COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 18, 01-08

Ver SÁBADO DE LA 32ª SEMANA

 

1.

Continúa dentro de la óptica del camino. Fiel a su técnica narrativa, Lucas omite todo dato sobre la ocasión y las circunstancias. Desde el primer momento, en cambio, señala el centro de interés del texto: necesidad de orar. En esta ocasión es, pues, el propio Lucas quien marca la línea interpretativa de la parábola propuesta a continuación por Jesús, cerrando así cualquier otra posibilidad de interpretación.

La machacona insistencia de una viuda consigue que le haga justicia un juez poco dispuesto a hacerla. El comentario siguiente de Jesús se basa en el procedimiento "a fortiori".

La insistencia en pedir justicia es el dato central, tanto de la parábola como del comentario. Esa insistencia coincide con y explica la necesidad de orar siempre, señalada de entrada.

"Hacer justicia" se repite en cuatro ocasiones. La expresión presupone dos personas enfrentadas. Hazme justicia frente a mi adversario, dice la viuda. La atención a este enfrentamiento es importante para precisar el contenido de la oración, de cuya necesidad se trata.

En la concepción judía de entonces los enfrentamientos y las dificultades estaban estrechamente relacionadas con la implantación del Reino de Dios. Por el contexto inmediato sabemos que para Lucas el Reino de Dios es ya una realidad con la presencia de Jesús (cf. 17. 21). Es por eso que Lucas traslada al presente los enfrentamientos que la concepción judía preveía para el futuro. La misma terminología, "los elegidos", denota la impronta judía relativa a los últimos tiempos. Para nuestra mentalidad, sin embargo, esta expresión puede resultar chocante y peligrosa, por cuanto fácilmente la entendemos en el sentido de predestinación o de acción gratuita de Dios. Evitaremos toda confusión si, en vez de elegidos, hablamos de discípulos o de cristianos. Todos ellos son, efectivamente, términos intercambiables.

El texto invita a los seguidores de Jesús a tener plena y total confianza en Dios. El seguidor de Jesús debe saber y sentir que Dios toma partido por él en cuanto oprimido y perseguido por causa del Reino.

El texto, sin embargo, termina con una pregunta realista y preocupada: Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

Comentario.- La oración de cuya necesidad trata el texto es la plegaria, el grito, la súplica del perseguido por causa del Reino de Dios.

D/NEUTRAL
Resuena aquí la vieja situación de /Ex/03/07-08: He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Y he bajado a liberarlos.

El texto de Éxodo y el de Lucas son perfectamente intercambiables. A través de ellos emerge un Dios diferente del que a veces imaginamos. El Dios de la Biblia no es un dios ocioso o desinteresado por el hombre; es un Dios asociado con la tarea creativa y renovadora del hombre. Y como esta tarea tiene mucho de crudo y de difícil, el Dios de la Biblia es el que toma partido por el que la lleva adelante.

En Lucas ser seguidor de Jesús significa acción, marcha hacia adelante. Por eso el Dios que el texto de hoy transmite es un Dios de la acción, del camino, de la lucha; un Dios cercano y entrañable para el que vive en esas condiciones; un Dios que jamás defrauda al que está en la brecha. Ser seguidor de Jesús significa, entre otras cosas, vivir desde la experiencia de un Dios así.

ALBERTO BENITO
DABAR 1989/51


2.ORA/COMPROMISO: ORA/JUSTICIA.

La parábola encaja muy bien en la situación de aquellos tiempos en los que la viuda realmente era el prototipo de una existencia en soledad y desamparo, y en los que abundaba la siniestra figura del juez venal. En /Ex/22/22-24 se dice que Dios escucha el clamor de las viudas y sale en su defensa contra los que abusan de ellas; los profetas denunciaron frecuentemente la corrupción de la justicia (cf. Am 5. 7/10-12). Esa viuda de la parábola no tiene en principio posibilidad alguna de ser escuchada por el juez injusto, pero insiste hasta que el juez cede, aunque no sea más que para desembarazarse de ella. Es importante hacer notar que lo que pide esta viuda es justicia. También la oración de los elegidos de Dios es una oración para pedir a gritos, día y noche, justicia.

