SAN AGUSTÍN COMENTA LA SEGUNDA LECTURA

 

Col 1,12-20: El Cristo total

Este salmo se refiere a la persona de nuestro Señor Jesucristo, Cabeza y miembros. De hecho, aquel único hombre que nació de Maria, padeció, fue sepultado, resucitó y subió al cielo y ahora está sentado a la derecha del Padre, donde intercede por nosotros, es nuestra Cabeza. Si él es nuestra Cabeza, nosotros somos sus miembros. La Iglesia entera que está extendida por doquier es su cuerpo, cuerpo del que él es Cabeza. Todos los creyentes, no sólo los actuales, sino también los que existieron antes de nosotros y los que han de existir después hasta el fin del mundo, pertenecen a su cuerpo, del que él es la cabeza, que ascendió al cielo (Col 1,18). Ya conocemos la Cabeza y el cuerpo: la Cabeza es Cristo, el cuerpo somos nosotros.

Por tanto, cuando escuchamos su voz, debemos oírla como voz de la Cabeza y del cuerpo, puesto que, cuanto sufrió él, en él lo sufrimos también nosotros y lo que sufrimos nosotros, lo sufre también él en nosotros. En efecto, si la Cabeza padece algo, ¿puede decir la mano que ella no sufre? O, si sufre algo la mano, ¿puede decir la cabeza que no sufre ella misma? O si padece algo un pie, ¿puede decir la cabeza que ella no sufre? Cuando un miembro nuestro sufre algo, todos los demás corren para ayudar al que sufre. Por tanto, si cuando sufrió él, sufrimos también nosotros en él, aunque él ya haya subido al cielo y esté sentado a la derecha del Padre, él sufre también cuanto padece su Iglesia en medio de las tribulaciones, pruebas, necesidades y estrecheces de este mundo pues es necesario que sea instruida, para lo cual ha de ser purificada como el oro, por el fuego.

Probamos que nosotros hemos padecido en él con las siguientes palabras del Apóstol: Si habéis muerto con Cristo, ¿por qué todavía juzgáis como si vivierais en el mundo? (Col 2,20). Y también: Nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para anular al cuerpo de pecado (Rom 6,6). Por tanto, si hemos muerto en él, hemos resucitado también en él. En efecto, dijo también el Apóstol: Si habéis resucitado con Cristo, gustad las cosas de arriba, buscad las cosas de arriba, donde está sentado Cristo a la derecha del Padre (Col 3, l). Así, pues, si hemos muerto en él, y en él hemos resucitado; e igualmente si él muere en nosotros y en nosotros resucita, pues él es la unidad entre la Cabeza y el Cuerpo, con razón se considera como voz nuestra su voz y voz suya la nuestra.

Comentario al salmo 62,2