Cafarnaúm
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Ciudad de Galilea, perteneciente a la tetrarquía de -> Herodes Antipas, que se halla situada en el extremo noroeste de las riberas del lago de Genesaret o Mar de Galilea. Se trata ya de una ciudad fronteriza, cuyo territorio lindaba con la Tetrarquía de Filipo, de la que le separaba el curso del Alto Jordán. Su etimilogía (Kfar Nahúm) hace referencia a la finca o alquería de un individuo llamado Nahúm. La ciudad aparece citada en Flavio Josefo y multitud de veces en los cuatro evangelios, que la consideran como la ciudad de Jesús (Mt 9, 1), base de operaciones y punto de partida para sus desplazamientos evangelizadores por todo el norte del país. Era una ciudad más bien pequeña y, a diferencia de las grandes ciudades galileas como Sephoris y Tiberias, su población debía de ser en su mayor parte de origen y religión judías. No obstante, el hecho de tratarse de una plaza fronteriza suponía la existencia en ella de numerosos recaudadores de impuestos (publicanos), encargados preferentemente del cobro de los arbitrios que por aquella importante frontera entraban en el pequeño estado autónomo de Antipas. E igualmente había una guarnición de soldados mercenarios pertenecientes al ejército del tetrarca, cuyo capitán (centurión) debía tener también a su cargo la vigilancia naval en ese conflictivo sector del lago. En los evangelios se hace referencia tanto a tales publicanos, entre los que Jesús escogió a uno de sus discípulos (Mt 9, 9, Mc 2, 14; Lc 5, 27), como al referido centurión (Mt 8, 5-13; Lc 7, 1-10). Pero eran los pescadores quienes ocupaban un lugar muy destacado entre la población de la ciudad. Cafarnaúm, lo mismo que Betsaida, se hallaba emplazada en la zona de pesca más rica de todo el lago, donde se obtenían buenas y abundantes capturas sobre todo en invierno; de ahí la importancia de su puerto y de su flota pesquera. Los evangelios nos hablan expresamente de dos familias, cuyos componentes se dedicaba al negocio de la pesca. La de Pedro y Andrés, que, aunque originarios de Betsaida, se habían avecindado en Cafarnaúm (Mt 8, 14; Mc 1, 29-31; Lc 4, 38) y la de Zebedeo, cuyos hijos Santiago y Juan fueron llamados también como discípulos de Jesús (Mt 4, 21-22; Mc 1, 19-20). Zebedeo tenía al menos un barco propio y jornaleros que trabajaban para él, además de sus hijos; Pedro también tendría su propia barca según el evangelio de Lucas (Lc 5, 1-11; Cf. Jn 21, 1-13).

Las excavaciones arqueológicas en Cafarnaúm, sólo iniciadas a principios del siglo XX por K. Watzinger, W. von Meneden y el P. Orfali, han sido llevadas acabo por el estudio Bíblico Franciscano de Jerusalén entre 1969 y 1985, bajo la dirección de V. Corbo y S. Loffreda. De ellas se deduce que ya hubo allí un asentamiento en el Bronce Medio en torno a la primera mitad del II milenio a. C. En época persa, hacia el siglo V a. C., el lugar vuelve a ser habitado, hasta que en época helenistica, en torno al siglo 1 a. C., comienza la construcción de la ciudad que conoció Jesús. Por lo que hasta ahora sabemos, Cafarnaúm ocupaba una extensión de unas 6 ha. y su población probablemente no sobrepasaría los 5.000 habitantes. Tenía un trazado regular con calles rectas y perpendiculares, entre las que sobresale la «calle mayor» o cardo maximus, que se dirigía hacia el lago pasando junto a una importante sinagoga y sendas manzanas de casas grandes (insulae) con patios interiores y numerosas habitaciones, aunque probablemente de una sola planta. A mano izquierda del cardo había casas menores con tiendas que daban a la calle (tabernae). Las casas son de piedra basáltica negra, por lo general sin revocar, y los pisos suelen estar empedrados. Son características las ventanas en serie, típicas de las casas galileas de la época, destinadas a una mayor ventilación de las habitaciones en un clima cálido como es el de las riberas del lago. Los tejados en la mayoría de los casos debieron ser de elementos vegetales renovables (troncos, ramaje...), mezclados tal vez con tierra endurecida. La abundancia de molinos de mano para el grano, así como de prensas de aceite, indican la existencia en la ciudad de actividades industriales o artesanales derivadas de la agricultura.

