Matrimonio
Los vocablos recapitulados en este apartado describen la relación entre hombre y mujer
y, por consiguiente, la relación interhumana por excelencia. Mientras que los vocablos
derivados de vvn<pr] [nymphe] expresan fundamentalmente la alegría anticipada y la
esperanza, los términos tratados en el artículo ya^iéco [gaméó] plantean toda la problemática
de la unión matrimonial, que es la forma más elevada de comunión humana y el
lugar en que se pone a prueba la fidelidad y el amor; el artículo noixeúca [moicheúo] trata
de aquellas cosas que la ponen en peligro. Todos estos vocablos, acuñados en la esfera
humana, se utilizan también para describir la relación Dios-hombre.
ya/iéco [gaméó] casarse; yáptoc, [gamos] boda, nupcias; ya.i¿í£co/ya.iÁÍGKco [gamízo/
gamískó] casar, desposar
1 Gaméó viene de la raíz gem- o gam-: juntar, emparejar Probablemente tiene un parentesco etimológico con
;iyvo¡iaa [gignomai], engendrar, producir, procrear El sustantivo gamos significa boda, nupcias, matrimonio,
desposorio temporal o perpetuo y también' banquete de bodas El verbo gameo tiene el significado de casarse,
contraer matrimonio, cohabitar Gamízo y gamískó son formas tardías y significan casar, desposar (p ej a una hija).
Aunque en los mitos relacionados con los dioses podríamos encontrar muchas alusiones a una poligamia y
poliandria primitivas, en los tiempos históricos predomina en el ámbito griego la monogamia La moral conyugal
es estricta. El héroe homérico tiene una esposa que es fiel y sagrada, buena ama de casa y madre Es cierto que el
hombre goza de una gran libertad Puede tener otras esposas o tener relación con hetairas El adulterio es
severamente castigado pero solo en la mujer
En la época helenística la moral matrimonial se relaja notablemente La prostitución prospera en las ciudades,
especialmente en el puerto de Connto Los cultos orientales traen consigo la prostitución cultual El comercio
sexual con las sacerdotisas forma parte del culto y otorga la participación en los místenos de la divinidad fkpoq
ycujiog [hieras gamos]).
II 1. Los vocablos gaméó y gamos se utilizan raras veces en los LXX. No obstante, el matrimonio tiene de
hecho una gran importancia. Tanto en la historia primitiva como en los relatos de los patriarcas se nos presenta la
historia de la estirpe y del pueblo como la historia de una familia En las tablas genealógicas, el matrimonio y la
procreación de prole —sobre todo de la masculina— son considerados como los momentos esenciales de la vida de
una persona (p. ej. en Gn 5) Aunque desde Abrahan hasta los reyes se da la relación de un hombre con vanas
mujeres, en el centro de todo aparece la monogamia, sobre todo en aquellos pasajes que son importantes para la
comprensión del matrimonio Gn 1, 26 ss, 2, 18 ss la presuponen. La monogamia se prescribe también al rey en la
«ley del rey» deuteronómica (Dt 17, 17)
En el AT el matrimonio es concebible claramente a partir del hombre > esta ordenado en primer lugar y ante
todo a la procreación de la prole (Gn 1, 28 y otros) Para realizar esta finalidad se contraen a menudo vanos
matrimonios (Gn 16, 1 ss y otros); cf la ley del levirato en Dt 25, 5 ss, cf en cambio Lv 20, 21) Pero la esposa es
amada y tomada en seno como compañera (Gn 2,23 s). Es una «ayuda» para el hombre, tanto en un sentido sexual
y personal (Gn 1, 27 s) como desde el punto de vista material (Gn 2, 18b). Hombre y mujer continúan siendo
compañeros después del pecado original y de la problematización de la sexualidad que éste ha traído consigo
(Gn 3)
2 En el AT el adulterio es castigado con severidad (Dt 22, 22 y otros). En diferentes pasajes aparece
claramente su conexión con la ruptura de la alianza (p ej Gn 20, 3 ss, cf. a este respecto el art -> ¡loixwto
[moicheúo]) El adulterio es considerado también como un signo característico del paganismo, del cual ha de
distinguirse esencialmente la comunidad, tanto en el terreno de la vida sexual como en el del matrimonio (cf.
también sobre esto 1 Cor 6, 12-20, 5, 9-12) A partir de aquí se insinúa ya la idea de los profetas de expresar la
relación con Dios mediante la imagen del matrimonio (cf. infra 3).
(ya/iécü) Matrimonio
Matrimonio {ya^éco) 46
Originariamente, la posibilidad del divorcio está reservada al hombre (Dt 24, 1 ss; Jer 3, 8, etc); más tarde
también se reconoce a la mujer este derecho (papiros de Elefantina). Las numerosas leyes sobre los diferentes
pecados de incontinencia dan a entender hasta qué punto la fuerza elemental de la sexualidad, que amenaza a la
familia y a la comunidad, ha de ser encauzada y controlada dentro del orden querido por Dios. En época posterior
(Dt 7, 3; Esd 9 s) se plantea también el problema del matrimonio mixto con los no israelitas.
