Elección
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SUMARIO: 1. La elección divina: tema clave e insondable de la historia de la salvación. - 2. Concepto de elección y otros afines como el de "vocación" en el AT. 2.1. Los términos que en hebreo y en la Biblia griega (LXX) expresan el concepto de elección. 2.2. Significado de la elección del pueblo de Israel en el AT. - 3. La elección de Jesús, sus discípulos y demás creyentes según el NT. 3.1. En los evangelios y hechos de los apóstoles: a) La elección en el evangelio de Lc y Hechos de los apóstoles; b) La reunión de los elegidos al final del mundo según los tres sinópticos; c) La elección de los discípulos en el EvJn. 3.2. En las cartas de Pablo y otros escritos del Nuevo Testamento.

1. La elección divina: tema clave e insondable de la historia de la salvación

La palabra "elección divina" expresa un tema central del AT, estrechamente relacionado con el de la alianza por la cual Dios elige a Israel como pueblo de su propiedad y se mantiene fiel a sus promesas. El concepto de la elección del pueblo de Israel, por una parte, aparece relativamente tarde en su historia, siendo el Dt -probablemente en su primera edición hacia el año 622, unos 35 años antes de la caída de Jerusalén (587)-, el que por primera vez ha sabido sistematizar y expresar teológicamente la conciencia de Israel como pueblo elegido, llegando a su pleno desarrollo en los libros escritos durante el exilio de Babilonia, especialmente en el Deuterolsaías (ls 40-55), y otros posteriores como el Trito-Isaías (Is 56-66). Por otra parte, la realidad de la elección y la conciencia más o menos clara del pueblo de Israel como elegido existían ya muchos siglos antes y se fundaban en su liberación de Egipto por Dios bajo la guía de Moisés (Os 11, 1-4; Am 3, 2), remontándose incluso hasta Abrahán mismo (Gén 12, 1-3).

Podríamos definir la elección divina de Israel como la acción que está en la raíz misma del pueblo, sin la cual sería inconcebible su historia, por lo cual llamamos con razón a Israel "el pueblo elegido". La elección divina consiste en la iniciativa libre y amorosa de Dios que precede a todo mérito humano y prescinde absoluta y completamente de las cualidades y virtudes naturales humanas así como de los pecados y deficiencias morales anteriores a la elección, que desde un punto de vista humano podrían hacer a un pueblo o persona digna o indigna de ser elegida. A pesar de la eficacia irresistible con que la decisión soberana de Dios alcanza su fin, permanece intacta la libertad del elegido, sin quedar en modo alguno limitada por la acción divina. La elección divina marca el origen de la historia de la salvación, ejerce su influjo infalible en cada uno de sus momentos y encuentra su realización plena al final de los tiempos, cuando venga Cristo a reunir a sus elegidos (Mt 24, 31; Mc 13, 27).

Lo opuesto de elección es "rechazo, no-elección" (en hebreo ma'ás), sin que el rechazo implique de por sí reprobación o exclusión de la salvación final, ya que la elección de Israel por Dios en el AT no es una elección que se refiera, en primer lugar, explícita y directamente a la salvación eterna, sino a su misión de anunciar el nombre de Dios entre los pueblos gentiles y a su condición de instrumento de salvación para ellos, como aparece de forma primorosa en los cantos del Siervo de Yahvé (Is 42, 1-6; 49, 6-7). Naturalmente el fracaso culpable respecto a la realización de la misión confiada, en vistas a la cual fue elegida una persona o grupo, puede conllevar su condenación, pero el problema del "más allá" se planteará más tarde, aproximadamente dos siglos después, en el libro de Daniel.

