DJN-C2


Censo

El censo permitía conocer perfectamente el número de población y las haciendas respectivas con el fin de establecer equitativamente los impuestos. San Lucas nos habla de un censo decretado por el emperador Augusto y llevado a cabo en Palestina por Quirino, gobernador de Siria (Lc 2,1-7); se trata del censo que obligó a José y a María a ir a empadronarse a Belén. Durante este viaje tiene lugar el nacimiento de Jesús. -->Belén.

E. M. N.

Centurión

Oficial romano, que mandaba una centuria. En los evangelios aparece un centurión pidiendo a Jesús la curación de un criado suyo (Mt 8,5-13; Lc 7, 2-6), y otro, con los soldados a su mando, guardando el sepulcro de Jesús (Mt 27,54; Mc 15,39-44; Lc 23,47).

E. M. N.

Cerdo

Animal impuro para los israelitas. Como tal, ni se podía comer, ni se podía ofrecer en sacrificio (Lev 11,7; Dt 14,8). Era un animal aborrecible (Mt 7,6). En la época helenística y romana llegó a gozar de mayor estima, hasta el punto de que se cuidaba en piaras (Mt 8,30-32; Mc 5,11-13; Lc 8,32). Pero para los judíos fue siempre animal detestable. Ningún oficio más horrendo para ellos que el de porquero, por lo que supone de aceptar costumbres paganas. Sólo en la máxima necesidad se podía realizar este trabajo (Lc 15,15).

E. M. N.

Ceremonia

Es un acto litúrgico en el culto. En el A. T. estaban muy reguladas todas las funciones cultuales con una amplia y variada normativa de ceremonias rituales. En los evangelios hay también vestigios de ellas (cf. Mt 2,11; 26,39; Mc 14,35; Lc 22,41).

E. M. N.

César Augusto —> Augusto

Cesarea de Filipo

Así llama el escritor judío Flavio Josefo la ciudad fundada por Herodes Filipo (cf. Lc 3,1) hacia el año 3 a.C. en honor de Augusto y suyo también, junto a la cueva donde brota una de las fuentes del Jordán, al pie del monte Hermón: el título Cesarea de E sirve para distinguirla de la Cesarea marítima (cf. E. Josefo, bell. jud. 3,9,7). También los evangelios la llaman así, ya antes de Flavio Josefo. El nombre oficial era Cesarea Paneas o Panias por encontrarse en el lugar llamado Paneion, donde Herodes el Grande ya en el año 20 a. C. había construído un templo a Pan, el dios griego de las fuentes, cuyas ruinas son hoy todavía reconocibles, en honor de Augusto por haberle regalado aquellos territorios (1,21,3; 2,9,1). En la región de Cesarea de E. sitúan los evangelios la confesión de Pedro y la promesa de Jesús a Pedro (Mt 16,13-20; cf. también Mc 8,27-30). En el NT no aparece el nombre Neronias, que Agripa II añadió a la ciudad en el año 61 d.C. El nombre Banias de la población árabe, que fue destruida por los israelíes en Junio de 1967, ha conservado reminiscencias de la antigua Cesarea Banias de Herodes Filipo.

Miguel Rodríguez Ruiz

Cesarea del Mar

Cesarea marítima, llamada también Cesarea de Palestina o de Estratón, fue una ciudad portuaria, edificada por Herodes el Grande entre los años 22 y 10 a.C. en el asentamiento fenicio, llamado Torre de Estrabón, en honor de César Augusto (F. Josefo, bell. jud. 1,21,5-8), llegando a convertirse, gracias a su situación privilegiada, abastecimiento y munificencia, en la primera ciudad portuaria de Palestina. Herodes la ideó como puerto de la nueva ciudad de Sebaste, cerca de la antigua ciudad de Samaria, y como una ciudad típicamente romana helenística con anfiteatro y templo de Augusto, cuyas ruinas pueden admirarse hoy día. También los viajes de Jerusalén para el occidente o hacia Jerusalén pasaban por Cesarea (cf. los viajes de Pablo: He 9,30; 16,22; 21,8). El puerto fue una obra genial de ingeniería en la que los constructores emplearon por primera vez en Palestina cemento, técnica que se olvidó con la caída del Imperio romano, volviéndola a descubrir en 1756 el ingeniero inglés John Smeaton. Fuera de la ciudad quedaba el hipódromo. Un acueducto de 16 km. proveía de agua a la ciudad.

