Maestro
/ Rabbi / Rabbuni
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SUMARIO: 1. Jesús maestro en el marco del judaísmo contemporáneo. - 2. Lugar, contenido y modos de la enseñanza de Jesús. - 3. Jesús Maestro en los distintos Evangelios.


Uno de los datos firmes de la tradición evangélica es la presentación de Jesús "enseñando": el dato, que se concreta en el uso notable del verbo "enseñar" (didasko) y del sustantivo maestro (didaskalos) y, relacionados con este término griego, (Rabbi y Rabbouni), alcanza a toda la actividad pública del Nazareno (cf. Mc 1,21 y =; 10,1) y halla una traducción adecuada en la afirmación con que introduce S. Marcos la oposición de Jesús al divorcio: "Levantándose de allí va a la región de Judea y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente hacia él y, como acostumbraba, les enseñaba" (Mc 10,1). El texto en su conjunto suele atribuirse a la redacción de Marcos, pero, por lo que respecta al tema de la enseñanza, recoge un dato de la tradición anterior al evangelista. Esta actividad continuada de Jesús justifica que la gente se dirigiera a él llamándolo "Maestro" (didaskale, en vocativo) y que, en más de una ocasión, se hable de él diciendo "el maestro" (Mc 5,35; 14,14; Mt 23,8; 26,18; Lc 8,49; 22,11) o "vuestro maestro" (Mt 9,11; 17,24; 23,8; Jn 11,28; 13,13; 13,14).

1. Jesús maestro en el marco del judaísmo contemporáneo

Se puede admitir que algunos de estos pasajes y de un modo especial los últimos que hemos citado tienen claras resonancias cristológicas; pese a todo, se puede admitir que en algunos de ellos se descubre una traducción adecuada del tratamiento que se daba normalmente a los escribas en el judaísmo contemporáneo a Jesús. De hecho, el Cuarto Evangelio confirma esta correspondencia cuando traduce expresamente el hebreo rabbi mediante el griego didaskale (maestro: Jn 1,38; cf. además 3,2; 20,16, así como Mt 23,8). Más allá de los casos en que se da esta correspondencia expresa, se puede suponer que la mayoría de las veces en que los evangelios utilizan el griego didaskalos traducen el hebreo rabbi. El término, que es en realidad un sintagma compuesto por el adjetivo rab (grande) y el sufijo posesivo "mío" se usa con el significado "mi señor; tanto en esta forma como en la del arameo rabbuni se aplicaba como tratamiento respetuoso a los escribas. Este sentido y no el de "maestro formado adecuadamente y ordenado ritualmente para enseñar la Torá" es el que suponen la mayoría de los usos tanto de rabbi/rabbuni como de didaskalos en nuestros evangelios. Ello quiere decir que, al dirigirse a Jesús como "maestro", la gente y sus discípulos le reconocían una autoridad especial a su enseñanza. Lo cual resulta tanto más llamativo y significativo cuanto que no parece que Jesús se hubiera "formado" en las escuelas de la Torá de su época y, desde luego, no se presentó al pueblo con la pretensión de desarrollar una actividad docente de carácter sistemático.