Puesto que la elección de Israel tiene su continuación en Jesús, que es llamado "el Elegido" (Lc 9, 35; 23, 35), y en sus discípulos, que representan el pueblo escogido de los tiempos mesiánicos (Lc 6, 13; Jn 6, 70; 13, 18; 15, 16. 19), es conveniente que estudiemos primeramente el concepto de elección del AT, para poder comprender mejor qué significa "elección" en los evangelios y en el resto del NT. Por otra parte, no está de más recordar que la mentalidad hebrea es sumamente concreta y ajena a los conceptos abstractos, por lo cual se comprende que no exista en hebreo un sustantivo abstracto que corresponda al griego ekklogué, es decir, "elección"; el hebreo posee sólo el verbo bajar y otros verbos relacionados semánticamente con éste. Y naturalmente es completamente comprensible que ekklogué ("elección), que aparece 7 veces en el NT, no tenga nunca aquí el sentido estoico de "decisión".

2. Concepto de elección y otros afines como el de "vocación" en el AT.

2.1. Los términos que en hebreo y en la Biblia griega (LXX) expresan el concepto de elección

El término propio de la Biblia hebrea para expresar el concepto de elección es el ya mencionado verbo bajar ("elegir", "escoger", "preferir"). En sentido general significa escoger entre varias personas o cosas aquella que mejor sirve para conseguir un fin; supone, por tanto, un juicio consciente, detenido y cuidadoso acerca de la utilidad y oportunidad de lo elegido (1 Sam 17, 40; Is 41, 40; 2Sam 19, 39), lo que le distingue de otras verbos hebreos que podríamos considerar sinónimos, como "conocer íntima o familiarmente", pero sin el matiz que acabamos de indicar. El concepto de elección comprende las siguientes notas: 1. la elección supone que existen varias personas u objetos a elegir; 2. el que elige no está obligado ni forzado a escoger ninguno de ellos; 3. el que elige es dueño de los objetos o personas; 4. el que elige hace un juicio consciente y cuidadoso acerca de la persona u objeto de su elección. De 164 veces que aparece bajar ("elegir", "escoger", "preferir") en el AT, 92 se refiere a Dios. Ordinariamente aparece este verbo en frases estereotipadas en que Dios es sujeto, raramente objeto: "Dios es el que elige algo o alguien". En estas expresiones en que Dios es sujeto no se subraya la acción, sino el sujeto, destacándose así la iniciativa de Dios que se elige para sí libre y graciosamente un pueblo (Dt 4, 37; 7, 7; 14, 2). La biblia griega de los LXX traduce generalmente bajar por "elegir algo por sí y para sí mismo" (eklégeszai: voz media o reflexiva; rara vez en activa eklego; en el NT no se encuentra la forma activa eklego), lo cual refleja en cierto sentido la connotación del verbo hebreo: "elegir consciente, cuidadosa y detenidamente".

Hay, además, otras expresiones en el AT que implican la idea de "elegir", tales como "alianza", "conocer" -en el sentido bíblico de conocimiento experiencial y personal, que en el caso de la elección de Dios supera infinitamente las formas más sublimes del amor humano, bien sea el amor del esposo, madre o amigo (cf. Am 3, 2; Os 11, 1-4; Miq 6, 3-5; Is 1, 2-3; 5, 1-7)-, "nueva creación" (Dt 32, 6), "llamar" (Os 11, 1; Is 42, 6) y "escoger", "separar" o "segregar" (Lev 20, 26). Pero el término propio para expresar la elección divina en el AT es bajar con las connotaciones señaladas.

En sentido religioso la elección del rey representa la expresión más antigua del AT que se refiere a la elección divina de alguien por Dios (1 Sam 10, 24; 16, 7-12; 2Sam 6, 21; 16, 18), lo cual parece confirmado por el hecho de que en el Oriente antiguo el rey e indirectamente el templo se consideraban a veces elegidos (cf. Sal 132, 13). Aparte del rey y pueblo de Dios como objetos más importantes del verbo "elegir", hay que mencionar la elección del lugar de culto o templo (Dt 16, 6-7; 18, 5-6; 26, 2), la ciudad de Jerusalén (1 Re 8, 16; 11, 34), los sacerdotes (Dt 18, 5; 1Sam 2, 28); raramente se habla de la elección de personas individuales, como Saúl o David (1 Sam 10, 24; 16, 8-10) Zorobabel (Ag 2, 23) y, sobre todo, el Siervo de Yahvé (Is 43, 10), Jacob y Abrahán (41, 8), como representantes del pueblo elegido.

