Signos mesiánicos
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SUMARIO: 1. La presencia de "signo", "prodigio", "obra" y "fuerza" (poder). - 2. El significado de signo en los sinópticos y en el libro de los Hechos. - 3. El uso de "signo" en los escritos de san Juan. - 4. El concepto de signo en San Pablo.


Los cristianos del tercer milenio volvemos nuestra mirada a la Escritura Santa, para encontrar en ella el verdadero rostro de Cristo y desde nuestra comprensión, mostrarlo como el rostro de Dios entre los hombres. La gran apuesta de los autores neotestamentarios fue manifestar en su tiempo, en comunidades y ambientes distintos que el mensaje central del Nuevo Testamento era proclamar la divinidad de Cristo, para así confirmar que Jesús es el Hijo de Dios.

Esta es la primitiva confesión de la fe cristiana. Jesús es el Kyrios, el Señor. Esta verdad significa que los primitivos cristianos veían en el acontecimiento Cristo, no solamente el culmen de la Primera Alianza, sino que a Jesús se le aplican, nombres, títulos y atributos divinos que los autores veterotestamentarios otorgaban a YHWH. Esto tiene unas connotaciones sublimes, porque implica para los cristianos la comprensión de Cristo con el Dios del Antiguo Testamento, dicho de otro modo, el Dios del Antiguo Testamento es el mismo Dios del Nuevo Testamento, Encarnado en Jesús de Nazaret por obra del Espíritu Santo. Esta unidad de rango divino con el Dios del Antiguo Testamento y al mismo tiempo de distinción, se expresa en el título Hijo de Dios que tantas ramificaciones tiene con relación a la cristología, a la preexistencia, a la soteriología y al culmen manifestado en la escatología, sobre todo en el título Hijo del hombre, presente en la tradición daniélica y también en algunas obras de la literatura rabínica, sobre todo en los Targumin y literatura apócrifa (Targum de Génesis, Targum de Neophyti, Fragmento del Targum del Cairo, Henoc 37-71, IV de Esdras).

Todo esto tiene una relación estrecha con los signos, los prodigios y los milagros que se describen en el interior de los escritos neotestamentarios que configuran la Nueva Alianza, donde Jesús es el Dios de los hombres, acreditado por Dios en medio de nosotros como el Emmanuel, profeta de Dios en obras y palabras, Señor y Salvador.

La elaboración de la cristología neotestamentaria se recurre a la tradición bíblica de la Sabiduría y de la Palabra de Dios y a la tradición helenista del Logos. Para la soteriología contribuyeron los Cantos del Servidor del Señor y sobre todo la figura del Hijo del hombre escatológico.

Nuestra atención no se centra en una aproximación exegética de todos y cada uno de los milagros, como signos mesiánicos de Jesús de Nazaret, prodigios y obras del profeta de la vida. Porque ello sería introducirnos en una verdadera soteriología, acerca de los milagros de Jesús y al mismo tiempo contemplaría el debate actual sobre los signos de Jesús: los exorcismos, las terapias, los milagros de norma, de dádiva, de salvación, las manifestaciones. Luego, estas realidades nos conducirían a la consideración taumatúrgica en los orígenes del cristianismo. Los múltiples testimonios inducirían a comparar a Jesús taumaturgo con los taumaturgos de la época, para llegar a una verdadera interpretación hermenéutica. Eso escapa del propósito de nuestro estudio.

Nosotros determinamos el significado de signo y los términos afines prodigio, poder, obra, porque esta terminología encierra el contenido teológico que se encuentra en los distintos escritos neotestamentarios. Y al mismo tiempo, nos sitúan en la perspectiva de los signos realizados por Jesús de Nazaret, como Mesías de Dios.

Estudiamos, por tanto, en un primer momento los aspectos generales de esta terminología indicada más arriba, es decir, "signo, prodigio, obra". En segundo lugar, contemplamos el significado de los términos en los evangelios sinópticos y en el libro de los Hechos de los Apóstoles. La impronta de esta segunda parte, será observar el alcance que tienen estos signos en la apocalíptica judía y la consideración del famoso signo de Jonás y su aplicación a Jesús, así como el signo pedido a Jesús y el signo del Hijo del hombre. En tercer lugar, estudiamos "los signos y prodigios" que el autor del tercer evangelio usa en el libro de los Hechos. En cuarto lugar, indagaremos la semántica de signo en el Corpus Joanneum y en quinto lugar determinamos el concepto en los escritos paulinos y en la Carta a los Hebreos.

