28 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXXIV
DEL TIEMPO ORDINARIO
14-22

 

14. BARAJA DE UN SOLO REY

El hombre es una extraña mezcla de «quiero y no quiero». Reniega de cosas que, luego, busca y anhela. Defiende teorías que, más tarde, rebate con su misma vida. En una palabra, es una constante contradicción.

Así, por ejemplo, en su relación con los demás. En su interior, el hombre dice que no quiere ser ni más ni menos que nadie. Defiende la igualdad de todos. Y, teóricamente, al menos, condena viejas épocas en las que unos llegaban a «reyes absolutos», mientras otros se quedaban en «mendigos absolutos», esto es, en absolutamente nada. Por eso hoy no caen bien las monarquías totalitarias. Y a todos se nos ensancha el pecho diciendo que somos «demócratas».

Pero, vean la contradicción. En un mundo así concebido, resulta que luego no sabemos vivir sin fomentar «reinados», más o menos efímeros, en éste o el otro campo. Ahí están, para empezar, los que «reinan» desde su físico. Se multiplican los concursos de «misses» y «mister», en los que el «sex-appel» y la «musculatura» priman por encima de todo. Ellas y ellos ocupan el trono de las portadas desde la opulencia de su anatomía. Ahí están también, los representantes increíbles de la canción moderna. Son los reyes del histerismo, los decibelios, las luminotecnias y los gritos. Se sientan en tronos de vídeoclips y discos y atontolinan a las multitudes. Ahí están, en fin, los ases del deporte y de los millones. «O rei Pelé», se llamaba antaño. «Su majestad Maradona», debe de llamarse hogaño. Sus fans y devotos les adoran en los estadios. Y, aunque tengan sus increíbles caprichos, todo se les disimula por sus «genialidades». Son ¡los «reyes»!

Sí, amigos, en la baraja de la Humanidad, que presume de igualitaria, existen estos «reyes»: De oros, de copas, de espadas y de bastos. Reinan desde el dinero, el relumbrón, la violencia o las veleidades. Y los ciudadanos de a pie les rendimos vasallaje.

Pero, sépanlo. La liturgia de hoy nos habla de «otro» Rey. No de «oros» ya que, naciendo en una cueva, dijo que «de los pobres es el reino...». No de «copas», ya que la única que bebió fue la de «su propia sangre». No de «espadas», pues afirmó que «el que a espada mata...». Y no de «bastos», porque era tan luminoso, que «el que le seguía, no andaba en tinieblas».

¿Van ustedes perfilando «su reino»? «No es de este mundo». «No tendrá fin». Y, por supuesto, es mayor que el de David y Salomón juntos. Se parece, tal como El lo dijo, a «una red de pescar en la que caben toda clase de peces», a «una viña, a la que el dueño llama a todas las horas del día», y a «un banquete, al que todos son invitados». No se trata de un rey que dice: «Del rey abajo, ninguno», sino, al revés: «Del rey para arriba todos», ya que a todos quiere salvar. Mucho menos es «el rey que rabió». Es, más bien «El Rey que amó». Tanto amó, que «murió de amor». Y ese fue precisamente su legado: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado».

Resumiendo: En la baraja del mundo, con la que se nos invita a jugar, unas veces pintan «oros», otras «copas», otras «espadas». (Hagan ustedes la lectura que quieran de estas expresiones). En la baraja de Jesús, sólo pinta ¡el amor!: «Cualquier cosa que hagáis a uno de estos hermanos...». Por eso, San Juan de la Cruz decía hermosamente: «Al atardecer de la vida seremos juzgados en el amor».

No le den vueltas. Este Rey tiene una corona de espinas. Y las espinas, aceptadas como corona, no tienen más explicación que una. La misma que los clavos. La misma que la cruz: ¡El amor!

ELVIRA-1.Págs. 95 s.


15.

Frase evangélica: «Lo que hicisteis con uno de éstos, mis hermanos, conmigo lo hicisteis»

Tema de predicación: LAS CLAVES DEL JUICIO CRISTIANO

1. En el domingo 34 y último del Tiempo Ordinario se celebra la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, con un matiz distinto de la antigua fiesta de Cristo Rey. En la fiesta actual, renovada por el Concilio, no se afirma de un modo beligerante y monárquico la realeza de Jesús frente a los estados republicanos y laicos (hostilidad con el mundo moderno), sino que se acentúa evangélicamente el señorío de Jesús y se reconoce la autonomía del mundo (servicio a la sociedad). La realeza de Cristo no se visibiliza en la Iglesia por los poderes o el esplendor de ésta, sino por su justicia, su servicio y su caridad.

2. Con el pasaje del juicio final concluye Mateo su quinto discurso escatológico, con la intención de mostrar la revelación del reino de Dios, hasta entonces oculto. Consta de tres escenas: la venida gloriosa del «Hijo del Hombre», el diálogo del «rey» con los de la derecha y los de la izquierda, y la ejecución de la sentencia como maldición o como bendición. El momento del juicio es impreciso (siempre hay juicio), el lugar indica la universalidad del veredicto (los paganos también son juzgados); y, por supuesto, el juicio lo hace Dios. Se trata de poner de relieve lo más nuclear de la enseñanza moral de Jesús: somos juzgados según nuestra conducta amorosa o indiferente para con los más pequeños.

3. El Hijo del hombre o juez escatológico se solidariza con los que tienen necesidad de ayuda. Sus hermanos son «los más humildes». Por eso la norma básica del juicio procede de las necesidades del prójimo; es decir, el hombre es juzgado según su comportamiento con el hermano desvalido. En realidad, las obras de misericordia pertenecen al fondo común ético de la humanidad.

4. Mateo destaca la oposición entre hacer y no hacer, entre la acción y la omisión. La justicia consiste en hacer, en obrar, en producir frutos. En definitiva, la vida a la luz de Cristo consiste en el amor concreto a los pobres y desfavorecidos.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Vemos a Cristo en el hermano desvalido?

¿Por qué motivos reales ayudamos a otros?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 164 s.


