26 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO XXIX
(9-18)

 

9. D/SADICO EXPIACION/REDENCION 

LA VIDA DE CRISTO POR LA MUCHEDUMBRE

-El Hijo del hombre da su vida por la muchedumbre (Mc 10, 35-45) En el título escriturístico dado a este párrafo, se ha omitido, de intento, una frase: "en rescate". No es que se quiera censurar el evangelio, sino que la expresión "dar su vida en rescate" necesita se la encuadre en un contexto y se la explique, para que no dé lugar a interpretaciones inaceptables, como sería la de una especie de cambio, de contrato entre Dios y la víctima que él exige para perdonar. Esto sería injuriar el poder del amor de Dios: condicionar su perdón a la muerte de una víctima. Y sin embargo, ahí están las apariencias, que hay que explicar.

La petición de los hijos del Zebedeo es extraña y osada. Saben, no obstante, que Cristo ha de sufrir su Pasión; se lo ha anunciado por tres veces. Pero su voluntad parece bien determinada: "Queremos que hagas lo que te vamos a pedir". Su deseo es, de hecho, un deseo de compartir la gloria con Cristo, aun a costa de pasar por momentos difíciles.

Pertenecen, sin duda, al grupo primero de los cuatro llamados por Jesús; tradicionalmente, aunque sin prueba alguna, se ha visto en ellos a parientes de Jesús. Su petición es tan extraña, y la forma en que Jesús responde -usando un vocabulario inusitado- es tan particular, que algunos han pensado que el relato habría sido introducido posteriormente, para anunciar el martirio de Santiago y de Juan. Los demás discípulos se indignan al oír a los dos hermanos dirigirse a Jesús con su propuesta.

Jesús, sin responder directamente a su petición, se limita a hacerles comprender más profundamente la realidad dolorosa de su Pasión, que ellos tendrán que soportar lo mismo que él. Da la impresión de que no saben bien lo que piden. Tendrán que beber el cáliz que el beberá. Esta expresión metafórica es conocida en la Biblia. "El cáliz de la cólera", "el cáliz de la salvación", "el cáliz de bendición" son expresiones conocidas para expresar una fase crucial en la vida de un hombre o de una ciudad. Por el contrario, la imagen del bautismo en el que Cristo será sumergido y del que ellos deberán participar, apenas es conocida. En sí misma, la expresión puede designar lo mismo que el cáliz: un bautismo de sufrimiento, inmersión en el dolor, bajo la cólera de Dios. El salmo 108, 18 ve a la maldición penetrar como el agua; en el salmo 42, 8 (41), el salmista describe las cataratas y el oleaje (de Dios) pasando sobre él. Si este pasaje se introdujo con posterioridad, sería posible ver la relación entre este bautismo y la remisión de los pecados por la Pasión del Señor.

Pero los hijos de Zebedeo siguen obstinados en su petición y afirman estar dispuestos a compartir tales sufrimientos. Jesús, sin embargo, les concede sólo el participar de su Pasión; en lo que a la gloria toca, no depende de él; el Padre ha preparado los sitios, no cabe sino someterse a su voluntad.

La indignación de los discípulos proporciona ocasión a Jesús para una nueva enseñanza acerca de la autoridad y el servicio. En realidad, el resto de los discípulos, sin tomar la audaz iniciativa de los hijos de Zebedeo, alimentaban, sin duda alguna, en sí mismos una ambición semejante. Jesús presenta entonces la autoridad y el servicio tal como han de entenderse en el grupo de sus discípulos. Es una absoluta inversión de lo que en el mundo se practica. Aquí, la autoridad es un servicio. Los grandes del mundo hacen sentir su poder; no puede ser así entre los discípulos. El que quiera ser grande, será servidor; y el que quiera ser primero, será esclavo de todos. Servidor y esclavo son, de hecho, dos expresiones próximas.

Podemos pensar que toda esta presentación ha sido fuertemente subrayada por san Marcos en orden a las necesidades de su Iglesia. Se buscará en ella más el servicio que la autoridad, y ese servicio -especie de esclavitud en su absoluta dependencia de los demás- se presta a toda la comunidad. Entrar en esta línea de servicio es un don; es Dios quien elige para ello. Y aunque en la Iglesia existirán diferentes grados en el servicio, al poner cada uno sus talentos a disposición de todos, todos los grados de tal servicio serán una especie de esclavitud en beneficio de toda la comunidad. En ello no hay, por lo demás, sino una imitación de lo que Cristo quiso hacer, tomando la condición de siervo (Flp 2, 5-8). Lo dice claramente Jesús: "El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos".

Pues bien, ya entendemos lo que significa la frase: "dar su vida en rescate", pero nos suena mal. Es cierto que ha habido interpretaciones teológicas que han llegado a estudiar esa especie de intercambio entre nuestras vidas y la de Cristo. ¿Cómo concebir, sin un cierto horror y un vago sentimiento de blasfemia, un Dios que quiere la muerte de un hombre para redimir del pecado y que, a través de esa muerte y mediante ella, es como libera a los hombres? Así presentado, como hacemos ahora, limpiamente y sin literatura, esta especie de mercado no sólo nos parece repugnante, sino indigno de nuestra manera de entender a Dios. Nos es preciso, pues, desentendernos de la expresión, aunque guardándonos de vaciarla de lo que sería su contenido.

Para entender el texto, tenemos, pues, que ir derechamente a la historia, a los hechos, y abandonar lo que puede ser sólo una expresión metafórica, ligada a un momento dado de la historia social del mundo y de un país. De hecho, constatamos que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento conocen el tema de un hombre que sufre y da su vida a cambio, en rescate por la muchedumbre; un ejemplo es el texto de la 1ª lectura de hoy (Is 53, 10-11).

Los evangelios sinópticos, como por ejemplo nuestro evangelio de hoy, también lo utilizan. San Pablo desarrollará abundantemente el tema. Las primeras comunidades cristianas gustarán de aplicar a Jesús, tal como lo hace la celebración de hoy, el tema del Siervo sufriente que da su vida como expiación por muchos. Los temas de redención, rescate, sustitución, se encuentran con frecuencia. El problema está en saber si expresan una teología o si son imágenes que quieren explicar a su manera unos hechos.

Formulando limpiamente, como hemos hecho al principio, una teología en la que Cristo pagara con su muerte la redención a Dios por todos nosotros, hacemos una teología bien cercana al mito religioso, y tenemos la impresión de situarnos en una religión antigua, en la que el dios quiere una víctima expiatoria. Pero, ¿cuáles son los hechos históricos? ¿Cuál ha sido la vida concreta de Cristo? No es a partir de imágenes como debemos representárnosla, sino a partir de la realidad. ¿Y cuál es esta realidad? Toda la vida de Jesús es un combate, no ideológico, sino concretado en actitudes, contra todo lo que reduce al hombre a la esclavitud, contra el desequilibrio que se le ha convertido en connatural. Su predicación, sus ejemplos, todo converge en esa voluntad de restaurar a la humanidad en su libertad. Más en concreto, vemos a Jesús queriendo liberar de la Ley: no que él haya venido a abolirla -dice defendiéndose-, sino que no es el único medio por el que haya necesariamente que pasar para llegar a la salvación; en esto debía oponerse a su entorno religioso. Se niega a entrar en el juego político que se desearía de él; no quiere que se confunda su misión con la de un político llegado para restaurar la nación. Aun siendo enviado por Dios, no quiere que esa cualidad se ponga al servicio de una especie de política milagrosa que actuaría pasando por encima de la responsabilidad de los hombres. Jesús combate todo lo que pudiera ser seguridad y magia fácil en las relaciones con Dios: quiere el amor al prójimo, el perdón, la humildad de la caridad, la oración oculta, la austeridad ignorada por los demás. En todo esto choca: su muerte será con- secuencia de sus actitudes. Muere como un profeta que no ha respetado para nada los deseos profundos del pueblo al que enseña. Ha defraudado. Peor aún, es nocivo para la praxis de una religión bien enraizada, para su casta sacerdotal, para sus doctores. Jesús muere, y su muerte adquiere un significado y una eficacia enteramente particular, porque es una muerte en medio del perdón de las ofensas. Este perdón es para la multitud una liberación, y desemboca en la resurrección. Para expresar todavía de otra manera la historia de Jesús, podemos decir que desde su Encarnación empieza su Pasión: en el momento en que entra en la condición humana, se entrega voluntariamente a la muerte. Esa muerte, el perdón -"Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen" (Lc 23, 34)- y su resurrección son la salvación querida por Dios desde siglos.

