MATRIMONIO, DIOS EN EL
DC


SUMARIO: I. Escritura: 1. Dios creador; 2. Dios de la alianza; 3. Dios, esposo amante; 4. Dios, amor entregado; 5. Dios, uno y fiel.—II. Tradición litúrgica: 1. En la liturgia hispánica; 2. En los manuales y rituales hasta nuestros días.—III. Teología: 1. Dios Creador, fuente de la bondad y del amor matrimonial; 2. Cristo Salvador, modelo de amor entregado y de unidad permanente; 3. El Espíritu, vivificador de la alianza matrimonial.


Muchas son las perspectivas desde las que se puede tratar el sacramento del matrimonio, como todos los sacramentos. La nuestra, en este caso, es la perspectiva teológica, según la peculiaridad que corresponde al objeto en cuestión. Queremos ver en concreto "quién es el Dios que revela el matrimonio", y "cuál el Dios que se revela por el matrimonio". Si por lo primero, tenemos que atender de forma especial a las fuentes de la revelación (Escritura, Tradición). Por lo segundo, tenemos que fijarnos sobre todo en las mediaciones verbales (teología) y simbólicas (liturgia) de explicitación y expresión. Se trata, por tanto, de un acceso múltiple a la imagen y al misterio de Dios, que se nos manifiesta desde la situación antropológica y sacramental del matrimonio, que es al mismo tiempo "realidad humana y misterio de salvación"'.


I.
Escritura

Atendiendo a los pasajes escriturísticos que hablan de Dios en relación con el matrimonio, o del matrimonio en relación con Dios', podemos resumir en estos "títulos" al Dios que revela el matrimonio.

1. DlOS CREADOR. Sin duda son los "relatos de la creación" los que nos revelan a un Dios Creador en relación con el matrimonio. La creación del primer hombre Adán-Eva, según nos la describe el libro del Génesis (1,1-2,4; 2,4-25), es obra exclusiva de Dios. En comparación con el contexto cultural y la literatura ambiental, el Dios del matrimonio en el Génesis aparece no como un dios de mitos y ritos que sacralizan el matrimonio, la sexualidad y la fecundidad (mitos mesopotámicos); ni como un Dios que recela de la grandeza del hombre (mito del andrógino); sino como un Dios que "crea" (barah) al hombre como realidad buena y digna en su totalidad, como la mejor de sus obras (y vio que era muy bueno: 1,30), como la imagen más perfecta de su misma grandeza (y creó Dios al hombre a imagen suya; a imagen de Dios le creó: 1,27). La fe de Israel en Dios se proyecta en la fe de Israel en el matrimonio que Dios ha creado. Yahvé es el Dios de los padres, que ha revelado su nombre a Moisés (Ex 3,13-15), que ha liberado a Israel de Egipto para hacer de él su pueblo (Ex 3,9-10), que exige un culto exclusivo (Ex 20,1-3) y no tolera adoraciones. Yahvé es un Dios nuevo en comparación con los otros dioses, porque no está ligado a la naturaleza, ni a los ciclos de la fecundidad de la tierra o de la mujer; esun Dios único porque no tiene ninguna diosa a su lado ni se asocia con ningún otro dios; es un Dios salvador porque está cerca del pueblo para liberarlo y salvarlo, por una historia que ya no es solo historia de los hombres, sino historia de salvación de Dios'.

Por otro lado, este Dios creador del matrimonio o del ser-a-dos en femenino y masculino, aparece como un Dios de comunión en el amor, desde la igualdad y diversidad entre Adán-Eva. En efecto, Eva no sólo es la compañera que necesita el hombre (v.18) para superar su soledad; es "el hueso de sus huesos y la carne de su carne" (v.21), que lleva a plenitud la misma humanidad de Adan. Al exclamar así, Adan reconoce en la mujer una parte de sí mismo, el "" con el cual es posible dialogar, la posibilidad de ser hombre, la correspondencia que necesita. Este ser con el otro tiene su máxima expresión en la "una sola carne" (basar: v. 24), por lo que se está afirmando que los dos serán una sola persona, pues la totalidad humana solo es el ados masculino-femenino. Por tanto, Dios crea al hombre, no sólo como varón, sino como varón-varona (ish-ishshah: v. 27). La misma imagen de la "costilla" (2,21-22) es un recurso literario para indicar que el varón y la mujer coexisten al mismo nivel de persona humana, tienen el mismo origen, dignidad e igualdad. Por todo ello, el hombre que Dios crea no es un ser solitario sino referido al otro tú y comunitario, en la igualdad y diversidad complementarias y realizantes. Y si esto es el hombre creado "a imagen de Dios", esto mismo tiene que ser Dios cuya imagen se revela en el hombre'.

