Salvador
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Entre los títulos con que el ángel de Belén anuncia a los pastores el nacimiento de Jesús se cuenta el de "Salvador", en griego awtp (Lc 2,11), un título que,además de Lucas en sus dos obras, sólo Juan aplica a Jesús. Llamando a Jesús "Salvador", estos dos evangelistas se sitúan en la misma línea que otros escritores del NT, donde, de un total de 25 usos, 8 se aplican a Dios Padre y 17 a Jesucristo. Los escritos en los que aparece no pertenecen precisamente a los más antiguos del NT, aunque el uso de awtiip en Fil 3,20 permite suponer que la consideración de Jesús como Salvador pertenece a las primeras expresiones de la cristología propiamente dicha. Lo cual no resulta nada extraño en el contexto en el que fue fraguando la reflexión sobre la salvación de Dios en Cristo y, en definitiva, sobre este último como portador de aquella salvación.

1. "Salvador" en el mundo entorno y en otros escritos del NT

En efecto, el sustantivo griego aura] p, que puede predicarse de cualquiera que aporte salvación, sea en el ámbito que sea, se aplicaba en el mundo greco-romano tanto en el ámbito estrictamente religioso como en el socio-político: salvadores se podía llamar a los dioses, a los filósofos, a los médicos, a cualquier gobernante y a los emperadores. La aplicación de dicho título se justificaba en todos los casos por el auxilio que tanto unos como otros prestaban a los humanos o a las ciudades en las que estos últimos habitaban. En el caso de los emperadores, hay que pensar además en el proceso creciente de divinización de sus personas. Ahora bien, también en el mundo judío —en la Sagrada Escritura y en otros escritos del judaísmo, tanto de Palestina como de la diáspora, se consideraba también "salvadores" a determinados personajes (cf. p. ej., Jue 3,9.15); pero con una salvedad: como en el caso de otros términos y expresiones, también el uso de este término lleva el sello del fuerte teocentrismo que impregna toda la vida de Israel: los "salvadores" humanos lo son en cuanto presencia, instrumento de la salvación que sólo Dios puede ofrecer; porque sólo El es realmente Salvador. Por ello, no es extraño que sea él el principal portador de este título (cf. 1 Sam 10,19; ls 12,2; 45, 15.21).

En línea con esta praxis del judaísmo, también los autores del NT llaman a Dios "salvador" (cf. p. ej. Lc 1,47). El influjo del AT en el uso cristiano del título se deja sentir además en la consideración de Jesús como "salvador", aunque en este caso hay que reconocer así mismo el que ejerció el uso de soter en el mundo greco-romano. Conviene añadir además, que al llamar a Jesús "salvador" se parte del convencimiento y del anuncio de la salvación que Dios ha ofrecido en Cristo. Y cuando la salvación es contemplada principalmente como una realidad futura, como ocurre en la teología paulina, el título de "salvador" se le aplica a Jesús en relación con su parusía; así afirma Fil 3,20, un texto que se cuenta entre los primeros de todo el NT: "del cielo... esperamos como salvador al Señor Jesucristo", que, en su condición de tal, llevará a plenitud la obra de la salvación iniciada al adherirnos a él por la fe en el bautismo; es decir, en su parusía, él "transfigurará este cuerpo miserable nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (3,21). Sin embargo, como se ha indicado más arriba, el uso del título "salvador" es notable particularmente en escritos algo más tardíos como Efesios y, sobre todo, las Cartas Pastorales: Cristo, cabeza de la Iglesia, se ha entregado por nosotros como expresión suprema de amor (cf. Ef 5,2,25 y además Gal 2,21); y por ello mismo es "el Salvador del Cuerpo", que es la Iglesia (Ef 3,23). Este pasaje de Efesios muestra con claridad que el título "Salvador" tiene que ver con el misterio de la entrega (amorosa) de Cristo, es decir, de su muerte; lo cual significa además que en este caso se le aplica al Jesús terreno. Lo mismo cabe afirmar de las Cartas Pastorales, que hablan de la "manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús" (2 Tim 1,10): en evidente polémica contra la atribución del título a los emperadores romanos y contra el culto público que se le rendía ("manifestación") comoconsecuencia de ello, el autor de las Pastorales proclama que Cristo Jesús es nuestro único Salvador (cf. Tit 1,4), en quien se ha "manifestado" la bondad (Tit 3,4) y la gracia de Dios (2 Tim 2,10) y que se "manifestará", él mismo, lleno de gloria el día en que se cumpla la gozosa esperanza de los cristianos (Tit 2,13). En todos estos casos, y en los varios en que se usa en 2 Ped (1,1.11; 2,20; 3,2.18), "salvador" aparece como un título cristológico consagrado en el uso cristiano.

2. Jesús-Salvador en Lucas y Juan

Testigos singulares de dicho uso son Lucas y Juan: por lo que respecta al tercer Evangelista, la evidencia más clara en este sentido la ofrece el texto ya citado de Lc 2,11, donde "Salvador" encabeza una trilogía de títulos que completan los de "Mesías" y "Señor", y que en su conjunto y particularmente deben considerarse expresión de la fe de la comunidad cristiana explicitada tras la Pascua. El evangelista no volverá a usar el título en su relato de la vida pública de Jesús; pese a todo, su uso en 2,11 puede considerarse una expresión adecuada de la relación entre la obra que realizará el Mesías Jesús, hijo de María concebido por obra del Espíritu Santo, y su propia condición: Jesús, el Salvador, realiza la salvación preparada por Dios para todos los pueblos y que Simeón reconoció al tomar el niño en sus brazos (cf. 2,28-32). Dicha salvación, que se concreta en el restablecimiento de la debida relación del hombre con Dios, se manifiesta en toda la actividad desarrollada por Jesús: sus milagros, sin duda (cf. sobre todo, 8,36.48; 18,42; 17,19), pero también sus encuentros de salvación con los pecadores excluidos de la vida religiosa oficial de Israel; el relato del encuentro de Jesús con Zaqueo concluye significativamente con estas palabras del profeta de Nazaret: "Hoy ha entrado la salvación a esta casa" (19,9). Cuando escriba su segundo libro, Lucas completará el panorama de esta actividad salvadora de Jesús, incluyendo en ella de modo singular su muerte y resurrección: a través de ellas Dios "ha exaltado a su derecha como príncipe y salvador" (Hech 3,1) a aquel a quien había suscitado de la descedencia de David como Salvador para Israel (Hech 13,23).

El primer uso del término "salvador" en el Cuarto Evangelio lo encontramos en labios de los samaritanos: éstos acuden al encuentro de Jesús animados por las palabras de aquella mujer de su tierra a quien Jesús le había descubierto su pasado; pero, yendo más allá de su testimonio, llegan a creer y a confesar abiertamente al Maestro judío como "salvador del mundo" (Jn 4,42): la salvación de Dios, sobre cuyas mediaciones humanas y sobre cuyo alcance discutían judíos y samaritanos (cf. 4,22), había aparecido ya en Jesús y alcanzaba a todos los humanos sin distinción: es el salvador del mundo. El título, con la misma expresión y la misma apertura a la universalidad, se recoge en la 1 a Carta de Juan, una prueba más de la pertenencia de estos escritos al mismo círculo de reflexión eclesial. ->salvación.

J. M. Díaz Rodelas