2.2. Significado de la elección del pueblo de Israel en el AT.

El concepto de Israel como pueblo elegido de Dios se fue forjando a lo largo de su historia, llegando precisamente a su pleno desarrollo cuando el pueblo había perdido su conciencia de identidad como nación, había desaparecido del mapa político como nación y sus ambiciones políticas se habían disuelto. Según el Dt no sólo el rey es elegido por Yahvé (17, 14-15), sino también el pueblo de Israel, pero no por sus méritos propios, sino por el amor inescrutable de Yahvé, que sacó a Israel de la esclavitud de Egipto y le eligió como pueblo suyo (7, 6-10). Tres ideas teológicas fundamentales se hallan relacionadas en este texto básico del Dt: 1. la liberación divina de Israel de Egipto, que se convierte en propiedad de Dios; 2. la elección por puro amor libre y gratuito de Yahvé que permanece fiel a sus promesas hechas a los patriarcas; 3. la obligación de Israel de reconocer a Yahvé como único Dios, con quien nadie se puede comparar. La santidad del pueblo elegido tiene que manifestarse en la observancia de los mandamientos (10, 12-19).

El Deuterolsaías (40-55) democratiza, por así decir, la profecía mesiánica del profeta Natán (2Sam 7, 8) al tiempo que amplía el horizonte de la elección de Israel en relación con las naciones paganas: el Siervo de Yahvé ya no es David o el descendiente real davídico sino el pueblo que Dios mismo se crea y elige en su segundo éxodo, al sacarle de Babilonia (Is 43, 20-21; 44, 1-2), testigo de que Yahvé es el único Dios (43, 10); es el Siervo de Yahvé quien trae a las naciones la Ley (42, 1) y se convierte para ellas en "luz de los pueblos" (49, 6-7). El Trito-Isaías (56-66), que escribe después del retorno de Babilonia, abre la perspectiva de salvación a los extranjeros que decidan unirse y servir al Señor (56, 3. 6-7; cf. Mc 11, 17).

La elección divina de Israel no es un mero privilegio para que el pueblo se complazca en él, sino primeramente una misión respecto a los pueblos paganos: Israel es el instrumento de Dios para la redención de la humanidad. Puesto que la elección no depende de condiciones humanas, tampoco crea privilegios; el elegido debe ser consciente de su permanente dependencia del que le ha elegido y reafirmarse continuamente en su misión, renovando su obediencia y amor de Dios. Al pueblo elegido, en cuanto Siervo de Yahvé, no le está permitido independizarse del que le ha elegido y actuar por propia cuenta, si quiere ser fiel al encargo o misión encomendada de anunciar el nombre de Yahvé entre los demás pueblos. Para que su misión sea eficaz, Israel tiene que reconocer que Yahvé es el santo por excelencia y el único y absoluto Dios, del que su pueblo depende totalmente, y comportarse como exige su elección. La tentación del elegido o elegidos consiste en aferrarse a sus pretendidas prerrogativas o privilegios y tratar de sobreponerse a los demás, cerrándose en sí mismo o mismos. A crear esta actitud pueden contribuir las persecuciones que vienen desde fuera o el influjo avasallador de un ambiente religioso contrario a la fe de Israel. Un ejemplo de reacciones exclusivistas proporcionan ciertos grupos del entorno religioso del NT, como Qumrán, los círculos apocalípticos y los fariseos, que llegaron a creerse superiores a los demás y despreciaban a otros grupos (Lc 18, 9).

