SUGERENCIAS

 

1. TIEMPO-CICLICO-LINEAL.

Para el griego, el tiempo tiene un carácter cíclico: parece que los siglos y los años giran en círculo, trayendo de nuevo indefectiblemente los mismos sucesos. Por lo que no hay que esperarse nada sustancialmente nuevo.

El hombre de la Biblia, por el contrario, considera la historia como una trayectoria horizontal, el tiempo tiene un desarrollo lineal, la historia camina, progresa, bajo la guía de Dios, hacia un término bien definido. Por lo que no se repite jamás de la misma manera, sino que está abierta a la novedad, a lo inesperado, a la esperanza.

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO C
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1985.Pág. 204


2.SERVICIO/ALEGRIA:

"Concédenos vivir siempre alegres en tu servicio" (colecta). Hagamos nuestra esta bella oración. No sólo avanzamos hacia "el gozo pleno y verdadero", sino que ya empezamos a experimentarlo en la vida de cada día si de verdad encontramos en ella al autor de todo y le servimos con "alegría", incluso en las circunstancias más descarnadas.


3.

Las lecturas que hoy escucharemos son una enérgica llamada a no vivir adormecidos. Dios nos ama, pero también nos exige fidelidad a su amor hasta las últimas consecuencias. Y debemos ser conscientes de que esta fidelidad puede acarrearnos problemas e incluso persecuciones.

Ahora, al empezar esta Eucaristía, pidamos perdón a Dios por todas aquellas ocasiones en las que hemos preferido la vida tranquila al cumplimiento de su voluntad.


4.TEMPLO-JUDIO:SEGURIDAD/RIESGO:

Quizá no podamos ni imaginar la impresión que, entre los que seguían a Jesús, produjeron las palabras del Maestro cuando anunció la destrucción del Templo de Jerusalén.

Para un judío, el Templo era el compendio de su fe, quizá la razón más clara de su existencia como pueblo, la materialización de la alianza entre ese pueblo y el Dios que lo había elegido, entre todos los pueblos, para ser el depositario de su voluntad. El Templo de Jerusalén era para un judío la seguridad. Mientras el Templo estuviera allí, el judío sabría cómo tenía que vivir.

Si el Templo faltaba, ¿cómo y por dónde caminaría hacia Dios? El sentimiento de seguridad es uno de los más estimados por el hombre. Y concretamente en sus relaciones con Dios. Queremos, en todo momento, saber cómo y por dónde llegaremos hasta Dios. Por eso nos encanta una religión formalista que diga puntualmente cuánto tenemos que dar y cuánto tenemos que rezar, por ejemplo, para conseguir lo que los cristianos llamamos la vida eterna, es decir, ese final feliz que durará para siempre. No nos gusta, sin embargo, la inseguridad y el riesgo. Nos parece insensato que la relación con Dios sea una aventura personal, renovada diariamente, en la que se compromete, no unas oraciones, e incluso unos dineros, sino una actitud vital asumida con plena responsabilidad y que nos ocupa por entero.

Por eso, también, cuando a nuestro alrededor se destruye, por ejemplo, el "templo" de un cristianismo sociológico, tantos cristianos se quedan perplejos y con la sensación angustiosa de que todo se está derrumbando. Porque, ¡es tan fácil que la propia sociedad acompañe y proteja -incluso por vía de código o manu militari, si fuere preciso- lo que nosotros creemos y deseamos hacer! Y no es así. Si desaparece un cristianismo sociológico, si desaparece la feliz seguridad de ese templo en el que con tanto interés nos hemos apoyado en épocas pasadas, es sólo para quedarnos personalmente relacionados con Dios y ser capaces de asumir, sin respaldos, el compromiso vital de nuestra fe.

Y entonces, cuando es posible -por ejemplo- divorciarse, el cristiano puede mostrar al mundo, aquí y ahora, el espectáculo maravilloso de un amor lleno de abnegación, de ternura y de entrega, que aspira con plena consciencia a la fidelidad y a la permanencia hasta la muerte, porque es un amor que tiene su base en un Dios que le ha prometido su ayuda si es capaz de vivir de acuerdo con la esencia de la religión que profesa. Y por eso, el cristiano no tiene necesidad de imponer su creencia a quienes no participan en ella ni sentirse inquieto porque, a su alrededor, otros vivan su amor de manera distinta.

