24 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO XXVIII

(1-10)

 

1. AUTOSUFICIENCIA AUTOJUSTIFICACION

Sentirse bueno es una peligrosa forma de autocomplacencia orgullosa que algunos confunden con ser cristiano. Sentirse bueno es apropiarse de un adjetivo que sólo corresponde a Dios. "No hay nadie bueno más que Dios". Quien se siente bueno, se autodiviniza, y subido al trono, se cree con derecho a condenar a quienes él mismo se encarga de calificar de malos.

El joven del Evangelio es lo que suele llamarse "un chico bueno". ¿Qué más se le puede pedir?. Buenos modales, honrado, obediente, trabajador, pacífico, bien pensante y bien hablado... Más de un padre comentará: ¡un hijo así quisiera para mí!. Pero ¿es eso un cristiano, un testigo de la vida eterna?. Este tipo es muy cercano a muchos de los que se acercan a la Iglesia. Ante el Sacramento de la Penitencia, le es difícil extraer de su vida algo más que cierta negligencia en la oración, algún pensamiento impuro. Si le preguntan por su amor a Dios, responderá sin vacilar: ¡Desde niño lo aprendí de mi madre! Tipo abundante, sobre todo en las clases más tradicionales.

Pero este tipo de persona, sobre todo si es joven, suele tener la confusa impresión de que hay algo que no alcanza. No termina de aclararse sobre qué le ocurre: él es un cumplidor, pero intuye que el Maestro apunta otra dirección. ¿Qué me falta para ser cristiano? Ojalá no tropiece con un cándido educador que le diga: "¡Ay, hijo mío!. Jóvenes como tú es lo que necesitamos". Peor todavía si fomenta en él la raíz farisea que todos llevamos dentro: "¡Con los jóvenes que andan por ahí: drogatas, amorales, rebeldes, violentos...!". "Jesús se le quedó mirando con cariño". Es una traducción que me sabe a educador cándido. Me gusta más otra traducción: "Fijando en él su mirada, le amó". Me parece más acorde con otras miradas de Jesús. Jesús mira al "chico bueno" con la mirada de amor que tiene para los pecadores: Judas, Pedro, Zaqueo, la adúltera...

Allí había un joven idólatra del dinero, necesitado de perdón y de luz. Personas necesitadas de un fogonazo como el Evangelio de hoy que los ilumine y los salve. Una especie de shock que les despierte y les haga abrir los ojos a una realidad que desconocen: Dios es para ellos como un objeto decorativo religioso que les ayuda a instalarse en la sociedad cuyo visto bueno buscan; pero no es centro, ni quicio, ni motor de su vida. Pensando cumplir los mandamientos, han olvidado el que es primero y raíz de todos: "Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas" (Mc. 12, 29-30).

El joven escuchó. Se fue pesaroso, pero desalienado, desengañado, iluminado: ahora sabe que en su vida hay algo más importante que Dios: sus bienes. Y con esta carga, qué difícil afrontar el amor al prójimo. ¡El, que creía cumplir todos los mandamientos!. Si la Palabra de hoy apesadumbra a alguien porque se siente sacudido en los cimientos, ya ha cumplido un servicio: descubrirle sobre qué edifica su vida. Mal servicio se presta al mundo cuando el miedo obliga a aguar la Palabra, echando balones fuera para no herir sensibilidades burguesas: esto no es para "buenos" sino para "perfectos"; digamos que para frailes y monjas. Ocurre que el Evangelio se redacta para toda la Comunidad Cristiana, antes de que hubiera frailes y monjas. ¿A quién se leía en las comunidades de S. Marcos?. Habían de escucharlo hombres normales de trabajo y familia, que confrontan así su posible sentimentalismo religioso con esta Palabra que llama a reconocer a Dios como único: "Vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme".

