Enseñanza
Por enseñar se entiende en general aquel proceso en el cual algunos individuos o grupos
tratan de comunicar a otros ciertos conocimientos o modos de conducta, que hasta
entonces les eran extraños. El significado fundamental de la palabra, al cual corresponde,
como correlativo, aprender (-» seguimiento, art. iioc&nTtJQ [mathétes], abarca la dimensión
de la práctica, del ensayo y de la experiencia. En el NT se encuentra a este respecto,
ante todo el grupo de palabras
SI5Í(TKCÚ [didáskó], aprender, con los sustantivosóid&oKaXoq [didáskalos], maestro y dióaoKaMa. [didaskalia] o óidaxij [didache], enseñanza;
su significado comprende, desde el acto de enseñar (traspasar) y ejercitar, hasta la
«predicación» que quiere mantenerse a un nivel elevado y solemne, pero puede significar
asimismo la transmisión de un conjunto de enseñanzas ya fijadas. En esta misma línea se
halla el concepto nocpa.Sí5a>[ii [paradídómi], transmitir, determinado por la tradición
rabínica, y especialmente el correspondiente sustantivo napádooiq [parádosis], transmisión,
palabra que en su formulación y en su uso se emplea para designar sin más la
tradición. Por el contrario, el verbo Kxxnxéco [katéchéó], enseñar, instruir, significa más
bien el proceso de la enseñanza como tal.
dióáoKCú [didásko] enseñar; 8i5áúKalo<; [didáskalos] maestro; didctGKodía [didaskalia]
actividad de enseñar, enseñanza; b~iba.yr\ [didaché] información, instrucción, doctrina
I 1. Didásko, aprender (de di-da-sko, procedente de la raíz dék, tomar, tender la mano), significa la acción
repetida una y otra vez (por la reduplicación del presente: di-) de tender (sufijo incoativo: -sko) la mano para
posibilitar la acción de recibir: hacer que alguien reciba algo. Desde Homero la palabra se halla atestiguada
frecuentemente en la literatura griega y significa en activa ante todo enseñar, informar, instruir, exponer, dictar; en
pasiva, ser instruido, dejarse enseñar; en la voz media, aprender por si mismo, inventar, apropiarse de algo. En activa,
la palabra va preferentemente con acusativo de persona (enseñar a alguien) o con acusativo de cosa
(enseñaralgo),
pero también con dativo. Es claro que este uso lingüístico es singularmente típico para indicar la relaciónentre maestro y discípulo, profesor y alumno. Objeto de la enseñanza pueden ser conocimientos, hechos y razones,
pero también habilidades artísticas o técnicas, que, debido a la actividad repetida de profesor y alumno, uno se las
apropia de una forma profunda y sistemática. En Herodoto también se designa con didásko la actividad del
maestro de coro. Son escasos los ejemplos en los que se expresa una enseñanza de los dioses. La finalidad de toda
enseñanza es la comunicación del saber y de la capacidad y por ello el desarrollo de las disposiciones del discípulo,
pero no el marcar el camino para las decisiones de su voluntad.
2. En el terreno religioso, la palabra se halla raras veces en griego y sólo aparece en el s. I a. C. Así, en el himno
de Isis de Andros se habla de que la diosa comunica a los hombres la instrucción en asuntos de religión y de
cultura. En las inscripciones recopiladas por Preisigke (371) se halla representado asimismo un uso más amplio de
didásko en el sentido de suministrar informes. El uso lingüístico de Filón corresponde, como a menudo en otras
ocasiones, a lo dicho hasta ahora sobre la cultura griega, de forma que p. ej. Moisés para Filón es un maestro en el
sentido griego, el cual, como el filósofo en Epicteto, se aplica a pensar en lo que está frente a él. Así puede decirse:
didásko designa en griego la actividad del maestro, a la cual corresponde el desarrollo y formación de las
capacidades de su discípulo y la transmisión de conocimientos y de prácticas.
II 1. En los LXX aparece didásko unas 100 veces, de ellas 57 veces como traducción de formas de la raíz Imd
(sobre todo de Ummed, enseñar), la cual en los LXX sólo en muy pocos casos no se traduce por didásko. Donde
principalmente aparece la palabra es en Sal, Dt, Jer y, prescindiendo de Eclo y Sab, en Job y Prov, donde los LXX
ciertamente sólo raras veces traducen Ummed por didásko y sí, en cambio, otras palabras (como las formas hif. de
yáda' y yáráh). En contra de lo que ocurre en el griego profano, la palabra en los LXX no sirve en primer lugar
para designar la transmisión de conocimientos y de habilidades (así p. ej. en 2 Sam 22, 35), sino que significa
preferentemente la educación en la vida (así p. ej. en Dt 11, 19 y passim), cuyo objeto es la voluntad de Dios. Los
SiKaaáftaTX [dikaiomata] de Dios, sus normas, y sus Kpípoaa [krímata], derechos deben ser aprendidos y
entendidos; una vez aprendidos, exigen la obediencia, reclaman la responsabilidad y sitúan al hombre ante la
decisión. Como «maestro» de esta voluntad aparecen Dios mismo (Dt 4, 10 y passim), los padres de familia (con
respecto a los hijos: Dt 11,19; Ex 10,1 s y passim) o los hombres piadosos que conocen la voluntad de Dios. Si los
LXX nunca relacionan la predicación profética con didásko esto puede deberse probablemente a que la doctrina
depende de la -» ley.
2. El uso lingüístico de los escritos de Qumrán corresponde por lo general al de los LXX. En los 10 pasajes en
los que aparecen formas de la raíz Imd, los objetos de la enseñanza son 2 veces la comprensión de la voluntad de
Dios (1QS 9, 13; 1QH 2, 17), una vez el libro Hago y las estipulaciones de la alianza (lQSa 1, 7), y una vez las
condiciones previas para la lucha (IQM 10,12). Así pues, también aquí la enseñanza tiene que ver con la voluntad
de Dios y con la obediencia del hombre. Únicamente en IQM 6, 12s una forma de Imd sirve para designar los
caballos habituados a la lucha o los jinetes para la misma.
3. En el rabinismo, e incluso ya en las partes más tardías del AT (p. ej. 2 Cr 17, 7 ss), con Ummed se describe la
comunicación de la voluntad de Dios, conocida mediante la interpretación de la ley, en orden a la relación de los
hombres respecto a Dios y respecto a los demás hombres. Pero también se encuentran en los escritos rabínicos
pasajes que delatan un uso profano de limmed. «No obstante, en sentido propio limmed es una palabra ya
consagrada o técnica para trasponer la Tora en indicaciones concretas para la vida del individuo» (Rengstorf, 140).
Por tanto, la mejor traducción resulta ser
ir al encuentro de una decisión derivada de la enseñanza a base de lainterpretación.
Es poco verosímil que, con esta manera de entender limmed, esté el rabinato más próximo de laconcepción helenística de didásko que p. ej. de la de los LXX (como a veces se ha afirmado), pues en todos los
esfuerzos intelectuales del intérprete y del «discípulo» no se trata sin duda para el rabinato de la formación o
elaboración de disposiciones del individuo, sino, incluso en pasajes como el de Qid 1, 10, que dice: «el que no está
en la Escritura y en la Misná y en el estilo de vida, no pertenece a aquello que permanece fijo», se trata de la
obediencia respecto a la voluntad de Dios.
III En el NT aparece didásko unas 100 veces en los evangelios sinópticos, 9 veces en
Hech y 9 veces en Jn. Los demás casos en los que aparece se reparten entre las cartas
paulinas (5), las deuteropaulinas 2 Tes, Col y Ef (5), las cartas pastorales (5), Heb (2), las
cartas de Juan (3) y Ap (2). El significado de la palabra es en casi todos los pasajes enseñar
o instruir. Acerca del sentido que tal enseñanza o instrucción tienen y acerca de su
contenido sólo puede ciertamente dar resultados concluyentes el examen del contexto de
cada caso en que aparece didásko.
1. El testimonio sinóptico de la enseñanza de Jesús
El testimonio más unánime y que más corresponde probablemente a la realidad
histórica de todos los sinópticos es que Jesús «enseñaba» públicamente y además que
enseñaba en las sinagogas (Mt 9, 35; 13, 54 par; Me 1, 21 y passim), en el templo (Me 12,
35;-Lc 21, 37; Mt 26, 55 par) o también al aire libre (Mt 5, 2; Me 6, 34; Le 5, 3 y passim).
Acerca de la forma externa que tenía de enseñar, solamente Le 4,16 ss nos facilita algunos
datos más (lectura de pie de un trozo de los profetas, interpretación de un texto estando
sentado, como corresponde a la costumbre especial de los rabinos; cf. Le 5, 3; Me 9, 35;
Mt 5, 2; St.-B. II, 150; IV, 161.185).
En 13 pasajes de los evangelios didásko, utilizado absolutamente, sirve para designar
de una forma sintética todo el -> mensaje de Jesús (Me 2,13; 6, 6; 10,1; 12, 35; 14,49; Le 4,
15; 13, 22.26; 19, 47; Mt 4, 23; 9, 35; 11, 1). Pero junto a eso se encuentra didásko en los
evangelios sinópticos también para designar la predicación concreta y la enseñanza en
situaciones totalmente concretas (así en Me 1,21 s; 4,1 s; 8, 31; 11,17; Mt 5, 2; 21,23; Le 5,
3.17; 6, 6; 13, 10 y passim).
