 1 ss). Siguiendo
una tradición exegética del judaismo helenizante, Heb no se interesa por la figura
histórica de Melquisedec, sino por la imagen veterotestamentaria de su sacerdocio: no
está ligado a la estirpe, y por ello es eterno (Heb 7, 3); supera al sacerdocio levítivo, ya que
Melquisedec bendice a Abrahán, el antepasado de los levitas, y recibe de él diezmos (Heb
7, 5 ss). En todo esto se halla prefigurado el sacerdocio del Hijo de quien se habla en Sal
110 (Heb 7, 3). Además se fundamenta en el juramento divino (cf. la exégesis del
juramento divino en Filón, Leg. All. III 203 ss y passimj, mientras que la hierosyne
levítica, el establecimiento de este sacerdocio, se apoya en una ordenanza legal (Heb 7,
11.20 s). La ley carnal (NB: «una disposición sobre el linaje», Heb 7, 16) puede hacer
sumos sacerdotes sólo a hombres perecederos (Heb 7, 23.28); en cambio, el juramento
divino en el que se halla la «fuerza de vida indestructible» (Heb 7, 16) confia a Jesucristo,
el Hijo de Dios que ha superado toda caducidad, una hierosyne inmutable (Heb 5, 7 ss;
7, 24.28).

y) Sujeto. La debilidad del sumo sacerdocio levítico radica en su capacidad de pecar
(Heb 5, 3; 7, 27). Pero Jesús se hizo semejante en todo a los hombres (Heb 2, 17), excluido
el pecado (Heb 4, 15; 9, 14); y un sacerdote semejante sólo lo tenemos nosotros (Heb 7,
26), pues sólo él puede expiar. Tras esa infravaloración del sumo sacerdocio levítico no se
halla la experiencia de su fracaso ético en la época del NT, sino la doctrina moral
dualística del judaismo helenístico, y también el enorme impacto que causó la vida de
Jesús.

5) Servicio o ministerio. El ministerio sacerdotal levítico es insuficiente, puesto que,
para el sacrificio expiatorio, debe apoyarse en la sangre de la víctima. Con ello se
consigue únicamente una pureza «externa», pero no la purificación a nivel de conciencia
de la culpa de los pecados (Heb 9, 13 s). Por el contrario, la necesidad de ofrecer
constantemente nuevos sacrificios pone de relieve la conciencia de los pecados (Heb 10,
19 ss). En cambio Cristo, con su propio sacrificio, realizó de una vez para siempre la
liberación de la conciencia de todo pecado (Heb 9, 14.26) y con ello nos abrió el acceso a
Dios (Heb 10, 19 ss). Aquí Heb toma motivos temáticos de la crítica profética contra los
sacrificios, aunque los viste con el ropaje conceptual helenístico (Heb 10, 5 ss).

E) Lugar. El ministerio sacerdotal levítico es imperfecto, puesto que es de tipo
terreno y tiene lugar en un santuario también terreno (Heb 9,1). El es, según Ex 25,40, la
reproducción en sombras del templo celeste, en el cual Cristo ejerce su ministerio como
sumo sacerdote (Heb 8, 2.5; 9, 11.24). Heb entiende los términos «terreno» y «celeste», no
tanto apocalíptico-cosmológicamente, cuanto dualísticamente, en el sentido de la doctrina
platónica del ser: el templo celeste es perfecto, «verdadero», porque «no (es) de este
mundo creado» (Heb 8, 2; 9, 11). En este sentido, no sólo la entrada de Cristo en el cielo,
sino también su muerte padecida en la tierra constituye esencialmente el servicio celeste
del sumo sacerdote. De ahí que reciba respuesta asimismo la pregunta acerca del
comienzo de su sumo sacerdocio: él es sumo sacerdote eterno, pues Dios lo proclamó
como tal sólo a causa de su propio sacrificio (Heb 5, 10).

C) Tiempo. Los conceptos de «alianza» y «promesa» (Heb 8, 6 ss; 10, 16 s) aportan
un elemento histórico al dualismo del sumo sacerdocio terreno-levítico y al sumo
sacerdocio celeste de Cristo: el último deja abolido el primero (Heb 7,18 s). Más aún: con
el sacrificio de sí mismo, ofrecido una vez para siempre por el sumo sacerdote, Cristo, el
fin del culto como institución expiatoria, anunciado en el AT (Heb 10, 5 ss.18) ha llegado
ya. El nuevo culto de los cristianos conoce únicamente el sacrificio de alabanza: confesión
de fe y diaconía (Heb 13, 15 s).

c) Resumiendo, hay que subrayar que la cristología del sumo sacerdocio de Heb
ofrece, no un interés especulativo, sino parenético. Heb se dirige a cristianos que se han
sentido tentados por la oscuridad de la salvación realizada en Cristo, si se la compara con
los cultos del mundo que les rodea, los cuales ofrecen la salvación de una manera, como
quien dice, bien clara y al alcance de la mano. Heb trata de animarles a mantenerse firmes
en la confesión de la fe, reinterpretando a partir del título de Cristo como sumo sacerdote,
trasmitido por la tradición, tanto la obra histórica, como el significado presente de Jesús:
la muerte en cruz de Jesús representa el sacrificio que, superando a todos los demás
sacrificios, una vez para siempre hizo de sí el Hijo eterno de Dios y ofreció como sumo
sacerdote, mientras que su exaltación es interpretada como la entrada del auténtico sumo
sacerdote en el templo celeste y verdadero y como su intercesión constante ante Dios en
favor de los creyentes. Así Cristo, como sumo sacerdote eterno y celestial, garantiza, ya
ahora, a los que permanecen firmes en su confesión de fe, el acceso inmediato a Dios y, en
el futuro, el ingreso al mundo celestial que permanece. Así pues, Heb considera que la
salvación en Jesucristo es el cumplimiento de lo que el culto pretende y, con ello, el fin de
todo culto como esfuerzo humano para llegar a relacionarse con Dios; esto lo muestra
Heb con los métodos de la exégesis escriturística helenística aplicados al ejemplo del
culto del AT. Junto a Pablo, que anuncia a Cristo como fin de la ley, nos encontramos
aquí con un esbozo acabado del anuncio que el cristianismo primitivo hacía de Cristo
como fin del culto.

3. Lo mismo que Ap 1, 6; 5,10, expresa también 1 Pe 2, 5.9 el convencimiento de que
se ha cumplido la promesa de Ex 19, 6: los cristianos son el basüeion hieráteuma, el
sacerdocio real de Dios, llamado a anunciar a los hombres la acción salvífica de Dios en
Jesucristo, destinado a ofrecer a Dios «sacrificios espirituales».
J. Baehr


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