BALTHASAR, H.U. VON
DC


SUMARIO: I. Vida y misión.—II. El planteo trinitario.—III. La manifestación visible de Dios.—IV. Cristologia y Trinidad—V. La obediencia a la misión: 1. De la misión a la procesión; 2. De la misión a la persona.—VI. La kénosis y la cruz como acontecimientos trinitarios.—VII. La Trinidad y el misterio del hombre.—VIII. La Trinidad y el ser. Conclusión.


I. Vida y misión

B. nació en Lucerna (Suiza) en 1905. En 1929 entra en la Compañía de Jesús. Sus encuentros con E. Przywara, H.de Lubac y R. Guardini lo influyen profundamente. En 1940 conoce a Adrienne Von Speyr, médica de origen calvinista y portadora de una historia muy precoz de gracias especiales de Dios. Luego del encuentro con B. decide su conversión y se bautiza. Juntos fundan la "Comunidad San Juan", un instituto secular orientado al seguimiento radical de Jesucristo por los consejos evangélicos en medio del mundo. El nuevo camino lo enfrenta a la dolorosa decisión de abandonar la Compañía de Jesús. Los últimos años traen el reconocimiento. El Papa Juan Pablo II le entrega el premio "Paulo VI" y lo nombra Cardenal. B. muere dos días antes del consistorio, el 26 de Junio de 1988. Su primer aporte a la reflexión sobre el Dios cristiano es su propia vida. El es, ante todo, un creyente y un seguidor de Jesucristo desde la misión eclesial de la "Comunidad San Juan". Su teología está siempre en clave de servicio a la contemplación, al compromiso y al anuncio del Evangelio.


II. El planteo trinitario

La teología trinitaria de B. no es un aspecto más de su obra, ni tampoco un tratado especial dentro de un conjunto sistemático. Toda su teología es trinitaria porque el misterio de la Trinidad es la clave de su hermenéutica. El punto de partida de la reflexión es el desarrollo multifacético de su convicción creyente acerca de la novedad absoluta de Jesucristo: "Cristo, por ser el Unico, no es una criatura entre otras, creada de igual forma que todas las demás, —de ello nos dan testimonio el "cubrimiento" por la sombra del Espíritu de Dios, y el símbolo de la madre-virgen---. Su auténtico ser creado es función y expresión de su filiación eterna e increada."' El es único respecto a todas las religiones y a todos los intentos de búsqueda de Absoluto porque en El, y sólo en El, Dios aparece, se entrega y habla definitivamente a los hombres. En El y sólo en El, se cumplen la salvación de la humanidad y el sentido de la creación. La riqueza de matices y las numerosas líneas del pensamiento balthasariano son consecuencia de la concentración de todos sus recursos teológicos, filosóficos y artísticos al servicio de la manifestación de la identidad trinitaria de Jesús de Nazaret.


III La manifestación visible de Dios

La aparición de Dios en la historia de la salvación se caracteriza por su "figura" concreta. Su manifestación no se realiza a través de fragmentos dispersos que los hombres tengan que organizar posteriormente, sino en una figura objetiva de revelación que tiene consistencia, densidad y corporeidad propias. La Sagrada Escritura llama "gloria" de Dios a esta modalidad de su presencia y anuncia su realización plena en Jesucristo:" Por el misterio del Verbo hecho carne tu luz ha penetrado nuestras almas con nuevo resplandor, para que conociendo a Dios visiblemente, él nos lleve al amor de lo invisible."' La novedad de Jesús se manifiesta ante todo en la encarnación ya que en el decir de Pablo " el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones para irradiar el conocimiento de la gloria de Diosque está en la faz de Cristo"4. La gloria de Dios aparece plenamente en Jesucristo como amor que triunfa sobre las tinieblas y la muerte. El es la "figura" concreta de la revelación, la cumbre del aparecer de Dios, la manifestación visible del Dios invisible. Jesús es, en cuanto hombre, la irradiación de la gloria de Dios en la "carne" humana. B. insiste en mostrar cómo la encarnación es una novedad insuperable e irreversible, una dimensión permanente del misterio trinitario. La humanidad glorificada de Jesús no es un simple instrumento que tenga que ser posteriormente superado para alcanzar una intuición inmediata de Dios; ella es la expresión inagotable y eternamente válida en la que el Hijo muestra al Padre en el Espíritu Santo.