Si se pregunta por los temas de la enseñanza de Jesús y por sus objetivos, surgen
diversas respuestas, según se consideren todas las afirmaciones de la tradición sinóptica
que contienen pensamientos de Jesús, o solamente aquellas en las cuales las palabras de
Jesús son calificadas expresamente de enseñanza, o incluso únicamente aquellos pasajes
que el crítico-histórico afirma como históricos con un más alto grado de probabilidad.
¿Qué es realmente lo que enseñaba el Jesús terreno? La respuesta más breve es:
-> Dios, su -> reino y su -> voluntad, todos temas del judaismo contemporáneo, que Jesús
expresó en diálogo con los judíos (-> Israel) como un rabino o como un -» profeta. Con
esto queda claro que Jesús se diferencia de sus interlocutores no en la temática, sino por el
tratamiento radical de la misma, por la consiguiente agudización de todas las afirmaciones
que enfatiza su función para la vida con el prójimo en una situación concreta y por la
inclusión de su propia persona en los temas que se discuten. (Sobre Jesús como maestro
cf. espec. GBornkamm, Jesús von Nazareth, 19605 [Jesús de Nazaret, 1975, 101 ss];
acerca de la enseñanza judía cf. WGKümmel, 110 ss: KWegenast, Tradition, 24 ss y la
bibliografía que allí se señala). En lugar de una doctrina teórica acerca de Dios, de su
providencia, de su gracia o de su ira, Jesús anuncia en una situación concreta la bondad
de Dios o su ira (p. ej. Le 15,1 ss). En lugar de especulaciones acerca del reino de Dios, se
da en él el anuncio de su proximidad (Me 1, 15), de la llamada a la penitencia basada en
esa proximidad y de la exigencia y llamamiento a una renovación de la conducta (Me 7,
15; Mt 5, 21 ss), y en lugar de una casuística de la ley que pretenda asegurar la salvación,
la norma que se impone es: «Todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros,
hacedlo vosotros por ellos» (Mt 7, 12; sobre esta temática cf. ante todo HConzelmann,
Grundriss, 118 ss).
a) La enseñanza de Jesús según Marcos: en Me 4, 2 el tema de la enseñanza de Jesús
son las -» parábolas del -> reino de Dios, del reino cuya proximidad aparece ya en el
sumario del anuncio de Jesús, Me 1, 14 ss, como el contenido de su predicación, y es
proclamada de una forma apremiante. A esta predicación pertenece asimismo un
enfrentamiento crítico con la legalidad contemporánea judía (en 2, 13 aparece didáskó en
conexión con tal enfrentamiento; cf. asimismo 12, 35). Me 10, 1 y 12, 14 constituyen
enseñanzas decisivas de Jesús que se introducen con el verbo didáskó y, en 11, 7 y 12, 35,
aparece en cada caso un pasaje del AT como tema de la predicación. Parece importante
para Marcos la estrecha conexión entre enseñanza y acción (6, 2.34; -> obra).
En resumen: didáskó significa en Me, además de enseñar en el sentido de exigir y
provocar decisiones a base de la interpretación que se da enseñando, también (ahora en el
sentido de 1, 15) anunciar el reino de Dios y el evangelio, cuyo contenido y resumen, como
mostró WMarxsen (loe. cit., 11 ss) es el mismo Jesús. En dicho pasaje se puede observar
un claro desplazamiento con respecto al contenido de la «enseñanza» del Jesús terreno.
b) Lucas tomó muchas veces didáskó de Me y, por lo que se refiere a los cambios
introducidos, apenas se puede notar respecto a su modelo un desplazamiento real. Esto
vale asimismo para los pasajes donde es sólo Le el que utiliza el verbo (6, 6; 11, 1; 12,12;
13, 26; 23, 5). Lo que él entiende como contenido de la enseñanza de Jesús se manifiesta
del mejor modo posible en su presentación de la estancia de Jesús en el templo (cap. 20 s):
la -> ley, las realidades futuras (-> meta) y lo cristológico. De la proximidad del reino de
Dios, como ha demostrado convincentemente HConzelmann (Mitte der Zeit, 19655 [El
centro del tiempo, 1974]), en Le no se habla, aunque se saque una impresión contraria de
pasajes como Le 17, 20 s. Aquí hay que llamar asimismo la atención sobre 4,14 ss, donde
Le sustituye lo que dice su modelo (Me 1, 14 s) por una característica sumaria de la
actividad de Jesús hasta el comienzo de su «viaje» (9, 51). Los vv. 16 ss sirven de ejemplo a
esa actividad: Jesús lee Is 61,1 s y apunta al cumplimiento de la promesa de los profetas,
que se realiza en él. Ahora (para Le: el pasado) es el tiempo de la salud y de la salvación
que se manifiesta en -> milagros, los cuales no son ya únicamente el signo del poder
absoluto y pleno del maestro que los realiza, sino también su contenido.
c) Lo mismo que Le, Mateo modifica en algunos pasajes su modelo. Sin
embargo, también aquí permanece la significación fundamental de
didáskó: predicarenseñando.
¿Pero qué hay de su contenido? Son dignos de notarse aquí ante todo lospasajes de Mt 5, 2.19 y 28, 20 (cf. 22, 37). En Mt 5, 2 s (comienzo del sermón de la
montaña) se introduce a Jesús como el que enseña a sus discípulos en la montaña. Así
pues, los destinatarios de la polémica de los vv. 21 ss son los discípulos, no los escribas.
Estos constituyen el rasero que hay que rebasar. Por esto falta, por ejemplo, la prueba de
Escritura, típica de las disputas. En otras palabras: Jesús es para Mt el maestro de la
iglesia que, en lugar de la revelación del Sinaí («se dijo a los antiguos»), establece un
nuevo fundamento («pero yo os digo»). Después de la muerte de Jesús, es Pedro quien
garantiza este fundamento (16,18). El ocupa el cargo de las llaves (—• abrir, cerrar), o sea,
para oídos judíos, el cargo de enseñar. El fundamento garantizado por él no es ninguna
nova lex, ninguna nueva ley, sino el «cumplimiento» de la antigua, que ahora ha sido
purificada de las adaptaciones rabínicas. Sólo ahora se hace visible lo que la ley «desde el
principio» pretendía (19, 8). Asimismo a partir de 16, 18 y 19, 8 se entiende 5, 19: el que
vive sin la Tora, se halla privado de la justicia. El que sigue a Jesús, no está llamado a la
ilegalidad o a la carencia de ley, sino a una -> justicia mejor, cuyo fundamento es la ley y
su interpretación por Jesús. Por eso es necesario difundir la enseñanza de esa interpretación
después de pascua (28, 20). Cf. -> Escritura, art. ypoupij [graphé] III.
d) Con una mirada retrospectiva podemos ahora decir: la enseñanza originaria de
Jesús, que consistió en discusiones acerca de la ley, en palabras de sabiduría, en anuncios
del reino de Dios y, consiguientemente, en aliento y exigencia, ha sido modificada
específicamente en los sinópticos: de anunciador se convierte, en los pasajes más importantes,
en el que se anuncia a sí mismo (Me y Le), de la cristología implícita de la
predicación de Jesús se ha pasado a la directa y explícita de la comunidad de fe, y esto es
lo que se ha puesto en boca de Jesús; el didásko = limméd en sentido rabínico se convierte
en el didásko en sentido de anunciar la salvación. Además tiene ciertamente también
(espec. en Mt) el significado de una enseñanza en el sentido de dictar, esto es, de
interpretar un pasaje. Así hemos dejado sentado que el uso lingüístico de didásko en los
evangelios se asemeja formalmente al de los LXX y consiguientemente en cierto modo al
del rabinato: el significado de didásko no es la formación de las capacidades o habilidades,
sino la educación de la vida, y también una invitación y una exigencia respecto a la
forma de interpretar y anunciar la voluntad de Dios.
2. Las afirmaciones sobre la enseñanza de los discípulos
a) Junto al Jesús que enseña, hablan los sinópticos también de los discípulos que
enseñan (Me 6, 30; Mt 28, 20 y passim) así como de la doctrina de los escribas que
transmiten una «enseñanza de hombres» (p. ej. Me 7,1 ss par). En Le 12,12 se promete el
Espíritu santo y se dice de él que ha de enseñar.
b) En Hech no se encuentra ninguna vez didásko únicamente en relación con la
enseñanza de Jesús. Esto se deduce ya de la misma temática. Así en Hech 4, 2 el tema es la
-» resurrección de los muertos; en 5,42 y 15, 35 «Cristo Jesús» o la «palabra del Señor» y
en 4,18; 5,28.39 (cf. asimismo 18,25) aparece la predicación global de los discípulos como
contenido de la enseñanza (esto aparece claro de las expresiones
éni xá> óvópaxi xov 'IyooS[epí tó onómati toü Iésoú]
o xoóxcp [toútó], en Jesús o en su nombre, así como xa. nspi xoñKvpíov 'InaoS Kpiaxov [tá perí toü Kyriou Iésoü Christoü], las cosas sobre el Señor
Jesucristo
(Hech 18, 25), que se asocian con didásko. En Hech 15, 1 se habla de quealgunos hermanos de la circuncisión «enseñaban» y en 21, 21 (cf. v. 28) se nos dice que
Pablo fue arrojado porque enseñaba a apostatar de Moisés. En ambos casos, el tema de
la enseñanza es la discusión sobre la ley común a los judíos.
