Ricos - Riqueza
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SUMARIO: 1. Valoración de la riqueza en el mundo griego, AT y judaísmo temprano. -2. La riqueza según el ejemplo y predicación de Jesús de Nazaret. -3. La riqueza según los evangelios y el NT.


1. Valoración de la riqueza en el mundo griego, AT y judaísmo temprano

La palabra griega plutos ("riqueza") etimológicamente está relacionada con el adjetivo polys ("mucho") y expresa la idea de abundancia, muchedumbre, exceso.

Riqueza como pobreza es algo relativo, pues tener más o menos depende de las circunstancias económico-sociales en que se vive. Existe no sólo riqueza material sino también espiritual. En la época presocrática se consideraba la riqueza material como un bien de los dioses que libera al hombre del trabajo. Para Sócrates, en cambio, constituyen virtud y cultura la verdadera riqueza del hombre. Los juicios de los filósofos posteriores respecto a la riqueza son variados: Platón y Aristóteles la juzgan por su utilidad social; los cínicos rechazaban decididamente la riqueza material porque ata al hombre a los bienes materiales y le causa preocupaciones; según los estóicos es algo indiferente que le puede bien sumir en una falsa seguridad o posibilitar la educación y cultura. En el mundo griego la riqueza no es en sí algo malo.

En el AT encontramos tres juicios variados respecto a la riqueza. En los escritos, sobre todo, más antiguos del AT es un don de Dios y señal del favor divino (Gén 24,35; 26,12; Dt 8,7-19). En la época más antigua del pueblo de Israel no se daba aún el problema social de ricos y pobres, pues la tierra pertenecía a Dios y cada uno tenía su parte (Ex 20,22-23,19). La pobreza es consecuencia de la holgazanería, despilfarro y libertinaje (Prov 6,6-11; 10,4; 13,18; 23,21) y se considera como castigo del malvado (Prov 13,25; 19,23). En cambio, en la época de los reyes, gracias al florecimiento de la economía y comercio, se crea una pequeña clase social rica e influyente que arruina al resto del pueblo de Dios, cuyas injusticias económico-sociales denuncian los profetas (Is 5,8-16; Jer 5,26-29; Am 2,6-8; 5,10-12). En los libros sapienciales se pasa revista a los diversos aspectos de la riqueza: se aprecia la riqueza como un don de Dios, que, sin embargo, el hombre tiene que conseguir con su propio trabajo (Prov 3,16; 10,5; Si 11,18); es un bien caduco y pasajero (Sal 49,17; Qo 5,9-6,6) y seductor (Sal 52,9).

En el judaísmo primitivo, por una parte, se sigue apreciando la riqueza comodon de Dios que permite por medio de la limosna conseguir un tesoro en el cielo; por otra, se continúa la espiritualización de la pobreza que ya se daba en los salmos del AT (cf. Salmos de Salomón 5,2; 10,6; 15,1). Esta idea la encontramos también en el Magnificat (Lc 1,52-53). En la comunidad de Qumrán los miembros renunciaban a la posesión privada de bienes y practicaban la comunidad de bienes (1QS 1,12-13; 7,6-8). Aunque los fariseos aceptaban la riqueza material porque permitía realizar obras buenas, la verdadera riqueza consistía, según ellos, en la práctica de la justicia de la Ley; para los saduceos y aquellos grupos nacionalistas que se imaginaban el reino mesiánico como algo terreno, la riqueza material era algo muy deseable.