3. Si ya el adulterio es una violación del derecho divino y, por consiguiente, una falta contra la alianza, con
más razón constituye un delito contra el matrimonio y contra Dios la participación en los cultos cananeos de la
fertilidad. Fue Oseas el que por primera vez y con toda claridad expuso gráficamente la apostasía del pueblo como
una prostitución y una ruptura de la alianza matrimonial entre Dios e Israel (Os 1-3; cf. Jer 3, 8 s; 2,1; Ez 16 y 23; Is
50,1). El hecho de que Dios no haya aniquilado y destruido al pueblo (como prescribe la ley sobre el matrimonio),
sino que, a pesar de su infidelidad, se haya vuelto de nuevo hacia él y le haya prometido una nueva alianza, brota
de su misericordia, que rebasa todos los límites.
III 1. El empleo de este grupo de palabras en el NT apenas se diferencia del uso
profano. En general, los vocablos no se utilizan en el NT para expresar las relaciones
extramatrimoniales. En Mt 22, 11 s el adjetivo es reemplazado por el genitivo yáfiou
[gámou].
Tanto en el ámbito veterotestamentario-judeo tardío como en el greco-helenístico, el
matrimonio y los desposorios son instituciones naturales; el NT las presupone. Así, el
verbo es utilizado sin un especial matiz p. ej. en Me 6,17; Le 14,20, y el sustantivo en Jn 2,
1 s.
En el NT se habla de las cuestiones que tocan a la relación hombre-mujer mucho más
a menudo de lo que haría suponer el uso de estos vocablos (-> mujer, -• incontinencia,
-» adherirse, también el art. vv^(pr¡ [nymphe]). Los pecados de incontinencia constituyen
un delito directo contra el matrimonio. Su mención especialmente frecuente en los
catálogos de vicios nos muestra que ellos simbolizan de un modo particular el pecado en
cuanto dependencia de la aápí, [sárx] (-> carne).
2. El NT presupone como algo establecido que el matrimonio es una institución. El
matrimonio no se basa en disposiciones humanas, sino en el precepto de Dios. Esto
resulta de la frecuencia con que se cita el relato de la creación de Gn 1, 27 y 2, 24 (cf. Me
10, 6 s; Mt 19, 4 s; 1 Cor 6, 16; Ef 5, 31). Se refiere siempre a la vida en común de un
hombre y una mujer. Si bien el NT también contempla esencialmente el matrimonio a
partir del hombre (KE<paXr¡ [kephalé], cabeza: 1 Cor 11, 3; Ef 5, 23), supera a la tradición
griega y a la tradición israelita primitiva, pues en el NT cesan todos los privilegios del
hombre en el matrimonio y en todos los pasajes aparece claramente en primer plano la
unión inseparable que existe entre hombre y mujer (1 Cor 7, 3 y otros). El NT lucha ante
todo contra el divorcio y la incontinencia; en un pasaje, también contra aquellos falsos
doctores que, llevados del fanatismo, rechazan el matrimonio (1 Tim 4, 3). En los
cristianos se presupone como algo natural el matrimonio sin mancha (Heb 13,4 y otros).
3. Según la tradición sinóptica, Jesús comienza a hablar del sexto mandamiento
(séptimo, si nos atenemos a Ex 20,1-17; cf. espec. v. 14) en el sermón del monte (Mt 5,27).
En el reino de Dios, que hace irrupción, el adulterio es un pecado, que muestra que el
corazón no está ligado a Dios, sino apegado a los hombres. Ante Dios, los pensamientos
y las miradas deshonestas son tan perversas como las mismas acciones. La perícopa de la
adúltera de Jn 8, 1 ss (cf. UBecker, Jesús und die Ehebrecherin) —que se basa en la
tradición más antigua— nos muestra a Jesús, el juez, que, en cuanto salvador, también
está dispuesto a perdonar este pecado. Con ello se manifiesta como el soberano Señor de
la creación, de su orden y de la ley.
En el mismo contexto de Mt 5, 31 s, Jesús habla también del divorcio. En la ley de Dt
24, 1 se permite fundamentalmente el repudio, pero los motivos que justifican la
47 (yané(ü) Matrimonio
separación son objeto de discusión entre los rabinos (Mt 19, 3; cf. St.-B. I, 303 ss; II, 23 s).
Frente a esto, Jesús prohibe radicalmente el divorcio (Me 10,2-12). Sólo en Mt 5, 32 y 19,
9 se permite el divorcio en caso de adulterio del cónyuge. En el NT el problema del
divorcio es tratado con relativa amplitud (Me 10,4 ss; Mt 19,3 ss; Le 16,18,1 Cor 7,10 s).
El no radical al divorcio está fundado en el precepto y el orden divinos (Mt 19, 5 s).