Si la Palabra viene a salvar, ¿cómo privar de ella a los que ponen su confianza en el dinero? Si para ellos es prácticamente imposible salvarse ¿cómo negarles el instrumento de Dios para conseguirlo?. Dios lo puede todo, como lo testifica el Evangelio de Zaqueo y la historia de millones de pobrezas voluntarias y de riquezas compartidas fraternalmente y sin orgullo con los pobres en la vida de la Iglesia.

Tan cierta como la necesidad de hacer un desplante al dinero para que en el hombre se cumplan los dos grandes mandamientos -Dios y el prójimo-, lo es la promesa de Jesús a los que renuncian: Cien veces más, aunque con persecuciones. Que el secularismo ambiente no oculte la promesa a quienes se acercan a la Iglesia preguntando. Todos tienen derecho a esta Sabiduría, más valiosa que el poder, la riqueza, las joyas, el oro o la plata. "Todos los bienes juntos me vinieron con ella".

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
REFLEXIONES SOBRE EL CICLO B
Desclee de Brouwer BILBAO 1990.Pág. 168


2. RD/SV  CR/IDENTIDAD  J/NOVEDAD.

El texto del Evangelio de hoy puede darnos pie a una reflexión muy importante acerca de lo "específicamente cristiano", más allá de los tradicionales comentarios en tono "vocacional". Así lo sugiero para la homilía de hoy.

-Dos preocupaciones distintas

Es capital distinguir la diferente perspectiva desde la que hablan el joven rico y Jesús. Aquél pregunta qué debe hacer para "heredar la vida eterna", o lo que es lo mismo, para ir al cielo, para salvarse. Y Jesús habla no de lo que hay que hacer para entrar en el cielo, sin más, sino de lo que hay que hacer para "entrar en el Reino de Dios". La preocupación del joven es "salvarse". La de Jesús es "entrar en el Reino de Dios". Ciertamente, entrar en el Reino de Dios implica salvarse. Pero, por el contrario, centrarlo todo en la preocupación de salvarse a sí mismo es ciertamente una forma de no entrar en el Reino de Dios. (Porque, a estas alturas, tiene que estar claro que el Reino de Dios del que Jesús predicaba no es "el cielo".).

-Dos niveles morales diferentes

Parece como si el texto quisiera decirnos que Jesús cae en la cuenta desde el primer momento de la perspectiva corta en la que le viene a preguntar el joven rico y le responde en un primer nivel adecuado, para después sugerirle el paso a otro nivel. Pero no se trataría tanto -como se ha dicho tantas veces- en un nivel para la tropa o la masa, y otro para la élite o los selectos. El primer nivel sería el que corresponde a la pregunta que le hacen a Jesús, el segundo sería el que corresponde al planteamiento diverso que hace Jesús.

Moral natural-cristiana. Como si Jesús dijera: si lo que me preguntas es qué tienes que hacer "para salvarte e ir al cielo", si tu planteamiento es ése, la respuesta es clara, ya la sabes, y hace mucho tiempo que estaba dicha, "cumple los mandamientos". Ahora bien, si quieres plantearte las cosas como deben ser, con un planteamiento más completo (no opuesto, sino complementario y mejor orientado), si lo que quieres es plantearte las cosas como yo me las planteo, es decir, de cara a entrar en el Reino de Dios, que es lo que verdaderamente importa, entonces te diré que lo que tienes que hacer es vender lo que tienes, dárselo a los pobres y seguirme. Si lo que te preocupa es salvarte, cumple los mandamientos. Si lo que quieres es entrar en el Reino, sígueme. Evidentemente son dos niveles, dos exigencias morales distintas. Una doble moral. La moral natural y la moral cristiana. La moral de "salvar el alma" y la moral del Reino.