SV/J-MU:  Pero hay que tener cuidado de no hacer teología de las categorías ligadas a la historia cultural de un momento dado. ¿Cómo se puede ver a Dios exigiendo, en medio de su cólera, la muerte de un hombre, su Hijo, para el rescate de todos? ¿Es esto una visión teológica, o una teología traducida a un lenguaje cultural marcado por una determinada época? Porque, si pensamos en la Trinidad, ¿cómo no ver al Padre mismo entregado a los hombres, dado a todos ellos para reencontrarlos? Aunque el Padre no ha muerto y aunque el sufrimiento del Padre es distinto del sufrimiento del Hijo, se puede decir que el Padre sufre la muerte de su Hijo. En el acontecimiento de la cruz no se da, por un lado, el Padre como justiciero y, por otro, el Hijo como víctima en lugar de todos, pagando por todos lo exigido por el Padre. Entre Padre e Hijo hay una profunda conformidad de voluntad. Tal vez es san Juan quien mejor expresa este misterio cuando escribe: "Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en el no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). El propio Juan ve en el misterio de la cruz el misterio del amor que define a Dios mismo: "Dios es amor" (1 Jn 4, 16). Dios es, pues, amor aun en el momento de la cruz. Aunque parecen en ese momento separados, Padre e Hijo se encuentran profundamente unidos en el mismo amor por la salvación del mundo. La muerte, la sangre, son signos que expresan el amor. No es la muerte lo que salva, sino lo que ella expresa. Pero era necesaria la muerte para que esa salvación quedara expresada ante el mundo.

Volviendo ahora a la expresión: "dar su vida en rescate", vemos con más precisión lo que significa, y podemos tranquilamente dejar caer la idea comercial del "do ut des" que implica hoy para nosotros. Es imagen de una realidad: la del amor del Padre y del Hijo que quieren salvar el mundo, siendo enviado y muriendo el Hijo como consecuencia querida y ofrecida de la actitud de toda su vida terrena, perdonando en su muerte y triunfando en su resurrección, liberación de todos nosotros para la vida eterna.

-El Siervo justificará a muchos (Is 53, 10-11) Comprendemos ahora mejor con qué óptica cristiana tenemos que ver este poema. Bástenos remitir al viernes santo para el análisis más detallado del texto.

-El Sumo Sacerdote Jesús ha conocido la prueba (Heb 4, 14-16) Esta lectura se utiliza el viernes santo; allí se encontrará un breve comentario.

Este domingo no es pura contemplación pasiva. Tiene consecuencias para la vida de cada cristiano. Como Cristo, debemos sobrellevar las consecuencias de nuestro bautismo.

Estamos en evidente oposición a los principios del mundo y somos, en consecuencia, extranjeros en esta tierra de la que, por otra parte, tenemos el deber de preocuparnos.

Como Cristo, somos siervos; cuanta más autoridad tenemos, más lo somos. Somos siervos que ofrecen su vida y el perdón de las ofensas a todos, a fin de que ellos crean incluso en la práctica de sus vidas. Lo que tenemos que entregar a los demás no es otra cosa que el deseo de servir, a fin de que todos participen en el Reino. Mezquinas y miserables son, pues, las divisiones entre nosotros y la ambición de los primeros puestos en la Iglesia. Cada uno debe estar allí donde le quiere el Espíritu, según el juicio de la Iglesia; en cualquier parte en que nos quiere, nos quiere como servidores de la Palabra hasta el sacrificio de nuestra vida por todos.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITÚRGICO: CELEBRAR A JC 7
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 73 ss.


10.

1. «¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?». La petición de los hijos de Zebedeo en el evangelio no es rechazada por el Señor por ser inconveniente (lo sería si Santiago y Juan hubieran comprendido el verdadero alcance de la misma; pero Jesús les dice que no saben lo que piden). Cuando Jesús les pregunta si son capaces de beber el cáliz que él ha de beber y de bautizarse con el bautismo con el que él se va a bautizar, ellos le responden, sin saber lo que dicen, que son capaces de ambas cosas. Entonces Jesús les promete una participación en la pasión expiatoria de la cruz.

Después, tras haber enseñado de nuevo a los discípulos que el poder del mundo no debe tener ningún valor para ellos, sino que deben buscar siempre el servicio a los demás, les habla de su propio servicio: «Dar su vida en rescate por todos». Con ello el auténtico sufrimiento cristiano -el sufrimiento espiritual o la enfermedad, la tortura o el martirio por amor a Cristo- queda incluido en la fecundidad redentora de su pasión expiatoria. Como la existencia de Jesús es una pro-existencia y su pasión un padecer-por los demás, todo lo que se sufre por seguir a Cristo y tener sus mismos sentimientos participa de alguna manera del carácter de este «por», de esta fecundidad redentora.

2. «Cuando entregue su vida como expiación».

En la primera lectura, del profeta Isaías, encontramos una parte de la gran profecía del siervo de Dios que sufre por los demás. En esta profecía, casi incomprensible en su tiempo, los cristianos han reconocido la predicción más importante del padecer-por-los demás de Cristo. Aunque ciertamente había habido ya algunos atisbos de esta idea -la intercesión de Abrahán por Sodoma y, más claramente aún, el ayuno expiatorio de Moisés por el pueblo ante el rostro de Dios durante cuarenta días-, el siervo de Dios los supera a todos con creces, pues el sentido de toda su existencia parece encontrarse en un sufrir por el pueblo, algo que nadie comprende. El eunuco etíope lee este texto y no lo comprende; el diácono Felipe se lo explicará en función de Cristo. Los judíos, posteriormente, verán en el destino de este siervo despreciado y masacrado por los hombres un reflejo de su propio destino. Y tal vez no sin razón, si su dolor ha sido integrado por Jesús en un pasión expiatoria universal.

3. «Probado en todo exactamente como nosotros».

La segunda lectura presupone el evangelio. Como nuestro «sumo sacerdote grande» ha expiado suficientemente por nosotros, podemos, gracias a él, «acercarnos con seguridad al trono de la gracia». Nunca podemos poner nuestro dolor, aun cuando suframos por seguir a Cristo, al mismo nivel que el suyo. Sólo él es el sumo sacerdote que expía por todos. Sólo él «ha atravesado el cielo» y ha entrado «en el santuario una vez para siempre con su sangre», ante su Padre (Hb 9,12). El que nosotros podamos sufrir con él es pura gracia. Y ésta nos da ante todo la «seguridad» de «alcanzar misericordia y encontrar gracia» por él.