2. DIOS DE LA ALIANZA. Así como el Dios de la creación y el Dios de la alianza son inseparables, de igual modo el matrimonio como realidad creatural es inseparable del matrimonio como realidad de alianza. Ningún pueblo como Israel explicará el matrimonio como símblo de alianza al mismo tiempo humana (entre el hombre y la mujer) y divina (entre Dios y su pueblo). Son los profetas quienes, queriendo buscar un símbolo apropiado a la relación de Dios con su pueblo, no encuentran otro más asequible y elocuente, más humano y más cercano que el matrimonio. Y es así porque guarda una semejanza extraordinaria con la realidad simbolizada, desde su humana concreción; porque más allá del orden jurídico, se sitúa en el orden humano, donde se realizan el amor, la fidelidad, la ternura, la entrega; porque conlleva y simboliza el aspecto dramático de unas relaciones, dominadas a veces por el olvido, la infidelidad, el adulterio, la búsqueda apasionada, el perdón... Así aparece de forma especial en Oseas (cap. 1-3), Jeremías (cap. 3 y 31), Ezequiel (cap. 16 y 23), Isaías (cap. 40-55) quienes describen, con riqueza y dramatismo, la historia de las fidelidades e infidelidades de una relación esponsalicia.

Interesa resaltar la mutua relación e implicación entre símbolo y realidad simbolizda, pues si el símbolo explica y hace cercana la realidad simbolizada, esta ilumina y enriquece el sentido del símbolo llenándolo de su realidad y grandeza. De este modo, el último sentido del matrimonio viene a ser la alianza, pues las relaciones entre Dios e Israel aparecen como el modelo, el paradigma, de las relaciones entre marido y mujer. La entrega y el amor, la unidad y la fidelidad que Dios tiene con su puebo, son las mismas que deberá tener el matrimonio cristiano. Y, a su vez, esto que vemos realizado en los matrimonios concretos (v.gr. Tobías-Ana, Tobías-Sara. Cf. Libro de Tobías), es la manifestación de lo que de forma excelente se realiza entre Dios y su pueblo por la alianza. El Dios del matrimonio es, pues, el Dios de la alianza, y el Dios de la alianza es el Dios del matrimonio.

3. Dios, ESPOSO AMANTE. El Dios de la alianza con su pueblo, es el Dios que ha hecho una alianza matrimonial o esponsalicia, que mantiene para siempre, mientras su pueblo se comporta como la esposa adúltera e infiel, que corre tras otros amantes (Cf. Jer 3; Os 2). No obstante, Dios busca con pasión a su esposa, la perdona, vuelve a hacer pacto con ella y a renovar sus amores de desierto: "Por eso, yo la voy a seducir: la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón...y ella me responderá allí como en los días de su juventud" (Os 2,16-17). "Y te desposaré conmigo para siempre...en justicia y equidad, en amor y compasión...en fidelidad" (Os 2,21-22).

Muy probablemente es este amor sin límites del Dios esposo el que se está expresando también en el Cantar de los cantares donde se canta el amor apasionado y hasta "erótico" del amado (Dios) y de la amada (pueblo) (cf. 1,2; 3,1-2; 7,7-13). Al mismo tiempo que se resalta la bondad y dignidad de la sexualidad y del matrimonio, más allá de toda sacralización, se pone el centro de la relación en el amor, en la entrega y la fidelidad hasta la muerte: "porque es fuerte el amor hasta la muerte" (8,6).

