RÉGNON, THÉODORE DE
DC

SUMARIO: I. Marco biográfico.—Obra teológico-trinitaria.

1. Marco biográfico

Nació el 11 de octubre de 1831 en Saint-Herblain (Dep. Loire-Inférieur).

Después de cursar tres años de filosofía en el Colegio de Brugelette (Bélgica) entró en el Noviciado de la Compañía de Jesús en Angers el 7 de septiembre de 1852. Dotado de una polifacética capacidad en el terreno de las ciencias naturales, la filosofía, la teología y la literatura, ejerció durante años (1855-1864; 1869-1880) en París como profesor de matemáticas, química y física, campo en el que sobresalió también con una contribución literaria (Annales de la Société scientifique de Bruxelles, 1789). Murió el 26 de diciembre de 1893 en París.

Durante la etapa de sus estudios teológicos se entusiasmó por la ciencia sagrada, aun cuando entonces no pudo dedicarse personalmente a ella. Esto le fue posible sólo después de la supresión de la escuela católica mediante las Disposiciones de 1880. A partir de ese momento comienza su trabajo teológico-literario. Un importante impulso, e incluso la dirección para el mismo, lo recibió de la encíclica "Aeterni Patris" de León XIII (del 4 de agosto de 1879), la cual confirmó también su interés por la filosofía neotomista. En correspondencia con su señalada actitud piadosa había ya concebido el plan de una ambiciosa obra mariológica sobre "María, Madre de gracia", que sin embargo no fue capaz de llevar a cabo. Entonces se orientó hacia un tema que guardaba relación con la historia de su Orden: las disputas sobre la gracia, y escribió la obra Bañez y Molina. Histoire. Doctrines. Critique métaphysique (Paris 1883), que empalmaba claramente con la obra de un compañero de Orden, G. Schneemann, sobre una temática semejante. Una mayor autonomía mostró en la obra La métaphysique des causes, d'aprés Saint Thomas et Albert Le Grand (Paris 1886), que concibió sobre la base de la metafísica neotomista y en la que, no sin cierta profundidad de pensamiento e ingeniosa articulación, desarrolló el concepto básico de causalidad en sus diferenciaciones, conjuntando éstas a la vez en una unidad bajo la perspectiva de la cuestión de Dios.


II. Obra teológico-trinitaria

El éxito de esta obra, que alcanzó a una amplia opinión pública, dió a su autor coraje para una empresa aún más ambiciosa, pero esta vez puramente teológica, que llegaría a ser la verdadera obra de su vida y le conferiría cierto rango en la historia reciente de la exposición de la doctrina sobre la Trinidad, a saber: los conocidos Etudes de théologie positive sur la Trinité. 1. Exposé du dogme. IL Théories scolastiques. III. Théories grecques des processions divines (aparecido póstumamente en dos partes)(Paris 1892-1896). La obra, rica en material y densa en pensamiento, fue reconocida por la posteridad como "innovadora en el ámbito de la doctrina sobre la Trinidad" (M. Grabmann), acreditada como "trabajo lleno de mérito, escrito con gran amor y compenetración" (M. Schmaús) y caracterizada como "primera obra sólida sobre la historia de la doctrina de la Trinidad" (M. O'Carroll). Sin embargo, se hizo notar también (por parte de M. Schmaus) su relativamente pequeña resonancia en las posteriores obras de historia de los dogmas, hecho que remite a los límites impuestos tanto por la intención del autor como por el estado histórico de la teología.

La obra, basada en un profundo conocimiento de los Padres y escrita con emoción creyente ante el "dogma adorable de la Trinidad", pero también con la agudeza del pensamiento teológico frente a los intentos de "reconstrucción" teológica de la verdad revelada, no pretende recoger sistemáticamente la doctrina de la Trinidad de las fuentes patrísticas y escolásticas, ni tampoco exponer el desarrollo histórico del dogma en el sentido de la historiografía. La obra se mueve, es verdad, en el suelo de la historia y recurre a factores históricos para la interpretación de los esbozos teológicos analizados en ambas épocas, como, por ejemplo, las herejías de la Iglesia antigua, los sínodos de la Iglesia, los sistemas filosóficos de la Baja Escolástica que propiciaron el error. Pero para calificarla como historia de los dogmas le falta a la obra, por ejemplo, la exposición del desarrollo de la verdad revelada desde la Escritura hasta el dogma de la Iglesia, así como la consideración de la doctrina de la Trinidad, originariamente representada sobre todo bajo la perspectiva de la economía de la salvación, y su continuación en la Baja Edad Media. El interés histórico del autor, sin duda presente en la obra, no sustituye la falta de perspectiva histórica global y de sentido para la génesis y el contexto histórico y problemático de los esbozos teológico-doctrinales.