Nosotros pertenecemos ante todo al pueblo reconciliado por Dios exclusivamente por el siervo de Dios, y el que «tengamos que sufrir un poco» con él «en pruebas diversas» (1 P 1,6), «en una tribulación pasajera» (2 Co 4,17), debería ser para nosotros un supremo gozo, «el colmo de nuestra dicha» (St 1,2).

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 199 s.


11.EL CARTERO DEL REY DOMUND

¡Cuanta belleza encerrada en «el cartero del Rey», aquel poema dramático de Rabindranaz ·Tagore-R! Amal era un niño enfermizo, soñador de caminos. Pero su médico no le dejaba salir de casa, porque el viento y el sol le podían matar. Se tenía que contentar con ver y hablar a los que pasaban bajo su ventana: el lechero, el viejo, el guarda, el jefe, los niños y Sudda, la niña que vendía flores. Pero, cuando se enteró de que aquel edificio grande que había delante de su casa era del Correo del Rey, lo único que anhelaba era recibir una carta del Rey. Se convirtió en una obsesión.

Lo veía como un derecho, que nadie le podía negar. Y así, se murió un buen día, nublándosele la vista y oyendo, entre sueños, la voz del Heraldo de la Corte, que le anunciaba la llegada del gran Rey.

Se me antoja que ésa es la historia del Domund. Sobre todo, el de este año, cuyo lema dice: «Jesucristo, un derecho de todo hombre». Efectivamente. El mundo está lleno de niños-Amal, de jóvenes-Amal, de mayores-Amal, que, en todos los continentes, desde las raíces de su alma, desean recibir la Carta del Rey, el Mensaje del Rey. Nosotros, los cristianos, sabemos que ese gran Rey existe, dueño de los seres y de las cosas. Sabemos que «de muchos modos y en muchas ocasiones ha hablado en todos los tiempos a los hombres». Sabemos, sobre todo, que «en los últimos tiempos envió a su propio hijo» como gran cartero. Por otra parte, sabemos que su palabra -su carta-, no es letra muerta, sino que es principio de la verdadera vida, según aquello que él mismo aseguró: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia». Por eso, concluimos que ese Jesús «es un derecho de todo hombre».

Pero, ¿por qué no llega esa carta? Oíd el silogismo en cadena que hace San Pablo: «¿Cómo van a invocar al Señor, si no creen en El? ¿Y cómo van a creer, si no oyen hablar de El? ¿Y cómo van a oír si no hay alguien que se lo proclame? ¿Y cómo van a proclamar si no son enviados?».

Todos debemos ser: «los carteros del Rey». Juan Pablo II, al escribir su encíclica «Redemptoris missio», afirma claramente que, cuando la Iglesia pregona el «mensaje de Jesús» no coarta la libertad de nadie, imponiendo, sino, al revés: está tratando de responder al «derecho que tiene todo hombre de recibir esa carta» y que, a su vez, es una obligación que tiene ella de «ir por todo el mundo a repartir esa carta a toda criatura». ¿Es que no os entusiasma la idea de ser «carteros del Rey» para llevarle cartas a Amal, niño enfermo que espera en su ventana?

En el evangelio de hoy observaréis la actitud egoísta y cerrada de dos hermanos -Santiago y Juan- que quisieron detener la correspondencia de todos los hombres en su personal «saca de correos». O, al menos, postergarla: «Haz Señor, que nosotros nos sentemos en tu Reino uno a tu derecha y otro a tu izquierda».

Tuvo que recordarles Jesús que en el mundo hay muchos niños-Amal, muchos jóvenes-Amal, muchos adultos-Amal, enfermizos más bien, y con la ventana abierta a la luz, soñando en recibir «carta del Rey». Los que hemos recibido ya ese «mensaje», ¿podemos quedarnos en la indiferencia? Por eso Juan Pablo II, cuando da razón de su «Redemptoris missio», dice: «Es un documento profético que responde a las exigencias y a las aspiraciones del corazón humano y que es siempre Buena Nueva».

ELVIRA-1.Págs. 186 s.


12.

Frase evangélica: «El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir»

Tema de predicación: EL DOMINIO O EL SERVICIO

1. A pesar de los tres anuncios de la Pasión que ha hecho Jesús a sus discípulos, seguidos de otras tantas instrucciones, éstos no entienden. La ambición de los primeros discípulos y la indignación contra ellos de los otros muestran lo difícil que es formar parte de la comunidad eclesial en dinámica pascual. Los discípulos de Jesús, a pesar de seguir al Maestro, están tentados, por un lado, de egoísmo, vanidad, deseo de poder, ambición; por otro, de celos y envidias.

2. En el reino mesiánico no hay jerarquías de mando ni primeros puestos de honor. Sólo le cabe al discípulo «ser sumergido en las aguas» o bautizarse, es decir, morir con los pecadores y por los pecadores, y «beber la copa» amarga del sufrimiento, o entrar en comunión eucarística, es decir, aceptar una muerte como la del Maestro. Son dos imágenes que significan lo mismo: participar sacramentalmente en la muerte y resurrección de Jesús, compartiendo lo que esto entraña históricamente de entrega por los demás, especialmente por los pobres.

3. En la sociedad civil o en el Estado, los gobernantes ejercen su señorío y dejan sentir el peso de su poder. Todos quieren ser «jefes» o «grandes». Buscan honores, dinero, poder... No se acepta la idea de servicio. Recordemos que la palabra «servicio» se emplea en dos casos que muchas personas ponen en tela de juicio o rechazan: el «servicio militar» (para los hombres) y el «servicio doméstico» (para las mujeres). La comunidad cristiana es una comunidad sin poder y con servicio -así lo quiso y lo dijo Jesús-, y de este modo se redime. En resumen, los discípulos no deben ser ambiciosos, sino servidores, ya que el servicio es el rasgo más característico del reino.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Por qué nos gusta tanto dominar y ser tenidos en cuenta?
¿Por qué nos resistimos a servir? 

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITÚRGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 231 s.


13.

Los misioneros, mártires como Cristo

La Iglesia celebra hoy el día mundial de las misiones, el DOMUND. Hablar de misiones es hablar de mártires, de hombres y mujeres cristianos que dan testimonio de Cristo viviendo en medio de los pueblos más necesitados del mundo. Es el Señor quien les da la fuerza para superar el miedo a las calumnias, a las persecuciones y a la misma muerte. Eso es lo que dice el lema de este año: "Los misioneros, mártires como Cristo".

El compromiso de los misioneros, que los lleva a compartir la suerte e, incluso, la trágica muerte de tantos miles de pobres del mundo, desconcierta a muchas personas que no entienden que se pueda llegar serenamente y sin fanatismos a una actitud tan grande de heroísmo.

Los cristianos encontramos en el testimonio valiente de los hermanos misioneros muchos motivos de esperanza en medio de nuestros pesimismos. Captamos en ellos la fuerza de Cristo y, con su ejemplo, nos animamos a vivir aquí, como misioneros, la fe de nuestro bautismo.

Cristo, modelo de los mártires

Las lecturas bíblicas de este domingo nos ayudan a entender un poco más la vida de Cristo, el cáliz del dolor que tendrá que beber y el bautismo de muerte y resurrección por el que habrá de pasar. Nos lo ha dicho el profeta Isaías: "Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crimenes de ellos".

