Persecución, tribulación

Es común a los vocablos de este grupo el aspecto de apretar, apremiar o acosar, más aún,
el de atentar a la existencia; entre ellos, diWKw [diókd], perseguir, designa más bien \a
acción directamente encaminada a ello, mientras que SXirj/iQ [thlípsis], tribulación,
aprieto, y atevoicapía. [stenochoría], apremio, angustia, son experimentadas de un modo
pasivo, sin que se sepa casi nunca con seguridad quién es el causante directo de ellas. El
vocablo cpó[>oq [phóbos] (-> temor) también pertenece a este apartado, al menos en una
de sus acepciones.

SICÓKCO [diokó] perseguir, pretender, aspirar a; E.K6IÓ>K(O [ekdioko] perseguir; KxrccSid)K(o
[katadioko] retardar; 5i(oynó<; [diógmós] persecución

1 Diókd (desde Homero, junto con el más frecuente en el &m¡im [diemm], salir corriendo, huir) tiene el
significado de correr detrás, perseguir (en sentido propio), y, en sentidofigurado, el de ir ansiosamente detrás de algo,
aspirar a algo, pretender algo (cf Bauer)


II 1 En la versión de los LXX diókd (y también ekdioko y katadioko) se refiere en primer lugar a la
persecución hecha por los enemigos en la guerra (Ex 15, 9) o, en general, por un enemigo cualquiera animado de
malos propósitos (Gn 31, 23) De aquí surge una acepción de la palabra que es característica de las lamentaciones
individuales (Sal 7, 2 ss, 31, 16, 35, 3 y passim, cf también Jer 15, 15, 20, 11), según esta acepción, los vocablos
persecución y perseguidor designan simplemente aquellos hombres y circunstancias por los que se ve acosado el
autor de la plegaria, sm que, por otra parte, se aluda a una situación concreta de persecución

2 Junto a esto aparecen sugerencias a perseguir un fin o una meta En el ámbito griego se alude especialmente
a que hay que ir tras el bien, la belleza o la virtud, en cambio, en los LXX se habla de correlaciones justicia social
(Dt 16, 20, también Josefo, Ant 6, 263), comportamiento pacífico (Sal 34,15) y justicia en el sentido del verdadero
culto a Dios (Prov 15, 9) etc Aquí está enraizada también la acepción neotestamentana correspondiente


III Panorámica sobre el uso del vocablo en el NT a) Predomina el significado de
perseguir y ser perseguido, que aparece casi 30 veces, espec en los evangelios, Hech, cartas
de Pablo, Ap El sustantivo dwgmos solo tiene aquí el significado de persecución, y lo
mismo ocurre con el compuesto ekdioko, perseguir (1 Tes 2, 15)

b) En sentido figurado solo aparece en la literatura epistolar, siempre en un sentido
positivo A este contexto pertenece asimismo el empleo de dwko en la imagen de Flp 3,
12 14 (cf también ^r\xt(a [zeteo], aspirar a y ^r\Xouj [zeloo], -> celo)

c) Con el significado de ir detras, seguir, aparece en Le 17, 23 y Me 1, 36 (en este
ultimo katadiókoj

1 Persecución a) Son especialmente objeto de persecución los enviados o mensajeros
de Dios Esto ocurría ya con los profetas (Mt 5, 12, Hech 7, 52) y sigue ocurriendo
con los discípulos de Jesús (Mt 5,11 s 44,10,23), sobre todo porque ellos siguen al Señor,
que también ha de sufrir persecución (Jn 5,16) Esta conexión se expresa claramente en Jn
15,20 «Si a mi me han perseguido, lo mismo harán con vosotros» Pablo, que fue antaño
perseguidor de la iglesia (1 Cor 15, 9, Gal 1, 13 23, Flp 3, 6,1 Tim 1, 13), sufre el mismo
persecución después que el Señor glorificado le ha convertido en enviado suyo (Gal 5,11,
2 Tim 3,11) En 2 Tim 3,12 se encuentra la tesis de que el ser cristiano va siempre ligado a
la persecución