2. Lugar, contenido y modos de la enseñanza de Jesús

El texto de Mc 10,1, que hemos citado más arriba, muestra que el Maestro Nazareno no enseñaba únicamente en las sinagogas (cf. 1,21 y otros muchos textos), sino además al aire libre (cf. Mc 2,15; 4,1) o en el templo (cf. Mc 11,17). De lo cual se deduce la imagen de un maestro itinerante (cf. Mc 1,38-39=Lc 4,42-44 y, más precisamente, 5,33-36; 6,6). A la variedad de sedes donde Jesús enseñaba corresponde lo singular de su enseñanza; aunque propiamente hablando, la singularidad no toca tanto a los contenidos cuanto al modo en que enseñaba. Efectivamente, es cierto que en algunos aspectos de la doctrina de Jesús se pueden descubrir acentos tan marcados y peculiares que crean la impresión de que también dicha doctrina era singular: entre tales aspectos cabe contar antes que nada el anuncio de la llegada inminente del Reino de Dios (cf. Mc 1,14-15=Mt 4,17) así como diferentes temas relacionados con dicho Reino (cf. Mc 4,1-34=Mt 13,1-52), la enseñanza sobre el amor a los enemigos (cf. Mt 5,38-47=Lc 6,27-35) o sobre la paternidad de Dios. Sin embargo, incluso estos aspectos de la enseñanza del Nazareno se insertan más o menos perfectamente en el mundo judío, que era el mundo de Jesús. Por ello, aunque no de forma principal, él aborda también el tema de la ley (cf. Mt 5,17-18; Lc 16,17) y algunas cuestiones relacionadas con ella y que eran objeto habitual de la enseñanza entre los maestros judíos de la época: distintos puntos concretos de las normas religiosas como el sábado (Mc 2,23-28 y =; 3,1-6 y =), el mandamiento principal (Mc 1228-34 y =), el ayuno (Mc 2,18-22 y =), las abluciones (Mc 7,1ss=Mt 15,1ss), las leyes sobre los alimentos (Mc 7,1423=Mt 15,10-20), la familia (Mc 7,9-13=Mt 15,3-9), el modo de entrar en la vida eterna (Mc 10,17-23 y =), las relaciones con el poder político extranjero (Mc 12,13-17 y =). Por otra parte, frente a las más de 2000 parábolas que han recopilado algunos estudiosos de entre los escritos rabínicos, tampoco se puede afirmar taxativamente que esta forma popular de enseñanza que parece haber sido habitual en Jesús (cf. Mc 4,1-2.33.34), fuera un recurso exclusivo suyo; aunque sobre este punto concreto se puede decir que el Maestro de Nazaret recurrió a las parábolas con mayor abundancia que otros maestros de la época. En el marco del judaísmo en que se desarrolló la actividad de Jesús se explica asimismo la formación paulatina de un grupo de discípulos en torno a él (cf. Mc 1,16-20; 2,13-14; 3,13-19 y =) y las mismas discusiones que sostuvo con los escribas sobre temas controvertidos entre los grandes maestros como el matrimonio y el divorcio (Mc 10,1-12=Mt 19,1-12), la resurrección (Mc 12,18-27 y =) o la ascendencia davídica del Mesías (Mc 12,35-37 Y =).

Ahora bien, aunque su enseñanza se insertaba en el marco judío en que se desarrolló, los contemporáneos percibieron algo especial en el Maestro Jesús y descubrieron que les enseñaba "como quien tiene autoridad y no como los escribas" (Mc 1,22; cf. Mt 7,29 y Lc 4,16-30). La misma opinión parecen haberla compartido incluso los fariseos, que, al preguntarle sobre el tributo al César, reconocieron antes que el Maestro era sincero y expresaba su opinión sin mostrar acepción de personas, enseñando el camino de Dios de acuerdo con la verdad (cf. Mc 12,14).

Los estudiosos discuten el sentido preciso de estos datos; pero podrían interpretarse muy bien en el sentido de que mientras que los escribas fundaban su enseñanza en la doctrina de sus predecesores, Jesús mostraba las exigencias de la voluntad divina invocando su propia autoridad personal. Sobre la misma base hay que entender el hecho, singular en el judaísmo contemporáneo, de que, no fueron sus discípulos los que le escogieron a él como maestro, sino que fue él mismo quien se fijó en ellos y los invitó a seguirle (cf. Mc 1,16-20 y =; 2,13-14 y =). Por la misma razón, en el grupo de los suyos él era el único que podía enseñar, el único que ejercía de "maestro" y podía ser considerado y llamado de ese modo (cf. Mt 23,8-10); esto era así de tal modo que los pocos textos que nos hablan de una enseñanza impartida por los discípulos especifican que lo hacían por encargo de Jesús, como enviados ("apóstoles") suyos (cf. Mc 6,30) y en relación con lo que él había mandado (cf. Mt 28,20).

3. Jesús Maestro en los distintos Evangelios

Se podría afirmar que los textos que acabamos de citar reflejan el paso que va desde el simple reconocimiento de la autoridad especial de Jesús a su consideración como "maestro" o más precisamente como "el maestro". Y con ello entramos con toda evidencia en el terreno de la reelaboración de las tradiciones sobre Jesús por parte de la comunidad y, más precisamente, por parte de los evangelistas.

