COMENTARIOS
AL EVANGELIO
Mc 12, 38-44
Par: Lc 21, 1-04
La viuda ha dado de su indigencia, en oposición a los ricos que dan de su poder y de sus privilegios. En este aspecto contradice el proverbio según el cual nadie da lo que no tiene; esta mujer, en cambio, solo posee lo que ha dado.
¿Se puede ver en ella una imagen de Dios? Si Este no nos hubiera dado más que de su abundancia, estaría perfectamente representado por los donantes ricos y no por el óbolo de la viuda; en este caso carecería de sentido la importancia que Jesús atribuye al gesto de la mujer necesitada que ofrece parte de lo que ella necesita. ¿Y si Dios, a su vez, diera también de lo que, por ser parte de El, necesita? ¿Si nosotros renunciáramos a otra clase de dones para contentarnos solamente con sus actos manifestados en Jesucristo? Tal vez comprenderíamos entonces que ser Dios es servir y dar, no de lo que uno tiene, sino de lo que es. Jesús, pobre y al servicio de todos, no es un paréntesis en la vida de Dios, sino la manifestación de la propia condición de Dios; Jesús no es el turista rico, incluso desbordante de simpatía, que viene a visitar las tierras subdesarrolladas de la humanidad; es el servidor de todos, el esclavo por antonomasia, pues su modo de ser Dios es la pobreza.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág.
253
2.
Texto. El texto del domingo pasado estaba dominado por la coincidencia de puntos de vista entre Jesús y un letrado. A continuación de ese texto Marco resalta, en cambio, una discrepancia fundamental entre Jesús y los letrados a propósito del concepto del Mesías (Mc. 12, 35-37). Marcos hace de esta discrepancia una cuestión pública. Este carácter público se mantiene en la crítica a los letrados con que se abre el texto de hoy. Critica a su afán de honores y de reconocimiento público, critica su ambición y a su mucho rezar.
En la traducción litúrgica las dos últimas críticas (ambición y mucho rezo) han sido unificadas en una sola: devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. De acuerdo, sin embargo, a los mejores códices es preferible desdoblar ambas críticas: devoran los bienes de las viudas y oran largamente para aparecer. En contraste con tanta apariencia y tanto afán de reconocimiento. Marcos selecciona una experiencia vivida por Jesús frente a los cepillos del Templo. De acuerdo a un procedimiento literario ya conocido porque ha sido el empleado en las sesiones docentes de camino hacia Jerusalén, la experiencia vivida por Jesús le sirve a Marcos para introducir el tema de enseñanza a los discípulos.
Comentario. No perdamos la perspectiva del conjunto, es decir, la llegada del Reino de Dios en la muerte-resurrección de Jesús. Esta perspectiva se debe a Marcos, que reflexiona y selecciona episodios en función de ella.
A la luz de esta perspectiva hay actitudes y comportamientos que valen para el seguidor de Jesús y otros que no valen para ese seguidor. Entre los que no valen están el afán de honores y de reconocimiento, la ambición y el mucho rezar. Entre los que valen están la espontaneidad y ausencia de cálculo. Estas, espontaneidad y ausencia de cálculo, no se aprenden: surgen, salen, brotan, cuando lo que realmente importa es morir-resucitar como y con Jesús. Esto es ser discípulo de Jesús. Lo otro es piedad y honorabilidad, incluida la teológico-académica. Me gusta esta sesión doctrinal de Marcos por lo escueta, gráfica y poco convencional.
A.
BENITO
DABAR 1988, 56
3.
En este texto aparecen letrados y fariseos, hombres de muchas leyes y largos rezos, como exploradores sin escrúpulo de las pobres viudas. Haciendo ostentación de su saber y de su piedad deslumbran a la gente sencilla, siendo las viudas indefensas y piadosas las víctimas más frecuentes de estos estafadores. Por eso Jesús denuncia el engaño y abre los ojos a los incautos.