2. La riqueza según el ejemplo y predicación de Jesús de Nazaret

La conocida entre los exegetas como "fuente Q" -la sigla Q proviene de la primera letra de la palabra alemana Que/le ["fuente")- es la colección más extensa y antigua de dichos de Jesús, que en su gran mayoría se remontan a su ministerio público, aunque los dichos fueron reunidos y puestos por escrito hacia el año 70 d.C., o sea, poco antes de que comenzase la guerra de los romanos contra los judíos. Los evangelistas Mt y Lc se habrían servido de ella juntamente con el evangelio de Mc y otras tradiciones, para escribir sus respectivos evangelios: Lc habría conservado mejor el orden de los dichos, por lo que Q se suele citar según el orden de los capítulos y versículos de Lc, mientras que Mt es, a veces, más fiel en la transmisión del texto original de los dichos. Es una de las hipótesis exegéticas mejor fundadas, que podríamos calificar de opinión más común (opinio communior), pero no es ninguna verdad de fe, y se remonta a la mitad del siglo XIX. Otros exegetas -tal vez hoy día en minoría- opinan que desde el principio existía lo que podría llamarse un único evangelio que contenía no sólo dichos -como Q- sino dichos y hechos. Nuestros evangelios sinópticos serían tres formas diferentes del único y mismo evangelio. La importancia de una u otra teoría para la fe es muy insignificante, ya que nuestra fe se apoya en la interpretación del NT por la Iglesia. Las opiniones pueden ayudar, sin embargo, a acercar más la historia de Jesús a la fe actual. En este sentido empleamos aquí la fuente Q. En la reconstrucción moderna de Q hay una serie de dichos de Jesús que se refieren a la riqueza y sus peligros para entrar en el Reino; Jesús se refiere al dinero y riqueza sólo desde el punto de vista del Reino: no vale la pena acumular riquezas ya que se pueden perder, hay que dejarlas irremediablemente al morir e impiden la entrega plena al Reino; exhorta a sus discípulos a confiar plenamente en Dios Padre, que se cuida de los lirios y los cuervos (Lc 11, 12Q; 12,33-34Q; 12,22b-30Q); las exhortaciones de Jesús concluyen con la amonestación de anhelar el Reino de Dios, pues todas las demás cosas se nos darán por añadidura (Mt 6,33/ Lc 12,31Q). El que depende absolutamente de las riquezas no puede creer verdaderamente en Dios ni ser discípulo de Jesús: "Nadie puede servir a dos señores... No podéis servir a Dios y al dinero" (Mt 6,24/Lc 16,13Q). Según la tradición que nos ha trasmitido Mc la riqueza impide la entrada en el reino de Dios y la aceptación de su mensaje (Mc 10,25 par.). La preocupación por conservar la riqueza y aumentarla es uno de los enemigos más terribles del hombre con relación a entrar en el Reino: Jesús advierte de la peligrosa seducción del dinero y la codicia, que ahogan los buenos efectos de la palabra del Reino (Mc 4,19; Lc 12,16-21). El hombre por sí solo no puede liberarse de la atracción del dinero; sólo Dios puede darle la fuerza para deshacerse de esta terrible atadura (Mc 10,27).

Jesús no poseía nada (Mt 8,20/Lc 9,58Q), vivía de lo que le daban sus amigos y bienhechoras (Lc 8,3), y sus discípulos compartían su misma suerte (Mt 10,9/Mc 6,8/Lc 9,3; Mc 10,28). A los doce apóstoles que le acompañan y convivencon él les pone como condición renunciar a la riqueza, es decir, a la posesión de bienes, profesión y familia (Mc 6,8 par. Mc 10,17-31 par.). «La petición: "Nuestro pan de cada día dánosle hoy" expresa la absoluta confianza en Dios Padre» (Lc 11,3Q; Mt 6,11; cf. también 77-12). Sin embargo, no consideraba enemigos a las personas ricas; algunas mujeres, con medios económicos, le apoyaban en su labor evangelizadora (Lc 8,2-3); se alojaba y comía con sus discípulos en casas de amigos (Lc 10,38-42: Marta y María; Lc 19,1-10: Zaqueo; Mt 26,6-13; Mc 14,3-9: Simón el leproso). La riqueza no es para Jesús algo en sí malo. Algunas de sus parábolas representan el futuro Reino como un banquete, al que están llamados todos (Lc 14,16-21.23 Q; Mt 22,1-14; Lc 13, 29.28 [sic] Q; Mt 8,11-12; Mt 25,1-13).

3. La riqueza según los evangelios y el NT

Según el EvMt la riqueza es un gran impedimento que dificulta al entrada en el Reino de los cielos (19,23-24), pero sin que el evangelista la considere un mal en sí y la rechace (6,2-4; 26,6-13: Jesús acepta y alaba la unción que le hace la mujer de Betania). El evangelista elogia a José de Arimatea, persona rica, discípulo de Jesús, que pide a Pilato el cuerpo de Jesús y le da sepultura digna (27,57-60). Aunque les advierte a los cristianos del engaño y seducción de las riquezas que ahogan los buenos deseos (13,22), no les exige Mt que renuncien a sus bienes sino que les exhorta a que los usen en favor de los más pobres y necesitados, puesto que en el juicio final serán juzgados según el uso que hayan hecho de ellos en favor de los necesitados y más pobres. Los que no se preocuparon de los pobres y necesitados se condenarán (Mt 25,34-46). El juicio de Mc acerca de las riquezas es semejante: la riqueza es engañosa y seductora y ahoga el buen efecto y fruto de la predicación (Mc 4,19); los que poseen riquezas entrarán difícilmente en el Reino de Dios (10,22-30 par.).