IV. Cristología y Trinidad

La novedad que Jesús de Nazaret expresa en su conciencia misionera, en sus palabras y en sus acciones, nos revela al mismo tiempo su propia identidad divina y el misterio de la Trinidad de Dios. Su existencia, sus pretensiones y su modo de realizarlas son incomprensibles sin la referencia a su Padre y al Espíritu Santo,"...puesto que ninguna situación salvífica de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo puede interpretarse en último término, más que trinitariamente." Pero al mismo tiempo, no existe otro ámbito fuera del comportamiento de Jesús en el cual aflore esta realidad que luego será llamada Trinidad. Saliendo de aquí sería impensable introducir una semejante "distinción" en Dios. El modo peculiaren que B. concibe la relación entre cristología y Trinidad, marca todo su pensamiento con un sello propio y puede considerarse como uno de sus aportes fundamentales. La articulación entre el misterio cristológico y el misterio trinitario la realizó el mismo Dios, desde su insondable libertad, en la misión histórica de Jesús. La relación entre ambos está caracterizada por la iluminación recíproca, por la imposibilidad de plantearla desde otro criterio que no sea la vida, la muerte y resurrección de Jesús, y por la simultaneidad de su revelación. B. pone una y otra vez de manifiesto cómo cada uno de los aspectos de la misión de Jesús revela su filiación eterna y en ella, al Padre y al Espíritu Santo; pero al mismo tiempo, muestra cómo todo lo que ocurre en El por la insondable libertad de Dios tiene su condición de posibilidad en el Dios Trino. Por otro lado, la filiación divina de Jesús y su relación única con el Padre y el Espíritu Santo, no son un simple corolario al que se llega después de haber desarrollado la cristología sin considerarlas. Cristología y Trinidad no pueden ser sucesivas, puesto que para entender en su radicalidad cada uno de los momentos de la misión de Jesús (tanto los del estado de abajamiento, como los del estado de exaltación), es indispensable la clave trinitaria. Finalmente, la misión de Jesús y la misión del Espíritu Santo, tal como se verificaron en concreto, son el único "lugar" donde queda definitivamente abierto para los hombres el misterio de la vida de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. No hay ningún concepto, ni categoría, ni idea que pueda explicarlos desde un ámbito más elevado; ya que el amor trinitario revelado y participado en Jesús es el criterio "más allá del cual nada puede ser pensado".


V. La obediencia a la misión

La novedad de Jesús se expresa de manera privilegiada en su forma de obedecer a la misión que el Padre le confió. Esta característica de su comportamiento es tan peculiar, que el cuarto evangelio la propone como un aspecto central para acercarse a su identidad "... porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado". B. observa que la visión joánica no es un dato aislado, sino que representa la cumbre de una cadena de misiones confiadas por Dios a lo largo de la historia de la salvación. Este camino comienza con los cambios de nombre de Abrahán y Jacob; se ahonda en las vocaciones de Isaías y Jeremías y pasando por Juan el Bautista, culmina en Jesucristo. Se trata de tener en cuenta cómo los enviados quedan cada vez más involucrados por la misión que se les confía; cómo su ser y su misión tienden a identificarse de manera creciente. La identificación plena entre el ser del enviado y la misión sólo se alcanza en Jesucristo y expresa, de este modo, la novedad absoluta de su identidad. En El, todo el ser del enviado es misión y toda la misión es manifestación de su ser. Aquí el enviado es el Hijo, el Amado y es el Hijo Amado quien es enviado. No es posible descubrir en su misión un momento en que haya sido otra cosa; su ser personal jamás fue otra cosa que Hijo y su misión consiste precisamente en serlo. Jesús "es" su misión y su misión es "ser" libremente como hombre lo que desde siempre "es".