"Jesús ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado"; por esta razón, El puede compadecerse de nuestras debilidades y ser nuestra fuerza en los momentos difíciles. Él mismo nos lo dice con claridad: "Si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará" (Mc. 8, 35).

Espontáneamente todos pensamos en asegurar y alargar nuestras vidas, y nos cuesta entender la decisión de aquellos siete monjes trapenses que no quisieron irse de Argelia y murieron degollados, o bien la entereza y el compromiso con los pobres de los cuatro hermanos maristas asesinados en la zona de los Grandes Lagos hace casi un año.

Los misioneros, servidores del Evangelio hasta el martirio

Los misioneros han escuchado y han creído las palabras del final del Evangelio de hoy.

Saben que no han de hacer como los gobernantes y los grandes personajes de las naciones que disponen de sus súbditos como si fuesen sus amos, sino que la verdadera grandeza se encuentra en estar al servicio de todos y especialmente de aquellos que son víctimas del abuso de los ricos y poderosos. Los misioneros se han ido a países lejanos, movidos por el amor universal de Cristo, que no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

Es el amor y el ejemplo de Jesús el que mueve a los evangelizadores a dejar todas las seguridades humanas, para entregarse sin límites al anuncio de la Buena Noticia en medio de tantos hermanos que tienen sed de Dios y hambre de pan y de libertad. La Iglesia los envía para que continúen testimoniando que Cristo sigue presente y ama a todo el mundo, sobre todo a los más pobres de la tierra.

El amor, raíz del martirio de los misioneros

En el salmo de este domingo hemos cantado: "Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti". ¿No os parece que en esta bella plegaria se encuentra la raíz profunda que explica la actitud generosa de los misioneros?

Los misioneros no son unos teóricos del Evangelio. Su servicio a los hermanos evangelizados abraza toda la persona, y por eso se desviven para que a sus hermanos no les falte vestido, alimento, educación y libertad. Su amor les lleva a dar lo poco que tienen y a darse ellos mismos, ya que "no hay amor más grande que dar la vida por los amigos" (Jn. 15,13).

Nosotros nos tenemos que preguntar si apoyamos lo suficiente el trabajo evangelizador de los misioneros con la oración y con la ayuda económica, no sólo para un misionero que conozcamos, sino colaborando en el trabajo de tantos miles de misioneros. El DOMUND nos ayuda a tener un corazón generoso y universal que abraza a todos los hombres y mujeres que, por medio de los misioneros, querría llegar a todo el mundo como el amor de Cristo.

El ejemplo de santa Teresa del Niño Jesús, Patrona de las Misiones, de la que celebramos este año el centenario de su muerte, nos hace ver que si, como le pasó a ella, no podemos ir a las misiones (ella quería ir a las del Vietnam, donde las carmelitas de Lisieux habían fundado dos monasterios), siempre podremos hacer nuestras sus palabras: "El celo, el amor de una carmelita abraza a todo el mundo".

Eucaristía, Testimonio y Misión

Continuemos nuestra Eucaristía. Con los ojos llenos de fe, unamos nuestras vidas al sacrificio del cuerpo partido y la sangre derramada "como precio del rescate" por todos los hombres y mujeres de la tierra. Pidámosle que tanto nosotros como nuestros hermanos misioneros sintamos el gozo de la bienaventuranza prometida por Jesús a sus testigos, a sus mártires: "Dichosos vosotros cuando os odien los hombres y os expulsen y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, mirad que vuestra recompensa será grande en el cielo" (Lc. 6, 22-23).

Jordi Jorba
 Delegado Dioc. de Misiones
Barcelona


14.

Oración de la Misa: "te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón".

Oración de los hijos del Zebedeo: "Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir".

"No sabéis lo que pedís". Hay que tenerlo presente en la oración.

Si Dios nos lo concediese todo seríamos nosotros los que saldríamos perdiendo.

Ganamos realmente de verdad cuando Dios no nos concede lo que queremos que haga por nosotros.

El problema principal de la oración está en "saber lo que hay que pedir". O en pedirlo todo, pero abandonándonos a la voluntad de Dios. "Padre, si es posible, pase de mí este cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".

La oración cristiana no es: "queremos que tú hagas lo que te pedimos", sino "queremos hacer cuanto tú nos pidas".

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Seguir a Jesús no significa recibir explicaciones sino ser asociados a su misterio de dolor y de gloria.

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Jesús formula un proyecto de comunidad. Denuncia el aspecto prevaricador del poder.

Para advertir que hay que hacer lo contrario. Excluye categóricamente el modelo de poder ejercido en la política.

Y presenta dos modelos del anti-poder que debe caracterizar el estilo de una comunidad cristiana: el siervo y el esclavo. El primer término expresa sobre todo el servicio concreto -especialmente en la mesa- y el segundo señala principalmente la dependencia.

Hay que fijarse en el paso que da Jesús de "servidor vuestro" a "esclavo de todos". Es decir, la regla fundamental del servicio se alarga más allá de los confines de la comunidad.

El criterio de autoridad, por tanto, es la ventaja que reciben los demás.

Jesús no se contenta con abolir los grados ni con establecer normas de comportamiento práctico. Pretende cambiar la mentalidad, convertir la "erótica del poder" en alegría de servir y desaparecer, pretende arrancar completamente el instinto de dominio del hombre sobre otro hombre.

Y después de haber presentado un modelo que no hay que imitar se ofrece a sí mismo como ejemplo: "Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos". En la actitud de Jesús debe encontrar el cristiano la razón decisiva de esta ley constitucional de la Iglesia: el servicio. Es significativo que los tres anuncios de la Pasión terminan con el verbo "servir". Esto excluye toda interpretación dolorosa de la vida de Cristo. El camino de la cruz no es sufrir sino antes de nada, servir.

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La autoridad tiene una dinámica interna corrosiva que la lleva a deslizarse hasta convertirse en un poder opresor.

El poder lo instrumentaliza todo, lo justifica todo a su servicio y de ahí se sigue la muerte para los demás (o sufrimiento o hambre o esclavitud o tantas cosas).Por eso, Jesús quiere desencadenar la dinámica contraria: "No ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar la vida por todos". Esto va a producir su muerte, pero, en cambio, será vida para los demás.

He ahí la alternativa: un poder que todo lo instrumentaliza para su éxito y que mata; o una autoridad que todo lo pone al servicio de los demás, e incluso muere.


15. Domingo 19 de octubre de 2003

Is 53, 10-11: Verá a su descencendencia
Salmo responsorial: 32, 4-5.18-20.22
Heb 4, 14-16:Acerquémonos confiados al trono de la gracia
Mc 10, 35-45 (ó 10, 42-45): El Hijo del Hombre vino para servir

Aunque discípulos de Jesús, Santiago y Juan distaban mucho de parecerse a su maestro. Se les llamaba con el apodo de “hijos del trueno”, esto es, impetuosos o autoritarios. Todo lo contrario que Jesús. Se acercan a él, pero se encuentran a años luz de distancia del Maestro. No se interesan por lo que Jesús les había anunciado por el camino: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muerte y, al tercer día, resucitar”. Ellos hablan otro lenguaje lleno de palabras como poder y gloria, sentarse a la derecha y a la izquierda, ocupar los primeros puestos. Nada de dar la vida.

Se acercan al Maestro, pero no con intención de aprender. Quieren simplemente que haga lo que le piden. Están tan convencidos de su camino que no le dejan opción al maestro, para que les muestre el suyo.