Lc subraya de manera especial la obligación que tienen los ricos de practicar la solidaridad con los pobres, si quieren salvarse. No sabemos con certeza si en su iglesia predominaban los pobres; su evangelio lo dedica al ilustre o excelentísimo Teófilo (1,3; He 1,1). Esto parece indicar que Lc no es un ideólogo de la pobreza por la pobreza ni está en contra de los ricos por ser ricos. Aunque Lc sólo una vez menciona el sustantivo "riqueza" (plutos: 8,14), es el evangelista que más habla de los ricos y los peligros de la riqueza. La parábola del agricultor insensato presenta el tipo del rico que no reconoce a Dios como la fuente de todos los bienes y confía sólo en su riqueza (12,16-21); la parábola del rico epulón nos pinta a un rico que se entrega al disfrute de sus bienes sin preocuparse de los pobres (16,19-31). Para Lucas el apego a las riquezas es la causa principal de la increencia: los enemigos de Jesús, en especial, los fariseos son gentes amantes de las riquezas (16,14: "los fariseos amantes del dinero se burlaban de él"). La verdadera justicia consiste no en la observancia de preceptos legales, sino en que "den en limosna lo que tienen" (11,41). Una exhortación parecida hace Jesús a sus discípulos: "Vended vuestros bienes y dadlos en limosna a los pobres" (12,33). La llegada del Reino trastocará las actuales condiciones humanas (1,53: "Colmó de bienes a los hambrientos, a los ricos los despidió sin nada"; 6,24: "¡Ay de vosotros ricos!"; 16,25: rico epulón y Lázaro). La salvación para los ricos consiste en que practiquen la solidaridad con los pobres y necesitados: "Yo os digo: Haceos amigos con el dinero injusto, para que, cuando muráis, os reciban en las moradas eternas" (16,9). Zaqueo es el modelo de rico que sabe emplear a tiempo sus riquezas mal adquiridas (19,8). La riqueza no debe servir para ganarse amistades humanas, negociar y obtener recompensas y ventajas, sino para ayudar a los que no pueden ofrecer nada a cambio: "Se os recompensará en la resurrección de los justos" (14,12-14). Dado que el EvJn tiene una orientación altamente cristológica y se centra en la fe del discípulo, no se habla en él ni de la riqueza ni pobreza. Sin embargo, insinúa que Judas entregó a Jesús por ladrón y apego al dinero y supone que se debe ayudar a los pobres (cf. 12,6-8; 13,29; cf. también 1Jn 3,17-18). Además, Jesús tiene amigos y bienhechores ricos (12,1-3; 19,38-42).

Al aplicar la doctrina de Jesús y los evangelistas a nuestra situación económico-industrial, muy distinta de la de entonces, tenemos que tener en cuenta lo siguiente: el poder seductor y engañoso de la riqueza sigue siendo tan avasallador hoy día como en tiempo de Jesús y su fascinación obstaculiza la entrada en el Reino; sin embargo, el rico que pone sus riqueza a favor de los necesitados y pobres obtiene un capital imperecedero en el cielo (Mt 6,19-21; Lc 12,33-34). Aunque la limosna sigue siendo un medio eficaz y práctico, hay otros medios en la sociedad y política modernas de ayudar a los pobres y necesitados, p. ej., invirtiendo y arriesgando el dinero para crear puestos de trabajo, ayudando a las instituciones y obras que se dedican a los pobres, huérfanos, "niños de la calle". Las personas que con su dinero, esfuerzo intelectual y entrega personal se dedican a proporcionar trabajo a los que no lo tienen, trabajan por el Reino de Dios.

En el resto del NT hay que destacar el entusiasmo pospascual de la Iglesia de Jerusalén por crear una comunidad solidaria y superar las desigualdades entre los creyentes (He 2,42-45; 4,32-37; 5,1-11; 6,1-3), cumpliendo la exhortación de Dt 15,4: "Así no habrá pobres junto a ti". La carta de Santiago, que se caracteriza por sus ataques a los ricos, trata de crear una ética solidaria entre ricos y pobres (1,9-11; 2,1-7.14-17; 5,1-6). Aunque P no habla en sus cartas de la riqueza más que en sentido metafórico (Rom 2,4; 9,23; 11,12.33; 1Cor 1,5; 4,8; 2Cor 6,10; 8,2.9; 9,11; Fil 4,19), sin embargo, ha tratado de aliviar las injusticias sociales dentro de sus comunidades mediante la caridad (Rom 12,8b.13; 13,8-10; 1Cor 11,17-34; Gál 6,6; Fil 4,15-20; 1Tes 4,9-10; Fim 10-20) y se ha esforzado por practicar la solidaridad entre sus Iglesias y la Iglesia pobre de Jerusalén (Rom 15,25-27; 1 Cor 16,1-4; 2Cor 8,1-15; 9,1-15).

En la línea trazada por el Apóstol continúan sus discípulos en las llamadas cartas deuteropaulinas: la riqueza se refiere metafóricamente a la abundancia de la redención en Cristo (Ef 1,7.18; 2,7; 3,8.16; Col 1,27; 2,2). En 1Tim 6,17-19 encontramos un resumen precioso de cómo se deben comportar los ricos: "...que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas sino en Dios...; que practiquen el bien y se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad; de esta forma irán atesorando para el futuro de modo que podrán conseguir la vida verdadera". En el Apocalipsis se anuncia la ruina de los ricos (6,15; 13,16); los que se hicieron ricos en la ciudad de Babilonia perecen junto con ella (18,3.15.17.19). En sentido metafórico, Jesucristo, el Pantocrátor, llama a la Iglesia de Esmirna rica por su perseverancia en la persecución a causa de la fe (2,9); en cambio, a la Iglesia de Laodicea, que se tiene por rica en dones espirituales, la exhorta a convertirse para hacerse verdaderamente rica (3,17-18). ->Avaricia; pobres; comunión.

Miguel Rodríguez Ruiz