1. DE LA MISIÓN A LA PROCESIÓN. El fundamento por el cual alguien puede ser enviado a obedecer de una forma semejante está en su especial relación con quien lo envía. Una misión absolutamente única se fundamenta en una relación absolutamente única entre enviado y enviante. La obediencia de Jesús nos introduce en la realidad de su relación con el Padre y nos permite acceder al misterio de su filiación eterna. La misión de Jesús es la revelación de su procesión eterna desde el Padre; es la forma "económica" de su proceder inmanente como Unigénito. La vida y la muerte de Jesús en obediencia al Padre son la traducción o prolongación temporal de su procesión; mejor aún, la misma procesión del Hijo que se abre libremente al mundo para asumir en sí a la humanidad y a la creación. B. da un paso más, pues la fundamentación de la obediencia cristológica requiere dar cuenta de sus relaciones indisolubles con la actuación del Espíritu Santo en la misión de Jesús. Su actividad en ella tiene dos modalidades básicas que se acentúan o se ocultan según los momentos. Según la primera, el Espíritu se muestra activo: desciende sobre Jesús, lo impulsa, le muestra la voluntad del Padre y le indica el camino de la obediencia; en otros términos, está "sobre" El. La segunda, en cambio, lo muestra pasivo; como el que está "en" Cristo sin medida, como el que es inspirado por El. Esta comprobación de la teología del NT es el punto de partida de la reflexión pneumatológica balthasariana llamada "inversión trinitaria". El hecho de que Jesús tenga el Espíritu "en", El y sin embargo lo reconozca "sobre" El, es la expresión de su abajamiento. En este momento aparece en primer plano que es Jesús quien obedece al Espíritu y lo sigue como portador de la misión de su Padre. Luego del cumplimiento de la misión terrena, la situación se "invertirá": será Jesús quien lo inspire sobre la Iglesia. El doble "rostro" del Espíritu nos conduce al misterio de su procedencia trinitaria, ya que la fundamentación última de su actuación se encuentra en su relación eterna con el Padre y el Hijo. Los aspectos activo y pasivo de su actuación, son la forma "económica" de su misterio inmanente: El es el eterno acuerdo entre el Padre y el Hijo, pero como testimonio "autónomo" de ambos. El es puesto por Ambos como el sello de su sí, pero como Tercero objetivante. El es el fruto de Ambos, pero como garantía de su relación recíproca. Las misiones de Jesús y del Espíritu conducen al misterio de las procesiones intratrinitarias en las que la totalidad del pensamiento balthasariano alcanza su fuente$. Dios es Amor Trinitario en su proceder inmanente y las procesiones divinas son el Amor en su realización más inescrutablemente real e inagotable. El Padre como origen eterno del Amor, se entrega plenamente al Hijo. El Hijo como respuesta eterna de Amor, es la acogida plena del Padre . El Hijo que no "retiene" nada del Amor del Padre,todo lo hace desembocar en el Espíritu Santo. El Espíritu como éxtasis del Amor, es el eterno "Nosotros" divino.

2. DE LA MISIÓN A LA PERSONA. Si Jesucristo es el único caso de la historia en el que se identifican la misión y el ser del enviado, es también en El donde se revela qué significa ser una persona. Nadie puede responder adecuadamente a la pregunta "¿quién soy yo?" si el Absoluto no le dice quién es para El, y para qué lo ha llamado. Entonces es cuando la persona tendrá una garantía total de su "quién" y sabrá verdaderamente por qué es diferente de cualquier otro ser humano. B. distingue entonces, entre los conceptos de sujeto espiritual (Geistsubjekt) y de persona. El primero designa al individuo dotado de conciencia y de libertad y en este sentido es útil. Pero cuando se pretende responder sólo desde él a "¿quién es verdaderamente alguien?", se termina siempre en reducir a la persona a un caso individual de una ley general. El concepto de persona es estrictamente teológico, cristológico y trinitario e indica la misión recibida de Dios que el hombre asume o rechaza según su postura existencial frente a Cristo. Sólo en Jesús hay coincidencia plena entre el quién y el para qué, entre su singularidad personal y su significado universal, puesto que su misión es la forma económica de su procedencia filial desde el Padre en el Espíritu Santo. La realidad de la persona se alcanza en la aceptación de la llamada que Jesús hace a todos los sujetos espirituales de la naturaleza humana a participar de su misión universal.


VI. La kénosis y la cruz como acontecimientos trinitarios

La novedad de Jesús se expresa, finalmente, en la radicalidad de la salvación que trae al mundo. Él lleva a cabo una salvación universal y escatológica, el triunfo final sobre el pecado del mundo, sobre toda muerte y sobre Satanás. Para llevarla a cabo Jesús asume el abajamiento "... siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios..." Toda su vida está marcada por este despojarse, por esta "kénosis". Ella comienza en la encarnación en la que toma la condición de siervo, llega a la cumbre en el abandono de la cruz y muestra su radicalidad en el hecho de que Jesús tome el lugar de la humanidad pecadora hasta el descenso a los infiernos. La novedad de su identidad aparece en su modo de llevar a plenitud todos estos grandes temas soteriológicos. El no asume simplemente la "carne", sino que torna sobre sí la "carne de pecado. El carga por nosotros el pecado del mundo con todas sus consecuencias, incluida la más terrible: el abandono de Dios y la incapacidad de volver a El por sí mismo. B. repite una y otra vez que la solidaridad de Jesús con la humanidad tiene que ser comprendida como auténtico "cambio de puestos" entre la situación de los pecadores respecto de Dios y la del Hijo. El realismo de la radicalidad salvífica de Jesús puede llevarse hasta sus últimas consecuencias sólo si se lo entiende como evento trinitario: " El escándalo de la cruz sólo es soportable para el creyente como acción del Dios Trino"1z. La muerte de Jesús en el abandono es posible porque Él es el Hijo trinitario, con quien el Padre y el Espíritu están comprometidos hasta el fondo. El, Padre enviando y abandonando al Hijo, el Espíritu uniendo en la separación y la distancia.

