COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Ml 4. 1-2a

 

1.

Contexto. La perícopa litúrgica de hoy (4. 1-2a=texto hebreo: 3. 19-20a) forma parte de una unidad literaria mayor que deberíamos leer íntegra: el sexto oráculo del profeta Malaquías (3. 13-21, según el texto hebreo). Este oráculo nos habla del futuro triunfo de la justicia divina (vs. 17/19/20).

El israelita fiel objeta (forma usual en los oráculos de este profeta) poniendo en entredicho el valor de sus buenas acciones: "no vale la pena servir a Dios, ¿qué sacamos de guardar sus mandamientos...?" El justo sufre en este mundo mientras que el malvado prospera tentando a Dios impunemente.

Texto. Malaquías responde a esta objeción asegurándonos que Dios no abandona al que sirve y teme a Dios. Esto se verá en "aquel día" (=juicio escatológico): el Señor perdonará a los fieles que desconfían de él, tratándolos como un padre a su hijo. Sus ojos se abrirán y llegarán a comprender la gran diferencia existente entre buenos y malos (vs. 16-18), la diversa suerte que correrán los arrogantes y los que sirven a Dios (vs. 19-21).

La imagen de fuego ("ardiente", "horno") que abrasa y consume al arrogante es clásica en la literatura profética para indicar el juicio de Dios al malvado: será completamente aniquilado (Am 1. 4 ss; Is 30. 47; Ez 21. 1 ss).

Para el justo, por contraposición, empieza una era de paz y de prosperidad. Como el sol matutino rompe la oscuridad de la noche, así la próxima manifestación del Señor iluminará este mundo de tinieblas en el que luchan y se debaten los justos.

-Reflexiones. También los que sirven a Dios en pleno siglo XX objetan de la misma forma que los contemporáneos de Malaquías. En esta objeción puede ocultarse, muchas veces, una concepción demasiado mercantilista de la piedad y moral cristiana (el clásico "do ut des"), pero otras veces la objeción es sincera.

¿Merece la pena servir a Dios? ¿No será mejor servir al partido político de turno, a esa iglesia que sólo busca premios y prebendas sin importarle demasiado el servicio a Dios, a...? En Babilonia y en otros pueblos orientales, el dios-sol era el dios de la vida y de la justicia, y se representaba en forma de figura alada. Para el profeta Malaquías, ese Dios es el Señor de Israel que ilumina el peregrinar del pueblo. Y para nosotros, los cristianos, ese sol de justicia es Jesús: "sol que nace de lo alto" (Lc 1. 78).

A. GIL MODREGO
DABAR/89/56


2.

Malaquías es un profeta que escribió en el s. V a.C. En la gran decepción que siguió al retorno de Babilonia, el profeta, junto con otros, levanta su voz para mostrar que Dios no sólo no ha abandonado a su pueblo, sino que él en persona vendrá en el "día de Yahvé" para hacer justicia.

La expresión "día/de/Yahvé" (o "el día") no es original de Malaquías, y fue utilizada por otros profetas con expresiones más o menos semejantes, subrayando la justicia y la recompensa de Dios, que haría desaparecer a los malvados como paja en el fuego, y premiaría a los buenos con bendiciones y felicidad.

Así, el día de Yahvé era considerado como una intervención de Dios en la historia. Rodeado siempre de metáforas (fuego, paja, tinieblas, luz, sol) quería enseñar la certeza de una fe en un Dios que ama y no abandona a sus fieles, que un día, "su día", va a intervenir en la historia de los hombres y va a hacer una justicia ejemplar.

De este modo se fortalecía la fe y la confianza en un Dios que no abandona a su pueblo y que en su justicia sabe dar a cada uno lo que le corresponde.

MISA DOMINICAL 1983/21


3.

Aquí se nos habla del futuro triunfo de la justicia divina "en aquel día" en el que actúe el Señor.

Ocurre que el israelita fiel pone en entredicho sus buenas acciones, porque mientras que el malvado prospera, el justo sufre. Y ante este hecho doloroso, ¿qué utilidad tiene guardar los mandamientos del Señor? Pero Malaquías responde asegurando que Dios no abandona al que lo teme, sino que "en aquel día" (el del juicio escatológico), el Señor lo tratará como un padre a su hijo. Entonces podrá comprenderse la diferencia entre buenos y malos (cf. v. 16-18) y la diversa suerte que correrán los que le sirven y los arrogantes (cf. v. 19-21).

