Parábola
DJN
 

SUMARIO: 1. Concepto. 1. El término. 2. Significado concreto. 3. Parábola y alegoría. - II. Finalidad. 1. Teoría de la justicia. 2. Teoría de la misericordia. 3. Explicaciones actuales. - III. Orientación actual en la interpretación de las parábolas. 1. Excesiva alegorización de las parábolas. 2. A. Julicher rompió con la alegorización. 3. El punto de partida. - IV. El mensaje de Jesús en las parábolas. 1. Actualidad de la salvación. 2. El Reino. 3. Llamada urgente a la «conversión», 4. La invitación, rechazada y aceptada. 5. Ante la llamada hay que tomar una decisión. 6. Actitudes radicales. 7. La alegría del Reino, el amor al prójimo y disposición a trabajar esforzadamente por el Reino. 8. La consumación del Reino, la selección, la recompensa y el cambio de situaciones. - V. Ulteriores observaciones. 1. El AT y la literatura rabínica. 2. El contenido de las parábolas es escatológico. 3. El mensaje, en el núcleo de la parábola. 4. No hay que aferrarse a la parábola como procedimiento literario.


«Las parábolas son quizá el elemento más característico de la doctrina de Jesucristo consignada en los Evangelios. En su conjunto, a pesar de los retoques que hubieron de experimentar en el curso de su transmisión, presentan el sello de una personalidad bien definida. Su impacto sobre la imaginación hizo que se fijaran en la memoria y les procuró un lugar seguro en la tradición. Ninguna otra parte del relato evangélico tiene para el lector un tono más claro de autenticidad» (C. H. DOGO, Las parábolas de Reino. Cristiandad, Madrid 1974, 21).

1. Concepto

1. El término

Responde al hebreo «mashal» y al griego «parabolé».

El «mashal» hebreo tiene una significación muy amplia. Etimológicamente implica la idea de semejanza, comparación, por lo que vino a designar cualquier escrito que implicase, expresa o tácitamente, comparación. Así se aplicó a los oráculos de Yahveh expresado por medio de imágenes, a los vaticinios de Balaam, incluso a poemas satíricos contra los falsos profetas. El «parabolé» griego, al traducir en los LXX el hebreo «mashal», recoge toda esa variedad de significaciones.

Lo mismo ocurre en los Evangelios. El término no sólo designa lo que nosotros comúnmente designamos «parábola», sino también «sentencias solemnes» (Mc 7, 17; en el fondo hay comparación), «proverbios» (Lc 4, 23), «normas prácticas de conducta» (Lc 14, 7: les dijo «una parábola»: siguen normas concretas).

2. Significado concreto

Podría definirse, por lo que a nuestra tarea se refiere: una comparación continuada, o desarrollo de una comparación, a través de una narración -real o ficticia-con un fin didáctico.

En la comparación hay tres elementos: aquello que se compara, aquello con lo que se compara y el punto concreto en que se quiere establecer la comparación. En este punto radica el núcleo significativo. Lo demás puede ser puramente ornamental y no hay que buscar en ello una significación peculiar.

3. Parábola y alegoría

Alegoría es una metáfora continuada en la que el segundo término de la comparación pierde su significado propio para expresar, en sentido figurado, una cosa distinta. Cfr. la alegoría de la vid y los sarmientos en Jn 15: la vid significa a Cristo, los sarmientos a los cristianos: como los sarmientos no pueden dar fruto si no están unidos a la vid, así los cristianos si no están unidos a Cristo por la gracia santificante.

Diferencias: la parábola es una comparación, las palabras conservan su significado propio y la enseñanza hay que buscarla en el conjunto. La alegoría es una metáfora (afirmación tajante), los términos adquieren un sentido figurado y la enseñanza hay que buscarla en los términos en particular. En la práctica se distinguen fácilmente. Mientras que la alegoría se expresa en afirmaciones escuetas, la parábola comienza ordinariamente con un término o expresión comparativa: «El Reino de los cielos es como», «se asemeja a». Esta última responde a la fórmula de las parábolas rabínicas: «Voy a referirte una parábola. ¿A qué compararé esto? Lo compararé a». Dada la semejanza entre ambas fácilmente se entremezclan, de modo que tenemos «parábolas alegorizadas» (la del sembrador, viñadores homicidas), o alegorías parabolizadas (la viña de Is 5, 1ss). Sería mejor llamarlas parábolas mixtas.

II. Finalidad

La finalidad de la parábola es explicar, aclarar. Sin embargo, a la pregunta de los apóstoles a Cristo sobre la razón por la que hablaba en parábolas a los judíos, obtiene la respuesta siguiente: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone»» (Mc 4, 11s.; versión de BibJer). ¿Qué finalidad se propuso Cristo en las parábolas?

Ya desde el tiempo de los Padres se ha advertido la dificultad y se han propuesto diversas soluciones para resolverla:

1. Teoría de la justicia. Muchos autores (Clemente de Alejandría, Agustín, Maldonado, Fonk, Buzy, Godet, etc.) piensan que Cristo al expresarse en parábolas trató de ocultar la verdad a los judíos en castigo a su respuesta negativa a su invitación a la conversión como castigo a su incredulidad.

Se apoyan en Mc 4, 12 y Lc 8, 10: «para que». En Mt 13, 13ss en que se expresa además la mala voluntad de los judíos: «En ellos se cumple la profecía de Isaías: «Oír, oiréis, pero no entenderéis; mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos y sus ojos han cerrado... Pero dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen». Y también en Mt 13, 12: «Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará»; que puede interpretarse: a quienes escuchan la Palabra se les da, además de la Antigua Alianza, el perfeccionamiento de la Nueva (cf 5, 17.20), a quienes la rechazan se les quita lo que tienen, la ley judía, que abandonada a sí misma ha caducado. Tenemos en esta sentencia, en un sentido más general, una ley de progresión o regresión: la cooperación libre a la gracia de la luz cuando amanece lleva a una claridad genital; su desprecio voluntario induce el retorno a una oscuridad, que no será ya falta de luz sino privación de ella (1. GOMÁ Civir).