16.

DESDE LA FE DECIR FELICIDAD ES DECIR SANTIDAD

En la fiesta de Cristo Rey se nos pone de manifiesto, una vez más, que para el creyente la búsqueda de la felicidad y la de la santidad son una misma cosa. Porque en la parábola del «Juicio Final» se nos dice que no podemos diferenciar la historia de la salvación de cada cual de la historia profana, ya que Jesús, en persona, se identifica con el pobre, el hambriento, el marginado. Ya no hay dos caminos o tareas; uno que lleva al reino de los cielos y otro a un mundo nuevo, a una sociedad más perfecta, más justa y digna para el hombre. Lo temporal y lo eterno, lo terreno y lo celeste, se funden y confunden para el creyente de forma absoluta.

Jesús es la definitiva revelación de Dios, nos muestra el verdadero rostro de Dios y lo hace identificándose con el pobre al decir «... a mí me lo hicisteis». Con esta afirmación nos deja impresa, de una vez y por todas, la faz de Dios en nuestra sociedad.

MARGINADOS/SO: El pobre, la viuda y el huérfano son los vehículos idóneos para el encuentro del cristiano con su Dios; toman así la categoría de sacramento. Son signos sensibles de una realidad invisible y expresión de la experiencia del Dios/con/nosotros, del Enmanuel.

Ahora comprendemos por qué en el Reino los últimos serán los primeros. En la parábola del «Juicio Final» o de «Los ateos» Jesús explica el criterio de salvación, el criterio para distinguir a los buenos de los malos, que es justamente ver qué actitud se ha mantenido con el hermano necesitado. Taxativamente afirma que quien estuvo abierto a los necesitados encontrará el cielo abierto y quien no, se quedará fuera.

No hay amor ni interés por Dios donde no hay amor ni interés por el hombre, por el hermano. El amor fraterno es condición e itinerario en la vida del creyente, es fuente y cumbre de la vida cristiana, pues de él nace y a él conduce la opción por Cristo.

A/DEFINICION: En una reunión de pastoral universitaria oí una definición de amor a un muchacho que me ayudó y clarificó en mi vida de creyente, dijo: El amor es ese estado en el que cuando no tienes el objeto o la persona amada; la echas tanto en falta que nada en este mundo te satisface. Y cuando la tienes todo te sobra, todo queda relativizado.

Éste es el tipo de amor del que habla Jesús: un ansia por fundirte con Dios que aquí se confunde con el hermano necesitado. El amor al prójimo es una clara opción por los pobres y marginados.

El amor al prójimo, para ser universal, tiene que ser preferenCIal; no podemos amar a todos y por igual, hay que amar especialmente al que necesita más cuidados. Y ha de ser integral, que importe al hombre entero: cuerpo y espíritu.

Ese amor, además, es conflictivo ya que no se puede amar al marginado sin luchar contra las causas estructurales o culturales que generan esa marginación.

Cristo es un rey coronado de espinas porque presenta una opción antagónica y subversiva del sistema social fundado en el derecho del más fuerte, o del más rico, o del más poderoso y sabio (a veces el derecho establecido avala a la injusticia). Por lo visto, la otra cara del liberalismo capitalista es el comunitarismo cristiano, como también lo es de los totalitarismos marxistas.

Acabemos: La lectura de este fragmento de evangelio es la narración más clara y dramática de la centralidad e importancia del amor solidario con el pobre. Ese amor solidario es el punto de unión más profundo entre la vida y el mensaje de Jesús. Uno se conocerá a sí mismo y lo reconocerán los otros como cristiano cuando practique ese amor, que es el único camino auténtico de espiritualidad.

Por el mero hecho de existir los pobres nos interpelan y nos arrancan de nuestro individualismo, comodidad, seguridad y tranquilidad.

Al identificarse Jesús, vital e intelectualmente, con el oprimido nos hace imposible cualquier identificación con él que no pase por el pobre, de tal forma que la experiencia de ese compromiso de servicio nos da una visión evangélica del mundo: vemos el mundo con los ojos de Cristo y soñamos con la utopía de una inmensa comunidad de personas que se aman unas a otras como él las amó y que son testigos de su amor en el mundo y del amor del Padre. Una comunidad de comunidades que se ríe de los dioses que las distintas ideologías al uso le van presentando.

La auténtica credibilidad de una vida cristiana está en proporción directa con el amor al pobre. El pobre es meta y camino.

BENJAMIN OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 135-138


17.

La figura del Rey en Israel 

Desde tiempos de Saúl el rey tenía un rol muy distinto a los reyes de los pueblos vecinos a Israel. Debía cuidar al pueblo, en especial a los pobres y desvalidos. Si bien esto muy pocas veces se cumplió en la práctica, al menos esa era la teoría.

Sólo algunos pocos cumplieron en verdad este proyecto. El poder los cegaba y si bien nunca llegaron a los niveles de idolatrarse a sí mismos (como fue el caso del imperio romano o algunos gobiernos actuales), sometieron al pueblo a terribles explotacio nes simplemente para mantener una vida cómoda y abundante. Salomón fue un ejemplo de tal vida. A su muerte, el pueblo volvió a la división tribal de antes de David. Su reinado no pudo contener el descontento popular ni mantener unidas a las dispersas trib us originales. Y la historia evaluó la monarquía como algo negativo. O quizás no la monarquía, como sistema de organización en sí mismo, sino a los reyes. Ellos debían ser responsables de la suerte del pueblo, y sin embargo se “apacentaban a sí mismos”.

La promesa de Ezequiel es dramática. Dios ya no puede aguantar más a los reyes infieles al pueblo. Por eso decide que Él mismo se hará cargo de los pobres y despreciados del pueblo: si los reyes no lo hicieron cumpliendo con su voluntad, Él mismo tomar á el asunto de los pobres.

La parcialidad de Dios-Cristo Rey 

La Biblia ha demostrado que Dios no ejerce un poder neutral. Su opción es cuidar de los pobres y mantener su vida dignamente. El poder humano, sin embargo, no supo cuidar de ellos, no respondió al proyecto liberador que hizo nacer al pueblo en Egipto, y el pueblo no podía vivir en comunidad.