Jesús, que los conocía bien, se muestra dispuesto a oírlos y les deja que expresen su petición. Y, una vez más, constata que sus discípulos no entienden el camino que les propone: un camino de servicio, de ponerse a la cola, de dar vida dando la vida.

“No sabéis lo que pedís”, les dice, reprochándoles su ignorancia y anunciándoles de paso el sendero que han de seguir para poder sentarse a la derecha y a la izquierda: aceptar una muerte como la suya, o una vida como servicio hasta la muerte.

El evangelista cuenta, a continuación, la reacción indignada contra Santiago y Juan de los otros diez discípulos, imbuidos de la misma mentalidad.

Jesús tiene que intervenir para amonestarlos marcando el contraste que existe entre la comunidad cristiana y la organización mundana. Mientras que los que pertenecen a su grupo deben servir hasta dar la vida, si fuese necesario, los jefes de las naciones no entienden otra práctica que la dominación y la imposición de su autoridad.

Así lo experimentamos a diario. Al pueblo se le consulta, se le arranca un voto a cambio de promesas, se le utiliza como trampolín o palanca para el acceso al poder. Después se le olvida, se le posterga, se le ofende, se le desespera, se le margina. Por eso, hoy más que nunca necesitamos líderes en el sentido propuesto por Jesús: dispuestos al servicio del pueblo, que es el único modo de ejercer el poder con dignidad; políticos o eclesiásticos que se coloquen en la cola de la sociedad para empujar a los pobres hacia arriba; cristianos que se echen a los hombros la difícil tarea de caminar hacia la muerte para hacer el milagro de que el pueblo recupere la vida, la ilusión y la esperanza, y se acabe esa cadena sin fin de poderosos cuya fuerza es la usurpación del poder del pueblo. Porque en política y en religión y en vida sólo manda con autoridad quien sirve al pueblo sin condiciones.

Jesús así lo entendió y así quiso hacerlo entender a sus discípulos. Por eso no acepta en su comunidad primeros puestos, si no es para el servicio; en su evangelio no aparece ni siquiera la palabra “poder”, pues quien tiene poder termina dominando al pueblo; no quiere hablar de gloria ni de triunfo, sino de amor hasta la muerte como manifestación de su gloria. Su comunidad no se rige por la lógica mundana basada en el poder, que lleva aparejado con frecuencia las otras dos nefastas aspiraciones del ser humano: el prestigio y el dinero. Él no es todopoderoso, sino el siervo de Dios del libro de Isaías, que, triturado por el sufrimiento, entrega su vida como expiación (Is 52,10-11). La grandeza del cristiano, según el evangelio, no consiste en pertenecer a una clase dominante, sino todo lo contrario, en hacerse siervo, para que no haya siervos y nazca una comunidad de iguales y de libres; una comunidad que gira en torno a un sumo sacerdote –entendido en sentido alegórico, no jerárquico- (Heb 4,14-16) capaz de compadecerse de nuestras debilidades, en todo igual a nosotros, menos en el pecado.

Y el pecado comienza cuando suprimimos, reprimimos u oprimimos la vida de los otros; cuando en lugar de dar vida, la quitamos; en lugar de servir, dominamos; en lugar de ocupar los últimos puestos, para que no haya últimos, ocupamos los primeros, dejando a los demás en la cola de la vida.

Trabajo les costaría a los discípulos –y nos cuesta a nosotros- aprender esta lección de un maestro que, con su propuesta, subvierte totalmente el orden de valores sobre el que se instaura desgraciadamente la convivencia humana, si es que se la puede llamar así.

Jesús, no obstante, les anunció a aquellos dos discípulos cuál sería su camino futuro. Con el tiempo, poco a poco, aprenderían la lección y hablarían en los mismos términos del maestro: -El trago que voy a pasar yo, lo pasaréis, y las aguas que van a sumergirme a mi os sumergirán a vosotros; 40pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano concederlo más que a aquellos para quienes está preparado.

Como el maestro, también ellos, darían la vida para que la vida floreciese alrededor. Pero, por ahora, eso les resultaba demasiado duro a sus oídos y difícil de entender.



Para la revisión de vida
¿Cómo me siento afectado por una sociedad en la que se valora ante todo la imagen, el prestigio, el ser una persona "exitosa", "bien colocada", con dinero y con poder…? ¿Permanezco firme -junto al Evangelio- en mi valoración de que el servicio es realmente el valor verdadero, el que da sentido a nuestra vida?

Para la reunión de grupo
- - Si para Freud el placer sexual era la tentación más fuerte, para Adler, otro gran psicoanalista, la más fuerte pulsión humana es la voluntad de poder. Jesús, en el Evangelio, parecería, desde luego, más partidario de Adler que de Freud, porque en absoluto pareció estar obsesionado por la sexualidad, como todavía hoy -dicen muchos- una cierta Iglesia parece estar obsesionada. ¿Por qué la moral cristiana se ha desarrollado mucho menos en el campo de la obligación del servicio y respecto a la pecaminosidad de la búsqueda del poder, que en campo del control de la sexualidad? ¿Qué tiene eso de evangélico?
- -Hacer un elenco de realidades humanas y sociales en las que observamos el apego al poder, la búsqueda del mismo… También en la Iglesia.


Para la oración de los fieles
-Por los que rigen los gobiernos de nuestros países, en esta época de la que se dice que es de "corrupción a todos los niveles"; para que la pariticpación ciudadana presione adecuadamente para conseguir la superación de la situación actual, roguemos al Señor.
-Para que en la comunidad cristiana y en la Iglesia como tal no se repita el caso de los hijos de Zebedeo, para quienes su madre buscaba los puestos de poder…
-Para que los cristianos colaboremos a articular una nueva forma de organización mundial de las naciones, de forma que el gobierno del mundo -que actualmente está en manos de las grandes transnacionales del poder y del dinero- pase a estar en manos de la sociedad civil participativa…
- Por todas las Eucaristías que celebramos, para que sean verdaderamente la cena del Señor, y no rito vacío, adorno de festividades o rito cumplido por obligación…
- Por esta comunidad nuestra, para que, a ejemplo de Jesús, sepamos partirnos y repartirnos entre cuantos nos rodean y pasan necesidad…


Oración comunitaria
Dios Padre nuestro, que en Jesús has desplegado para nosotros el prototipo de lo que es una existencia humana totalmente volcada al servicio, incluso anónimo y desinteresado. Te pedimos que nuestro ser cristianos nos lleve a imitar a Jesús profundamente en esta actitud fundamental. Por Jesucrito tu Hijo nuestro Señor.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


16.

Nexo entre las lecturas

La expresión servir para redimir sintetiza el contenido sustancial de la liturgia de hoy. "El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, nos dice Jesús en el Evangelio. Jesús nos precede a todos en el servicio, realizando en sí la figura del siervo de Yahvéh, despreciado, marginado, hombre doliente y enfermo, que se da a sí mismo en expiación (primera lectura), y la figura de Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nuestras flaquezas porque ha sido tentado en todo como nosotros, excepto en el pecado (segunda lectura).