Tiene en contra: el hecho de que hasta el momento en que Mc menciona esta frase en cuestión, las muchedumbres lejos de merecer la reprobación de Cristo le han seguido con entusiasmo y han acudido en masa a escucharle y con avidez (cf Mc 4, 1). Un judío de nuestros días, que trata de defender a su pueblo frente a las frases de reprobación que aparecen en el evangelio, escribe: «¿Se querría que Jesús respondiese a esta sed de su palabra con enigmas que la turba no pudiera comprender y para cooperar a su reprobación positivamente, para castigarles de la dureza de su corazón? Si esto es lo que ha querido decir Marcos, se sentiría uno obligado a concluir con Loisy que él no ha comprendido las intenciones de Jesús... Preferiríamos admitir que Marcos ha redactado un poco torpemente, más bien que atribuir a Jesús un procedimiento que ningún predicador celoso ni ningún hombre legal querrían emplear en su enseñanza» (J. Isaac, Jésus et Israel, 1948, 307s). Nos parece que esta explicación no tiene probabilidad alguna.

2. Teoría de la misericordia. La mayor parte de los autores (Juan Crisóstomo, Lagrange, Vosté, Grandmaison, etc.) afirman que, al enseñar Jesús en parábolas, se propuso presentarles el Reino de una manera adaptada a su «posibilidad de captación» respecto del mensaje divino, y habida cuenta de los «designios de Dios» respecto del modo como debía llevar a cabo la redención.

En cuanto a la posibilidad de captación, dada la concepción terrena que los judíos tenían del reino mesiánico, Cristo no pudo predicarles a las claras desde el primer momento la naturaleza auténtica en su plenitud del Reino. Ante ello Cristo les predicaba lo que en tales circunstancias podía enseñarles. No es que fueran «indignos» de una enseñanza más clara, sino que no eran «idóneos». Por lo demás, la exposición de la doctrina por medio de parábolas no era tan velada que no pudieran entender algo. Sería algo así como mostrar el sol a través de un cristal ahumado. Y una inteligencia inicial podía llevar a los bien dispuestos a la búsqueda, y correspondiente enseñanza, de la verdad más completa (cf la actitud de Nicodemo respecto de los milagros).

En cuanto a los designios de Dios sobre el modo de llevar a cabo la redención, ésta debía llevarse a cabo mediante la pasión y muerte de Cristo, después de unos tres años de ministerio público. Esto exigía, en cierto modo, esa ignorancia de los judíos, quienes de haber captado la condición y mensaje total de Cristo no le hubieran dado muerte (cf He 3, 17; 13, 27). Ignorancia que si bien no fue provocada expresamente por Dios, y que fue debida a las malas disposiciones de los judíos, entró en sus planes respecto de la redención.

En favor de esta teoría está el concepto de parábola, que no tiene como fin ocultar, sino aclarar una cosa difícil de entender por medio de una comparación. Mc 4, 33 constata que Cristo «les anunciaba la palabra con muchas parábolas, según podían entenderle; no les hablabasin parábolas». Añadiendo, «pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado». Estos estaban preparados para una ulterior comprensión. Por lo demás, si bien los dirigentes religiosos del pueblo no se acercaban a Cristo con buenas disposiciones, Cristo que vino a salvar a todos se esforzó hasta el final por conseguir su conversión.

3. Explicaciones actuales

a) El endurecimiento de los judíos es consecuencia de su actitud frente a la predicación de Cristo. La partícula griega traducida por «para que» (hina) en Mc 4, 12, puede tener en griego bíblico sentido consecutivo, y traducirse por «de modo que». El endurecimiento de los judíos no habría sido el fin que se propuso Jesús en su predicación en parábolas, sino la consecuencia o resultado, debido no al procedimiento seguido por Cristo, sino a las malas disposiciones con que los judíos escuchaban su predicación. Mateo omite la particulaq «hina»; se ve que no quiere atribuir a la predicación en parábolas el endurecimiento de los judíos y dice sólo que se cumplió en ellos la profecía de Isaías.

b) El endurecimiento no fue intentado por Cristo sino permitido (por Dios). La partícula «hina» (para que) conservaría su sentido final, pero interpretada habida cuenta de la concepción judía: los judíos no distinguen entre decreto positivo de Dios y permisivo. Y dicen que Dios intenta lo que realmente sólo permite. Y este es el sentido del citado texto de Is 6, 8-10, según M. García Cordero. Advierte, además, que los orientales gustan de presentar las cosas de modo paradógico, con vivos contrastes, con el fin de dar más vigor a sus palabras e impresionar más profundamente a sus lectores.

c) Explicación de J. Jeremías. En primer lugar hay que advertir que Mc 4, 10-12 constituyen una interrupción. El v. 13 es continuación lógica del v. 9. El v. 10 no refleja la pregunta que esperaríamos: ¿qué significa esta parábola del sembrador? Ello permitiría dar a Mc 4, 10-12 un alcance más amplio relacionado con todo el contexto evangélico que el restringido referido a las parábolas. En segundo lugar el texto de Mc no sigue el texto hebreo ni el de los LXX y concuerda con el del Targúm (exégesis rabínica del citado texto de Is 6, 9s). Ahora bien, la partícula griega del final de la frase «mépote», traducida por «no sea que» (se conviertan) responde al arameo «dilema». Esta partícula aramea puede tener también el sentido de «a no ser que», «sea pues que». Este es el sentido que la exégesis rabínica da al Texto de Is 6, 9s, y entiende el final de Is 6, 10 como una promesa de que Dios perdonará al pueblo si se convierte. Dado que Mc sigue hasta en los detalles la exégesis o paráfrasis del texto del Targúm, podría traducirse Mc en el sentido de éste, en cuyo caso la traducción de Mc 4, 11 s podría ser: «A vosotros os ha dado Dios el misterio del Reino; pero para los que están fuera todo es enigmático, de modo que ven y no ven, oyen y no entienden, a no ser que se conviertan y Dios los perdone». Si se convierten, si escuchan la Palabra de Dios, estarán en las condiciones de los discípulos.