-Para salvarte no hace falta ser cristiano

Para que se salve, Jesús remite al joven a los mandamientos: "ya sabes...". Son los mandamientos sabidos, los de siempre, no son de Jesús. Son los mandamientos de Moisés, es decir, una concreción de la ética natural, algo universal. Y es que, para salvarse, no hace falta ser cristiano. Basta con cumplir los mandamientos, es decir, seguir la propia conciencia honestamente. Dios no va a pedir a nadie nada más para salvarlo. No hará falta haberse encontrado con Jesús, ni haberlo seguido. Para salvarse no hace falta ser cristiano

(Porque, a estas alturas, tiene que estar ya bien sabido que aquello de "fuera de la Iglesia no hay salvación", tal como se entendía vulgarmente, no es verdad.)

-Ser cristiano no consiste en tratar de salvarse

Si para salvarse no hace falta ser cristiano, será que Jesús no vino sin más para que "nos salváramos", para que "pudiésemos ir al cielo", sino para que pudiésemos "entrar en el Reino de Dios". Leyendo el Evangelio sin prejuicios está claro que la obsesión de Jesús, la Causa por la que él dio la vida, no fue la de que la gente "pudiera ir al cielo". La Causa por la que él dio la vida fue el advenimiento del Reino. Lo que a él le preocupaba no era que entráramos en el cielo, sino que entráramos en el Reino, que nos convirtiéramos a la dinámica del Reino. (Lo cual es mucho más importante que entrar en el cielo, entre otras cosas, porque lo incluye.)

-Un cristianismo reducido sustancialmente

MDTS/MORAL-NATURAL: Sin embargo, hemos de reconocer que hemos reducido el cristianismo real e histórico, con demasiada frecuencia, a la moral natural, a los mandamientos, a la religiosidad clásica, a ser "buenas personas", a lo que pide y dicta la buena conciencia... Pero para todo esto no era preciso Jesús. En todo ese conjunto no hay nada de específicamente "cristiano", aunque, de hecho, le pongamos a todo ello la etiqueta de "cristiano". Todo eso lo sabíamos sin Jesús. Y lo que Jesús realmente vivió y enseñó, todo lo que fue realmente su Causa, su palabra y su lucha por el Reino, las bienaventuranzas, las exigencias radicales del Evangelio (como el texto de hoy...) queda reducido a frases consideradas como marginales, a exhortaciones utópicas facultativas, a "consejos" evangélicos reservados a élites religiosas. Así, la teología de la vida religiosa, la teología de los consejos evangélicos, sirven en la Iglesia de coartada para eximir al común de los cristianos de las exigencias del Reino. La tropa, el común de los cristianos, tienen bastante con los mandamientos, con Moisés; Jesús no ha venido para ellos, parece. (Y no es que la élite sí que entre de lleno en la dinámica y las exigencias del Reino de Dios...; éste es otro tema.) Por eso, esos temas típicos del Reino (bienaventurados los pobres, qué difícil es que los ricos entren en el Reino...) se hacen ininteligibles, se intenta posponerlos, se apela a interpretaciones descafeinadas (pobres "de espíritu", "desprendimiento" de las riquezas, etc.).

-En el fondo no creemos en Jesús

Todo esto quizá nos lleve al tema central de nuestra fe. En el fondo quizá no creemos en Jesús. En el Jesús verdadero, se entiende. En el que fue. Preferimos creer en un Jesús al que hemos vaciado de su verdadero contenido, de lo que fue y dijo y enseñó, y lo hemos rellenado con lo que ya sabíamos, lo que ya teníamos y tienen todos: la moral natural, los "mandamientos de Moisés", pero como a todo eso nosotros lo llamamos cristiano (aunque tenga muy poco o nada de específicamente cristiano), nos quedamos tranquilos; las etiquetas, los nombres nos tranquilizan.

Diríamos que en el mundo, en la historia, el hombre de todos los tiempos -con un lenguaje u otro, de una manera u otra- ha tenido siempre una idea de Dios, de la religión, de la moral... Eso entra a formar parte de lo que es en sí el hombre. Es algo natural, no revelado.

Con Jesús viene la revelación, la revelación plena, la novedad, lo que no podíamos saber por nosotros mismos, la novedad que Dios nos revela, que es la novedad del Reino de Dios, que, como tal, es superación de la religión natural, superación de la moral natural de nuestra propia conciencia...