Mensaje doctrinal

1. Poder y servicio. Jesús en el Evangelio parece contraponer dos concepciones de la sociedad y de las relaciones entre los hombres. Una de ellas, vertical, centrada en el poder; un poder que resalta la diferencia entre los poderosos y los que de poder carecen, entre los que dominan y los que son dominados, entre los opresores y los oprimidos. Esta concepción va contra las exigencias más perentorias de la naturaleza libre del hombre, sólo puede mantenerse con la fuerza de las armas, y lleva dentro de sí el virus mortal que la destruirá. A esta concepción Jesucristo opone la suya, la que Él ha venido a traer al mundo con su presencia, la que quiere dejar como herencia a sus discípulos. La concepción de Jesús es horizontal, pone de relieve la igualdad entre todos y se centra en el servicio. Un servicio generoso, hasta ser bautizados con Cristo en la sangre del martirio y beber juntamente con él el cáliz de la pasión. Nadie está obligado a servir, porque nadie es obligado a amar, y el servicio expiatorio y redentor de Cristo y de sus discípulos surge de la fuente del amor auténtico. La fuerza de las armas viene sustituida en esta nueva sociedad por la fuerza del amor verdadero, el arma más eficaz de la historia y de las relaciones entre los hombres y las naciones, pero no pocas veces desconocida, despreciada, abandonada, destruida. La sociedad victoriosa con las armas del amor no está contaminada, no tiene ningún virus que la carcoma. Es una sociedad sana, libre, amable, solidaria. Ésta es la sociedad por la que Dios se hizo presente entre nosotros en la vida de Jesús de Nazaret; esta sociedad es la razón de ser de la Iglesia y de todos los que a ella pertenecemos. No es utopía, es Evangelio, buena nueva de Dios. ¿Seremos tan mezquinos de dejar que se convierta en utopía lo que es la esencia misma del cristianismo? Caracteres del servicio cristiano.

1) El servicio cristiano, como viene expuesto en los textos litúrgicos de este domingo, se caracteriza primeramente por ser expiatorio y redentor. Es la experiencia del siervo de Yahvéh (primera lectura), quien, por haber conocido en su vida el sufrimiento y la prueba, justificará a muchos y llevará sobre sí sus culpas. Es la experiencia histórica de Jesús, que ha venido no a ser servido sino a servir y a dar su vida en redención y rescate de muchos (Evangelio) y que, como sumo sacerdote de la Nueva Alianza ha experimentado el sufrir, siendo como es uno de nosotros igual a nosotros en todo, menos en el pecado (segunda lectura).

2) El servicio cristiano es también participativo. Cristo siervo desea vivir y estar presente en medio de una comunidad de siervos. Por eso, entre los cristianos el primero ha de ser el siervo de todos, es decir, ha de ser el primero en el servicio. Esto no es algo opcional, es ley constitutiva de la comunidad cristiana.

3) Finalmente, el servicio es eficaz y fecundo. Fue eficaz y fecundo en la vida del siervo de Yahvéh, que "por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará". Fue fecundo y eficaz entre los primeros cristianos, que se consideraban, como Pablo, siervos de Cristo en el servicio a los hermanos, y que formaron comunidades fundadas en el amor y en la solidaridad. Fue eficaz y fecundo en Jesús que como sumo sacerdote penetró en los cielos y ahora está sentado en el trono de gracia para bien y beneficio nuestro. A ese trono todos los hombres tienen acceso y desde él, Jesucristo sirve a la humanidad el tesoro de su gracia y de su misericordia.


Sugerencias pastorales

1. Cristiano, o sea, servidor. Es indudable que en el cristianismo actual hay una mayor conciencia de la Iglesia como comunidad de servicio, de cada cristiano como servidor, aunque puede haber individuos o grupos en que esta conciencia esté disminuida o casi no exista. Esta conciencia es una gran riqueza de la Iglesia de nuestro tiempo. Una conciencia que recorre el cuerpo entero eclesial. Demos gracias al Señor porque esta conciencia es ya un fruto de su gracia redentora. La conciencia, lo sabemos, es insuficiente. De la conciencia hay que pasar a la vivencia. Y este paso, gracias al Señor, lo han dado también , y lo dan cada día, muchos hijos de la Iglesia.

2. La Iglesia está en primera línea en el servicio a los marginados socialmente (drogadictos, enfermos de SIDA, emigrantes, niños abandonados...). La Iglesia está en primera línea en la ayuda eficaz, por más que sea pequeña, a los países que sufren calamidades naturales, o el terrible flagelo de la guerra. Está en primera línea en el servicio al hombre, sobre todo al hombre indefenso, defendiendo con vigor y constancia los derechos fundamentales del ser humano, particularmente el derecho más fundamental como es el de la vida. La Iglesia está en primera línea en la promoción y defensa de los valores humanos y cristianos. En cada parroquia, en cada diócesis, ¡cuántos modos, a veces muy sencillos, de servir al hombre! Servir y sufrir. Aunque espiritualmente el servicio puede ser un manantial de alegría, el sufrimiento con sus diferentes rostros no está ausente del servicio. Para servir hay que sufrir. Hay que sufrir la fatiga, el duro esfuerzo del estar dándose en primera fila, la enfermedad incluso. Hay que sufrir muchas veces la humillación, y hasta el desprecio y la ingratitud de aquéllos a quienes sirves. Hay que sufrir, en otras ocasiones, el drama de la enorme distancia entre lo que uno hace al servicio del hombre y las ingentes necesidades de muchos millones de hombres en el mundo. Hay que sufrir quizás la incomprensión de los demás, los comentarios hirientes y a veces mordaces, las interpretaciones equivocadas que algunas personas pueden dar a tu servicio. No es fácil servir sufriendo. Puede hacerse gracias a la fuerza de la meditación orante de la Palabra de Dios que vivifica el espíritu; gracias a la energía que nos viene del pan eucarístico; gracias a una fe gigantesca, que hace descubrir en el hombre, cualquiera que sea, al mismo Cristo vivo y presente entre nosotros en el hoy de nuestra vida. Hermano o hermana que sufres por servir, ¡no tengas miedo! En el servicio sufrido al prójimo encontrarás con toda seguridad a Dios y te encontrarás a ti mismo.

P. ANTONIO IZQUIERDO


17. DOMINICOS 2003

Este domingo: 29º del Tiempo Ordinario

Este domingo dedicado a la Iglesia Misionera, día del DOMUND, con esas huchas que queremos llenar, nos propone participar en la “misión”.

Isaías, el profeta tantas veces citado por Jesús y en todo el Nuevo Testamento, proclama con palabras fuertes que “entrega su vida como expiación”. También  nos colma de esperanza, no para después, para ahora, para hoy: nos promete prosperidad, luz, “mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos”.

El salmo 32  canta: “Él ama la justicia y el derecho y su misericordia llena la tierra”. Os invito a decirlo con el énfasis, sentido, con la pasión del número uno de la lista de éxitos musicales. Veréis que somos capaces y nos produce una buena sensación.

Con esta premisa la petición de la madre de los hijos de Zebedeo (o de ellos mismos) origina un reproche contundente: “No sabéis lo que pedís”.

Una vez más Jesús nos repite el núcleo de su misión: su vida nos da vida, llena el presente, da fuerza a la comunidad, su Palabra es verdad. Por tanto interroga, “¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que  yo me voy a bautizar?”

La respuesta de los hermanos es positiva: “lo somos”. Sin embargo de nuevo sale frente al Jesús cercano/humano comprensivo, “la humanidad” de los otros diez:  “se indignaron” ¿o hubo más?

El entorno social que describe Jesús, por otra parte, vuelve a ser manifiestamente mejorable: “los jefes de los pueblos los tiranizan y los grandes los oprimen”.

