COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 20, 27-38

Par: Mt 22 ,23-33  Mc 12, 18-27

Ver SÁBADO DE LA 33ª SEMANA

 

1.RS/SADUCEOS-PEGA.

Los tres evangelistas sinópticos, ya al final de la vida pública de Jesús, nos ofrecen una serie de controversias entre las que figura ésta con los saduceos. El texto de Lc coincide hasta el v.33 con los textos de Mc y de Mt.

Los saduceos eran unos personajes relevantes en la vida política del país, pertenecían más a un partido político que a una secta religiosa. Eran los "colaboracionistas" de la ocupación romana de Palestina. Entre ellas figuraban los sumos sacerdotes. No admitían más autoridad doctrinal que el Pentateuco (los 5 libros atribuidos a Moisés), razón por la que negaban la resurrección de los cuerpos (cf. Hch 23.8), ya que en el Pentateuco no se dice nada al respecto.

Este grupo de saduceos se acerca al Maestro para ponerle una pega y con el ánimo de hacerle quedar en ridículo. Inventan una historia extraña, pero posible, teniendo en cuenta lo dispuesto por la llamada ley de "levirato" (Dt 25. 5s; Gn 38. 8).

Probablemente se trata de una objeción típica que utilizaban los saduceos en sus controversias con los fariseos, que sí creían en la resurrección.

En primer lugar, Jesús resuelve la dificultad y denuncia a la par la ignorancia supina de sus adversarios sobre la Sagrada Escritura. En los sagrados libros no se dice nunca que la existencia futura de los resucitados sea exactamente igual que la vida terrena. Además Dios es poderoso para resucitar a los muertos y acabar con la necesidad de la procreación para asegurar la supervivencia de la humanidad una vez glorificada.

Que la vida de los resucitados sea como la de los ángeles no quiere decir, sin embargo, que no puedan tener cuerpo sexuado.

Sólo se quiere excluir la necesidad de la procreación y afirmar la libertad de todas las necesidades a las que se ven sometidos los hombres en la tierra.

Resuelta la dificultad, Jesús ofrece un argumento positivo en favor de la Resurrección. Se apoya en Ex 3. 6 y procede según costumbre rabínica. Sin duda hay en el A.T. otros textos más explícitos que hablan de la resurrección de la carne, pero Jesús prefiere éste por ser del Pentateuco, que, según dijimos, era la única autoridad doctrinal aceptada por los saduceos.

La fuerza del argumento está en que la Palabra de Dios con todas sus promesas a los patriarcas no valdría nada si Dios no les salvara del último enemigo, de la muerte. Si Dios salva, Dios es un Dios de vivos y no de muertos.

EUCARISTÍA 1986/53


2.

Texto. Se sitúa ya en el final del camino, en la ciudad santa de Jerusalén. Aquí tenía su enclave principal la corriente saducea, formada por la aristocracia laica y sacerdotal.

Hombres realistas y pragmáticos, los saduceos se mostraban especialmente receptivos a la cultura helenístico- romana. Doctrinalmente conservadores, su fuente de inspiración y de religiosidad era la Torá, cuyos cinco libros eran los únicos a los que otorgaban validez. De uno de ellos, de Deuteronomio 25, 5, toman la cita que les sirve de base para argumentar en contra de la resurrección de los muertos. Una tal resurrección, argumentan, plantearía problemas matrimoniales en el más allá.

La respuesta de Jesús reproduce el punto de vista fariseo en este tema. De hecho, al final de las palabras de Jesús, Lucas recoge la intervención aprobatoria de unos fariseos: Bien dicho, Maestro (Lc. 20, 39). El punto de vista fariseo que Jesús hace suyo habla de una condición humana diferente en el más allá, condición caracterizada por la incapacidad de morir y que, consiguientemente, hará innecesaria la procreación de nuevos seres que reemplacen a los desaparecidos. Se responde así a la dificultad de problemas matrimoniales aducida, tal vez irónicamente, por los saduceos.