Cuando llegue el "sol de justicia", es decir, la manifestación gloriosa del Dios justo, éste amparará a los justos, los defenderá y les dará calor, como hace una gallina con sus polluelos. Su luz descubrirá las obras buenas (cf. Sal 37, 6) y denunciará las obras malas, barrerá las tinieblas de la tierra y acabará con el pecado y la muerte.

EUCARISTÍA 1989/53


4.

Cuando el año litúrgico llega a su fin, la esperanza de la Iglesia se reanima. Las lecturas bíblico-litúrgicas se presentan especialmente cargadas con el mensaje escatológico, esto es, referente a lo último que ha de suceder, a la venida del Señor y al día del juicio. Y recogiendo el primer domingo del año este mismo mensaje, que es fundamental para toda la vida cristiana, la esperanza rompe el círculo del tiempo, de suerte que el Adviento ya no podrá ser entendido como un simple volver a empezar, sino como la prosecución de la marcha del pueblo de Dios que vive siempre en la expectativa del Señor que ha de volver. En el presente domingo, incluso la segunda lectura tiene este sentido escatológico que es evidente en las otras dos.

El pequeño libro de Malaquías recoge la predicación penitencial de un profeta que actuó después de la reconstrucción del templo (a. 560) y antes de la reforma de Esdras (458 a. de C). Malaquías acusa el abandono del culto y anuncia el juicio de Dios contra Israel, promete la restauración y el establecimiento de un culto verdaderamente puro y universal. Su promesa se cumpliría en parte en los tiempos de Esdras y de Nehemías. Pero las palabras de Malaquías van mucha más allá de un futuro inmediato y superan la circunstancia concreta histórica, apuntan hacia el "día del Señor" en que, de una vez por todas, el juicio divino discernirá entre el bien y el mal y, dará paso al triunfo definitivo de la justicia.

En este capítulo 4 continúa el tema iniciado en el anterior, el tema del juicio de Dios. Para los justos será un juicio de salvación, para los impíos de condenación. Estos serán tratados como la paja, y los troncos secos que no han dado fruto serán arrojados al fuego y entregados a la destrucción.

Cuando el adviento del "sol de justicia", es decir, la manifestación gloriosa del Dios justo, amparará a los justos, les defenderá y les dará calor, como hace una gallina con sus polluelos. Su luz descubrirá las obras buenas (cfr. Sal 37, 6) y denunciará las obras malas, barrerá las tinieblas de la tierra y acabará con el pecado y la muerte.

EUCARISTÍA 1986/54


5.

- El libro de Malaquías, se atribuye a un profeta -que permanece en el anonimato- que lleva a término su misión después del exilio babilónico, alrededor del 445 a. C., antes de la reforma emprendida por Esdras y Nehemías. El entusiasmo del retorno ha desaparecido y de la comunidad del pueblo de Israel queda un pequeño reducto alrededor de Jerusalén. Aparece una falta de confianza en el Dios de la salvación y crece la indiferencia que repercute en la vida religiosa y moral.

- "Mirad que llega aquel día, ardiente como un horno...": Concretamente, el fragmento del libro objeto de la primera lectura de este domingo hay que encuadrarlo dentro de la respuesta al problema del mal que se ha revitalizado en la conciencia de Israel ante su situación de dificultad: los malvados prosperan, mientras que los justos viven en el sufrimiento. El libro profético lanza su mirada hacia el día futuro de la intervención de Dios. Aquel día "los malvados y perversos serán la paja". Se trata de imaginar un fuego pavoroso que coge desprevenidos durante la noche a los malvados y perversos, mientras que los inocentes permanecen escondidos. Pero cuando el día se levanta, salen a la luz, libres y felices: "pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas". El sol es siempre en el A. T. el símbolo de la vida, de la luz y de la justicia que provienen de la divinidad. Notemos también el contraste que se establece entre los malvados y perversos y los creyentes que honran el nombre de Dios: para unos, el destino es la destrucción, para los otros, el nacimiento a una nueva existencia.

J. NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989/22