34 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXXI
CICLO C
29-34

 

29. DOMINICOS 2004

Con el día de hoy finaliza el mes de octubre. En nuestro hemisferio norte es el mes más otoñal: septiembre vive de los rescoldos del verano, noviembre y el resto de diciembre suelen anticiparnos el invierno. El otoño es momento de reflexión, es tiempo de recoger los frutos de la tierra y mirar cómo superar el invierno. El otoño de la vida es el tiempo en el que se van notando las debilidades que asedian alma y cuerpo. Pero también es tiempo de una cierta madurez, de momentos en los que se descubre que la gracia de Dios a través de sus mediaciones ha ido conformando nuestro ser. El otoño tiene, pues, dos caras, pesimista una, más bien optimista otra.

Pues bien, la Palabra de Dios en este domingo se mueve entre esas dos maneras de ver nuestra existencia: “El mundo entero es ante ti como un grano de arena”....”tú amas a todos los seres”. Todo es corruptible, pero “tú eres el Señor de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible”, leemos en la primera lectura. San Pablo avisa de que no se cultive en la comunidad un sentimiento apocalíptico, como si “el día del Señor estuviera encima”. Pequeño de estatura, publicano, rico...es Zaqueo, pero busca cómo ver a Jesús, es Jesús quien le ve y se invita a su casa. Allí, en su casa, puede oír ”hoy ha sido la salvación de esta casa”.

Decía un santo Padre que era pecado estar triste el domingo. El domingo es el día del Señor. De un Señor que sabe de nuestras miserias y carencias, de nuestras angustias, pero que se invita a nuestra casa y tiene palabras de salvación. Leed detenidamente el comentario bíblico de Fray Miguel de Burgos, lleno de sabiduría y de optimismo.


Comentario Bíblico
Todos están llamados a la salvación
Iª Lectura: Sabiduría (11,23–12,2): La bondad del ser creado
I.1. Hermoso texto del libro de la Sabiduría. Hermosa reflexión y plegaria a la vez que canta la grandeza de Dios en la creación como misterio de su “sabiduría”. Lo creado tiene sentido, no solamente porque sale de las manos de Dios, sino porque es bueno y tiene un sentido positivo. Es verdad que el texto viene a culminar un repaso a la historia del pecado de Egipto que tuvo en sus manos al pueblo elegido. Dios podía haber reducido a la “nada” a ese pueblo. Pero no fue así. El autor, probablemente escribe en Alejandría y ve todavía la grandeza de ese pueblo, aunque ahora en manos helenistas.

I.2. Por eso el final de este capítulo impresiona: Dios no puede destruir nada que haya creado con su poder. Se refiere al pueblo, a la humanidad, a los hombres, a las personas. Dios, el Dios de la Sabiduría, no puede destruir a nadie para triunfar Él; aunque se le haya presentado así muchas veces. Este texto respira sabiduría religiosa y contempla cómo todo tiene un sentido y cómo de la mano de Dios también salen las oportunidades para cambiar, para ser otras personas, para emprender un camino nuevo. El mundo vive de la mano de Dios y el hombre, de cualquier raza o religión, es un canto a la dignidad que cada uno lleva en su corazón. Por eso la religión debe ser lumbrera cuando se asoma a la interioridad de la persona, porque en esa interioridad es donde habita el “espíritu”, la “sabiduría” –que sería lo mismo-, de Dios.


IIª Lectura: 2ª Tesalonicenses (1,11–2,2): La vocación cristiana no debe ser la apocalíptica
II.1. La II Tes es una carta sobre la que existen verdaderas dudas de su autenticidad paulina. Esta opinión está cada día más extendida. Son numerosas las muestras literarias e incluso el sentido pastoral de la misma. Se piensa que los discípulos de Pablo se vieron en la obligación de escribir a una comunidad que estaba pasando una verdadera crisis de identidad. Y especialmente turbada por cuestiones escatológicas sobre la venida del Hijo del hombre o del fin del mundo. Pablo había abordado el tema escatológico en su primera carta (1Tes 4,15ss), tal como la suerte de los difuntos. Esto incrementó en alguna comunidad una crisis y un deseo por fijar cuándo y cómo acabará todo.

II.2. La referencia a “revelaciones” o a un supuesto escrito de Pablo debe interpretarse con verdadero cuidado. Es verdad que es eso lo que se intenta corregir, y todavía muchos autores piensan que Pablo mismo sale al paso de una falsa interpretación de sus palabras. Sobre ello habría mucho que decir, pero no es el momento. Pablo, de alguna manera, se vio envuelto también en esa tensión escatológica de los primeros años cristianos. E incluso esperó la pronta venida del Señor. Pero él mismo tuvo que centrarse en otras cosas y poco a poco fue precisando su pensamiento sobre estas cuestiones que apasionaba a las mentes apocalípticas. Lo que a Pablo le interesaba, de verdad, es la vocación cristiana, la suya y la de todos aquellos que aceptaban al Señor como el verdadero salvador. Es eso lo que se pone de manifiesto en los versos finales de 2Tes 1, y que corresponden a nuestra lectura.


Evangelio: Lucas (19,1-10): El Reino exige un pacto de justicia
III.1. El relato de Zaqueo es otro de esos episodios de Lucas que no tiene desperdicio. Es tan logrado, a todos los niveles, que habría que leerlo varias veces y cada una de ellas nos encontraríamos con matices que podría dar para una reflexión. No es un relato histórico. simplemente porque Jesús “tenía” que pasar por allí para ir a Jerusalén. Pero el que sea en la frontera de esta ciudad milenaria es un marco digno de consideración, porque la salvación llega hasta los confines de la tierra. Se enfrentan dos personajes… pero no solamente eso. También hay gente que está a la expectativa de qué hará Jesús. Aunque Jesús parece que no hace nada más que invitarse a casa de un “pecador”, tendrá la última palabra. Con esto está dicho todo. Zaqueo es un pecador para los puritanos, para los de religión legal. Para Jesús, y sin duda para Lucas, es un “rico”. Pero ¿también de los ricos es el Reino de los cielos? He aquí la gran cuestión de este episodio. Si los ricos renuncian a ello (dando la mitad de los bienes a los pobres y haciéndose como la gran mayoría de la gente) entonces sí.

III.2. Los bienpensantes de siempre especulaban que si Jesús entraba a casa de un publican, se contaminaba, ya que los publicanos trataban con las autoridades romanas que les concedían los privilegios de recolectores de impuestos. Pero para Lucas Jesús va buscando el verdadero “pecado”: haber acumulado riquezas y poder a costa de los otros. Y es eso lo que debe cambiar Zaqueo. No tiene por qué renunciar a ser colector de impuestos, ni a tratar con los paganos, los romanos, sino a no hacerse poderoso con las riquezas injustas. El tema es muy querido para Lucas, como sabemos. Y eso, sin duda, porque en su comunidad debía ser una cuestión puesta sobre la mesa de cómo se puede ser un buen seguidor de Jesús en este mundo donde hay riquezas y todo lo que ello conlleva.

III. 3. El narrador de este episodio nos muestra su maestría literaria, pero la instancia narrativa va mucho más allá de lo que podíamos esperar. El que ponga en labios de Jesús elementos que son muy característicos de su teología centra con precisión las pers­pec­tivas globales de su obra evangélica: mostrar a Jesús como profeta y salvador. El que seleccione sus informaciones es un indicio de buen narrador; insinúa las cosas y aunque no describa la psicología teológica de la conversión de Zaqueo no significa que no haya lle­ga­do hasta el fondo de las cosas: está, justamente, en la decisión de dar la mitad a los pobres. Esto no es signo de liberalidad so­la­men­te, sino de justicia. No pre­ten­de Lucas presentar a Zaqueo sim­ple­men­te como un hom­bre desprendido o mag­ná­ni­mo (porque antes del encuentro con Jesús no lo había sido), sino como un conver­ti­­do a la causa del Reino. También aquí las insinuaciones se trans­parentan: en la casa han hablado a fondo Jesús y Zaqueo, porque que­rían conocerse mutuamente. Esta es, pues, una pro­puesta para los ricos (no para dirigirlos espiritualmente), aunque la con­versión tam­bién se apoya, y mucho, en la magnanimidad, precisamente la que no muestran los con­tro­la­do­res ortodoxos de los pecadores. Es un relato de grandes iniciativas: Zaqueo que quiere conocer a Je­sús; Jesús que busca a Zaqueo; Za­queo que renuncia a ser rico (sic: porque no de otra manera se ha de entender ofrecer la mitad de los bienes a los pobres, y restituir la injusticia) y, finalmente, Jesús (y desde luego Lucas está detrás), que le muestra que ese es el camino de la salvación.

III. 4. En el texto, los ricos y los poderosos se sienten aludidos hic et nunc. Y sabemos que Lucas quiere reconciliar a gente rica y po­de­ro­sa con el mensaje cristiano y con las exigencias del Reino desde algo que esté de acuerdo con la exigencia social propia de su si­tua­ción. El sentido práctico de lo que pide no puede obviarse con in­ter­pretaciones o escapatorias que no lleven a una praxis determinada. Lu­cas lo ha dejado bien sentado en su obra: la riqueza es muy pe­ligrosa para vivir en cristiano, por injusta, como en el caso de Zaqueo, y porque los pobres no podrán nunca salir de su condición si no cambian las situaciones sociales, o mejor dicho, si los ricos no invierten «la mitad» de sus riquezas en los pobres. Esa es la forma en que los ricos se convierten y la manera en que hacen justicia con los que no conocen ya después de haberles exac­cio­nado. Eso significa, asimismo, que Lucas mantiene un debate crí­ti­co con los ricos: su afán de dinero (philargyría) y su codicia (pleonexía), como le sucede a los fariseos (Lc 16,14), es la causa de su pecado, no el que traten con paganos y pecadores; de ahí que su con­versión está adecuada a la de un hombre rico, porque cada uno debe tener la suya, según su historia y el sentido de su vida.

III. 5. Es una propuesta a nivel de la comunidad, o de personas con­cre­tas, de la que hay que extraer consecuencias inmediatas de al­cance social; a posteriori debe tener reflejo en la sociedad que nos ha tocado vivir en el mundo de hoy, como es en el caso de los pue­blos del Tercer Mundo y de su deuda externa frente a los países ri­cos y poderosos. Lucas debe tener claro que en la comunidad cris­tia­na no puede haber desequilibrios y que los ri­cos y pudientes de­ben compartir sus bienes como una exigencia de con­versión verda­de­ra. Esto significa, pues, que cuando Lucas se pro­pone describir el tiempo nuevo como un tiempo de salvación, en esta historia, esa salvación se hace efectiva para él, para aquella casa, para aquella familia o para aquella comunidad, por la praxis de la justicia como ética de verdadera solidaridad.

Fray Miguel de Burgos, O.P.
mdburgos.an@dominicos.org


Pautas para la homilía

Nada ni nadie es perfecto.

Nuestro maravilloso mundo, su orden, su armonía, su belleza se ve emborronado por acontecimientos de la Naturaleza que destruyen ese orden, esa armonía; fenómenos atmosféricos o geológicos que causan estrago en nuestra tierra. A veces es duro sobrevivir en ella, a veces la Naturaleza es una auténtica trampa mortal: ciclones, terremotos, inundaciones, soles abrasadores, fríos polares...

El ser humano se ha definido como un ser de carencias. Nacemos siendo el animal más frágil, necesitamos una lucha fuerte, con la ayuda de los otros, para sobrevivir, vivimos en amenaza continua a nuestra existencia. Y además, no todo lo hacemos bien, nosotros somos los más fuertes enemigos de nuestro ser, de simplemente existir y especialmente del caminar hacia ser lo que debemos ser. En nosotros conviven más o menos pacíficamente, más o menos en conflicto continuo, nuestra dignidad humana con fuerzas que la degradan.

La mayor desgracia consistiría en creer que no tiene remedio nuestra imperfección o vivir ignorándola. Son, en términos del evangelio, dos pecados contra el Espíritu Santo, de los que no tienen perdón. Nunca hay razón para la desesperanza, ni tampoco para la presunción.


Zaqueo es un ser humano, un hijo de Abrahán.

Para “todos”, porque “todos murmuraban” al ver que Jesús se hospeda en su casa, es un ser esencialmente pecador, no puede llamarse hijo de Abrahán, como el resto de los judíos. Definido por el pecado de ser publicano; quizás rico por su oficio de recaudar impuestos...Nada existe positivo en él.