4. Con ocasión de la pregunta de los saduceos (Me 12,18 ss par), Jesús alude a Dios
y al remo de Dios, que hace irrupción, en el que la problemática de los escribas se
desvanece por sí misma, ya que el matrimonio como institución ya no existía en el. Todas
las declaraciones de Jesús hay que entenderlas a la luz del hecho de que en él mismo
irrumpe el nuevo eón (cf Mt 24, 38, Le 17,27; 14,20). Esto no quiere decir que en ciertos
pasajes, como Mt 19, 9 ss y otros, se proclame simplemente la abolición de la ley
veterotestamentana sobre el matrimonio. Se trata mas bien de la recta interpretación de
esta ley, de la comprensión de la voluntad de Dios dentro de una perspectiva escatológica.
Según Mt, Jesús es, por así decir, el segundo Moisés, el legislador de la época
escatológica, el que lleva a sus últimas consecuencias la ley de Moisés. También Mt 19,12
hay que entenderlo a partir de la situación escatológica. En el tiempo que acaba de hacer
irrupción existe el carisma del celibato y los hombres que han recibido este don pueden
renunciar voluntariamente al matrimonio para mejor servir a Dios (diá xnv Pocaúsiav
[día ten basüeían], por el reino de los cielos) Juan bautista y, posteriomente, Pablo, han
permanecido célibes. A través de ellos se hace manifiesto de un modo simbólico que, en
relación con el reino venidero, el matrimonio es sólo un estado provisorio (cf 1 Cor 7,1-
9 26-29).
5. En Israel y en el judaismo era costumbre celebrar un banquete con ocasión de las
nupcias. Por eso, el vocablo gamos quiere decir también banquete de bodas, uno de estos
banquetes es descrito p ej. en Jn 2,1 ss En Mt 22,1 ss par Jesús expone la parábola de los
invitados al banquete de bodas del hijo del rey. En el trasfondo de esta parábola aparece
el paralelismo entre el rey y Dios, la idea del banquete escatológico (Is 25, 6), la imagen
rabinica del banquete de bodas del mesías con su pueblo (St -B I, 517), la aplicación de
las imágenes del Cantar de los cantares al amor entre Yahvé y su pueblo y la explicación
de la relación Yahvé-Israel a través de la imagen del matrimonio (esta última, hecha por
los profetas a partir de Oseas). El matrimonio terrestre será reemplazado por la alianza
escatológica de Dios con su pueblo. En cuanto mesías, Jesús es el verdadero esposo (cf.
art -» vü[i<prj [nymphé]) Participar de su banquete es decisivo (Mt 25, 1 ss, cf. Le 12,
36 ss). Las perícopas de la cena, espec. Mt 26, 29 y Le 22, 30, interpretan la cena del mesías
en relación con la muerte de Jesús. En Ap 19, 7 ss, con el banquete de bodas del
Cordero se alude a la alianza definitiva del Cristo victorioso con los suyos.
6 a) Con ocasión de ciertos acontecimientos que han tenido lugar en la comunidad
de Connto, en 1 Cor 5-7 toma Pablo posición con respecto a las cuestiones que se
refieren al matrimonio Además de hacer una serie de advertencias explícitas contra toda
incontinencia, expresa de un modo sistemático su doctrina sobre el matrimonio Remitiéndose
a las palabras de Jesús (Me 10, 9 ss par), rechaza el divorcio (1 Cor 7, 10) y
considera el matrimonio como algo secundario frente a la fe Va tan lejos que llega a
recomendar el celibato como un don especial ante la inminencia del fin (7,1 7, cf. Mt 19,
12). Al igual que toda actividad mundana, el matrimonio esta aquí bajo el á>c, ¡in [hos
me], como si no (7, 29 ss) Del mismo modo se aborda en 7, 12 ss la cuestión del
matrimonio mixto con los no creyentes: su persistencia depende de la voluntad del
cónyuge no creyente Por otra parte, el cónyuge cristiano debe estar dispuesto a
Matrimonio (/¿oi^eúcü) 48
continuar el matrimonio. Así pues, sólo la parte pagana posee libertad de opción. La
«santificación» de este matrimonio mixto por la parte creyente ha de entenderse como un
proceso real, pues la gracia es aquí más fuerte que la incredulidad del cónyuge no
creyente.
El sentido de 1 Cor 7,36-38 no está totalmente claro. ¿Es a una pareja que vive en una
ascesis estricta (matrimonio espiritual) a la que Pablo permite reanudar la plena unión
física? (cf. HLietzmann, HNT ad locum; WBauer, s.v.). ¿O se trata de un padre (tutor,
amo), que no quiere contravenir la usanza o la consigna rabínica de casar a su hija (o bien
a su esclava o también a aquella persona de la que es tutor) en el momento en que se
acostumbra a hacerlo? (tal es la opinión de St.-B. ad locum, ASchlatter ad locum,
HDWendland, NTD ad locum). El uso de la palabra gamízó, casar en el v. 38 hace más
probable la segunda interpretación. Gamízo (sinónimo de gamískó; en el NT sólo aparece
en Mt 22, 30; 24,38; Me 12, 25; Le 17,27; 20,34 s; 1 Cor 7, 38) significa dar en matrimonio,
casar, y, por consiguiente, sólo puede referirse a un padre o a un amo, que da en
matrimonio a otro hombre a la joven que tiene bajo su custodia. La interpretación de
1 Cor 7, 36-38 en el sentido de un matrimonio espiritual sólo puede sostenerse si
admitimos que en el v. 38 gamízo tiene el mismo significado que gaméo (cf. sobre este
punto, Bauer, s.v.).