3. La elección de Jesús, sus discípulos y demás creyentes según el NT.

3.1. En los evangelios y hechos de los apóstoles

a) La elección en el evangelio de Lc y Hechos de los apóstoles. Lc es el evangelista entre los sinópticos que muestra un concepto bien meditado de elección. En primer lugar, es el único que pone en boca de los jefes del pueblo judío el título "el Elegido" (ekklektós): "Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si es el Mesías de Dios, el Elegido" (23, 35). Con ocasión de la transfiguración sólo en Lc presenta el Padre a Jesús como "el Elegido" (aquí eklelegmenos, pero el significado es idéntico), con una clara alusión al Siervo de Yahvé: "Éste es mi hijo, el Elegido" (9, 35; cf. Is 42, 1; Dt 18, 15). El evangelista Lc, evidentemente, quiere presentar a sus lectores cristianogentiles a Jesús como el Siervo de Yahvé por excelencia, que lleva la luz del evangelio a los pueblos paganos (Lc 2, 32; cf. 49, 6). La elección de Israel que comenzó con los patriarcas (He 13, 17) llega a su pleno cumplimiento con la conversión de los gentiles y su incorporación al pueblo de Dios por medio de Jesucristo (v. 47; cf. 10, 47; 11, 17-18).

Jesús elige a los doce apóstoles (Lc 6, 23; He 1, 2. 24), siendo Lc el único de los sinópticos que al instituir Jesús el grupo de los doce emplea la palabra "elegir" (eklégomai). Con la institución del grupo de los doce apóstoles Jesús quiere reafirmar la elección del pueblo de Israel: los doce apóstoles representan las doce tribus del pueblo elegido del AT (Mt 19, 28/Lc 22, 28. 30Q) y son enviados a proclamar el reino de Dios y a curar (Lc 9, 1). El resultado de los esfuerzos de Jesús con respecto a Israel es exiguo, un "pequeño rebaño" (12, 32), pues Israel en su conjunto ha rechazado su predicación y claudicado de las promesas de los padres. Después de Pascua la elección del pueblo elegido se hace extensiva a los gentiles. Pedro dice en el concilio de Jerusalén que Dios le "eligió" (eklégomai) para que por su boca los gentiles escuchasen la palabra de la buena nueva (He 15, 7).

b) La reunión de los elegidos al final del mundo según los tres sinópticos. Casi todos los restantes términos de "elección" tienen en los sinópticos un colorido apocalíptico. Los "elegidos" (ekklektoi) forman aquí el grupo de los discípulos de Jesús, o sea, la Iglesia de los últimos tiempos que sufre persecuciones, angustias, aflicciones y está sometida a la fuerte presión de los falsos profetas que intentan seducir, si fuera posible, a los mismos elegidos; esta situación angustiosa tiene lugar antes de que venga del Hijo del hombre a reunir a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales en su reino eterno (Mt 24, 22. 24. 31; Mc 13, 20. 22. 27; cf. también Lc 18, 7). En Mt 22, 14 afirma Jesús de forma lapidaria: "Porque muchos son los llamados (kletoi), mas pocos los elegidos (eklektoi)". Es evidente que Jesús no afirma que el escaso número de los elegidos se deba a que Dios ha fijado desde la eternidad determinísticamente un reducido número de los que se salvarán, sin que los no elegidos puedan hacer algo para cambiar su suerte. Si se lee la frase teniendo en cuenta el contexto de la parábola, está claro que Jesús quiere decir que depende de los llamados el convertirse en elegidos o rechazados; todos ("muchos" equivale aquí a "todos") tienen la posibilidad de ratificar su elección, pero pocos son los que toman en serio esa oferta; la mayoría, los primeros invitados de la parábola, se desentienden de la invitación de Jesús y se convierten en no elegidos por culpa propia. El ejemplo de María, la hermana de Marta, muestra cuál debe ser la elección del discípulo de Jesús: "María escogió para sí la mejor parte, y nadie se la quitará" (Lc 10, 42). Un contraejempio es el de los invitados que trataban de elegir los primeros puestos (14, 7): honor y estima humana eran su principal preocupación y no la elección para el reino de los cielos (cf. v. 15-21. 24).

c) La elección de los discípulos en el EvJn. Según el EvJn Jesús ha elegido a los doce discípulos, que el Padre ya había elegido y se los da como don precioso a Jesús. Pero la elección de los discípulos por medio de Jesús no es ningún salvoconducto que les libre del peligro de traicionar a su maestro (6, 64-71; 13, 18). Los discípulos de Jesús que permanecen unidos a él son como los sarmientos y la vid y constituyen el verdadero Israel; Jesús los ha elegido para que den fruto, es decir, para que por medio de la oración, el amor fraterno y el conocimiento cada vez más profundo del amor de Jesús en su entrega a la muerte, consigan atraer muchos miembros a la Iglesia (Jn 15, 1-17). Los discípulos no deben extrañarse de ser odiados por el mundo, ya que el mundo ha odiado primero a Jesús (15, 19).