El autor mismo sitúa la obra en cuestión y su método en el ámbito de la "teología positiva" y se define con ello en continuidad con la Escuela de Salamanca, de fines del XVI, de la que también se sintió deudor Dionisio Petavio (t 1652) con su Dogmata theologica, que Regnon cita abundantemente. Propio de esta corriente es la atención (en cierto sentido opuesta a la teología escolástico-especulativa) dedicada a los fundamentos de la fe presentes en la Escritura y en la Tradición y constituidos en principios, que en Regnon, sin embargo, quedan reducidos al dogma formulado y a la doctrina de los Padres. No por casualidad comienza su obra (después de una fundamentación "hermenéutica", avanzada para su tiempo, respecto de la diversa comprensión conceptual de la misma verdad y realidad: I, 1-49) con una breve enunciación del dogma eclesial, que debe al mismo tiempo reforzar el principio mencionado con frecuencia a lo largo de los "Estudios" según el cual la verdad del dogma puede ser comprendida en formas conceptuales cambiantes y bajo aspectos diferentes sin que ella misma cambie en cuanto verdad de fe. Con la distinción entre contenido permanente del dogma y expresión conceptual variable se alcanza ya un momento "histórico" y se reviste el todo con un colorido histórico, pero no se plantea aún la cuestión de la "historicidad" del dogma en cuanto tal.

El autor no ofrece por eso una genuina historia genética del dogma, sino que se limita a presentar en secuencia cronológica a los pensadores trinitarios y sus epocales ensayos teológicos, desde Anselmo hasta Buenaventura (en Occidente) y desde Gregorio Taumaturgo hasta Juan Damasceno (en Oriente), en forma de un agudo (y en parte incluso caprichoso) análisis de los conceptos teológico-trinitarios fundamentales (persona, naturaleza, hipóstasis, relación, procesiones, propiedades, nociones, y otros), lo cual, evidentemente, no lo puede llevar a cabo sin implicar (más allá del método puramente positivo) instrumentos de pensamiento escolástico-especulativo que, sin embargo, quedan limitados a una función de servicio y no se emplean para la elaboración de una propia síntesis especulativa. Las mismas determinaciones y los análisis conceptuales se suceden de una forma marcadamente escolástico-didáctica.

El importante resultado de este método descriptivo, analítico, tipificador (de las singulares figuras de pensamiento) y comparativo radica en el conocimiento de la diferencia entre la concepción "latina" y "griega" de la Trinidad. El autor parte del principio filosófico fundamental de que en el equilibrio que se ha de lograr en la teología trinitaria entre la naturaleza y las personas se puede partir tanto de la única naturaleza como de las personas (más exactamente, de la persona del Padre), contemplando ambas realidades bien "in recto", bien "in obliquo" (I, 249-253). La teología latina, agustiniano-escolástica, desarrolló el primer modo de contemplación; la teología griega eligió el segundo, que es el originario y el bíblico. El primer modo de consideración parte del concepto general de la única naturaleza y desciende al suppositum, que es de este modo valorado como complemento último de la naturaleza; el otro modo parte de la persona concreta y se eleva hasta la naturaleza. Regnon da preferencia a este segundo modo de consideración porque es más concreto y dinámico, mientras que la forma latina de pensamiento corre el peligro de contemplar la subsistencia como algo añadido y de confundir los órdenes lógico y ontológico (I, 266).