Si un juez inicuo no puede resistir la demanda insistente de una viuda desamparada, con mayor razón Dios, que es bueno, escuchará a los elegidos que le piden justicia. Ahora bien, no se puede pedir insistentemente justicia a Dios si no se lucha igualmente con insistencia para establecer entre los hombres la justicia.

Una vida de oración sólo es posible cuando hay fe. Con su pregunta abierta, Jesús nos amonesta para que mantengamos la fe hasta el último día. Entonces, en el día del Señor, comprenderemos que Dios no es un sordomudo ante los gritos de los justos que le piden justicia, comprenderemos que si ahora calla es tan sólo porque nos escucha y espera darnos al fin la respuesta definitiva. Mientras tanto, la lucha que los hombres fieles mantienen sin descanso por una mayor justicia en el mundo es en cierto sentido una respuesta de Dios.

EUCARISTÍA 1989/48


3. D/PACIENCIA.

Al juez impío, que actúa sólo por comodidad, por quitarse de encima a la viuda molesta, se contrapone la actitud de Dios que ama a los hombres, que escuchará sus súplicas con prontitud. Dios les hará justicia. Cuando menos piensen. A su estilo. Por sus caminos, que pueden no coincidir con los cálculos de los hombres, ni aun de los creyentes. Mientras la justicia se hace, el creyente debe mantenerse firme en la fe, sin desfallecer.

COMENTARIOS BIBLICOS V/Pág. 564


4. D/VENGANZA

El relato nos sitúa en un contexto que podemos llamar de "situación apocalíptica". El mundo se encuentra dividido; dominan los opresores y mientras tanto, los pobres perseguidos no tienen más salida que clamar ante su Dios a grandes gritos. La situación es típica a lo largo de la historia de los hombres.

Quizá en principio refleja el estado de los judíos oprimidos del tiempo de Jesús (los fieles de Qumran, los miembros de las sectas apocalípticas): durante siglos han estado sometidos al poder de pueblos extranjeros, han padecido la injusticia de la guerra y la pobreza y han llegado a suponer que no es posible resolver la angustia de los hombres sobre el mundo; por eso ruegan a Dios y piden que llegue el gran libertador, el juez y salvador, sobre la historia.

De manera más cercana, el contexto refleja la actitud y situación de los cristianos de la iglesia antigua. Sabemos que existía entre ellos la confianza en una próxima venida salvadora de Jesús. De tal manera habían descubierto la maldad del mundo, de tal forma sentían muy cercana la mano protectora de Dios que cada día elevaban su plegaria de llamada y de esperanza: "Marana-tha" (¡Ven, Señor!). También entonces se pensaba que el mundo era incapaz de ser cambiado; la solución consiste en que se muestre Jesús como la fuerza salvadora de la historia.

Una actitud semejante sigue extendida todavía entre los hombres. El pecado social es hoy día más fuerte que nunca. Son miles y miles las voces que piden justicia. Muchos piensan que el camino que lleva a conseguirla pasa a través de una revolución interhumana (marxistas); otros suponen que este mundo ya no tiene solución y elevan la plegaria hacia la altura, suplicando la respuesta de Dios o del destino.

Pues bien, en este contexto ha situado Lucas la parábola de la viuda. Evidentemente esta viuda no tiene la posibilidad de tomarse la justicia por su mano; como mujer y como oprimida es incapaz de ajustar las cuentas con su adversario. Por eso no le queda más remedio que importunar al juez día tras día, hasta que logra cansarle, recibiendo su justicia.