3.2. En las cartas de Pablo y otros escritos del Nuevo Testamento

El que los tesalonibenses hayan aceptado la palabra de Dios con pleno gozo a pesar de las persecuciones y la hagan fructificar por medio de la práctica de las tres virtudes teologales es una señal manifiesta de que son objeto del amor de Dios y su "elección" divina (1, 3-6). Su vida cristiana auténtica es una prueba clara de que los cristianos de Tesalónica, de los cuales una buena parte eran de origen gentil, pertenecen al pueblo de Dios. El Apóstol compara la elección de los cristianos de Corinto, en su mayoría también de origen gentil, a una nueva "creación de la nada" (creatio ex nihilo): Dios ha elegido lo necio, lo débil, lo vil, lo despreciable, lo que no es (1, 27-28). La comunidad cristiana de Corinto, el pueblo elegido de Dios, se semeja, al confundir a los sabios, los fuertes y a los que son algo en la sociedad (1 Cor 1, 26-31), al Siervo de Yahvé, que por no ser ni valer nada humanamente, lo hace Dios su instrumento. Los corintios corren, sin embargo, el peligro de volverse instrumentos inútiles por no tomar en serio la "necedad de la cruz" (1, 18. 21). A los cristianos de Roma llama P "elegidos de Dios" en un contexto de persecución que adquiere cierto tono apocalíptico (Rom 8, 33; cf. Mc 13, 20. 22. 27 par.; Lc 18, 7; Ap 17, 14). "Los elegidos de Dios" son los que Dios ha llamado a la fe de acuerdo con su plan divino en Cristo: a los que conoció, es decir, amó de antemano, predestinó a ser semejantes a su Hijo, llamó a la fe, justificó y glorificó (Rom 8, 28-30). También aquí la mayoría de "los elegidos de Dios" son cristianos de origen gentil. ¿Y qué ha pasado con los miembros del pueblo elegido de la antigua alianza? ¿Han dejado de ser "pueblo de Dios", para que ocupe la Iglesia su puesto? En Rom 9-11 P discute este problema grave y doloroso no sólo para él por ser judío, sino para todo cristiano porque toca el nervio del plan salvífico. A pesar de que la mayoría de Israel ha tropezado y rechazado la fe, Israel es la raíz que sustenta a los cristianos de origen gentil (11, 13-24). Gracias a que los gentiles han sido injertados en Israel, el olivo de buena raza, han pasado con los cristianos de origen judío, "el resto elegido" (11, 5. 7), a formar parte de Israel. El Apóstol tiene la firme esperanza de que el Israel que ha rechazado el evangelio un día "será injertado de nuevo", es decir, se una a la Iglesia (11, 23. 25-29), para causar en el mundo aún incrédulo el mayor impacto imaginable (v. 12).

En Ef 1, 3-14 alaba el autor a Dios por haber realizado su plan de salvación en Cristo, en quien los cristianos han experimentado su redención y sobreabundancia de gracias. En la realización del plan ideado por Dios antes de la creación del mundo reconoce el autor que los cristianos fueron elegidos y predestinados a ser hijos adoptivos de Dios. Esta elección tiene por objeto la conversión del mundo: la profecía de la peregrinación de los pueblos gentiles a Jerusalén es interpretada como el afluir a la Iglesia. En 1Pe 1, 1; 2, 4-10 son los cristianos los "elegidos", "la nación elegida", que viven perseguidos en un entorno hostil; el autor les exhorta a que no sucumban a las persecuciones, mostrándoles el ejemplo de Cristo, "la piedra angular, escogida y preciosa" (2, 6; 2, 21-25). La persecución tiene que espolear a los cristianos a apreciar su elección divina. -> vocación; discipulado; seguimiento; llamada.

Miguel Rodríguez Ruiz