En el NT vemos que Jesús hereda la imagen matrimonial, y viene a calificarse como el verdadero "esposo" del nuevo pueblo: la Iglesia. Así aparece cuando se afirma que los discípulos ayunan cuando les falta el esposo (Mt 9,14-15); cuando las parábolas de las bodas lo significan como el esposo (Mt 22, 1-14; Lc 14, 16-24); cuando las vírgenes están en vela aguardando la llegada del novio ( Mt 25,1-13); y cuando al final de los tiempos, en las bodas escatológicas, llegará a su máxima expresión el amor de Cristo-esposo y de la Iglesia-esposa (Ap 21,9; 19,7).

Por todo ello, el Dios que revela el sentido del matrimonio no es un Dios que permanece al margen del matrimonio. Es más bien el Dios que se muestra implicado con su amor, su pasión, su fidelidad y su misericordia, en una relación esponsalicia ejemplar con su pueblo, con la Iglesia.

4. DIOS AMOR ENTREGADO. El amor de Dios se manifiesta a lo largo de toda la historia de salvación, pero llega a su punto culminante en Cristo, y se expresa y realiza de forma privilegiada en el misterio pascual de Cristo. Este amor sin límites de Dios en Cristo es el punto de referencia de toda la vida cristiana para todos los bautizados: "Sed, pues, imitadores de Dios como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma" (Ef 5,1-2). Pero de forma especial este amor y esta entrega sacrificados son el modelo y el ejemplo, la referencia constitutiva y el centro de sentido de la vida matrimonial, de la relación esponsalicia, como dice el mismo Pablo: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra..." (Ef 5,25-26. Cf. Gál 2,20; 2 Cor 11,2). La relación de amor Cristo-Iglesia aparece no solo como el punto de comparación, sino como fundamento de (kazos = "como" y "porque") de la relación de amor entre hombre y mujer.

El texto trata de una relación de amor no discriminatorio o de sometimiento (5,22), sino de entrega y promoción del otro. El punto teológico de convergencia, el modelo necesario de referencia es la relación de amor Cristo-Iglesia, como fundante e iluminativa de una relación entre el hombre y la mujer, que se basa en la donación, el amor sin límites, la igualdad, la unidad y la fidelidad. Se trata de una relación intermatrimonial (Cristo-Iglesia y hombre-mujer) no simplemente alegórica,o lejanamente analógica, sino real y eficaz, ejemplar y constitutiva, de la cual depende el sentido y el contenido del matrimonio cristiano. Ningun matrimonio verdadero está excluido de esta relación, a la que está orientado por su misma naturaleza desde la creación. Pero la relación explícita plena sólo se da en el matrimonio cristiano, supuesta la gratuidad de Dios , la respuesta de fe y la pertenencia a la Iglesia. El matrimonio "celeste" es en verdad fundante del matrimonio cristiano, porque es el origen y la causa de su verdadera especificidad, de su último sentido'. Así pues, el Dios del matrimonio es el Dios del amor entregado hasta la muerte, el Dios que salva y promueve, que purifica y santifica.

5. DIOS, UNO Y FIEL. Desde el principio de la creación Dios hizo al homhre y la mujer para que fueran "una sola carne" (Gén 2,24.cf. 2,21), expresando en ello su vocación y su destino a ser y permanecer unidos. Pero esta unidad, que supone la fidelidad, no siempre se realizó de forma ideal (poligamia en el mismo Israel en la época de los Patriarcas), sino que con frecuencia quedó rota por la ley que permitía el repudio de la mujer (despedirla y volverse a casar: Dt 24,1-3). Esta realidad no dejó, sin embargo, de crear conflictos, por oponerse al ideal de la creación, como se manifiesta en las diversas oca;tones que los "enemigos" de Jesús le preguntan al respecto, queriéndolo poner a prueba (Mt 19,3-9. cf. Mc 10, 1-'11; Lc 16,18; 1 Cor 7, 10-22; Mt 5,31-32). La respuesta de Jesús es clara: al mismo tiempo que explica la razón de la ley de Moisés: "por la dureza de vuestra cabeza os permitió repudiar a vuestras mujeres" (Mt 19,8); reivindica y reafirma la voluntad originaria de Dios en la creación, ya que "al principio no fue así" (v. 8): "¿No habéis leido que el Creador desde el principio los hizo varón y hembra, y que dijo: por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. "Pues bien, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre" (19, 4-6).