Por último, en los vs. 37-38 se aborda el tema central, afirmando explícitamente la resurrección de los muertos. La argumentación es típicamente judía: aducir un texto de la Escritura, en este caso Éxodo 3, 6, y extraer de él una consecuencia: Dios no podría llamarse el Dios de los patriarcas, si éstos no siguieran viviendo.

Comentario. En el texto de hoy no se trata ya del caminar cristiano, sino de la meta de ese caminar, del mas allá de la actual condición humana. Dos son las afirmaciones que hace el texto. Primera: el más allá de la actual condición humana es una nueva condición, a la que no son extrapolables los datos y la experiencia de una continuidad personal: aquí y allá es la misma persona la que vive, realmente y no imaginativamente. Esta realidad personal es lo que se quiere indicar cuando se habla de la resurrección física de los muertos.

Segunda afirmación del texto: la garantía de esa realidad personal es la realidad de Dios, vida sin mezcla de muerte.

Desde el momento que la futura condición humana tiene su base y fundamento en la realidad de un Dios que no es empíricamente controlable ni demostrable, desde ese mismo momento tampoco lo es la realidad de nuestra futura condición. Por eso alguien con vista miope de realista y pragmático puede perfectamente negarla. Pero la miopía nunca es la perfección en vista.

El caminante cristiano sabe de su futura condición. Su caminar es pletórico, debido, entre otras cosas, a la certeza del sentido del camino. Lo que pasa es que hay certezas que sólo son tales desde una sensibilidad y un talante determinados, en este caso desde la sensibilidad y el talante nacidos de la sintonía y de la familiaridad con Dios, vida sin mezcla de muerte.

A. BENITO
DABAR/89/55


3.

El grupo de los saduceos es un grupo bastante restringido perteneciente a las clases superiores del sacerdocio. En su sistema doctrinal no admiten la resurrección, que ya desde Daniel (12, 2-3) era más o menos aceptada en los círculos religiosos.

Los fariseos la admitían (cf. Hech 23, 8). Jesús la admite también, y responde al "caso" propuesto por los saduceos con el fin de ridiculizar la resurrección. La respuesta de Jesús no se apoya en la tradición popular sino en lo más hondo de la ley. Y es que creer en un Dios de vivos supone creer en una forma permanente de vida con él: la resurrección. Jesús hace polvo el absurdo ejemplo propuesto por los saduceos.

En primer lugar hay que decir que la resurrección es un don, no algo mecánico o que se derive sin más de una vida moral más o menos recta. Dios es el que resucita (cf. Lc 21, 36).

En segundo lugar se reconoce implícitamente que, por el don misericordioso de Dios, también los pecadores resucitan (cf. Lc 14, 14; Hech 24, 15), cosa incomprensible para la corriente puritana de la espiritualidad del judaísmo tardío. Es un antropomorfismo deleznable el representarse la resurrección como no se qué continuación de esta vida. Ante algo tan esencialmente incomprensible para el hombre hay que manejar categorías de fe. v.36: Cuando se trata de Dios es preciso estar abierto a lo maravilloso y a lo imprevisto.

Por eso critica también Jesús, con esta simple alusión a los ángeles, la concepción demasiado material que se hacen de la resurrección algunos fariseos. Resucitar es hacer de la alabanza la médula de una forma de vida (cf. Mt 18,10), ser anegados en la realidad de lo divino. Puesto que nuestra experiencia en este campo es nula, nuestra expresión es pobre. Pero por eso mismo la nueva realidad impide una absolutización de la historia.

Jesús en su defensa de la resurrección, no recurre al libro de Daniel cuyo valor era contestado por los saduceos, sino que se apoya en el valor indiscutible de la ley, basando su argumentación en Ex 3,6. El argumento es bien simple: si Dios se ha declarado amigo de los patriarcas, lo será para siempre; porque el don de Dios permanece. Esta visión espolea la acción del creyente sabiendo que tiene perfecto sentido su labor en la historia, porque en el día último tendrá su total cumplimiento.