Y por eso, también cuando las costumbres sean tales que resulte natural el derecho a disfrutar del propio cuerpo como y donde le plazca a cada uno, eliminando las consecuencias lógicas de una relación que ha perdido su dimensión humana, el cristiano podrá decir al mundo que estima, por encima de todo, la vida desde su principio.

Y cuando sea ya un axioma que "cada uno resuelva sus propios problemas" y convirtamos el mundo en una selva en donde sólo gane el fuerte, con desprecio olímpico de los débiles en todos los aspectos, el cristiano podrá gritarle al mundo, sin paredes sólidas que lo apoyen, que un axioma de su religión es que ha nacido para servir y no para ser servido. Pero podrá gritarlo si lo practica, no si -en este aspecto en el que suele ser menos puritano que en otros- sigue cómodamente la senda general y pisa a su alrededor sin importarle quién cae en la refriega.

Estamos terminando el año litúrgico. Buen momento el final de cualquier época para hacer balance más o menos rápido de lo pasado, para anotar los fallos y para intensificar los éxitos, que también los habrá. Quizá en este domingo podríamos pensar seriamente con cuánta inquietud vemos desaparecer los "templos" que en otras épocas nos protegían y si no estará esta inquietud fundamentada en una falta de vitalidad cristiana que no considera seriamente la promesa de Cristo: cuando sufráis o no os entiendan, Yo estaré con vosotros. Quizá si algún hombre no debiera agobiarse por nada, nunca, debería ser el cristiano. Vivimos, sin embargo, en una época de cristianos agobiados y agoreros. A mi juicio, mal síntoma, porque para el cristiano siempre es posible la esperanza.

DABAR 1980/58


5. VIGILANCIA

Las frases del evangelista Lucas, cuando habla de alzarse pueblo contra pueblo, de grandes terremotos, de epidemias y hambre, parece que podrían estar entresacadas de cualquier crónica sobre acontencimientos de nuestro tiempo... Parece que las palabras sagradas de los antiguos, entre ellas las de Jesús, se realizan una y otra vez a lo largo de las épocas de la historia: dificultades de millones de personas simplemente para existir. ¿Qué actitud toman los hombres ante lo que ocurre? A primera vista, por lo menos, dos parecen ser las posturas que suelen adoptarse; también entre cristianos.

De un lado, la mayoría de las personas suele resignarse con la consideración de que nada puede hacer y con la fácil justificación de que uno no debe meterse en camisas de once varas; además, cada cual tiene suficiente quehacer solucionando los propios problemas personales, familiares, económicos, sanitarios y otros.

Otro grupo de personas, quizá menor, y dentro de él muchos jóvenes, suele manifestarse profundamente impresionado por los problemas universales como la carrera de armamentos, la destrucción del medio ambiente o el permanente conflicto entre Norte y Sur...

Entre los primeros, hay muchos que ya no quieren oír nada de todo eso; entre los segundos, los hay que desearían constreñir la angustia y la amenaza a los círculos de unos pocos que consideran culpables del actual estado de cosas.

¿Dónde está la adecuada actitud? ¿Qué deberá hacer un cristiano? ¿Cómo salir del dilema? Jesús dice: "No os dejéis engañar; estad vigilantes, a la espera del día del Señor". Los hombres desconcertados se dejan engañar por las propagandas y las ideologías; el miedo los vuelve ciegos, y persiguen a quienes no comparten su fanatismo. Vosotros dad testimonio de mí, el único salvador; proclamad de palabra y de obra las exigencias del evangelio tanto para los individuos como para las sociedades.

La fe posee la certeza de que Dios no abandona el mundo a las fuerzas del mal. Más se trata de un parto que de un abandono. La humanidad irá madurando, los pueblos se enfrentan con problemas cada vez más complejos de desarrollo y convivencia mutua. Pero la llegada de tragedias no es aún el fin. Todas llegarán antes que éste.

La actitud interior del cristiano (siempre alerta) genera la esperanza activa: mientras el mundo duerme, se fragua la venida definitiva del Señor para hacer nuevas todas las cosas.

EUCARISTÍA 1989/53


6.

Señor, tú estás con nosotros:
el día laborable y el festivo;
en la escuela y en el puesto de trabajo;
entre los documentos y entre las máquinas;
en los compañeros y en los jefes;
con los parados y con los enfermos;
con los vencidos y con los vencedores:
entre los niños y entre los viejos;
con nosotros, en nosotros y por nosotros.

Ayúdanos a no olvidar
que la vida, sin ti, se pierde. Amén.