Esta explicación respondería muy bien a todo el contexto evangélico: los discípulos han aceptado el mensaje de Cristo, se han convertido, y por ello se les revelan y entienden los misterios de Dios. Los judíos, en cambio, que no han secundado la llamada a la conversión, no reciben esa revelación y no entienden los misterios de Dios. Sólo la comunidad creyente está en condiciones de interpretar de modo adecuado la Escritura.

III. Orientación actual en la interpretación de las parábolas

«Las parábolas de Jesús son, en general, muy conocidas. Demasiado. Y al señalar esta demasía nos referimos no al conocimiento mismo, sino a la desviación casi necesariamente producida por la falta de reflexión ante una cosa cuya familiaridad nos cierra una perspectiva de mayor alcance. Exceso, en definitiva, debido a la rutina de nuestro conocimiento» (E. FERNÁNDEZ RAMOS).

1. Excesiva alegorización de las parábolas

Ya la primitiva comunidad cristiana alegorizó parábolas de Jesús. Los Padres y autores hasta el pasado siglo, cultivaron la alegorización de parábolas a veces de modo exagerado. Sirva de ejemplo la alegorización que hace San Agustín de la parábola del buen samaritano, que resumo a continuación:

«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó: se trata de Adán. Jerusalén: la ciudad celeste de la paz. Jericó: la luna, y significa nuestra mortalidad. Los ladrones: el demonio y sus ángeles. Le despojaron: le privaron de su inmortalidad. Le golpearon: incitaron a pecar. Le dejaron medio muerto: el hombre vive en la medida en que conoce a Dios y está muerto en la medida en que es oprimido por el pecado. El sacerdote y levita: el sacerdocio del AT incapaz de salvar. El samaritano: el Señor. El vendar las heridas: la represión del pecado. El aceite: el consuelo de la esperanza. El vino: el trabajo con fervor. La cabalgadura: la carne en la que vino Cristo. El ser colocado sobre la cabalgadura: la fe en la encarnación de Cristo. La posada: la Iglesia. El otro día: el que sigue a la resurrección de Cristo. Los dos denarios: los dos preceptos del amor, o la promesa de esta vida y de la futura. El posadero: el apóstol Pablo. El pago supererogatorio: el celibato o el trabajo del apóstol con sus propias manos». Cf PL 35, 1340s. DODD lo presenta (ligeramente abreviado en 1. c., 21s).

2. A. Julicher rompió con la interpretación alegórica, reduciendo la enseñanza de la parábola a la idea más general y ésta del orden moral.

En cuanto a lo primero, expuso con claridad la desfiguración a que se había llegado de algunas parábolas, realizando con ello una meritoria labor de liberación de la misma. Pero fue demasiado lejos al afirmar que las parábolas de Jesús en su origen carecían de toda alegorización, y que todos los elementos alegóricos provienen de la Iglesia primitiva. La literatura apocalíptica y los escritos rabínicos que presentan parábolas semejantes a las de los evangelios -aunque de inferior calidad- contienen muchas veces elementos alegóricos.

En cuanto a lo segundo, cometió un doble error. Redujo la enseñanza a una idea muy general: así en la parábola de los talentos de Mt 25, 14-30 la única enseñanza sería que sólo para el trabajo hay recompensa; en la del rico Epulón y el mendigo Lázaro se trataría sólo de inculcar la alegría en quien sufre y en Lc 16, 19-31 el temor en quien goza. Además redujo la enseñanza de las parábolas al orden moral, reduciendo a Cristo a un maestro de sabiduría ética, despojando a las parábolas de todo contenido escatológico, cuando el tema central de la predicación de Jesús fue precisamente el Reino de Dios.

3. El punto de partida actualmente es la inserción de las parábolas en la vida de las comunidades cristianas (el Sitz im Leben). Se trata de detectar lo que en ellas se remonta a Jesús mismo, las adiciones y adaptaciones que la comunidad primitiva a sus circunstancias vitales y las perspectivas peculiares que añadieron los evangelistas en conformidad con su teología o en atención a sus distintos destinatarios.

El camino fue iniciado por A. T. Cadoux, si bien se limitó a meras observaciones y detalles. Dio un paso más B. T. D. Smitch, aclarando el fondo histórico de las parábolas, pero sin hacer interpretación teológica. Perfeccionaron el procedimiento C. H. Dodd, que se limitó a las parábolas del Reino y J. Jeremías que incluyó en su obra las demás parábolas y comparaciones. Únicamente habría que advertir, respecto de estos dos últimos autores que llevados de sus respectivas teorías -escatología realizada (Dodd), escatología que se realiza (Jeremías)- llegan a veces a conclusiones un tanto extremas en la interpretación de las parábolas.

A la luz de la historia de la tradición evangélica hoy se distinguen tres momentos en la elaboración de los evangelios, y peculiarmente en la de las parábolas.

a) Jesucristo predicó las parábolas en una situación vital concreta y con una intención determinada en respuesta a esa situación, valiéndose de ellas para explicar puntos centrales de su mensaje y la razón de sus actuaciones. Radicadas en la vida ordinaria constituyeron un método ideal para la instrucción de Cristo de aquellas gentes sencillas que le seguían.