EUCARISTÍA 1977/53


4.

Pre-texto. -Saduceos: son los representantes de una actitud conservadora en lo religioso y en lo político. En materia religiosa no admitían más que los cinco libros de Moisés rechazando toda tradición oral representada por la jurisprudencia farisea. En lo político eran mantenedores del "status quo" con el poder romano: Estado teocrático centrado en el templo, con cierta autonomía dentro del Imperio Romano. Rechazaban toda tendencia reformista que pusiera en peligro la situación.

A esta corriente saducea pertenecían dos de los tres grupos parlamentarios que componían el Gran Consejo o Sanedrín: las grandes familias sacerdotales, de las cuales se nombraban los más altos dignatarios del templo (sumos sacerdotes), además del sumo sacerdote primado; los ancianos, pertenecientes a la nobleza seglar, compuesta de terratenientes y ricos comerciantes.

Ley del levirato: Deut. 25, 5-10. La finalidad de la misma era asegurar la continuidad del nombre familiar. La mujer, por ser una posesión que quedaba dentro de la familia, no era legalmente viuda a la muerte de su marido; se quedaba en la casa del difunto, sometida a la autoridad del padre del difunto.

Sentido del texto. -Gira todo él en torno a la vida. Los saduceos la limitaban: no hay más vida que la que constatamos en el presente. Jesús se opone frontalmente a esta concepción, defendiendo para el hombre la sagrada realidad de la vida, sin restricciones ni limitaciones temporales. Jesús fundamenta su posición en el hecho de que la base de la vida no está en el hombre, sino en Dios, y Dios es vida sin limitaciones ni restricciones temporales (v. 38).

Ahora bien, si la base de la vida está en Dios y no en el hombre, ello quiere decir que nuestro conocimientos y experiencia de la vida son sólo aproximativos y analógicos porque así es todo modo humano de conocer y experimentar a Dios. A la hora, pues, de hablar de la vida en plenitud, de nuestra vida en plenitud como humanos, no podemos hacerlo sirviéndonos de los módulos que ahora conocemos, simplemente porque son módulos aproximativos y analógicos. Este es el sentido de las palabras de Jesús a los saduceos en los vs. 34-36. Estos hombres, atrapados como estaban por intereses muy concretos, estaban incapacitados para la imaginación, la fantasía y la creación poética. ¡Y la vida es también todo esto! ¡La vida es también poesía!

DABAR 1977/62


5.

Jesús responde recurriendo a la Escritura, en un lugar admitido por los saduceos, del libro del Éxodo. Pero lo hace con una argumentación rabínica, sutil, para nosotros algo extraña: juega con el tiempo presente de la expresión "Yo soy Dios de Abrahán..." (no yo era); por tanto, Abrahán, Isaac y Jacob tienen a Yahvé como Dios, y por tanto están vivos. Dios es Dios de vivos, no de muertos.

J. M. VERNET
MISA DOMINICAL 1983/21


6.

Nos encontramos ya en Jerusalén, después de la entrada mesiánica del domingo de Ramos, y por tanto en los últimos días antes de la pasión. Estos días se caracterizan por la creciente hostilidad que se va concentrando contra JC: el evangelista acumula narraciones de controversias con todas las tendencias presentes en la sociedad judía. Nuestro texto es una controversia con los saduceos a propósito de la resurrección, paralela de MT 22, 23-33 y Mc 12, 18-27.

Los saduceos son menos conocidos que los fariseos en las fuentes bíblicas y extrabíblicas. Formaban el partido de la aristocracia sacerdotal y por lo que parece representaban también la clase de los terratenientes. Eran absolutamente conservadores. En política toleraban el dominio romano en Palestina; en teología aceptaban tan sólo los cinco libros del Pentateuco (la Ley) como base del judaísmo. Negaban la resurrección con el argumento de que los cinco libros de la Ley no hablan de ella... El objeto de la pregunta que hacen a JC es demostrar lo absurdo de creer en la resurrección.