Pero vivir esa novedad es difícil. Es más fácil cambiar simplemente los nombres y seguir con lo viejo, con lo de antes. Y eso es lo que hemos hecho: vaciar el cristianismo de su contenido de radical novedad, y seguir viviendo en la religiosidad natural, en la ética universal. En vez de los antiguos dioses paganos hemos puesto a Dios y los santos, y en vez de los ritos paganos ponemos sacramentos vaciados de su contenido de referencia al Reino.

Y uno se pregunta: ¿Se reconocería Jesús en todo esto? ¿Tendrá todo esto algo que ver realmente con Jesús? Es razonable pensar que el joven rico, después de su encuentro con Jesús, volvería a la vida "ejemplar y religiosa" que llevaba hasta entonces. La tristeza de que habla el evangelista acabaría desapareciendo. Y él seguiría pensando que era una buena persona. Al fin y al cabo, el encuentro con Jesús le habría confirmado en que, cumpliendo todo eso que estaba cumpliendo desde su juventud, iba por el buen camino, por el camino de su propia salvación. Pero la verdad es que no había entendido nada, que no había entrado en la dinámica del Reino, que no llegó nunca a ser "cristiano". Y me pregunto: ¿No es esto, en un gran paralelismo, lo que nos ha podido pasar a nosotros, a la Iglesia como conjunto?

JOSÉ MARÍA VIGIL
DABAR 1985, 50


3. PD/EFICACIA

-LAMENTABLE CONTRASTE 
Es el que existe entre lo que la Palabra de Dios -el espíritu del Señor- nos dice de sí misma en la segunda lectura y los efectos que ella realmente produce en la mayoría de los cristianos. Eso de que la Palabra de Dios penetra en lo más profundo del alma y cuestiona nuestras vidas, no deja de ser un ideal que difícilmente se realiza en nosotros.

Unas veces por el desconocimiento de ella, otras porque la leemos u oímos leer con una superficialidad que la hace resbalar sin dar lugar a la más mínima reflexión y otras porque nos atrevemos a utilizarla como tranquilizante o a interpretarla a nuestro capricho, la realidad es que la Palabra de Dios no penetra en nuestro interior para llevar a cabo la transformación que el mismo Dios pretende al hablarnos.

Un ejemplo claro de esa utilización e interpretación caprichosas de la Palabra lo tenemos en muchos comentarios que se han hecho con respecto a las otras dos lecturas de este domingo, azucarándolas, quitando importancia a la radicalidad que en ellas pone el propio Jesucristo, dándole al evangelio de hoy una pintoresca y retorcida interpretación cuando en él se habla del camello y de la aguja. Intentamos ser fieles al sentido de la Palabra de Dios en las afirmaciones que siguen:

-PARA SALVARSE NO ES PRECISO SEGUIR A JESUCRISTO, BASTA CON CUMPLIR LOS MANDAMIENTOS

SV/MANDAMIENTO: Han pasado los tiempos en que había que hacer juegos malabares con las palabras para aclarar aquello de que "fuera de la Iglesia no hay salvación". Tras el Concilio Vaticano II ya nadie duda que la salvación la puede obtener todo aquél que, con buena voluntad, sigue los dictámenes de su conciencia, aunque pertenezca a otras confesiones o viva otros credos. Jesucristo no le pide otra cosa al hombre del evangelio para obtener la salvación que cumplir los mandamientos; y todos sabemos que los mandamientos, muy anteriores a Jesús, son especificaciones concretas de unos preceptos naturales y, por tanto, universales.

Hacer de los mandamientos la norma cristiana es empequeñecer a Jesucristo y la vocación a su Reino. Hacer del evangelio un medio de salvación es no comprender el significado de la encarnación, vida, muerte y resurrección del Señor.