Didásko se halla en Hech 4, 2 y passim asociado con el verbo
Kaxoc/yéÁÁco [katangélló],anunciar;
en 15, 35 con el verbo del mismo significado EvocyyEÁí[,opa.i [euangelízomai];pero aquí hacer una distinción con respecto al contenido de la enseñanza y
predicación parece ya insostenible, debido al carácter retórico del par de palabras,
máxime cuando también en 18, 25.28 y en 28, 31 didásko se refiere a la prueba de la
Escritura. También aquí, lo mismo que en los demás pasajes aludidos, en el trasfondo se
encuentra el mensaje de salvación postpascual (cf. asimismo 1, 1; 5, 21.25; 11, 26 y
passim). El objeto de didásko es, por tanto, en Hech preferentemente la salvación, tal
como la entiende la comunidad postpascual. La ausencia de esta salvación, para Lucas se
ha hecho visible en Jesús (Le 4, 16 ss; Hech 1, 21 s).
c) En los escritos joaneos la palabra sale, en el evangelio 9 veces (entre otros pasajes:
6, 59; 7,14.28.35; 14, 26) y en 1 Jn, una vez (2, 27). Excepto en los pasajes de Jn 8,28; 14, 26
y 9, 34 es el mismo Jesús el sujeto de la enseñanza. El tema de la misma es ahí siempre el
mensaje de Jesús como revelador; este mensaje exige la -» fe y es el único que es
reconocido como verdadero mensaje que procede de Dios por el creyente. Lo mismo
ocurre en 1 Jn 2, 27, donde el autor anima a la comunidad a la que se dirije y le señala
hacia su «unción» (sobre xpiap-a. [chusma], unción, cf. RBultmann, Johannes-Briefe, 42 s).
En esta unción se comunica el -» Espíritu santo, el cual, según 3, 24 es la fuente de todos
los conocimientos. Por eso aquellos que poseen la unción no necesitan que se les enseñe
más. Ellos conocen ya la -> verdad (cf. 2, 21).
d) Pablo utiliza didáskó únicamente en 5 pasajes (Rom 2,21; 12,7; 1 Cor 4,17; 11,14;
Gal 1,12). Esto no es de extrañar, si pensamos en lo cargante que debía ser para él dicha
palabra después de su conversión: su vida había sido determinada por las
napccdóoeiqnaxpiKoií [paradóseis patrikaí],
las tradiciones paternas que justamente le fueron «enseñadas». En Rom 2, 21 utiliza didáskó totalmente en el sentido derivado del hebreo
limméd, cuando él pregunta a los judíos: «y enseñando tú a otros ¿no te enseñas nunca a ti
mismo?». En Rom 12, 7 apunta al cargo comunitario del
6ida.aKa.Xoc, [didáskalos], delmaestro (cf. infra, didáskalos), al cual corresponde exponer los conocimientos de la fe (cf. 1
Cor 4, 17, donde Pablo habla de que Timoteo se acuerde de los «caminos» del apóstol
—probablemente se refiere a las máximas de Pablo— y que las enseñe). En Gal 1,12 didáskó
tiene el significado de transmitir una tradición. Es curioso el uso lingüístico de 1 Cor 11,
14, donde Pablo habla de que la -> naturaleza enseña; en el trasfondo hay ahí pensamientos
estoicos (cf. tal vez Epicteto, Diss. I, 16, 10).
e) En las cartas deuteropaulinas ocurre una cosa distinta: en 2 Tes 2,15, el autor, con
su
Kponene TÓÍQ na.paóóa&iQ á¡c ióióáx&nTS ene óiá Xóyov erre Si' énicxoXf\q r\p.mv [krateítetas paradóseis has edidáchthéte eite diá lógou eíte di' epistolés hemón], guardad las
tradiciones que se os enseñaron de palabra o por escrito,
recuerda 1 Tes y las tradicionesorales, en las cuales se podría tratar de un contenido relativamente fijo y determinado. La
expresión se os enseñaron se refiere, por tanto, aquí no ya a «escuchar el mensaje en una
situación concreta», sino a «recibir y conservar lo que se ha transmitido». Con ello se nos
recuerda la praxis de la docencia en el rabinato. En pasiva se encuentra también en Ef 4,
21 en el giro év amm éóidáx9r]T£ [en auto edidáchthéte], en él habéis sido instruidos; con
este giro el autor alude —lo mismo que en el que le precede,
pavMvsiv Xpiaxóv[manthánein Christón], aprender a Cristo
— al hecho de la conversión de los destinatarios.Es difícil determinar el significado de didáskó en Col 1, 28 y 3,16. Pero probablemente
sirve la palabra aquí para designar la parénesis que deben realizar todos los miembros de
la comunidad. En la expresión év ná.ar¡ ao<pía [en pasé sophía], en toda sabiduría (NB:
lomejor que sabemos; lo mejor que sabéis),
que en ambos pasajes determina un poco más adidáskó, se trata probablemente sólo de una determinación modal.
El uso de didáskó en las cartas deutero-paulinas no es, por tanto, nada unitario y se
diferencia específicamente del de los evangelios.
1) Cartas pastorales. En 1 Tim 4,11 y 6, 2 didáskó constituye el derecho y el deber de
Timoteo y en 2 Tim 2, 2, la tarea o misión de aquellos que cumplen determinadas
condiciones; en 1 Tim 2, 12 se dice que la enseñanza está prohibida a las mujeres. En
todos estos pasajes, como contenido de la enseñanza, se presupone la «buena» o «sana
doctrina» (cf. infra, didaskalía). Esta doctrina es la que es transmitida y conservada
( = enseñada). Es interesante que la enseñanza ahora está reservada únicamente a
personas totalmente determinadas, y no ya a todos los cristianos como en Col 1, 28. En
Tit 1,11 aparece didáskó en una referencia a los maestros del error, que enseñan por lucro
fábulas judías y mandamientos de hombres. En todos los pasajes, sin embargo, el enseñar
implica la transmisión de una tradición fijada hasta cierto punto, idea que ponen de
relieve las cartas pastorales p. ej. con la expresión
KKJTÓQ Ó Xóyoc, [pistos ho lógos], lapalabra merece credibilidad
(1 Tim 1, 15; 3, 1; Tit 3, 8 y passim). Este patrimonio detradición no es interpretado y actualizado, como, por el contrario, hace Pablo con la
tradición que ha llegado hasta él, sino que es recomendado encarecidamente.
g) Estrechamente vinculado con el uso de la palabra en las cartas pastorales está el
empleo que hace de ella la carta a los Hebreos. En 5, 12 el autor reprocha a sus
destinatarios que, por más que sean maestros, se les debían enseñar una vez más los
rudimentos de la palabra de Dios —se refiere a la doctrina fundamental cristiana, a la que
se alude en 6, 1 ss. En 8, 11 aparece la palabra en la cita de Jer 31, 31 ss, donde el
conocimiento de Dios, que sin duda es asimismo conocimiento de su voluntad, es el tema
de la enseñanza.
Los dos casos en los que aparece didáskó en el Apocalipsis (2, 14.20) sirven en cada
caso para señalar y cualificar la actividad de los maestros del error en Pérgamo y en
Tiatira.
3. Dirigiendo una mirada retrospectiva a los pasajes en los que aparece didáskó en el
NT se puede decir que se encuentran dos tipos de uso de la palabra:
a) Didáskó, anunciar, situar ante una decisión, interpelar en el sentido de
enseñar atodo el hombre los mandamientos oportunos
(así principalmente en los evangelios y enHech).
b) Didáskó, enseñar en el sentido de transmitir un contenido, fijo, que debe ser
recibido y conservado a título informativo (así preferentemente en las cartas pastorales y
en 2 Tes). Únicamente Ef 4, 21 se aparta totalmente del empleo usual de la palabra.
K. Wegenast
I Didáskalos, una palabra formada como nomen agentis del radical de presente didaon- [didask-], está
ampliamente atestiguado desde Homero, Hymn. Mere. (554 ss) y Esquilo (Prom. 110 s) con el significado de
maestro (maestra), preceptor o instructor (p. ej. también en Platón, Prt. 326c; Epicteto, Ench. 17 y passim y en
muchos otros; para el uso lingüístico griego cf. ante todo EReisch, art. SiSácncaAoc,, Pauly-Wissowa, RE V, 1903,
401 ss). Sirve para designar a todos aquellos que se esfuerzan por una enseñanza técnica o por una transmisión de
la ciencia a base de repetición, de reglas y de sistemas: a saber, el maestro de enseñanza primaria, el profesor, el
filósofo, pero también el maestro de coro, que ensaya una obra para una pública representación. Y como el maestro
siempre transmite algo completamente determinado y fijo (leer, escribir, el arte de la guerra, un oficio o profesión
etc.), didáskalos es a menudo determinado ulteriormente por el tema de la enseñanza. (En este contexto es
interesante que Sócrates no quería pasar como maestro, puesto que él no consideraba la virtud como algo que
pudiera enseñarse; cf. Platón, Ap. 33a. De un modo totalmente distinto pensaba Epicteto, Diss. I, 9, 12, el cual
incluso llegaba a ofrecerse como maestro a aquellos que aspiraban a la perfección).
El uso lingüístico en Filón corresponde a lo que hemos dicho hasta ahora de Grecia. Así en sus obras se llama
«maestro» no sólo a Moisés (Gig. 54), sino incluso al mismo Dios (Rer. Div. Her. 102 y passim). En ambos casos
Filón entiende por la palabra maestro al transmisor de la sabiduría y no al que exige un comportamiento ético.
