Dios
DJN
 

La Biblia no se esfuerza por probar la existencia de Dios. La da por supuesta como un hecho evidente. La Biblia es una narración de la intervención de Dios en la historia humana. Los nombres con que la Biblia designa a Dios, más que descriptivos de su naturaleza, lo son de su manera de actuar. Entre estos nombres hay dos que lo son por excelencia: Yahvé (el que es, el que da la vida, siempre fiel, el mismo siempre) y Elohím (plural intensivo de El, indicador del poder absoluto).

La Biblia afirma el monoteísmo. Dios es único, "el único Señor". El hombre tiene la grave obligación de darle culto a El y sólo a El, pues el derecho de Yahvé a ser "el único" es un derecho absoluto, indeclinable, intangible. Un derecho constitutivo de la misma esencia de Dios; derecho, por eso mismo, sagrado, irrenunciable (Mt 6, 24; Mc 12,29). Este Dios único del A. y del N. T. es el Dios de nuestros padres, Abrahán, Isaac y Jacob (Mc 12,26; Lc 20,37).

Dios es espíritu (Jn 4,24). Entre Dios y el hombre hay una distancia insalvable; la misma que media entre el espíritu y la carne, distancia absolutamente irreductible: "Yo soy Dios, no un hombre" (Os 11,9). Hacerle venir, presenciarle en leño labrado, piedra esculpida o metal fundido, es minimizarle, reducirle a la nada, prácticamente destruirle. El está lejos, debe estar siempre lejos, en la inaccesible región del espíritu (Ex 20,4). Con Dios, que es espíritu, el hombre se debe relacionar espiritualmente (Jn 4,24) y en lo secreto (Mt 6,4.18). Dios es omnipotente. Para El todo es posible (Mt 19,26) y nada imposible (Lc 1,37). Es el señor de todo, porque con su poder todo lo hizo y con su providencia todo lo mantiene.

Dios es invisible. En el hombre hay una absoluta incapacidad para ver a Dios. Ni le ha visto, ni le puede ver nunca. A Dios nadie le vio jamás (Jn 1,18). Las visiones de Moisés (Ex 33,11) y de Isaías (Is 6,1) no eran visiones directas de Dios. Dios se apareció a través de una imagen o de su propia gloria (Jn 12,41). Sólo Jesucristo ha visto a Dios (Jn 1,18; 6,46); ver a Jesucristo es ver a Dios (Jn 14,9).

Dios es padre, el Padre. La paternidad de Dios es una magna revelación de Jesucristo descrita por San Juan como por ningún otro evangelista: paternidad natural de Dios en relación con su Hijo Unico (Jn 2,16; 5,17.43; 6,32.40; 8,19.49; 10,18.29-37; 12,27-28; 14,2.20-21; 15,1; 16,3.16; 17,1.21.24-25; 20,17); paternidad de Dios en relación con los hombres (Jn 3,35; 4,21.23; 5,45; 6,27.65; 8,27; 14,6.26.31; 15,16.26; 16,25-27; 20,17; Mt 11,25; Mc 14,36; Lc 10,21; 23,34.46). Las relaciones con Dios han de ser filiales, de absoluta confianza en El (Mt 6,8-9.25-30; 10,29-31; Lc 15).

Dios es santo, el santo (Ap 3,7; 6,10), el padre santo Un 17,11). Porque es el trascendente, el inaccesible, el que vive en una región pura, incontaminada, adonde no puede llegar el lastre de lo profano y de lo impuro (Gén 28,16; ISam 6,20; Is 6; 57,15; Os 11,9). Porque irradia santidad y libera a su pueblo y hace de él un pueblo de su adquisición, un pueblo santo (Núm 15,40-41; Lev 11,44). Jesucristo es el santo de Dios (Jn 6,69) porque ha sido santificado por El (Jn 10,36) y porque santifica a los hombres (Jn 17,19).

Dios es justo, el justo, el padre justo (Jn 17,25). Aunque en el lenguaje bíblico la santidad y la justicia son dos términos prácticamente equivalentes, la santidad se refiere más a Dios en sí mismo y la justicia a su manera de relacionarse con el mundo. Dios actúa con el hombre como "juez justo" (Sal 7,12), que delibera siempre de una manera objetiva, sin equivocarse en sus decisiones (Ap 16,5.7; 19,2).

Dios es amor, el amor mismo (1 Jn 4,8). Sabemos que Dios es amor, porque sus obras están siempre envueltas en amor (Dt 7,6-8). Ama a los suyos con un amor eterno (Jn 13,3). Este amor de Dios se ha manifestado sobre todo en el hecho supremo de la entrega de su Hijo por la salvación del mundo (Jn 3,16; 4,9-10).

Dios es un obrero, el obrero, porque está siempre en jornada continua de trabajo (Jn 5,7). Comenzó trabajando cuando la creación del mundo (Gén 31; 2,3; Sal 19,2; 65; Prov 8,22-3 Is 40,21-23) y sigue trabajando (J 5,17), también los sábados (Jn 5,16 cuidando con su providencia de marcha del mundo. Jesucristo vino al mundo a realizar el trabajo que Dios le encomendó (Jn 4,34; 36; 9,4). --> Yahvé; abba; Jehová.

E. M. N.