Pero como advierten algunos autores, las parábolas de Cristo «no deben ser consideradas simples expresiones literarias de orden cognoscitivo, sino que deben ser puestas en estrecha relación con los milagros, con los signos; deben ser integradas con los otros actos de poder (dynámeis), que prueban precisamente que el Reino de Dios "ha llegado en poder" a través de la palabra, la obra y, sobre todo, la persona de Jesús» (F. M. URICCHIO - G. M. STANO).

b) La comunidad primitiva, en cuyo seno adquirieron su forma actual evangélica las parábolas de Jesús, amplió, dio un marco nuevo, alegorizó el relato primitivo de Cristo, con el fin de adaptar las enseñanzas de Jesús a las nuevas situaciones vitales de las diversas comunidades cristianas, o incluir en ellas la ulterior clarificación que obtuvieron después de la Resurrección de Cristo bajo la acción del Espíritu Santo.

Por lo que se refiere a la alegorización de las parábolas que tenemos en los evangelios (muy distinta de la que veíamos en San Agustín sobre la del samaritano) es conveniente advertir que «no es ningún entretenimiento ocioso e inútil. En ella se manifiesta lo que los heraldos de la palabra tienen que decir en el nombre del Señor. Más importante que registrar exactamente sus discursos les parece el conseguir que la palabra del Maestro sea fructuosa y eficaz para los hermanos. Ellos se atienen a la parábola transmitida; de ahí que todavía es posible distinguirla, y a nadie se le obliga a entenderla en sentido alegórico, pero la ven a la luz de muchas cosas que Jesús ha dicho, y la interpretan sobre la base de la situación que ha operado el Señor celestial por medio de su Espíritu» (E. KAHLEFELD, 123).

c) Los autores de los evangelios, no fueron meros compiladores del material presinóptico, como en un principio pensó la Historia de las Formas, sino que añadieron sus perspectivas tanto literarias como teológicas, conforme ha detectado la Historia de la Redacción. Dice un proverbio galés; «busca la harina donde quieras, pero amasa tú la hogaza»; del modo o técnica que se utilice en la elaboración del pan depende la calidad de éste. Los evangelistas han tomado una harina común: la tradición presinóptica. Pero cada uno ha elaborado, redactado, estructurado los materiales comunes en conformidad con su estilo y en atención a sus perspectivas doctrinales propias. De modo que son autores literarios de sus respectivas obras.

Los estudios actuales tratan de detectar esas perspectivas peculiares de los evangelistas, la extensión y naturaleza de su labor personal. Después las adiciones o reelaboraciones de la comunidad cristiana. Y finalmente llegar al núcleo primogenio de la predicación de Jesús, el sentido original de las parábolas pronunciadas por Jesús mismo: «levantar (aquí y allá) un poco el velo -a menudo tan fino, a veces impenetrable- que se ha extendido sobre las parábolas de Jesús. ¡Vuelta a la ipsissima vox de Jesús! Esta es la tarea. ¡Qué gran regalo, cuando se logra, aquí y allá, volver a encontrar el rostro del Hijo del hombre detrás del velo! ¡Todo estriba en su palabra! ¡Sólo el encuentro con Él da a nuestra predicación todo su poder!» (J. JEREMÍAS, 142).

Para llevar a cabo esta tarea contar mos con un elemento importante: «el evangelio de Tomás», escrito apócrifo del s. II, que contiene relatos parabólicos exentos de alegorización y que por tanto se acerca al texto original de Jesús. Apareció el año 1946 una copia del s. IV en el Alto Egipto y tiene influencias de los evangelios sinópticos, de libros apócrifos y de los escritos gnósticos.

Un ejemplo concreto: la parábola del «Gran Banquete» (referida en Mt 22, 1-14 y Lc 14, 16-24), en la que Cristo trata de justificar su actitud con los pecadores.

a) Hay en ella algo en lo que coinciden los relatos de Mt y Lc y también el del evangelio de Tomás: un hombre rico invita a un gran banquete. Los invitados rechazan la invitación, alegando diversas excusas. En su lugar el hombre rico hace llamar a los pobres para que se sienten a su mesa.

Conviene observar que «el convite festivo dentro de la familia de estilo patriarcal y entre amigos... simboliza, tanto en los escritos de la última época del judaísmo como en el lenguaje de Jesús, la unión bienaventurada que se producirá al final de los tiempos. De este modo se orienta la mirada de los oyentes hacia el futuro, y hace acto de presencia el tema céntrico de la predicación de Jesús... la llamada al evangelio» (E. KAHLEFELD, 97).

Sobre ese fondo común, núcleo de la parábola de Jesús:

b) Lc, en su redacción, presenta una primera ampliación con el fin de extender la invitación a los «gentiles». Además de la invitación a los convidados, Mt y Tom presentan una sola invitación a los no-convidados. Lc, por el contrario dos; después de haber llamado a los pobres y tullidos de la ciudad, quedando aún sitio, el siervo recibe orden de salir de la ciudad y llamar a quienes encuentre en los caminos (del campo) y los cercados (viñas).

Se concluye que Lc ha ampliado la parábola presentando la invitación de Cristo a los gentiles (lo que está de acuerdo con el tema fundamental de Lc: universalismo del Reino mesiánico). Sin duda que en la invitación a los no convidados de la ciudad piensa en los publicanos y pecadores de Israel, y en la invitación a los que se encuentran fuera de ella, hace referencia a los gentiles. La Iglesia, en situación de misión, ha incluido en la parábola la orden de misionar a los gentiles. Adaptación que debió hacerse muy pronto a juzgar por Mt 21, 43.

c) Mt, en su redacción, alegoriza la parábola presentando en ella un esquema de la Historia de la Salvación desde los profetas, pasando por la destrucción de Jerusalén, hasta el juicio final. El «hombre» de Lc y Tom es en Mt un rey. En las parábolas rabínicas aparecen con frecuencia reyes. El «banquete» de Tom, «gran banquete» en Lc, es en Mt el banquete de bodas de su hijo, El «único siervo» de Lc y Tom se convierte en Mt en dos grupos de criados: el primero transmite la invitación que es rechazada; el segundo («otros siervos») fue enviado cuando ya estaba todo preparado; pero éstos, unos desdeñaron la invitación, otros maltrataron y dieron muerte a los siervos del rey (v. 5s).