Después de la deposición de Arquelao y muerte de Herodes Agripa 1, que ocurrió aquí (He 12,20-23), fue la sede habitual de los gobernadores o procuratores romanos por casi 600 años. En Cesarea fue proclamado Vespasiano emperador por sus tropas (bell. jud. 4,10,2-3). En las excavaciones de los años 1960-63 se encontró una inscripción con el nombre de Poncio Pilato, en la que se le da el título praefectus, no el corriente de procurator. Es la única inscripción fuera del NT que permite datar y relacionar el personaje Poncio Pilato con la crucifixión de Jesús.

La población en el tiempo del NT era en su mayoría gentil, mezclada con judíos, lo cual provocó con frecuencia tensiones (cf. bel/. jud. 2,13,7) que desembocaron finalmente en la guerra judía contra los romanos (cf. bel/. jud. 2,14,4-6). En Cesarea residían el diácono Felipe (He 8,40; 21,8) y el centurión Cornelio, en cuya casa predicó san Pedro (10,1-11,18). Aquí estuvo prisionero durante los procuradores Felix y Festo Pablo, que habló ante el rey Agripa II (23,23-35; 24,1-4.6.13).

Miguel Rodríguez Ruiz

Cielo

El cielo es todo lo que hay por encima del firmamento, y el firmamento se concibe como una inmensa placa metálica, que separa el mundo de arriba del mundo de abajo, el cielo de la tierra. El cielo es, antes que nada, morada de Dios (Mt 5,16.45.48; 6,1.9; 7,11; 10,32; Mc 11,25-26), absolutamente inaccesible al hombre (Jn 3,13). Desde allí Dios abre las compuertas del firmamento, que es su propio trono (Mt 23, 22), y envía a la tierra el maná (Jn 6,31), la lluvia (Lc 4,24), el fuego (Lc 9,54; 17,29), los ángeles (Mt 28,2; Lc 22,43), el Espíritu Santo (Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 11,13; Jn 1,32-34). San Pablo habla de los cielos, del tercer cielo (2 Cor 12,2; Ef 4,10), es decir, de la más alta morada, donde se sienta el señor soberano del mundo. Por eso, Dios es "el Dios del cielo". Por eso también, levantar los ojos al cielo es levantarlos a Dios (Mt 14,19; Mc 6,41; 7,34; Lc 9,16; 18,13; Jn 17,1). En realidad, el cielo no es lugar alguno, es Dios mismo. El cielo es Dios y el nombre propio de Dios es el cielo (Mt 21, 25; Mc 11,30; Lc 10,20; 15,18.21; Jn 3,27). En el cielo habitan también los ángeles (Lc 2,15). Son, por eso, "los ángeles del cielo" (Mt 24,36), los que están en el cielo (Mc 12,25; 13,32).

"El cielo y la tierra" es una expresión que designa en la Biblia el universo contemplando sin cesar el rostro de Dios (Mt 18,10). El cielo es gloriosa mansión de Jesucristo. Después de su resurrección subió a los cielos (Lc 24,51), donde está sentado a la diestra del Padre (Mc 16,19). Desde allí, y entre las nubes del cielo, volverá al fin de los tiempos (Mt 24,30; Mc 14,62). El cielo es, por fin, la futura y eterna morada del hombre. Hacia allí caminamos (Mt 5,12; Lc 6,23). Conviene, pues, que el hombre procure atesorar las riquezas imperecederas de las que allí podrá gozar eternamente (Mt 6,20; 19,21; Lc 12,33). Para que esto sea así, Dios, desde el cielo, vela continuamente por los hombres (Mt 6,26.32). En el Padrenuestro pedimos a Dios que los hombres cumplamos la voluntad divina como la cumplen los que ya están en el cielo; pedimos también que Dios realice en la tierra el plan que sobre ella tiene establecido (Mt 6,10).