Así, la promesa de Dios que lanza Ezequiel desde el destierro, es interpretada por la primera comunidad como cumplida en Cristo.

Consideran así que Cristo ha venido a establecer el modo de reinar en favor de los pobres. El poder tiene desde aquí características de servicio y de liberación, de dignificación y reconocimiento de la humanidad en sus necesidades básicas (comida, tech o, vestido, libertad, solidaridad).

A tal punto llega este poder-servicio, que Cristo se identifica con los pobres y despreciados, con los inmigrantes y presos, con todos los que han sido marginados por la estrucutra social.

Y esto no es para que usemos este argumento como una escalada de espiritualidad (hacer el bien a los demás para hacérselo a Cristo y así “salvarse”). Porque el servicio, la atención, se la hacemos al pobre, que misteriosamente esconde a Cristo.

Los que están a la derecha del Juez en el pasaje del Evangelio, no sabían que estaban atendiendo a Cristo, Él se presenta como sorprendiendo a los liberadores. Ellos no habían “usado” a los pobres para ir hacia una salvación mercantilista.

La atención a los pobres no es, entonces, un camino para salvarse. Es justamente al revés.

Los que atienden a los pobres se sorprenderán porque han atendido a Cristo, presente en ellos, sin saberlo. En cambio, los que buscaban a Cristo, aún entre los pobres para elegir el modo de salvarse, no se han encontrado con la salvación real, sino con su propio egoísmo.

Porque no se elige a los pobres para un bien personal. Quienes así obran incluso disfrazan el modo de compromiso, eligiendo “un tipo” de pobres: que no molesten, que no huelan mal, que no sean sospechosos de nada ilícito, en definitiva, quieren “ver” s u obra cristiana y creen ver a Cristo en ellos.

Sin embargo, Cristo se hace presente en el misterio del otro, del pobre, y tan misterioso es que no se le descubre evidentemente.

De ahí la sorpresa que tendrán todos los que trabajaron por la liberación. Ellos han luchado contra la opresión y la injusticia. Y como Dios está del lado del oprimido, sin saberlo estuvieron trabajando para el Reino de la libertad y la dignidad.

Y también será grande la sorpresa de tantos “benefactores” de los pobres o tantos cuidadosos de la ortodoxia y la espiritualidad. Ellos no podrán creer lo que ven: verán a muchos revolucionarios, a muchos campesinos y campesinas, a muchos maestros y ma estras, a muchos obreros y obreras, a muchos hombres y mujeres, que irán delante de ellos y que se sentarán en el Trono del Juez a juzgarlos a ellos mismos.

Ese día, cuando llegue, será un día de sorpresa para todos. Porque se rasgará el velo del verdadero templo que ocupó siempre Cristo en este mundo: los pobres y despreciados.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


18.

Nexo entre las lecturas

Jesucristo es el Señor y el Rey del Universo. Este domingo, último del ciclo litúrgico, pone ante nuestra mirada y ofrece a nuestra meditación a Cristo Rey y Señor de la historia y del tiempo. La primera lectura, tomada del profeta Ezequiel, pone de relieve que el Señor en persona busca a sus ovejas, sigue su rastro, las apacienta, venda sus heridas cura las enfermas. El Señor en persona va juzgar entre oveja y oveja (1L). Asimismo el salmo 22 destaca el amor y misericordia del Señor, pastor de nuestras almas y guía en nuestros caminos. En la carta a los corintios, en cambio, san Pablo subraya el poder de Cristo que aniquilará todo principado, todo poder y toda fuerza. Cristo tiene que reinar y todos sus enemigos yacerán a sus pies. El último enemigo será la muerte (2L). Finalmente el evangelio nos presenta la venida definitiva del Hijo del Hombre que viene para separar a unos de otros, como un pastor separa a las ovejas de las cabras. El criterio que seguirá el Señor en este día terrible, será el criterio del amor: porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber... Ellos, los que hayan practicado el amor a Cristo y a sus semejantes irán a la vida eterna; los otros, al castigo eterno (Ev). Sí, "al atardecer nos juzgarán del amor".


Mensaje doctrinal

1. Cristo pastor que busca a sus ovejas. El profeta Ezequías nos ofrece uno de los textos más bellos del Antiguo Testamento. En él se repite hasta tres veces que el "Señor mismo" es quien se preocupa de sus ovejas; las busca si se han perdido, las cura si están heridas, les ofrece pastos abundantes si padecen hambre. Los malos pastores, los hombres, han faltado a su deber, han dejado que se pierdan las ovejas, se han aprovechado de ellas; por eso, el profeta anuncia que será Dios mismo quien cuidará del rebaño. Se subraya, sin duda, el cuidado y el interés de Dios por sus ovejas, pero al mismo tiempo se afirma que Él va a juzgar entre oveja y oveja. Dios es justo y ejerce esta justicia con amor.

El salmo 22 toma nuevamente la imagen del pastor para aplicarla al Señor. ¡Cuánta confianza da al hombre saber que "Dios mismo" es su pastor, que "Dios mismo" lo conduce, repara sus fuerzas, lo guía por un camino recto. Este buen pastor será, al final de la vida, quien juzgará nuestras vidas. Es verdad, Cristo Nuestro Señor, que se encarnó y vino a la tierra como el buen pastor en busca de sus ovejas, desea que todas ellas estén en el redil, desea que todas ellas formen parte de su rebaño. No permite que le sea arrebatada ninguna. Esto es lo que Hans Urs von Balthasar llamaba la "provocación de Jesús", es decir, ese deseo de reunir a todas las ovejas en su propio rebaño. En este sentido la provocación de Jesús es mucho más que una simple llamada o información. Provocar es motivar, es invitar, es mover a la acción, es recoger y separar. El pastor, al final del texto de Ezequías, separa oveja de oveja. Se trata pues de una llamada urgente para decidirse a favor o en contra de Jesús. No hay lugar para términos medios. Quien no está con Jesús estará contra él. Muchos, lamentablemente, se hacen sordos ante los requerimientos del amor divino; muchos no desean participar de la "copa de la salvación", ni formar parte del rebaño de Cristo. Nos corresponde, como embajadores del único Pastor, anunciar sin cansancio el amor de Dios. Nos corresponde mostrar a los hombres la belleza y la profundidad del amor de Dios para llamarlos a todos a este rebaño y ayudarles a encontrar la felicidad eterna.