Jesús adopta, por tanto, una actitud claramente antidivorcista, y en defensa de la unidad matrimonial que Dios quiso desde el principio de la creación. La obligación de mantener la unidad es mutua: ambos esposos están comprometidos en ello, sin discriminación de la mujer. El matrimonio crea entre marido y mujer una unidad tal, que no puede ser suprimida por la ley de los hombres, ya que por encima de todo ello está la voluntad de Dios. Las simaciones diversas que dificultan, y hasta pueden hacer imposible el cumplimiento del ideal (cf. Mt 5,31-32; 1 Cor 7, 10-22), no implican la renuncia al mismo. Dios, lo mismo que el matrimonio, es y permanece uno, desde una fidelidad sin fisuras.


II. Tradicion litúrgica

Es evidente que los testimonios de la tradición sobre el "Dios del matrimonio" son muy variados y ricos, y es imposible recogerlos aquí ni siquiera en apretada síntesis. Teniendo en cuenta que desarrollan los atributos de Dios al respecto tal como aparecen en la Escritura, vamos a fijarnos brevemente en el testimonio litúrgico y en algunos autores de la Iglesia hispánica.

1. EN LA LITURGIA HISPÁNICA. La liturgia hispánica nos ofrece algunos textos significativos en la celebración de las nupcias, que manifiestan una determinada imagen de Dios en relación con el matrimonio'''. En el rito de la bendición del tálamo (ordo ad thalamum benedicendum), se invoca a Dios para que el lugar sea un signo de honestidad y castidad ("sed honestas et munditia coniugalis sola possideat"), de mutua santificación ("in eo—receptaculo— sanctificatione perpetua benedicat"), y de presencia gozosa de Dios ("visitatio angelica hic oblata proveniat")". El rito de las arras y de los anillos (Ordo arrarum) insiste sobre todo en la unidad y fidelidad en el amor. Ya san Isidoro pone el acento y lo califica como signo de la unidad en la fe y el amor: "Illud vero, quod imprimis annulus a sponso sponsae datur, fit hoc nimirum vel propter mutuae fidei signum, vel propter id magis, ut eorum pignore eorum torda iungantur. Unde et quarto digito annulus idem inseritur, quod in eo vena quaedam (ut fertur) sanguinis ad cor usque perveniat". Y los textos del Liber Ordinum nos hablan del vínculo de amor, que debe permanecer siempre en el corazón y en la vida, en medio de la fecundidad y prosperidad del matrimonio ("vincuo dilectionis innixi"; "gaudeant se fideliter cum tuis fidelibus";" virtutem ubique proles parturiatis").

Más aún, en el rito de la bendición (Ordo ad benedicendum eos qui noviter nubunt) insisten nuestras fuentes en la paz, la concordia y la caridad, que deben mantenerse junto al propósito de un amor duradero ("det eis sensus pacificos, pares animos, mores mutua caritate devinctos": "et cor vestrum sincerae amoris copulet nexum perpetuum"), y siempre dispuesto a cumplir los designios de Dios y los deberes del propio matrimonio ("ita sibi coniugale debitum reddant, ne te ullatenus sub hac occasione contemnant")j.

Como puede apreciarse, no es que los textos nos den una descripción directa del Dios que actúa en el matrimonio. Pero, a través de lo que se pide para los esposos, podemos percibir loque se entiende del mismo Dios. Dios es aquel que ha creado y santificado el matrimonio, que manifiesta su amor fiel y su unidad para siempre en el amor duradero de los esposos, que quiere de ellos la fecundidad y la prosperidad por medio de los hijos, que desea la paz y la concordia aún en medio de las posibles dificultades.

2. EN LOS MANUALES Y RITUALES HASTA NUESTROS DÍAS. Desde la Edad Media hasta el Concilio de Trento, e incluso hasta el Vaticano II, estuvieron vigentes en la Iglesia hispánica algunos Manuales y Rituales, como el Manual Toledano'', el de Sevilla', el Ritual de Tarragona"...Queremos fijarnos en algunos aspectos que afectan de forma especial a nuestro tema.