II 1. En los LXX aparece didáskalos únicamente en 2 pasajes: Est 6,1 con el significado de lector y en 2 Mac
1, 10 como designación del jefe de la comunidad judía egipcia Aristóbulo, el cual fue nombrado públicamente
preceptor porque había dedicado una obra con interpretaciones del pentateuco al rey Tolomeo Filométor. El uso
lingüístico de 2 Mac 1, 10 (didáskalos, maestro de la ley) se halla en flagrante oposición con las versiones de la
palabra señaladas hasta ahora. Sus raíces no se encuentran tampoco en el uso lingüístico griego conocido o en
Filón, los cuales con didáskalos no designan ni al transmisor de conocimientos ni al preceptor o instructor, sino que
empalman con el judaismo palestinense y con la raíz hebrea lámad, aprender (piel: enseñar). El motivo de que esta
palabra aparezca tan raramente en los LXX no hay que buscarla únicamente en el hecho de que a los traductores
de la Biblia hebrea el título griego de didáskalos no les pareció adecuado para el maestro de la ley. Asimismo el
equivalente hebreo de didáskalos, mbreh, es raro y sólo se reproduce una vez (Prov 5, 13) mediante el participio
didáskbn, el que enseña, y en otros pasajes siempre con otras palabras (en Is 30, 20, 2 veces con
uXavcavreq[planóntes], seductores;
en Hab 2, 18 con niiaxq [plásas], que significa el artífice formado, el escultor; en Jl 2, 23con /Jptú/iosTa [brómata], alimentos). Es claro que no sólo es la palabra, sino también toda la concepción del
maestro, la que es extraña al AT, porque éste se dirige más a la obediencia que a la instrucción.
2. Otra cosa muy distinta ocurre en Qumrán. Aqui aparece mbreh más a menudo (ha zaddlq, el justo o
recto;ha z'dáqáh, ¡ajusticia; ha yahid, la unión o la comunidad;
así, p. ej. en lQpHab 1, 13; 2, 2; 5,10; 7, 4; 8, 3; 9, 9; 11, 5;CD 1, 11; 20, 32; para ha yahid; CD 20, 1 y 14). Los escritos de Qumrán designan con ese título probablemente al
fundador de la secta, el cual enseña la verdadera inteligencia de la Tora (cf. sobre esto, ante todo, GJeremias,
Lehrer, 109.168-267.319-353).
Asimismo se encuentran aquí las palabras hebreas mas'kíl, instructor (1QS 3,13; cf. CD 12, 21 y passim), y ráb, el
maestro de la ley (cf. sobre esto, ante todo, ELohse, art. paflfli ThWb VI, 962 ss). Un ráb o rabbi tiene en el judaismo
del tiempo de Jesús la misión de la interpretación de la Tora y de la decisión en las cuestiones jurídicas. El tiene
discípulos que estudian su interpretación y sus decisiones. Estos discípulos, talmidlm, están obligados a respetar y
obedecer a su maestro. La forma usual como el discípulo se dirige al maestro es: Rabbi, maestro mío. Este término
así, con sufijo de primera persona, se convierte en el s. I d. C. en la designación exclusiva del maestro de la ley
ordenado para ello.
III En el NT aparece didáskalos 59 veces, preferentemente en los evangelios (12
veces en Mt y otras tantas en Me; 17 veces en Le y 9 veces en Jn). Por su contenido, la
palabra designa 41 veces a Jesús y de ellas 29 veces es un tratamiento directo. Además de
Jesús, son denominados didáskalos en los evangelios Juan bautista (Le 3, 12), Nicodemo
(Jn 3, 10) y los escribas (Le 2, 46). Como designación de los «maestros» de la comunidad
aparece la palabra en Hech 13, 1; 1 Cor 12, 28; Ef 4, 11 y Sant 3, 1. En 1 Tim 2, 7, y en 2
Tim 1, 11 el autor de la carta se denomina a sí mismo didáskalos, que aquí va junto a
Kfjpv^ [kéryx], heraldo (-> mensaje, art. Kt]pvaam [kerysso]) y ómóo-coloc, [apostólos],
-» apóstol.
1. Jesús como maestro: didáskale, maestro es el título que se dirige a Jesús (así, p. ej.
en Me 9, 17.38; Mt 8, 9; Le 10, 25 y passim) o también a Juan (Le 3, 12); es siempre
traducción del hebreo rabbi (cf. Jn 1, 38; 20, 16 donde rabbi se traduce expresamente por
didáskalos), que en el evangelio aparece también en su transcripción griega (así p. ej. Me
9, 5; 11, 21). Aunque en los evangelios didáskalos y papfíí [rhabbí] por lo general
significan lo mismo —maestro en el sentido de maestro de la ley de Israel—, no se puede
pasar por alto que la historia del significado de ambas palabras no es totalmente la
misma (cf. supra). El tratamiento dirigido a Jesús puede corresponder a la realidad
histórica; de acuerdo con la tradición, él se portó en todo como un rabbi: a él se acude
para consultarle en casos de disputas judiciales (Le 12, 13 s) y en cuestiones doctrinales
(Me 12, 18 ss: acerca de la resurrección); también tiene discípulos. (Las condiciones
posteriores para llevar el título de rabbi, el estudio y la ordenación correspondiente, no
eran todavía obligatorias en la época de Jesús. Cf. ELohse, Ordination, 50 ss).
No deja de ser interesante el hecho de que Mt en algunos pasajes haya borrado en su
modelo (Me) el título de didáskale aplicado a Jesús, y lo conserve únicamente cuando está
puesto en boca de los adversarios de Jesús o de forasteros, mientras que Le, por lo
regular, acepta el uso de la palabra que halla en su modelo e introduce incluso ese título
de didáskalos en 4 pasajes más (7, 40; 11, 45; 12, 13; 19, 39). Solamente en 3 pasajes
sustituye Le el didáskale de su modelo por el título iniGxáxv. [epistáta], maestro (8, 45; 9,
49; 8, 24). La causa por la que Mt ha borrado eso de su modelo está clara: Mt se halla en
una situación de enfrentamiento agudo con el rabinato y por eso quiere que, para
dirigirse a Jesús, no se sirvan, con una frecuencia que le molesta, del tratamiento que
corrientemente se aplica a los doctores de la ley. Es posible asimismo que haya una
especie de deslizamiento en beneficio de los títulos cristológicos (cf. Me 4, 38; Mt 8, 25).
Lucas, por el contrario, utiliza este tratamiento por lo general sin reflexionar en ello y,
como Me, sin alcance teológico.
Junto al uso de esa palabra como título, se encuentra en toda una serie de pasajes un
absoluto
ó biba.GKa.koQ [ho didáskalos] como designación de Jesús: sin ningún matizespecial en boca del resucitado (Mt 9,11; 17, 24 y passim), en una sentencia que se refiere
a Jesús «no es el discípulo más que el maestro» (Mt 10, 24 s) para indicar la relación entre
Jesús y sus seguidores (-> seguimiento) y luego en Mt 23, 8 en una amonestación de Jesús
Enseñanza (didáffKw) 86
a sus discípulos que procede a su tradición peculiar
V/J,EÍQ — \xr\ KIT/SJJTE paflfíí • slq yápiaxiv vpcóv ó diSáoKaloQ [hymeís
— mi kléthéte rhabbí; heis gár estin hymón ho didáskalos](pues no debéis permitir que os llamen rabbí, pues uno sólo es vuestro maestro).
ComoFHahn (Hoheitstitel, 78 ss) ha demostrado aquí, y lo mismo en Me 14, 14, tenemos una
interpretación cristológica de didáskalos: Jesús, el maestro, que posee también una
autoridad después de su muerte (cf. sobre esto los pasajes de Jn 3, 2; 11, 27 s y 13, 13 s,
donde didáskalos aparece junto con otros títulos cristológicos).
2. El oficio de enseñar del cristianismo primitivo: En 1 Cor 12, 28 didáskalos
representa el tercer miembro de una tríada de oficios carismaticos. La función de ese
cargo era la explicación del pensamiento cristiano y la interpretación cristiana del AT.
Esta estructura triádica se halla, por supuesto, en Ef 4, 11, pero aquí antes de didáskalos
se introduce el oficio del s6ayyehaxr\Q [euangelistes], el evangelista. El oficio de maestro
está aquí, lo mismo que ocurre en Pablo, ordenado a una comunidad particular (cf. Hech
13, 1 donde los óióáffKaÁoi [didáskaloi] se mencionan junto a los profetas, y Did 13, 2;
para el conjunto cf. sobre todo HGreeven, en ZNH 44, 1 ss). Apelando a los severos
castigos que aguardan en el juicio a los maestros que fallan, pone Sant en guardia ante la
fuerte demanda del oficio de maestro que el autor parece desempeñaba. En Heb 5, 12 se
habla de los cristianos que podrían haber sido desde hace mucho tiempo «maestros»,
pero, sin embargo, necesitan que se les enseñen todavía los rudimentos de los principiantes.
En 2 Tim 4, 3 aparece la palabra en sentido irónico referida a los maestros del error.
Mirando retrospectivamente, se puede decir que en el NT didáskalos, como título que
se da a Jesús y a otros, está mediatizado por el uso lingüístico judío. Y esto no pudo dejar
de influir en todos los restantes usos. Una excepción la constituye el uso cristológico de
Mt 23, 8 y de Me 14, 14.
K. Wegenast
I/II 1. Derivado de didáskalos, tenemos el sustantivo didaskalía, que designa la actividad del maestro en el
sentido griego. En el griego profano se halla atestiguado, en la voz activa, desde Píndaro pero también en la pasiva,
en el sentido de enseñanza (de aquello que se enseña) y del hecho de ser uno enseñado (sobre los pasajes concretos cf.
sobre todo EReisch, Pauly-Wissowa, RE V, 1903, 394 ss). Filón y el conjunto del helenismo judío representan el
mismo uso lingüístico.