La parábola no es del todo lógica. El juez podría haber tenido una reacción distinta: castigar a la mujer por su importunidad o prohibirle volver al tribunal. De todos modos, la imagen de este juez que hace justicia simplemente por cansancio nos ayuda a comprender la situación de Dios, que día a día escucha los gemidos de los justos que suplican. El evangelio tiene la certeza de que Dios hará justicia sobre toda la historia de los hombres. Tomada en sí misma, la palabra que el texto castellano traduce por justicia es más hiriente y significa "venganza". ¡Dios se vengará de aquéllos que oprimen a los elegidos! Esta palabra y esta actitud pudieran traducir un peligro de resentimiento. Sin embargo, situada en el conjunto del evangelio, lo que podemos llamar "venganza de Dios" no es otra cosa que su amor salvador reflejado en la cruz de J.C. Dios se venga de todas las divisiones e injusticias de la historia, situando en el centro de la tierra un principio de salvación universal, la cruz de J.C.

Desde entonces, el poder de los injustos que oprimen a los pequeños de la tierra está montado en el vacío; es un poder de condena que acaba con la muerte. Por el contrario, el sufrimiento de los pequeños que claman a su Dios se ha unido al propio sufrimiento de Jesús y se revela como fuerza transformante de la tierra.

Desde aquí se puede valorar el sentido de aquella expresión enigmática que afirma: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" (19.8). El problema fundamental no reside en la división social de los hombres. El problema es la fe, la fe en Jesús, que sabe asumir el sufrimiento y transformar la historia desde el mismo centro. Por eso, la gran pregunta es saber si habrá fe sobre la tierra: fe para que los hombres sigan el camino de Jesús, fe para que superen la división como antagonismo de clases sociales, fe para que el sufrimiento se convierta en transformante y el poder de los grandes venga a ser servicio en favor de los pequeños, fe para mostrarse abiertos sin cesar ante la voz de amor del Padre. A través de la fe, la historia entera se puede convertir, con Jesús, en llamada que invoca la justicia salvadora de Dios y la va haciendo presente desde ahora entre nosotros.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1382


5.ORA/PACIENCIA

A la relación del hombre con Dios se le llama oración. Pero en esta relación una de las partes no es automáticamente evidente para la otra. Dios no es evidente para el hombre. Por eso el hombre, cada uno de nosotros, puede cansarse de una relación así y terminar por renunciar a ella. Con la parábola, Jesús invita al hombre, a cada uno de nosotros, a no dejarse dominar por la fatiga de una relación no evidente. Trata de inculcarnos una certeza: la certeza de que Dios nos escucha.

Pero aún nos dice más la parábola y la lección que Jesús saca. Nos introducen en el contenido de la oración: "¡Hazme justicia!". El cristiano comprometido en la construcción del Reino se siente a menudo desalentado y cansado. "Hazme justicia" es un grito hecho oración. Es decir, "intervén en favor mío; dime que no soy yo quien anda descaminado en la construcción de una tierra mejor".

El texto termina con una de las frases más tristes y pesimistas pronunciadas por Jesús. ¿Habrá alguien que se crea de verdad esto de la certeza de que Dios escucha? Se trata de creerlo de verdad.

DABAR 1980/53


6. 

El texto de hoy no es continuación del texto del domingo anterior. Entre ambos el autor ha introducido un tema que entonces preocupaba mucho: la venida del reinado de Dios y la consiguiente implantación de un maravilloso mundo nuevo. Pues bien, el evangelio de hoy entronca con esta problemática, pero desde una óptica distinta de la habitual. Sin renunciar a la utopía final, Jesús puso freno a todas las especulaciones sobre el fin del mundo. En lugar de éstas, Jesús insistió en tomar más en serio el mundo que tenemos, haciendo que en él sea realidad el reinado de Dios. El tercer evangelista es especialmente sensible a este planteamiento. De ahí su insistencia en el camino. Camino hacia una meta, por supuesto; pero camino. Camino nuevo, diferente. Llevamos ya muchos domingos abriendo este camino. Pero también camino arriesgado y lleno de peligros para la vida del que lo hace. De ahí que surjan unas necesidades imperiosas. El texto de hoy sale al paso de una de ellas: la necesidad de justicia. El caminante (=el discípulo) se siente a veces perplejo y hundido, y se pregunta si no serán los demás quienes tengan razón. Necesita, pues, saber quién tiene razón, si los demás o él. Este es el concepto de justicia que el texto maneja. Quien tiene que resolver la cuestión es Dios, pues trabaja para Él.