2. Cristo rey que vence a sus enemigos. Cuanto más claramente el Reino de Cristo se ofrece como "luz del mundo", como sobre el monte", "como levadura de la masa", tanto más aparece la fuerza del enemigo de Dios que desea contrastar el bien y el amor. Así, en la carta a los Corintios, Pablo habla de todos los principados y potestades que se oponen al Reinado de Dios. Todos los enemigos deben quedar bajo el estrado de sus pies, porque al final de lo tiempos se debe realizar toda justicia. Al final, el mal será definitivamente derrotado por el bien y por el amor; pero recordemos que el triunfo del Reino de Cristo no tendrá lugar sin un último asalto de las fuerzas del mal. El enemigo de Dios, el diablo, sufrirá la última derrota de frente a Cristo resucitado, Señor de vivos y de muertos. ¡Cómo deberían incidir en nuestras vidas verdades tan fundamentales y decisivas! Cristo tiene que reinar. Cristo reinará y vencerá el último enemigo, la muerte. El mysterium iniquitatis será definitivamente vencido por el mysterium trinitatis.


3. Cristo juez que juzga a los hombres. Este Cristo que vendrá al final de los tiempos nos juzgará acerca del amor. El catecismo de la Iglesia Católica en el no. 678 dice:

Siguiendo a los profetas (cf. Dn 7, 10; Joel 3, 4; Ml 3,19) y a Juan Bautista (cf. Mt 3, 7?12), Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno (cf. Mc 12, 38?40) y el secreto de los corazones (cf. Lc 12, 1?3; Jn 3, 20?21; Rm 2, 16; 1 Co 4, 5). Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios (cf Mt 11, 20?24; 12, 41?42). La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino (cf. Mt 5, 22; 7, 1?5). Jesús dirá en el último día: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40)".

Conviene, pues, prepararnos apropiadamente practicando el bien y el amor. Un día se pondrá a la luz el secreto de los corazones. Trabajemos hoy para que nuestro corazón esté lleno de Dios y de su amor.


Sugerencias pastorales

1. La práctica de la caridad activa.
Puesto que la caridad será el tema del juicio, debemos hacer todo lo que está en nuestras manos para poner por obra la enseñanza de la parábola de Jesús. Es decir, atendamos hoy al hambriento, demos de beber al sediento, vistamos al desnudo, visitemos al enfermo y prisionero... en una palabra, practiquemos el mandamiento del amor. En verdad, es necesario hacer un serio examen de conciencia y preguntarse: ¿Responde mi vida al mandato de Cristo de amar a mis hermanos? ¿Realmente me interesa el bien espiritual y material de mis hermanos los hombres? ¿Me preocupo por hacer algo en favor de los demás? Se trata, pues, de despertar el sentido de responsabilidad ante las necesidades ajenas. El pecado grave que podríamos cometer sería el pecado de omisión: hubiésemos podido dar de comer al que tenía hambre y no lo hicimos; hubiésemos podido dar de beber al sediento y no lo hicimos. Nuestra vida se construyó con una serie innumerable de pequeñas omisiones. En nuestro corazón ha muerto el amor y al atardecer me juzgarán precisamente del amor.

2. Vencer al mal con el bien. El mal aparece en el horizonte de nuestra vida. Vemos que en las relaciones internacionales, en la vida de los pueblos, en la vida familiar y en nuestro propio corazón, se insinúa y se presenta el mal. Ante esta dramática situación hay que responder con el bien. Ante la murmuración hemos de responder con la benedicencia; ante la calumnia y la injuria con el perdón; ante la violencia y la injusticia, con la caridad, el perdón y la justicia. No se puede combatir el mal con el mal, pues sería una contradicción. Al mal lo tenemos que combatir con el bien, con el amor. Ése es el camino que Cristo nos dejó. Así respondió Cristo ante sus perseguidores. Cuando el mal parecía envolverlo por todas partes, su amor y dignidad, su obediencia filial al Padre, su amor a los hombres venció sobre las potencias del mal y de la muerte.

P. Octavio Ortiz


19. COMENTARIO 1

EXAMEN DE AMOR
Hay párrafos del Evangelio que adquieren hoy una gran actualidad. Son una verdadera canción de denuncia para nuestro insolidario mundo, invitación a un cambio que todavía es posible, si ponemos mano a la obra. Uno de éstos versa sobre el juicio de las naciones y trata de remediar la situación caótica de una humanidad formada por clases enfrentadas.

"Cuando este Hombre venga con su esplendor, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono real y reunirá ante él a todas las naciones" (se refiere a los paganos, a los que no pertenecen al pueblo de Israel y, por tanto, no han conocido la voluntad de Dios expresada en la Ley y los profetas).

Como juez, Jesús separará a unos de otros, distinguiendo los buenos de los malos. Como pastor sabrá discernir entre ovejas y cabras, colocando a cada una en su lugar correspondiente: las ovejas, a la derecha; las cabras, a la izquierda.

"Ovejas y cabras". La distinción entre éstas puede que se deba a su color, blanco o negro, colores cargados de simbolismo antagónico en todas las culturas. La oveja, por lo demás, es un modelo depurado de virtud para los antiguos: afectuosa, no agresiva, relativamente indefensa, sumisa, tiene constante necesidad de cuidado. La relación entre pastor y oveja aparece en el Antiguo Testamento como modelo de relación entre Dios y el pueblo. La cabra, por el contrario, es hosca, desconfiada, brusca, agresiva, desobediente..