El edificio más sobresaliente entre las ruinas de la ciudad es, sin duda, la sinagoga, llamada «Sinagoga blanca» a causa de la tonalidad de la piedra caliza en la que está construida, la cual contrasta vivamente con la piedra negra de las demás construcciones. Se trata de un edificio de casi 800 m.2 construido sobre una plataforma o podio. En su interior hay una hilera de 16 altas columnas, con bellos capiteles corintios, que forma en planta una «U» con la apertura hacia la puerta principal. Esta se halla orientada al sur, es. decir, hacia Jerusalén. El edificio tiene también sendas puertas menores sobre la misma fachada, que comunican directamente con las «naves» laterales originadas por la estructura de columnas. Las paredes laterales en el interior presentan todo a lo largo bancos corridos de doble grada. En el extremo noroeste hay una dependencia de planta cuadrada que comunica con la gran sala, y en el costado oriental hay un gran patio adosado, con un pórtico de 13 columnas, destinado a escuela sinagogal. La gran sinagoga estaba espléndidamente adornada en sus frontones y cornisas con motivos vegetales. Su construcción data al parecer del siglo IV d. C., mientras que la escuela sinagogal debe ser un siglo posterior. Las excavaciones han demostrado que la sinagoga blanca fue edificada sobre las ruinas de una «sinagoga negra» en basalto, más modesta pero que tenía parecidas características y dimensiones. No es seguro si a esta sinagoga negra o a otra de cronología aún más antigua pertenece un extenso piso enlosado que data del siglo 1 d. C. y que en todo caso correspondería a la sinagoga de que repetidamente se habla en los evangelios, y que, según Lucas, fue construida bajo el mecenazgo del capitán de la guarnición militar (Lc 7, 5). Todavía en un nivel arqueológico más profundo han aparecido las ruinas de una manzana de casas, similar a las otras descubiertas en las proximidades, que datarían del siglo 1 a. C., la cual debió ser demolida para levantar la primera sinagoga.

El otro edificio notable, descubierto tras las excavaciones, pertenece a una basílica cristiana del siglo V, con planta octogonal y pisos de mosaico, el más importante de los cuales tiene en su centro la figura de un pavo real, símbolo de la inmortalidad. Dicha basílica, que es citada ya en siglo VI por el Peregrino de Piacenza identificada con lo que fue en su día la casa de Pedro, fue construida sobre las ruinas de una domus ecclesiae resultante de la adaptación progresiva de una de las habitaciones de la antigua casa que allí se encontraba y que era similar a la que los arqueólogos han llamado «ínsula II» (entre aquella y la sinagoga). Las paredes de esa habitación y los suelos fueron enlucidos repetidas veces, tapando las piedras de basalto. Las paredes conservan restos de pintura de motivos vegetales, así como numerosos graffiti con alusiones reverenciales a Jesús, expresiones litúrgicas y el nombre de Pedro. Las inscripciones están en griego y latín, pero también en arameo y siríaco. Se trata, sin duda, de la habitación destinada a Jesús en la primitiva «Casa de Pedro», transformada después en iglesia y que como tal es descrita en el siglo IV por la peregrina Egeria. Su emplazamiento está muy próximo a la ribera del lago, en la que se han podido estudiar asimismo los restos de la dársena del puerto del siglo 1.

BIBL. - LOFFREDA, S., Recovering Capharnaum, Jerusalén 1985; GONZÁLEZ ECHEGARAY, J., Arqueología y Evangelios, 21 ed., Estella 1999.

J. González Echegaray