ZUBIRI
DC


SUMARIO: I. Dios en el pensamiento de Zubiri.—II. El hecho de la religación.—III. El acceso a Dios.


I. Dios en el pensamiento de Zubiri

Dentro del teísmo contemporáneo, la obra de X. Zubiri (1898-1983) representa una postura original y es parte de una fuerte y compleja visión metafísica de la realidad. El tema aparece por vez primera en el artículo de 1935 En torno al problema de Dios (recogido luego en el libro Naturaleza, Historia, Dios). Aunque el tema siguió presente en varios cursos y algún breve artículo, sólo adquirió su tratamiento definitivo en la obra póstuma El hombre y Dios (1984), obra que, sin embargo, sólo desarrolla cumplidamente la primera parte de un proyecto más amplio y a la que deberá seguir el estudio de "El Dios de las religiones" y "El Dios del Cristianismo". El estado actual de los textos es suficiente para responder con precisión a dos cuestiones distintas: la primera está formada por un análisis del hecho que es la religación, mientras que la segunda es un camino de acceso a Dios desde ese hecho en el que Dios aparece como respuesta al problema dela ultimidad de lo real. Como es evidente, la segunda supone la primera, pero la primera no conduce necesariamente a la segunda, pues son dos cuestiones que se mueven en planos intelectivos distintos.


II. El hecho de la religación

Uno de los puntos básicos del pensamiento zubiriano es su insistencia en mostrar que existe un universal problema de Dios, incluso si luego se termina negando su existencia. Ese problema —que Zubiri denomina "problema teologal"— surge inexorablemente de la peculiar situación en la que se encuentra toda persona humana por su modo de instalarse en la realidad, lo cual la vuelca hacia una dimensión ineludible de ultimidad. Sin embargo, nuestra cultura no acepta como evidente que exista un problematismo semejante y es preciso un minucioso análisis que lo haga salir a la luz. La persona humana es una esencia abierta. Como tal esencia, es una sustantividad, lo cual significa que está dotada de una suficiencia constitucional y una clausura cíclica de las notas estructurales que la configuran; por ello, la persona no sólo es "de suyo" lo que es, como le sucede a cualquier forma de realidad, sino que además es "suya" frente a las restantes cosas, lo que Zubiri denomina "suidad"; en este sentido, se trata de una realidad "absoluta". Pero se trata también de una esencia abierta; esto significa que sólo se puede realizar respecto a las demás realidades y a la realidad como tal que ella misma no es. "Realidad" es la categoría básica del pensamiento de Zubiri; no designa primariamente unos tipos concretos de contenidos —los "reales", en tanto que opuestos, por ejemplo, a "ideales" o "ficticios"—, sino que se trata de una formalidad, de la forma en la cual queda dentro de la intelección cualquier contenido al mostrarse con un grado de alteridad respecto al acto, lo cual significa que no es dado primariamente como algo "en mí" o algo "en sí"; por ello, la realidad está dada siempre en algún contenido, pero en su modo de darse aparece como algo que transciende, que es "más" que el contenido concreto en que aparece y al que está dando realidad; se trata de una formalidad transcendental y el problema de todo saber está en dotar de contenidos concretos esa exigencia. Por ello, el problema arduo consiste en determinar de manera concreta qué significa esa transcendentalidad, problema inagotable porque siempre ofrece múltiples y nuevas perspectivas posibles. La persona, como forma de realidad, lo es en una realidad que la desborda y ese desbordamiento es algo que tiene que recorrer la persona para su propia realización personal; en este sentido, se trata de una realidad "relativa" a las restantes realidades y a la realidad como tal; en una palabra, la persona humana es una realidad "relativamente absoluta" o un "absoluto relativo". Sólo en la realidad en que siempre está insertada puede realizarse la persona; desde este punto de vista, la realidad aparece dada como un poder que se apodera de la persona y le obliga al complejo proceso de personalización, precisamente la línea en que se hace patente con mayor riqueza el dinamismo constitutivo de la realidad, lo que Zubiri denomina "dinamismo de la suidad". En este proceso, la persona se halla inevitablemente confrontada con la ultimidad que significa su realidad constitutiva.