Jesús es el único que ha visto algo positivo, aunque sólo fuera la posibilidad de salvación. Y se acerca a él. Luego resulta que Zaqueo no era tan pecador: en él se da la generosidad con los pobres y la justicia del que quiere corregir acciones injustas contra el otro de la única manera posible, restituyendo lo que había robado y de una manera cualificada “cuatro veces más”. Zaqueo era un ser humano con sus miserias y sus grandezas, “un hijo de Abrahán”.

Representa al tipo de ser humano con el que quiere encontrarse Jesús. Él no ha venido para los justos, es decir, para aquellos que creen presuntuosamente no necesitarle, pues nada les puede aportar. Lo que suene a salvación no les dice nada; no la necesitan, ya están salvados.


Hoy ha sido a salvación de esta casa.

La salvación es una gracia, no el premio a un esfuerzo. La salvación nos viene con Cristo. Zaqueo no se salvaba por su generosidad y su magnanimidad para devolver lo que se había indebidamente apropiado. Zaqueo se salva porque Jesús se ha hospedado en su casa.

Mucho se ha discutido en la Teología qué parte tiene en la salvación la gracia de Dios y qué nuestra libertad, nuestro buen hacer. San Agustín había dicho, él que se enfrentó con los pelagianos que mantenían que el hombre no necesitaba de la gracia para salvarse, que “Dios que nos crea sin nosotros, no nos salva sin nosotros”. Ahora bien nuestra actitud inicial es bajar de nuestras alturas narcisistas y tratar de escuchar la voz de Jesús que viene a nuestra casa. Y, como Zaqueo, alegrarnos por sentirlo con nosotros.

Sin el espíritu de Jesús, el espíritu que emana del evangelio, el que se hace más explícito en el programa de las bienaventuranzas o en el encargo supremo que deja a sus discípulos de que se amen, nuestros esfuerzos titánicos por ser “virtuosos” chocarán y caerán vencidos ante los aspectos negativos de nuestro ser: no alcanzaremos la salvación.

Abramos, pues, las puertas a Jesús, a su evangelio, a su presencia resucitada en nuestra vida, así como en la del hermano. Abramos las puertas a Cristo eucaristía, sacramento de esa presencia de Jesús en nuestra casa. A pesar de nuestro pecado, de que pueda parecer que no tenemos perdón por lo reiterado de él, dejemos que Jesús se invite y venga a estar en nosotros, entre nosotros.

Él nos dirá, si no lo hemos antes captado, que es necesario prepararnos para que él se haga presente, con nuestra generosidad hacia el otro, sobre todo hacia el necesitado -también sacramento de la presencia de Cristo- ; con actitud de auténtico arrepentimiento, que, por ser auténtico intentará corregir con generosidad lo indigno o injusto que hayamos hecho.

Existen, pues motivos para, como Zaqueo, recibir “muy contentos” a Cristo el Señor. Existen motivos para estar alegres en su día, el domingo, el día del Señor.

Fray Juan José de León Lastra, O.P.
juanjose-lastra@dominicos.org


30. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Jesús nos enseña hoy que el Padre–Dios no deja de ser el mismo, siempre compasivo perdonador, amigo de la vida, siempre saliendo al encuentro de sus hijos y construyendo con ellos una relación nueva de amor.

Las lecturas de este domingo son una preciosa descripción de este comportamiento de Dios con la persona humana. Nos dicen que Dios ama entrañablemente todo lo que existe porque su aliento de vida está en todas las cosas.

El episodio de la conversión de Zaqueo se encuentra en el itinerario o “camino” de Jesús hacia Jerusalén y sólo lo encontramos narrado por el evangelio de Lucas. En él pone de manifiesto el evangelista, una vez más, algunas de las características más destacadas de su teología: la misericordia de Dios hacia los pecadores, la necesidad del arrepentimiento, la exigencia de renunciar a los bienes, el interés de Jesús por rescatar lo que está “perdido”. Este evangelio es una ocasión excelente para recordar que éstos son los temas que se destacan en el material particular de la tradición lucana y que resaltan la predilección de Jesús por los pobres, marginados y excluidos.

El relato nos muestra la pedagogía de Dios, en la persona de Jesús, hacia aquellos que actúan mal. Dios es paciente y compasivo, lento a la ira y rico en misericordia, corrige lentamente, respeta los ritmos y siempre busca la vida y la reconciliación. En este sentido, Dios es definido como “el amigo de la vida”, y buscando ésta, su auténtica gloria, sale hacia el pecador y lo corrige, le brinda su amor y lo salva.

Muy seguramente nosotros, por nuestra incapacidad de acoger y perdonar, no hubiéramos considerado a Zaqueo como un hijo bienaventurado de Dios, como no lo consideraron sus paisanos que murmuraron contra Jesús diciendo: “Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador”. Decididamente, Jesús y sus coetáneos creían en un Dios diferente. Por eso pensaban también de forma diferente. Para el judaísmo de la época el perdón era cuestión de ritos de purificación hechos en el templo con la mediación del sacerdote, era un puro cumplimiento; para Jesús la oferta del perdón se realiza por medio del Hijo del hombre, ya no en el templo sino en cualquier casa, y con ese perdón se ofrece también la liberación total de lo que oprime al ser humano.

Por eso, la actitud de Jesús es sorprendente, sale al encuentro de Zaqueo y le regala su amor: lo mira, le habla, desea hospedarse en su casa, quiere compartir su propia miseria y su pecado (robo, fraude, corrupción) y ser acogido en su libertad para la conversión.

La actitud de Jesús es la que produce la conversión que se realiza en la libertad. Todo lo que le pasa a Zaqueo es fruto del amor de Dios que actúa en su hijo Jesús, es la manifestación de la misericordia y la compasión de Dios que perdona y da la fuerza para cambiar. De esta manera la vida se reconstruye y me puedo liberar de todas las ataduras que me esclavizan, puedo entregarlo todo, sin miedos y sin restricciones.

Con esta actitud, Zaqueo se constituye en prototipo de discípulo, porque nos muestra de qué manera la conversión influye en nuestra relación con los bienes materiales; y en segundo lugar nos recuerda las exigencias que conlleva seguir a Jesús hasta el final. Aquí la salvación que llega en la persona de Jesús opera un cambio radical de vida.

No dudemos que Jesús nos está llamando también a nosotros a la conversión, nos está invitando a que cambiemos radicalmente nuestra vida. No se lo neguemos, no se lo impidamos. El Señor nos propone unirnos a El, ser sus discípulos y a ejemplo de Zaqueo ser capaces de despojarnos de todo lo que no nos permite vivir auténticamente como cristianos. Esta misma experiencia es la de muchos otros testigos de Jesús que, mirados por El, se convirtieron, renació su dignidad, y recuperaron la vida. Aceptemos la mirada de Jesús, dejemos que El se tropiece con nosotros en el camino e invitémoslo a nuestra casa para que El pueda sanar nuestras heridas y reconfortar nuestro corazón. No tengamos miedo, dejémonos seducir por el Señor, por el maestro, para confesar nuestras mentiras, arrepentirnos, expresar nuestra necesidad de ser justos, devolver lo que le hemos quitado al otro... No dudemos, Jesús nos dará la fuerza de su perdón. El Señor está con nosotros para que experimentemos su amor. El ya nos ha perdonado, por eso es posible la conversión.

El caso de Zaqueo puede ser iluminador para el tema de la opción por los pobres. En la polémica oficial contra esta opción que sacaron a la luz la teología y la espiritualidad latinoamericanas, se insistió mucho en que no podría tratarse sino de una opción «preferencial», no de una «opción por los pobres» sin más, porque sin aquel adjetivo podría entenderse como una opción «exclusiva o excluyente»... Pero el adjetivo «preferencial» rebaja y diluye la esencia de la opción por los pobres, porque quien opta por los pobres preferencialmente, se entiende que opta también por los ricos, aunque sea menos preferencialmente... Una opción preferencial es una opción que no acaba de optar, que no quiere definirse, que no toma partido, que «se queda encima del muro», como dice la expresión brasileña...

Jesús opta por los pobres, mira la vida desde su óptica, es uno de los pobres, y comparte con ellos su causa. Evidentemente, no excluye a los ricos, y ése es el caso de Zaqueo. Pero Jesús no es neutral en el tema de riqueza-pobreza. Su encuentro con Zaqueo no deja a éste indiferente: Jesús lo desafía a pronunciarse incluso económicamente. Jesús no excluye a Zaqueo, ni a ningún rico, pero sí excluye el modo de vida de los ricos, exigiéndoles la justicia y el amor. La opción por los pobres no excluye a ninguna persona (¡al contrario, desearía alcanzar y cambiar a todos los que no asumen la causa de los pobres!). Lo que excluye es la forma de vida de los ricos, la opresión y la injusticia. Buen tema éste para enfocar la homilía sobre la opción por los pobres. [Cfr J.M. VIGIL, La opción por los pobres es opción por la justicia, y no es preferencial. Para un reencuadramiento teológico-sistemático de la opción por los pobres. «Theologica Xaveriana» 149(enero-marzo 2004)151-166, Universidad Javeriana, Bogotá. «Éxodo» 72(febrero 2004)43-50, Madrid. «Christus» 741(marzo-abril 2004)41-46, CRT, México DF. «Tiempo Latinoamericano», 75(mayo 2004)23-28, Córdoba, Argentina].

Para la revisión de vida
Nuestra experiencia de fe no puede quedarse en un reconocimiento frío y estático de Dios. La fe nos debe llevar a la conversión, a mejorar nuestra vida y nuestras actitudes, a concretar nuestra vivencia cristiana en obras, en generosidad, en solidaridad y en servicio a los demás. Cada uno de nosotros y cada comunidad ha de revisar su práctica de la misericordia -a la luz de Jesús- buscando testificar con la vida y las palabras la Novedad del Reino. Un paso ineludible es la constante "experiencia personal" de la misericordia del Padre; mendigarla, gustarla, compartirla... ¿Cómo experimento en mi vida la misericordia de Dios? ¿Qué significa convertirse?

Para la reunión de grupo
- La globalización neo-liberal está generando cada día más empobrecidos, excluidos y marginados. ¿Qué gestos de misericordia y justicia están revelando hoy el rostro del Dios de Jesús? ¿qué gestos faltan para que se manifieste ese Dios frente a tantas situaciones inhumanas?
- En el trabajo que realizamos como grupo o como comunidad. ¿quiénes están siendo los destinatarios del anuncio y la práctica de la misericordia? ¿quiénes deben serlo en primer lugar, viendo los destinatarios preferenciales del anuncio y la práctica de Jesús?.
- Hemos reducido la experiencia de la conversión a la práctica rutinaria del sacramento de la reconciliación. ¿Cómo estamos asumiendo en nuestra vida cristiana el compromiso del cambio y la conversión?
- Nuestra vida, ¿está llena de aquella compasión y amistad que nos hace llorar con quien llora y compartir la alegría del que se siente gozoso, o bien se limita simplemente a “solucionar problemas”?

Para la oración de los fieles
- Por cada uno de nosotros, para que encontremos en el camino de nuestra vida la presencia de Jesús que nos invita al cambio y la conversión.
- Por los empobrecidos, excluidos y marginados de nuestra sociedad, para que encuentren manos solidarias que les ayuden a buscar propuestas de cambio y transformación de su realidad.
- Por los sacerdotes, religiosos y religiosas, para que se decidan efectivamente a buscar estilos de vida más austeros como signo y compromiso con los pobres.
- Por toda la comunidad, para que en la Iglesia encuentre una casa donde vivir el perdón y la reconciliación.
- Por los que tienen la tarea y la responsabilidad de gobernar las naciones y manejar los recursos económicos, para que sean transparentes, honestos y leales en el compromiso que el pueblo ha puesto en sus manos.

Oración comunitaria
Te damos gracias Señor porque en Jesús nos has manifestado tu rostro amoroso de Padre Misericordioso. Te pedimos que nos ayudes a cambiar y a transformar nuestras vidas asumiendo actitudes verdaderas de conversión que se expresen en Justicia, Solidaridad y Amor con nuestros hermanos. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro...


31.

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Antonio Izquierdo

Nexo entre las lecturas

El amor de Dios embarga cada página de la Biblia y de la liturgia cristiana. En los textos del presente domingo resaltan de modo especial. El amor de Dios a todas las criaturas, porque todas tienen en el amor de Dios su razón de ser (primera lectura). El amor de Dios por todos los hombres, sin distinción alguna, porque todos son sus hijos (Evangelio). El amor de Dios hacia los cristianos, "para que el nombre de Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo" (segunda lectura).


