Hora
DJN


Para nosotros la palabra hora designa un momento determinado del día o del tiempo en general. Damos a este término un sentido cronológico. Pero su utilización frecuente en los evangelios, y en momentos cruciales, nos obliga a pensar en un nivel más profundo, llamémoslo teológico. Teniendo en cuenta el origen del vocablo, que procede de la mentalidad apocalíptica, nos vemos obligados a pensar en un momento especial del futuro en el que Yahvé llevaría a feliz término la realidad prometida que colmase las esperanzas de Israel, algo así como "el día del Señor".

Este significado es conocido tanto por los Sinópticos como por Juan: En cuanto al día y a "la hora", nadie sabe nada; ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre"... "Lo mismo vosotros, tenéis que estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a "la hora" en que menos penséis" (Mt 24,36.44).

El significado teológico más profundo nos lo ofrece el cuarto evangelio. Las 26 veces que utiliza la palabra en cuestión habla de su importancia cuantitativa. Pero, mucho más importante, es su importancia cualitativa: la vida de Jesús está marcada por su hora. En la primera parte del evangelio no ha llegado su hora (Jn 2,4, en la escena de Caná de Galilea; 7,30, cuando intentan arrestar a Jesús y no lo lograron porque no había llegado su hora). Llegará en el momento de la pasión: "La víspera de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre..." (Jn 13,1).

La escena de Getsemaní, que el cuarto evangelio adelanta, en lo que se refiere a "la agonía de Jesús", es considerada como una anticipación de su hora: "Me encuentro sumamente abatido; pero, ¿qué es lo que puedo decir? ¿Pediré al Padre que me libre de esta "hora"? De ningún modo, porque he venido precisamente para aceptar esta "hora" (Jn 12,27).

Como hemos insinuado, la anticipación es debida al traspaso de esta pequeña sección (Jn 12,27-29) al lugar que ocupa como preparación de la pasión. En el lugar que le correspondería (Jn 18,1-11; la escena del aplanamiento moral de Jesús -el abatimiento ante su hora- desautorizaría la dignidad de Jesús que, incluso en su pasión, sigue siendo el Señor, en la presentación que nos hace el cuarto evangelio.

Desde el momento en que Jesús comienza su "ministerio público", debe actuar movido únicamente por la voluntad del Padre. No admitirá injerencias de nadie, ni siquiera de su madre. Esto es lo que justifica la respuesta dura que le dirige y cuyo contenido hemos traducido así: Mujer, deja de intervenir en mi vida. La hora que no ha llegado en Caná es la que llega en la cruz; es el momento en el que Jesús cumple de una manera exhaustiva y total su misión redentora. ->Juan; pasión.

Felipe F. Ramos