Si la persona no se realiza desde su absoluta suficiencia, ello significa que lo hace insertada en una realidad que la sostiene como su fundamento último; tal fundamento no es un apoyo externo, sino algo que intrínsecamente queda en la persona fundándola. Por tanto, no se trata de una ultimidad abstracta en la línea de los objetos teóricos a que se pueda llegar, sino que se trata de un fundamento último que es posibilitante de la realización personal. A su vez, ese fundamento es la fuerza impelente en la que se nutre toda personalización. Por ello, en tanto que esencia abierta, la persona está siempre religada a la realidad como su fundamento último, posibilitante e impelente. Esta religación es un hecho para todo ser humano que deriva de su propio modo de ser real y de su implantación inmediata en la realidad; por ello, debe dejarse claro que el término directo de la religación no es Dios ni ninguna determinación "religiosa", sino la realidad inmediata en su inexorable dimensión de ultimidad; en este sentido, el término "religación" no ha dejado de generar equívocos por su inmediata asociación con contenidos positivamente religiosos.

Se trata, por tanto, de determinar dentro de la realidad su dimensión de fundamento último, posibilitante e impelente, lo cual lanza un verdadero problema que requiere una marcha racional capaz de ir más allá de lo dado. No se trata de un "objeto" más o menos externo al que se pueda calificar como último, pues son muy diversos los objetos susceptibles de recibir esta calificación en distintas líneas, pero que luego quedan fuera de la fundamentalidad personal. Lo que orienta la búsqueda racional es una realidad fundamento que pueda ser, a la vez, última, posibilitante e impelente, no una realidad-objeto que pueda actuar como muro último en la línea de una pesquisa meramente teórica. Este es en sentido propio un problema, el cual pone en marcha una búsqueda racional para encontrarle alguna solución; pero las soluciones que se encuentren, por verdaderas que aparezcan, nunca gozarán de la evidencia que muestra el hecho del problematismo al que pretenden responder, no sólo porque son posibles distintas soluciones con coherencia, sino porque la razón no agotará jamás el insondable fondo enigmático en que se apoya el problematismo de la realidad; la ambición máxima a que puede aspirar la razón es la de demostrar que una de las respuestas es la más "razonable" de las posibles. Así pues, Dios aparece planteado como una posible respuesta al problema que lanza la realidad en su fundamentalidad última, respuesta que no puede reducirse nunca a un mero dato intelectual abstracto, sino que implicaráen ello toda la realización de la integridad de la persona.


II. El acceso a Dios

Una de las vías abiertas para responder al problema que es la fundamentalidad de lo real es entender ese fundamento como Dios. Aunque esa es para Zubiri la más razonable de las respuestas, no es la única posible. Cabría pensar que la fundamentalidad de lo real se agota en el conjunto de su facticidad; tal es la postura intelectual del ateísmo. También cabría decir que las fuerzas reales apuntan a tantos caminos diferentes que no es posible una decisión racional entre ellos; tal es la postura del agnosticismo. El pensamiento de Zubiri asume en toda su seriedad los fenómenos del ateísmo y del agnosticismo; en este sentido, la explicación del ateísmo por la "soberbia de la vida", ofrecida en el artículo de 1935, parece ahora insuficiente.

La cuestión pertenece, pues, a la modalidad intelectiva de la razón, la cual en Zubiri es siempre una modalidad derivada y limitada; no arranca de sí misma, sino que depende de un esquema de referencia que viene aportado por la intelección de la realidad dada en su exigencia de fundamentalidad. Para dar respuesta a esa exigencia, la razón elabora un esbozo que marcha más allá de lo dado. Según ese esbozo, la fundamentalidad de lo real lleva a un Dios personal, que es "absolutamente absoluto" y "fundante" de todas las realidades; aunque este esbozo aparezca como el más razonable, no puede agotar el carácter enigmático del fundamento, ya que ello va más allá de las posibilidades de la razón, lo cual significa que nuestra comprensión de Dios es muy imperfecta, aunque no por ello deje ser verdadera. Por eso, Dios no aparece como transcendente en el sentido de algo "totalmente otro", en cuyo caso no tendríamos ningún acceso a él, sino que es transcendente en la realidad lo cual significa que, sin agotarse en ninguna realidad concreta, queda en todas ellas fundándolas. De esta manera, Dios aparece como el fundamento último que, en tanto que poder, está posibilitando e impeliendo a la persona para su realización. No se trata, por tanto, de demostrar que existe Dios, como se puede demostrar la existencia de cualquier otro objeto, sino de demostrar que algo de lo que sin duda existe es Dios.

