COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
2 Tm 03, 14-04, 02

 

1.BI/PD.

Hacia el final de la Carta el autor (no San Pablo) hace una serie de exhortaciones, como ha ido proponiendo a lo largo de todo el escrito, y anima a la fidelidad.

El tema principal sobre el que versa esta fidelidad es la transmisión de lo recibido. Es una de las preocupaciones fundamentales de este escrito, lo cual es un indicio de que no procede directamente del Apóstol de los gentiles, porque en el tiempo de su vida no existía todavía este depósito, tan claramente definido, sino se estaba definiendo. Tampoco se daba, evidentemente, esta continua mirada hacia atrás.

El v. 3.14 destaca que el cristiano de las generaciones posteriores no ha de inventar el núcleo de su fe, sino atenerse y transmitir lo que ha ido recibiendo de los primeros predicadores, cuyo origen está en definitiva en el Señor Jesús.

Para este fin la Sagrada Escritura es elemento fundamental, pues en ella se guardan las líneas principales de este ser cristiano.

Pero es de notar que esta Escritura ha de servir más para salvar que para informar (v.3.16). La preocupación por una transmisión correcta de la doctrina no puede hacer olvidar que lo importante es que tal doctrina se viva. Se insiste más en aspectos prácticos que teóricos, lo cual no sucede en la iglesia contemporánea en muchísimas ocasiones. Particularmente a la jerarquía le preocupa más -a juzgar por sus declaraciones- la "verdad" que la práctica, aunque afortunadamente se vaya cambiando un tanto esta actitud. En este párrafo importantísimo para saber qué es la Sagrada Escritura, se nos dice también cuál es su finalidad: la salvación.

Esta ha de ser la insistencia del predicador (4.1-2). No la pesadez de una doctrina que rápidamente se queda obsoleta e incomprensible, sino la vivencia de ella. Naturalmente, ha de conocerse, porque, si no, sería imposible vivirla, pero ello es secundario con respecto a lo principal.

F. PASTOR
DABAR 1989/51


2.BIBLIA/IMPORTANCIA

Después de haber recordado a Timoteo las maravillas pasadas de la evangelización (2 Tm 1.) y expuesto las dificultades presentes (2 Tm 2.), Pablo pasa a enfocar el futuro y sus peligros: herejías y corrupción de la doctrina, apostasías y persecuciones, signos, según él, del combate decisivo entre el bien y el mal. Preocupado por armar a su discípulo con vistas a las luchas que tendrá que librar, le manda que huya de los herejes (2 Tm 3. 1-9), que imite su ejemplo y que siga su doctrina (2 Tm 3. 10-14). Que se instruya también en la Sagrada Escritura (vv. 15-16). Y que, "equipado" de esa forma (v.17), hable "a tiempo y a destiempo" (v.2).

Estos versículos son los más explícitos del N.T. en torno al alcance y al valor de las Escrituras. Pablo empieza recordando a Timoteo que toda su educación se ha desarrollado a la manera judía, a partir de las santas letras (v.15): su formación no se apoya sobre teorías o fórmulas mágicas como las que montan los herejes, sino que se apoya sobre documentos, sobre "escrituras".

Por otra parte, esas Escrituras encierran una eficacia por sí mismas: no sólo proporcionan un conocimiento filosófico o cósmico, sino una "sabiduría" que no es otra que la "fe". Es, pues, normal que quienes hacen profesión de instruir a los demás se apoyen sobre las Escrituras en sus tareas docentes (v.16), ya se trate de la didascalia, de la apologética o de la ética.

El hombre de Dios (v.17) que explicita las múltiples virtualidades de las Escrituras y cuenta con su eficacia es un "hombre completo", realmente equipado para su ministerio. Pablo subraya de paso que las Escrituras están inspiradas (v.16): sus palabras tienen un valor que las distingue de las palabras humanas, puesto que están formuladas con el poder del Espíritu que ha dirigido a los profetas. Esta precisión va destinada a explicar por qué las Escrituras son útiles al predicador y por qué es importante que se impregne de ellas. Esta afirmación de la prioridad de las Escrituras en la formación y la enseñanza del apóstol encuentra afortunadamente su eco en el movimiento bíblico de nuestro tiempo. La presencia de Dios en la historia de la salvación, tal como nos la relatan las Escrituras y que ha tenido su culminación en J.C., es el cobijo por excelencia con que cuenta la fe y la esperanza del cristiano.