Finalmente,  la Palabra ha de surgir de sentirse parte de un grupo al servicio del cual se está: “el que quiera ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”.

Comentario bíblico:

La grandeza del Dios que sirve a los hombres

Iª Lectura: Isaías (53,10-11): Un Mesías que ha de sufrir

I.1. La primera lectura corresponde a un texto que se conoce actualmente como Trito-Isaías, un discípulo lejano, quizá después del destierro de Babilonia (s. VI) del gran maestro del s. VIII, que ha dado nombre al libro. Pero además, este es uno de los textos más claros en los que se pone de manifiesto el valor redentor del sufrimiento (forma un conjunto con Is 52,13-53,12), de tal manera que es la Iglesia primitiva, después de lo que sucedió con la muerte y resurrección de Jesús, quien se atrevió a desafiar a la teología oficial del judaísmo y hablar de un Mesías que podía sufrir para salvar a su pueblo.

I.2. Esto era lo que no admitía el judaísmo y lo que encontró la Iglesia primitiva como la identidad de su Mesías salvador. ¿Cómo podía ser eso que el Mesías no participara de los sufrimientos del pueblo? Un Mesías que viniera a pasearse en medio del pueblo sin experimentar sus llantos no sería un verdadero liberador. Si Dios sufre con su pueblo, también debía sufrir su enviado.

IIª Lectura: Hebreos (4,14-16): La misericordia sacerdotal de Jesús

II.1. La segunda lectura continúa con la carta a los Hebreos en la que se nos muestra el papel del Hijo de Dios como Sumo Sacerdote. El autor quiere marcar las diferencias con el sumo sacerdote de esta tierra, que tenía el privilegio de entrar en el “Sancta Sanctorum” del templo de Jerusalén. Pero allí no había nada, estaba vacío. Por ello, se necesitaba un Sumo Sacerdote que pudiera introducirnos en el mismo seno del amor y la misericordia de Dios que está en todas partes, cerca de los que le buscan y le necesitan. Para ser sacerdote no basta estar muy cerca de Dios, sino también muy cerca de los hombres y de sus miserias. Es eso lo que se muestra en este momento en el texto de la carta a los hebreos en que se comienza una sección sobre la humanidad del Sumo Sacerdote.

II.2. Este Sumo Sacerdote, aprendió en la debilidad, como nosotros, aunque nunca se apartó del camino recto y verdadero: ¡nunca pecó!. Es uno de los pasajes más bellos en esta teología que el autor de la carta hace sobre el sacerdocio de Jesús. Esto da una confianza en el Dios al que El nos lleva, que supera la rigidez de un sacerdocio ritualista o simplemente formal. El sacerdocio de Jesús se amasa en la debilidad de nuestra existencia para conducirnos al Dios vivo y verdadero, al que no le importan los sacrificios rituales, sino el corazón del hombre. Si bien el título de Sumo Sacerdote no es muy halagüeño y se usa poco en el NT, debemos reconocer que estos versos de la carta a los Hebreos logran una teología nueva del verdadero sacerdocio de Jesús: es sumo sacerdote, porque es misericordioso.

Evangelio: Marcos (10,35-45): La propuesta de la gloria “sin poder”

III.1. El evangelio nos ofrece una escena llena de paradojas, en las que se ponen de manifiesto los intereses de sus discípulos y la verdadera meta de Jesús en su caminar hacia Jerusalén. Ha precedido a todo esto el tercer anuncio de la pasión (Mc 10,33). La intervención de los hijos del Zebedeo no estaría en sintonía con ese anuncio de la pasión. Es, pues, muy intencionado el redactor de Marcos al mostrar que el diálogo con los hijos del Zebedeo necesitaba poner un tercer anuncio. El texto tiene dos partes: la petición de los hijos del Zebedeo (vv.35-40) y la enseñanza a los Doce (vv. 42-45). Es un conjunto que ha podido componerse en torno al seguimiento y al poder. De la misma manera que antes se había reflexionado sobre el seguimiento y las riquezas (10,17ss), en el marco del “camino hacia Jerusalén”.

III.2. Pensaban los discípulos que iban a conseguir la grandeza y el poder, como le piden los hijos del Zebedeo: estar a su derecha y a su izquierda, ser ministros o algo así. Incluso están dispuestos, decían, a dar la vida por ello; la copa y el martirio es uno de los símbolos de aceptar la suerte y el sufrimiento y lo que haga falta. Es verdad que en el AT la “copa” también puede ser una participación en la alegría (cf Jr 25,15; 49,12; Sal 75,9; Is 51,17). Podemos imaginar que los hijos del Zebedeo estaban pensando en una copa o bautismo de gloria, más que de sufrimiento. Sin embargo la gloria de Jesús era la cruz, y es allí donde no estarán los discípulos en Jerusalén. Lo dejarán abandonado, y será crucificado en medio de dos bandidos (fueron éstos lo que tendrían el privilegio de estar a la derecha y la izquierda), como ignominia que confunde su causa con los intereses de este mundo. Esta es una lección inolvidable que pone de manifiesto que seguir a Jesús es una tarea incomensurable.

III.3. Es verdad que los discípulos podrán rehacer su vida, cambiar de mentalidad para anunciar el evangelio, pero hasta ese momento, Jesús camina hacia Jerusalén con las ideas lúcidas del profeta que sabe que su causa pude ser confundida por los que le rodean y por los que se han convertido en contrarios a su mensaje del Reino. Los grandes tienen una patología clara: dominan, esclavizan, no dejan que madure nadie en la esencia ética y humana. Por el contrario, el Dios del Reino, trata a cada uno con amor y según lo que necesita. Ahí está la clave de lo que quiere llevar adelante Jesús como causa, aunque sea pasando por la cruz. Un Dios que sirve a los hombres no es apreciado ni tenido como tal por lo poderosos, pero para el mensaje del evangelio, ese Dios que sirve como si fuera el último de todos, merece ser tenido por el Dios de verdad. Es eso lo que encarna Jesús, el profeta de Nazaret.

III.4. Llama la atención el v. 45, “el dicho” sobre el rescate (lytron) por todos. Este dicho puede estar inspirado en Is 53,12. No se trata propiamente de sacrificio ni de expiación, porque Dios no necesita que alguien pague por los otros. No es propiamente hablando una idea de sustitución, aunque algunos insisten demasiado en ello. Es, en definitiva, una idea de solidaridad con la humanidad que no sabe encontrar a Dios. Y para ello Él debe pasar por la muerte. No porque Dios lo quiera, sino porque los poderosos de este mundo no le han permitido hacer las cosas según la voluntad de Dios. Pensar que Jesús venía a sufrir o quería sufrir sería una concepción del cristianismo fuera del ámbito y las claves de la misericordia divina. El Hijo del Hombre debe creer en el ser humano y vivir en solidaridad con él. El Cur Deus homo? (por qué Dios se hizo hombre) de Anselmo de Canterbury, debería haberse inspirado mejor en esta idea de la solidaridad divina con la humanidad que en la visión “jurídica” de una deuda y un pago, que sería imposible. Dios no cobra rescates con la vida de su Hijo, sino que lo ofrece como don gratuito de su amor.