Mensaje doctrinal

1. La aventura del amor divino. Desde el momento mismo en que Dios inició su obra creadora, dio comienzo para El, la aventura del amor. La aventura maravillosa de ser correspondido en el amor. Pero también la aventura del riesgo del amor, del rechazo del amor, de la incomprensión del amor, del rostro doloroso del amor. "Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste, pues si algo odiases, no lo habrías creado", dice la Sabiduría. Pero, ¿no da la impresión de que los cataclismos y las catástrofes naturales de nuestro planeta se rebelan contra el gobierno soberano del amor? "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán", dice Jesús en el Evangelio. Pero, y las demás "casas" de publicanos, ¿aceptarán el amor? Y las demás casas de los ricos, ¿se convertirán, como Zaqueo y su casa, al amor de Dios? Dios nos ha llamado a la vocación cristiana, para ser glorificado en nuestras vidas; pero, ¿realmente nuestras vidas son la gloria del amor? El amor de Dios, en su aventura histórica, en cierto modo está sometido a la gran ley, creada por Dios y que El respeta, del libre albedrío. Y así será hasta el final de los tiempos. Esos tiempos últimos, cuyo final nos resulta totalmente desconocido, y que hacemos bien si lo dejamos confiadamente en el sagrario del corazón de Dios, que siempre quiere lo mejor para sus hijos. No queramos escrutar ansiosamente el misterio que se nos escapa y sobrepasa nuestras capacidades de conocimiento. ¡Vigilantes, sí, pero serenos! Entonces sí, tras el telón final de la historia, la aventura del amor de Dios habrá terminado. El amor de Dios será entronizado en los cielos y los hombres adorarán eternamente la triple faz del Amor.

2. Un amor sin fronteras. Así es el amor de Dios. No tiene la frontera del tiempo, porque Él ama en el tiempo y antes del tiempo y más allá del tiempo. No tiene la frontera del espacio, porque Él ha creado el espacio y lo ha llenado con obras surgidas únicamente de su amor: el cielo, la tierra y cuanto en ellos habitan (primera lectura). No está limitado por la frontera de la edad, de la condición social o económica, del estado de vida de los hombres, porque lo que más cuenta para Dios es que todos son imagen suya y a todos los ama como a hijos. Dios no ama al ciego de Jericó porque es pobre (Lc 18, 35-43) ni a Zaqueo porque es rico, sino porque ambos son sus hijos. Para Dios no cuentan esas barreras que tanto cuentan no pocas veces para los hombres. Dios no ama por "méritos", sino en total libertad. Tampoco está coartado Dios en su amor por la barrera del pecado. Los hombres somos pecadores, Zaqueo es un pecador público. Eso no importa. El pecado no es por así decir una derrota del amor, sino ocasión para que el amor de Dios se manifieste con nuevo resplandor. ¿Y acaso podrán ser nuestras preocupaciones, nuestros temores, nuestros pensamientos sobre la "inminencia" del " fin de la historia" una muralla infranqueable del amor de Dios? Deus semper maior. Dios está por encima de todos los límites que los hombres podamos poner a su amor. También Dios es más grande y está más allá de la muerte, ese monstruo en cuyo territorio parece que ni siquiera el amor de Dios tiene acceso. Dios es "amigo de la vida" (primera lectura) o, en una traducción quizá más fiel, "autor de la vida". A Él la muerte no le infunde temor como a nosotros, pobres mortales, pasa su barrera y la destruye, para que los hombres, sus hijos, vivan para siempre. Realmente, para Dios la frontera del amor es el amor sin frontera.


Sugerencias pastorales

1. Ojos para amar. La realidad se mira de modo muy diverso cuando se tienen ojos para el amor o cuando no se tienen. ¡Ojos para amar a Dios en la grandeza y el esplendor del firmamento! Puedo contemplar una estrella en una noche de primavera con el ojo escrutador del científico que indaga sobre su distancia de la tierra, los años que tiene o el material de que está compuesta. Y puedo contemplarla con el ojo simple de quien descubre en ella un reflejo de la belleza de Dios, un regalo de Dios en esa encantadora noche primaveral. ¡Ojos para ver el amor de Dios en el poder y belleza de la naturaleza! Esa naturaleza que revive después del invierno y como que resucita. Esa naturaleza mediante la cual Dios recuerda al hombre la ley de la renovación permanente y le reclama su vocación a la resurrección con Cristo glorioso. ¡Ojos para admirar el amor de Dios como se muestra en el hombre y en las obras magníficas de su pensamiento! Es distinto considerar la inteligencia del hombre como fruto de la casualidad evolutiva a ver en ella la obra más preciosa y sublime del amor creador de Dios. Es muy diverso el trato que daré a un hombre si me quedo solamente en que es un cuadrúpedo inteligente o si, traspasando con la mirada el ámbito corporal, lo veo como un hijo de Dios, nacido para una eternidad feliz en el amor. Los hombres solemos tener ojos para el mal, para la crítica, para la basura del mundo. Está bien, pero hemos de mirar todo eso con ojos de amor, con los mismos ojos con que Dios lo ve. Y sobre todo hemos de abrir de par en par nuestra mirada para el bien, para la benedicencia, para la verdad, la belleza y la santidad que hay en el mundo. En definitiva, tener ojos para el amor es tener ojos para Dios.

2. La creatividad del amor. Que el amor sea creativo, pienso que nadie lo ponga en duda. Ya conocemos la creatividad del amor de Dios: la Sagrada Escritura, la Iglesia como institución del amor redentor, la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, o la perfección del cerebro humano, y la inmensidad del cosmos y sus galaxias, por poner algunos ejemplos. Quiero detenerme, sin embargo, en la creatividad del amor humano y cristiano, esa creatividad que es la propia nuestra, y que hemos de actuar día tras día, para mostrar que somos cristianos de verdad. ¿Quién ignora la potencia "creativa" de una caricia al esposo, al hijo, a la madre, a la novia? ¿Quién no ha podido constatar alguna vez la creatividad de una palabra, de una mirada, de un abrazo? Buscar cada día creatividad en el amor dentro de la familia. ¡Pequeñas cosas del amor, no importa, pero nuevas, inesperadas, sorprendentes! Buscar la creatividad en el amor para servir mejor a los demás, como empleado en una oficina, como párroco, como enfermera en un hospital, como asistente social en una residencia de ancianos, como maestro en una escuela o profesor en una universidad, etc. Y sobre todo buscar la creatividad en nuestro amor a Dios. Creativos cuando hablamos con Dios para decirle lo mismo, pero con lenguaje y música diversos. Creativos en multiplicar lo más posible las obras del amor, las maneras de expresar el amor. Creativos para pensar y formular el amor de Dios y comunicarlo creativamente a los hombres. Creativos para hablar a Dios y para hablar de Dios. ¡Creatividad! ¡Creatividad en el amor! ¿Acaso no es el amor por su misma naturaleza creativo? Si por una casualidad el amor dejara de ser creativo, sería aburrimiento, rutina, hastío. Dejaría de ser amor. ¿Qué hacer para ejercitar diariamente la creatividad del amor?


32. INSTITUTO DEL VERBO ENCARNADO 2004

Comentarios Generales

Sabiduría 11, 23-12, 2:

Esta página Sapiencial nos expone una lección insuperable sobre el amor y bondad de Dios:

- Amor en su Omnipotencia: La Omnipotencia de Dios es innegable; y su Majestad y Grandeza no permiten siquiera parangón, no ya con alguna criatura, pero ni con el universo mundo: “El mundo entero ante Tí es como mota de polvo y como gota de rocío matinal” (22). Nosotros, cierto, actuamos nuestras débiles fuerzas en hacer el mal; y cuanto más débiles, más absolutistas. De manea que somos malos en la medida que somos poderosos. Pero el Omnipotente sólo quiere y sólo obra el Bien. El Absoluto sólo quiere y sólo obra lo Recto. Dios es Amor y Bondad infinita que cuenta con Poder Infinito: “Arrojémonos en manos de Dios y no en manos de los hombres; pues cual es su Grandeza es su Bondad” (Eccli 2, 18).

- Amor en la obra de la creación y conservación. Cuanto bueno existe lo crea el amor de Dios: “Porque amas todas las cosas y nada aborreces de cuanto has hecho; que de haber odiado alguna cosa no la habrías creado. ¿Y cómo podría una cosa subsistir si tú no quisieras? ¿O cómo podría conservarse algo no llamado por Tí?” (24. 25). Por tanto, cuanto bien tenemos es Amor de Dios: “De parte del alma ninguna razón hay ni puede haber para que Dios la mirase y la engrandeciese, sino de parte de Dios; y ésta es su bella gracia y mera voluntad”. Todo es gracia de Dios. Todo es Amor de Dios. Todo es Bondad de Dios.

- Amor en perdonar y esperar: Nosotros no sólo somos debilidad. Somos también pecado. ¿Cómo se comportará el Dios-Amor con el hombre pecador? Es maravillosa esta repuesta del Sabio: “Eres clemente con todos, Señor, porque somos tuyos; porque tu espíritu está en nosotros; porque amas la vida” (16: 12, 1). No quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ez 18, 23). De ahí la pedagogía de Dios. Nos envía avisos, castigos medicinales. Nos invita y nos acosa a penitencia para podernos perdonar y salvar: “Por esto corriges poco a poco a los que han caído. Les amonestas recordándoles su pecado, para que apartándose de la maldad crean en Tí, Señor” (2). En el N. T., cuando el Amor Infinito de Dios se nos ha hecho visible en Cristo, esta sublime Teología Sapiencial gana aun en luz y belleza. Ahora es Cristo quien nos ha hablado del Amor del Padre. Y es en Cristo en quien vemos y vivimos, gozamos y saboreamos del Amor Infinito del Padre.

2 Tesalonicenses 1, 11-2, 2:

En esta carta a los Tesalonicenses encontramos una oración, un anhelo y un aviso:

- Una oración: El Apóstol pide a Dios para sus neófitos: Que les otorgue Dios vivir de la manera digna que exige su vocación cristiana; que desvele en sus corazones grandes deseos de perfección y los convierta en realidad; y que el dinamismo de la gracia bautismal desarrolle en ellos su plena eficacia (11).

- Un anhelo: Que el fervor de su vida y la luz de su ejemplaridad sea la mejor glorificación del nombre de Cristo. Que así como Cristo es nuestro gozo y gloria, así nosotros seamos gozo y gloria de Cristo (12). Este anhelo del Apóstol tendrá plena realidad en la Parusía de Cristo.

-Un aviso: A propósito de la Parusía o Advenimiento glorioso de Cristo y de nuestra incorporación a Él, les avisa Pablo: No os dejéis impresionar tan a la ligera ni creáis que está inminente este “Día del Señor”. Pablo sabe que la hora de este Advenimiento es un secreto que guarda Dios para Sí. Nuestro deber es estar siempre en vela y fervor, en fidelidad y servicio. Lo demás son especulaciones para pasto de la vana curiosidad.

Lucas 19, 1-10:

Zaqueo, el publicano, es un ejemplo o monumento del amor de Dios con los pecadores (cfr Sob 12, 2). Este amor y perdón que todos recibimos por Cristo:

- Zaqueo es jefe de publicanos. Los publicanos o recaudadores de tributos a favor de Roma eran considerados como pecadores vitandos. Primero, por traidores a la religión y a la patria; y a más, por las exacciones y fraudes que acompañaban tan triste oficio.

- El encuentro de Zaqueo con el Señor nada tiene de casual. Si Zaqueo siente curiosidad por ver a Jesús, Jesús siente deseos de intimar con él. Se ven, se miran, se hablan, se aman. Y dado que Zaqueo no se atreve a invitar a su casa y a su mesa a Jesús, por el miedo de comprometerle, pues la cercanía de un publicano manchaba a un judío honrado, Jesús mismo se invita.

- “Jesús” significa: “Salvación de Dios”. Por tanto, con toda verdad se lo dice a Zaqueo: “Hoy vino la Salvación a esta casa” (9). Jesús es la epifanía del Amor del Padre, de su Voluntad Salvífica: “Sabéis que Él se manifestó para quitar de en medio nuestros pecados” (1 Jn 3, 5). El gozo de Zaqueo lo experimentamos todos tan pronto nos encontramos con Jesús. Nos dirá el padre Ávila, tan buen conocedor del Corazón de Cristo: “Alegraos, adeudados. Jesús se ofrece a pagar nuestras deudas. Más puede Él pagar que nosotros deber”. Nosotros, egoístas y llenos de pecado, nos escandalizamos en vista de los pecados ajenos (7). Jesús, misericordioso, perdona a todo pecador que se arrepiente; le regala su amor e intimidad; le rehabilita en la dignidad de hijo de Dios. En esta condición de hijos perdonados y rehabilitados asistimos a la Mesa de Cristo. De ahí que a todos los comensales nos aúna el amor de Cristo y el amor fraternal.