Jesús invita al caminante de la utopía a que pida a Dios, sin desfallecer, la solución de esta cuestión. No se trata, pues, de la oración en general sino de una oración muy concreta. La historieta del juez y la viuda quiere ser una ejemplificación de lo que puede conseguir una petición insistente, cansada habría que decir. Jesús insta al caminante a este tipo de petición ofreciéndole la seguridad de que Dios le va a escuchar y le va a dar la razón a él. Sin embargo, el texto termina con un interrogante escéptico: ¿Se dará por mucho tiempo una actitud de fe así? A mí, personalmente, ésta me parece la frase evangélica de más honda tristeza y pesimismo.

DABAR 1983/52


7. D/JUEZ

El texto de hoy es muy sugerente y puede ayudarnos a cambiar hábitos de pensar que arrastramos desde muy antiguo. Me refiero en concreto al concepto de oración y al concepto de Dios como juez. Una fórmula clásica define la oración como levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes. Lo problemático de esta definición es su segunda parte. Cuando Lc, el evangelista de la oración, quiere hablarnos de ésta, lo hace de la siguiente manera: Padre, santificado sea tu nombre... (Lc 11. 2-4). A todo este conjunto de peticiones y a la actitud que la sustenta le da el nombre de "espíritu santo" que el Padre dará a quienes acudan a Él (véase Lc 11. 13). El texto de hoy no desentraña contenidos de oración. Únicamente habla de que Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan sin desmayo.

Hacer justicia presupone una situación de acoso, de acusación, de persecución. ¿De dónde proviene esta situación? De una actuación, de un compromiso en favor de los valores del Reino de los que hemos oído hablar a lo largo de las lecturas del verano pasado. Esta actuación y este compromiso suscitarán recelos, desencadenarán agresividades. Es el momento del grito, de la llamada al Padre: ¡Hazme justicia! ¿Tiene algo que ver esta concepción de la oración con la que subyace en la petición de mercedes de que habla la definición que aprendimos en el catecismo? El texto es también sugerente en lo que respecta a Dios como juez. Ojo que escudriña todo y cada uno de nuestros movimientos para recordárnoslos al pasar la aduana de la muerte. Es el concepto habitual.

Sin embargo, en el texto de hoy vemos que Dios es juez en cuanto que toma partido por el que sufre el acoso y la agresión. Dios no es juez por analizar y dictar sentencia, después de oír a las dos partes, desde la asepsia de la imparcialidad (esquema tripartito, propio del derecho romano).

Dios es juez por ser parte interesada en los valores del Reino y porque toma partido con el que trabaja esos valores, que es el acosado y agredido (esquema bipartito bíblico). "Pero, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" Estas palabras van dirigidas a los discípulos.

¿Encontrará el Hijo del Hombre esta fe entre sus discípulos? El problema es doméstico, interno, a nivel de creyentes, de Iglesia.

No vale, pues, escudarse tras la constatación genérica de la falta de fe en el mundo. Preguntémonos más bien: ¿Tenemos nosotros esta fe? Nosotros, los que estamos aquí reunidos. A la luz del texto de hoy sabemos que fe quiere decir compromiso con la escala de valores del Reino y absoluta certeza de que Dios atiende y defiende a quien vive esos valores. Eso del silencio de Dios, ¿no será un expediente que sólo existe en la ascética y en la metafísica, pero no en la mística?

A. BENITO
DABAR 1986/52


8.

Los evangelios de hoy y del próximo domingo nos presentan cada uno una parábola relacionada con la plegaria: hoy la del juez inicuo y la viuda y el próximo domingo la del fariseo y el publicano. La finalidad principal de la parábola que hoy leemos es la enseñanza sobre cómo debe ser la verdadera oración: perseverante y humilde; la misma introducción a la parábola nos da ya esta orientación: "para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse".