b) Al perseguir a los cristianos se persigue el mensaje (Hech 22, 4 el «camino», la
doctrina) o a Cristo mismo (Hech 9,4 s, 22,7 s, 26,14 s) Según Juan (15,18 ss, cf también
Mt 10,22 par, Ap 12,13), la persecución nace del odio del mundo a Dios y a su revelación
en Cristo Pablo ve tras la oposición entre carne y espíritu la hostilidad del hombre
natural contra Dios y, por consiguiente, también contra los hombres movidos por el
espíritu de Dios (Gal 4, 29)

c) Por eso la persecución puede ser una señal de que se esta de parte de Dios, de tal
manera que Jesús elogia a «los que viven perseguidos por su fidelidad» (Mt s, io n ¡>)

d) Existe el peligro de falsear el mensaje para escapar a la persecución (Gal 6, 12)
Por eso a los cristianos se les exige que pongan a prueba su fe espec en la persecución
Ellos deben bendecir a quienes los persiguen (Rom 12, 14, a este respecto cf espec
Mt 5, 44)

e) Pero en la persecución se experimentara también de un modo especial la
asistencia, el poder y la fuerza liberadora de Cristo (2 Cor 4,9,12,10, Rom 8,35 ss), de tal
manera que Pablo sobrelleva la persecución con paciencia (1 Cor 4,12) Pero hay que dar
gracias a Dios de un modo especial por auxiliarnos en la persecución y en la tribulación,
a fin de que nuestra paciencia y nuestra fe no desfallezcan (2 Tes 1, 4)

2 Vida que se afana hacia una meta el sentido figurado del vocablo muestra (con
mas fuerza que zeteo) que aquí se trata de metas o de tareas que el cristiano ha de
proponerse siempre, p ej la hospitalidad (Rom 12,13), la paz con todos (Rom 14,19,1 Pe
3,11, Heb 12,14), la santificación, el amor (1 Cor 14,1), la bondad para con todos (1 Tes
5, 15), la justicia (1 Tim 6, 11, 2 Tim 2, 22) Todo esto no son cosas que puedan
conseguirse fácilmente o que puedan darse sin mas por adquiridas Forman parte
permanentemente de un proceso o de un movimiento mas amplio, el de la totalidad de la
vida cristiana, que tiene por finalidad alcanzar la resurrección de los muertos A este fin
ve orientada Pablo en ultimo extremo la vida cristiana El lo persigue como el corredor
que quiere conquistar la corona de la victoria (Flp 3, 12-14), aunque sabe que esto «no
esta en que uno quiera o se afane, sino en que Dios tenga misericordia» (Rom 9, 16, cf
v 30 s)

G Ebel


SkfyiQ [thlípsis] tribulación, dificultad, apretura; rjievo^copía [stenochóría] aprieto,
apuro; oUz'/?co [thlíbó] acosar, apremiar; GTzxoywpéw [stenochóréó] cohibir, vejar,
oprimir

I En el mundo griego el verbo thlíbó (desde Aristófanes; radical 91áa> [thláo], triturar, machacar, magullar)
tiene el significado de oprimir, estrechar, estrujar, abrumar En este sentido literal aparece también p ej en Me 3, 9:
«no lo fuera a estrujar el gentío» De aquí se deriva el significado del part perf pas. estrecho, angosto, que también
se encuentra en Mt 7,13 (aplicado al camino) Junto al sentido literal es muy frecuente el uso figurado, tanto en el
sentido de acosar, estrechar (externamente) como en el de afligir, molestar, atribular (interiormente) En Epicteto se
habla de las estrecheces o de los apuros de la vida (TÍ SAíJSovta [tá Míbonta]), que el verdadero estoico conoce y
ha de superar

Guarda una estrecha conexión con este verbo el sustantivo thlípsis en el sentido de tribulación, dificultad o
aprieto En ocasiones, el concepto va unido a stenochóría (de arevóg [stenós] o oteivóq [atemos], estrecho, y xcupiot
[chóría], espacio), que desde Tucídides designa un lugar estrecho, y de aquí el estar-acosado, el estar-en-apuros, las
dificultades (internas o externas); el verbo respectivo es stenochóréó, empleado aún en sentido literal en 2 Cor 6,12.