b) También Pablo utiliza la imagen del matrimonio para expresar la relación con
Dios. Así, p. ej. en Rom 9,25 s cita al profeta Oseas. En 2 Cor 11,2 se sirve de esta imagen
para hacer una advertencia contra la apostasía. En Ef 5,22 ss se sigue un camino inverso:
puesto que Cristo es el esposo de la iglesia, el matrimonio debe ser vivido santamente. (La
iglesia católica interpreta mal el texto de Ef 5, 32 cuando refiere el vocablo livatrjpiov
[mystérion] al matrimonio y argumenta a partir de aquí su carácter sacramental). La
imagen del matrimonio también está a veces tras ciertas declaraciones, p. ej. en Mt 12, 39;
16, 4; Me 8, 38, en donde se habla de la generación «adúltera». Pero es posible también
que en estos pasajes se haga referencia a la situación moral concreta del pueblo. En Ap 2,
20 ss (Jezabel) y Ap 17,1 ss (la gran prostituta, Babilonia) nos encontramos con imágenes
que expresan la gran apostasía de la humanidad frente a Dios, que es el verdadero
esposo.
W. Günther
lioi%eva> [moicheuo] cometer adulterio; noxyzív. [moicheía] adulterio;
\io\ypc, [moichós]adúltero; noixcih'q [moichalís] adúltera, prostituta
I Moicheuo y la forma secundaria \ior/ám [moicháo] tienen el significado de adulterar, cometer adulterio (con
acusativo con una mujer), a veces significa de un modo general, seducir, deshonrar a una mujer. De una forma
análoga, en voz media tiene el sentido de dejarse seducir y en pasiva el de ser inducido al adulterio El sustantivo
derivado moicheía designa el adulterio, la prostitución (cf. nopveia [porneía] -> incontinencia) y moichós el adultero.
Moichalís, como adjetivo, significa adultero -a y, como sustantivo, adúltera, prostituta
De acuerdo con antiguos códigos legales, algunos de los cuales se remontan al segundo milenio a C, el
adulterio es una acción punible (p. ej según el código de Lipit-Isthar, el código de Hammurabí, las leyes del
imperio medio de Asina, etc) A la mujer casada, en cuanto que es la que garantiza la integridad de la familia y de
la estirpe, le esta severamente prohibido toda relación sexual extramatnmonial, pues de este modo se rompería el
matrimonio y quedaría destruida la integridad de la estirpe En cambio el hombre sólo atenta contra el
matrimonio cuando tiene relaciones con una mujer casada, es decir, en la medida en que invade un terreno que le es
ajeno Pero en las concepciones jurídicas de las diferentes culturas penetran sin duda las viejas ideas y con tanta
más fuerza cuanto que a) en el adulterio con una mujer casada se trata de un delito contra la propiedad, es decir,
de la invasión de una esfera de propiedad ajena, y b) la mujer casada que comete adulterio somete a la estirpe a la
esfera de influencia de poderes maléficos El castigo del adulterio mediante la muerte, los malos tratos corporales o
el pago de una indemnización es dejado generalmente a la iniciativa privada del cónyuge ultrajado o bien a su
estirpe.
49 (uoixeóco) Matrimonio
II 1. En la versión de los LXX este grupo de palabras reemplaza al hebreo na'aph y a sus derivados. Al igual
que ocurre en otras sociedades (cf. supra), constituye: a) toda relación sexual extramatnmomal de una
mujer, b) el trato sexual extramatnmomal de un hombre con una mujer casada o desposada (sobre las relaciones
extramatrimomales permitidas al hombre, cf Gn 16, 1 s; 30, 1 ss, 38, 15 s; Lv 19,20-22; Dt 22, 28 s y passim). Las
dos personas que cometen adulterio son castigadas con la muerte (por regla general mediante lapidación; cf en
cambio Gn 38,24, sobre el castigo de los dos adúlteros, cf. también Lv 20,10, Dt 22, 22 ss, Ez 16,40) A diferencia
de las costumbres extraisraelitas (cf. supra), el adulterio adquiere una dimensión pública, ya que atenta, no sólo
contra los fundamentos y el derecho privado del matrimonio y la familia, sino también contra el derecho divino
(Ex 20,14) y, por tanto, constituye una amenaza contra los mismos fundamentos en que se basa la vida del pueblo
(Dt 22, 22b). Por esto el castigo ha de llevarlo a cabo la comunidad del pueblo Si una mujer es sospechosa de
adulterio, su culpa o inocencia ha de decidirse mediante un «juicio de Dios» (Nm 5, 11-31).