*Aviso: El material que presentamos está tomado de José Ma. Solé Roma (O.M.F.),"Ministros de la Palabra", ciclo "C", Herder, Barcelona 1979.


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Dr. D. Isidro Gomá y Tomás

JESÚS EN CASA DE ZAQUEO: Lc. 19, 1-10

Explicación. - También es Lc. el único Evangelista que refiere este episodio de Zaqueo, que tan bien encaja en el “Evangelio de la misericordia”, como se ha llamado al tercero. Escrito para los gentiles, es oportunísimo el ejemplo del publicano de Jericó para demostrar que nadie debe desconfiar de la bondad del Señor.

Y habiendo entrado, iba andando por Jericó, lentamente, haciendo su camino hacia Betania, de donde le separaban aún seis horas de viaje, quizás aguardando anocheciera: es probable que pernoctara en la ciudad. Cuando un hombre llamado Zaqueo, nombre hebreo que parece significar Inocencio (Esdr. 2, 9; Neh. 7, 14): de ello se deduce que este hombre era judío de origen (v. 9): Que era jefe de los publicanos, y rico: Jericó, ciudad de gran tránsito e importante centro comercial de productos agrícolas, especialmente de bálsamo, que en la comarca se cosechaba abundante, contaba con numerosos cobradores de tributos o publicanos; Zaqueo, según la palabra griega que le califica, era un jefe de publicanos, quizás un arrendador de contribuciones que tenía a su servicio gente asalariada que tan odiada era de los judíos. Ello nos explica que fuese rico: su profesión era lucrativa; si era arrendador de tributos, necesitaba un capital de garantía para responder de ellos ante los romanos.

Zaqueo deseaba conocer a Jesús: es instinto innato en el hombre conocer por el rostro a los personajes famosos; quizá se le ha dicho que el taumaturgo era amigo de publicanos: Procuraba ver a Jesús, quién fuese. Formaba la multitud valla infranqueable alrededor de Jesús; Zaqueo, bajo de cuerpo, no puede satisfacer sus deseos: Y no podía por la mucha gente, porque era pequeño de estatura. Ello le inspira, a mas de la gracia de Dios que lleva este negocio, una estratagema que le libre de la gente y le permita dominar la multitud: Y corriendo delante, adonde no llegan aún la muchedumbre, se subió a un sicómoro para verle; era un sicómoro, o higuera de Egipto, árbol propio de la Palestina, de hojas semejantes al moral y de frutos parecidos a los higos; sus ramas se extienden horizontales a poca altura del suelo; estaría plantado en alguna plazuela adonde pararía la comitiva: Porque por allí había de pasar.

Jesús fue con el publicano lleno de bondad generosa: Y cuando llegó a aquel lugar, alzando los ojos, le vio: quien quería ver, es visto, y puede contemplar a placer el divino rostro. Le vio y le habló y le llamó por su nombre; conocía Jesús al hombre y lo que había en él (Ioh. 2, 25); él mismo había iniciado el movimiento de Zaqueo hacia Jesús. Y le dijo: Zaqueo, baja presto, porque es menester, lo pide mi caridad, lo exige el socorro que necesitas, que hoy me hospede en tu casa. Así colma Jesús los deseos de Zaqueo: se para, le mira, le habla, le llama por su nombre, estará con e1 aquel día.

Llenó ello de gozo a aquel hombre ingenuo y recto: Y el bajó apresurado, y le recibió gozoso: nunca pudo esperar tanto. En cambio, la gente, que odiaba a los publicanos, y mas aun al jefe de ellos, por ser mayor pecador que ellos (Mt. 9, 11; Lc. 15, 1), manifestó su descontento, no pudiendo substraerse a sus prejuicios, a pesar de que, poco ha, había dado gloria a Dios por la curación del ciego obrada por Jesús: Y todos, al ver esto, murmuraban diciendo que había ido a hospedarse en casa de un pecador.

Mas Zaqueo, presentándose al Señor, reverente, en pie, como el esclavo ante su señor, le dijo, contrayendo ya desde este momento grave y formal compromiso: Señor, la mitad de cuanto tenga, doy a los pobres: doy, no daré; así empieza a hacerse amigos con las riquezas inicuas (Lc. 16, 9, n. 135): y si en algo he defraudado a alguno, le vuelvo cuatro tantos más. La ley mandaba que descubierto el fraude y después de sentencia judicial, debía el robador devolver el doble de lo defraudado (Ex. 22, 9); la ley romana autorizaba a exigir hasta el cuádruplo a quien era cogido en flagrante delito. Zaqueo no se acusa de fraude concreto y manifiesto; pero su oficio es pecaminoso: ha sido duro y exigente con todos; quizá más de lo justo; para componer su conciencia con la justicia y equidad, va más allá de lo que la ley exige en caso de fraude cierto.

Zaqueo corresponde con sobreabundancia a la gracia de Jesús. Y Jesús, que no se deja vencer, le dijo, colmando de gracia al dueño de la casa y a los suyos: Hoy ha entrado la salvación mesiánica en esta casa: aunque publicano, tenía derecho, como todos los hijos de Abraham, a la salvación prometida en pacto solemne al Patriarca: Porque él también es hijo de Abraham. Y a los murmuradores, que le imputan el que se trate con pecadores, da Jesús esta razón general de la economía de la gracia: Pues el Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que había perecido: expresión llena de bondad y misericordia, que concreta uno de los grandes oficios que vino el Verbo humanado a llenar en la tierra.

Lecciones morales. - A) v. 3. - Procuraba ver a Jesús, quien fuese... — Si hubiese visto a Jesús, dice un comentarista, ya no hubiese ejercido de publicano: porque nadie ve y conoce a Jesús y persevera en sus pecados. Es buena disposición para dejarlos el deseo de conocer a Jesús: porque a más de que ello es un comienzo de santificación, el conocimiento de la santidad de Jesús engendra natural horror a nuestros pecados e imperfecciones. El conocimiento de Jesús es la vida eterna (Ioh. 17, 3); por ello, como Zaqueo, debemos forcejear para vencer la resistencia de las multitudes, que no son otra cosa que los obstáculos de todo genero que impiden nuestra visión, negocios, pecados, amigos, diversiones, etc., y alargar nuestra baja estatura, subiéndonos al árbol de la fe y de los grandes principios de la vida humana, que nos permiten dominar el flujo de las cosas caducas de la tierra.

B) v. 5. - Alzando los ojos, le vio... — Vio Jesús el alma de aquel hombre ansiosa de vivir santamente, y la convirtió, dice San Cirilo. Es el mismo deseo expresado por el Salmista: “Deseó en todo tiempo mi alma cumplir tus mandamientos” (Ps. 118, 20). Dios premia siempre los sinceros deseos de servirle, ayudándonos con su gracia, sin la que nada podemos. Un deseo de hacer el bien es una aproximación a Dios, fuente de toda bondad y de todo bien; a esta aproximación responde siempre el Señor acercándose a nosotros, como lo hizo con el profeta, “porque era varón de deseos” (Dan. 9, 23). Los deseos del alma son malos, y llevan al mal: ¿por qué los deseos del bien no deben ser ya cosa buena, que pueden tener la eficacia de llegar a hacer el bien? Y no hay bien que de Dios no venga.

C) v. 6. -El bajó apresurado, y le recibió gozoso. — Aprendan los ricos, dice San Ambrosio, que no está el crimen en las riquezas, sino en aquellos que no saben usar de ellas: porque las riquezas, así como son para los malos un obstáculo para la virtud, son medio utilísimo de ella a los buenos.

D) v. 8.- Y si en algo he defraudado a alguno, le vuelvo cuatro tantos más. — ¡Qué lenguaje de sinceridad, de lealtad, de desprendimiento, de pena por la injusticia quizá cometida, el que transpiran estas palabras de Zaqueo! ¡Cuánto distan de él los ricos de hoy! Para la mayoría de ellos no tiene la vida más que un fin: atesorar. Limpio o menos limpio, quieren todos aumentar su caudal. Dar la mitad de los bienes a los pobres sería un hecho insólito, tenido tal vez como una sandez. Al contrario, utilizar a los pobres para aumentar las riquezas, esto es quizá tenido como medio normal de hacer negocio. Restituir cuatro veces lo defraudado, es un milagro cuando se tiene la conciencia de ello; cosa jamás vista cuando no se puede concretar el punto en que se cometió la injusticia, aunque quizá todo un negocio o toda una vida no hayan hecho más que bordear la injusticia. En verdad que es difícil entrar los ricos en el cielo; y que es muy costoso hacer para ello lo que hizo Zaqueo, según palabra de San Beda: fue un camello que depuso la enorme y pesada giba de sus bienes a los pies de Jesús, para entrar por el ojo de la aguja, que son las estrecheces de la justicia y de la caridad, y pasar así al Reino de los cielos.

(Dr. D. Isidro Gomá y Tomás, El Evangelio Explicado, Vol. II, Ed. Acervo, 6ª ed., 1967, p. 324-327)


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P. Juan de Maldonado

Jesús en casa de Zaqueo

Atravesaba la ciudad. — La recorría buscando las almas perdidas. No perdió el trabajo, pues encontró luego a Zaqueo, enfermo, y lo dejó sano.

He aquí que un hombre. — Como si dijera llamando la atención: Andaba en busca de enfermos que sanar, y he aquí que uno de ellos le sale al encuentro.

Por nombre Zaqueo, el cual era jefe de los publicanos. — Tres rasgos traza el evangelista para retratar a este hombre: su nombre, su oficio y sus riquezas; y lo hace tanto para mayor crédito de su historia, cuanto para enseñar que también los ricos, no sólo de los publicanos, sino de sus jefes, creyeron en Cristo y fueron salvados por él. Hácelo además para demostrar lo que luego dijo el mismo Cristo (v. 10): El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. Pues si algunos hombres se tenían por perdidos, eran los publicanos.

Es de creer que murmurarían los escribas y fariseos (como en otra ocasión) de que fuese a hospedarse en casa de un publicano, tenido como tal por hombre pecador (cf. Mt. 9, 11. 12; 11, 19).

Añade a continuación: y éste era rico, al parecer por hebraísmo, que podría decirse en castellano, como si subrayase la frase, “y por cierto, bien rico”.

Todos los publicanos solían ser gente rica, y entre ellos era Zaqueo riquísimo, como su jefe. Porque entre los que sólo buscan las riquezas, los que las tienen en abundancia son como sus reyes. Sirve además este rasgo para entender mejor cuán grandes debieron ser luego sus limosnas, pues era riquísimo entre tantos ricos, y consta que repartió la mitad de sus bienes entre lοs pobres (v. 8).

Y deseaba ver a Jesús para conocer quién era. — Es decir, hacía diligencias por ver quién era de los que pasaban en apiñada caravana. Dice buscaba en sentido de querer o intentar, según la fuerza del verbo griego. Se esforzaba por ver a Jesús, movido por la fama de su santidad y de sus milagros, difundida por todas partes.

Y no podía a causa de la turba, por ser de pequeña estatura. — Se puede acomodar fácilmente en sentido moral, diciendo que todos los hombres son pequeños como Zaqueo, en comparación con Cristo, y no lo pueden ver por la turba, porque nadie puede ir a él si no es llevado por su Padre, si no sube al árbol de la fe, si no cree en la cruz, motivo de escándalo para los judíos y locura para los gentiles (1 Cor. 2, 44). La turba de este mundo nos estorba reconocer al Señor; la hemos de dejar y poner bajo los pies para subir a mayor virtud y ver desde lo alto a Cristo. “Ninguno puede ver a Jesús si se queda en la tierra”, dice San Ambrosio.

Y se adelantó corriendo y subió a un árbol sicómoro para verlo. — Corriendo delante de él por donde había de pasar, para tener tiempo, antes que llegase, de subirse a aquel árbol, que sabía estaba en el camino.

No es cosa difícil conocer qué clase de árbol sea el sicómoro. Plinio le llama “higuera de Egipto” y lo describe con estas palabras: “Se llama higuera egipcia, y es árbol semejante a la morera por la forma de las hojas, por sus proporciones y aspecto. Lleva el fruto no en las ramas, sino en el mismo tronco. El higo que produce es muy dulce, sin granos por dentro. Es árbol muy fecundo, pero sόlο llega a sazón rapándolo con uñas de hierro, y no de otro modo”.

El sicómoro es esta misma higuera de Egipto, como consta no sólo por Dioscórides, autor notable en estas materias, sino también por San Agustín, el cual dice que se llamaba así como higuera loca o silvestre, rara en tierras de África, pero muy frecuente entonces en Palestina.