-SER CRISTIANO ES SER DISCÍPULO DE JESUCRISTO, OPTAR POR SU REINO

Lo que Jesucristo propone al hombre que confiesa haber cumplido los mandamientos desde su niñez es fundamentalmente seguirle. Le invita a ser uno de los suyos, a hacerse miembro de su Reino, a ser cristiano.

Otra de nuestras minimizaciones del evangelio es haberlo hecho norma de conducta de selectos, de los que se decía vivían en "estado de perfección", mientras para los cristianos "de tropa" se nos dejaba tan sólo el cumplimiento de los mandamientos. ¡Como si para nosotros no hubiera venido el Señor y viviéramos todavía en tiempos de Moisés! Lo peculiar del cristiano es optar por el Reino de Cristo, es seguirle a El, integrarse en la Comunidad que él creó; es ajustar los criterios y la vida al Espíritu vivo que El nos prometió y nos envía permanentemente.

-OPTAR POR EL REINO DE DIOS IMPLICA EL DESPRENDIMIENTO DE LAS RIQUEZAS

Esta opción supone un cambio de actitudes para acomodar las nuestras naturales de egoísmo y ambición a las propias de Jesucristo. Y una de estas actitudes que el Señor quiere en los suyos es el desprendimiento de las riquezas como consecuencia de la confianza en Dios. Nadie puede servir a dos señores, nos dice El en otro lugar.

La confianza del hombre no puede ponerse simultáneamente en Dios y en las riquezas. El hombre no puede tener como valores supremos a los que entregar su vida, simultáneamente, a Dios y a los bienes temporales. Tiene que optar. Aquí está uno de los aspectos fundamentales del seguimiento de Jesucristo. El que le siga debe optar por Dios, debe poner su confianza en Dios Padre y vivir la consecuencia de esa opción, que es el desprendimiento de los bienes temporales. La prueba de nuestra opción por Jesucristo, la prueba de nuestra confianza en Dios, la tenemos en nuestro desprendimiento de las riquezas: dinero, bienes, poder, cultura, afectos, tiempo... etc., para ponerlos a disposición de todos los hijos de Dios. "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme". Hoy esto se vive poniendo nuestras vidas y nuestros bienes a disposición de quienes nos necesiten. Y así seremos discípulos de Jesucristo.

-PARA VIVIR LA OPCIÓN POR JESUCRISTO NECESITAMOS LA GRACIA DE DIOS

Ya los apóstoles veían peliaguda esta opción y se veían a sí mismos incapaces de vivirla. No se daban cuenta de que, si para todo necesitamos los hombres que Dios nos eche una mano, para vivir los valores del Reino, para parecernos a Jesucristo, aunque sea muy de lejos, lo necesitamos más. Y por eso les dice: "Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo".

¿No estará aquí la razón de nuestras vidas ramplonas y egoístas? ¿No será que, para vivir el evangelio, contamos sólo con nosotros mismos y ni pedimos a Dios su gracia, ni reaccionamos ante ella con la humildad y la generosidad que Dios nos pide? Es una llamada final a la oración y a la confianza en Dios que todos, para seguir a Jesucristo, necesitamos ineludiblemente.

DABAR 1982, 51


4.

Un día se presentó a Jesús un joven y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?" Y Jesús le respondió aludiendo a las normas generales de la Ley: "Ya conoces los mandamientos..." Sin embargo, aquel joven no se conformó con la respuesta y le dijo que estos mandamientos ya los cumplía desde su infancia. A lo cual Jesús le contestó: "Una cosa te falta; anda, vende lo que tienes y da el dinero a los pobres y luego sígueme". Pero aquel joven, antes insatisfecho porque le faltaba algo que no sabía, cuando lo supo "frunció el ceño y se marchó pesaroso porque era muy rico".

La posesión de las riquezas se muestra en este caso ejemplar como un obstáculo insuperable para seguir a Jesús y heredar la vida eterna. Tanto que Jesús, al ver la reacción del que le había preguntado, miró alrededor y comentó: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!", y "más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios".