2. En la vida y la predicación de Oseas se utilizan las imágenes del matrimonio y del adulterio para expresar
la relación entre Yahvé y su pueblo. La ocasión concreta que ha motivado el uso de la imagen del adulterio puede
haber sido la irrupción de los ritos nupciales cananeos y de otros cultos de la fertilidad en Israel (4, 12 ss)
Al apartarse Israel de su Dios y sacrificar a ídolos extraños, actuó como una adúltera que abandona a su
esposo y se prostituye con otros hombres (2, 4 ss) Dios castigará con severidad este adulterio (5, 7 ss), pero su
objetivo no es la'amquilación definitiva de la adúltera, sino su conversión (3, 5) Esta imagen de Oseas es recogida
mas tarde por Jeremías (cf. 3, 8 s, 5, 7 y passim) y, durante el exilio, por Ezequiel (cf. 16, 15-34)
3. Las impresionantes advertencias contra el adulterio en la literatura sapiencial (cf Prov 6, 20-35) delatan un
relajamiento de la estricta moral matrimonial a lo largo de la historia de Israel (cf. espec 6, 35 tPa8° de una
indemnización'). No obstante, también en la Misná y en el Talmud y en el «Testamento de los doce patriarcas» se
advierte contra el adulterio y la incontinencia.
III En el NT este grupo de palabras tiene el mismo significado que en el griego
profano, tanto en sentido directo como figurado; se cita muy a menudo Ex 20,14 o Dt 5,
17 (p. ej. Me 10, 19 par, Sant 2, 11; Rom 13, 9).
1. Es cierto que la comprensión del matrimonio y, por tanto, del adulterio, es
radicalizada en el NT de un modo hasta ahora desconocido para el griego profano y para
el AT. a) Al adulterio del hombre se le aplican las mismas normas que al de la mujer, sin
hacer la menor concesión a este respecto (Me 10,11 par), b) Ya el deseo pecaminoso es
tan culpable como el adulterio mismo (Mt 5,27 s). c) Puesto que, según la comprensión
veterotestamentaria, el matrimonio es indisoluble en sí mismo (Me 10, 8), el divorcio
(permitido según la ley veterotestamentaria) cae también dentro de la esfera del adulterio
(Mt 5,31 s). A decir verdad en este pasaje (cf. supra I y II, 1), el matrimonio es considerado
a partir de la mujer y según eso el delito es objeto de condena (cf. Rom 7, 3); pero en Mt
19,9 Jesús aplica también esto al hombre: también el hombre que se separa de su mujer y
contrae de nuevo matrimonio comete adulterio. En ambos pasajes, Mateo hace ciertamente
una excepción (frente a Me 10, 11 s y Le 16, 18): la separación está permitida en
caso de porneía (-> incontinencia) del otro cónyuge. En una época en que el hombre
puede anular el matrimonio por nimiedades insignificantes, esto significa una novedad
inaudita, que sólo puede comprenderse a partir del mensaje del reino de Dios que ha
hecho irrupción, d) El adulterio es incompatible con la esperanza en el reino de Dios
(1 Cor 6,9 s); más bien incurre en el juicio de Dios (Heb 13,4). Por eso es significativo que
la actitud de duda ante el retorno de Cristo y ante el juicio (2 Pe 3,3 ss) vaya acompañada
de un aumento progresivo de libertinaje (2 Pe 2, 14).
2. Pero el duro juicio de Jesús sobre el adulterio no excluye la misericordia de Dios
para con el pecador arrepentido, cuya conversión quiere (cf. Mt 21, 31 s; Le 18,9 ss). Así,
la adúltera, que debía ser castigada con la muerte, obtiene el perdón de su culpa, mientras
que la muchedumbre, aparentemente inocente, es reprendida por su actitud de autojustificación
hipócrita (Jn 8, 3 ss).
Matrimonio (vún<pri) 50
3. Al igual que en la profecía veterotestamentaria, en el NT se emplea el término
«adulterio» en sentido metafórico (p. ej. «idolatría»; cf. Sant 4, 4: adulterio = mundanización).
Así Israel, justamente a causa de sus representantes religiosos —los fariseos,
escribas (Mt 12, 39) y saduceos (Mt 16, 4)— es denominado generación «adúltera». Si
bien algunos exegetas ven en estas palabras un juicio sobre una situación existente,
probablemente han de interpretarse más bien en un sentido metafórico: se trata del
pueblo que, al rechazar a Jesús, se ha mostrado infiel a Dios (lo mismo podría decirse a
propósito de Me 8, 38).
H. Reisser
vófi(pr¡ [nymphe] esposa, novia; yvp,<pioQ [nymphíos] esposo, novio
I El vocablo nymphé, que aparece ya en el griego micénico (Linear B), emparentado etimológicamente con el
latín nurus y el castellano nuera, designa la novia, la prometida Lo que delimita claramente el contenido de la
palabra no es el matrimonio, como ocurre hoy entre nosotros El vocablo nymphé puede designar tanto a la virgen,
a la doncella, como a la joven casada Análogamente, nymphíos es el novio, el prometido, pero también el joven
esposo. Nymphe designa también a una divinidad femenina de rango inferior (cf -> mujer).