Zaqueo, baja aprisa, porque hoy conviene hospedarme en tu casa. — “Gran beneficio hubiera sido, sin duda, para él ver a Cristo (dice San Agustín). Pues el que juzgaba como un favor grande e inexplicable verlo cuando pasara, mereció hospedarlo en su propia casa. Es derramada la gracia, obra la fe por la caridad, es recibido en la casa Cristo, que ya había entrado en el corazón”.

Me parece confirmar este lugar la doctrina común de los teólogos, que “Dios no niega su gracia al que hace cuanto puede de su parte”, y que puede el hombre en cierta manera disponerse a recibir la gracia. Porque no hay duda que llamó Cristo a Zaqueo porque veía la disposición de su ánimo y la diligencia que había puesto para lograr verlo al pasar.

Recibió más de lo que podía esperar, pues hizo todo cuanto pudo. Si ayuda Cristo a lοs que lo siguen, ¡cuánto más a los que se le adelantan!

Le manda darse prisa, como nueva modalidad del beneficio. Quien da pronto, da dos veces; y podemos decir que tres veces el que da al que no lo pide, y cuatro el que anima al otro a pedir, como si necesitase de su ayuda.

Tal vez alude Cristo con estas palabras a la prisa con que acababa de subir al árbol Zaqueo. Comο si dijera: “Cοmο te apresuraste a subir, date prisa a bajar para recibirme”. Esto es, como te dispusiste a mi gracia, así también recíbela.

Y dándose prisa, bajó del árbol y lo recibió lleno de alegría. — Hizo lo que le mandaba Cristo y del mismo modo que se lo había ordenado. Le acababa de decir que bajase aprisa, y aprisa bajó. Esto significa responder a la gracia: seguir al punto a aquel que llama, sin tardanzas ni excusas, como aquellos que alegaban la finca o la yunta de bueyes que habían comprado, o la mujer recién tomada, o el arreglo de los bienes de casa, o el entierro mismo del padre. Ninguno que echa mano al arado y vuelve atrás su vista es apto para el reino de Dios (14, 18-20, y 9, 62).

Dese, por tanto, prisa el que es llamado, y evite tener que oír aquella terrible palabra del Señor: Os llamé, y no quisisteis; tendí mi mano, y no hubo quien mirase; también yo me reiré en vuestra ruina (Prov. 1, 24 y 26).

Υ todos al verlo murmuraban... — San Cipriano, Tertuliano, San Crisóstomo y San Βeda, y, al parecer, también San Ambrosio, opinan que Zaqueo era gentil, y por eso murmurarían los judíos que fuera a comer a su casa, estándoles prohibido a ellos hasta entrar en sus casas, cuanto más comer con los paganos. Como leemos que disputaban con San Pedro por haber entrado a hospedarse en casa de incircuncisos y haber comido con ellos (Act. 11, 2-3). Este oficio de publicanos, aunque lo ejercían a veces los judíos, como San Mateo, parecía más propio de gentiles, por resultar odioso a los judíos exigir a sus correligionarios el tributo del emperador. Por otra parte, los judíos llamaban a todos los gentiles pecadores, y los designaban con aquel nombre, como cuando dijo Cristo: Seré entregado en manos de pecadores, esto es, de los gentiles, como se ve por otros textos paralelos (Mt. 26, 45; Mc. 14, 41; Lc. 24, 7). Se advierte también que cuando enumera Zaqueo las buenas obras que hacía no menciona el pago del diezmo, ni los ayunos, como hizo el fariseo (18, 12), sino sólo la restitución de lo que hubiera defraudado y las limosnas a los pobres, como hacía también el centurión gentil Cornelio (Act. 10, 2-4).

No se opone a esta opinión que diga Cristo: Hoy ha venido la salvación a esta casa, porque él es también hijo de Abraham (v. 9), antes la corrobora no poco; porque si hubiera sido de la raza de Abraham, como los otros judíos, no parece que hubiera dicho: También es él hijo de Abraham. Porque, ¿a qué añadir también él, sino porque, no siendo hijo de Abraham según la carne, lo era según el espíritu? Que no son israelitas todos cuantos pertenecen a Israel, ni los que descienden de Abraham son todos hijos; sino en Isaac se llamará tu descendencia, esto es, no los hijos según la carne son hijos de Dios, sinο que se computan en la descendencia los que son hijos de la promesa (Rom. 9, 6-8). Aunque fuesen judíos los publicanos, eran tenidos comúnmente por pecadores públicos; y cuando fue Cristo a comer a casa de Mateo, todavía publicano, murmuraban también los fariseos, a pesar de ser aquel judío (5, 30; Mt. 9, 11).

Con la inquina que siempre muestra Calvino contra los discípulos de Cristo, imagina que quizás también ellos murmurarían. Pero debe estar muy lejos de duda que los que así murmuraron no fueron los discípulos, que pensaban ciertamente mucho mejor de su Maestro y habían aprendido ya por experiencia con qué disposición de ánimo solía ir a casa de estos pecadores.

Murmuraron, por tanto, los judíos de aquella ciudad, principalmente los fariseos, para quienes era un grave delito tratar con los pecadores, como diciendo: Lejos de mí, no me toques, que soy puro (Is. 65, 5), y así se lo echaban en cara a Cristo muchas veces (cf. 5, 30; 7, 39, etc.).

He aquí que voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si a alguno he defraudado, le daré cuatro veces más. — Dice Ecce, como llamando la atención de Cristo y mostrando en cierto modo los bienes que ha hecho o quiere hacer, si entendemos el presente como cosa pasada, o al menos propósito decidido de hacerlo, como veremos en seguida. Por lo demás, lo que pudiera parecer cierta vana ostentación no es sino explicación de su vida pasada ante el Maestro, para que juzgase si había algo que corregir en ella.

Entienden algunos lo que dice doy, devuelvo, en presente, como si, antes de venir a su casa Cristo, tuviera por costumbre dar la mitad de su fortuna a los pobres, y si a alguno había perjudicado, el cuádruplo. Así lo leemos en San Cipriano en los lugares indicados. Otros, al contrario, entienden los presentes en sentido de futuro, de modo que doy la mitad de mis bienes a los pobres significaría: Estoy dispuesto a hacerlo en adelante; y si a alguno he defraudado en algo, estoy determinado a darle el cuádruplo. Como si no lo hubiera hecho así antes, sino que quería hacerlo en adelante. Esto parece lo más probable, tanto por decirlo tantos autores como porque las palabras de Cristo: Hoy ha venido la salvación a esta casa, parecen indicar que Zaqueo no había sido hasta entonces justificado (como lo hubiera sido si hubiera hecho antes estas mismas obras que lo justificaron).

¿Por qué no dio entonces todos sus bienes a los pobres? Responden San Agustín y San Crisóstomo que conservó la mitad de sus bienes para tener con qué restituir lo que había defraudado. “Retengo la mitad, no para conservarla, sino para poderla dar”, dice San Agustín en persona de Zaqueo.

Preguntan otros por qué dar el cuádruplo. A lo cual responden algunos que por estar así prescrito por la ley (Ex. 22, 1; 2 Re. 12, 16). Así lo vemos en San Beda, Teofilacto y Eutimio.

Más bien creo yo que lo hizo por la abundancia de su caridad. Porque, no sabiendo con toda certeza en cuánto había perjudicado a cada uno, para no exponerse a errar en contra del prójimo, prefirió excederse en dar algo más de lo que creía deber a los otros. Lo cual deberían hacer también todos los usureros.

Respondió Jesús: “El día de hoy ha sidο día de salvación para esta casa”. —Enseña Cristo la razón que le movía a ir a casa de un pecador, no obstante la murmuración de todos.

Explícala muy bien San Agustín: “Ηe aquí por qué he entrado: Hoy ha venido la salud. A la verdad, si no hubiera entrado el Salvador, no hubiera venido la salvación a aquella casa. ¿De qué te admiras tú, oh enfermo? Llama también a Jesús y no quieras hacerte pasar por sano. Está enfermo, pero con esperanza, el que recibe al médico; desesperanzado, el que hiere locamente y ahuyenta al médico. Pues ¿qué locura será hasta darle muerte? Y al contrario, ¡qué bondad tan grande y cuánto poder el del médico que con su propia sangre hace medicina para el asesino! No sin razón decía, pendiente de la cruz, el que había venido a buscar y salvar lo que estaba perdido: Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen. Si ellos son frenéticos, yo soy Médico; si se enfurecen, lo llevo pacientemente; cuando me maten, entonces precisamente los sanaré”. Así escribe San Agustín contra lοs que se escandalizaban de que Cristo hubiese ido a casa de Zaqueo.

No dice Cristo: “Ηoy ha venido a ti la salud”, sinο Hoy ha venido la salud a esta casa, tanto para ampliar el beneficio como para indicar que no sólo Zaqueo, sino todos los suyos habían sido salvados. Lo mismo que se dice de Cornelio, el centurión de Cesárea (Αct. 10, 2), que era religioso y temeroso de Dios, él y toda su casa; y de aquella purpurera de Tiro (Act. 16, 15), bautizada con toda su familia; y aquel carcelero bautizado por San Pablo, como se lee en el mismo capítulo (v. 33), y también Crispo, jefe de la sinagoga (18, 8). Así lo entiende Eutimio.

Puede también significar que aquella casa de Zaqueo, que había estado hasta este día cerrada ala salvación y abierta a todos las vicios y engaños, se abría entonces precisamente a la salvación, que se le entraba con el mismo Salvador. Por lo cual no dijo que venía la salvación para Zaqueo, sino para esta casa, aunque Teofilacto entiende por casa solamente al mismo Zaqueo, pues al dar la explicación de su frase sólo se refiere a él: El es también hijo de Abraham.

Porque también él es hijo de Abraham. — Ya hemos tratado en el v. 7 si era o no Zaqueo de raza judía. Si lo era, se pueden entender estas palabras de dos maneras: Se dice que había sido salvado por ser hijo de Abraham, nο porque todos los que fueran de este linaje se salvasen, sino que parecían tener cierto derecho a la salvación, pues por ellos principalmente había venido Cristo. Como si dijera que, aunque hasta ahora hubiera sido Zaqueo un pecador, mas no era de extrañar que al fin hubiera conseguido la salvación en este día, pues era tan hijo de Abraham como los de más que se tenían por justos y lo despreciaban a él como pecador. Parece que hace alusión a ellos en estas palabras, pues esta fuerza puede tener la partícula et con el demostrativo. Puede decir también hijo de Abraham, no por el linaje (aunque tal vez lo fuese), sino por la fe y la caridad; pues solía Cristo llamar hijos de Abraham a los que imitaban a Abraham: Si sois hijos de Abraham, imitad las obras de Abraham (Jn. 8, 39), como imitan las obras del diablo los que son hijos del diablo: Vosotros sois hijos del diablo y queréis realizar los deseos del diablo (Ibid. v. 44). Como si dijera: “Hoy ha sido día de salvación para Zaqueo, porque también él ha imitado a Abraham, creyendo y distribuyendo sus bienes a los pobres (por lo menos con igual derecho que lοs otros que no creen en mí), no obstante haber sido hasta ahora pecador”. Que tenga esta fuerza la partícula et, como enfática, es cosa manifiesta.

Si admitimos la opinión de muchos antiguos, de que era gentil Zaqueo, podremos muy bien traducir eo quod et ipse sit filius Abrahae en el sentido de que, a pesar de no ser del linaje de Abraham, lo era según la fe, tanto como los que de él descendían. Y así interpretan estas palabras todos los antiguos autores citados en el v. 7, con lo cual resaltaría más el énfasis de la partícula et que hemos notado. Habían murmurado los judíos de que fuera a casa de un gentil, que no era hijo de Abraham, y les responde que también él era hijo de Abraham, y, por ende, digno de alcanzar la salvación.

(P. Juan de Maldonado, Comentarios a San Marcos y San Lucas, BAC, Madrid, 1954, p. 750-758)


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San Ambrosio

Zaqueo se encuentra sobre el sicómoro; y el Señor lo honra yendo a su casa. Y con razón elige a un jefe de los publicanos , porque ¿quién desesperará de sí cuando éste alcanzó la gracia, siendo así que recaudaba los tributos con engaño? Y en verdad que era rico; para que conozcas que no todos los ricos son avaros.

No habiendo sido invitado Jesús por Zaqueo, se invita a sí mismo. Por esto dice: "Y le dijo: Zaqueo, desciende pronto, porque", etc. Sabía, pues, que su hospitalidad obtendría una gran recompensa, aun cuando no había oído todavía la voz del que le había de convidar; pero ya conocía su deseo.

Aprendan los ricos que no consiste el crimen en las riquezas, sino en no saber usar de ellas; porque así como las riquezas son impedimentos para los malos, son también un medio de virtud para los buenos.