La pregunta se basa en la "ley del levirato" (Deut 25, 5-6), según la cual, cuando un israelita moría sin hijos, su hermano quedaba obligado a tener uno con la viuda, que llevaría el nombre del difunto: de ese modo se perpetuaba la familia. La respuesta de JC niega el presupuesto de que el matrimonio continúe en la otra vida, entendiendo la resurrección de modo semejante a como la entiende Pablo en 1 Cor 15, 35-50: la vida resucitada es de otro tipo, y los que entran en ella (que se caracterizan sobre todo porque "ya no pueden morir") viven de manera distinta, sin matrimonio (este es el sentido de la referencia a los ángeles; no significa esta referencia que en la otra vida no existe el cuerpo, sino que en ella el sexo no tendrá función). La nueva situación se define por el hecho de que "son hijos de Dios", debido a que "participan en la resurrección" de JC.

Tras responder a la pregunta JC añade una argumentación directa sobre la cuestión de fondo de la controversia, y quiere demostrar a los saduceos que también en los cinco libros del Pentateuco que ellos aceptan está contenida la resurrección. El argumento de JC, de típico estilo rabínico (y que parece un poco ilógico) se basa en Ex 3,6. Hacía mucho tiempo que los patriarcas estaban muertos cuando Dios habló a Moisés; pero Dios no podría llamarse "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob" si estos hubiesen dejado de existir, puesto que Dios no es un Dios de muertos. Por tanto, los patriarcas están vivos, aunque de algún modo distinto de la vida terrena.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1974/2B


7.

Prosiguiendo sus debates con los principales representantes de las sectas judías, Jesús responde en este pasaje a los saduceos, para quienes la resurrección de los cuerpos es algo absurdo, e invocan el caso de la viuda que se casa sucesivamente con los seis hermanos de su primer marido. Jesús les responde con toda precisión que el matrimonio es una condición de vida desconocido en el Reino, afirmando, además, la resurrección de los cuerpos.

Estas dos afirmaciones son difíciles de entender, tanto por su contenido misterioso ("son semejantes a los ángeles) como por el uso que de ellas hacen un gran número de citas bíblicas bastante mal apropiadas para la argumentación.

a) ¿Cómo ha encontrado Jesús una confirmación de la resurrección de los cuerpos en el Ex 3, 6?. Esta referencia al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob (v. 37) hace alusión al Dios que sella la alianza con ellos y los protege. Pero este Dios es un Dios de vivos (v. 38): resulta poco menos que absurdo proteger a los muertos y hacer alianza con ellos. Si, cuando Dios se proclama su salvador, Abraham hubiera estado definitivamente muerto, esta salvación sería simplemente un contrasentido; por consiguiente se impone la resurrección de Abraham y los restantes patriarcas, y esto que se afirma de los patriarcas puede afirmarse también de todos los miembros del pueblo elegido: la alianza debe permitir gozar de la protección de Yahvé contra el único enemigo importante: la muerte. Es cierto que todo esto no está contenido en el texto de Ex 3, 6 citado por Jesús, pero ¿quién puede desaprobrar el uso que de él hace en función del desarrollo de la fe en Israel? b) La segunda afirmación de Jesús es aún más curiosa. Al hablar de las relaciones conyugales después de la resurrección, Jesús afirma la vida, semejante a la de los ángeles, de la futura humanidad, lo cual se asocia mal a la idea de una resurrección corporal y a las exigencias de ésta. En realidad, Jesús no llega a afirmar nada sobre la naturaleza de los ángeles ni tampoco dice que un cuerpo resucitado se haga semejante a los ángeles, hasta el punto de perder su corporeidad, ya que sería plantear el problema en términos extraños a la antropología judía. Al hacer alusión a los ángeles, Jesús quiere dar a entender que el lenguaje humanos es incapaz de expresar la naturaleza de la vida del resucitado.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág. 253


8.