"Derecha e izquierda" son dos conceptos desprovistos de sentido político para el mundo bíblico. La derecha indica el lado favorable de la vida, siendo la izquierda lugar de desdichas. Con la derecha se indica el lado más noble del cuerpo. Con la mano derecha se saluda, se bendice o se jura; con la izquierda se mata a traición (2 Sam 20,9-10). Sentarse a la derecha del rey, equivale a ser primer ministro. Jesús está sentado a la derecha de Dios; los buenos, a su derecha. (El concepto de derecha e izquierda, aplicado a la política, fue, en sus inicios, espacial. La derecha política designaba el grupo de asambleístas situado a la derecha del presidente, y constituido por los miembros de los partidos más conservadores, contrarios a las reformas revolucionarias y preocupados, sobre todo, del mantenimiento del orden. La izquierda era el polo contrario).

Pues bien, Jesús distingue dos grupos entre los paganos que durante su vida no han tenido ocasión de conocer la palabra de Dios, manifestada en la Biblia. De estos, en el último día, unos heredarán el reino de Dios, otros irán al castigo eterno. Curiosamente la razón de uno u otro destino es la relación mantenida con el prójimo, con quien Jesús se identifica: "Señor, le dirán los de la izquierda, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o extranjero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?" Y él les contestará: "Os lo aseguro: Cada vez que dejásteis de hacerlo con uno de esos más humildes, dejásteis de hacerlo conmigo".

Se enumeran aquí necesidades que el prójimo sufre y que pertenecen a la vida real: tener hambre o sed, ser extranjero sin derechos, estar desnudo, enfermo o encarcelado, situaciones todas que hacen inhumana la vida. Jesús pastor- se identifica con cada uno de estos pacientes. Quien actúa favorablemente con ellos, lo hace con él.

En una palabra, el premio o castigo eternos no dependen de cumplir o no un código de leyes, estar afiliado o no a una religión, saber de teología o Iglesia; depende más bien del amor que se practique hacia cada uno de estos seres que sufren en la encrucijada de la vida. Quien ama, está salvado, aunque no confiese expresamente a Jesús ni lo haga por él.

Y es que, al final, será el amor quien decida nuestra suerte definitiva.


20. COMENTARIO 2

EL JUICIO DE LAS NACIONES
El que se ha conocido siempre como "el juicio universal" no nos afectará a los cristianos, pues es, precisamente, el juicio de los no cristianos, "el juicio de las naciones". Pero el texto del evangelio en el que se nos habla de ese juicio está juzgando, ya ahora, si nuestro comportamiento es fiel a la Buena Noticia de Jesús.

EL JUICIO DE LAS NACIONES
El evangelio de este domingo se ha conocido siempre como "El juicio universal", y casi todos los comentaristas consideran que se trata de un trance por el que hemos de pasar todos los seres humanos. Sin embargo, esta interpretación no se ajusta con exactitud a lo que dice el evangelio.
Los párrafos inmediatamente anteriores del evangelio de Mateo han estado dedicados a explicar a los seguidores de Jesús cómo será el encuentro definitivo de ellos con Jesús y con el Padre, cómo deben prepararse para el mismo y cuáles son las condiciones pata que sea un encuentro feliz (parábola de las muchachas sensatas y necias y parábola de los millones).
En el evangelio de hoy, por su parte, de lo que se habla es del encuentro con Jesús de quienes no lo han conocido antes, de todos aquellos que, por las razones que fueren, nunca se habían encontrado con él. Mateo se refiere a ellos según el modo de hablar de los judíos de entonces: "todas las naciones" son los hombres y mujeres de las naciones paganas, los que proceden de los pueblos que no son el pueblo de Dios. Por eso, en lugar de "el juicio universal" debemos llamar a este relato "el juicio de las naciones".

¿CON EL HOMBRE O CONTRA EL HOMBRE?
¿Qué sucederá en ese encuentro? Si, como veíamos el domingo pasado, Jesús va a preguntar a sus seguidores cuál ha sido el fruto que han producido, ¿ qué les preguntará a quienes no sabían qué fruto era el que debían producir?
La respuesta que da el evangelio a esta cuestión es la siguiente: Jesús preguntará a los que no lo conocen que cómo han tratado a sus hermanos. Los aceptará o rechazará según los hayan tratado bien o mal, según se hayan preocupado o no de aliviar sus sufrimientos. Y como un pastor separa las ovejas de las cabras, así separará Jesús a los que hayan mostrado solidaridad con sus hermanos de los que hayan sido insolidarios con ellos: "Venid, benditos de mi Padre... Porque tuve hambre y me disteis de comer... Cada vez que lo hicisteis con uno de estos hermanos míos tan pequeños, lo hicisteis conmigo... Apartaos de mí... Porque tuve hambre y no me disteis de comer... Os lo aseguro: Cada vez que dejasteis de hacerlo con uno de éstos tan pequeños, dejasteis de hacerlo conmigo".
Pero ¿quiénes son esos hermanos de Jesús?

LOS MAS PEQUEÑOS
Los hermanos de Jesús son sus seguidores, los que, después de él y siguiendo sus pasos, se juegan día a día la vida para hacer posible que este mundo se convierta en un mundo de hermanos. Los hermanos de Jesús son también todos los que sufren, de manera especial los que soportan las consecuencias de un mundo injusto.
Jesús sabe que los que se pongan de su parte en su enfrentamiento con los poderes de este mundo soportarán las consecuencias de ese conflicto: van a sufrir hambre y desnudez, serán perseguidos, encarcelados, enfermarán... Ante esas situaciones, los hombres tendrán que tomar una actitud, en favor o en contra -ante un proceso de liberación la neutralidad es imposible-; y Jesús preguntará a los que se vayan encontrando con él que de qué parte estuvieron: si con los partidarios o con los enemigos del Hombre.
Lo que Jesús va a preguntar a los que no lo conocen es, por tanto, cuál ha sido su actitud ante el proyecto de liberación del hombre, cuya realización habrán promovido los suyos; Jesús preguntará a cualquier hombre que llegue hasta él cuál ha sido su comportamiento ante el sufrimiento del ser humano. Y no les podrá servir de disculpa el decir que no conocían el proyecto de Jesús, o que no sabían que lo que hacían los seguidores de Jesús era la voluntad de Dios; ni siquiera les valdrá decir que no habían tenido la oportunidad de conocer a Dios. No servirán esas disculpas. Ni tendrían sentido: porque lo que Jesús preguntará a los hombres no será si se han puesto de la parte de Dios, sino si han estado del lado del hombre.