En primer lugar, es de notar que la "entrega de los anillos" se enriquece de forma significativa: se colocan sobre un pan y se llevan con dos velas; en el momento de colocarlos se hace pasando el anillo de dedo en dedo hasta el cuarto, mientras se pronuncia la fórmula trinitaria'', lo que resalta la relación del amor y la unión matrimonial con el amor y la unión de la Trinidad.

En segundo lugar, es de señalar que, si bien los ritos matrimoniales tienen lugar en la puerta dela iglesia, seguidamente se celebra la Misa, y que esta misa normalmente suele ser la Misa del Espíritu Santo, o bien la Misa de la Trinidad10. Es un dato importante a tener en cuenta, por cuanto manifiesta un caracter o intención epiclética, que no siempre aparece en los textos de la celebración del matrimonio.

En tercer lugar, encontramos que en el momento más solemne del consentimiento y su ratificación o confirmación por parte del sacerdote, se invoca a la SS. Trinidad, como referencia testificante y garantizante principal del compromiso: "Y yo, de parte de Dios todopoderoso y de los bienaventurados apóstoles san Pedro y san Pablo, y de la santa madre Iglesia, os desposo, y este sacramento entre vosotros confirmo, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén". Este mismo sentido trinitario aparece de forma especial en la bendición de los anillos y de las arras donde, después de la oración, se dice: "Benedictio Dei Patris omnipotentis, et Filii et Spiritus Sancti ldescendat, et maneat super hos anulos ét has arrhas. Amen".

Finalmente, encontramos que en las diversas oraciones se aplican a Dios los atributos siguientes: Dios todopoderoso de quien procede la fuerza y el poder para mantener lo que se ha prometido ("Manda, Deus, virtuti tuae: confirma hoc, Deus, quod operatus es in nobis"); Dios autor y creador, que hizo al hombre a su imagen y semejanza, y le mandó se propagara ("Deus, qui potestate virtutis tuae de nihilo cuncta fecisti homini ad imaginem Dei facto, ideo inseparabile mulieris adjutorium condidisti"; "quibus propagationem humani generis ordinasti"); que mandó se unieran el hombre y la mujer para formar una sola carne, y quiere que nunca se separen ("docens quod ex uno placuisset institui, nunquam licere disjungi"; "ut quod, te auctore, jungitur, te auxiliante, servetur"); que consagró la unión conyugal refiriéndola al excelente misterio de la unión de alianza de Cristo con la Iglesia ("Deus, qui tam cellenti mysterio conjugalem copulam consecrasti, ut Christi et Ecclesiae sacramentum praesignares in foedere nuptiarum"); que quiere, en fin, que los esposos,y en especial la mujer, siendo imitadora de las santas mujeres (Raquel, Rebeca, Sara), sea fiel a sus deberes matrimoniales en la paz, fe y el amor ("sit in ea jugum dilectionis et pacis: fidelis et casta nubat in Christo, imitatrixque sanctarum permaneat feminarum ).