Jesús no busca textos que hablen de la resurrección, prestándose de ese modo a las discusiones con los saduceos y reduciendo de todas formas la resurrección a una cuestión exegética y a una disputa de escuela.

Cita, de forma sorprendente, el capítulo 3 del Éxodo, que es un texto sobre Dios y no sobre la resurrección. Pero aquí está precisamente la originalidad de Jesús; apela al punto central de la Escritura, esto es, a la revelación del Dios vivo y lleva la discusión al amor de Dios y a su fidelidad: si Dios ama al hombre, no puede dejarlo abandonado en poder de la muerte.

Respecto a la exégesis rabínica, el modo de proceder de Jesús no cabe duda de que es original. Sin embargo, se muestra profundamente coherente con el modo como Israel ha ido madurando su propia fe, esto es, reflexionando constantemente sobre el Dios vivo y sacando de este hecho todas las consecuencias bajo la experiencia de cada día.

Hasta aquí la respuesta de Jesús se dirige contra los saduceos, que juzgaban a la resurrección como una superstición popular, extraña a las Escrituras; en realidad, afirma Jesús, se deriva del centro mismo de las Escrituras. Pero la respuesta de Jesús va también contra los fariseos, que concebían la resurrección en términos supersticiosos, materiales, que se prestaban de este modo a la ironía de los espíritus más liberales, ironía de la que nuestro texto nos ofrece un ejemplo palpable: una mujer tuvo siete maridos, ¿de cuál de ellos será esposa cuando la resurrección? Cristo responde: la vida de los muertos no entra dentro de los esquemas de este mundo presente; es una vida distinta, porque es divina y eterna; podría compararse con la de los ángeles.

Después de haber visto la controversia en el contexto judío (que corresponde sustancialmente a la situación de Jesús), podemos verla también en el contexto helenista-pagano, que corresponde al parecer a la redacción de Marcos. El mundo pagano del helenismo no aceptaba la resurrección de los muertos; el cuerpo es la prisión del espíritu y la salvación consiste precisamente en liberarse de él. El pensamiento helenista es fundamental- mente dualista y prefiere hablar de "inmortalidad", no de resurrección. Esto representa una diferencia primaria y sustancial respecto al pensamiento judío.

RS/INMORTALIDAD: Además, la reflexión griega busca la razón de la inmortalidad en el hombre mismo: en el hombre hay un elemento espiritual, incorruptible, capaz, por su propia naturaleza, de sobrevivir al cuerpo corruptible. Esto constituye una segunda diferencia respecto al pensamiento, que prefiere, como hemos visto, buscar la razón de la vida en la fidelidad de Dios.

Frente a esta mentalidad pagana, que corría el peligro de traicionar en lo más profundo la enseñanza de Jesús y la esperanza que él nos había traído, el evangelista se preocupa, ante todo, de apartar un posible equivoco; explica que la "resurrección" no significa, de ninguna manera, una prolongación de la existencia actual. La resurrección no es la reanimación de un cadáver. Es un salto cualitativo. Por eso precisamente distingue con cuidado la vida futura de la presente. Los griegos tienen profundamente razón al mostrarse insatisfechos de esta existencia y de sus limitaciones; no tendría ningún sentido volver a esta vida y prolongarla.

Por tanto, hay que hablar de una nueva existencia. Pero en esta nueva existencia es todo el hombre el que entra, no solamente el espíritu. El evangelio habla de "resurrección", no de inmortalidad. La comunidad cristiana pone la solidez de las palabras de Jesús por encima de la cultura de los griegos. No busca la razón de la resurrección en los elementos del hombre, sino que la hace remontar a la fe en el Dios vivo. La promesa de Dios nos asegura que toda la realidad de la persona entra en una vida nueva y, precisamente porque entra en esa vida nueva, dicha realidad queda transformada. Esto es lo que intenta decirnos Marcos. Se trata de una esperanza que Jesús defendió contra las opiniones de los rabinos y de los saduceos (opiniones diversas entre sí, pero igualmente prisioneras de un concepto erróneo de la resurrección) y que Marcos a su vez se preocupa de recordar y defender. Es un dato que viene de la fe y que debe preceder a las culturas que el hombre elabora.