(Tomado de Catena Aurea, Lucas XIX , 1-10)


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San Juan Crisóstomo

Pero considera la excesiva bondad del Salvador. El inocente trata con los culpables, la fuente de la justicia con la avaricia, que es fundamento de perversidad; cuando ha entrado en la casa del publicano, no sufre ofensa alguna por la nebulosidad de la avaricia; antes al contrario hace desaparecer la avaricia con el brillo de su justicia. Pero los murmuradores y los amantes de censurar, empiezan a tentarle acerca de lo que hacía. Sigue, pues: "Y viendo esto, todos murmuraban diciendo que había ido a posar a la casa de un pecador", etc. Pero Él acusado como convidado y amigo de los publicanos, despreciaba todas estas cosas, con el fin de llevar adelante su propósito; porque no cura el médico si no soporta la hediondez de las llagas de los enfermos, y sigue adelante en su propósito de curarle. Esto mismo sucedió entonces: el publicano se había convertido y se hizo mejor que antes. Prosigue: "Mas Zaqueo, presentándose al Señor, le dijo: Señor, la mitad de cuanto tengo doy a los pobres", etc. Cosa admirable. Todavía no se le hable y ya obedece. Y como el sol no ilumina una casa con palabras, sino con hechos, así el Salvador con los rayos de su justicia hace huir la niebla de le torpeza; porque la luz brilla en las tinieblas. Todo lo que está unido es fuerte, pero lo que está dividido es débil: por eso Zaqueo dividió su fortuna. Debe considerarse con atención, que las riquezas de Zaqueo no todas eran injustas, sino que también las había reunido por lo que había heredado de sus padres. De otro modo, ¿cómo hubiera podido restituir el cuádruplo de lo que se había adquirido mal? Sabía muy bien que la ley mandaba restituir el cuádruplo de lo que se había adquirido mal, para que si uno no temía a la ley temiese los perjuicios consiguientes, pero Zaqueo no espera el castigo de la ley, se constituye en juez de sí mismo.

(Tomado de Catena Aurea, Lucas XIX , 1-10)


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Juan Pablo II

MISA DE BEATIFICACIÓN DE OCHO SIERVOS DE DIOS

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Domingo 4 de noviembre de 2001

1. "Todas las cosas... son tuyas, Señor, amigo de la vida" (Sb 11, 26).

Las palabras del libro de la Sabiduría nos invitan a reflexionar en el gran mensaje de santidad que nos propone esta solemne celebración eucarística, en la que han sido proclamados ocho nuevos beatos: Pablo Pedro Gojdic, Metodio Domingo Trcka, Juan Antonio Farina, Bartolomé Fernandes de los Mártires, Luis Tezza, Pablo Manna, Cayetana Sterni y María Pilar Izquierdo Albero.

Con su existencia totalmente gastada por la gloria de Dios y el bien de los hermanos, siguen siendo en la Iglesia y para el mundo signo elocuente del amor de Dios, fuente primera y fin último de todos los seres vivientes.

2. "El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido" (Lc 19, 10): la misión salvífica, proclamada por Cristo en este pasaje evangélico de san Lucas, fue compartida profundamente por el obispo Pablo Pedro Gojdic y por el redentorista Metodio Domingo Trcka, hoy proclamados beatos. Unidos en su generoso y valiente servicio a la Iglesia greco-católica en Eslovaquia, soportaron los mismos sufrimientos a causa de su fidelidad al Evangelio y al Sucesor de Pedro, y comparten ahora la misma corona de gloria.

Pablo Pedro Gojdic, confirmado por la experiencia ascética en la Orden de San Basilio Magno, primero como obispo de la eparquía de Presov y, después, como administrador apostólico de Mukacevo, procuró constantemente realizar el programa pastoral que se había propuesto: “Con la ayuda de Dios, quiero llegar a ser padre de los huérfanos, ayuda de los pobres y consolador de los afligidos". Conocido por la gente como un "hombre de corazón de oro", para los representantes del Gobierno de su tiempo se había convertido en una verdadera "espina en el costado". Cuando el régimen comunista declaró ilegal a la Iglesia greco-católica, fue detenido y encarcelado. Comenzó así para él un largo calvario de sufrimientos, malos tratos y humillaciones, que lo llevó a la muerte por su fidelidad a Cristo y su amor a la Iglesia y al Papa.

También Metodio Domingo Trcka puso toda su existencia al servicio de la causa del Evangelio y de la salvación de los hermanos, llegando hasta el supremo sacrificio de su vida. Como superior de la comunidad redentorista de Stropkov, en el este de Eslovaquia, realizó una ferviente actividad misionera en las tres eparquías de Presov, Uzhorod y Krizevci. Con la llegada del régimen comunista fue llevado, como otros hermanos redentoristas suyos, al campo de concentración. Allí, sostenido siempre por la oración, afrontó con fuerza y determinación los sufrimientos y las humillaciones que le impusieron a causa del Evangelio. Su calvario terminó en la cárcel de Leopoldov, donde, debido a las privaciones y enfermedades, murió después de perdonar a sus verdugos.

3. La luminosa imagen de pastor del pueblo de Dios, modelada según el ejemplo de Cristo, nos la propone también hoy el obispo Juan Antonio Farina, cuyo largo ministerio pastoral, primero en la comunidad cristiana de Treviso y después en la de Vicenza, se caracterizó por una vasta actividad apostólica, orientada constantemente a la formación doctrinal y espiritual del clero y de los fieles.

Al observar su obra, dedicada a la búsqueda de la gloria de Dios, a la formación de la juventud y al testimonio de caridad para con los más pobres y abandonados, nos vienen a la memoria las palabras del apóstol san Pablo que hemos escuchado en la segunda lectura: todo debe cumplirse para que "el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado" (2 Ts 1, 12). El testimonio del nuevo beato sigue produciendo aún hoy abundantes frutos, en particular a través de la familia religiosa fundada por él, las Hermanas Maestras de Santa Dorotea Hijas de los Sagrados Corazones, entre las cuales resplandece la santidad de María Bertilla Boscardin, canonizada por mi venerado predecesor, el Papa Juan XXIII.

También en el padre Pablo Manna vislumbramos un reflejo especial de la gloria de Dios. Gastó toda su existencia por la causa misionera. En todas las páginas de sus escritos emerge de un modo vivo la persona de Jesús, centro de la vida y razón de ser de la misión. En una de sus Cartas a los misioneros afirma: “El misionero de hecho no es nada si no encarna a Jesucristo... Sólo el misionero que copia fielmente a Jesucristo en sí mismo... puede reproducir su imagen en las almas de los demás" (Carta 6). En realidad, no hay misión sin santidad, como reafirmé en la encíclica Redemptoris missio: “La espiritualidad misionera de la Iglesia es un camino hacia la santidad. (...) Es necesario suscitar un nuevo anhelo de santidad entre los misioneros y en toda la comunidad cristiana" (n. 90).

4. "Pedimos continuamente a Dios que os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe" (2 Ts 1, 11).

Esta reflexión del apóstol san Pablo sobre la fe, que pide traducirse en propósitos y obras de bien, nos ayuda a comprender mejor el retrato espiritual del beato Luis Tezza, ejemplo fúlgido de una existencia entregada totalmente al ejercicio de la caridad y de la misericordia para con cuantos sufren en el cuerpo y en el alma. Para ellos fundó el instituto de las Hijas de San Camilo, a las cuales enseñó a poner en práctica una confianza absoluta en el Señor. "¡La voluntad de Dios! Esta es mi única guía -exclamaba-, el único objetivo de mis anhelos, al que quiero sacrificar todo". En este abandono confiado a la voluntad de Dios, tuvo como modelo a la Virgen María, amada con ternura y contemplada particularmente en el momento del fiat y en la presencia silenciosa al pie de la cruz.

También la beata Cayetana Sterni, habiendo comprendido que la voluntad de Dios es siempre amor, se dedicó con infatigable caridad a los excluidos y a los que sufrían. Trató siempre a esos hermanos suyos con la dulzura y el amor de quien, en los pobres, sirve al Señor mismo. A semejante ideal exhortaba a sus hijas espirituales, las Hijas de la Divina Voluntad, invitándolas, como escribía en las Reglas, a "estar dispuestas y contentas de soportar privaciones, fatigas y cualquier sacrificio con tal de ayudar al prójimo necesitado en todo lo que el Señor pudiera querer de ellas". El testimonio de caridad evangélica dado por la beata Sterni exhorta a cada uno de los creyentes a la búsqueda de la voluntad de Dios, en el abandono confiado a él y en el generoso servicio a sus hermanos.

5. El beato Bartolomé de los Mártires, arzobispo de Braga, se dedicó con suma vigilancia y celo apostólico a la salvaguardia y renovación de la Iglesia en sus piedras vivas, sin despreciar los andamios provisionales que son las piedras muertas. De entre las piedras vivas, privilegió las que tenían poco o nada de que vivir. Se quitó el pan de la boca para darlo a los pobres. Criticado por la lamentable impresión que daba por lo poco que le quedaba, respondía: “Nunca me verán tan distraído como para gastar, con ociosos, aquello con que puedo dar vida a muchos pobres".

Siendo la ignorancia religiosa la mayor pobreza, el arzobispo hizo todo lo posible por remediarla, comenzando por la reforma moral y la elevación cultural del clero, "porque es evidente -escribía- que si vuestro celo correspondiera al oficio, (...) no andarían las ovejas de Cristo tan apartadas del camino del cielo". Con su saber, su ejemplo y su intrepidez apostólica, conmovió e inflamó los ánimos de los padres conciliares de Trento para que se procediera a la reforma necesaria de la Iglesia, que después se empeñó en realizar con perseverante e inquebrantable valentía.

6. "Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey" (Sal 144, 1). Esta exclamación del Salmo responsorial refleja toda la existencia de la madre María Pilar Izquierdo, fundadora de la Obra Misionera de Jesús y María: alabar a Dios y cumplir en todo su voluntad. Su corta vida, tan sólo 39 años, se puede resumir afirmando que quiso alabar a Dios, ofreciéndole su amor y su sacrificio. Su vida estuvo marcada por un continuo sufrir, no sólo físicamente, haciendo todo por amor de Aquel que nos amó primero y sufrió por la salvación de todos. El amor a Dios, a la cruz de Jesús, al prójimo necesitado de ayuda material, fueron los grandes afanes de la nueva beata. Ella fue consciente de la necesidad de catequizar con el Evangelio en los suburbios y de dar de comer al hambriento, para configurarse con Cristo mediante las obras de misericordia. Su inspiración fundamental sigue viva hoy allí donde está presente la Obra Misionera de Jesús y María, desarrollando su labor en conformidad con su espíritu. Que su ejemplo de vida abnegada y generosa ayude a comprometerse cada vez más en el servicio a los necesitados para que el mundo actual sea testigo de la fuerza renovadora del Evangelio de Cristo.

7. Al inicio de esta Eucaristía hemos vuelto a escuchar del libro de la Sabiduría el gran mensaje del amor eterno e incondicional de Dios a toda criatura: “Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho" (Sb 11, 24). Los nuevos beatos son signo elocuente de este amor fundamental de Dios. En efecto, con su ejemplo y su poderosa intercesión proclaman el anuncio de la salvación ofrecida por Dios a todos los hombres en Cristo. Acojamos su testimonio, sirviendo por nuestra parte a Dios "de modo digno y agradable", para caminar sin tropiezos hacia los bienes prometidos (cf. Oración colecta).Amén.


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Catecismo de la Iglesia Católica

Amor y perdón

1657 Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras". El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo". Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida.

1932 El deber de hacerse prójimo de los demás y de servirlos activamente se hace más acuciante todavía cuando éstos están más necesitados en cualquier sector de la vida humana. "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40).

1933 Este mismo deber se extiende a los que piensan y actúan diversamente de nosotros. La enseñanza de Cristo exige incluso el perdón de las ofensas. Extiende el mandamiento del amor que es el de la nueva ley a todos los enemigos. La liberación en el espíritu del Evangelio es incompatible con el odio al enemigo en cuanto persona, pero no con el odio al mal que hace en cuanto enemigo.

2412 En virtud de la justicia conmutativa, la reparación de la injusticia cometida exige la restitución del bien robado a su propietario:

Jesús bendijo a Zaqueo por su resolución: "Si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo" (Lc 19,8). Los que, de manera directa o indirecta, se han apoderado de un bien ajeno, están obligados a restituirlo o a devolver el equivalente en naturaleza o en especie si la cosa ha desaparecido, así como los frutos y beneficios que su propietario hubiera obtenido legítimamente de ese bien. Están igualmente obligados a restituir, en proporción a su responsabilidad y al beneficio obtenido, todos los que han participado de alguna manera en el robo, o que se han aprovechado de él a sabiendas; por ejemplo, quienes lo hayan ordenado o ayudado o encubierto.