Miguel de Burgos, OP
mdburgos.an@dominicos.org

Pautas para la homilía

Porque es un mandato de Jesús, repetido por los Evangelistas. Existen claras muestras en el Evangelio de este domingo del despiste que hay entre el mensaje que trasmite y el que entienden sus seguidores: discípulos, apóstoles posteriormente, intrépidas mujeres galileas entre las cuales da un paso adelante la madre de los hermanos Juan y Santiago, buscan un puesto de honor (uno a cada lado); los forofos de Jesús que le seguían en comitiva creyendo que llegaba el momento del “nuevo reinado”, -“ahora es la nuestra… nuestra oportunidad”- no quieren perder esos honores.

Sólo el día de Pentecostés comienzan a dar fruto todas las enseñanzas recibidas de Jesús por sus palabras, gestos, miradas, hechos, experiencias, porque el Espíritu Santo  transforma al grupo  en fieles luchadores, mensajeros de su mensaje. Es el día también de la misión.

Porque la vida temporal de cada uno, de cada comunidad, de cualquier grupo de personas necesita progresar, actualizar la vivencia del mensaje de Jesús, como lo hacemos con los demás elementos de nuestra vida: sociedad, educación, derecho, música, medios de trabajo, comunicaciones…Pero sin perder de vista los principios que relatan los Hechos de los Apóstoles. La vida humana progresa con el esfuerzo, la reflexión, el estudio, la colaboración entre todos. La misión también es humana y además se transforma por el amor y la obra redentora de Jesús. Convierte y da eficacia a nuestro esfuerzo.

Hay que insistir en que los actores principales son Dios Padre que nos quiere, el Hijo que nos enseña, redime, justifica, con su muerte, y Espíritu que sigue presente como el oxígeno o el agua o el sol, y es además el aguijón que nos exige un mayor esfuerzo.

Hay que integrar la vida de los hombres y sus componentes en el Evangelio: esforzarse para que no huyan como malandrines cuando un cristiano  propone su fe. Hay que interrogar: ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?

Hay que manifestar que quienes se esfuerzan por hacer el bien a cualquier necesitado y trabajan para que otros hagan lo mismo, también son misioneros.

Hay que osar, interrogar, enviar un mensaje de estos de ahora a quienes pueden, tienen poder: “el que quiera ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”.

 “Mantengamos la confesión de fe y proclamémosla ya que…no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que es como nosotros…”

Esta es la misión de mujeres y hombres, jóvenes y mayores que se reconozcan cristianos. Tenemos que convertirnos en los profesionales más competentes: “ingenieros del Evangelio”.. Todo ello siendo animosos, alegres,  como algo que nos sale desde dentro, como fluye agua de un manantial.

Carlos Vergara
cvergara@mailpersonal.com


18.

Hoy se nos invita a hacer una opción fundamental en nuestra vida para lograr este triunfo de llegar a Dios y llenarnos de alegría desde aquí, y desde ahora. ES LA OPCIÓN DEL SERVICIO, del servicio a todos, sin distinción de razas o colores. "Cargar, incluso, con los crímenes de los otros", como hizo Jesús y nos lo recuerda hoy el profeta Isaías: “Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos” (Is. 53, 11)

 No cabe duda que para seguir este camino cristiano, necesitamos que Dios nos ayude, porque resulta difícil, muy difícil seguirle,: "el que quiera seguirme, que se niegue primero a sí mismo,( que deje todas sus soberbias y prepotencias de lado), que cargue con su cruz y me siga.” Y eso de cargar con la cruz no lo vemos claro, ni nos gusta

Lo que vemos y constatamos, entre los apóstoles, entre los hombres de Iglesia, entre los cristianos y no cristianos, es que discutimos siempre sobre quién es el más importante del grupo, quién es el primero.

  Jesús les preguntó en una ocasión, en que discutían entre ellos acaloradamente, de qué discutían, y les dio vergüenza responderle, porque se daban cuenta de su bajeza y orgullo al discutir sobre EL MANDO, de quién era el primero, cuando Jesús hablaba de servicio y servicio hasta dar la vida por los otros. Por eso insistió: "Quien quiera ser el primero que se el último de todos y el servidor de todos".

Y hoy lo acabamos de escuchar del mismo Jesús en el Evangelio, al decirnos: "Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes y poderosos los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos".

A nosotros nos pasa también lo que les pasaba a los apóstoles: queremos ser los primeros, los más importantes, ser más que mi vecino, saber más que los demás en todas las cosas. En una palabra, queremos ser más que el alcalde y saber más que el párroco en las cosas de Dios, aunque no tengamos la ordenación o mandato del señor Obispo.

Somos como los hijos de Zebedeo: Santiago y Juan, que sueñan en glorias imperiales: sentarse a la derecha e izquierda de Cristo en su trono, cuando establezca su reino poderoso. Cuando adoptamos estas actitudes, nosotros mismos nos separamos y nos apartamos de la comunidad de la Iglesia, de la comunidad cristiana parroquial. No es la comunidad quien te echa, quien te “excomulga”, eres tu que te vas y te excluyes con esas actitudes que son la negación de este camino cristiano:

SER EL ÚLTIMO EN IMPORTANCIA;

SER EL PRIMERO EN SERVIR.

Jesús les habla del camino misterioso de la cruz que lleva a la verdadera vida, al mundo del amor auténtico. En cambio, ellos piensan y se obstinan en sus propios intereses y glorias. "Maestro, queremos que nos concedas lo que te pedimos. Ya veis qué insolentes. Que nos sentemos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda".

Que hoy no seamos sordos para escuchar la lección magistral que nos da Cristo PARA TRIUNFAR, para vivir siempre, para amar de verdad: "el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por todos"

SERVIR, hermanos, es morir un poco cada día, Servir es dar algo de mi tiempo a los demás, a la comunidad parroquial. Es morir un poco a mi tiempo, que deja de ser mío, cuando se lo doy a los otros, como los misioneros de primera línea, que de segunda o tercera, somos todos los cristianos.

Hoy tenemos para los misiopneros de primera línea, en el hemisferio norte, creo, un recuerdo de admiración y cariño, en el Día del DOMUND.

Servir es dar algo de lo que tengo sin esperar nada en retorno.

Es UN CHEQUE EN BLANCO. Es perder lo que doy. Servir es perder mi yo, haciendo la voluntad del otro, como María que dijo: SÍ A DIOS y cumplió su deseo, su voluntad. Es morir a mí mismo.

“Para venir a tenerlo TODO, no quieras tener algo en NADA”, que decía y vivía San Juan de la Cruz.

El misterio de la cruz, del sufrimiento, de la muerte es lo que da encanto a la vida. Todo lo que está verdaderamente vivo, si está vivo, se da, dando vida, se entrega, llenándolo todo de alegría; muere, como el grano de trigo, llenándolo todo de esperanza. Fijaros bien en la flores: hermosas, llenas de color y dando sus aromas.

Solo las flores de plástico no mueren nunca.

No tienen vida. Se manufacturan muertas. Son un artificio, un engaño.

La Eucaristía que vamos a celebrar es un servicio de Jesucristo a nuestra comunidad celebrante:

·        ENTREGARÁ SU CUERPO A MUERTE POR NOSOTROS. Y

·         DERRAMARÁ   SU SANGRE PARA LA REMISIÓN DE NUESTROS  PECADOS. 

Y así, dándose, nos llena de vida y no será como las flores de plástico, que no mueren, porque son un engaño.

Hoy día de las misiones, los misioneros dan su vida en su servicio a los más desamparados del mundo. Son ¿200.000 cristianos?, que dan la vida generosamente, porque ellos tampoco son flores de plástico. NO SON UN ENGAÑO.

P. Eduardo Martínez Abad, escolapio