El nuevo Ritual del matrimonio del Concilio Vaticano IItambién recoge estos aspectos teológicos en los diversos textos. Los lugares donde mejor aparece la riqueza del contenido teológico son la "Oración de los fieles", el "prefacio de la misa", y la "bendición sobre el esposo y la esposa". En conjunto, puede resumirse así: Dios Creador es el origen del matrimonio, y ha "dejado la imagen de su propio amor en la unión del varón y de la mujer" (prefacio); esta unión en una sola carne no le es lícito al hombre romperla, pues Dios "quiso que fueran para siempre una sola cosa" (bendición); siendo una unión que se basa en el amor (prefacio), por la consagración matrimonial adquiere un "significado tan grande, que en ella se prefigura la unión de Cristo con la Iglesia" (bendición); es el Espíritu Santo el que con su gracia hará posible que "su unión sea un signo vivo del amor de Jesucristo a su Iglesia" (preces); para que este signo sea permanente se pide que los esposos se esfuercen en la fidelidad, en la "irreprensible conducta", en la "dulzura y la pureza, la humildad y la prudencia" (preces), en ser el uno para el otro signo de la presencia del amor de Dios (bendición de apéndice); además, es necesario que ellos se comprometan a "recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de la Iglesia" (escrutinio, bendición); de esta manera, permaneciendo en el amor y la unidad, podrán los esposos ser "testigos del amor" de Dios a los hombres, y de Cristo a su Iglesia. Como bien puede apreciarse los textos respiran una nueva sensiblidad teológica, por la que, además de poner el centro del matrimonio en el amor, se insiste más en su significatividad simbólica sacramental, y en el compromiso de la educación de los hijos en la fe. No obstante, el Dios que se revela en estos textos litúrgicos aparece con los mismos atributos que el que veíamos en la liturgia anterior: Dios Creador del hombre y la mujer; Dios salvador por una alianza de amor; Dios que se entrega y desposa en Cristo con el nuevo pueblo de la Iglesia; Dios uno y fiel para siempre; Dios de creatividad y procreación por medio de la unión del hombre y la mujer.

Como es bien sabido, se ha hecho notar y se ha criticado con razón la ausencia del Espíritu Santo en relación con el matrimonio, tanto en la teología y liturgia históricas, como en la telogía y liturgia actuales". El Misal de Pío V (1570) no indicaba, como sucedía en los diversos Rituales y Manuales de la Edad Media y el Renacimiento, que se pudiera elegir la misa de la Trinidad o del Espíritu Santo como misa "pro sponso et sponsa". Posteriormente, tampoco aparece ninguna mención explícita al Espíritu Santo. Aunque el Concilio Vaticano II ofrece en su conjunto una visión eclesiológica y pneumatológica de los sacramentos renovada, tampoco puede decirse que respecto al matrimonio se haya desarrollado este aspecto. El Ritual del matrimonio sólo nombraba al Espíritu en dos ocasiones, y no en el centro de la celebración, sino en las "preces" ("para que el Espíritu Santo los llene con su gracia"), y en una de las bendiciones opcionales del final ("El Espíritu Santo alimente vuestras vidas con su amor").

El Papa Juan Pablo II se ha referido en diversos momentos a la relación del matrimonio y la familia con la presencia y acción del Espíritu, que se infunde en los esposos en la misma celebración del sacramento: "El Espíritu Santo infundido en la celebración sacramental ofrece a los esposos cristianos el don de una comunión nueva de amor, que es imagen viva y real de la singularísima unidad que hace de la Iglesia el indivisible Cuerpo místico del Señor Jesús. El don del Espíritu Santo es mandamiento de vida para los esposos cristianos y al mismo tiempo impulso estimulante, a fin de que cada día progresen hacia una unión cada vez más rica entre ellos...revelando así a la Iglesia y al mundo la nueva comunión de amor, donada por la gracia de Cristo". Esta atención al aspecto olvidado por parte de Juan Pablo II, ha encontrado una expresión en algunos Rituales, como el polaco, que propone una especie de epíclesis sobre los esposos, pidiendo que el Espíritu santifique la unión y transforme su amor.

En 1990 apareció la edición "Typica altera" revisada y renovada del Ritual del matrimonio29. En esta edición aparecen algunos retoques al texto de las plegarias de bendición nupcial, que incluyen la mención del Espíritu Santo, pidiendo descienda su gracia sobre los esposos para que puedan crecer en el amor y la unidad. No obstante esta mención, podría haberse esperado una mayor explicitación pneumatológica y trinitaria en otros momentos importantes de la celebración, como el consentimiento, la bendición de los anillos, el mismo prefacio. Si la alianza conyugal tiene su fundamento y último sentido en la alianza pascual que culmina en Pentecostés, hubiera sido de desear que la referencia al don pentecostal del Espíritu también hubiera estado presente en este momento


III. Teología

La teología ha explicitado y desarroliado de modo sistemático todos los aspectos señalados, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX. Sin pretender ofrecer una síntesis plena, queremos fijarnos en los que nos parecen aspectos más importantes en relación con la estructura trinitaria del mismo matrimonio.