En los dos grupos podría verse la repetida invitación de Dios al pueblo israelita llamándole a la conversión. Tal vez Mateo, en el primer grupo ha pensado en los Profetas del Antiguo Testamento, cuyo mensaje era rechazado por los dirigentes del pueblo judío; y en el segundo en los Apóstoles y discípulos de Jesús enviados por Jesús y que hubieron de sufrir malos tratos e incluso el martirio.

El v. 7 presenta la actitud del rey: envía su ejército para dar muerte a los asesinos y entregar su ciudad a las llamas. Es una adición de Mt, en la que generalmente se ve una alusión a la destrucción de Jerusalén. El v. 9, ¿se refiere a la misión entre los gentiles? Tal vez ha pensado en ella, como podría indicar la parábola que precede sobre los viñadores homicidas (21, 43).

Añade a la parábola un episodio, o segunda parábola, en que presenta la necesidad de la conversión para obtener un puesto en el banquete del Reino. Comprende los vv. 1113 (ausentes en Lc y Tom) en los que presenta la actitud del rey para el que entró en el banquete sin el traje de boda. La razón de la adición es que la parábola del banquete, tal como concluye en el v. 10, podría dar lugar a un mal entendido: son invitados y entran todos cuantos encontraron sin tenerse en cuenta la conducta de cada uno. Pero no cualquiera puede entrar en el banquete del Reino. Para ello es preciso —Cristo comenzó su predicación exigiéndola— la conversión que lleva al bautismo. Esta es la finalidad de la adición de Mt, que pudo ser en un principio una parábola independiente de la parábola del banquete, o parte de una parábola más amplia sobre la necesidad de la conversión o vigilancia.

La frase final: «Porque muchos son los llamados, mas pocos escogidos» (v. 14), se añade a la parábola sin que tenga conexión directa con ella. Es una frase dirigida en un principio a Israel: todo el pueblo fue llamado, pero en realidad fueron pocos los que se convirtieron. Pero es un aviso para la comunidad cristiana, que debe evitar se repita en ella lo que ocurrió respecto de los judíos. ->banquete.

IV. El mensaje de Jesús en las parábolas

En ocho puntos presentamos el mensaje de Jesús en las parábolas tal como fueron pronunciadas por él. El sentido completo de las mismas aparece en la consideración peculiar de cada una en los respectivos lugares del Diccionario.

1. Actualidad de la salvación, que se obtiene por la entrada en el Reino por él predicado. Ilustran esta doctrina las comparaciones del «vino nuevo» y del «paño nuevo» (Mc 2, 18-22). Cristo inaugura una realidad nueva, frente al judaísmo. No se trata de un «remiendo» a la ley antigua, sino de la proclamación del Reino definitivo de Dios que trae la verdadera salvación espiritual.

También la parábola del banquete (Mt 22, 1-14), que concluye precisamente con la necesidad del bautismo a que tiene que llevar la conversión, para poder entrar en el banquete del Reino. La parábola de la «higuera» (Mc 13, 28-29; 1c 13, 6-9) indica que hay que aprovechar el momento presente para traer la salvación.

2. El Reino, no obstante sus humildes orígenes y las dificultades que encuentra, contiene una fuerza expansiva, capaz de transformar el hombre y /a sociedad. Vienen a este propósito, entre otras, las parábolas del sembrador (Mc 4, 1-9), la de la mostaza (Mt 13, 31s) y la de la levadura (Mt 13, 31s). En ellas Cristo hace una contraposición entre los principios humildes del Reino con la maravillosa expansión que conseguirá con el tiempo. En la parábola del sembrador, a pesar de los obstáculos y defecciones, se anuncia que la cosecha superará todas las previsiones. Fue después la primitiva comunidad cristiana la que desplazó el acento escatológico de la parábola de Cristo al sicológico-parenético, poniendo en guardia a los cristianos frente al espíritu del mundo y las persecuciones, indicando la relación del fruto con las disposiciones con las que cada uno recibe la Palabra (Mc 4, 13-20).

Por tanto será preciso: tener paciencia, mientras llega el final; será entonces cuando se recojan los frutos. Así lo advierte la parábola del labrador paciente (Mc 4, 26-29). Y tener confianza en Dios, que ciertamente atenderá la súplica del discípulo que acude a él. Así lo inculcan las parábolas del amigo importuno (Lc 11, 5-8) y la del juez injusto (Lc 18, 1-8). En la del amigo importuno, la redacción lucana ha pasado el acento a la perseverancia en la oración; pero esa perspectiva es secundaria y propia del tercer evangelista; en la enseñanza de Cristo el acento se coloca en la certeza de que la oración será escuchada.

3. Cristo hace una llamada urgente a la «conversión», indispensable para la entrada en el Reino y no ser objeto de un juicio de condenación. Esta enseñanza implica la parábola de los niños en la calle (Mt 11, 16-19): el término «generación» tiene sentido peyorativo; designa al pueblo judío que rechaza la palabra, tanto la de Juan Bautista como la de Jesús. Esuna intimación a la conversión la parábola de la higuera estéril (Lc 13, 6-9), que será arrancada si no da fruto. La parábola de los viñadores homicidas (Mc 12, 1-12) entraña una dura advertencia a los dirigentes del pueblo judío y les ofrece la última oportunidad de conversión cuando están a punto de culminar sus iniquidades.