E. M. N.

Cinturón

El cinturón lo usaban tanto las mujeres como los hombres. Servía para recoger los vestidos —que eran talares—. Así se podía caminar y trabajar (Mt 3,4; Mc 1,6; Lc 12,35-37; Jn 13,4; 21,18). En el cinturón se guardaba el dinero (Mt 6,8; Mc 10,9; Lc 9,3) y se llevaban otras cosas (Mt 10,9; Lc 10,4; 12,33); con el vestido, recogido sobre el cinturón, se hacía un enfaldo para transportar los frutos del campo (Lc 6,38). La expresión "tened ceñidos vuestros lomos y encendidas las lámparas" (Lc 12,35) significa que los hombres debemos estar siempre en vigilante espera, en actitud de absoluta disponibilidad, preparados siempre para la llamada de Dios.

E. M. N.

Cirene, Simón de

Cuando Jesús iba hacia el Calvario cargado con el propio patíbulo, se encuentra en el camino a un hombre de Cirene, llamado Simón (padre de Alejandro y de Rufo), al que obligaron a cargar con el patíbulo que llevaba Jesús (Mt 27,32; Mc 15,21; Lc 23,26). Cirene, la actual Barká o Cirenaica, en el norte de Africa, estaba constituida por una colonia griega. Allí residían muchos judíos de la diáspora.

E. M. N.

Cisma

El sentido dogmático es el de herejía. Un cismático es uno que niega algún dogma y, por tanto, está separado de la Iglesia: es un hereje. En los evangelios no tiene esta significación; tiene la de rotura, de algo que se desgarra físicamente (Mt 9,16; Mc 2,21). Por extensión, significa desacuerdo (Jn 7,43; 9,16; 10,19). San Pablo entiende por cisma la absurda división, los diferentes partidos que surgen en la Iglesia de Corinto (1 Cor 1,10; 11,18).

E. M. N.

Cisterna

En Palestina abundan mucho las cisternas, destinadas a recoger el agua en tiempos de lluvia, para el aprovisionamiento en tiempos de sequía, que con frecuencia se prolonga con exceso. Naturalmente, este agua recogida y estancada es menos estimada que el agua viva de los manantiales (Jn 4,9-14). La cisterna debía estar debidamente tapada para evitar accidentes, y si éstos ocurrían, caía toda la responsabilidad sobre el dueño de la misma (Lc 17,5). A veces se empleaban como calabozos. En una de estas cisternas estuvo preso Jeremías (Jer 37,15-16).

E. M. N.

Ciudad

La ciudad es una población de hombres unidos con intereses comunes, que gozan de los mismos derechos y tienen las mismas obligaciones. Se construían casi siempre junto a una fuente y en lo alto. Se diferencia de la aldea, la cual es simplemente un conjunto de casas habitadas. En los evangelios, cuando se habla de ciudades, ordinariamente hay que entender aldeas.

E. M. N.

Cizaña

Una mala hierba, tóxica, embriagadora y venenosa, que puede llegar a tener hasta 1 m. de alta y dañar o menoscabar el desarrollo de las plantas buenas; para lo único que sirve es para el fuego. En los evangelios es el símbolo de los hombres perversos (Mt 13,24.30.40). —> trigo y cizaña, parábola.

E. M. N.

Cleofás

Nombre propio de uno de los dos discípulos de Emaús (Lc 24,18). También del esposo de María, una de las tres mujeres que estuvieron junto a la cruz de Jesucristo (Jn 19,25), madre de Santiago el Menor, hermano de José, y, por tanto, tío de Jesús.