¿Y A NOSOTROS, QUE?
Porque -y esto nos concierne a los que nos llamamos cristianos- en la actividad de los seguidores de Jesús se debe poder precisar con claridad que el de Jesús y, por tanto, el nuestro es un proyecto liberador de los hombres y de los pueblos, de todos los hombres y de cada hombre en particular; un proyecto que, si es acogido y realizado, logrará que los pobres, los sometidos, los que lloran... alcancen la felicidad en un mundo del que irá desapareciendo la pobreza, la opresión, la injusticia, el hambre, la esclavitud, el sufrimiento...
Pero ¿y silos que nos llamamos cristianos no somos coherentes con el proyecto de Jesús? ¿Y si nuestra actividad no es liberadora? ¿Y silos que aparecemos ante el mundo como los seguidores de Jesús no estamos de la parte de los pobres y oprimidos, sino que somos cómplices o aliados de los ricos, de los poderosos, de los opresores, y nos mostramos insensibles ante el sufrimiento de los hombres que padecen hambre y sed, falta de vestido o de techo, enfermedad o cárcel...?
Así es como el juicio de las naciones ya nos está juzgando a nosotros.


21. COMENTARIO 3

Esta grandiosa escena es complementaria de la "venida" descrita en 24,30s. Allí se había presentado la venida del Hombre en el aspecto de salvación para los suyos; aquí, Mt afronta el problema de la suerte de los paganos. "Todas las tribus de la tierra" (24,30) corresponden a "todas las naciones" (25,32). En ambos casos es "el Hombre" el que llega, con gloria, y acompañado de sus ángeles o mensajeros. Se trata dé la época histórica después de la destrucción de Jerusalén, como se ha visto en 24,29. Por eso no es el juicio de los judíos, ya encomendado al Israel mesiánico en 19,28, sino únicamente de los paganos. La denominación "el rey" (34) corresponde a la época del reinado del Hombre (cf. 13,41), el rey de la historia, que se inaugura con la destrucción de Jerusalén (cf. 16,28) y dura hasta el fin de esta edad.
La suerte de los paganos depende de cuál haya sido su actitud ante "el Hombre"; si han estado de su parte, tendrán vida eterna (34-36), que equivale a la posesión del reino. La mención del Padre (34: "Benditos de mi Padre") indica que heredan el reino del Padre, la etapa poshistórica del reinado de Dios.
Ante la pregunta asombrada de los beneficiados (37-39), el Hombre-rey se identifica con "uno (cualquiera) de estos hermanos míos tan pequeños/mínimos" (40). Los hermanos de Jesús son los que cumplen el designio del Padre (12,50), es decir, sus seguidores; éstos, que perpetúan la figura de Jesús en la historia, son los que deben representar los valores del Hombre, cuyo destino y vocación comparten.
Se trata aquí, en primer lugar, de la gran reivindicación de los discípulos perseguidos por la sociedad (cf. 16,27); en segundo lugar, dado que los discípulos perpetúan en el mundo los valores del Hombre, y toda su labor es el servicio al hombre (cf. 5,7.9), el principio enunciado por Jesús significa más en general que el criterio para obtener el reino definitivo, que equivale a la vida eterna, es la actitud de ayuda al hombre y de solidaridad con los que necesitan ayuda. Es el mismo que había expresado al joven rico con ocasión de su pregunta (19,16-19).
Como aparece por el v. 42, en aquel tiempo no se pensaba que "el diablo" estuviese en el fuego eterno, sino que éste estaba preparado para él. "El diablo", la figura que bajo diversos nombres ha ido apareciendo en el evangelio ("Diablo, Satanás, el Malo"), es siempre el símbolo del poder opresor.
"Sus ángeles/mensajeros" son sus agentes. La supresión de todo poder opresor será la obra del Hombre en la historia (cf. 24,29-31). La frase final (46) puede estar inspirada en Dn 12,2, donde se describe la suerte final con una oposición semejante. Sin embargo, en todo este episodio Mt omite la mención de la resurrección, como corresponde a un juicio sucesivo en la historia y no a la descripción de una escena final. La vida eterna es vida definitiva; su contrario es castigo definitivo. El adjetivo gr. aionios no denota en primer plano la duración, sino la calidad. El castigo definitivo es la muerte para siempre.