1. DIOS CREADOR FUENTE DE LA BONDAD Y DEL AMOR MATRIMONIAL. Es preciso referir el matrimonio a Dios, como la verdadera fuente de su bondad creatural, y de su amor transcendente. La teología actual no tiene dificultad et reconocer que el matrimonio, con todo lo que supone: amor y pasión, compromiso y fidelidad, cuerpo y espíritu, sexo y eros... es asumido por el mismo sacramento del matrimonio, de manera que forma parte de su propio misterio. Las prevenciones contra la sexualidad y el erotismo en el matrimonio han sido superadas. Sexualidad y erotismo son elementos que, aún cargados de ambigüedad, constituyen una parte positiva integrante del matrimonio, por voluntad del mismo Dios, que hizo al hombre bueno en la totalidad de su ser. Pero deben estar integrados de modo adecuado en el ágape matrimonial, y por él en el Ágape de Dios. Amor y eros no estan llamados a oponerse, sino a complementarse y ayudarse. "Eros no se opone a ágape, sino que pertenece a él, igual que la creación pertenece a la alianza, de manera que por una parte el eros sólo se entiende a partir del ágape, y por otra el ágape se remite al eros y se apoya en él... Lo mismo que la alianza queda vacía sin la creación, así ágape es inhumano sin eros. Así pues, eros y ágape pertenecen a la esencia del matrimonio, y por lo mismo a la del sacramento del matrimonio. El Agape divino, que se manifiesta como origen de sentido, causa fundante, y modelo del mismo ágape humano, no puede excluir de éste al eros que él mismo ha creado. El Agape divino, lejos de despedir al eros del ágape humano, lo acoge y lo asume, convirtiéndolo también en signo del amor de Cristo a su Iglesia. Por eso, cuando dos esposos se aman con la totalidad de su ser sexuado y "erótico", no hacen sino prolongar y actualizar el Amor de Dios. Más aún, el ágape de los esposos es una participación del Ágape de Dios, llamado a realizar las mismas cualidades de este amor: gratuidad, libertad, creatividad, oblatividad... El Dios de la Creación por amor y el Dios de la Alianza en el amor se revela, de este modo, en el acto creativo y amoroso por excelencia que es la unión del hombre y la mujer.

2. CRISTO SALVADOR MODELO DE AMOR ENTREGADO Y DE UNIDAD PERMANENTE. El matrimonio cristiano condensa, en su misma realidad simbólica, la historia de un amor esponsal que comenzó en la creación, alcanzó su suprema realización en Cristo, y llegará a su pleno desarollo en la escatología. En efecto, el matrimonio cristiano como símbolo sacramental del matrimonio de Cristo y la Iglesia, es uno de los aspectos más desarrollados en la teología actual. Unos autores insisten en la unión corpórea, en la donación en el amor, como representación del misterio de la relación de Cristo con la Iglesia ; otros acentúan la eficacia de esta unión de Cristo y de la Iglesia que se hace presente en la generación y en la educación de los hijos. Hay quienes se fijan más en la historia salvífica del amor esponsalicio de Dios con su pueblo, que se continúa y actualiza en el matrimonio; y quienes centran su atención en el misterio pascual de Cristo como lugar por excelencia de la relación y entrega de amor de Cristo por la Iglesia.

Por nuestra parte, creemos que el matrimonio cristiano es "anámnesis", no solo del amor de Cristo a la Iglesia, sino también de la historia de amor esponsal de Dios con su pueblo, desde la misma creación. Los esposos cristianos, celebrando y. viviendo su matrimonio, se insertan y continúan la historia de la alianza de amor de Dios con su pueblo. Ahora bien, puesto que esta historia tiene su centro en Cristo, y el momento culminante de Cristo es la Pascua, también debe decirse que el matrimonio cristiano se inserta de modo especial en el misterio pascual de Cristo. La muerte y la resurrección de Cristo son la última medida, la última palabra del amor. En la muerte se cumple la más radical exigencia y donación del amor. Y en la resurrección se manifiesta la más excelente acogida gozosa de ese amor. La relación esponsalicia de Cristo con la Iglesia, con su amor y entrega hasta la muerte y su resurrección para la vida, se actualizan y representan de forma especial en el matrimonio, por la fuerza y realismo del mismo símbolo interpersonal y corpóreo. Esta visibilización interpersonal sacramental supone la presencia, y esta presencia conlleva un poder de santificación por el mismo signo permanente del matrimonio. El matrimonio es, pues, una participación y una actualización permanente del misterio pascual de Cristo, y en él de la historia de amor de Dios con la humanidad entera.

