SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA


Procedente de una familia muy conocida de Alejandría, no se 
sabe con seguridad la fecha de su nacimiento, pero se puede 
situar en los primeros años del último cuarto del siglo V. Estudió, 
primero, Retórica, y luego Teología en la Escuela dirigida por 
Origenes casi dos siglos antes. Cirilo será un gran deudor del 
maestro alejandrino en cuanto al estilo alegórico, aunque más 
moderado. Fue Patriarca de Alejandría desde el año 412, en que 
fue elegido, hasta su muerte, sobrevenida en el 444. Lo que más 
caracteriza a San Cirilo fue su defensa apasionada de la 
verdadera fe, frente a las diversas herejías que proliferaron en 
su época. Para combatirlas escribió muchas obras, que, en su 
inmensa mayoría, nos han llegado no sólo en la versión original 
griega, sino también en traducciones al latín, sirio, armeno, 
atrope y árabe. 

Hasta el año 428, cuando se desata la controversia 
nestoriana, a la que se dedicó desde entonces por completo, 
compuso comentarios exegéticos a libros del Antiguo y del Nuevo 
Testamento. Especialmente estos últimos tenían también un 
carácter dogmático, pues no faltan en ellos explicaciones 
doctrinales. Destaca especialmente por su contenido dogmático 
el Comentario al Evangelio de San Juan, en el que se propone 
refutar las herejías sobre la divinidad del Verbo y del Espíritu 
Santo. Son muy claras sus expresiones, pues habla de que el 
Hijo es de la misma naturaleza que el Padre, eterno, 
consustancial, Dios por naturaleza, Creador junto con el Padre, 
Hijo por naturaleza, Dios de Dios, en nada inferior al Padre, del 
que es su imagen perfecta. Del Espirita Santo afirma que es 
consustancial al Padre y al Hijo, está en el Padre y en el Hijo, 
recibe la misma gloria que Ellos. Se conservan además 
fragmentos de sus comentarios en las Catenae (recopilación de 
textos de los Santos Padres sobre los pasajes de la Escritura), 
que tanto proliferaron en la Edad Media. 

A partir del año 428, San Cirilo es el gran defensor de la unión 
hipostática de la naturaleza humana de Cristo en la única 
Persona del Verbo y de la maternidad divina de Maria contra la 
herejía nestoriana, que negaba estos dos puntos capitales del 
dogma cristiano. Como Legado del Papa Celestino II, presidió el 
Concilio de Éfeso, que en el año 431 definió solemnemente que 
la Santísima Virgen es verdaderamente Madre de Dios, puesto 
que engendró al Verbo según la naturaleza humana. Entre los 
numerosos escritos de este segundo periodo, se recogen aquí 
algunos párrafos de dos homilías en las que San Cirilo teje un 
encendido elogio de la Madre de Dios. 

LOARTE

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SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA nos recuerda a Atanasio en el sentido de que si la vida de éste estuvo ligada al problema del arrianismo, la de Cirilo lo estuvo al del nestorianismo.

Cirilo había sido elegido patriarca de Alejandría a la muerte de Teófilo de Alejandría, que era tío suyo; Teófilo, a su vez el tercer sucesor de Atanasio, había gobernado la Iglesia de Egipto durante casi treinta años, no tenia una personalidad transparente, y sus maneras duras fueron más de una vez acompañadas de intrigas poco nobles; ya hemos aludido, por ejemplo, a su intervención para deponer a San Juan Crisóstomo. Durante su pontificado, el paganismo había retrocedido en Egipto, pero en este retroceso había tenido también su parte el uso de la fuerza, con la destrucción de templos paganos, algunos muy famosos. Gran defensor de Orígenes en las controversias que estallaron en su tiempo, se convirtió luego en su enemigo declarado.

Cirilo heredó alguna de las actitudes de su predecesor; entre ellas, una cierta dureza de trato tanto hacia los paganos como hacia los judíos y los novacianos; y un recelo hacia. Juan Crisóstomo, en cuya deposición había estado presente junto a su tío, y hacia Constantinopla en general. Pero su personalidad es muy distinta de la de Teófilo.

Cirilo pasa a un primer plano a partir del año 428, cuando Nestorio es elegido patriarca de Constantinopla. Tan pronto como Nestorio, con una expresión de su doctrina que era a la vez profunda y de fácil entendimiento por el pueblo, comenzó a decir en su predicación que a la Virgen María no se la podía en realidad llamar madre de Dios sino sólo madre de Cristo, Cirilo refutó sus argumentos en una carta pascual a los obispos de Egipto y, poco después, en otra carta a los monjes egipcios; además, se cruzaron varias cartas entre él y Nestorio.

Desde el primer momento, sobre el fondo indudablemente doctrinal de la cuestión, se sobrepusieron tanto la rivalidad entre las escuelas de Antioquía y de Alejandría como la que existía entre las sedes de Alejandría y de Constantinopla, que iría creciendo y más tarde se agravaría de modo considerable con la controversia del monofisismo. A todo ello hay que añadir aún el temperamento de los protagonistas.