En la versión de San Mateo la respuesta de Jesús, al menos a primera vista, es diferente: "Si quieres ser perfecto -le dice al joven rico-, vende lo que tienes y dáselo a los pobres..." De manera que aquello que le faltaba, la pobreza voluntaria o la renuncia de las riquezas, aparece en San Mateo como una condición necesaria para ser perfecto y seguir a Jesucristo, pero no como imprescindible para heredar la vida eterna. A partir de ahí, la segunda versión de este pasaje se ha convertido en el lugar común de la doctrina de los dos caminos: uno, más amplio y menos seguro, que han de tomar al menos todos los cristianos, y otro, más estrecho pero más seguro, que han de elegir aquellos que aspiran a la perfección. El primero consiste en cumplir los mandamientos; el segundo, en seguir además los consejos evangélicos. La pobreza sería, en este supuesto, un consejo del Señor, pero en ningún caso un mandamiento y una exigencia para los simples cristianos. Ahora bien, esta interpretación, que discrimina a los cristianos en dos clases o estados dentro de una misma Iglesia, no parece convincente. La riqueza, en cualquier situación imaginada, es ciertamente para Jesús un obstáculo tan serio que impide a los ricos heredar la vida eterna y entrar en el reino si Dios no interviene con su omnipotencia. Pero no vivimos en cualquier situación imaginaria, sino en una situación real muy concreta. Vivimos en una situación en la que hay pobres porque hay ricos, en la que los ricos explotan a los pobres siendo ricos, en la que la riqueza contradice abiertamente al amor fraterno... Y sabemos que este amor al prójimo es, ahora y siempre, el cumplimiento de la Ley. Por lo tanto, en este mundo real, no se puede hacer lo que es necesario para entrar en el reino de Dios, si no se hace incluso lo que en abstracto pudiera parecer tan sólo aconsejable.

RD/POBREZA: La llamada universal a entrar en el reino de Dios cumpliendo los mandamientos se concreta hoy en la exigencia a renunciar a la riqueza injusta. He aquí el ojo de la aguja por donde no se cuelan los camellos; he aquí la gran dificultad insuperable para los ricos. Para evitar esta dificultad se ha pensado en reducir la exigencia de la pobreza y se ha hablado de la "pobreza en espíritu". Pero esta pobreza en espíritu no es una menor exigencia, sino todo lo contrario. No es la pobreza que permite a los ricos seguir en su riqueza, si es que de verdad aspiran al reino de Dios. No lo es, porque nadie puede ser pobre de espíritu en un mundo en el que tantos hombres padecen la pobreza en su propia carne por causa de los ricos. Lo que sí es la pobreza en espíritu, y lo es también para los pobres, es una actitud de desprendimiento, que permite al hombre amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.

EUCARISTÍA 1976, 55


5.

-La palabra del Evangelio sobre la vida

La pregunta del rico es la pregunta del hombre: "¿que haré para heredar la vida eterna?", que haré para vivir, cómo hay que vivir... Esta misma pregunta resuena en otros momentos en el Evangelio y en los primeros pasos de la Iglesia naciente: ¿qué debemos hacer? (Hech 2, 37), y se halla de hecho en el inicio de todas las corriente, los movimientos, los intentos del hombre; puede decirse incluso que está más o menos escondida en toda vida humana: ¿cómo debemos vivir? El diálogo que acabamos de escuchar entre Jesús, el rico y los discípulos es un excelente resumen del Espíritu de Jesús y de toda su predicación. Jesús responde: "uno solo es la vida y la bondad: Dios; por eso, vivir consiste en dejarlo todo y venirse conmigo". 

"Sólo existe un absoluto, Dios: deja todas las cosas y ven conmigo", da la sensación, a primera vista, de bailar entre la utopía y la poesía; no parecen orientaciones utilizables para los que el lunes volverán de nuevo al trabajo con la responsabilidad de la familia o con la preocupación de la empresa y de la crisis que está sufriendo el país.