Pero un auténtico conocimiento de la Escritura sólo lo consigue el creyente que está no menos preocupado por leer la presencia de Dios en el hoy del mundo y los compromisos de los hombres.

La Escritura es regla de la fe, pero es la lectura de los "signos de los tiempos" lo que desentraña toda su actualidad.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág. 184 s.


3.

Pablo exhorta a su discípulo Timoteo a permanecer fiel a la tradición, a lo que ha aprendido de sus familiares (de su madre Eunice y de su abuela Loida, de venerada memoria y recordadas en esta misma carta en 1,5), y a lo que él mismo le ha confiado. Cuando pululan tantos errores y cunde la confusión y las decepciones en la comunidad, Timoteo debe acordarse de la Sagrada Escritura, esto es, de todo el Antiguo Testamento que conoce desde su infancia. Pues, cuando se lee con fe y desde la fe en Jesucristo, la Sagrada Escritura es sabiduría de Dios que conduce a la salvación.

BI/INSPIRACION: Los libros de la Sagrada Escritura se consideran "inspirados" (cf. 2 Pe 1,21) o escritos bajo el influjo del Espíritu Santo, de manera que Dios es su principal autor. Con todo, la inspiración no debe entenderse como un dictado mecánico que despojaría de espontaneidad y libertad al autor humano, y no explicaría la influencia literaria proveniente del contexto sociocultural.

Según Karl Rahner, decimos que Dios es el autor de la Sagrada Escritura y que ésta ha sido inspirada, por lo mismo que afirmamos que Dios es el protagonista de la historia de salvación y el que funda la Iglesia en Jesucristo. Ni la Iglesia, ni la historia de salvación son posibles sin la Sagrada Escritura; por tanto, en la medida en que Dios quiere y hace la historia de salvación y funda la Iglesia en Jesucristo, es también autor de la Sagrada Escritura que proclama y confirma la fe del pueblo de Dios.

El "hombre de Dios" que preside y anima la comunidad de los creyentes, pero también todos los fieles, deben leer con fe la Sagrada Escritura para prepararse a realizar toda obra buena.

Esta "obra buena" es aquí, en especial, el cuidado solícito por la fe de la comunidad. Timoteo debe apoyarse en la Escritura para confirmar en la fe a sus hermanos. Esta fórmula (cf. 1 Pe 4,5;Hch 10,42) pasará definitivamente al símbolo de la fe, al Credo. Se entiende por "vivos" a cuantos serán sorprendidos en vida por la venida del Señor, la parusía; por "muertos", a los que resucitarán al fin de los tiempos. Unos y otros serán juzgados por el Señor (cf. 1 Tes 4,16;1 Cor 15,51s).

Pablo recuerda solemnemente a Timoteo cuál es su misión principal: predicar el evangelio. También el Vaticano II ha subrayado que ésta es la misión principal de los obispos. Todos los obispos, lo mismo que Timoteo, han de predicar a tiempo y a destiempo, con toda comprensión y pedagogía, pero sin eludir nunca el riesgo de decir la verdad a todos, por muy amarga que sea: "Reprende, reprocha, exhorta...".

EUCARISTÍA 1989/48


4.

-Fuertes con la sabiduría de la Escritura, proclamar la palabra (2 Tim 3, 14-4, 2) San Pablo continúa dando juiciosos e importantes consejos a su discípulo, a quien impuso las manos. Se trata de que respete la tradición oral recibida de sus maestros. Porque la Escritura sola no es la guía del cristiano, sino la Escritura leída por la Iglesia. Por otra parte, él ha frecuentado los textos sagrados, que están inspirados. La enseñanza de un apóstol se apoya ante todo en la Escritura.