Nos gustaría terminar citando una sabia afirmación de Ph. H. Menoud: "Hoy, para evitar las equivocaciones y permanecer al mismo tiempo fieles a las enseñanzas del Nuevo Testamento, habría que hablar de la resurrección de la persona. De todas formas, tanto si se habla de la resurrección del cuerpo o de la resurrección de la persona, lo que importa subrayar es esto: la finalidad de la redención en Jesucristo no es la salvación de un elemento -por ejemplo, la parte "espiritual"- del ser humano, sino la salvación de la persona humana en su totalidad.

BRUNO MAGGIONI
EL RELATO DE MARCOS
EDIC. PAULINAS/MADRID 1981.Pág.172s


9.

Jesús prosigue su discusión con los principales representantes de las sectas judías. Los saduceos le preguntan ahora en torno al tema de la resurrección de los cuerpos y proponen un argumento que pone de manifiesto su absurdo (vv. 18-23). La respuesta de Cristo es ambigua: hace alusión al matrimonio en el Reino (v. 25) y afirma la realidad de la resurrección en términos misteriosos (seremos como ángeles); la cita que hace no responde bien, a primera vista, a la argumentación de los saduceos.

a) En efecto, cabe preguntarse cómo Jesús ha podido ver en la cita de Ex 3, 6 una confirmación de la resurrección de los cuerpos. Esta referencia al Dios de Abraham, de Israel y de Jacob (v. 26) se refiere no tanto al Dios al que esos padres han adorado cuanto al Dios que ha establecido una alianza con ellos y les ha protegido. Ahora bien: Dios no es un Dios de los muertos, sino un Dios de los vivos (v. 27), es decir, que no tiene ninguna razón para proteger a unos futuros muertos y formar un pacto con ellos. ¿A qué fin ayudar a los patriarcas a triunfar de unos enemigos para dejarles después sujetos a la muerte? Si Abraham está definitivamente muerto cuando Dios se proclama su Salvador, su salvación no ha sido más que una burla. Es preciso, por tanto, que Abraham y los padres resuciten. Ahora bien: Abraham, Isaac y Jacob participaron de una alianza con Dios porque eran los fundadores del pueblo elegido. Es decir, que los beneficios de que se vieron colmados revierten sobre cada uno de los miembros del pueblo que ellos constituyeron. Si los judíos gozan sobre la tierra de la alianza y de la protección de Yahvé, este beneficio sería ilusorio si no les permitiera gozar también de la protección divina frente al único enemigo real: la muerte.

Cierto que todo eso no está contenido en el texto de Ex 3, 6 citado por Jesús, pero ¿puede criticársele el uso que hace de él y que consiste en interpretar el versículo en función del desarrollo de la fe de Israel?

b) La segunda afirmación de Jesús es todavía más curiosa. Aludiendo a las relaciones conyugales después de la resurrección, hace referencia al mismo tiempo a una vida cuasi angélica de la futura humanidad, lo que no concuerda con la idea de una resurrección corporal.

De hecho, Jesús no se define sobre la naturaleza de los ángeles. Tampoco quiere decir que un cuerpo resucitado se haga angélico hasta el punto de perder su corporeidad: esto equivaldría a plantear el problema en términos extraños a la antropología judía, para la cual los ángeles eran "cuerpos celestes". Jesús quiere decir tan solo que el estado posresurreccional se escapa a la inteligencia humana. Hay que señalar, en efecto, que el Evangelio alude a los ángeles siempre que se trata de una realidad que supera a la inteligencia. Así, por ejemplo, un ángel anuncia a las mujeres la resurrección de Cristo y la ascensión del Señor. "Ser como un ángel" no quiere definir la condición futura de la humanidad, sino que afirma que esa condición supera los alcances de la inteligencia terrestre.