En el helenismo, especialmente en la gnosis, la imagen del esposo y de la esposa es aplicada a la relación entre el
owzrjp [sóter], salvador y el hombre, e incorporada a la representación del iepóg yápog [hieras gamos], las nupcias
sagradas Con ello se prepara el camino a la aplicación de imágenes eróticas a la esfera religiosa, y asi, sobre todo la
mística, ha utilizado con preferencia en todas las épocas la alegoría de los esponsales y del matrimonio para
describir la relación entre el alma del individuo y la divinidad (cf. art. -» yáp.0Q [gamos])
II El uso tardío del vocablo en el NT lleva ante todo la impronta de las concepciones y las costumbres
veterotestamentanas y judías Sobre las costumbres y los usos que anteceden a la celebración del matrimonio, el
AT nos proporciona de pasada muchos detalles, p. ej Gn 24, 59 ss, Jos 15,18 s; Jue 14, Is 61, 10, Cant y otros: la
joven puede contraer matrimonio a partir de los 12 años, el muchacho a partir de los 15 La elección personal del
compañero de matrimonio juega un cierto papel, pero lo decisivo es el convenio concluido entre ambas familias
Partiendo del equivalente hebreo hallah, la versión de los LXX aplica también el vocablo nymphé a la nuera (Gn 11,
31, 38, 11; Rut 1, 6 y otros).
En las declaraciones veterotestamentanas sobre el noviazgo aparece en primer plano la alegría que experimentan
el novio y la novia de estar juntos. Esto se nos muestra con toda claridad en Cant, cf también Sal 45, Is 61, 10,
62, 5, Jer 7, 34,16, 9 y otros. Esta alegría es aplicada de un modo metafórico a la relación entre Yahvé e Israel y de
un modo especial, por tanto, al culto en el que la comunidad celebra a Yahve como rey eterno y fundador del reino
de paz en Sion (Sal 45, Is 60, 1 ss y otros) A esta imagen corresponde la denominación de «novia o esposa de
Yahve» que se aplica a Israel (Jer 2, 2, Is 49, 18, 62, 5).
El judaismo tardío continúa utilizando estas imágenes. El Cantar de los cantares fue reconocido como libro
canónico, ya que en él se veía una alegoría de la relación entre Yahvé e Israel La esperada era mesiamca es descrita
como unas nupcias, es decir, como una alianza definitiva y total de Dios con su pueblo (cf. St-B I, 517).
III En el NT el término nymphe es utilizado casi exclusivamente en sentido
figurado. En Mt 10, 35 y Le 12, 53, enlazando con el uso judío del vocablo, se refiere a la
nuera. La novia puede designarse también con el término yvvr¡ [gyné] (-> mujer), ya que,
según el derecho matrimonial judío, la prometida es considerada ya como esposa.
Ejemplos de esto son Mt 1, 20.24; Ap 19, 7; 21, 9 (cf. St.-B. II, 393, ss). En el NT nymphíos
es el novio, el esposo —tanto en sentido real como metafórico— (Jn 2,29; 3,9; 3,29; Mt 25,
1 ss; Ap 18, 23), mientras que la expresión vioi zov vvpKpmvoq [hyioí toü nymphónos]
designa a los parientes y amigos que asisten a la ceremonia, los amigos del novio (Me 2,19
s; Mt 9, 15; Le 5, 34 s; cf. Jn 3, 29; cf. St.-B. I, 500 ss).
1. Al igual que en el AT, el noviazgo es un tiempo de alegría y sobre todo de
expectación. De este modo, los conceptos neotestamentarios quedan incorporados a la
situación escatológica (-> ya¡xé(o [gaméo]). En Me 2,19 s par Jesús critica el ayuno hecho
51 (vvfi(pr¡) Matrimonio
en tiempo inoportuno. Empleando una imagen familiar, la época en que el mesías está
presente es comparada con las nupcias (Is 62, 5). La alegría reina entre los discípulos
porque Jesús está con ellos. También aparece esto en la parábola de las 10 vírgenes (Mt
25,1 ss), si bien es al mismo tiempo una parábola relacionada con el juicio, que alude a la
necesidad de velar y esperar. El paralelismo veterotestamentano esposo/esposa = Yahve/
Israel es aplicado aquí a Jesús y a la comunidad (cf. St.-B. I, 501 ss 898; IV, 432 s).
2. En Jn 3, 29 s la relación del Bautista con Jesús es-comparada a la relación que
existe entre el amigo que actúa de padrino de bodas y el esposo. La era escatológica
comienza propiamente con Jesús, pero el amigo le prepara el camino y se alegra
grandemente ante la venida del esposo, es decir, ante el comienzo de la reconciliación y
del reino en Cristo.