El protagonista de la parábola es una viuda que acude a un juez para que le haga justicia, seguramente, en cuestiones monetarias o de herencia, contra un adversario mucho más rico, poderoso e influyente que ella, ante el cual no tiene otra arma más que su constancia y tesonería. En el mundo bíblico la viuda equivale a la mujer casada que perdió no sólo al esposo sino también y especialmente el soporte financiero de algún miembro masculino de su familia y necesita, por tanto, protección legal. El acento recae, por tanto, en lo que nosotros llamaríamos secuelas de la viudez. Su condición era considerada incluso como un oprobio. La viuda era la imagen más viva del dolor y de las lágrimas. El juez, finalmente, cede. Lo hace a causa de las molestias que le provocan las continuas quejas de la mujer. Quiere que le deje en paz de una vez.

Si la parábola está centrada sobre todo en la actitud de la viuda, la aplicación que Jesús hace de ella se fija en el juez ("Fijaos en lo que dice el juez injusto"). Los oyentes de Jesús deben dar un salto y trasladar la conclusión del juez a Dios: si este juez injusto, movido puramente por un motivo egoísta, es capaz de escuchar, ¿habrá alguien capaz de imaginar que Dios no escucha siempre a todos y especialmente a sus elegidos, a los pobres y necesitados? De este modo pasamos de las cualidades que debe tener la oración, tema de la parábola en sí misma, a la seguridad y confianza de que esta oración siempre será escuchada, tema principal de la aplicación puesta en labios de Jesús, en la que el juez es presentado como figura contrastante con el modo de actuar de Dios.

El versículo 8b ("Pero cuando venga el Hijo del Hombre...") parece que originariamente no pertenecía a la parábola, sino que enlaza mucho mejor con las palabras de Jesús sobre la segunda venida del Hijo del Hombre en 17, 20-37. Los discípulos de Jesús, ¿serán capaces de mantener la fidelidad a su Señor durante todo este tiempo en que esperan su retorno, tiempo a veces de dudas y oscuridades? Esto debe preocuparles mucho más que el querer saber si su oración es escuchada por Dios, sobre lo cual no deben tener ninguna duda.

J. ROCA
MISA DOMINICAL 1983/19


9.

La parábola del juez inicuo y de la viuda obstinada recuerda la necesidad de orar sin desaliento aun cuando el Señor tarde y parezca sordo a todas las llamadas. Los dos personajes de la parábola son, de una parte, un juez sin fe ni ley (v. 2), poco preocupado por hacer justicia, sobre todo cuando se trata de un ser tan débil como una viuda; en una palabra: un individuo bastante ancho de manga que termina por hacer justicia a la viuda para quedarse tranquilo y evitarse posibles consecuencias desagradables (v. 5). Tenemos, por otra parte, a una viuda débil, pero segura de su derecho, por el que lucha encarnizadamente.

El argumento de Jesús es muy simple (vv. 6-8): si un juez inicuo termina por hacer justicia a una viuda, cuánto más Dios hará justicia a sus elegidos, actualmente a merced de sus enemigos.

La parábola da también a entender que Dios hará justicia urgentemente (v. 8a), pero sólo después de haber estado mucho tiempo contemporizando (v. 7). Por consiguiente, el cristiano debe incluir en su oración la aceptación del plazo que Dios tenga determinado; orará "sin descanso".

La oración cristiana no es ya un llamamiento a la intervención inmediata y a la venganza (como sucede aún en Ap 6, 10). Coincide con la paciencia de Dios con el fin de que los pecadores tengan tiempo de convertirse (2 Pe 3, 9-15).

* * *

ORA/PETICION:La oración de petición no consiste en esperar de Dios que haga por sí mismo lo que nosotros no somos capaces de realizar: danos el pan, danos la paz, danos la curación. Dios no es un buzón. En realidad esta oración es, en primer lugar, una protesta: no se puede tolerar que la guerra se imponga constante a la paz, que la riqueza de unos cuantos aplaste a la masa de los pobres... En segundo lugar, hace comulgar con el Dios de la paciencia, y una vez ya en comunión con Dios, los gritos de protesta van dando paso progresivamente a los actos.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág. 190