4. La invitación, la intimación de Cristo es rechazada por los dirigentes del pueblo judío. Es, en cambio aceptada por los pecadores y publicanos. Por ello Cristo predica a publicanos y pecadores, a pesar de las críticas de escribas y fariseos. Tanto que le llaman «amigo de publicanos y pecadores» (Mt 11, 19). Cristo justificó esta su actitud con varias parábolas, como la de los dos hijos» (Mt 21, 28-31), dirigida a los dirigentes religiosos del pueblo, quienes, aceptando la ley de Moisés, dijeron sí; pero ahora se niegan a aceptar la conversión y la nueva ley que trae Cristo. En cambio, los pecadores y publicanos que con su vida dijeron que no, ahora reciben el mensaje de Jesús y se convierten, con lo que cumplen la voluntad de Dios. En esta línea están las parábolas de la oveja perdida y la de la dracma extraviada (Lc 15, 1-10), que son respuesta a la acusación de los escribas y fariseos de que acoge a los pecadores y come con ellos (Lc 15, 1-3), en las que, además, se pone de relieve la alegría que se siente en el cielo por la conversión aunque sea de un solo pecador. Cristo trata de justificar también su actitud en la parábola de los «viñadores homicidas», en la que explica los dirigentes religiosos por qué se les quita el Reino: por no haber dado los frutos que debían dar, injusticia que colman con el rechazo de la invitación de Jesús a la conversión.

Especial mención merecen a este propósito las parábolas del «hijo pródigo» y la del «fariseo y publicano». La primera es denominada, con_ razón, la «perla de las parábolas» y viene a ser un resumen de todo el Evangelio. Describe con todo realismo el proceso interno psicológico que implica la decisión del pecador de volver a Dios (el hijo pródigo representa a los pecadores) que lo recibe con una acogida inimaginable. En la actitud del hijo mayor (segundo momento de la parábola) están representados los escribas y fariseos que se indignan ante la predicación de Jesús a los pecadores y la acogida que por su parte reciben.

La parábola del fariseo y publicano (Lc 18, 9-14) es también muy instructiva a este propósito. La actitud del fariseo es en sí buena; una acción de gracias, sin petición interesada, (del estilo se encuentran a veces en la literatura rabínica), pero confía en sus obras y cree justificarse por ellas, sin necesidad de la conversión predicada por Jesús. La oración del publicano proviene de una actitud desesperada: su profesión llevaba al enriquecimiento por caminos ilegales; su justificación suponía abandono de la misma y devolución de lo defraudado más una quinta parte. No le quedaba más actitud posible que una total confianza y abandono en la misericordia del Señor. Cristo declara que el fariseo no salió justificado (concibe la justificación como un salario debido a sus obras). Sí, en cambio, el publicano, que espera la justificación como un don gratuito, lo que responde a la doctrina de Jesús. El v. 18, 14b es una adición posterior de Lc; está de acuerdo con el sentido profundo de la parábola, pero es una derivación de dimensión moral. fariseo y publicano (parábola del).

5. Ante la llamada de Cristo hay que tomar una decisión antes de que resulte tarde. Así lo señalan la parábola «del deudor cuando va por el camino» (Lc 12, 57-59: la parábola en Lc tiene alcance escatológico, ha llegado el Reino de Dios, el juicio está cerca, urge la conversión; Mt 5, 25s pasa a un sentido moral-social). La de los «talentos» (Mt 25, 14-30) y la de las «minas» (Lc 19, 11-27); hay que hacer fructificar los dones recibidos de Dios, sin esperar a un final que no se sabe cuándo llegará. También la del «mayordomo sagaz» ante el despido que le espera (Lc 16, 1-8: Cristo no alaba su conducta moral,sino su sagacidad en asegurarse inmediatamente su futuro, frente a la no rara apatía de los hijos de la luz).

Pueden añadirse la ya citada de la «higuera estéril» (Lc 13, 6-9), la de las diez vírgenes (Mt 25, 1-13: las negligentes fueron sorprendidas por la venida del esposo que se adelanta a sus previsiones). También la del «rico epulón y el mendigo Lázaro» Lc 16, 19-31: aquél es el que pone su corazón en las riquezas y se desentiende de las exigencias del Reino (amor al prójimo, peculiarmente al necesitado); éste el pobre con sentido religioso que lo recibe con un corazón desprendido.

6. Una vez secundada la invitación de Cristo, hay que adoptar las siguientes actitudes radicales:

a) Vigilancia permanente ante la incertidumbre del momento del juicio. «Ceñidos los vestidos y encendidas las lámparas», como dice la exhortación a estar preparados cuando vuelva el Señor (Lc 12, 35-40, v. 35). «Como el portero que ha de esperar vigilante la llegada de su amo», conforme a la conclusión del discurso escatológico (Mc 13, 34-37). Como «el padre de familia pendiente de la llegada del ladrón» (Mt 24, 42-44). Como «las cinco doncellas que se hallaban provistas del aceite» cuando llegó el esposo (Mt 25, 1-13).

b) Obediencia y renuncia total por el Reino, ya que no es posible «servir a dos señores» (Mt 6, 24). No era posible en la situación en la cual se encontraba entonces el siervo, que dependía totalmente de ese señor y podía en cada momento disponer de él. Así de incompatibles son el «servicio» a Dios y el «servicio» a las riquezas. La puerta que conduce a la salvación es «estrecha» (Mt 7, 13s); supone gran espíritu de renuncia y muchos no están dispuestos a aceptarlo. El discípulo de Cristo «no puede dar marcha atrás»; tienen que vivir con la mirada puesta solamente en el Reino; como el que, habiendo puesto la mano sobre el arado no puede volver la vista atrás, pues no haría derecho el surco (Lc 9, 62).

c) Pero sin dejarse llevar por un entusiasmo momentáneo, o de una decisión impulsiva, cuando se trata de un seguimiento especial. Ha de proceder después de una seria reflexión, como el que intenta construir una torre, o como el que intenta emprender una guerra; tienen que considerar primero si cuentan con los medios necesarios para llevar a cabo sus planes (Lc 14, 28-32), que concluye: «Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío» (v. 33). Hay que tener en cuenta que «el que ama a su padre o a su madre más que a mí -dice Cristo- no es digno de mí... El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí» (Mt 10, 37s). Cristo mismo advierte: «las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza» (Mt 8, 20); alusión a su vida itinerante.