Así llegamos a la consideración global que posee esta afirmación en los escritos neotestamentarios, en orden a que los lectores perciban con claridad, cómo el Nuevo Testamento ha otorgado a Jesús, el profeta de Nazaret estas acciones que rayan también en lo simbólico, es decir, cómo estas acciones son características de su persona: la elección de los Doce, la misión de los discípulos, las comidas con publicanos y pecadores, la entrada en la ciudad santa de Jerusalén, la expulsión de los vendedores del templo y la última cena. En lo taumatúrgico Jesús combina dos mundos espirituales que nunca se habían unido: la espera de un futuro de salvación universal y la realización de una salvación milagrosa actual. Así podemos llegar a una comprensión aproximada de su vida y su misterio. Pero sobre todo a tener en cuenta lo que en muchos ambientes se duda hoy, es decir, la puesta en entredicho de la divinidad y el señorío de Cristo, como Dios y hombre verdadero.

1. La presencia de "signo", "prodigio", "obra" y "fuerza" (poder)

La palabra signo aparece setenta y tres veces en los escritos neotestamentarios, diez veces en San Mateo, siete en San Marcos, veintitrés en San Lucas y veinticuatro en San Juan y ocho en San Pablo y una sola vez en la Carta a los Hebreos. Como podemos comprobar es San Juan quien usa en más ocasiones este concepto, tanto en el Cuarto evangelio (17 veces), como en el libro del Apocalipsis donde se encuentra presente en siete ocasiones. La palabra signo se sitúa como objeto de un grupo entero de verbos que realzan toda la actividad humana. Estos verbos son hacer, mostrar, obrar, preguntar, buscar, pedir, ver, discutir. El término prodigio que es una palabra frecuente en la lengua griega y también en Septuaginta aparece cincuenta y una vez, mientras que en los escritos neotestamentarios aparece dieciséis veces siempre junto a signo. El caso del concepto poder es distinto, aparece en el Nuevo Testamento ciento dieciocho veces y es un término que la mayoría de las veces indica de manera técnica el concepto de "milagro". Es curioso que esta palabra se encuentra en el evangelio según San Mateo, mientras que está ausente del evangelio según San Juan y solamente el verbo poder aparece dos veces referido a "hacer signos", realizados por Jesús. Otro término importante es obra que aparece en el Nuevo Testamento sesenta y cuatro veces, junto al término "signo". El término obra es importante sobre todo en el Cuarto Evangelio, sobre todo, por la relación existente entre "signo y obra".

2. El significado de signo en los sinópticos y en el libro de los Hechos

La palabra signo puede significar tanto "signo", como "contrasigno". Esta última acepción se comprueba en el evangelio de la infancia de San Lucas (Lc 2, 12). El ángel realiza su mensaje con la mención del "contrasigno" que sirve como prueba del nacimiento de Jesús. Se trata por tanto de una verificación de un hecho. Del mismo modo se expresa el evangelista San Mateo a propósito de la traición de Judas. Éste da un "signo" a aquellos que iban a prender a Jesús (Mt 26, 48). Y también el mismo evangelista describe a los discípulos que piden cuál será el signo de la venida de Jesús y del fin del mundo (Mt 24, 3). Es el signo de la Parusía.

Para la apocalíptica tardo-judía la venida del fin estaba precedida de fenómenos de naturaleza cósmica que no podrían pasar inadvertidos y que anunciarían lo inminente (4 Esd 8, 63).

Los evangelistas sinópticos describen el signo de Jonás (Mt 12, 39 ss; Lc 11, 29s). Jonás es aquel al que Dios le asigna una acción y Dios mismo actúa a través de él. La revelación no es tanto con la persona del profeta sino lo que él mismo representa. La interpretación con referencia del signo de Jonás a Jesús, depende del valor que se le dé a estos versos (Mt 12, 40; Lc 11, 32), porque se trata de un testimonio de Jesús que para presentarse a sí mismo, recurre a categorías proféticas, pero no se encierra en ellas. El logion sobre Jonás es la respuesta de Jesús a la petición de un signo (Mt 12, 38; Lc 11, 29ss). Para comprender el significado de esta petición es importante tener presente los siguientes momentos: se parte siempre de un "signo", nunca de "signos". La petición de un "signo" supone que el autor es Dios. En este sentido la petición de un signo llama la relación de Jesús con Dios o de Dios con él, de otra parte la relación es (en el sentido religioso de fe) con Jesús, de aquellos que están interesados por el signo.

Los sinópticos usan el término "poder" (dynamis) para indicar los milagros cumplidos por Jesús, nunca emplean la palabra "signo". Por tanto, los "poderes" de Jesús no son considerados "signos", en el sentido de la petición de un signo. Para los contemporáneos paganos de Jesús el "poder" no es algo extraordinario, porque lo consideraban magia.