E. M. N.

Codicia

Deseo desmedido e insaciable, propensión radical del hombre hacia el mal, hacia la ambición excesiva, a la fascinación de las riquezas (Mc 4,19). -> Avaricia.

E. M. N.

Cohorte

Cohorte es la décima parte de una legión y comprendía entre 600 y 1000 hombres (cf. F. JosEFO, bell. jud. 111,4,2). En los relatos de los Sinópticos se afirma que con ocasión de la coronación de Jesús "los soldados del gobernador... reunieron en torno a él toda la corte" (Mc 15,16; Mt 27,27). La afirmación, que fue reunida "toda la cohorte", podría ser una exageración, lo cual cuadra con el estilo de Marcos. Los soldados de esta corte así como los del relato joánico del interrogatorio ante Pilato (Jn 19,2.23-24.32) y los que apresaron a Pablo (He 21,31-32) pertenecían probablemente a la cohorte romana o tropas auxiliares del procurador romano, tal vez a la llamada cohorte de Sebaste (Samaria) o cohors Augusta Sebastenorum (cf. Pauly-Wissowa, lV,1,331-356), y eran soldados no judíos, que habrían sido reclutados en la región de Sebaste (Samaria), Cesaría o Ascalón (cf. ibíd., X111,379). También en la torre Antonia había una cohorte compuesta de soldados de Sebaste (F. JosEFO, bel/. jud. V,5.8).

Esta tropa de sebastenos no debe ser confundida con la imperial que residía hacia el año 60 en Cesarea (He 27,1). La "cohorte llamada itálica" de Cesarea, a la que pertenecía el centurión Cornelio (He 10,1), estaba compuesta probablemente de ciudadanos itálicos; la presencia de una cohorte itálica en Siria está probada mediante una inscripción, por lo menos para los años del 69 al 157 d.C, (cf. Schürer, 1, 462). Según Jn 18,3.12, Judas vino donde Jesús, "tomando la cohorte y guardias de parte de los sumos sacerdotes y fariseos, provistos de linternas, antorchas y armas"; "la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos le prendieron y le ataron". Es una cuestión discutida si la cohorte de que habla Juan es una cohorte romana o se trata simplemente de guardias de las autoridades judías de los sacerdotes y fariseos con ocasión del prendimiento de Jesús en el huerto.

Miguel Rodríguez Ruiz

Cojo

La cojera, al igual que la ceguera, era frecuente en Palestina («ni cojo ni ciego entrarán en la casa»: 2 Sam 5, 6-9). Los cojos no podían ser sacerdotes (Lev 21,18) y los animales cojos no eran aptos para ser ofrecidos en sacrificio (Dt 15,21). En los tiempos mesiánicos, «el cojo brincará como un ciervo» (Is 35,6). Jesús vino a invitar al banquete de su reino a los pobres, tullidos, cojos y ciegos (Lc 14,13.21); hizo múltiples curaciones de cojos (Mt 15,30; 21,14), como una señal de que los tiempos mesiánicos habían llegado con El (Mt 11,1-6; Lc 7,18-23). El reino de Dios exige a veces sacrificios heroicos significados en esta frase de Jesús: "Si tu mano o tu pie te escandalizan, córtatelos, que mejor es entrar en la vida manco o cojo que con manos y pies ser arrojados al fuego eterno" (Mt 18,8; Mc 9,45).

E. M. N.

Cólera

Jesucristo condena de una manera absoluta la actitud del hombre encolerizado, airado, irritado y furioso: «el que se irrita contra su hermano es reo de juicio» (Mt 5,22). Porque un hombre así es un hombre incontrolado, y, al no ser dueño de sus actos, puede cometer acciones reprobables. Hay, sin embargo, una «santa cólera», cuyo origen radica en el celo por la gloria de Dios y cuya significación estriba en la falsedad, en la hipocresía y en la refinada maldad de los hombres; el mismo Jesucristo fue arrebatado por ella (Mt 21,12; Mc 3,5; Jn 2,15). En el A. T. es frecuente la cólera de Dios contra todos los pecados de lesa majestad divina. -> ira.

