Sepulcro, Santo
DJN
 

Se entiende por Santo Sepulcro la tumba, vacía por definición, existente en Jerusalén, donde fue colocado el cuerpo de Jesús hasta su resurrección. La autenticidad de tal sepulcro es tenida habitualmente por historiadores y arqueólogos como históricamente cierta. Todos los acontecimientos de Jerusalén durante el primer Viernes Santo se desarrollaron con gran premura de tiempo, ya que el comienzo de la gran fiesta de la Pascua, al ponerse el sol de ese mismo día, urgía una ejecución rápida y un sepelio aún más acelerado (Mc 15, 42; 23, 54; Jn 19, 31 y 42). Jesús fue ajusticiado en un lugar, el Gólgota, que no debía ser el sitio habitual de las ejecuciones, pero se trataba de un paraje fuera ya de la ciudad, relativamente cercano al pretorio. Era una zona de antiguas canteras, uno de cuyos frentes rocosos, cortados en vertical, se había aprovechado para abrir algunas tumbas excavadas de tipo hipogeo, como sucedía en otros acantilados y laderas contiguas a la ciudad. Daba la coincidencia de que una de esas tumbas pertenecía a un hombre rico, discípulo oculto de Jesús, llamado José de Arimatea; de modo que allí fue enterrado precipitadamente el cuerpo del Maestro aquella misma tarde (Mt 27, 57-60; Mc 15, 42-46; Lc 23, 50-54; Jn 19, 38-42). Por el evangelio de Juan sabemos que delante de esta tumba había un pequeño jardín (Jn 19, 41), que atendía un hortelano de vez en cuando (Jn 20, 15). Esta circunstancia parece confirmar que el Gólgota no debía ser un lugar destinado a ejecuciones. Aproximadamente unos diez años tras los llamados acontecimientos pascuales, aquella zona extramuros de Jerusalén fue incluida dentro del tercer recinto murado, mandado construir por el rey Herodes Agripa 1, juntamente con un amplio espacio que se había ido llenando de casas, huertas e incluso algún importante edifico público. El sepulcro y su entorno constituían un lugar especial de veneración para los cristianos de la ciudad. Hacia el año 130 el emperador Adriano convirtió a la Jerusalén, que 60 años atrás había sido destruida prácticamente en su integridad por Tito, en la nueva Colonia Aelia Capitolina, reduciendo notablemente su área, pero embelleciéndola con suntuosos edificios y con nuevas y modernas calles y plazas. En lo que había sido el complejo Calvario-Sepulcro y para borrar toda memoria del culto judeo-cristiano hizo construir un foro espléndido allanando parte de la zona mediante rellenos y desmontes. Justamente sobre la tumba de Jesús levantó un templo a la Tríada Capitolina (Júpiter, Juno y Minerva) y sobre el mogote del Gólgota, que debía sobresalir ligeramente en la plaza delante del templo, colocó una estatua en honor de la diosa Venus. Pocas equivocaciones mayores registra la historia, pues esta brutal damnatio memoriae de los lugares cristianos fue precisamente el sello que aseguró para el futuro la memoria y la localización precisa de los mismos. Cuando en el 326 comenzó a edificarse la colosal basílica cristiana, por orden del emperador Constantino, se procedió a desmontar el antiguo foro y apareció el sepulcro al excavar los rellenos. Este consistía en una sola y pequeña cámara mortuoria con un arcosolio donde había sido depositado el cadáver, todo ello precedido de una pequeña sala fúnebre, según el esquema repetido en todas las tumbas del siglo I. Es sorprendente que la tumba de José de Arimatea fuera tan pequeña, pues los panteones de las familias jerosolimitanas solían ser mucho mayores, con varias cámaras y distintos arcosolios y nichos destinados a los demás miembros de la familia. Todo parece indicar que la tumba se hallaba en una primera fase de su excavación, habiéndose acondicionado provisionalmente una sola sepultura, con ánimo tal vez de continuar los trabajos en el futuro. Esto parece coincidir con el testimonio de los evangelios que hablan, en efecto, de que nadie aún había sido enterrado allí, y de que acababa de ser construida (Mt 27, 59; Lc 23, 53; Jn 19, 41). En cambio, junto a ella había otras tumbas mucho más desarrolladas, que aún se conservan y son conocidas con el nombre de José de Arimatea. Tampoco puede rechazarse la posibilidad de que José y su familia, respetando la pequeña tumba utilizada para el enterramiento del cadáver de Jesús, hubieran hecho sus propias sepulturas hipogeas en los alrededores.

Los arquitectos de Constantino decidieron cortar la roca y aislar como un dado exento la sepultura de Jesús, siguiendo en este caso a gran escala la técnica que se ve en otras tumbas de Jerusalén, por ejemplo en el caso de la llamada Tumba de Zacarías en el valle del Cedrón. Al realizar esta operación destruyeron una buena parte de la tumba de José de Arimatea. La de Jesús quedó entonces totalmente exenta y apartada del resto de la roca madre, lo que permitió construir sobre ella una grandiosa cúpula, llamada la Anástasis, que se levantaba al oeste de la basílica, separada de ella por un patio en uno de cuyos ángulos se conservó la roca del Calvario. Aunque la basílica fue incendiada por los persas en el 614, la destrucción prácticamente total del edificio no tuvo lugar hasta el año 1009 a manos del califa Hakim. En 1042 fue parcialmente reconstruida con dinero del emperador bizantino Constantino Monómaco. El edificio, tal y como hoy se ve, es obra de los cruzados.

J. González Echegaray