Acabada su enseñanza, el Maestro se marcha al atrio de las mujeres, en una de cuyas salas, la "sala del tesoro", había trece cepillos en donde se recogían las limosnas para el culto. Jesús observa en silencio el comportamiento de la gente, ve que algunos ricos echan grandes cantidades haciendo ostentación, Jesús no se deja impresionar. En cambio, se conmueve al ver pasar a una pobre viuda que sólo echa dos reales (exactamente dos "leprosos" que era la moneda más pequeña).
Jesús llama a sus discípulos y comenta elogiosamente la conducta de la pobre viuda.
Pues ella ha echado todo lo que tenía para vivir, mientras los otros han tirado en el cepillo de lo que les sobra. Los que dan aquello que les sobra dan sólo dinero, incluso hacen a veces negocio con sus limosnas. Pero, si uno da lo que le hace falta, da su medio de vida, esto es, da la vida. El verdadero sacrificio agradable a Dios no consiste en dar lo que tenemos, sino en dar nuestras propias vidas.
EUCARISTÍA 1982, 51
4.
La importancia de esta perícopa está en la toma de posición de Jesús frente a los representantes de la teología oficial de la sinagoga de Jerusalén. La parábola ataca la vanidad, la ambición y la descarada explotación que los escribas hacen de los socialmente débiles. Se hacen pagar las enseñanzas y oraciones. Marcos ofrece un cuadro a base de los contrastes entre Jesús y los escribas y fariseos. A la actuación interesada de los fariseos opone la actitud de la viuda que da todo lo que tiene y demuestra su total confianza en Dios.
La ofrenda de la viuda es el cumplimiento del primer mandamiento. La viuda deja a Dios la preocupación de la vida. Hace una elección clara entre Dios y la riqueza. Esta opción es posible porque confiar en Dios y amar a los hermanos es más importante que todas las cuestiones de dinero. Es el criterio fundamental para la vida de los discípulos de Jesús. Es llegar a vivir libre en el reino de Dios. La viuda no pide ni espera ningún milagro, ni se contenta con recitar el primer mandamiento, sino que lo vive y practica. No sólo está cerca del reino (Mc 12, 34), sino que está dentro. Lo importante no es dar mucho o poco, sino darse a sí mismo. Jesús es el que lo da todo y se da a sí mismo. Se ha entregado a sí mismo por los hombres.
PERE
FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985, 21
5.
En Jerusalén, los últimos días de la vida de Jesús, las dos escenas que aquí leemos unidas, y que se relacionan por la referencia a las viudas, tienen un cierto sentido como de resúmenes de aspectos importantes de la enseñanza y de la misma actuación de Jesús.
La primera escena refleja la tensión que a menudo hubo entre Jesús y los escribas, una tensión probablemente amplificada en las polémicas y a veces duros enfrentamientos entre la primera comunidad cristiana y el judaísmo. Lo que Jesús no soporta de la actuación de los escribas (que no debían ser todos: cf. domingo pasado) es la exhibición de su conocimiento de la voluntad de Dios y de su piedad: los ropajes y los asientos en las sinagogas son signos de esta exhibición. Y aún soporta menos que de esto quieran sacar provecho y preeminencia sobre la demás gente. Y finalmente, el extremo último de todo esto es que algunos lleguen a aprovecharse de ello para actuar directamente en contra de aquellos que Dios más ama, los pobres. La segunda escena viene a resumir lo que Dios valora de las actuaciones humanas.
Frente a los ricos que dan mucho, Jesús valora lo que da la viuda pobre. Y valora sobre todo el hecho de que aquella viuda "ha echado más que nadie", porque ha dado algo que era muy importante para ella, a diferencia de los ricos que daban de lo que les sobraba.
Actuando de esta manera, y a semejanza de lo que hizo la viuda de la primera lectura, aquella mujer ha mostrado confiar absolutamente en Dios y ponerse totalmente en sus manos. Es lo mismo que Jesús hará en Getsemaní: aceptar la voluntad de Dios, confiando absolutamente en él y poniéndose totalmente en sus manos.
JOSEP
LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 14