3. La aplicación de la alegoría esposo/esposa a Cristo y a la iglesia se encuentra en
2 Cor 11, 2 (napMvoc, [parthénos] virgen = esposa, -> mujer). En este pasaje se considera
Pablo a sí mismo como el padrino que conduce a la iglesia a la alianza definitiva con su
Señor En Ef 5, 22-32 se expresa la misma idea mediante la imagen del matrimonio (art.
-» yá/ío? [gamos] J.
4. En los últimos capítulos del Ap, que describen la consumación escatológica,
aparece la imagen de la iglesia-esposa que espera a su esposo celestial, que es denominado
aquí el «cordero» de Dios. Nuevamente aparece en primer plano la alegría (Ap 19,
7 9) La iglesia se regocija y se engalana para recibir a Cristo, su Señor (Ap 21, 2.9) Es la
Jerusalén celeste, la comunidad escatológica, la que aguarda anhelante las nupcias y la
plenitud última de su existencia cuando clama: «Ven, Señor Jesús» (Ap 22, 17.20)
W. Gunther
PARA LA PRAXIS PASTORAL
Es necesario que los enunciados bíblicos sobre la relación entre hombre y mujer
adquieran en nuestra predicación el lugar que les corresponde, dada la importancia que
tienen en el testimonio bíblico. Tan equivocadas son a este respecto las posturas recelosas
como las actitudes efectistas. La comunidad debe conocer el testimonio bíblico sobre el
matrimonio, que para ella es a la vez evangelio y soporte vital.
El instinto natural de reproducción y de conservación de la especie que tiene el
hombre cristaliza según el orden divino en una relación de compañerismo auténtica y
durable entre hombre y mujer. De este modo, el hombre participa del ser-persona de
Dios («se hace a imagen suya»). La mujer es una «ayuda» para el hombre y a la inversa
(Gn 2, 20 s) y ambos experimentan la alegría de estar juntos (Gn 2, 23; Ef 5, 22 ss) Asi
pues, el matrimonio, en cuanto unidad equilibrada de dos personas, esta fundado desde el
principio de la creación en el ser-persona del hombre y lo abarca totalmente En esta vida
en comunión que lo abraza todo, la sexualidad y la dimensión erótica ocupan su legítimo
puesto, pero al mismo tiempo, esta vida provee el marco adecuado para la procreación y
el desarrollo de los hijos. Es cierto que el matrimonio no ha de entenderse ni en primer
lugar ni únicamente en función de los hijos No obstante, exige que se este dispuesto a
tener hijos y a educarlos.
Este matrimonio monógamo, en cuanto que es una comunión vital total y no sólo
una comunión basada en el trabajo o en el goce, es el que domina en la Biblia y el que
adquiere cada vez mas relieve, y el único que encontramos en el NT, otras costumbres o
usos sociales mas antiguos que dejan traslucir algunos pasajes de los testimonios
primitivos y que incluso fueron practicados en Israel, han quedado, pues, superados
(poligamia, predominio de la idea de conservación de la especie, etc)
En el A y el NT ocupan un amplio espacio los enunciados que hablan de los peligros
que amenazan al matrimonio La constante inclinación del hombre a pervertir y a
menoscabar su ser-persona y con ello su matrimonio es un hecho reconocido y tomado
en seno Por otra parte, existe una relación directa entre el matrimonio en cuanto
relación ejemplar y única entre dos personas y la relación entre el hombre y Dios el
hombre que quiere ser como Dios (Gn 3), que se pone a si mismo en el lugar del Creador
(Rom 1), pierde la capacidad para el compañerismo, ya que sus relaciones con el prójimo
vienen determinadas por la concupiscencia, la envidia o la angustia El apartamiento
sistemático de la voluntad y del plan de Dios, llevado a cabo por uno de los cónyuges o
por los dos, puede constituir una amenaza para el matrimonio, si es que no tiene como
resultado la destrucción del mismo Pero, frente al pecado del hombre, Dios mantiene
siempre su ofrecimiento de perdón y de reconciliación Cuando este ofrecimiento es
aceptado, adquiere realidad en el hombre la nueva criatura de Dios y es posible comenzar
de nuevo, independientemente de la magnitud de las culpas pasadas
Sin embargo, el matrimonio no se funda en la relación de Dios con el hombre y con la
comunidad (interpretación errónea, ampliamente extendida, de Ef 5) Por exacta que sea
la aplicación de esa imagen, hay que dejar bien claro que la relación de compañerismo
entre dos personas difiere esencialmente de la relación que existe entre el hombre y Dios
La imagen humana que expresa con mas profundidad la relación Dios-hombre y Dioscomunidad
es sin duda la del matrimonio Por eso, la alegría de los novios antes de la
boda puede servir de imagen de como la iglesia espera la unión total con Dios y, a la
inversa, el adulterio y la prostitución son la imagen de la ruptura de la comunión con
Dios y de la incredulidad (Oseas)
Todas las cuestiones concretas sobre la problemática matrimonial han de entenderse
y tratarse partiendo de esta base Si bien estas cuestiones tienen una importancia
fundamental y unas consecuencias trascendentales para la vida humana, en la nueva
alianza y partir de la Biblia, han de ser subordinadas no obstante al evangelio de Cristo y