... como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden

2842 Este "como" no es el único en la enseñanza de Jesús: "Sed perfectos «como» es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt 5,48); "Sed misericordiosos, «como» vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6,36); "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que «como» yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (Jn 13,34). Observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación, vital y nacida "del fondo del corazón", en la santidad, en la misericordia, y en el amor de nuestro Dios. Sólo el Espíritu que es "nuestra Vida" puede hacer nuestros los mismos sentimientos que hubo en Cristo Jesús. Así, la unidad del perdón se hace posible, "perdonándonos mutuamente «como» nos perdonó Dios en Cristo" (Ef 4,32).

2843 Así adquieren vida las palabras del Señor sobre el perdón, este Amor que ama hasta el extremo del amor. La parábola del siervo sin entrañas, que culmina la enseñanza del Señor sobre la comunión eclesial, acaba con esta frase: "Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis cada uno de corazón a vuestro hermano". Allí es, en efecto, en el fondo "del corazón" donde todo se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión.

2844 La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos. Transfigura al discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede ser acogido más que en un corazón acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado. Los mártires de ayer y de hoy dan este testimonio de Jesús. El perdón es la condición fundamental de la reconciliación de los hijos de Dios con su Padre y de los hombres entre sí.

2845 No hay límite ni medida en este perdón, esencialmente divino. Si se trata de ofensas (de "pecados" según Lc 11,4, o de "deudas" según Mt 6,12), de hecho nosotros somos siempre deudores: "Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor" (Rm 13,8). La comunión de la Santísima Trinidad es la fuente y el criterio de verdad en toda relación. Se vive en la oración y, sobre todo, en la Eucaristía:

Dios no acepta el sacrificio de los que provocan la desunión, los

despide del altar para que antes se reconcilien con sus hermanos:

Dios quiere ser pacificado con oraciones de paz. La obligación más

bella para Dios es nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el

Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de todo el pueblo fiel.

[San Cipriano de Cartago]


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EJEMPLOS PREDICABLES

Según un artículo de C. Sentís en el diario “ABC”, en 1923 se reunieron en un hotel de Chicago los prohombres del mundo financiero norteamericano, los cuales controlaban riquezas mayores que la mismo tesoro del estado.

Pues bien, todos aquellos señores terminaron sus días del siguiente modo:

El presidente de la más importante compañía del acero, Carlos Schwab, vivió los últimos años de su vida arruinado y murió súbitamente. El más grande especulador en trigo, Arturo Gutten, murió insolvente en el extranjero. El mayor de los colosos de Wall Street, José Livermore, el presidente del Banco Internacional de Inversiones, León Fraser, y el jefe del más importante monopolio del mundo, Ivan Kreuger, se suicidaron.

Éstos son los cambios de esos personajes en 25 años. El artículo termina diciendo que todos ellos habían aprendido a ganar dinero, pero ninguno de ellos había aprendido lo más importante.

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Luis XVI, estando para ser ejecutado, exponía al padre Firmout el estado de su alma y le decía: Padre, éste es el asunto capital. En mi vida de rey he acometido muchas empresas, he decidido muchos casos de política interior, pero todo eran negocios. El de ahora es el verdadero negocio.”


33. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Jesús nos enseña hoy que el Padre–Dios no deja de ser el mismo, siempre compasivo perdonador, amigo de la vida, siempre saliendo al encuentro de sus hijos y construyendo con ellos una relación nueva de amor.

Las lecturas de este domingo son una preciosa descripción de este comportamiento de Dios con la persona humana. Nos dicen que Dios ama entrañablemente todo lo que existe porque su aliento de vida está en todas las cosas.

El episodio de la conversión de Zaqueo se encuentra en el itinerario o “camino” de Jesús hacia Jerusalén y sólo lo encontramos narrado por el evangelio de Lucas. En él pone de manifiesto el evangelista, una vez más, algunas de las características más destacadas de su teología: la misericordia de Dios hacia los pecadores, la necesidad del arrepentimiento, la exigencia de renunciar a los bienes, el interés de Jesús por rescatar lo que está “perdido”. Este evangelio es una ocasión excelente para recordar que éstos son los temas que se destacan en el material particular de la tradición lucana y que resaltan la predilección de Jesús por los pobres, marginados y excluidos.

El relato nos muestra la pedagogía de Dios, en la persona de Jesús, hacia aquellos que actúan mal. Dios es paciente y compasivo, lento a la ira y rico en misericordia, corrige lentamente, respeta los ritmos y siempre busca la vida y la reconciliación. En este sentido, Dios es definido como “el amigo de la vida”, y buscando ésta, su auténtica gloria, sale hacia el pecador y lo corrige, le brinda su amor y lo salva.

Muy seguramente nosotros, por nuestra incapacidad de acoger y perdonar, no hubiéramos considerado a Zaqueo como un hijo bienaventurado de Dios, como no lo consideraron sus paisanos que murmuraron contra Jesús diciendo: “Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador”. Decididamente, Jesús y sus coetáneos creían en un Dios diferente. Por eso pensaban también de forma diferente. Para el judaísmo de la época el perdón era cuestión de ritos de purificación hechos en el templo con la mediación del sacerdote, era un puro cumplimiento; para Jesús la oferta del perdón se realiza por medio del Hijo del hombre, ya no en el templo sino en cualquier casa, y con ese perdón se ofrece también la liberación total de lo que oprime al ser humano.

Por eso, la actitud de Jesús es sorprendente, sale al encuentro de Zaqueo y le regala su amor: lo mira, le habla, desea hospedarse en su casa, quiere compartir su propia miseria y su pecado (robo, fraude, corrupción) y ser acogido en su libertad para la conversión.
La actitud de Jesús es la que produce la conversión que se realiza en la libertad. Todo lo que le pasa a Zaqueo es fruto del amor de Dios que actúa en su hijo Jesús, es la manifestación de la misericordia y la compasión de Dios que perdona y da la fuerza para cambiar. De esta manera la vida se reconstruye y me puedo liberar de todas las ataduras que me esclavizan, puedo entregarlo todo, sin miedos y sin restricciones.

Con esta actitud, Zaqueo se constituye en prototipo de discípulo, porque nos muestra de qué manera la conversión influye en nuestra relación con los bienes materiales; y en segundo lugar nos recuerda las exigencias que conlleva seguir a Jesús hasta el final. Aquí la salvación que llega en la persona de Jesús opera un cambio radical de vida.

No dudemos que Jesús nos está llamando también a nosotros a la conversión, nos está invitando a que cambiemos radicalmente nuestra vida. No se lo neguemos, no se lo impidamos. El Señor nos propone unirnos a El, ser sus discípulos y a ejemplo de Zaqueo ser capaces de despojarnos de todo lo que no nos permite vivir auténticamente como cristianos. Esta misma experiencia es la de muchos otros testigos de Jesús que, mirados por El, se convirtieron, renació su dignidad, y recuperaron la vida. Aceptemos la mirada de Jesús, dejemos que El se tropiece con nosotros en el camino e invitémoslo a nuestra casa para que El pueda sanar nuestras heridas y reconfortar nuestro corazón. No tengamos miedo, dejémonos seducir por el Señor, por el maestro, para confesar nuestras mentiras, arrepentirnos, expresar nuestra necesidad de ser justos, devolver lo que le hemos quitado al otro... No dudemos, Jesús nos dará la fuerza de su perdón. El Señor está con nosotros para que experimentemos su amor. El ya nos ha perdonado, por eso es posible la conversión.

El caso de Zaqueo puede ser iluminador para el tema de la opción por los pobres. En la polémica oficial contra esta opción que sacaron a la luz la teología y la espiritualidad latinoamericanas, se insistió mucho en que no podría tratarse sino de una opción «preferencial», no de una «opción por los pobres» sin más, porque sin aquel adjetivo podría entenderse como una opción «exclusiva o excluyente»... Pero el adjetivo «preferencial» rebaja y diluye la esencia de la opción por los pobres, porque quien opta por los pobres preferencialmente, se entiende que opta también por los ricos, aunque sea menos preferencialmente... Una opción preferencial es una opción que no acaba de optar, que no quiere definirse, que no toma partido, que «se queda encima del muro», como dice la expresión brasileña...

Jesús opta por los pobres, mira la vida desde su óptica, es uno de los pobres, y comparte con ellos su causa. Evidentemente, no excluye a los ricos, y ése es el caso de Zaqueo. Pero Jesús no es neutral en el tema de riqueza-pobreza. Su encuentro con Zaqueo no deja a éste indiferente: Jesús lo desafía a pronunciarse incluso económicamente. Jesús no excluye a Zaqueo, ni a ningún rico, pero sí excluye el modo de vida de los ricos, exigiéndoles la justicia y el amor. La opción por los pobres no excluye a ninguna persona (¡al contrario, desearía alcanzar y cambiar a todos los que no asumen la causa de los pobres!). Lo que excluye es la forma de vida de los ricos, la opresión y la injusticia. Buen tema éste para enfocar la homilía sobre la opción por los pobres. [Cfr J.M. VIGIL, La opción por los pobres es opción por la justicia, y no es preferencial. Para un reencuadramiento teológico-sistemático de la opción por los pobres. «Theologica Xaveriana» 149(enero-marzo 2004)151-166, Universidad Javeriana, Bogotá. «Éxodo» 72(febrero 2004)43-50, Madrid. «Christus» 741(marzo-abril 2004)41-46, CRT, México DF. «Tiempo Latinoamericano», 75(mayo 2004)23-28, Córdoba, Argentina].

Para la revisión de vida
Nuestra experiencia de fe no puede quedarse en un reconocimiento frío y estático de Dios. La fe nos debe llevar a la conversión, a mejorar nuestra vida y nuestras actitudes, a concretar nuestra vivencia cristiana en obras, en generosidad, en solidaridad y en servicio a los demás. Cada uno de nosotros y cada comunidad ha de revisar su práctica de la misericordia -a la luz de Jesús- buscando testificar con la vida y las palabras la Novedad del Reino. Un paso ineludible es la constante "experiencia personal" de la misericordia del Padre; mendigarla, gustarla, compartirla... ¿Cómo experimento en mi vida la misericordia de Dios? ¿Qué significa convertirse?

Para la reunión de grupo
- La globalización neo-liberal está generando cada día más empobrecidos, excluidos y marginados. ¿Qué gestos de misericordia y justicia están revelando hoy el rostro del Dios de Jesús? ¿qué gestos faltan para que se manifieste ese Dios frente a tantas situaciones inhumanas?
- En el trabajo que realizamos como grupo o como comunidad. ¿quiénes están siendo los destinatarios del anuncio y la práctica de la misericordia? ¿quiénes deben serlo en primer lugar, viendo los destinatarios preferenciales del anuncio y la práctica de Jesús?.
- Hemos reducido la experiencia de la conversión a la práctica rutinaria del sacramento de la reconciliación. ¿Cómo estamos asumiendo en nuestra vida cristiana el compromiso del cambio y la conversión?
- Nuestra vida, ¿está llena de aquella compasión y amistad que nos hace llorar con quien llora y compartir la alegría del que se siente gozoso, o bien se limita simplemente a “solucionar problemas”?

Para la oración de los fieles
- Por cada uno de nosotros, para que encontremos en el camino de nuestra vida la presencia de Jesús que nos invita al cambio y la conversión.
- Por los empobrecidos, excluidos y marginados de nuestra sociedad, para que encuentren manos solidarias que les ayuden a buscar propuestas de cambio y transformación de su realidad.
- Por los sacerdotes, religiosos y religiosas, para que se decidan efectivamente a buscar estilos de vida más austeros como signo y compromiso con los pobres.
- Por toda la comunidad, para que en la Iglesia encuentre una casa donde vivir el perdón y la reconciliación.
- Por los que tienen la tarea y la responsabilidad de gobernar las naciones y manejar los recursos económicos, para que sean transparentes, honestos y leales en el compromiso que el pueblo ha puesto en sus manos.

Oración comunitaria
Te damos gracias Señor porque en Jesús nos has manifestado tu rostro amoroso de Padre Misericordioso. Te pedimos que nos ayudes a cambiar y a transformar nuestras vidas asumiendo actitudes verdaderas de conversión que se expresen en Justicia, Solidaridad y Amor con nuestros hermanos. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro...