El rabinismo ha tenido un temor propio para el término hebreo 'ot que en lengua griega se traduce por "signo" (semeion), porque fundaba la propia autoridad exclusivamente sobre la Escritura y sobre la tradición que servía para interpretarla rectamente y porque en el milagro divisaba un síntoma típico de herejía cuando en el ambiente judío sucedía como acto humano. La petición de un signo dirigido a Jesús trata con sorprendente precisión su modo de presentarse y de comportarse como resulta de la tradición sinóptica. La petición de un signo toca la legitimidad o ilegitimidad de un derecho a una relación directa con Dios. De ahí que la petición de un signo es de una generación mala o una generación mala y adúltera.

El signo del Hijo del hombre en la apocalíptica sinóptica anuncia la aparición de un hecho particular. Para el primer evangelista el acto conclusivo de los hechos escatológicos, la parusía del Hijo del hombre, adquiere una plasticidad y un dramatismo muy vivo respecto a los otros sinópticos (Mt 24, 30). El enunciado con respecto al signo del Hijo del hombre permanece misterioso. Es posible que el primer evangelista haya releído dos pasajes veterotestamentarios (Zac 12, 12. 14; Dan 7, 13s). De una parte San Mateo observa en los rasgos del traspasado delprofeta, a Jesús y de otra parte identifica a Jesús como Hijo del hombre, junto a la convicción apocalíptica del fin del mundo. El evangelista quiere mostrar a su comunidad que la Parusía no llegará improvisadamente sino que será preanunciada por signos. Sin embargo, el procedimiento que el narrador ha realizado, ha sido un midrás de los pasajes veterotestamentarios mencionados que luego la tradición joánica, ha expresado tanto en el evangelio, para describir al "traspasado" (Jn 19, 37), como en el Apocalipsis, para mostrar el carácter divino "de uno que viene entre nubes semejante a Hijo de hombre" (Ap 1, 7).

El término signo aparece cuatro veces en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech 4, 16. 22; 8, 6. 13), las otras nueve veces aparece bajo la expresión "signos y prodigios", o "prodigios y signos". La distinción entre "signos y poderes" en el libro de los Hechos no es simplemente "milagro". El "signo" en los Hechos de los Apóstoles es una referencia cristológicakerigmática del milagro cumplido con autoridad en la persona de Jesús, legitimado por Dios. El uso de "signo" en este libro de los Hechos presenta un nuevo aspecto con relación a los evangelios sinópticos, en cuanto que ahora son los discípulos de Jesús los que realizan "signos" en nombre de Jesús. En Hechos, el uso del plural, es decir, los "signos" referido a los discípulos de Jesús refleja también una nueva situación determinada a través de la Muerte, Resurrección y exaltación de Jesús. La afirmación signos y prodigios solamente aparece una vez en los evangelios sinópticos (Mt 24, 24; Mc 13, 22). Esta expresión está ausente en el evangelio de San Lucas, mientras que en el libro de los Hechos aparece como ya hemos dicho más arriba nueve veces. En otros escritos neotestamentarios esta expresión es rara. Los signos y prodigios de Hechos tienen algunas diferencias con respecto a los evangelios sinópticos. Porque en San Mateo y San Marcos los signos y prodigios se proyectan en el futuro y se incorporan en la espera mesiánica. De suyo, el Mesías viene acompañado de "signos y prodigios". El autor de Hechos presenta la nueva era mosaica de la redención escatológica en los signos y prodigios actuales que la caracterizan. En Hechos se pueden distinguir dos usos kerigmáticos diversos en esta expresión. El primero agota todas las posibilidades tipológicas y se encuadran en tres sujetos interesados: Moisés, Jesús y los invitados de Jesús; mientras que en el segundo por el contrario se consideran solo los últimos (Hech 2, 2; 7, 36; 15, 12). San Lucas no ha querido armonizar ambos aspectos, es decir, la consideración tipológica y la conciencia y experiencia apostólica. Su cautela se ha debido a dos principios que regulan el modo de usar el material que tiene a su disposición y que se pueden relevar continuamente en la libertad con la que procede.