II En los LXX el término thlípsis tiene multitud de equivalentes hebreos, espec sarar, sar, lahas, lahas. Estos
vocablos hebreos expresan la tribulación, el apuro, la miseria, asi como la aflicción que de ello se deriva en diversos
contextos (guerra, destierro, persecución de una persona por sus enemigos) También aquí thlípsis aparece
reiteradas veces junto a stenoc/iona (cf Dt 28, 53 55 57, Is 8, 22, 30, 6, Est 1, 1) y otros términos que expresan
angustia y dolor y con frecuencia se utilizan como sinónimos. La thlípsis del AT (LXX) es a menudo la tribulación,
que necesariamente forma parte de la historia de Israel y es experimentada por los creyentes como un acontecimiento
de la historia de la salvación: existe una conexión entre tribulación (Ex 3, 9) y liberación (v 10) Incluso
cuando la tribulación es un castigo de Dios, el final es siempre la liberación (Neh 9, 27, Os 5, 14-6, 2) Con
frecuencia se subraya el carácter escatológico de la tribulación (cf Sof 1,15, Hab 3,16), en una ocasión, Dn 12,1, se
habla incluso de un tiempo de tribulación como no ha habido otro desde el principio de los tiempos Pero a la vez
se alude también aquí a la liberación de la tribulación, y esto responde a la fe y a la esperanza del pueblo «El Señor
está cerca de los atribulados y salva a los abatidos» (Sal 34,19, cf. 37,39, etc) Esta es la convicción inquebrantable
de los justos, que pueden orar. «Me hiciste pasar por peligros, muchos y graves, me harás revivir » (Sal 71, 20).

También el judaismo tardío sabe de las tribulaciones del pueblo y de los individuos que se esperan espec. en los
tiempos escatológicos y que son ampliamente descritos en los apocalipsis (Hen, 4 Esd ApBarOirj) Lw t ex t ^ de
Qumrán también utilizan esta imagen; hablan de la gran tribulación final (1QM 1,12; 15, 1) y de las tribulaciones
del salmista (1QH 5, 12; 9, 28; 15, 16).

III En el NT el sustantivo thlípsis se emplea 45 veces y 10 el verbo thlíbó y, a
excepción de Me 3, 9 y Mt 7, 13 (cf. supra I), siempre en sentido figurado. En cambio, el
sustantivo stenochóría y el verbo stenochóréó sólo se encuentran 4 y 2 veces respectivamente
(sólo en Rom y 2 Cor).

El uso neotestamentario del concepto enlaza claramente con el del AT. Los aspectos
más importantes son los siguientes:

1. Para la comunidad neotestamentaria, la thlípsis tiene también un aspecto escatológico.
Esto aparece evidente si partimos de la cita que Mt 24, 21 (par Me 13,19) hace del
pasaje de Daniel (12,1) a que hemos aludido (cf. supra II); en este pasaje de Mateo, thlípsis
va directamente ligado a la concepción del hijo del hombre de Daniel (v. 30, cf. Dn 7,13) y
también a las lamentaciones del mesías (v. 8, cf. St.-B. 1,950). Esta tribulación forma parte
de la época catastrófica anterior a la irrupción de la era mesiánica y viene caracterizada
por la corrupción, el odio, las luchas políticas y las catástrofes de la naturaleza. Todo esto
es necesario, «eso tiene que suceder» (v. 6; -> necesidad; el trasfondo de esta «necesidad»
lo encontramos ya en Dn 2,28 s.45). El mismo motivo se repite también en Ap, no sólo en
2, 22 y 7, 14 (cf. 3, 10), en donde se habla de la gran tribulación, sino ya en el primer
capítulo, en donde thlípsis (v. 9) es puesto nuevamente en conexión con los mismos
pasajes de Daniel, es decir, 7,13 (Ap 1,7: «Mirad, viene entre las nubes...») y 2,28 (Ap 1,1:
«...lo que tiene que suceder...»).