22. COMENTARIO 4

A partir de la imagen del pastor, podemos encontrar el hilo conductor de las lecturas del presente domingo. Dicha imagen que ocupa la mayor parte del salmo interleccional suscita sentimientos de confianza en el orante, derivados de la cercanía de Dios respecto a sus fieles. Su protección en la marcha nos abre al momento terminal de toda historia humana. Esta se dirige hacia un momento de revelación plena de la soberanía de Dios que supondrá el triunfo de los creyentes sobre la muerte, como señala la segunda lectura.
Esta amorosa conducción de Dios sobre los seres humanos, semejante a la relación del pastor con sus ovejas, incluye un discernimiento sobre los actos humanos. Por ello, Ezequiel después de haber descrito detalladamente el cuidado de las "ovejas perdidas, descarriadas, heridas, enfermas"… amenaza a corderos y machos cabríos (v. 17). En esta perspectiva, el juicio final es la culminación de la preocupación misericordiosa de Dios sobre todo ser humano que padece.
Esta identificación de Dios con la miseria humana se pone de manifiesto en la gran descripción del juicio final que pone Mateo en boca de Jesús. Podemos articular este pasaje en cuatro momentos: una introducción-presentación (vv. 31-33), la sentencia que toca a los justos y su motivación (vv. 34-40) seguida de la que concierne a los impíos (vv. 41-45) y una breve conclusión que resume la suerte de unos y otros (v. 46).
En la introducción-presentación se presenta el momento de la venida gloriosa del Hijo que involucra a toda existencia: "se reunirán ante él todos los pueblos" (v. 32). Aunque todos se reúnen ante él, el acontecimiento no afecta a cada uno de la misma manera. La venida es ocasión del ejercicio de la función de discernimiento del pastor que separa "las ovejas de las cabras" y coloca a cada una de estas categorías en diversa relación respecto al pastor: "las ovejas a su derecha y...las cabras a su izquierda" (v. 33).
Para describir ambas relaciones se utilizan términos tomados del espacio geográfico respecto a la posición ocupada por el rey, la constatación de desgracia o felicidad y los compañeros del futuro. A unos dirá "vengan", los proclamará "benditos" y se les asignará participación en el Reino de Dios (v. 34). A los otros, por el contrario, dirá "apártense", los llamará "malditos" y ordenará marchar "al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (v. 41).
Sin embargo, como se ve en el diálogo que sigue a continuación, existe un elemento común entre las dos categorías. Ninguna ha reconocido la presencia del rey y, sin embargo, cada una de las personas implicadas ha estado asumiendo una posición frente a esa presencia. La sorpresa de unos y otros recibe una explicación adecuada por las solemnes palabras finales que a unos y otros dirige el soberano: "Cada vez que lo hicieron (o dejaron de hacerlo) con uno de estos hermanos míos tan pequeños, lo hicieron (o dejaron de hacerlo) conmigo" (vv. 40.45).
Se pone de manifiesto al final de los tiempos, la identificación ya existente entre el rey, y cada uno de los pequeños, íntimamente asociados con aquel ya que puede ser calificados de "hermanos míos".
La extensión del término pequeño ha sido objeto de discusión. Se puede pensar que se trata de los discípulos de Jesús, de los miembros de la comunidad cristiana como en los textos precedentes del discurso eclesiástico (Mt 18). Sin embargo, el ámbito de la escena y los trazos de estos pequeños no admiten restricción. Los que se presentan son "todos los pueblos" (v. 32) y, según las palabras del rey, todo sujeto que experimenta un determinado tipo de carencia se identifica, en cuanto tal, con el detentor del poder real.
Este grandioso panorama significa un ir más allá de toda tendencia universalista existente en el Antiguo Testamento. En las amplias visiones del postexilio, los extranjeros se incorporarán a la realidad salvífica de Israel como punto culminante del universalismo. Aquí, por el contrario, la comunidad salvífica para encontrar a su Señor debe peregrinar al lugar de los carenciados, cualquiera sea su origen, para encontrar la propia salvación.
Esta nueva perspectiva supera todo lo imaginable ya que el Rey escatológico sólo podrá ser encontrado en la amorosa atención a cada uno de los seres humanos que no tienen acceso a las condiciones mínimas para una vida digna. La postura asumida frente a ellos está revelando la postura íntima que cada uno ha adoptado frente al Señor del mundo y de la historia.
Se entiende desde allí la conclusión resumida de toda la escena ofrecida por el v.46: El camino recorrido en relación con los pequeños ha llegado a su conclusión "definitiva". A unos y otros se adjudica ese término pero modificando distintas realidades. Castigo para los que no acudieron a las necesidades de los pequeños, vida para los justos.
De esta forma llega a uno de sus puntos culminantes el significado de la "justicia del Reino". Ésta sólo puede ser definida como una práctica respecto a los más pequeños, auténticos "vicarios de Cristo" en medio del devenir histórico.

Problemática pastoral concreta de la festividad de Cristo Rey
Vamos a comenzar removiendo obstáculos. Hay alguna problemática en torno a los posibles significados de esta fiesta. Veamos algunos:

a) El origen de esta fiesta y su contexto original. Esta fiesta fue establecida en un contexto anterior al Vaticano II y con un espíritu muy cercano al de cristiandad. Al confesar a Cristo como Rey universal se quería con ello vehicular el deseo de que también la Iglesia fuese testigo y participante ya aquí en la tierra de esa realeza: una Iglesia respetada, fuerte y organizada, que si bien no podía ya revestirse de poder político temporal, al menos participe de él por una relación estrecha y armoniosa con los poderes sociales. Durante mucho tiempo, el título de "Cristo Rey", el "reinado social del Corazón de Jesús"... incluían esos aspectos de autoencumbramiento de la Iglesia, olvidando que la práctica de Jesús de Nazaret fue muy distinta.

b) El concepto de Reino-monárquico. El Reino no es hoy día la forma más frecuente de organización sociopolítica. La mayor parte de los países son repúblicas, de diferentes rostros, y los reinos que persisten no lo son -en su mayor parte- en su forma clásica, sino en adaptaciones a la mentalidad actual (por ejemplo las monarquías "parlamentarias") que en el fondo niegan al superarla, la esencia misma de lo que es un "reino".
Aun siendo conscientes de la limitación inevitable que todo lenguaje teológico tiene por su misma naturaleza analógica, figurada, simbólica, apofática... cada vez más se viene insistiendo en que la palabra "reino" no sería la más adecuada en esta altura de la historia en la que ya no expresa una forma de organización sociopolítica deseable para los humanos. Cada vez se evidencia más la dificultad de hablar de Dios (y de Cristo) como "rey", y de su proyecto escatológico como un "reino". Pablo Suess viene proponiendo la expresión "democracia participativa del RD" para corregir la evocación que el término clásico conlleva.

c) Connotación de género en la palabra "Reino".
Es útil saber que en el ámbito de la teología feminista angloparlante se contesta también la expresión (God's Kingdom) a causa de su machismo larvado. En castellano no existe el problema, pero el saber que existe en otras lenguas invita a prevenirlo en su uso consciente.