En los LXX aparece la palabra sólo 4 veces (en Prov 2,17 como traducción de allaph, amigo y en Eclo 24, 33; 39,
8; Is 29, 13 como traducción de m'lumdah, doctrina y enseñanza). Si bien didaskalía significa en estos casos la ley
como voluntad de Dios, con todo en Is 29,13, donde los LXX modifican el singular que está en el trasfondo por un
plural, significa enseñanzas humanas, puesto que ya por su número plural se distingue de la voluntad de Dios que es
única. La razón por la que didaskalía sale tan raramente en los LXX hay que buscarla en que, bajo este término, el
griego profano entiende, ante todo y sobre todo, una doctrina intelectual, que corresponde al saber, mientras que
Israel por «doctrina» o «enseñanza» entiende la ley de Dios, a la cual corresponde la obediencia.
2. El término didachí, que deriva directamente de la raíz verbal, se halla, en cambio, atestiguada desde
Herodoto y Tucídides con el significado de instrucción o de enseñanza transmitida por medio de la instrucción; así
también en Platón y esporádicamente en Filón y en Josefo. En los LXX se encuentra únicamente en el Sal 59, 1 en
la expresión tic, Sidaxtjv [eis didachén], para enseñar, como traducción del hebreo l'lammid. El equivalente de
didachí en el hebreo rabínico sería evidentemente talmüd (estudio, enseñanza), que, entre otros sitios, aparece en
Aboth 6, 2: «No hay nadie que sea verdaderamente libre, excepto aquel que se dedica al estudio de la Tora».
III En el NT didachí aparece 30 veces, de ellas 13 veces en los evangelios sinópticos
y en los Hech, 9 veces en los escritos joaneos incluyendo Ap. A diferencia de esta
dispersión relativamente grande, de los 21 pasajes de didaskalía sólo en las cartas
pastorales se encuentran 15, y otros dos más en Ef y en Col. Así pues, este término fue
utilizado principal y casi exclusivamente en los escritos tardíos del NT.
1. En particular didache presenta el siguiente panorama:
a) En Me 1, 22 y 27 se trata de la predicación de Jesús, la cual, sin aditamentos
ulteriores sobre su contenido, se denomina didache (sobre este punto cf. el uso de
-> diSáaKco [didásko] en Me). Juntamente es digno de notarse que esta enseñanza la ve Me
en estrecha conexión con los -> milagros de Jesús, los cuales son para él al mismo tiempo
una prueba de la autoridad de la enseñanza. En Me 11, 18 la «enseñanza con autoridad»
que ofrece Jesús se menciona como el motivo para el proyecto de los escribas de matar a
Jesús. En Me 12, 38 se designa asimismo como didache la polémica contra los escribas.
b) Para Mt en 7, 28, en un giro redaccional del propio evangelista, didache designa el
sermón de la montaña que precede, y por tanto, una parte del mensaje determinada en su
contenido por la interpretación de la -> ley (cf. Mt 22, 33). Sin embargo, en él no sólo se
denomina didache el mensaje de Jesús, sino también el mensaje que transmiten los
-» fariseos y saduceos (Mt 16, 12). Por tanto, él no utiliza la palabra exclusivamente para
designar la «enseñanza» de Jesús.
c) De un modo semejante se utiliza la palabra en Hech. Aquí se aplica didache para
designar la predicación del cristianismo primitivo, y concretamente en diversas formas de
expresión: en 2, 42 significa «la enseñanza de los apóstoles»; en 5, 28 «vuestra enseñanza»;
en 13, 12 «la doctrina del Señor» y en 17, 19 «nueva doctrina». Todos estos pasajes se
refieren al testimonio del apóstol acerca de Jesús (cf. 1, 21) en el sentido de Le. La
exposición de la ley que podría ser designada en Mt asimismo por didache, no entra ya de
ninguna forma aquí en el contenido de la enseñanza.
d) En esta misma línea está el uso lingüístico de didache en Jn 7, 16s (cf. 18, 19),
donde el mensaje joaneo, que se pone en boca de Jesús, se designa como enseñanza que
procede del Padre. De este mensaje de «Jesús» se pasa en 2 Jn 9 s a la expresión
SiSaxñ'Inaov XpiaTOD [didache Iésoú Chistoü], enseñanza de Jesucristo,
cuyo contenido no esotro que el del mensaje de Jesús expresado en Jn 7.
e) En Pablo aparece la palabra didache únicamente en la glosa de Rom 6, 17 y luego
en Rom 16, 17, y ciertamente en ambos casos como designación del conjunto de las
enseñanzas del apóstol; en 1 Cor 14, 6.26 la palabra sirve para designar una de las varias
formas de «hablar constructivamente», todas las cuales se consideran como contrapuestas
al don de lenguas (-> lengua).
f) Mientras que en Pablo con el término didache no se señala más en concreto
ningún contenido determinado, el cual apenas puede entenderse como un propósito que
contiene una tradición fija (y sacrosanta), ya que Pablo conserva su libertad frente a la
tradición (cf. infra), el patrimonio doctrinal que las cartas pastorales designan con el
término didache (cf. 2 Tim 4, 2; Tit 1, 9) probablemente podría entenderse ya como un
patrimonio doctrinal fijo y estructurado. A eso apuntan los términos utilizados en otros
pasajes y que designan la «doctrina» como napaQriKn [parathéké], el depósito confiado (1
Tim 6, 20; 2 Tim 1, 12.14) y didaskalía, enseñanza. Probablemente ocurre algo semejante
en Heb, cuando se habla de una fiamiopwv bxbv.yr\ [baptismón didache], una
enseñanzasobre abluciones
(6, 2) (cf. 13, 9 donde el autor designa como didache el conjunto deenseñanzas de sus adversarios; así también en Ap 2, 14.15.24).
g) En su conjunto, el término didache se emplea, pues, en el NT para concretar más
el mensaje de Jesús (llamada a la penitencia y avisos a ella anejos) y la predicación del
cristianismo primitivo en su más amplio significado. En este punto llama la atención el
hecho de que no se establezca diferencia alguna expresa entre el patrimonio doctrinal fijo
en el sentido de la tradicción y la predicación actual. Que la cristiandad primitiva ya
relativamente pronto poseyó algo así como una doctrina en cierto modo fijada, lo
demuestran las fórmulas de fe citadas en las cartas paulinas, aunque puedan no ser
consideradas todavía por Pablo como algo sacrosanto (cf. infra), y también de algún
modo el patrimonio doctrinal reunido en el sermón de la montaña. De las pilaciones,
como la que se refleja en el sermón de la montaña, se abre el camino a la didache de los
doce apóstoles (Did 2, 1; 6, 1; 11, 2) y de la epístola a Bernabé (Bern 9, 9), que pasan como
una enseñanza autoritativa.
2. Este desarrollo puede observarse todavía con más claridad en la utilización de
didaskalía, como lo demuestra ya la estadística del uso de la palabra.
a) En Me 7, 7 y en Mt 15, 9 aparece la expresión
5idu.GK.alia; ócv&pánwv [didaskalíasanthrópón], enseñanzas de los hombres,
dentro de la cita de Is 29, 13 tomada de losLXX, como designación de la enseñanza de los fariseos y de los escribas. Esa misma cita
de Is sirve a Col 2, 22 para la caracterización de la doctrina de los gnósticos cristianos
judaizantes (sobre este punto cf. GBornkamm, Die Háresie des Kolosserbriefes, en: Das
Ende des Gesetzes, 1952,138 ss). A este apartado pertenece también el texto de 1 Tim 4,1
donde se habla de los espíritus de seducción y del error y juntamente de la enseñanza de
los demonios (-> demoníaco).
b) En todos los demás pasajes del NT aparece didaskalía en singular. En Rom 12, 7
significa el oficio de maestro y en Rom 15,4 sirve para designar la función de la Escritura y
en especial del pasaje del salmo citado en el v. 3 y que consiste en estar orientado a la
«enseñanza» de los cristianos. En Ef 4,14 el autor caracteriza a los cristianos, que vacilan,
tanto en su actitud espiritual como en su capacidad de juicio, con la expresión
nepupEpófxsvoinuvxi ávéptp if¡;
5ioa.CKa.kiaQ [peripherómenoi pantí anémb tés didaskalías], zarandeadosy a la deriva por cualquier ventolera de doctrina.
c) A los 6 pasajes que se encuentran en los evangelios y en Pablo hay que
contraponer naturalmente los 15 pasajes de las cartas pastorales. En 1 Tim 1,10; 2 Tim 4,
3; Tit 1, 9 y 2, 1, la palabra va acompañada inmediatamente de
vyiaivooaa [hygiainousa],sana
(-> salud) y designa la enseñanza «correcta», que se halla relativamente fijada en lascomunidades y que hay que mantener y conservar frente a las doctrinas extrañas. En
1 Tim 6, 3 la misma tradicción ya fijada se denomina
f¡ rcaz' EÓosfisiav SióaoKalía[he kaf eusébeian didaskalía], la doctrina propia de la
-» piedad, en 1 Tim 4, 6 KaXt)óióaaKiXÁÍa. [kale didaskalía], buena enseñanza
y en 1 Tim 4,16 simplemente didaskalía (cf.2 Tim 3,10). Como designación de una actividad, aparece la palabra en 1 Tim 4,13 (cf. Tit
2, 7 y 1 Tim 5, 17). En 2 Tim 3, 16 leemos que la Escritura otorgada por Dios —se
menciona el AT— es útil para la enseñanza; y en Tit 2, 10, finalmente, se habla de
que la conducta de ciertos esclavos ha de contribuir al honor de la doctrina de Dios
(cf. 1 Tim 6, 1).