2. Un segundo aspecto lo constituyen las 9Xíi¡/eiQ xoñ Xpiaxov [thh'pseis toü Christoü].
En el AT se decía: «Muchas son las tribulaciones de los justos», y esto vale de un
modo especial para el justo por antonomasia (cf. Hech 3,14 s), de tal manera que se puede
hablar de las tribulaciones de Cristo (Col 1, 24; sólo en este pasaje). Aquí no se trata
simplemente de las tribulaciones que ha de padecer la iglesia, sino de las tribulaciones
que el Señor ha sufrido en su pasión irrepetible (vv. 20.22) y a las cuales se sabe unida la
iglesia a través de sus propios padecimientos. Que en la predicación de la pasión de
Cristo se alude también a estas tribulaciones se desprende asimismo de otros pasajes,
tales como 2 Cor 1, 5 (cf. vv. 4 y 6); 4, 10 (cf. v. 8). Estas tribulaciones, así como toda la
pasión de Cristo, sólo pueden entenderse a partir del «es preciso que así suceda» de Dios
(dei [dei], cf. Grundmann, ThWb II, 23 s).

3. Partiendo de estos dos aspectos, es posible entender el tercero, que se refiere a los
pasajes en torno a las tribulaciones de los creyentes.
a) Estas están contenidas implícitamente en la thlipsis escatológica (cf. supra 1): los
creyentes sufrirán tribulación (Mt 24,9), serán especialmente aborrecidos, serán objeto de
traición y les entregarán a la muerte; será sobre todo el tiempo de la corrupción
(-> seducir: w. 4.5.11.24), de la -> tentación (cf. mipctajiÓQ [peirasmós] en Le 8,13, en donde
los par Mt 13, 21; Me 4, 17 hablan de thlipsis, tribulación, y dmyuóc, [diógmós],
persecución).

b) Que los cristianos experimentan estas tribulaciones en unión con la pasión de
Cristo se afirma claramente en Col 1, 24 (cf. supra) y es una idea corriente, espec. en
Pablo. Todos los apuros y tribulaciones de los cristianos, que surgen ciertamente de la
animosidad del mundo contra ellos, han de ser entendidos siempre a partir de esta unión
y sólo pueden explicarse y sobrellevarse a partir de ella (2 Cor 1, 5 y 1,4.6; 4,10 s y 4,8; cf.
también Flp 3, 10 y 1 Pe 4, 13). Pero, precisamente por eso, ni la tribulación ni ninguna
otra calamidad pueden separarnos de Cristo (Rom 8, 35), pues si padecemos con él
también seremos con él glorificados (Rom 8, 17; cf. 37). Cf. 1 Tes 1, 6: el seguimiento de
Cristo en medio de la tribulación.

c) La thlipsis no viene sobre los creyentes de un modo inesperado. La conexión con
la tribulación escatológica (cf. supra 1) y cristológica (cf. supra 2), que obedecen las dos al
designio divino, «lo que tiene que suceder», hace verosímil desde un principio el que las
tribulaciones de los cristianos obedezcan asimismo al designio divino: de ello se habla
reiteradas veces en el NT. En Jn 16, 33 se hace constar: En el mundo tendréis apreturas
(thlipsis)». Y, porque saben «que tenemos que pasar mucho para entrar en el reino de
Dios» (Hech 14, 22), Pablo y Bernabé exhortan a los discípulos a permanecer en la fe.
Quizá esto aparece con la máxima claridad en 1 Tes 3, 3, en donde Pablo dice que ha
enviado a Timoteo a exhortar a la comunidad: «...para que ninguno titubease en las
dificultades; pues sabéis bien que ese es nuestro destino» (eig xoñxo KeípeSa [eis toüto
keímetha], cf. el eíc. xoñxo yáp SKXr¡9t]xs [eis toüto gár ekléthéte], 1 Pe 2, 21). El apóstol
tampoco espera otra cosa en relación con su propia vida (1 Tes 3,4; cf. Hech 20, 23 etc.) y
esto lo experimenta de un modo especial en su actividad misionera (2 Cor 1,4.6.8; 2,4; 4,
8[17]; 6,4 ss; 7,4 s; Ef 3,13; Flp 1,17; 4,14; 1 Tes 3,4.7). No obstante, esto no constituye
para él motivo de tristeza, sino de alegría: «...estamos orgullosos también de las dificultades,
sabiendo que la dificultad produce entereza» (Rom 5, 3; cf. el pasaje análogo de Sant
1, 2 s).