Como sacramento, el matrimonio es signo del amor de Dios al hombre (santificación), y del amor del hombre a Dios (culto). No se trata, por tanto, de una simple relación comparativa o analógico-conceptual, sino de una relación real y eficaz, que hace del mismo símbolo permanente del matrimonio una actualización viviente de la misma realidad que simboliza. El amor de los esposos viene a ser un misterio pascual vivo y existencial, porque Cristo lo habita, lo transforma, le da su significación plena, lo introduce en su dinámica pascual. De este modo podrá superar su tentación al egoísmo y la división, su idolatría de la sensualidad y de los bienes materiales...

3. EL ESPÍRITU, VIVIFICADOR DE LA ALIANZA MATRIMONIAL. El matrimonio, como todo sacramento, se comprende a partir de la pascua-pentecostés, está destinado a la historización eclesial del Espíritu de Cristo en la situación particular del amor comprometido, y tiene por tanto una dimensión pneumatológica-trinitaria.

En el matrimonio actúa el Espíritu como causa transformante interna de un vínculo de amor interpersonal, que el mismo Espíritu vivifica y ayuda a vivir en relación con la alianza de amor de Dios con la humanidad, y de Cristo con la Iglesia. Esta intervención del Espíritu "sana" el amor matrimonial, reconduciendo la sexualidad y el eros hacia el ágape; diviniza el amor humano, refiriéndolo al Amor divino y a su modelo de realización en Cristo y la Iglesia; impulsa hacia el amor, ayudándole a superar sus limitaciones y llenándolo de un dinamismo escatológico.

Además, el Espíritu es también gracia y don del matrimonio. Sólo con esta gracia podrán cumplir los esposos su misión y sus compromisos, desarrollar su unión y su amor, permanecer en la fidelidad y la entrega, ser "imagen de Dios", símbolos vivos del amor de Cristo, templos del Espíritu e "iglesia doméstica". La alianza matrimonial es una alianza en el Espíritu, y el amor de los esposos es un amor que encuentra su fuerza en el Espíritu, como principio de comunión y renovación permanentes.

Por todo ello, podemos decir igualmente, y como conclusión , que el matrimonio es "imagen de la vida trinitaria", es decir, imagen que realiza y expresa la misma vida de la Trinidad, y en la que a la vez encuentra su modelo de realización". Existe una semejanza analógica entre la relación interpersonal matrimonial-familiar, y el misterio de la relación interpersonal trinitaria. El matrimonio-familia es el símbolo viviente que mejor expresa el misterio de la vida trinitaria: así la unidad en la diversidad singular de personas divinas, encuentra su reflejo e imagen en la unidad que respeta la singularidad de marido y mujer; la comunión en el amor trinitario que crea la perfecta comunidad, es el modelo que se simboliza en la comunidad en el amor matrimonial-familiar; la donación participativa del amor para bien universal, significa igualmente la referencia trinitaria de un amor esponsalicio, que no puede encerrarse en sí mismo, sino que se abre en los hijos, a la humanidad entera. El matrimonio cristiano es, pues, signo eficaz de la comunión y el amor trinitarios, y por lo mismo une a los esposos a la Trinidad, haciéndolos partícipes de ese mismo amor y unidad.

[ - Amor; Antropología; Atributos; Comunión, comunidad; Creación; Epíclesis; Escatología; Espíritu Santo; Fe; Gloria; Historia; Iglesia; Jesucristo; Liberación; Liturgia; Misterio; Mujer, feminismo; Pascua; Pentecostés; Relaciones; Revelación; Salvación; Teología y economía; Trinidad. Vaticano II]

Dionisio Borobio