El uso frecuente de didaskalía en las cartas pastorales demuestra que el autor de las
mismas no experimenta en sí el freno del traductor de los LXX (cf. supra I/II, 1) y que por
ello puede designar sin más la predicación cristiana (-> mensaje) por medio del término
didaskalía, así como del de paratheké y didache. Así pues, el evangelio que se anuncia
siempre de nuevo debe convertirse en una enseñanza que hay que aprender, que hay que
recibir en toda su pureza y que debe ser definida contra las doctrinas erróneas.
K. Wegenast
KOLtrixéco [katéchéd] instruir; Kaxr\yr\ai; [katechésis] instrucción; KaTnxoófisvo; [katéchoúmenos]
alumno; Kaxr\%&\ [katéchón] profesor
I El verbo katéchéd, raro en el griego profano y atestiguado por primera vez tardíamente, significa
originariamente sonar desde arriba y luego designa la actuación de los poetas y actores, que actúan en el escenario y
hablan desde él (así en Luc. Jup. Trag. 39, cf. Filostrato, Imagines I, 19). En Plutarco (Fluv. 7, 2 [II, 1154a]) aparece
la palabra con doble acusativo con el significado corriente de dar información de algo, referir algo. Junto a eso se
encuentra katéchéo también con el significado de instruir, enseñar. En la Stoa se halla asimismo atestiguado el
sustantivo katéchésis (p. ej. Diógenes Laercio VII, 89).
II En los LXX falta la palabra y en Filón y en Josefo coincide el uso lingüístico de la palabra con el del griego
profano. En hebreo a esta palabra corresponde el hifil de yaráh, mostrar, instruir, con acusativo (cf. Is 28, 9 y 1 Sam
12, 23).
III En el NT falta totalmente el sustantivo, mientras que encontramos el verbo
katéchéo sólo en Pablo y en Le (4 veces en cada uno). Mientras que Lucas conoce las dos
significaciones usuales en el griego (informar de algo, Hech 21, 21.24; instruir a alguien,
Hech 18, 25; el significado de la palabra en Le 1, 4 se discute), Pablo utiliza este verbo
exclusivamente en el sentido de instruir a alguien sobre el contenido de la fe (asi en 1 Cor
14,19 y Gal 6, 6; en Rom 2, 18 el objeto de la información es la ley), de forma que incluso
se puede hablar de un uso técnico de la palabra: katéchéo, instruir en la fe. Este sentido se
sugiere especialmente en 1 Cor 14, 19, donde Pablo asegura que él hablaría más a gusto
cinco palabras con un sentido comprensible e inteligible «para enseñar a los demás» que
mil en lenguas, las cuales pueden servir únicamente para vanagloria del que habla en
lenguas.
En Gal 6, 6 amonesta Pablo al katéchoúmenos, alumno, a que contribuya a la
sustentación del katéchón, maestro. Probablemente nos hallamos aquí ante el testimonio
más antiguo de una profesión docente en el cristianismo primitivo. Tal vez incluso fuera
Pablo el que introdujo el término de katéchón para el maestro del evangelio, el cual en el
judaismo helenístico se conoce tan poco como en otros pasajes del NT.
Un uso técnico de katéchéo revela asimismo el pasaje de Hech 18, 25, puesto que el
«camino del Señor» que encontramos aquí es una designación de la acción salvífica de
Dios en Jesús y en la historia. Se discute el significado del giro de Le 1,4: iva émyvcpq nspi
cBv
Ka,zr¡x^9r¡c; lóyiov zijv áacpáAeíav [hína epignós perí hón katéchéthés lógón ten aspháleian],para que compruebes la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Con muchosotros, me inclino a creer que los Xóyoi [lógoi] de nuestro versículo son otra manera de
expresar las npúypazx [prágmata] (acontecimientos) del v. 2, con los cuales Lucas alude
a los sucesos de la vida, muerte y resurrección de Jesús registrados en la literatura
anterior a él. En este caso, tendríamos también aquí un ejemplo del uso técnico de la
palabra katéchéo en el cristianismo primitivo, que ya en 2 Clem 17,1 se ha convertido en
designación evidente para la instrucción bautismal que se da a los catecúmenos.
Con el concepto katéchéo la cristiandad primitiva adquiere, pues, una designación
específica para una parte decisiva, tanto de la misión como también de la vida de la
comunidad: la enseñanza acerca de la acción salvífica de Dios.
K. Wegenast
napadíócopí [paradídomi] transmitir; napáóoaic, [parádosis] tradición
I 1. Paradídomi se halla ya en Platón con el significado de transmitir una doctrina o enseñanza y se refiere a lo
que hace el maestro con el discípulo (p. ej. Theaet. 36,198b; respecto al significado de entregar, dar, responder de, cf.
-• juicio, art. xxpxdíóoifti [paradídomi]). En el sentido de transmitir una enseñanza se halla paradídomi también en
Aristóteles, Polibio y Plutarco, entre otros. En el ambiente helenístico de las religiones mistéricas la palabra se
halla en relación con la entrega de un kpóQ Aóyoq [Meros lógos] (doctrina sagrada) (así Teón de Esmirna, 14 s
—Hiller—; Estrabón 10, 3, 7; Diodoro 5,48, 4; CH 1, 32; 13,15 y passim; cf. asimismo el equivalente latino tradere:
Cicerón, Tuse. Disp. 1.13, 29 y Apuleyo, Met. 9, 21). Es significativo que Filón presente un uso semejante del
término (p. ej. Vit. Mos. 1, 23 y passim).
Enseñanza (mxpoidídcofii) 90
2. El sustantivo parádosis se encuentra a partir de Tucídides como designación del
acto de transmitir unatradición
(en sentido activo, p. ej. en Platón, Epicteto) y de lo transmitido por tradición (en sentido pasivo, p. ej. enCorp. Herm. 13, 22b y en muchos escritos gnósticos. Acerca del pensamiento gnóstico sobre la tradición cf.
Wegenast, 123 ss). Y posiblemente parádosis, tradición, adquiere en el helenismo su significado técnico a través de
la gnosis.
II 1. Una transmisión de sagas, relatos, leyes y listas existía ya en Israel en la época pre-histórica; sin
embargo, un método de tradición con una terminología específica y un correspondiente pensamiento acerca de la
tradición surgió sólo en los enfrentamientos y conflictos surgidos entre el judaismo y el helenismo agresivo de los
dos siglos precristianos y más tarde el cristianismo del s. I d. C. Un término importante de la terminología
específica que surge por entonces es el equivalente hebreo de paradídómi: masar. Sirve para designar la transmisión
determinada por reglas exactas de la interpretación de la ley (cf. Aboth 1,1: «Moisés recibió la Tora en el Sinaí y la
transmitió a Josué»; de un modo similar en Pea II, 6 y
passim).2.
Mientras que Filón y Josefo —lo mismo que ocurría en el griego profano— usan el sustantivo parádosis,tanto en el sentido de la acción de transmitir como en el de lo transmitido, y para Josefo incluso la designación
napáóooiQ zcov nanépcov [parádosis ton patérón], tradición de los padres, es característica para la interpretación oral
de la Tora, los LXX sólo conocen la palabra en el sentido de lo transmitido (2 Esd 7, 26; Jer 39 [32], 4; 41 [34], 2), y
por tanto no ya del acto de transmitir, para el cual usan siempre el verbo. El equivalente hebreo es másóret, que
aparece por primera vez en Ez 20, 37 (Teodoción traduce por parádosis).
En la época tanaítica aparece másóret con una doble significación: a) como designación de la integridad del
texto de la Biblia asegurada por la tradición y b) como designación de la tradición no haláquica. Como
descripción especialmente característica de la tradición en el sentido judío, se puede citar Aboth 3, 13; «La
tradición es un cerco que proteje a la enseñanza».
III 1. En el NT el verbo paradídómi, ademas de tener el significado de
entregar,responder por
(-> juicio), aparece también como término técnico para la transmisión de latradición.
a) En Me 7, 13 donde leemos: «invalidando el mandamiento de Dios con esa
tradición que habéis transmitido», el objeto de paradídómi es la halaká (interpretación de
la ley) rabínica. La palabra, por tanto, se halla aquí totalmente en el sentido corriente en
el mundo circundante judío. Así también en Hech 6, 14, donde la palabra aparece en el
marco de una afirmación que en el proceso los testigos hacen sobre Esteban y en la cual
se dice que Esteban afirmó que Jesús había cambiado los usos transmitidos por Moisés.
En Hech 16, 4, Lucas utiliza paradídómi en conexión con los
dóy/iata. [dógmata],decisiones,
del concilio de los apóstoles, que Pablo transmitió a las comunidades deLicaonia y por otras partes.
Es significativo el uso de paradídómi en Le 1, 2, donde tiene como objeto la
birjynoxc,[diegésis]
oral, la narración hecha por aquellos que «desde el principio fueron testigosoculares y luego se hicieron predicadores del mensaje», en otras palabras, los acontecimientos
de la historia Jesu. (Acerca del problema de la relación entre los testigos oculares,
los «muchos» con los que se puso en contacto Le para tomar los datos, y el propio Le cf.
sobre todo GKlein, Le 1,1-4 ais theologisches Programm, en: Zeit u. Geschichte, editado
por EDinkler, 1964,193 ss). En lugar de la interpretación de la ley, aquí es la historia Jesu
el contenido de una tradición que es transmitida.
b) En Pablo aparece paradídómi 4 veces en el sentido de transmisión, tradición (Rom
6, 17; 1 Cor 11, 2.23; 15, 3). De esos pasajes probablemente Rom 6, 17 es una glosa (cf.