d) Así pues, la thlipsis es ya una realidad en la situación neotestamentaria. Esto lo ha
experimentado la comunidad de Jerusalén (Hech 11, 19); también lo experimentaron
otras comunidades, p. ej. la de Corinto (2 Cor 1, 4), la de Tesalónica (1 Tes 1, 6; 3, 3) y
sobre todo la de Macedonia (2 Cor 8, 2). Pero para los creyentes, esta thlipsis está
orientada hacia la meta de la historia de la salvación, y nunca es estéril, sino que va
acompañada de la esperanza (Rom 5, 3-5). De la misma manera que una mujer, cuando
ha dado a luz a un niño, ya no se acuerda del aprieto a causa del gran gozo que tiene (Jn
16,21), los creyentes están tristes (v. 22) y tienen apreturas (v. 33), pero el «confiad» (v. 33)
no es una frase vacía, pues el cristiano sabe que Dios es justo y retribuirá con apreturas a
los que ponen en ellas y con el -» descanso (UVEOIQ [énesis]) a los que están en
aprieto (2 Tes 1, 6 s).

R. Schippers


PARA LA PRAXIS PASTORAL

Cuando el cristiano está en apuros a causa de la persecución, el odio (-» enemistad) o
también de la pobreza (-> pobre), la enfermedad (-> debilidad), infidelidad, traición o
desengaño, es decir, cuando está en medio del sufrimiento y de la aflicción, no siempre le
ocurre esto a causa de su fe en Cristo; a menudo los motivos de ello se sitúan claramente
en la esfera humana. Es cierto que la tribulación y la persecución forman parte de la vida
de aquél que sigue a Jesús (-> seguimiento), ya que el mundo transfiere su odio del
maestro al discípulo. Pero ello no quiere decir en modo alguno que constituyan una
prueba de la vinculación a Cristo de aquél que los padece. Justamente por eso, los
cristianos pueden experimentar determinadas situaciones apuradas por haberse dejado
orientar demasiado poco por el espíritu de Cristo (tanto en su condición individual como
en su comportamiento social o político) y pueden escandalizar a los demás hombres
(-> escándalo) en lugar de ser portadores del auténtico escándalo de Cristo.

En la Biblia el centro de gravedad de ambos grupos de vocablos está ciertamente en
aquellos pasajes por los que consta que la persecución por parte de los hombres o la
tribulación y las situaciones de apuro causadas por las llamadas «circunstancias» son
impuestas a los creyentes como una -> prueba de su fe y justamente en virtud de su unión
con Cristo, y que incluso son un signo característico de los últimos tiempos. Pero el
empleo conjunto de los vocablos aquí estudiados da a entender que la persecución y las
dificultades o tribulaciones no afligen a los cristianos de una manera casual. Sin duda
parecen partir de determinados hombres, circunstancias, corrientes espirituales o movimientos
y de hecho son impulsadas o provocadas siempre por fuerzas históricas reales.
Pero el NT deja entrever claramente que en ellos y detrás de ellos actúa el poder del
maligno (-> malo), de -* Satán (cf. también -> tentación). Por otra parte, también es claro
que estas situaciones no surgen independientemente o en contra de la voluntad de Dios,
sino que permanecen en el marco de sus designios y son instrumentos de los que se sirve
para alcanzar sus fines.

¿Debe inquietarse pues el cristiano si la tribulación o la persecución no vienen sobre
él? ¿Debe intentar provocarlas en lo posible? Evidentemente que no. Pues entonces no
serían auténticas, no le afligirían por la voluntad de Dios, sino porque él mismo ha dado pie a ello, Y de esta forma no se serviría a la causa de Dios. Pero, por otra parte, la tensión sólo surge allí donde Cristo está presente realmente y puede ser encontrado. Mientras los cristianos no sean otra cosa que un trozo repintado de este mundo, una forma beata de la vida sin Dios, estarán al abrigo de tales ataques, ya que bastará una leve presión para dominarlos; en tal caso la última frontera, en la que la negación de Cristo significa la pérdida de la salvación, o sin más no existe o ya ha sido rebasada. Ahora bien, el hecho de que le haya sido impuesto a la iglesia el peso de la tribulación no debe constituir para ella motivo de desaliento, sino de -»• alegría. Ella siente venir la hora que anuncia la venida próxima del Señor.

L. Coenen

 
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