Tanto Cirilo como Nestorio apelaron al papa Celestino I. Éste comunicó su fallo, contrario a Nestorio, a su oponente Cirilo, a quien encargó de comunicárselo; y Cirilo se apresuró a hacerlo, en un tono conminatorio. Todo parecía empeorar, de manera que el emperador Teodosio II decidió convocar un concilio, que tuvo lugar en Efeso el 431.

Este concilio no tuvo un desarrollo fácil. Primeramente, se depuso y excomulgó a Nestorio, condenando su enseñanza sobre Cristo y reconociendo a la Virgen su título de Madre de Dios; luego llegó el patriarca de Antioquía, celebró otro concilio con sus obispos y con los partidarios de Nestorio, y excomulgó a Cirilo; a continuación, el emperador Teodosio decidió que los dos estaban depuestos, y los encarceló; finalmente, consideradas las cosas con más calma, el emperador dejó regresar a Cirilo a Alejandría, y Nestorio se retiró a su monasterio de Antioquía.

Hasta dos años después no se reconciliaron Antioquía y Alejandría: el obispo de Antioquía aceptó la condenación de Nestorio y Cirilo de Alejandría aceptó una profesión de fe en la que se reconocía con claridad la maternidad divina de María, pero que estaba redactada en Antioquía. Sin embargo, Cirilo se vio aún obligado a defender repetidamente su cristología. Murió el año 444.

Aun cuando muchas de sus obras han desaparecido, quedan las suficientes para llenar 10 volúmenes de la edición de Migne. Si su estilo es repetitivo y poco agradable, su pensamiento es en cambio profundo, y la línea de su razonamiento clara y precisa.

Antes del estallido de la controversia nestoriana, las obras de Cirilo se orientan fundamentalmente a la exégesis y a la polémica con los arrianos que, por lo que se ve, todavía existían en Egipto. A partir de este momento, sus obras se polarizan hacia la refutación de la herejía nestoriana.

La parte más considerable de sus escritos la forman sus obras exegéticas; su exégesis sigue la línea alejandrina, alegórica, de manera especial en los comentarios al Antiguo Testamento, pero sin llegar a los excesos de Orígenes, para quien el menor detalle admitía esta interpretación.

Sus comentarios sobre el Viejo Testamento comprenden 17 libros Sobre la adoración y el culto de Dios en espíritu y en verdad, en que, bajo la forma de un diálogo, se van explicando una serie de escenas del Pentateuco; están elegidas de acuerdo con la intención del autor, que desea probar que la Ley quedó abrogada en la letra, pero no en el espíritu; esta obra en cierta manera se continúa con los Comentarios elegantes, también sobre el Pentateuco; además, se conservan un Comentario a Isaías, un Comentario a los profetas menores, y bastantes fragmentos, a veces extensos, en las catenae, que dan a entender que debían de existir bastantes más comentarios.

Sobre el Nuevo Testamento, Cirilo tiene comentarios a tres evangelios: el Comentario al evangelio de San Juan tiene como tema de fondo probar la consubstancialidad del Hijo con el Padre, y en él ataca a los arrianos y a la cristología de la escuela antioquena; en cambio, el Comentario al evangelio de San Lucas es de carácter principalmente moral y ascético; del Comentario al evangelio de San Mateo quedan sólo fragmentos.

Sus escritos dogmáticos tienen siempre presente al adversario, primero el arrianismo, luego el nestorianismo. Contra los arrianos tiene dos tratados, escritos casi a continuación el uno del otro; el segundo de ellos, Sobre la Trinidad santa y consubstancial, está escrito en forma de diálogo; el primero y más importante, el Tesoro sobre la Trinidad santa y consubstancial es un resumen muy completo de las objeciones arrianas y su refutación y de los resultados definitivos de la controversia. Contra los nestorianos tenemos: Contra las blasfemias de Nestorio; Sobre la fe recta; un grupo de tres alegatos dirigidos a la corte; los doce Anatematismos contra Nestorio con que acompañó la carta del papa que transmitió a Nestorio; la Apología al emperador, dirigida a Teodosio II después de su breve encarcelamiento en Éfeso; los Escolios sobre la encarnación del Unigénito; Contra los que no quieren confesar que la Virgen Santa es Madre de Dios; Contra Diodoro y Teodoro, de la que ya hemos dicho algo; y un diálogo muy apreciado sobre la unidad de la persona de Cristo, Que Cristo es uno.

Cirilo tiene además una Apología contra Juliano, que nos sirve para saber que las calumnias que este emperador había inventado contra el cristianismo seguían vivas entre los aún numerosos paganos de Egipto; indirectamente, este texto nos conserva parte de los escritos que refuta, pues los va copiando uno a uno antes de darles su respuesta; por otra parte, a causa de este método, la refutación no aísla los puntos centrales para atacarlos y, aunque valiosa, resulta carente de unidad.

De sus muchos sermones se conservan sólo 22. En cambio sus cartas tienen más importancia; quedan 29 cartas pascuales, y el resto de las conservadas en su epistolario suma casi 90, de las cuales 17 no son escritas por Cirilo sino recibidas por él; unas y otras tienen mucho interés para la historia de la controversia nestoriana y de la época en general.