Wegenast, 179); el objeto de paradídómi, que aparece aquí en pasiva, no es una enseñanza,
sino, invirtiendo los términos, los hombres que han sido «entregados» a un tipo de
enseñanza. Tras ese uso del término hay ideas procedentes de las religiones mistéricas.
Por el contrario, en 1 Cor 11, 2.23 y 1 Cor 15, 3 el objeto de paradídómi lo constituyen
temas cristianos, p. ej. en 11, 2 las órdenes que el propio Pablo les transmitió en otra
coyuntura.
Y como esas órdenes no se mencionan expresamente, no podemos decir si Pablo
quiere expresar aquí que él se ha limitado a transmitir a los corintios las órdenes
91 (napadídcopí) Enseñanza
recibidas o si, con paradídómi, lo que pretendía él era referirse a sus propios mandatos
como especialmente importantes y obligatorios. En este caso, habría que entender a
Pablo incluso como fuente de la tradición. En contraposición con esto cita Pablo, en los
otros dos pasajes mencionados de 1 Cor, fragmentos de tradición, cuya condición de
tradición pone expresamente de relieve.
En 1 Cor 11, 23, presenta al «Señor» como fuente de tradición: 'Eyco
yap napéXafiovánó XOÜ Küpíov o KCÚ napéScoKtx
vp.iv [egó gár parélabon apó toü kyriou hó kaí parédokahymin], yo he recibido del Señor lo que os he transmitido.
«Del Señor» no se refiere aquí auna revelación inmediata, pero tampoco es una expresión abreviada para referirse a una
cadena de tradición, sino más bien una expresión que indica la fe de Pablo de que, en la
tradición de las palabras de la cena que siguen a ese giro, es el mismo Señor el que habla,
y que sus palabras poseen para Pablo la máxima autoridad (cf. 1 Cor 9, 14). Que exista
aquí una alusión a una cadena de tradición en la línea del rabinato, lo considero
improbable por el hecho de que Pablo en ningún pasaje de sus cartas se sirve de la
institución de la cadena de la tradición. El que, como Pablo, puede gloriarse de una
revelación (Gal 1, 16 y passim), puede ciertamente servirse de la tradición circundante, si
ésta puede serle útil para expresar su propio evangelio o si conviene subrayar la unidad
del evangelio, pero en ningún caso debe legitimarse a sí mismo apelando a una cadena de
tradición.
En 1 Cor 15, 3, se encuentra parédoka, que no se halla completado por ninguna
indicación sobre el origen de la tradición. Indicios lingüísticos (sobre este punto cf. por
último HConzelmann, en EvTh, 1965, 1 ss) apuntan, sin embargo, a un origen de la más
antigua tradición de la comunidad, al menos de los vv. 3 ss.
Y como Pablo en los pasajes mencionados no cita simplemente una tradición que se
le haya dado previamente, sino que él en cada caso interpreta y modifica (cf. sobre esto
Wegenast, Das Verstándnis der Tradition, 1962, 52 ss.93 ss), su pensamiento acerca de la
tradición debe ser distinguido con toda claridad del del rabinato, para el cual la
inmutabilidad de la tradición recibida es algo fundamental. En Pablo paradídómi
significa, por tanto, no «transmitir sin cambios», sino transmitir en un sentido que
permite una modificación actualizadora de lo que ha sido previamente confiado.
c) Algo muy diferente ocurre en 2 Pe 2, 21
(f\ napado^£iaa....hxokri [héparadotheísa...entolé], el mandamiento santo que les transmitieron)
y en Jds 3 (r¡napaSoSsíaa XOÍQ áyíoig níang [hé paradotheísa toís hagíois pístis], esa fe que se transmitió
al pueblo santo);
aquí el -» mandamiento o la -» fe han de entenderse como una tradiciónfijada una vez para siempre, la cual debe ser protegida contra cualquier cambio.
d) Así pues, encontramos en el NT tres versiones del «transmitir por tradición»:
a) Paradídómi como designación de la tradición o transmisión de la halaká judía en
Me 7,13 y en Hech 6,14. En este mismo lugar hay que colocar también en cierto modo a
Hech 16, 4.
fi) Paradídómi como designación de la tradición o transmisión de la narración del
cristianismo primitivo sobre Jesús (Le 1, 2).
y) Paradídómi como designación de la transmisión de conocimientos tradicionales y
de normas de vida de la comunidad cristiana (1 Cor 11, 2.23; 15, 3 ss; 2 Pe 2, 21; Jds 3).
Esta diferencia entre el uso conceptual paulino y el del rabinato, así como también el
de 2 Pe y Jds, radica en que para Pablo la tradición no es algo sacrosanto. Sacrosanto es
únicamente para Pablo el -> evangelio que preside y está sobre toda tradición, y que le
fue revelado a él ( sobre esto cf. Gal 1, 6 ss). Así en los matices del significado de
paradídómi queda reflejado el desarrollo que tiene lugar en la cristiandad desde un
movimiento carismático hasta una iglesia que asegura su tradición. Entre los conocimientos
de la historia Jesu que inauguran el cristianismo y la pascua, por un lado, y el
Enseñanza (napoc5íó(ap.i) 92
presente cristiano, por otro, se abrió un intervalo de tiempo cada vez mayor, que, a
propósito de una predicación que interpretaba el pasado de una forma evidente, plantea
la cuestión sobre cómo garantizar la vinculación con los orígenes. Con eso el problema
de la tradición adquirió una importancia decisiva. Junto a paradídómi, merecen atención
en este contexto THxpocÁ.a.p;[Sávcú [paralambánó], recibir, así como los verbos
Knpóaaco[kerysso], anunciar, predicar; óp.oXoyém [homologad], confesar; didásko, enseñar
y sóayyeÁiZofiai[evangelízomai], anunciar
(-» confesar la fe; -» recibir; -> mensaje).2. El sustantivo parádosis lo conoce el NT, al igual que los LXX, únicamente en el
sentido de lo transmitido por tradición, por tanto como patrimonio doctrinal. Aparece
exclusivamente en Me 7, Mt 15 y en 5 pasajes de Pablo.
a) En Mt 7, 3.5 (par Mt 15, 2), lo mismo que en Josefo, con
parádosis ton patérón, latradición de los padres,
se designa la tradición de la ley no fijada en la Biblia, a la que Jesúsen un contexto similar (Me 7, 8) denomina «la tradición de los hombres» (cf. sobre esto
St.-B. I, 691 ss). Según Me 7, esta interpretación de la ley del rabinato se halla en
contradicción con la voluntad de Dios (cf. Gal 1, 14). En 1 Cor 11, 2 y en 2 Tes 2, 15 las
normas de Pablo son designadas como par adoséis. El que pretenda ver en 2 Tes 2, 15 un
testimonio clásico para el principio católico de la tradición (tradición escrita y oral),
debería advertir que el concepto de paradóseis en nuestro pasaje no está constituido por
un canon de escritos transmitidos y por una tradición oral que la complete, sino por la
amonestación escrita y oral del apóstol a la comunidad, que ha aceptado esas amonestaciones
(cf. 2 Tes 3, 6).
b) Si en los pasajes señalados hasta ahora es probable el influjo de la terminología
judía de tradición, no ocurre lo mismo en el último pasaje de Col 2, 8 que hay que citar
aquí. La expresión que se utiliza de parádosis ton anthropón no es, como en Me 7, 8, la
designación de la interpretación judía de la ley, sino una denominación polémica de las
«tradiciones» que los enemigos de Pablo en Colosas consideran como revelaciones de los
elementos (azoiydaí [stoicheiai]) del mundo. Frente a éstos, está en Pablo el Cristo
Jesús que ha sido «aceptado» (2, 6).
K. Wegenast
PARA LA PRAXIS PASTORAL
I. Presupuesto de aquello que hoy denominamos «iglesia» es en primer lugar no una
doctrina fija, sino el -> mensaje del Jesús histórico que apunta a situaciones concretas,
sus confrontaciones con el rabinato, su llamamiento a la penitencia y su anuncio del reino
de Dios que está próximo. Esta «predicación» impulsó a sus contemporáneos a la toma
de posición y a la obediencia; asimismo les condujo sin duda a la reflexión y con esto en
último extremo a la doctrina.
Por eso es comprensible que en los evangelios el mensaje de Jesús en su conjunto no sólo sea designado por
palabras como kerysso, anunciar, o euangelizomai, traer o dar la buena noticia (-> evangelio), sino que a veces se
exprese también con el verbo didáskó, enseñar, al que corresponde la designación de Jesús como
didáskalos,maestro.
En esta línea, no sólo las discusiones de Jesús con sus adversarios y su «enseñanza» en las sinagogasfueron luego recibidas como enseñanza o doctrina, sino también, por ejemplo, su mensaje escatológico y su
llamamiento a la penitencia. Sin embargo, si nos atenemos a la tradición de palabras de Jesús de que disponemos,
no se puede hablar de enseñanza en el sentido de una sucesión sistemática de proposiciones, sino más bien de
invitación, de promesa y de advertencia, que implican una enseñanza. La enseñanza como resultado de la reflexión
acerca de la predicación de Jesús y de su desenlace, se encuentra sólo después de pascua; se puede captar por
primera vez en las breves y sintéticas fórmulas de fe o credos en germen que se hallan en las cartas paulinas (Rom 1,
3 s; 3, 24 s; 4, 25; 1 Cor 11, 23 ss; 15, 3 ss); es aquí donde tenemos ante los ojos la parádosis, la tradición de la
comunidad cristiana. Además disponemos también de amplios fragmentos de las cartas paulinas y postpaulinas
cuyo contenido debemos designar como enseñanza, pues la tradición de la comunidad reflexiona sobre él y lo
modifica con miras a determinadas situaciones.