La filiación divina de Jesús, inseparable del Padre y del Espíritu son el fundamento para que pueda renunciar a su gloria, tomar nuestro puesto hasta el descenso a los infiernos y atravesar el abismo de la muerte sin perder su identidad. La teología balthasariana entiende que la dimensión kenótica de la revelación tiene su fundamento último en la misma vida de " abnegación" trinitaria. El drama de la kénosis hasta la muerte de cruz para la salvación del mundo, revela plenamente y supone como fundamento el íntimo "drama" del Amor Trinitario; la eterna entrega del Padre al Hijo en el Espíritu Santo.


VII. La Trinidad y el misterio del hombre

"El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar su alma". Este texto de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola ha sido vivido y reflexionado por B. como una auténtica renovación antropológica. El sentido de la existencia humana está en la alabanza, en la veneración y el servicio a Dios. No se trata principalmente de un corazón inquieto que va hacia Dios para ser plenificado, ni de una contemplación que asciende, sino del Amor que desciende y elige. El hombre descubre el fin de su vida cuando, libre de toda otra cosa, elige lo que Dios eligió para él; cuando se entrega a su voluntad descubierta como misión personal. Jesucristo es justamente el momento cumbre en que el descenso del Amor de Dios y la respuesta absoluta de un hombre a su elección alcanzan plenacoincidencia. El misterio del hombre no culmina en un enigma insoluble. "Para conservar sin paliativos toda la seriedad existencial del pro-me es preciso que a la apertura ahí manifiesta del amor trinitario por el pecador, responda el pecador con su pro-te sin reservas que comprenda que en el pro-me de la entrega de Cristo está él asumido y entregado desde siempre por ese amor, y que su fe no es una «obra» propia, sino la ratificación de lo que Dios ha hecho ya; que su fe es entregarse al amor trinitario" La misión universal de Jesús es el espacio de gracia en el que cada hombre es llamado a participar. Allí, Dios le dice a cada uno "quién es" y "para qué" lo ha elegido; le confía a cada hombre una misión irrepetible y le dona un "nombre nuevo". La llamada de Jesús es la oferta del don de la persona, es la posibilidad de la identidad humana. Al aceptar en la fe esta invitación el individuo llega a ser persona, descubre aquello que tiene de absolutamente único e indestructible. El hombre alcanza o pierde delante de Cristo su verdadero "quién" cuando acepta o rechaza participar en el lugar exclusivo que el misterio de su persona le ha donado. La aceptación de la oferta de Dios es el camino de la verdadera personalización, pero además, es la entrada en la divinización. Participando de la misión de Jesús, el hombre es introducido en el misterio de la persona del Hijo que se identifica con ella; es hecho partícipe de la filiación divina y a través de ella, del eterno "intercambio" trinitario. El don de la filiación divina representa la realización insospechada de la dignidad de la persona, no sólo en su ser sino también en su tarea en el mundo. El hombre es elevado a participar en el compromiso del Dios Trino con el mundo y con la historia. La existencia cristiana implica el don de Jesús de "compartir" su "drama" y su dolor por la salvación del universo. Por fin, la fe, la obediencia y la entrega conducen al hombre a la plenitud de su libertad. La referencia de toda su existencia a Jesucristo al "expropiarlo" de sí mismo, lo introduce en el misterio de "desapropiación" de la vida intratrinitaria de Dios.