Sin embargo, esto es sólo una parte del camino intelectivo de la razón, no sólo en este caso, sino en cualquiera de los intentos de solución a los distintos problemas. Aún cuando no todos los esbozos racionales sean iguales y, en este sentido, quepa hablar de una verdad propia del esbozo como tal, la intelección racional exige siempre un segundo movimiento que Zubiri denomina "verificación" y que se define como una "probación física de realidad". No puede tratarse de probar de modo directo el fundamento, cosa impensable tratándose de algo que está más allá de lo dado, ni tampoco que el resultado se imponga como conclusión ineludible de un razonamiento lógico; se trata de volver sobre la realidad dada de la que se ha partido y experimentarla ahora a la luz del fundamento, a fin de determinar si el fundamento esbozado responde a la exigencia de transcendentalidad que lo puso en marcha. La prueba de Dios no es meramente teórica, sino que el punto clave reside en la experiencia de plenitud de vida personal que aparece al verla como realidad fundada en esa ultimidad posibilitante e impelente que es Dios. La prueba de Dios es, de manera definitiva, la experiencia de la vida personal a la luz de Dios.

Así puede entenderse la crítica, tan concisa como incisiva, que Zubiri hace de los planteamientos y vías tradicionales. Se critica, en primer lugar, su punto de partida porque no se trata de "hechos", sino de elaboraciones teóricas de hechos y, como tales, problemáticas; por ejemplo, la primera vía tomista parte de la teoría aristotélica del movimiento que, cuando menos, es discutible. Pero, si fuese sólo eso, bastaría con reelaborar el punto de partida; más importante es que el punto de llegada no es formalmente Dios como realidad fundante, sino algún objeto dotado de ultimidad (primer motor, causa primera, etc.) al que sin mayores explicaciones se identifica con Dios. Zubiri no duda que se trata de pruebas lógicamente bien construidas, pero no son respuesta al problema de un fundamento que es, a la vez, último, posibilitante e impelente. Por ello, el camino de esta prueba racional tiene carácter rigurosamente probatorio, pero eso no significa que deba ser una prueba discursiva.

A la luz de la experiencia, Dios en tanto realidad fundante aparece como donación de realidad; a la experiencia de donación corresponde la vida hurnana como entrega a ese fundamento queestá sosteniendo la realidad personal. Esa entrega presenta múltiples aspectos y en conjunto determina la fe como respuesta del hombre a la donación de Dios. La fe no es algo puramente intelectual, pues compromete la integridad de la persona; sentado esto, Zubiri se opone con fuerza a todo intento de irracionalismo fideísta porque la racionalidad es componente esencial de la vida humana y, por tanto, la fe contiene un ineludible componente racional que torna inaceptable cualquier oposición entre "el Dios de los filósofos" y "el Dios de la fe".

Por ello, la vida humana es experiencia de Dios y, a su vez, Dios es experiencia del hombre. Como tal, se trata de una experiencia que, al igual que la vida humana, es individual, social e histórica; esto significa una pluralidad de determinaciones concretas que, aun siendo parciales, son verdadera experiencia de Dios y tienen su sentido en esa actitud de entrega al fundamento, lo cual debe tener consecuencias para una filosofía de la religión y para el estudio de las religiones, punto al que Zubiri dedicó gran atención. Como experiencia del hombre, Dios se manifiesta de varias maneras más o menos plenas; Zubiri indica la libertad de lapersona, la experiencia de la gracia y la encarnación de Dios en Cristo. En conjunto, la vida personal a la luz de Dios es la afirmación del carácter absoluto de la persona, alimentado y fundado en un Dios absolutamente absoluto que aparece como natura naturans y a cuya luz las cosas reales aparecen como deidad en tanto que fundadas en esa ultimidad; por ello, se puede afirmar que el hombre "es una manera finita de ser Dios". Tales expresiones son de una gran riqueza y deben ser minuciosamente aquilatadas para que no quede ninguna duda de que en Zubiri no tienen ningún resabio panteísta. Se trata de explicitar lo que está contenido en el punto de partida que ve la persona como esencia abierta y uno de los caminos de esa apertura la confronta con la experiencia de la ultimidad de lo real, a cuya luz debe realizarse la persona y dotar de contenidos su caracterización como realidad relativamente absoluta.

[ -> Absoluto; Agnosticismo; Antropología; Ateísmo; Experiencia; Fe; Filosofía; Historia; Jesucristo; Persona; Religión; Transcendencia; Vías.]

Antonio Pintor Ramos