Ante la tarea de una interpretación cristiana del AT, que le planteó a la comunidad su
enfrentamiento con Israel, y de la comprensión de la tradición de la comunidad, que vino
pronto a añadírsele, surgió el problema de la doctrina correcta que luego, hacia finales del
s. I, en el enfrentamiento con un aluvión de revelaciones gnóstico-cristianas (sobre este
punto cf. las doctrinas de los adversarios de Pablo en Galacia y Corinto) se convirtió en
problema de vida o muerte (sobre este punto cf. WSchmithals, Die Gnosis in Korinth,
19652, y del mismo autor, Paulus und die Gnostiker, 1965).
Por eso, a partir de entonces, junto a la predicación doctrinal, que va siendo continuamente actualizada, se mete
poco a poco de rondón una tradición doctrinal, que es transmitida sin modificaciones y que explica el didáskalos, el
maestro. Se habla de óióaaKXAÍa óyiaivoóan [didaskalia hygiainoúsé], doctrina sana, o de
diSaaKixHa Kctlrj[didaskalía kalí], doctrina buena,
y se entiende en este sentido asimismo la -niaxiq [pistis], la -» fe, todo ellocontrapuesto a la denominada tradición de los hombres (cf. p. ej. Col 2, 8), la cual es propalada por los
ij/eDSoSiSáffKX/.oi [pseudodidáskaloi], los falsos maestros. En la lucha que surgió por la verdad, la comunidad se
apoya en la parádosis, tradición, y en el -• apóstol (cf. espec. las cartas pastorales).
A partir de WBauer (Rechtgláubigkeit und Ketzerei im áltesten Christentum, 1934),
se da como un resultado de la investigación que apenas puede discutirse (cf. HKóster, en
ZThK, 1968,160 ss) el hecho de que la enseñanza que finalmente prevaleció en la iglesia
antigua como «recta» es el resultado de prolongadas batallas entre las diversas «opiniones
», que siempre se consideraban como cristianas, y de que en este sentido la «herejía»
no es apostasía o degeneración, sino que desde el principio representaba algo así como
posturas o partidos distintos o, si se quiere, divergencias de escuela y que sólo fue juzgada
como herejía porque un grupo de la primitiva cristiandad trató de imponer en favor de su
propia concepción doctrinal la pretensión de absolutismo.
K. Wegenast
II. ¿En vista de este atentado, no debe considerarse como utópica la tan pregonada
esperanza en una doctrina unitaria, inmutable y obligatoria para toda la cristiandad de
todos los tiempos, que sea como la expresión sintética de la -»fe de la iglesia? ¿Pues cómo
habría de realizarse esto si no es por el hecho de que en cuestiones que atañen a la verdad
y a la fe, un individuo (p. ej. la autoridad docente del papa) o una mayoría numérica (p. ej.
un concilio o un sínodo) destacara una tendencia como la única válida y condenara a las
demás como heréticas? Ambos métodos están ampliamente atestiguados en la historia de
la iglesia. ¿Pero han hecho posible de esa manera la suspirada unidad del cuerpo de
Cristo? La respuesta debería ser más bien negativa. Las decisiones doctrinales sólo
pudieron acallar de hecho y de una vez cualquier clase de concepción previamente
descalificada porque la gran iglesia, gracias a su posición monopolística en la época
constantiniana, podía imponer al mismo tiempo un respeto por parte de la sociedad.
Pero ese tiempo pasó ya y el que pretendiera hoy seguir esta clase de métodos no sólo
sería tildado de echar mano de prácticas medievales, sino que con toda seguridad
proseguiría en el desmembramiento del cuerpo de Cristo.
Pero la exigencia de una «autoridad doctrinal» fracasa, no sólo a nivel práctico, en
cuanto que no es posible imponerla en una comunidad postcristiana pluralista. Si dentro
del canon del NT —cuyos límites ya no es posible determinar con claridad— se hallan
enfrentados testimonios y tendencias doctrinales tan distintas como las de Pablo, Juan,
Judas y Santiago, ya sólo por esto queda excluida una armonización simplista y estática.
Sobre esta base ¿cómo se podría afirmar en serio que es posible decidir sin riesgo de error
y obligatoriamente para todos sobre cuestiones en las que está en juego la verdad,
mediante el voto de una mayoría o en virtud de una autoridad institucional? La represión
o el silenciamiento de aspectos determinados del testimonio acerca de Cristo, si es que el
Cristo viviente rige por sí mismo a su iglesia y anima su cuerpo, deberá necesariamente
—gracias a Dios— tener como consecuencia el que esos aspectos afloren de nuevo y sean
reasumidos por individuos o grupos enteros. ¿O es que los herejes o las sectas no tienen
ya razón por el hecho de que no han podido ganar para su causa ni a la mayoría ni a la
institución?
Es cierto que nosotros podemos averiguar hasta cierto punto qué es lo que enseñó
Jesús, o, dicho más exactamente, qué partes o aspectos de la doctrina judía tomó, cómo
los interpretó, y qué es lo que añadió de nuevo; pero también es cierto que una doctrina
en el sentido de un sistema de proposiciones no nos la dejó. Más bien, incluso las
afirmaciones que con mayor seguridad se remontan a él, aparecen incrustadas en el
testimonio que dan los testigos acerca de él. Pero ese testimonio no es una simple
recitación o una explicación de las palabras de Jesús o el protocolo donde quedan
registradas sus acciones, sino un anuncio (-> mensaje) que interpreta y que está determinado
en cada caso por la situación de la comunidad a la que se dirige. El objeto de ese
anuncio es Jesús como el Cristo, el revelador de Dios, como principio de la nueva
creación, del reino de Dios y del hombre nuevo: en él empezó la salvación de los que
estaban perdidos, la justificación de los culpables y la reconciliación de los que estaban
arruinados ante Dios y entre sí. Pero qué significa esto en concreto, hoy como ayer, sólo
puede determinarse en función de cada situación, o sea, teniendo en cuenta los retos que
en cada momento propone el mundo circundante y atendiendo a las posibilidades
lingüísticas de ser entendidos. Es así como se da testimonio, y este testimonio, como
expresión del mensaje y de las exigencias de Dios, lo realizaron los diversos testigos del
NT, y lo que en esto les unía no era la coincidencia de sus puntos de vista o de sus
formulaciones, sino su relación personal de fe respecto a Jesús. Ese acto de dar testimonio
es la función propia de la -> confesión de fe de la iglesia, primero en el de los mensajeros,
y luego también en una confesión de fe común expresada en fórmulas. ¿Pero cómo puede
corresponder ella a la tarea que se le ha confiado, si no examina constantemente de nuevo
todas las voces que apelan a la Escritura y a través de las cuales llega ahora a sus oídos la
voz de su Señor? Una iglesia que presta oídos únicamente a una sola voz limita sus
propias posibilidades de confesión y de predicación. El carácter temporal y el condicionamiento
a cada situación concreta de las afirmaciones doctrinales podría evidenciarse
como un auténtico enriquecimiento, si bajo la multiplicidad de aspectos apareciese
siempre el Único cuya persona es solamente el criterio de toda enseñanza.
Pero la enseñanza no es sólo «confesión» en cuanto proporciona una base dogmática
a comunidades determinadas territorial o «confesionalmente», que en el interior de las
mismas es transmitida mediante la instrucción o el diálogo. La enseñanza puede
asimismo ser considerada bajo otro punto de vista con demasiada frecuencia olvidado:
ella viene a ser el acto de reflexión sobre lo anunciado, que se realiza en el interior de la
iglesia como cuerpo de Cristo. Cuando, a base de esa reflexión, acepta el anuncio y tiene
ahí ante los ojos la confesión de la iglesia que le ha sido transmitida como un indicador
del camino, entonces examina también ella de nuevo en cada caso si las «viejas»
afirmaciones doctrinales proporcionan a la «nueva» situación del aquí y ahora una
respuesta adecuada, o sea, una respuesta según Cristo. El resultado de tal examen puede
consistir en que, a partir de la enseñanza, se suministre a la predicación un indicador del
camino, una orientación, pero al mismo tiempo se plantee a la iglesia la cuestión acerca
de una nueva confesión con relación a las nuevas tentaciones e inseguridades. Pero, para
que eso sea posible, la investigación teológica necesita verse libre de las ataduras y de los
prejuicios humanos y sentirse interiormente comprometida con el Señor de la iglesia. El
que se desprende de ese vínculo de la fe, ha traspuesto de hecho los límites de la iglesia.
La relación entre enseñanza y anuncio del mensaje se determina ante todo por el
hecho de que éste último, tras sopesar los presupuestos doctrinales, sugiere a los oyentes
de una manera clara y directa lo que ofrece y lo que elige Dios en Jesucristo, mientras que
la enseñanza, como acto, reflexiona sobre aquella y, como confesión eclesiástica que
expresa la fe de la comunidad, establece las normas para la fe y las costumbres. Y puesto
que, tanto en la enseñanza como en el anuncio del mensaje, no se trata de palabras o de
cosas sino del Señor viviente en todas ellas, la extensión y pluralidad de formas del
testimonio acerca de él ha de mantenernos alerta frente a todas las estrecheces y
limitaciones que pretendan ser algo más que puntualizaciones condicionadas por una
situación determinada, y frente a la absolutización de un sistema o una forma de
expresión particulares. La unidad de la obra del Señor aconseja, sin embargo, que, del
caos que amenaza totalmente a las concepciones doctrinales individualizadas, se avance
decididamente hacia una confesión y acción comunes, en las que encuentre su expresión
esa unidad del cuerpo de Cristo.
L. Coenen
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