Los grandes temas de la fiesta de hoy y de la semana
Hay varios grandes temas que podrían servir para orientar la reflexión de la homilía o la reflexión del círculo bíblico o la comunidad cristiana en torno a los textos de este domingo. Habrá que elegir entre ellos:
a) el Reino de Dios, como contenido del mensaje de Jesús. Más que proclamarse como Rey, Jesús se puso indiscutiblemente al servicio del Reino, de forma que éste es el centro de su predicación y de su vida. Importa pues hacer honor a esta identidad verdadera de Jesús.
b) la relación entre cristocentrismo y reinocentrismo. Una cierta interpretación de esta fiesta -muy común por lo demás en el cristianismo en general- propicia un cristocentrismo exagerado, absoluto, que no hace justicia a la verdad de la revelación. Importa pues pastoralmente discernir la correcta jerarquía de valores, que hoy más y más da en llamarse "reinocentrismo".
c) el mesianismo de Jesús. La aclamación o la espera de Jesús como Rey se da en el contexto del mesianismo: se esperaba un liberador. Hoy la postración es tal que ni siquiera se espera nada, pudiendo hacer de la aclamación de Jesús como Rey algo bien alejado de lo que el mesías supuso realmente para los que lo esperaron.
d) la dimensión escatológica: el final de los tiempos, nuestro ineludible caminar en la historia, el "juicio final". El final del año litúrgico nos hace tematizar en nuestra reflexión el final mismo de la historia, y el final también de nuestras vidas personales.

Para la revisión de vida:
El Reino de Dios fue el "leit motiv" de la vida de Jesús, el centro de su predicación, el motivo de sus milagros, la razón de ser de su fidelidad hasta la muerte, la corona de su resurrección. ¿Qué es para mí el Reino de Dios? ¿Está también en el centro de mi vida? ¿Es mi "Causa", como fue la de Jesús?

Para la reunión de grupo:
- Basándose en este texto del evangelio, se dice en la teología latinoamericana que, al fin y al cabo, los pobres (el amor efectivo hacia ellos, la opción por su causa) son el "único sacramento universal e imprescindible para la salvación". Comentar la frase.
- La llamada "parábola del juicio final" nos cuenta claramente cuál es el criterio con el que se nos va a examinar: "tuve hambre y me diste de comer..." ¿Me doy cuenta de que Dios no nos está pidiendo que hagamos nada "religioso", sino, sencilla y llanamente, que nos preocupemos del prójimo y lo ayudems en todo lo que podamos?
-Contemplemos una imagen tradicional de "Cristo Rey": corona, cetro, trono, ropaje… Hagamos un análisis simbólico de la imagen: ¿Qué evoca cada uno de estos elementos simbólicos en la mente o en la piedad de un cristiano/a sencillo/a? Hagamos a continuación un análisis teológico de lo expresado en la pregunta anterior. ¿Cómo calificar esas evocaciones? ¿Cuáles son evangélicas y cuáles antievangélicas? ¿En qué y por qué?
-¿Qué podemos sugerir al sacerdote para la homilía de esta fiesta?
- En la serie radiofónica "Un tal Jesús", de SERPAL, de la que son autores los hermanos José Ignacio y María López Vigil, uno de los episodios (el número 100) versa sobre el evangelio de este día (Mt 25, 31ss), y puede ser utilizado con provecho para reuniones de trabajo en el grupo o la comunidad. El libro que recoge los guiones de esta serie contiene, además del guión de la grabación, un comentario bíblico-teológico muy sugerente.

Para la oración de los fieles:
Por la Iglesia de Jesús, para que siga siempre los pasos de aquél no vino a ser servido sino a servir, roguemos al Señor…
-Por todos los que ejercen poder y autoridad en este mundo, para que, como quería Jesús, acepten el poder como la herramienta que permite un servicio más universal y más eficaz, roguemos al Señor…
-Por las religiones que -como en otro tiempo el catolicismo- todavía hoy pretenden estados confesionales, santas cruzadas o repúblicas religiosas, en las que una religión impone a la sociedad la "realeza" de un Dios intolerante y uniformizador: para que comprendan que Dios es amor y pluralidad, y que está contra toda manipulación de su nombre, roguemos al Señor…
-Para que Jesús, el que "pasó haciendo el bien" y "se humilló pasando por uno de tantos" sea nuestro modelo, nuestro guía y -en ese sentido, sí- nuestro rey y nuestra fuerza en la "militancia" por el Reino de Dios, roguemos al Señor…
-Para que los cristianos, y especialmente los teólogos, entremos cada vez más en el nuevo paradigma del diálogo de las religiones, para que siempre sospechemos desconfiadamente de todo planteamiento cristocéntrico que venga a reducirse de hecho en un planteamiento eclesiocéntrico, roguemos al Señor…

Oración comunitaria:
Oh Dios que quisiste fundar todas las cosas en tu amor universal a todos los Pueblos, y en tu comunicación multiforme e inefable con todos ellos. Haz que toda la Creación y la Humanidad, unidas por el Cuidado mutuo y el Diálogo, logre la plenitud del Amor hacia el que siempre le has estado atrayendo. Tú que vives y estás presente en todos los pueblos y religiones desde siempre y para siempre. Amén.

Dios, Padre nuestro, que quieres que en nuestra vida nos veamos libres de toda esclavitud y que luchemos para liberar a los oprimidos, haciendo así presente tu Reino entre nosotros, te pedimos que guíes nuestros pasos para que construyamos un mundo en el que todos vivamos como hermanos, como auténticos hijos tuyos, en paz, en justicia y en libertad. Por Jesucristo.

Dios nuestro y de todos los Pueblos, Tú que, de un modo u otro, esperas a la Humanidad revestido de todos los nombres, por los caminos de todas las religiones; haznos comprender que Tú no quieres encomendarnos una evangelización que someta a los pueblos, ni que arranque culturas y religiosidades, sino un diálogo que promueva el Amor y la Justicia, la Verdad generosa y la Vida para todos y todas. Tú que vives y estás presente en todos los pueblos y religiones desde siempre y para siempre. Amén.

1. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.

3. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).