EUCARISTÍA 1989/53


7. PERSECUCIÓN/DON DE DIOS.

En los últimos años de las persecuciones romanas muchos cristianos, hace notar astutamente San Jerónimo, hicieron de la necesidad virtud. Huyeron a los desiertos para evitar la muerte violenta y se convirtieron en anacoretas o ermitaños. Esta situación se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia de la Iglesia. En ocasiones, no ha sido por voluntario seguimiento de Jesús ni por espontánea conversión, sino forzados por las circunstancias como hemos abandonado instalaciones y ataduras más o menos cómodas.

Cuando esto sucede, se nos hace difícil ver en la historia la mano de Dios que nos conduce por medio de los acontecimientos. Sin embargo, cuando se despoja a la Iglesia de privilegios y ventajas "legítimas", hemos de sentirnos más cerca del Maestro que vivió desistalado e indefenso y recordar sus palabras: "dichosos vosotros entonces..." El apunte humorístico es conocido pero iluminador: si Jesús hubiera firmado un Concordato con el Sanedrín, seguramente hubiera muerto de viejo en su cama e incluso se le habrían rendido honores de personaje nacional, pero ¿cómo podríamos conocer nosotros el camino de la Vida? No se trata de angelismos baratos e irresponsables, pero sí de darnos cuenta hasta qué punto aburguesan y momifican las facilidades todo lo que pueda ser espíritu cristiano. Circunstancias que materialmente nos perjudican y nos hacen perder "status" a los que quizá teníamos que haber renunciado voluntariamente son auténticos empujones que Dios nos da. Expresamos poca fe en la capacidad que tiene el evangelio para manifestarse mejor en lo débil y en lo sencillo que en lo poderosa y complicadamente organizado.

Anteriores experiencias prueban que la iglesia desprotegida y aún dificultada o perseguida ha tenido mayor fortaleza, más libertad, más creatividad, mayor credibilidad y mejor encarnación en las realidades que trata de evangelizar. Hemos de descubrir en la historia la palabra de Dios que nos llama "hacia adelante".

Nuestra preocupación debe más bien intensificarse cuando no pasa nada ni a la Iglesia ni en la Iglesia. Administrar, conservar, gozar de la buena prensa e ir vegetando, no son situaciones que los evangelios consideren ideales. Ni debe inquietar la tranquilidad. No se puede pretender vivir tranquilos y justos en un mundo fundamentalmente injusto. Nuestra esperanza podría morir entre nuestras propias manos. O se contesta como Caín negando a nuestros hermanos o nos hemos de comprometer, personalmente y como institución, en su ayuda, desinteresada y profunda.

EUCA 1983/54


8.

Estamos por finalizar el Año Litúrgico, el próximo domingo es Cristo Rey, nos disponemos a comenzar el Adviento, y qué oportuna es la recomendación que nos hace el apóstol san Pablo para que no pensemos que la vida espiritual del cristiano es ajena al mundo y sólo se sostiene con la esperanza en la venida del Señor. Pablo nos dirá "el que no trabaja, que no coma"; el motivo de esta expresión respondía a la creencia en una inminente venida del Señor, lo cual motivó que algunos hermanos de la Iglesia de Tesalónica se desentendieran del trabajo diario viviendo en el ocio total.

Juan Pablo II en su encíclica Laborem Exercens, nos dice sobre el trabajo humano, que podemos vivirlo dándole su pleno sentido cristiano; para todo hijo de Dios el trabajo debe ser motivo de realización personal, debe conllevar un deseo de colaborar con la obra creadora de Dios para el servicio de la comunidad humana a la luz del misterio pascual, es decir, de la cruz y resurrección de Cristo.

La enseñanza del apóstol san Pablo y del Papa se refiere a todo tipo de actividad laboral, sea intelectual, manual, artística, de servicio, independientemente del valor que le otorguemos.

Como seres creados por Dios, que confiamos en la venida del Señor, la mejor manera de mantenernos vigilantes en la vida diaria es a través de nuestro trabajo que no sólo es fuente de realización personal, sino también una clara ocasión de crecer como personas, es, por tanto, una oportunidad para recibir la bendición de Dios que nos mandó trabajar la tierra, lo cual nos permite participar y colaborar en la actividad creadora de Dios, que ha entregado su obra al hombre para que la continúe en provecho de la humanidad, teniendo presente que lo más importante no es el provecho propio, sino adelantar en la dignidad humana, la solidaridad, la unión fraterna, la paz y la auténtica libertad.

