COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Jr 31, 07-09

 

1.

-Situación histórica.

Con la destrucción de Jerusalén y de su templo, el pueblo vive una profunda crisis de fe.

La tierra está sometida a un poder extranjero; el templo, sede elegida por Dios, ha sido derruido; y la monarquía, portadora de las promesas hechas a David, ya no existe. Y en medio de la crisis suenan palabras de consuelo dirigidas a Jerusalén: "de nuevo saldrás enjoyada a bailar con panderos en corros" (v. 4).

-Texto.

Tras el anuncio del final del destierro (vs. 1-6), el profeta entona un himno de alegría invitando a todos a unirse en ella. La razón es muy importante: "...el Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel" (v. 7).

En los vs. 8-9 Dios, en primera persona, expresa un doble aspecto de la salvación:

a) Por parte de Dios, salvar es "traer del país del norte", "reunir", "conducir", "guiar... por vía llana y sin tropiezos". El Señor vuelve a re-crear a su pueblo como en los tiempos del Éxodo (cfr. Jr. 23, 6s.; Is. 43, 18-21). Dios es como un padre para Israel (v. 9).

b) Para el pueblo, la salvación consiste en un cambio de suerte: la marcha llorosa se trueca en un volver gozoso (v. 9; cfr. Sal. 126. 5s.), la dispersión, en reunión; el llanto en alegría. "... el que esparció a Israel lo reunirá.." (v. 10). Dios ha devuelto a Israel su favor y por eso "...camina a su descanso" (v. 2).

Pero el retorno a la tierra no viene descrito con los rasgos prodigiosos de Is. II: sin hambre y sin sed (Is 43, 20; 48, 21; 49, 10), el Señor allana el camino (Is 43, 19; 49, 11), los ciegos ven, los cojos andan... (Is 35, 5s; 42, 7.16). En Jeremías no ocurre lo mismo: la nueva criatura de Dios, el resto no es un grupo selecto sino una gran multitud de ciegos, preñadas y paridas. Patética procesión de repatriados dirigidos por el Señor; así la salvación no se convierte en un sueño ideal y alienante.

Liberándoles, el Señor sigue creando y continúa fiel a la alianza paterno-filial, incluso les renueva los derechos de primogenitura. Y esta liberación no es fruto, en primera instancia, de la conversión del pueblo sino del gran amor divino hacia Israel.

-Reflexiones.

El nuevo pueblo de Dios vive también su crisis existencial, crisis de identidad. En estos momentos oscuros, Dios calla, se oculta... pero nunca se olvida: Dios es siempre fiel con su pueblo. Y ésta debe ser también la razón de nuestra alegría.

El nuevo pueblo de Dios no es un resto privilegiado sino una falange de hombres débiles: lisiados, cojos, preñadas... hombres y mujeres que sufren y lloran, seres humanos que sienten en su carne el desgarro fiero de la tristeza, del abandono, de la miseria económica, y la liberación que esperan no es ningún sueño ideal y alienante sino el cambio del llanto en consuelo, del luto en baile con traje de gala y panderos en corros, del camino tortuoso por causa de la miseria a la vía llana y sin tropiezos..., del egoísmo cerrado del corazón humano a la apertura dadivosa a los demás.

A. GIL MODREGO
DABAR 1988, 53


2.

Los capítulos 30 y 31 del libro de Jeremías forman una composición literaria, probablemente redactada por Baruc, discípulo de Jeremías, y en la que el primero recoge palabras de su maestro referentes a la salvación de Israel. Después de la muerte de Assurbanipal (año 631), renace la esperanza de los desterrados al ver que se desmorona el poder de los asirios. Jeremías se hace eco de esta esperanza y anuncia la repatriación de los exiliados del Norte (esto es, del reino de Israel), el restablecimiento de la unidad nacional y la renovación de la Alianza.

Y en el horizonte abierto por esta salvación prometida y esperada, el profeta ve venir ya una gran multitud que peregrina hacia Jerusalén, dando gracias a Dios y celebrando su liberación.

Se comprende que un pueblo desterrado y disperso entienda la salvación en términos de reunión y retorno a la patria querida. Pero el que habla por boca de su profeta dice mucho más. La invitación al gozo por el retorno de Jacob, por la repatriación de los hijos de Jacob, y a cantar las alabanzas de Yavé es como una "monición litúrgica" dirigida a una asamblea festiva. Todos los congregados en esta asamblea deben saludar con júbilo al pueblo que ha sido salvado y distinguido por Yavé entre todos los pueblos de la tierra (cfr.Ex 4, 22 y Jer 31, 9). Pero, al celebrar el don que Jacob ha recibido, no deben olvidarse de que ha sido Yavé el que se lo ha concedido.

Enlazando con el himno de la asamblea, Yavé toma la palabra y confirma su promesa de reunir a los dispersos y conducir a los desterrados, en un segundo éxodo, hacia la tierra que abandonaron. Y porque la palabra de Yavé es verdadera y no defrauda, el profeta la da por cumplida e invita a la asamblea a celebrar lo que aún está por venir.

Se descubre aquí hermosamente la solicitud del Señor que marcha delante de su pueblo, su atención preferente a los más débiles: ciegos y cojos, preñadas y paridas. Es el buen pastor que cuida de los que van a la zaga y se preocupa de que nadie se quede en el camino. La restitución de Israel será perfecta.

Los que marcharon llorando a su destierro, volverán llenos de alegría, y hasta la tierra se alegrará con su regreso. La profecía termina descubriendo el corazón de Dios, de donde procede toda iniciativa de salvación. Israel ha de comprender que Dios, a pesar de todo, sigue siendo como un padre.

EUCARISTÍA 1982, 48


3.

Este oráculo se sitúa probablemente en los inicios del ministerio de Jeremías, cuando el reino de Judá aún no ha sido derrotado y sólo se encuentra en el exilio el reino del norte (llamado aquí "Israel" y "Efraín"). Jeremías considera que el reino del norte, destruido por Asiria el año 721 y con sus habitantes deportados, ha sido ya purificado, y por tanto pronto podrán volver a su tierra.

El profeta anuncia, pues, la alegría del retorno, utilizando unos temas que en parte recuperará el salmo que leemos a continuación . Hay que señalar que la caravana de exiliados que el profeta proclama regresando de Asiria (llamada aquí "país del Norte" y "extremo de la tierra") es una caravana en la que tiene un lugar prominente la gente débil ("ciegos, cojos, preñadas y paridas"...): ¡la obra amorosa y salvadora del Dios que se presenta como "un padre para Israel" queda puesta al máximo de relieve mediante la liberación de los más desvalidos! La acción sanadora de Jesucristo en el evangelio será, pues, una realización de estos oráculos proféticos.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 13