A partir de ahí ha de dedicarse Timoteo a la proclamación de la Palabra. Es urgente hacerlo; san Pablo insiste, y se adivina la seriedad de su consejo. Conjura a Timoteo por la parusía misma, a que intervenga y que lo haga a tiempo y a destiempo, denunciando el mal, reprochando, exhortando, pero con paciencia y con pedagogía.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 7
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 139


5. /2Tm/04/01-22

Pablo, encarcelado, sabe que ha llegado al final de su vida. Pero lo que más le preocupa es el reino de Dios: predicar la palabra "a tiempo y a destiempo" (v 2). Con esto no se pide a Timoteo que deje de ser oportuno. Pero la palabra del reino debe ser proclamada siempre que haya alguien para escucharla..., y tiene derecho a hacerse oír cuando los hombres apartan los oídos de la verdad por franca oposición o por deseo de novedades (3-4).

La predicación de la palabra preocupa tanto a Pablo que, para asegurarla, esgrime una frase privilegiada y amada por toda la comunidad: «Te conjuro por Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos» (1). Al parecer, nos hallamos ante una fórmula del credo de la Iglesia primitiva (Hch 10,42; 1 Pe 4,5).

Los vv 6ss forman la conclusión de la carta y son seguramente las últimas palabras que Pablo nos ha legado por escrito. Las alusiones personales son numerosas y, a veces, tan singulares que resulta difícil ver en ellas un autor distinto de Pablo: «El abrigo que me dejé en Tróade en casa de Carpio tráelo al venir, y los libros también, sobre todo los pergaminos» (13). Los libros de la Biblia habían de escribirse en pergamino. Es posible que Pablo, a quien tantos han abandonado «por amor de este siglo» (10-11), desee ahora la compañía de la palabra de Dios, la única que no lo abandona (17). No le basta que ésta sea predicada. También él debe oírla, «no sea que después de predicar a otros me descalifiquen a mi» (1 Cor 9,27). Pero cuando el cristiano ha predicado y escuchado la palabra, de alguna manera recibe de ella al final una confianza ilimitada: «He competido en noble lucha...» (7.8). Por eso Pablo, a pesar de verse ya con la corona de la victoria en la mano, se vuelve todavia en un último gesto de caridad hacia los que quedan atrás, más o menos lejos: el Señor me otorgará la corona, «y no sólo a mi, sino también a todos los que anhelan su venida» (8). Es un gesto cargado de caridad y humildad: Pablo no restringe la corona a los que amen tanto como él la palabra, sino que la promete simplemente a los que esperan en ella..., «a todos los que anhelan la venida del Señor».

E. CORTES
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 350 s.


6.

Después de hablar de los falsos maestros, Pablo (o el autor de la carta) exhorta a Timoteo a mantenerse fiel a la doctrina aprendida y aceptada: no basta con recibir la enseñanza, es necesaria la aceptación confiada.

Dos hechos ayudarán a Timoteo a perseverar: el recuerdo de los que le han enseñado la doctrina, que son su abuela y su madre (2 Timoteo 1, 5) y el mismo Pablo (2 Tm 2,2), y las Sagradas Escrituras, que conoce desde pequeño. Efectivamente, a partir de los cinco años los padres judíos procuraban que sus hijos empezaran a ser instruidos en los libros sagrados.

Las Sagradas Escrituras se refiere a los que llamamos Antiguo Testamento. Así, según esta carta, el Antiguo Testamento "puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación". Es decir, que deja clara la importancia del Antiguo Testamento, del cual afirma que "es inspirada por Dios", pero también la necesidad de la fe en Jesucristo. La Escritura es como un padre que educa a sus hijos para que crezcan y sean adultos, sobre todo en capacidad de hacer el bien. La expresión "hombre de Dios", que en la primera carta a Timoteo (6, 11) se aplica a Timoteo, recuerda el título dado a los grandes creyentes del Antiguo Testamento, Moisés y los profetas.

Ahora, el autor de la carta hace una advertencia solemne a Timoteo a que sea un evangelizador y, por tanto, un buen maestro. Pone por testigos a Dios Padre y a Jesucristo, que juzgará a todos los hombres y también, pues, a Timoteo. Si es fiel en la fe en Jesucristo y a la misión encomendada, no dejará de proclamar la Buena Nueva de Jesús, a pesar de las adversidades, las incomprensiones o los desánimos.

J. M. GRANE
MISA DOMINICAL 1992/13

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