34. 31 de noviembre de 2004
LA GLORIA DE DIOS ESTA EN PERDONAR

1. En diversas circunstancias de su ajetreada historia, el pueblo de Israel ha experimentado el perdón de Dios, como ha cantado en los salmos, dejando constancia el el libro de la Sabiduría que hoy leemos, una reflexión sobre lo que le cuesta a Dios castigar y cómo goza perdonando, incluso al mismo pueblo que persiguió a su pueblo, al que cuando castiga, pudiéndolo exterminar de raiz, porque no sólo Egipto, sino "el mundo entero es ante Dios como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra", y "puede ser aventado por su soplo poderoso", lo hace "con peso, número y medida". Y la razón de esta moderación divina en el castigo, es su amor y su poder: "Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan" Sabiduría 11, 23.

2. El Señor había dicho ya por boca de Oseas: "No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín; que soy Dios y no hombre, el Santo en medio de tí, y no enemigo devastador" (11,9). Y por Ezequiel: "Juro que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva. Justamente por eso comenta San Ireneo que: “La gloria de Dios es el hombre que vive”, por tanto: Convertíos, cambiad de conducta, malvados, y no moriréis, casa de Israel" (33,11). No puede ser de otra manera, porque lo pide el amor: Dios ama y por eso crea, "envías tu aliento y los creas, y repueblas la faz de la tierra" (Sal 104,30). Si dejara de amar, dejarían los hombres y todas las criaturas de existir: "Escondes tu rostro y se espantan; les retiras el aliento y expiran, y vuelven a ser polvo" (Ib 29). Esta es la razón de la moderación de Dios cuando castiga.

3. Ante esta experiencia de la bondad y de la misericordia de Dios, el pueblo de Israel entona el Salmo 144: "El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas". Comprueba que todo lo ha hecho bien y que ha derramado amor por toda la creación: “Mil gracias derramando / pasó por estos sotos y espesuras / y yéndolos mirando / con sola su figura / vestidos los dejó de su hermosura”, canta angélicamente San Juan de la Cruz.

4. La bondad infinita de Dios llega a su manifestación plena en Jesús, para quien perdonar es una delicia. ¡Cuántas veces ha pronunciado la palabra "te perdono" en el transcurso de su vida! Hoy es un jefe de publicanos a quien le toca la lotería del perdón salvador y creador de Dios. La fama de Jesús era popular. La etapa de su viaje a Jerusalén toca a su fin. Si sube por la ribera del Jordán, Jericó era la última ciudad. Después atravesará el árido desierto de Judá para llegar a Jerusalén, término de su viaje y su Pascua.

5. Al entrar en Jericó ha curado a un pobre ciego (Lc 18,35). Socialmente no había problema con él. Pero otro cantar será el del hombre que se presenta ante su misericordia hoy. Es Zaqueo. Socialmente odiado, envidiado y marginado. La gente, ni el saludo le dirigía. La soledad de este hombre en una ciudad relativamente pequeña como Jericó, debía de ser una contínua amargura, que ni siquiera su gran riqueza podía mitigar. Muchas veces los ricos pagan un precio muy alto por su posición y por su opulencia. Tratan de deslumbrar con sus derroches, como forma de esconder la tristeza de no ser queridos. Buscan ser amados a base de comprar el afecto, que si parece que lo consiguen, es ficticio. Y en el fondo lo saben. Zaqueo necesita encontrar quien lo comprenda y le de un poco de cariño.

6. Si Jesús al menos le comprendiera. ¿Cómo poder verlo? La calle estaba llena de gente. El tampoco quería ser muy visto, pero era un hombre pequeñín, el mucho dinero no le había podido añadir un palmo a su estatura. Con rapidez de reflejos, se subió a una higuera y desde allí creyó que podría ver sin ser visto. Quizá pretendía observar con cierta curiosidad sin ningún compromiso. Estoy leyendo porque me atrae el estilo; estoy oyendo para poder dar mi parecer, o mi juicio: mejor que el otro, o poco literario, o no vale la pena. Pasó Jesús. Levantó los ojos, le miró y le dijo: "Zaqueo, baja rápido, ves preparando la cena, que hoy voy a hospedarme en tu casa" Lucas 19, 1. Un relámpago de gozo le recorrió todo el cuerpo a Zaqueo. Le latía aceleradamente de sorpresa el corazón. No se lo podía creer. Pero oir a Jesús sin sentirse comprometido es difícil, pero no sobretodo, es arriesgado, porque no estoy leyendo o escuchando o presenciando un mero espectáculo, sino la propia salvación: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Vale la pena ser invitados por Jesús por la gran alegría que trae consigo y contagia. Es la alegría del Dios feliz, que está por sobre todo, incluso sobre las murmuraciones. “Aunque nuestros pecados fueran negros como la noche, la misericordia divina es más fuerte que nuestra miseria. Sólo hace falta una cosa: que el pecador abra al menos un poco la puerta de su corazón... el resto lo hará Dios...”, ha dicho Juan Pablo II, citando a santa Faustina Kowalska. El cuchicheo que se desencadenó entre la gente de la ciudad al oir cómo, contra todas las normas de educación, Jesús, como si fuera el señor de la casa de Zaqueo, se ha invitado a cenar, fue general: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador". La soberana libertad de Jesús quedó puesta de manifiesto. No le importa la reacción de la gente cuando se trata de la conversión de una sola alma.

7. Hemos visto que la curación de un ciego no envolvía contradicciones, porque en su pobreza a nadie había podido perjudicar, ni causaba envidia a nadie. Pero ahora es un rico quien hospeda a Jesús. Y del contacto de los ricos con Jesús se conocían experiencias tristes. Un día había invitado a un rico a seguirle, y se había ido triste, y Jesús dijo que era más difícil que un rico entre en el reino de los cielos, que un camello pase por el agujero de una aguja (Lc 18,35). Otro día, había expuesto la parábola del rico epulón, insensible ante Lázaro enfermo a la puerta de su casa, y sepultado en el infierno (Lc 16,25). ¿Qué pasará hoy -se preguntaban-, con este rico sanguijuela, que sacaba los hígados a los pobres, y además colaboracionista con el poder dominador?

8. Iluminado por la gracia de Jesús, fascinado por sus palabras y seducido por la generosidad de su amor, que se traslucía en todo él y manaba de su persona, Zaqueo promete solemnemente que "dará a los pobres la mitad de sus bienes, y si de alguno se ha aprovechado le restituirá cuatro veces más". Eso es una conversión eficaz y real, porque la cartera es el órgano más sensible del hombre, y de la mujer. "La muralla" de Calvo Sotelo, está formada por la familia que no quería quedarse en la miseria, si él, jefe de la casa, restituía la suculenta finca robada, "El Tomillar". La familia cerró el cerco en la muralla, acorraló al pobre hombre que quería salvarse y no le dejaban, ni su esposa ni sus hijos, ni su suegra; le repitió el ataque y murió sin poder cumplir su voluntad de restituir.

9. Zaqueo pasó por todo y experimentó que seguir a Jesús, no es un problema que se despeja sólo en el interior de la conciencia individual, sino que tiene consecuencias familiares y sociales. Pero, dice Lucas, que Jesús contestó a la decisión de Zaqueo: "Hoy ha sido la salvación de esta casa". Si han sido solidarios en la privación, lo son igualmente todos en la salvación. La salvación de Dios compromete una respuesta del hombre.

10. La conciencia del pecado y del perdón divino son dos experiencias indispensables que debe realizar el creyente para comprender el amor de Dios, como lo experimenta el «Miserere», el Salmo penitencial más intenso y repetido, el canto del pecado y del perdón, la meditación más profunda sobre el pecado y la gracia, en un suspiro de arrepentimiento y de esperanza, compuesto por David, cuando fue tocado por las palabras del profeta Natán (2 Sam 11), que le reprochaba el adulterio con Betsabé y el asesinato de Urías.

11. Dos horizontes describe, el de la tiniebla del pecado en la que vive el hombre desde su nacimiento: «Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre», que expresa la dimensión profunda de la debilidad moral innata en el hombre, y el de la misericordia divina que infunde en el hombre un «corazón» nuevo y puro, una conciencia renovada, y le abre la posibilidad de una fe límpida y de un culto agradable a Dios.

12. La triste realidad que procede del abuso de la libertad, es definida por tres términos hebreos, «hattá», «no dar en el blanco», y «awôn», «torcer», «curvar». En efecto, el pecado es una desviación del camino recto; es la inversión, la distorsión, el ojo que sale de su órbita y convierte al ser humano en mónstruo, la deformación del bien y del mal, en el sentido de Isaías: «¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad» (Is 5, 20). Sólo las criaturas racionales no han podido torcer el designio de Dios. Las criaturas no dotadas de libertad, siguen, según San Clemente I, Papa, inviolablemente el querer divino:

13. Así lo dice el santo Papa: “Los astros del firmamento obedecen en sus movimientos, con exactitud y orden, las reglas que de él han recibido; el día y la noche van haciendo su camino, tal como lo ha determinado, sin que jamás un día irrumpa sobre otro. El sol, la luna y el coro de los astros siguen las órbitas que él les ha señalado en armonía y sin transgresión alguna. La tierra fecunda, sometiéndose a sus decretos ofrece, según el orden de las estaciones, la subsistencia tanto a los hombres como a los animales y a todos los seres vivientes que la habitan, sin que jamás desobedezca el orden que Dios le ha fijado. Los abismos profundos e insondables y las regiones inescrutables obedecen también sus leyes. La inmensidad del mar, colocada en la concavidad donde Dios la puso, nunca traspasa los límites que le fueron impuestos, sino que en todo se atiene a lo que él le ha mandado. Pues al mar dijo el Señor: “Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas”. Los océanos que el hombre no puede penetrar, y aquellos otros mundos que están por encima de nosotros obedecen también las ordenaciones del Señor. Las diversas estaciones del año, primavera, verano, otoño e invierno, van sucediéndose en orden, una tras otra. El ímpetu de los vientos irrumpe en su propio momento y realiza así su finalidad sin desobedecer nunca, las fuentes, que nunca se olvidan de manar y que Dios creó para el bienestar y la salud de los hombres, hacen brotar siempre de sus pechos el agua necesaria para la vida de los hombres; y aun los más pequeños de los animales, van reproduciéndose y multiplicando su prole. “Manda a la luz y ella va; la llama y ella le obedece temblando; a los astros que velan gozosos en sus puestos de guardia, los llama y responden “Presente”, y brillan gozosos para su Creador” (Ba 3, 15).

14. Cuando el hombre se convierte, «regresa» (en hebreo «shûb») al camino recto, corrigiendo la ruta. La palabra «peshá» “pecado”, expresa la rebelión del súbdito contra su soberano, y desafía a Dios y a su proyecto para la historia humana, pero si el hombre confiesa su pecado, la justicia salvífica de Dios lo purifica radicalmente. En la confesión del pecado se abre un horizonte de luz en el que Dios actúa, no sólo negativamente, eliminando el pecado, sino recreando la humanidad pecadora con su Espíritu vivificante, e infundiendo en el hombre un «corazón» nuevo y puro, a lo que . Orígenes habla de terapia divina por la obra sanadora de Cristo: «Al igual que Dios predispuso los remedios para el cuerpo de las hierbas terapéuticas sabiamente mezcladas, así también preparó para el alma medicinas con las palabras infusas, esparciéndolas en las divinas Escrituras... Dios dio también otra actividad médica de la que es primer exponente el Salvador, quien dice de sí: "No tienen necesidad de médico los sanos; sino los enfermos". Él es el médico capaz de curar toda debilidad, toda enfermedad.

15. Esta espiritualidad debe reflejarse en la existencia de los fieles. Sentido vivo del pecado, percibido como una decisión libre, de connotaciones negativas a nivel moral y teologal: «contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces», presentándose en toda su miseria y desnudez ante Dios y suplicándole que no lo rechace de su presencia, y seguridad del perdón divino que «borra», «lava», «limpia» al pecador y lo transforma en una nueva criatura de espíritu, lengua, labios, corazón transfigurados. “Todo comienza en tu misericordia y en tu misericordia termina” (M. Winowska, Icono del Amor misericordioso. El mensaje de sor Faustina, Roma 1981) (Juan Pablo II).

16. Jesús está esperando ahora nuestra decisión ante su palabra viva y vivificante, pero cortante como espada de dos filos (He 4,12). Sin nuestra decisión de emplear nuestros bienes ayudando a nuestros hermanos, sería estéril la invitación que Jesús nos ha hecho a su banquete de la palabra y de la Eucaristía, como hubiera quedado el hospedaje de Zaqueo en agua de borrajas, si él no hubiera dado una respuesta positiva, cambiando por dentro y por fuera, contando con la gracia del perdón generoso de Dios, ofrecido por Jesús.