Aún cuando sea cuestionable que esta fundamentación filosófica esté presente en el origen de esas dos formas de pensamiento, el hecho de su distinción en el ámbito de la teología trinitaria es un acierto innegable, lo cual no implica para Regnon una diversidad en la fe y en el dogma, como se muestra, por ejemplo, en los dos modos de expresión no esencialmente diferentes: "tres personas en Dios" (trad. latina), "un Dios en tres personas" (trad. griega) (I, 433). Así, el misterio sólo es presentado en dos figuras distintas que se corrigen mutuamente y que al mismo tiempo confirman la inescrutabilidad del misterio (I, 430). Ello hace que los "Latinos", sobre la base de la actuación de la única naturaleza divina puramente espiritual, lleguen a dos procesiones y (en lógico desarrollo) a tres personas distintas por relación, mientras que los "Griegos", partiendo de la persona del Padre (ho theós en sentido enfático) y sobre la base de la perfección de la generación divina, lleguen al Hijo de igual naturaleza que el Padre, y "por el Hijo" al Espíritu Santo (cuyo origen no se realiza al modo de la generación, sino de otra forma, que no se conoce con más precisión). Con todo, el autor reconoce que la perspectiva griega se encuentra también en los latinos (I, 428), lo mismo que, a la inversa, Gregorio de Nisa, entre otros, parte alguna vez de la unidad y declara a las zóopoiós dynamis como existentes trinitariamente (I, 376-380). Y también en el caso del Niceno, de Dídimo, de Atanasio o de Marcelo de Ancira puede mostrarseque "es inexacto hablar, sin más, de concepciones oriental y occidental"(M. Schmaus).

Con esta opción como trasfondo acomete Regnon la interpretación de la doctrina escolástica de la Trinidad, que se le representa como una línea continua que conduce desde Agustín a Tomás, pasando por Pedro Lombardo y Anselmo. Teniendo en cuenta sus preferencias por la forma griega de pensamiento y por la visión metafísica de la relación entre naturaleza y persona se explica (aunque no se exculpe) que el autor no dedique un tratado temático independiente a la doctrina "psicológica" de la Trinidad en Agustín y haga más bien referencia a las dificultades de este planteamiento (II, 349; 380; 540s). Al hacerlo, él mismo cae en algunas inexactitudes, como, por ejemplo, cuando afirma que Agustín está influido por la teoría trinitaria de Mario Victorino (I, 238), donde a lo sumo es constatable un trasfondo común neoplatónico, o que no hay preparación para su comprensión de la generación como procesión de la Palabra (III, 1, 381s), aún cuando esa comprensión está presente, entre otros, en Tertuliano. En la presentación de la doctrina de Tomás (II, 133-232) no se asume la posición central de la relatio. Desde su planteamiento fundamental se entiende también que trate ampliamente la segunda línea de tradición desarrollada en la Escolástica, la cual, partiendo de Dionisio y de su tendencia mística y pasando por Ricardo de San Víctor y Alejandro de Hales, lleva hasta Buenaventura y está más cerca del pensamiento griego. En correspondencia con el planteamiento griego, en el que la unidad de naturaleza resulta de la correcta comprensión de las procesiones, la temática del vol. III se dedica por entero a los Padres griegos y a su doctrina sobre las procesiones y se demuestran (por supuesto, recurriendo a alguna opinión particular) las variadas diferenciaciones en la especulación de la patrística griega.

En la problemática abordada ya anteriormente (II, 201) en torno al Filioque, el autor se distancia del rechazo de la adición, originado después de Focio. En este punto Regnon reconoce incluso que la comprensión griega "lineal" de la relación de las tres personas (en conexión con el Filioque) adolece de una interpretación equívoca (III, 2, 240). Por el contrario, vuelve a asumir la concepción griega en la cuestión de la inhabitación personal del Espíritu Santo, que alcanza hasta la doctrina de la gracia.

Gracias a la riqueza de material que ofrecía, la obra de Regnon constituyó en la época de su aparición una valiosísima fuente para la teología trinitaria, sin llegar a alcanzar un reconocimiento general debido a su marcado carácter individual.

[ -> Agustín, san; Anselmo, san; Buenaventura, san; Espíritu Santo; Escolástica; Fe; Filioque; Gracia; Hijo; Iglesia; Inhabitación; María; Naturaleza; Padre; Padres (griegos y latinos); Personas divinas; Procesiones; Propiedades; Relaciones; Teología y economía; Tertuliano; Tomás de Aquino, santo; Trinidad.]

Leo Scheffczyk