Por supuesto que no será el amor -conyugal o de otra especie- lo que se suprimirá después de la resurrección, sino sólo la función de procreación. ¿No es acaso esta última el único medio de que dispone el hombre para sobrevivir y hacerse así la ilusión de un triunfo sobre la muerte? Esta función de supervivencia no será ya evidentemente necesaria después de la resurrección, puesto que el hombre vivirá para la eternidad. Ya no será necesario procrear ni levantar torres de Babel para sobrevivir y ganarse un nombre... Resucitar es aceptar de Dios el don de una vida y de un nombre que no podría proporcionarnos cualquier iniciativa humana.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 17s


10.

"La procreación, vinculada a la condición terrena, manifiesta la perennidad de la victoria que el hombre, destinado a la inmortalidad, debe arrancar continuamente a la muerte física. En la resurrección ya no necesita el hombre engendrar... Resucitar es vivir en Dios, en la comunión interpersonal de la que es figura la relación carnal conyugal" (J. Radermakers).

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 160


11.

La actitud de la pequeña, pero poderosa, facción de los saduceos era de oportunismo "eclesiástico". Ellos no compartían la atmósfera febril de los círculos piadosos y escatológicos y se mostraban escépticos con respecto a la espera mesiánica. Rechazaban la literatura apocalíptica reciente y la tradición oral. Su canon se reducía al Pentateuco. Rechazaban la idea de la resurrección, que formaba parte de la espera mesiánica y escatológica, como también la inmortalidad del alma.

Como se pone al descubierto por el diálogo aquí referido, los saduceos creían que un hombre resucitaba cuando su hermano le "suscitaba" una posteridad. Para ellos la eternidad del hombre se confundía con la conservación de la especie. Era gente realista, que calculaba perfectamente el pro y el contra de cada situación. En su lógica estaba el querer desembarazarse de un hombre peligroso como Jesús, pero no perdían la calma, eran "objetivos" y consideraban superfluo el apasionamiento de los fariseos. En nuestro relato, los saduceos se contentan con poner a Jesús en ridículo ante el pueblo, impulsando hasta el absurdo sus ideas sobre la resurrección, que él compartía con los fariseos.

La anécdota de la mujer con siete maridos entraba, naturalmente, en la casuística de los doctores de la ley. Los saduceos se refieren aquí a la antigua regla del "levirato" o del matrimonio con el cuñado. Este es el texto del Pentateuco: "Si unos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin descendencia, la mujer del difunto no se casará fuera con un extraño; su cuñado debe ir a donde ella y tomarla por mujer, cumpliendo así con su deber de cuñado; y el primogénito que ella dé a luz hará resurgir el nombre del hermano muerto, y su nombre no será borrado de las listas de Israel" (Dt 25, 5-6). Para los saduceos, fieles solamente al Pentateuco de Moisés, la única "resurrección" era la referida en este texto del Deuteronomio, o sea, la realidad del hijo del hermano del difunto. Lo demás era para ellos una doctrina popular y grotesca que daba lugar a discusiones sin sentido.

La respuesta de Jesús se diferencia de la actitud de los fariseos. La fe en la resurrección es fe en la potencia de Dios; Dios tiene poder para crearlo todo nuevo. El creyente no debe perderse en el dédalo racionalista de la fantasía humana., Efectivamente, Dios -incluso como resulta de la lectura del Pentateuco- es un Dios de vivos; por esto, se presenta a Moisés como "el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob". La fe, para Jesús, no es "una proyección de este mundo en un mundo extraño creado por la fantasía". Al contrario: la fe es una apertura a Dios y deja que el Totalmente Otro cree lo totalmente otro.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1191 s.