7. La vida del discípulo ha de caracterizarse por la alegría del Reino, por el amor al prójimo, por su disposición a trabajar esforzadamente por el Reino.

a) La alegría del Reino. Así lo reflejan las parábolas de «la perla» y la del «tesoro escondido» en el campo: «el que lo halla vuelve a esconderlo y por la alegría que siente vende todo lo que tiene y compra el campo aquél» (Mt 13, 44-46). Semejante es la parábola del «gran pez»» que refiere el evangelio de Tomás: «Y El (Jesús) dijo: El hombre se parece a un pescador prudente que arrojó su red en el mar y la sacó (de nuevo) del mar; (entonces estaba) llena de peces pequeños. Entre ellos encontró el pescador prudente un pez muy grande. (Entonces) arrojó todos los peces pequeños (de nuevo) en el mar y eligió el gran pez sin dudar». El Reino vale mucho más que todos los tesoros de la tierra y causa una alegría y satisfacción inmensamente mayor que todos los bienes terrenos juntos.

b) El amor al prójimo, como expresión del amor a Dios. Así lo manifiesta la invitación a los pobres en «la elección de invitados»» (Lc 14, 12-14); la parábola del«rico epulón y el mendigo Lázaro» (Lc 16, 19-31), en la que se ponen de relieve las fatales consecuencias de la inmisericordia con el pobre necesitado; la parábola del «siervo sin entrañas» (Mt 18, 23-35), en que aparece el contraste entre la misericordia del rey y la del siervo perdonado y la suerte que espera al que no perdona de corazón a su hermano.

Aparece sobre todo, y con su relieve universal, en la parábola del «buen samaritano» (Lc 10, 29-37). ¿Quién es mi prójimo? era una cuestión discutida entre los judíos: había fariseos que se sentían inclinados a excluir a los no fariseos; según los esenios, se podía odiar a los «hijos de las tinieblas»; los rabinos excluían a los herejes, a los delatores; la creencia popular excluía a los enemigos. La no colaboración del sacerdote y del levita puede ser debida a la ley que prohibía tocar un muerto en el camino, lo que hacía incurrir en impureza legal, o a un intento de ridiculizar tal norma, o simplemente para poner de relieve el contraste con el samaritano. Esperaríamos como tercer actor un «laico», pero en su lugar la parábola presenta un ciudadano de Samaría, pueblo aborrecido por los judíos (cf Si 49, 26; Jn 4, 9). Este fue el que prestó auxilio al herido, comportándose como verdadero prójimo. Prójimo -se concluye- es todo hombre y a todo hombre hay que amar y hacer el bien. La intimación al amor al prójimo que se encuentra en cualquier necesidad aparece, con matices sorprendentes en la presentación de Mt del «juicio final»» (Mt 25, 31-46): Cristo se coloca en el lugar del pobre, del enfermo, del encarcelado... y considera como realizado con él mismp la obra de caridad con esas personas. \j , 1 R K 'A N

c) Ha de estar dispuesto a trabajar con todo esfuerzo por el Reino, como el pescador que se afana en la búsqueda de peces (Mc 7, 19; Lc 5, 5), como el obrero ante la mies copiosa que no cuenta con el número suficiente de operarios (Mt 9, 37; Lc 12, 10). Siempre con la confianza puesta en Dios (Mt 6, 25-34).

8. Al final, en la consumación del Reino, tendrá lugar la selección, la recompensa y un cambio de situaciones

a) Entonces tendrá lugar la separación entre buenos y malos, como lo muestran las parábolas de «la cizaña y el trigo» (Mt 13, 24-30) y la de «la red» (Mt 13, 47-49). Hasta entonces deberán convivir justos y pecadores.

b) En aquel día Dios recompensará a cada uno conforme a su actitud ante la invitación de Cristo a seguir su mensaje. Así aparece la parábola del «rico epulón y el mendigo Lázaro» (Lc 16, 19-31), yen la exhortación a invitar a los pobres en la selección de los invitados (Lc 14, 12-14); como éstos no tienen con qué pagar el beneficio prestado, los invitantes recibirán la recompensa en la «resurrección de los justos». Más espléndidamente aparece en la sentencia de Cristo en el juicio final sobre quienes practicaron las obras de misericordia y quienes no tuvieron compasión de los necesitados (Mt 25, 31-46).

c) Se producirá entonces un cambio de situaciones. Así lo pone de manifiesto la citada parábola del «rico epulón y el mendigo Lázaro». Queda patente en la mencionada presentación del juicio final de Mt 25, 31-46. Y lo constatan muy gráficamente las Bienaventuranza y Lamentaciones de Lc 6, 20-26.

«Si intentamos recuperar el sonido primitivo de las parábolas, hay ante todo una cosa que se nos presenta clara: todas las parábolas de Jesús obligan a los creyentes a tomar posición sobre su persona y sobre su misión. Pues todas ellas están llenas del «misterio de Dios» (Mc 4, 11), a saber, de la certeza de «la escatología que se realiza». La hora del cumplimiento ha llegado; ésta es su nota fundamental... Ha comenzado el año de gracia de Dios. Pues ha aparecido aquel cuya oculta majestad centellea tras cada palabra y tras cada parábola: el Salvador» (J. Jeremías, 277).