Como cristianos debemos aprender que el trabajo no contradice nuestro encuentro personal con el Señor a través de la oración, donde le pedimos que venga su Reino a nosotros, que nos dé el pan de cada día, es más, en la celebración eucarística debemos ser conscientes que le ofrecemos –para ser transformados en el Cuerpo y la Sangre del Señor- el pan y el vino, fruto del trabajo del hombre y recibido a su vez de la generosidad de Dios.

C. E. DE LITURGIA. PERU


9. EL DÍA DE LA SALVACIÓN

Cuando el año litúrgico toca a su fin, somos convocados desde los textos bíblicos de este domingo a una reflexión escatológica: "llega el día". Este día no es un día de calendario, sino la hora de Dios, la hora del culto verdadero en espíritu y verdad. No son los cataclismos y desastres cósmicos del final los que deben hacer cambiar nuestra conducta para superar la tibieza espiritual. Siempre es momento oportuno para el cambio, pues siempre es el día propicio, el tiempo apto para honrar el nombre del Señor de los ejércitos y quemar la paja de nuestras infidelidades.

El Señor viene continuamente y es necesario descubrirle presente con actuación salvadora en la historia, por encima de las guerras que continuamente se desatan, los terremotos y hambre que acompañan la vida del hombre, las persecuciones que soporta el creyente. De ahí que no sea fácil vivir con esperanza y perseverar en la fe. Volviendo los ojos a Cristo, que venció al mal en la cruz, el cristiano supera el pánico de la soledad y de la incomprensión y descubre la Buena Noticia del Reino de Dios que se instaura en el mundo. Todos los días son pues, oferta gratuita de salvación.

* * *

En este domingo de noviembre los católicos de España son movidos a acrecentar SU presencia en (a Iglesia universal a través de la comunidad diocesana. Cada asamblea eucarística reúne y expresa el misterio total de la Iglesia, porque ella es la Iglesia misma. Este misterio de unidad eclesial tiene sus exigencias y compromisos, que conviene actualizar, para que toda esta realidad mistérica no sea una teoría en la vida.

ANDRÉS Pardo


10. Para orar con la liturgia

Señor, Padre de misericordia:
Haz que nuestra Iglesia de Madrid se renueve
constantemente a la luz del Evangelio y
encuentre siempre nuevos impulsos de vida;
consolida los vínculos de unidad entre los laicos y
los pastores de tu Iglesia, entre nuestro Obispo
Antonio-María y sus presbíteros y diáconos,
entre todos los Obispos y el Papa Juan Pablo ll;
que la Iglesia sea, en medio de nuestro mundo,
dividido por las guerras y discordias, instrumento
de unidad, de concordia y de paz.

Plegaria Eucarística V d)


11.

Que nadie os engañe

En este penúltimo domingo del Tiempo Ordinario, la liturgia propone la lectura del llamado "Discurso escatológico" de Jesús que tiene muchas claves a descifrar para que sea provechosa su lectura.

Desde luego, la lectura que nos ofrece la misa de hoy es solamente una parte del citado discurso y a ella nos atenemos.

La contemplación de la belleza del Templo de Jerusalén dio pie a las reflexiones de Jesús. El anuncio de su destrucción más que una referencia al hecho histórico de su destrucción material, es una anticipación de lo que suponía la presencia y misión de Jesús: la pérdida de sentido de todo el judaísmo.

La descripción que hace san Lucas de los falsos mesías y sus mensajes apocalípticos, del desgarramiento social que producía el enfrentamiento de pueblos contra pueblos, y las persecuciones y juicios contra los cristianos se tiene que leer como la descripción de lo que, de hecho, estaba sucediendo en la Iglesia primitiva azotada por la persecución y también como adelanto de lo que supondrá, en cualquier época, la presencia de los cristianos en el mundo.

Será una lectura provechosa tener en una mano este evangelio y en la otra una especie de abanico que contenga las frecuentes noticias sobre martirio de misioneros, o el constante ataque a la Iglesia o a la moral cristiana que nos ofrecen los medios de comunicación o los personajes mas variopintos de la "jet set" o la farándula. Así, quizás descubramos el sentido profético de estas palabras evangélicas, y tenga más fuerza para nosotros la promesa que ofrecen: "con vuestra perseverancia salvaréis nuestras almas".

Antonio Luis Martínez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Número 275.15 de noviembre de 1998