E. M. N.

Colegio Apostólico -> Apóstol, discípulos, doce, enviar

Comida

Los judíos hacían generalmente dos comidas al día, el almuerzo y la cena (Lc 14,12), al mediodía (Jn 21,12) y por la noche (Mt 14,20; Lc 17,8; 24,30). No existían las mesas; se comía sentado o tumbado en el suelo, a lo sumo sobre una alfombra o en alto, apoyado en divanes o en almohadones y sobre el brazo izquierdo (Mt.14,19; 15,27; Jn 13,23.26). Las comidas ordinarias eran frugales y a base de pan, que repartía el jefe de la familia. La carne y el vino se reservaba para los banquetes (Mt 14,6; 22,2; Lc 15,22.32; Jn 2,1). Invitar a comer es signo de cortesía y de hospitalidad (Lc 7,3650); en la comida se estrechan las relaciones, los lazos de amistad (Lc 19, 2-10); es un clima apto para perdonar las ofensas; por eso Jesucristo comía con los pecadores (Lc 15,1-2). La eterna felicidad celeste se simboliza como la participación en un banquete común (Mt 8,11; Lc 13,29). Jesucristo nos emplaza a participar con él y con su Padre en este gozoso banquete (Mt 26,29; Lc 22,30). Los acuerdos, los contratos y los pactos se solían hacer, ya desde la antigüedad, en torno a una comida (Gén 26,30; 31,54). La Antigua Alianza se concluyó con un sacrificio seguido de una comida (Ex 24,5). Jesucristo instituye la Nueva Alianza también en una cena (Mt 26,27-29; Mc 14,22-25).

E. M. N. 

Concepción virginal de Jesús -> Virginidad

Conciencia

La conciencia importa un acto reflexivo y práctico, que permite juzgar sobre la bondad o la maldad de las acciones. El imperio, la voz de la conciencia, es, debe ser, norma de moralidad. Pero en los tiempos de Jesucristo no existía doctrina alguna sobre la conciencia. La moralidad de los actos se regulaba siempre por las normas externas de la Ley y del formalismo farisaico. No se valoraban las motivaciones de tipo interno. Y esta falta de reflexión interna sobre la conducta humana se acusa también en los evangelios. A pesar de que en ellos encontramos la valoración de las intenciones, como señal decisiva en la moralidad del hombre y el reforzamiento, también de carácter definitivo, de la interioridad de la religión verdadera (cf. Mt 5-8; Lc 11,34-36; Jn 3,11-21). San Pablo dice que la Ley, rectora del comportamiento humano, está inscrita en el corazón del hombre, incluso de los paganos (Rom 2,14). Aunque la conciencia debe ser la norma suprema de la conducta, no debe desenvolverse en autonomía plena, pues por encima de ella hay otra norma más suprema todavía, que es Dios (1 Cor 4,4; 2 Cor 4,2). -> Conciencia mesiánica.

E. M. N.

Concupiscencia

La concupiscencia puede ser el apetito desordenado de placeres carnales (Mt 5,28) o el deseo ambicioso y seductor de bienes terrenos (Mc 4,19). San Juan distingue tres clases de concupiscencia: la de la carne, la de los ojos y la jactancia de las riquezas (1 Jn 2,16).

E. M. N.

Confesión

La confesión, en los evangelios, tiene las siguientes significaciones: alabar a Dios (Mt 11,25; 21,16; Lc 2,13.20.38; 18,43; 19,37; 24,53); alabar a un hombre (Lc 16,8); hacer pública profesión de fe (Mt 10,32; Lc 12,8; Jn 9,22; 12,42); confesar los pecados, lo que, al propio tiempo, implica el reconocimiento de la santidad de Dios (Mt 3,6; Mc 1,5); declarar la verdad (Mt 7,23; Jn 1,20).