3. El uso de "signo" en los escritos de san Juan.

El autor del Cuarto Evangelio posee unas características propias a la hora de usar la palabra semeion (signo) en sus escritos. Ante todo digamos que San Juan tiene en común con los evangelios sinópticos y con el libro de los Hechos de los Apóstoles cuatro realidades importantes:

Conoce y usa la palabra semeion en el sentido de "signo", "indicación", "contrasigno". Y semeion según el autor del Cuarto evangelio es "indicio, presagio, prueba, acciones prodigiosas". San Juan usa semeion para indicar la percepción visible y la verificación. Es decir, el "signo" joanneo se debe "ver" (Jn 2, 23; 6, 2. 14. 30), "mostrar" (Jn 2, 18), los signos son un medio que revelan la "gloria", permitiendo reconocer en Él al Hijo de Dios que ha venido del Padre y vuelve a El (Jn 14, 9ss; 16, 28) y sirven para justificar la fe en Él (Jn 6, 30). San Juan también conoce la tradición sinóptica según la cual a Jesús se le pide un "signo" (Jn 2, 18; 6, 1. 30). Pero a diferencia de los sinópticos se limita a hablar de un "signo", no de habla de la petición de un "signo del cielo". La expresión "signos y prodigios" provienen de la tradición judía veterotestamentaria y se encuentra solamente una vez en el Cuarto evangelio (Jn 4, 48).

La peculiaridad de San Juan. Para San Juan el término semeion (signo) tanto en el evangelio como en el libro del Apocalipsis asume el papel que en el Nuevo Testamento y sobre todo en los evangelios sinópticos es típico de dynamis (poder). El "signo" tiene un verbo de acción, normalmente el verbo hacer y el efecto de una acción personal, es decir, no se pueden separar "los signos" joánicos de la persona que los cumple. El uso de esta acción en San Juan se limita a Jesús en el Evangelio, a las potestades adversas en el Apocalipsis, por lo que implica un dato sobrenatural y expresamente prodigioso. En Juan se habla de los "signos de Jesús" de manera genérica (Jn 2, 23; 3, 2; 6, 2. 9; 9, 16) y alguna vez se alude por añadidura en términos recapitulativos en gran número de ellos (Jn 11, 47; 12, 37; 20, 20). San Juan usa la palabra semeion para notar las acciones de Jesús y es evidente que el evangelista ha evitado dar intencionadamente a semeion una valencia de apertura al futuro, aunque el uso lingüístico de su ambiente le diese esa posibilidad. La expresión semeion recurre sobre todo en la boca del evangelista mismo (Jn 2, 11. 23; 4, 54; 6, 2. 14) en otras frases que él, en el preparar una exposición sucesiva, hace pronunciar a los fariseos (Jn 9, 16; 11, 47), a Nicodemo (Jn 3, 2), o a la gente anónima impresionada por Jesús (Jn 7, 31; 10, 41). Jesús usa la palabra solamente una vez (Jn 6, 26) para subrayar claramente el fin central de su evangelio. Pero en el uso lingüístico joanneo el término semeion resulta ser un término interpretativo.

De otra parte, Jesús en el evangelio joanneo usa el término obra (dynamis) para hablar de lo que el evangelista llama "signo". Tanto "obra" como "signo" son dos términos muy próximos para el evangelista. Jesús no habla jamás de sus "obras" propias. Solamente una vez el evangelista dice: "sus obras" (Jn 7, 3).

Porque sus obras no dependen exclusivamente de él. San Juan usa la expresión "las obras que yo hago" tres veces (Jn 5, 36; 10, 25; 14, 12). Los tres pasajes se encuentran en un contexto que define la comunión de Jesús con Dios. Para la fe bíblica, Dios se revela sobre todo a través de sus obras. Jesús por tanto, no cumple sus obras en cualquier momento, sino sólo cuando llega su "hora" (Jn 2, 4). Él conoce esta hora, porque conoce al Padre, así como El lo ha conocido. Por esta comunión, Él sabe siempre "lo que debe hacer" (Jn 6, 6). Las obras en el evangelio de San Juan se demuestran semeia (signos), en cuanto que sus obras sirven de autorevelación de Dios. Ahora bien, el semeion joánico no cualifica las obras de Jesús como "prodigios", sino como "signos" que permiten un cierto conocimiento en cuando que vuelven patente un hecho.

Jesús trae una nueva imagen de Dios en cuanto que es el testimonio revelador de Dios a favor de Jesús, su Hijo. La actividad de Jesús se describe con la fórmula hacer signos. Los signos, cual auténtica característica de toda la obra de Jesús, son atribuidos al brazo de Dios. Por lo tanto los "signos" indican en Jesús la suerte de todos los hombres según la voluntad de Dios. Las obras son pues signos en cuanto que prueban que Él es el revelador de Dios y de otra parte, demuestran que Jesús es el Hijo del Padre que es Dios. Ellos tienen una referencia teológica y mediante esto, también cristológica. Las obras de Jesús son como el espejo de su ser.