VIII. La Trinidad y el ser

B. propone insistentemente la necesidad de la metafísica, pero bajo una concepción del ser iluminada por la revelación. El Ser-Amor Absoluto que se revela desde sí mismo, permite redescubrir la permanente vigencia de la estructura metafísica del ser y, al mismo tiempo, la enriquece con perspectivas insospechadas. La analogía, la doctrina de los transcendentales y la concepción misma de la metafísica, son fortalecidas en su autonomía y abiertas a una novedad que las funda cuando se las ve desde el horizonte de la plenitud de la revelación del misterio trinitario en Jesucristo. Gracias a esta nueva mirada se comprende que el ser sólo es comprensible como amor; más aún, que el ser y el amor tienen la misma extensión. Cuanto más alto sea el nivel ontológico de un ser, más alta será su "constitución amorosa" porque el ser es un don del Dios Trino: " Si en Dios es puesto el Otro, el Verbo, el Hijo, ahora la alteridad de la creación no será más: caída, pérdida, sino imagen de Dios,aún no siendo Dios mismo. Porque el Hijo es el Icono eterno del Padre, podrá sin contradicción asumir en sí la imagen que es la criatura, purificarla y hacerla entrar, sin disolverla, en la comunión de la vida divina.'

CONCLUSIÓN: La teología de B. se desarrolla bajo el impulso de la fascinación de la novedad absoluta de Jesucristo en sus múltiples manifestaciones. El es la aparición-entregadesvelamiento del misterio de Dios como Amor del Padre al Hijo en el Espíritu Santo. La identidad trinitaria de Jesús de Nazaret es la luz desde la que B. considera todos los aspectos de la revelación cristiana, las búsquedas de los hombres y los interrogantes de la historia. Pero la fuerza vital de este "corazón" del pensamiento balthasariano sólo puede ser apreciada cuando se lo contempla inserto en el conjunto de su obra. La introducción a la teología trinitaria de Hans Urs Von Balthasar es, antes que nada, una invitación al encuentro directo y personal con su pensamiento.

[ -> Alabanza; Amor; Comunión; Creación; Cruz; Encarnación; Escatología; Espíritu Santo; Filosofía; Hijo; Historia; Jesucristo; Logos; María; Misión, misiones; Misterio; Padre; Procesiones; Revelación; Salvación; Teología; Trinidad; Vida cristiana.]


BIBLIOGRAFIA: Guía bibliográfica completa de las obras de B.: C.CAPOL, Bibliographie.1925-1990, Johannes Verlag, Einsiedeln 1990; Sobre su vida y misión: H.U. VON BAI.TH.ASAR, I/ filo di Arianna attraverso la mia opera, Jaca Book, Milano 1979; Adrienne Von Speyr, Vida y misión teológica, Encuentro, Madrid 1986; P.HENRJCI, Primo sguardo su Hans Urs von Balthasar, en K. LEHMANN-KASPER, Hans Urs von Balthasar. Figura e opera, Piemme, Casale Montferratto 1991, 25-85; Su obra principal: En lugar central está su trilogía dividida en I.Gloria en 7 volúmenes: 1. La percepción de la forma, 2.Estilos eclesiales, 3. Estilos laicales. 4. Metafísica. Edad antigua. 5.Metafzsica. Edad moderna. 6. Antiguo Testamento.7. Nuevo Testamento, Encuentro, Madrid 1985-1991; II. Teodramática en 5 volúmenes: l.Prolegómenos, Encuentro, Madrid 1991 (La traducción de los otros 4 está en preparación). III. Teológica en 3 volúmenes. IV.Epílogo. La edición alemana es de Johannes Verlag, Einsiedeln 1973-1987.(Hay traducción italiana de toda el resto de la trilogía: II/1. Le persone del dramma: L'uomo in Dio. II/2. Le persone del dramma: L'uomo in Cristo. 4. L 'azione. 5. L 'ultimo atto, Teológica: 1. Veritá del mondo. 2. Veritá di Dio. 3. Lo Spirito di Veritá, Jaca Book, Milano); Otras obras: Ensayos teológicos: 1 Verbum Caro y II Sponsa Verbi, Guadarrama, Madrid 1964; Sólo el Amor es digno de Fe, Sígueme, Salamanca 1990; El compromiso del cristiano en el mundo, Encuentro, Madrid 1981; ¿Nos conoce jesús? ¿Lo conocemos?, Herder, Barcelona 1982; La verdad es sin-fónica, Encuentro, Madrid 1979; Teología de la historia, Cristiandad, Madrid 1964. La oración contemplativa, Encuentro, Madrid 1985; Entra sus artículos sobresalen: Teología y Santidad en Ensayos teológicos: 1 Verbum Caro, 235-268 y El misterio pascual, en J.FEINER-M. LOHRER, M III, Cristiandad, Madrid 1980, 666-809; Estudios sobre su pensamiento: K.LEHMANN-KASPEW (a cargo de), Hans Urs Von Balthasar. Figura e opera, Piemme, Casale Montferratto 1991; El número de Com IV(1988) con motivo de su muerte.

Marcelo González