E. M. N.

Confianza

El hombre debe tener fe en Dios, creer en él, tener confianza en él, fiarse de él (Mt 27,43). Puede también tener confianza en otros hombres o en ciertas cosas (Lc 11,22; 18,9); pero hay hombres en los que no se puede confiar (Jn 2,24). Puede, por fin, tener confianza en sí mismo, porque está seguro de conseguir lo que pretende (Mt 9,2.22) o porque ha apartado de sí toda duda y todo temor (Mt 14,27; Jn 16,33). -> providencia.

E. M. N.

Consolación

Consolar al triste, aliviar la pena al afligido es una obra de misericordia (Jn 11,19-31). Hay penas tan profundas y amargas para las que difícilmente hay consuelo en esta vida (Mt 2,18). Hay lágrimas que serán consoladas y se convertirán en alegría (Mt 5,4), y, por el contrario, hay personas que viven en la comodidad y en la riqueza, que han recibido ya el consuelo y la satisfacción en esta vida y no podrán recibirla en la otra (Lc 6,24; 16,25).

E. M. N.

Constancia -> Perseverancia

Corbán

"Corbán" es, en origen, una ofrenda hecha al santuario (Lev 1,2); pasó luego a significar el tesoro del templo, es decir, el conjunto de cosas ofrecidas; llegó a ser, por fin, una fórmula cuasi mágica para indicar que la cosa ofrecida queda como consagrada y, por consiguiente, no puede utilizarse para usos profanos (Mt 15,5; Mc 7,11).

E. M. N.

Corona de espinas

No se puede precisar con exactitud la materia con que fue hecha la corona de espinas de Jesús, dada la ambigua significación del vocablo (Mt 7,16; Mc 4,7.18; Lc 6,44). Lo que sí parece cierto es que, como el Señor se había declarado rey, la corona que le impusieron era una caricatura de la corona imperial (Mt 27,29; Mc 15,17; Jn 19,2.5). -> pasión.

E. M. N.

Corozain

La actual Hirbet Keraze, a tres kilómetros al norte del lago de Tiberíades. Fue, junto con Betsaida, maldecida por Jesucristo, por no haberse convertido, a pesar de los milagros que allí había realizado (Mt 11,20-23; Lc 10,13). -> Galilea.

E. M. N.

Corrientes religiosas -> Contexto, grupos

Creer -> Fe

Cuarta filosofía ->Contexto 3.3. a.

Cuestión sinóptica —>Sinóptica

Culpa

La culpa puede ser de orden jurídico y se adquiere por quebrantamiento de la ley; en este caso el culpable se constituye en reo, sujeto a la pena correspondiente. En el orden moral, la culpa es igual al pecado. Para que el hombre sea culpable en el orden moral se requiere que haya cometido un acto pecaminoso, que haya quebrantado una ley a ciencia y conciencia; es decir, que tenga conocimiento de que la transgresión de esa ley es un pecado; que advierta claramente la transgresión y que lo haga voluntariamente, con consentimiento pleno; sólo así es plenamente responsable del acto. El mismo Jesucristo señala diversos grados de responsabilidad (Mt 11,22-24; Lc 12,48; Jn 19, 11); la falta de conocimiento o de advertencia exime de toda responsabilidad (Act 3,17; 17,30). El hombre culpable es un enfermo (Mc 2,17), que debe reconocer su enfermedad, es decir, su pecado (Lc 7,37; 15,18.21; 18,13), y ponerse en manos de Jesucristo, el único que le puede curar, perdonar sus pecados (Mt 9,6; Lc 7, 47), y que de hecho le perdonará por su sangre derramada en la cruz (Mt 26,28). -> perdón; conversión.

E. M. N.

Curaciones —>Enfermedad; milagros