Los signos de Jesús manifiestan que ellos están determinados para fundamentar la fe en Él como Mesías. Para San Juan la fe en Jesús es siempre y también fe en Dios Padre. Para el evangelista los signos de Jesús tienen valor constitutivo para la fe en cuanto tal. En cuanto "obras de Jesús" ellos son siempre también hechos con los que Dios como Padre reconoce a Jesús, como su Hijo, en cuanto revelador, revela a Dios con ser conocido el nombre. Los signos de Jesús en cuanto causan lafe en Él sirven también para fundar la fe en Dios (Jn 2, 15ss; 4, 47 ss).

Las palabras de Jesús son la respuesta directa a la pregunta: ¿tú quién eres? (Jn 8, 25). La plenitud de los predicados refleja la libertad de Jesús, así como el contrasigno de sus obras designadas como semeia y por tanto con el acento del quehacer revelativo. Signo y "logos" se encuentran aquí en una relación de interrelación. Si el logos interpreta el semeion, el semeion legitima el logos en el sentido que entre ambos encuentran su unidad en la persona de Aquel que es Único, que puede decir: "yo soy" (ego eimi).

San Juan une la revelación de la "gloria" de Jesús con su primer "signo", el primer milagro de Caná (Jn 2, 11). También el milagro de la resurrección de Lázaro revela la "gloria", pero en este pasaje se habla de la gloria de Dios cuya manifestación en el signo de Jesús comporta que el Hijo sea glorificado por ella (Jn 11, 4). Un nuevo pasaje revela que la "gloria" de Jesús y los "signos" están estrechamente unidos y se subraya que está reservado al creyente comprender el significado. Por lo cual según el autor del Cuarto evangelio, del "signo" nace la "fe" y se ve la "gloria" que resplandece en El (Jn 1, 14). Jesús en sus "signos" y en su "gloria" manifiesta su peculiaridad, es decir, su naturaleza como Hijo. La gloria que se manifiesta en el quehacer de Jesús y la impresión de la grandeza personal o la majestad de Jesús está expresada al final del evangelio, donde San Juan dice que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios (Jn 20, 31). El vidente del Apocalipsis de San Juan contempla signos apocalípticos con un marcado acento simbólico que se desarrollan sobre todo en las visiones celestes y que culminan en verdaderos dramas: el signo de la mujer en el cielo (Ap 12, 1), el Dragón que quería arrebatar al Hijo de la mujer en cuanto naciese (Ap 12, 4), los ángeles con las últimas copas, es decir, las últimas siete plagas (Ap 15, 1). También el apocalíptico refiere la expresión "hacer signos" en dos pasajes (Ap 13, 14; 19, 20) y a modo de antítesis negativa como en el Cuarto Evangelio. El Apocalipsis se refiere a los prodigios cumplidos por el profeta del Anticristo en su cualidad de falso profeta para oscurecer la verdad y confundir a los hombres, deseando que adoren a la bestia. También los demonios que salen de la bestia hacen signos e incitan a los reyes de la tierra a la guerra (Ap 16, 14).

4. El concepto de signo en San Pablo

El término semeion aparece siete veces en los escritos paulinos (Rom 4, 11; 15, 19; 1 Cor 1, 22; 14, 22; 2 Cor 12, 12; 2 Tes 2, 9; 3, 17). No hay unión de algún género entre el uso específico joanneo del término y el uso de San Pablo.

El Apóstol de los gentiles hace algunos usos específicos: semeion tiene el significado de signo, contrasigno (Rom 4, 11). De otra parte los signos del apóstol son un dato visible que permite individuar un apóstol en cuanto tal (2 Cor 12, 12). Mientras que los signos y prodigios de la época de la salvación, cumplidos por él lo demuestra apóstol de Cristo. En el mismo contexto un pasaje de la Primera Carta a los Corintios manifiesta claramente la petición de signos por parte de los judíos (1 Cor 1, 22). Esto nos recuerda la petición hecha a Jesús en los evangelios sinópticos (Mt 12, 38; Mc 8, 11; Lc 11, 29). San Pablo usa la expresión signos y prodigios, proveniente de la tradición del Éxodo, ante todo en relación a sí mismo por su peculiaridad de Apóstol (Rom 15, 19; 2 Cor 12, 12).

La Carta a los Hebreos define los signos, los prodigios y portentos de varios géneros y distribuciones del Espíritu Santo. Es decir, lo que Dios hace, esto es, los signos, milagros y el poder del Espíritu para acreditar la predicación encaminada con el anuncio del Señor (Hb 2, 4). ->milagros; hijo del hombre; reino; salvación; enfermedad.

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Antonio Llamas