al reino de Dios Al estar el reino de Dios por encima del matrimonio, se abre al hombre
la posibilidad de llevar una vida plena incluso prescindiendo del matrimonio, de la
relación sexual y de los hijos, ya que para el cristiano el mandato y la espera del Señor
pueden adquirir una importancia tal que la ausencia de una relación de compañerismo
con el otro sexo ya no es experimentada como una privación Ante la inminencia del fin
llega Pablo a aconsejar esta vía a todos aquellos que, como el, posean las condiciones
internas necesarias para ello, se les haya otorgado el cansma (-> espíritu)
Las diferentes aptitudes y los caracteres propios de cada sexo no son puestos en
cuestión por la unidad personal La polaridad entre el ser masculino y el femenino
continua existiendo, incluso para aquel que no esta casado, la colaboración entre hombre
y mujer en el hogar, en la economía y en la vida publica lleva consigo esta polaridad y la
atmosfera puede permanecer completamente libre de relaciones eróticas o sexuales
Es cierto que las relaciones sexuales intimas no pueden considerarse separadamente
de la relación en el plano personal Solo pueden ser rectamente entendidas cuando no son
experimentadas únicamente como sentimientos e instintos, sino que son expresión de la
plena afirmación reciproca de dos personas Por eso el ejercicio de la sexualidad esta
ligado a la comunión personal, a la que pertenece de un modo exclusivo la procreación de
los hijos El argumento contra las relaciones sexuales realizadas fuera del matrimonio se
basa en que en estas relaciones el compañero no es aceptado al fin y al cabo como
persona, de tal manera que se establezca y se mantenga una comunión personal, sino que
sólo se alcanza una satisfacción subjetiva (aunque resulte de un acuerdo entre ambas
partes), sin ningún vínculo estable y sin asumir ninguna responsabilidad.
Pero sigue estando en pie la pregunta sobre cuándo se puede considerar como
matrimonio la relación entre un hombre y una mujer. Si el matrimonio es una unión
espiritual, psíquica, física y material, en una palabra, una unión personal total, difícilmente
puede hacerse depender, por ejemplo, de la realización del primer encuentro sexual,
por mucha importancia que éste tenga (cf. el «conocer» bíblico). Tampoco puede el
matrimonio fundarse en última instancia en un contrato jurídico o en una ceremonia
religiosa, sino que éstos sólo pueden limitarse a reconocer, de acuerdo con las normas del
orden social, la alianza ya existente entre dos personas que ha surgido de ellas mismas
bajo la dirección de Dios. El comienzo del matrimonio, en cuanto que es esencialmente
una unión entre dos personas hay que buscarlo más bien en su mutua promesa de
fidelidad mediante la cual se entregan el uno al otro sin reservas. Si bien el orden y la
veracidad exigen para ello la observancia de las normas sociales, una pareja que cumple
esta condición hay que considerarla —¡de acuerdo con la ley veterotestamentaria!—
como un matrimonio y juzgarla de acuerdo con las normas del mismo, incluso en el caso
de una eventual anticipación (contraria al orden) de la unión sexual. Ahora bien, las
experiencias sexuales previas con otros «compañeros» no favorecen un posterior encuentro,
más profundo, con otra persona, sino que más bien lo hacen difícil, ya que se mueven
en una línea egoísta y subjetiva.
También constituyen una amenaza para el matrimonio las consideraciones egoístas
en relación con el número de hijos, ya sea bajo la forma de una esterilidad querida
primero por razones de comodidad y a la que a veces terminan por acostumbrarse los
cónyuges, ya sea bajo la forma de una satisfacción del instinto que no asume la menor
responsabilidad en relación con la cuestión de la procreación y sólo busca apurar los
goces de la vida. A la cuestión del llamado control de la natalidad ha de darse una
respuesta serena y responsable que esté de acuerdo con las circunstancias individuales y
sociales; no puede resolverse a la ligera. Por otra parte, hay que tener en cuenta que, de
acuerdo con la Biblia (1 Cor 7), en el caso en que, por motivos serios, la pareja decida no
tener más hijos, tampoco ha de descuidarse la unión sexual. Con respecto al fin de la
unión matrimonial, hay que dejar bien claro que la unión de los cuerpos —que no es algo
meramente simbólico— y la unión personal no puede disolverse arbitrariamente, sino
que sólo puede romperse por la muerte de una de las partes. En cuanto a la cuestión de
un segundo matrimonio contraído en vida del otro consorte —cualesquiera que sean los
motivos que han llevado a la separación— hay que ver con claridad si la experiencia del
matrimonio anterior y la impronta que él ha de dejado sobre la propia persona permite
contraer en completa libertad un nuevo vínculo, o si de esta forma lo único que se logra
no es precisamente crear un obstáculo a un cambio del corazón y de la relación y, en
definitiva, a Dios. -> Mujer; -* hombre; -* incontinencia.
W. Günther
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