Por lo que respecta a S. Marcos, la reflexión cristológica sobre este punto no se traduce en el uso del sustantivo "maestro" como título dado a Jesús (cf. sin embargo 14,14 y tal vez 5,35). El interés del segundo evangelista en este punto se concreta en señalar el hecho de que Jesús "enseñaba", usando en 15 ocasiones el verbo correspondiente con Jesús como sujeto. "Enseñar" es, pues, para S. Marcos una actividad típica de Jesús, lo que solía hacer (cf. 10,1). Ello es así de tal modo que lo normal es que el verbo en cuestión aparezca en absoluto, es decir, sin precisar el objeto de la enseñanza; lo cual significa que para este evangelista, la enseñanza de Jesús no se limitaba a la exposición de doctrinas concretas sobre los temas corrientes entre los maestros judíos contemporáneos; Jesús enseñaba en toda su actividad, o lo que es lo mismo, enseñaba con sus palabras, como en el caso de las parábolas (Mc 4,1-34), pero también y sobre todo con sus actuaciones. Así se explica que la exclamación de la gente sobre la autoridad de Jesús al enseñar no siga a una enseñanza propiamente dicha, sino a un exorcismo (Mc 1,27; cf. 6,2; 11,8). El objeto de la enseñanza de Jesús sólo lo explicita S. Marcos en la introducción del discurso en parábolas (4,1 ss) y en las dos primeras predicciones de la pasión. Estos dos últimos casos son muy significativos, pues muestran que Marcos ha integrado perfectamente en su catequesis sobre Jesús el dato tradicional sobre esta dimensión de su actividad: el Maestro Jesús es el Mesías-Hijo de Dios crucificado; por ello es normal que su enseñanza tenga como objeto principal su destino de pasión y muerte, que, en el segundo Evangelio, constituye el marco donde se desvela la condición mesiánica y la filiación divina del Nazareno. La cruz se convierte así en la enseñanza suprema de Jesús, en su última parábola sobre el Reino, cuyo misterio aparece, también así, unido estrechamente a su propio destino y a su persona.

La importancia que otorga S. Mateo al dato de la tradición sobre la enseñanza de Jesús se descubre ya desde el segundo sumario que nos ofrece este evangelista sobre la actividad de Jesús (Mt 4,23-25): no cabe duda de que Mateo toma este dato de su fuente Marcos (Mc 1,39; 3,7-8), pero lo introduce mucho antes que él y sobre todo añade la referencia a la enseñanza de Jesús en las sinagogas. Al objetivo de acentuar la importancia de dicha enseñanza contribuye también la inclusión temática en que Mateo encierra el primer bloque de su Evangelio al repetir prácticamente las mismas palabras de 4,23 en 9,35: "Y Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos enseñando en sus sinagogas...". En la misma línea parece orientarse la ubicación de la frase relativa a la admiración de la gente sobre la autoridad con que enseñaba Jesús después del llamado Sermón de la Montaña (Mt 7,28-29), y no tras el relato del primer exorcismo, como en S. Marcos (1,27). Sin embargo, junto al hecho y la importancia de la enseñanza de Jesús en el Evangelio de S. Mateo, los textos aducidos hasta aquí apuntan además algunos elementos peculiares de la elaboración del tema por parte del primer evangelista. Ante todo, llama la atención que, frente a lo que ocurría en Marcos, a las citadas palabras sobre la enseñanza en 4,23 y 9,35 sigan sendos discursos del Maestro Jesús (Mt 5,1-7,27 y 10,1-42), a los que se añadirán otros tres en el resto del Evangelio (Mt 13; 18 y 24-25); es decir, la enseñanza de Jesús se concreta en una exposición precisa y más bien extensa, sobre todo en los discursos primero y último, relativa a temas muy concretos y diversos. De este conjunto discursivo, presidido por la referida indicación de 4,23, que se acentúa en la que introduce el Sermón de la Montaña ("Viendo a la muchedumbre, subió al monte, se sentó y sus discípulos se le acercaron; y tomando la palabra les enseñaba..." (Mt 5,1-2), resulta una imagen impresionante de la enseñanza de Jesús y de Jesús Maestro; en esa actividad suya, que se completará con otras actuaciones, se muestra la verdad de sus palabras sobre la llegada inminente del Reino de los cielos (4,23). En la elaboración que hace Mateo del tema de Jesús Maestro cabe notar otro detalle, que se hace presente en el citado sumario de 4,23ss: Jesús enseña en las sinagogas, que, sin embargo, el evangelista califica de "suyas", es decir, de los judíos; con esta indicación y con la que seguirá inmediatamente sobre la enseñanza en el monte (5,1-2), el evangelista parece querer mostrar el carácter singular de aquel que es sin duda maestro de Israel y que, por ello mismo, imparte su enseñanza sentado, es decir, con autoridad (cf. 5,1), pero que en su enseñanza se distancia de la impartida normalmente en "sus sinagogas" (cf. además las seis antítesis recogidas en 5,21-47). En la misma línea se debe entender el hecho de que quienes se dirigen a Jesús llamándolo "maestro" no sean nunca los discípulos, sino otros que no pertenecen al grupo (cf. p. ej. 8,19; 12,38...) o que se han separado de él, como Judas (26,25.49); más que "el maestro", para los discípulos Jesús es "el señor" (cf. Mt 8,25 y compárese con Mc 4,38) y es en esta autoridad de "señor" de sus discípulos y no en la doctrina aprendida en la tradición donde se funda la enseñanza de Jesús a los suyos, para quienes, por ello mismo, se convierte en el único maestro (23,8-10). Su enseñanza toca lógicamente a la ley, que él no viene a abolir (5,17-19), pero que interpreta en un sentido distinto del que descubrían en ella los antiguos (5,21-47); de este modo, a través de su palabra de maestro (cf. 7,24), saca él a la luz la voluntad de Dios expresada en la ley, que él cumple realmente y lleva además a su plenitud (5,17b). Sus discípulos terrenos tendrán que hacer a su vez discípulos de Jesús a otros en el futuro (28,19); pero en esa actividad deberán remitirse permanentemente a las enseñanzas del Maestro (28,20), pues sólo él ha recibido de Dios plena autoridad en el cielo y en la tierra (28,18).

