Ceguera
DJN
 

En el Medio Oriente la ceguera era frecuente a causa de la mayor intensidad de los rayos del sol, del polvo y la suciedad. El abandono de los ciegos por parte de los demás era proverbial (Dt 28,29; Is 59,9-10). Dado que eran considerados como los más débiles y dignos de compasión, la Ley los protegía de modo especial (Lev 19,14; Dt 27,18). Se empleaba la hiel del pez para curar la ceguedad (Tob 6,5.9), pero, en realidad, las curaciones eran raras, se consideraban, más bien, como un gran milagro (Jn 9,32) y estaban reservadas para los tiempos mesiánicos (Is 29,18; 35,5; Mt 11,1-5/Lc 7,22; Lc 4,18). El poder o no poder ver así como la salud en general dependen de Dios (Ex 4,11). La ceguera como castigo aparece sólo mencionada en relación con la maldición del que infringe la Ley (Dt 28,28-29). La ceguera pasaba por impureza legal e incapacitaba para el sacerdocio (Lev 21,18); estaba prohibido sacrificar animales ciegos (Lev 22,22; Dt 15,21). También se encuentra la ceguera en el AT en sentido metafórico: el soborno ciega a los más clarividentes de tal manera que no ven ya la injusticia (Ex 23,8; Dt 16,19).

En el judaísmo se consideraba la ceguera como un castigo divino de pecados cometidos anteriormente, porque impedía el estudio de la Torá (cf. BILLERBECK, Kommentar II 193). La comunidad de Qumrán no admitía a los ciegos y a los afectados por otros defectos corporales (1QSa II, 6-10; 1QM VI1,4-5).

En el NT la opinión acerca de la ceguera es distinta de la del judaísmo. A diferencia de la comunidad de Qumrán hace Jesús a los ciegos partícipes del Reino de Dios; exhorta al fariseo que le ha convidado a invitar al banquete a pobres y ciegos (Lc 14,13.21). Las numerosas curaciones de ciegos de los evangelios son señales de que los tiempos mesiánicos han llegado ya (Mt 9,27-31; 12,22-23; 15,30-31; 21,14; Mc 8,22-26; 10,46-52; Lc 7,18-23). A la pregunta de los discípulos enviados por el Bautista responde Jesús curando enfermos con diversas dolencias entre los que se encuentran ciegos, a la vez que alude a la profecía de Is 29,18; 35,5: "Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos" (Mt 11,1-6/Lc 7, 18-23). Con estos milagros indica Jesús que con él han empezado a realizarse las promesas y la salvación que habían anunciado los profetas. Con motivo de la curación del ciego de nacimiento en Jn 9,1-12 rechaza Jesús la opinión corriente en el judaísmo contemporáneo de que la ceguera de nacimiento se deba a un pecado anterior al nacimiento, bien del ciego o de sus padres. La respuesta de Jesús es eminentemente positiva: Ha nacido ciego "para que se manifiesten en él las obras maravillosas de Dios" (9,3). El don de la vista o luz corporal se convierte en símbolo cristológico: "Yo soy la luz del mundo" (9,5; cf. 8,12).

Es interesante observar que la curación de la ceguera tiene gran importancia en los evangelios: de las 50 veces que aparece la palabra "ciego" en el NT, 46 veces ocurre en los cuatro evangelios. La palabra "ciego" adquiere en las narraciones de curaciones de ciegos de los evangelios, además del sentido literal, connotaciones metafóricas: la ceguera antes de la curación es símbolo de la ceguera espiritual o falta de fe; el don de la vista, en cambio, implica el don de la fe (cf. Mt 9,27-31) y el del seguimiento de Jesús (Mt 20,29-34; Mc 10,46-52; Lc 18,35-43). En algunos dichos de Jesús, fuera del contexto de curaciones de ciegos, se llama explícitamente a la falta de fe "ceguera espiritual". Así se habla en sentido figurado de que los fariseos "son ciegos y guías de ciegos" (Mt 15,14; 23,16-17. 19. 24.26; cf. Lc 6,39; Jn 9, 40-41) y están imposibilitados para ver la voluntad de Dios (Mt 15,16-17; cf. también Rom 2,19). Marcos menciona también la ceguera de los discípulos (8,14-21.22-26. Gracias a la revelación de Jesús los discípulos adquieren la comprensión espiritual de las palabras de Jesús. Fuera de los evangelios aparece el tema de la ceguera sólo cuatro veces: en He 13,11 el hechicero Barjesús se queda ciego por algún tiempo; 2 Pe 1,9 llama ciego al cristiano que no tiene suficiente conocimiento de Cristo y en el Ap 3,17 recibe la comunidad de Laodicea el reproche de ser ciega espiritual.

Miguel Rodríguez Ruiz