V. Ulteriores observaciones

1. El AT y la literatura rabínica pueden prestar una valiosa ayuda para la inteligencia de las parábolas evangélicas.

Muchos temas tratados por Cristo en la parábolas se encuentran en el AT y en la literatura rabínica. Hay en uno y otra una serie de términos que tenían ya un significado concreto: así, los términos rey, padre, señor, juez designan a Dios; hijos, siervos, viña, rebaño de Dios, aparecen referidos a Israel; la siega, la rendición de cuentas, expresan el último juicio; el banquete, festín, cena, significan el Reino de Dios. Las parábolas rabínicas fueron puestas por escrito dos siglos después de Cristo. Pero los elementos de que constan arrancan de mucho tiempo antes. La semejanza extraordinaria con las parábolas de Jesús, de las que pueden depender en algún caso -dependencia debida más bien al fondo cultural común- llevan a la conclusión de la existencia de este género literario ya claramente fijado al comienzo del siglo 1. Los temas, como los de las parábolas de Jesús, están tomados de la vida ordinaria de Palestina.

Pero las parábolas de Jesús ocupan en este género literario «un puesto distinto, porque en sus parábolas Jesús se ha manifestado como un maestro inesperado e incomparable: sobre sus labios la parábola nace espontáneamente, se desarrolla con vivacidad, refleja una trasparente inmediatez y correspondencia sin cavilaciones ni sofisterías; al compararse con ellas, las parábolas rabínicas, que en parte pueden remontarse casi a la misma época, aparecen netamente inferiores» (F. M. URiccHio -G. M. STANO). Se puede, por todo ello afirmar que «las parábolas de Jesús no tuvieron precursoras, ni tuvieron tampoco seguidoras. Pues incluso en la comunidad cristiana primitiva no se pudo alcanzar el nivel singularísimo de esta manera de hablar en imágenes» (J. GNILKA, Jesús de Nazaret, Herder, Barcelona 1993, 40). Por lo demás, el tema de las parábolas rabínicas es la Ley, explicación y obligatoriedad de la misma. Las de Jesús tienen su centro de gravedad en el Reino (sobre todo en Mt) y la misericordia de Dios con los pecadores (sobre todo en Lc). Se podría, además, advertir que las parábolas de Jesús manifiestan virtudes eminentemente humanas: optimismo, profundo espíritu de observación, afecto y encanto ante la naturaleza y las creaturas: todas ellas, plantas, animales, personas le dan pie para sus comparaciones ilustrativas del Reino.

2. El contenido de las parábolas es originaria y fundamental escatológico. La aplicación moral es muchas veces obra de la comunidad cristiana. Lo primero ha quedado de manifiesto. Respecto de lo segundo, si bien interesa descubrir en las parábolas el sentido teológico, hay que escuchar también la lección moral. Procede de la acción del Espíritu Santo, en la Iglesia Primitiva; ha sido consignada, bajo su inspiración, por los evangelistas. Y deberá, por tanto, ser norma y canon para todos los tiempos. Lo que no se puede hacer es quedarse en ella y reducir el cristianismo a una «escuela de moralidad».

La adaptación que hace la comunidad primitiva de las parábolas de Cristo no introduce una verdad nueva, sino que es aplicación o derivación de la enseñanza de Cristo en la parábola original. Y si es más bien nueva en relación con ella se trata de una doctrina enseñada por Cristo en otras ocasiones. Conocemos el interés y la preocupación de los apóstoles por transmitir con toda fidelidad el mensaje de Jesús (cf Lc 1, 1; He 1, 1; ICor 11, 23; 15, 3; Heb 2, 1, etc). «La catequesis primitiva no ha cambiado la realidad histórica, sino que la ha iluminado, la ha explicitado, la ha orientado hacia horizontes que Cristo vio y pretendió aunque dejó entre nubes» (J. ALONSO DíAz).

3. El mensaje hay que buscarlo en el núcleo de la parábola, como ya indicamos al principio, no en los detalles, a veces pintorescos e irreales. Estos hay que tenerlos en cuenta en cuanto contribuyen y forman unidad con el pensamiento central.

Hay que evitar una presentación «simplista» de las parábolas quedándose en lo exterior. Hay que quitar la corteza y descubrir el mensaje profundo que contienen. Alguien compara la parábola con la nuez: «¿qué hay más cerrado y apretado que una nuez? Por dentro se agarra con todas sus fuerzas a su propio caparazón. Para abrirla hay que romperla» (R CLAUDEL).

4. No hay que aferrarse a la parábola como procedimiento literario para expresar el mensaje evangélico. Cristo habló a un pueblo oriental, de una época determinada, y tuvo que acomodarse a sus módulos de expresión. Los orientales son amigos de las comparaciones, de los enigmas, de las paradojas. Nosotros preferimos muchas veces el lenguaje claro y tajante. Lo mejor será captar su mensaje y exponerlo con nuestras maneras de expresión, frecuentemente muy diversas de las de los orientales, y habida cuenta del auditorio. Es lo que en el ámbito más amplio se pretende, incluso en las últimas versiones de la Biblia con el procedimiento de la «equivalencia dinámica».

BIBL. - C. H. DooD, Las parábolas del Reino, Cristiandad, Madrid 1974 (traducción de la 17 edición inglesa 1965); J. JEREMÍAS, Las Parábolas de jesús. Cristiandad, Madrid 1970 (versión del original alemán 1965); E. KAHLEFELD, Parábolas y ejemplos, Verbo divino, Estella (Navarra) 1967; GRUPO DE ENTREVERNES, Signos y Parábolas, Cristiandad, Madrid 1979 (desde la lingüística y semiótica); W. HARNISCH, Las parábolas de jesús, Sígueme, Salamanca 1989; F. FERNÁNDEZ RAMOS, El Reino en parábolas, Universidad Pontificia. Salamanca 1996.

Gabriel Pérez