La elaboración que hace Lucas del tema del magisterio de Jesús y de su condición de Maestro sigue básicamente los elementos comunes que hemos descubierto en Mateo y Marcos. Ello se muestra en el hecho de que mantiene buena parte de los textos en que Mc usaba "enseñar" o "maestro" y, en relación con este sustantivo, incluso aquellos en que se habla de Jesús como "el maestro"; por otra parte, Lucas, que es el único entre todos los evangelistas que no recurre en ningún caso al hebreo rabbi, acentúa el reconocimiento de la autoridad de Jesús que va unido al apelativo "maestro", sustituyendo a veces el habitual didaskale de Marcos por epistata, que significa propiamente "el que preside", "jefe" (Lc 8,24=Mc 4,38; 9,49=Mc 9,38). Lo mismo que Mateo y Marcos, incluye la actividad de Jesús expresada en estos términos en el sumario introductorio a la vida pública, que, en su caso, precede a la escena de la sinagoga de Nazaret (4,15), y en el nuevo sumario que sigue a la citada escena (5,3.17). Con total coherencia, Lucas resumirá en su segundo libro los contenidos del primero, afirmando que en él "escribió... acerca de todo lo que Jesús hizo y enseñó" (Hech 1,1). Ahora bien, frente a esta afirmación, que se debe entender como síntesis lógica de todo el Evangelio, los referidos sumarios del comienzo del mismo, crean la impresión de que el enseñar fue actividad principal de Jesús. Por otra parte, inmediatamente después del primer sumario, Lucas concreta los contenidos de la enseñanza de Jesús en la escena de la sinagoga de Nazaret: Jesús enseña leyendo y explicando las Escrituras; más en concreto, enseña presentándose ante Israel como aquel en quien se cumplen los dichos de los profetas: como el Ungido del Señor, profeta escatológico que proclama solemnemente el año de gracia del Señor y con él el hoy de la salvación definitiva (Lc 4,16-22).

Aunque con menos fuerza que en los Sinópticos, también en el Cuarto Evangelio se hacen presentes el verbo "enseñar" predicado de Jesús (Jn 6,59; 7,14.28) y el sustantivo didaskalos aplicado a él, con el añadido de que, como en el caso de otros términos hebreos, en este último caso didaskalos/didaskale griego se ofrece expresamente como traducción de rabbi o rabbuni (Jn 1,38; 20,16; cf. 3,8; 11,8). Tanto en éstos como en los otros casos en que se usa sólo el término griego, su sentido se mantiene en la línea que hemos señalado más arriba, es decir, como expresión del reconocimiento de una autoridad especial en Jesús. En todo caso, son los discípulos quienes se dirigen a él con este apelativo y ello sólo en la primera parte del Evangelio, es decir, en el denominado "libro de los signos" (1-12); a partir de ahí le llamarán "señor". Más allá de la equivalencia real de ambos términos en el marco histórico en que se desarrolló la actividad de Jesús, con la referida distribución de los usos de "maestro" y "señor", el cuarto evangelista podría querer indicar a sus lectores una posible evolución de la fe de los discípulos. En el mismo sentido podría entenderse el orden en que se usan los dos sustantivos en boca de Jesús ("Vosotros me llamáis el maestro y el señor...": 13,13 y 14) e incluso la aparición sucesiva de "rabbuni/maestro" en labios de María (20,16) y "señor" en los de Tomás (20,28) en sus respectivos encuentros con el Resucitado. -> sabiduría; verdad.

Juan Miguel Díaz Rodelas