-El sentido de las palabras de Jesús

Debemos penetrar en el sentido de las palabras de Jesús; ¿qué significa "dejarlo todo y seguir a Jesucristo"? El evangelio se refiere a la actitud más radical de cada hombre y de cada grupo humano ante las riquezas y la vida. Dejarlo todo significa vivir una actitud clarividente con respecto a las cosas; entender y vivir que las riquezas no constituyen el gran valor de la vida humana, que el hombre no se define por lo que tiene, que no es más si tiene más, o vale más si posee más. Seguir a Jesús significa vivir según el Absoluto que El anuncia, el amor y Dios.

Jesús, con su palabra, su vida toda y su muerte, dice: no pongáis vuestra seguridad en las cosas mortales o en el dinero; hay que dejarlo todo; la única vida es vivir según Dios amando como El ama; creer que uno es más o ha encontrado la seguridad porque es rico, es un engaño y aleja de la verdadera vida. Claro está que los hombres necesitamos algo para vivir, como lo necesitaba el mismo Jesús; y que hay que trabajar si tenemos la responsabilidad de otras personas; la cuestión, sin embargo, está en dónde ponemos nuestro afán, nuestra seguridad, nuestra alegría. Hay que dejar las cosas precisamente para poder amar a todos con generosidad. Esto proporciona una actitud libre de todo lo que impide ser persona y amar; libre no sólo del dinero y de las posesiones, sino incluso de la propia vida.

Ser hombre según el Evangelio es tener como único valor la vida según Dios siendo libre de lo que no merece la pena. Y aquel que verdaderamente es libre del dinero, difícilmente tendrá mucho.

-El diálogo de Jesús y los discípulos

Así se entienden las expresiones de Jesús: "¡qué difícil va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!"; qué difícil es que un rico comprenda el muy relativo valor del dinero y viva esta actitud de libertad y desprendimiento; si precisamente el rico se define por la posesión y la búsqueda de las riquezas y de todo lo que puede conseguirse con ellas. Y dicen los discípulos: "Entonces, ¿quién puede salvarse? Pregunta mil veces repetida: ¿es posible vivir según el Evangelio, caminar el camino de la vida eterna?.

La respuesta de Jesús no es una salida fácil; expresa el núcleo de la revelación: "Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo". Dios puede hacer que los hombres, libremente, le conviertan a El en el absoluto de la vida y tengan con las riquezas y con toda la realidad una relación madura y libre. Existen hombres y grupos humanos en los que Dios ha conseguido esta vida plenamente humana de amor y de libertad que para los hombres es imposible. No, evidentemente, todos aquellos que nos decimos seguidores suyos; lo ha dejado todo y le sigue aquel que realmente lo ha hecho. Estos son los que viven la vida eterna, encuentran la felicidad y hacen posible un mundo más humano en torno suyo.

G. MORA
MISA DOMINICAL 1979, 19


6. EVANGELIZACIÓN/MISIONES 

-Preparémonos para la jornada de las misiones: el Domund

El mes de octubre viene marcado tradicionalmente por la gran jornada del Domund, que celebraremos el domingo próximo (22 de octubre). La evangelización de los pueblos es, indudablemente, una de las grandes intenciones y un aspecto fundamental de la vida de todos los cristianos. Aunque hoy no sea el día central, será bueno que nos vayamos preparando ya meditando el breve fragmento de la carta a los hebreos que hemos escuchado como segunda lectura.

-Acoger la palabra de Dios es acoger a Jesús

Nuestra reflexión del domingo pasado se puede resumir en estas palabras: Jesús no se avergüenza de ser nuestro hermano. Nos acoge y nos hace hermanos suyos, hijos y herederos de un mismo Padre. Si lo comprendemos bien, entonces tendremos verdaderamente actitudes solidarias, crearemos verdadera- mente fraternidad allí donde estemos. Hoy damos un paso más. No hemos de avergonzarnos de acoger a Jesús. La segunda lectura de hoy -que es un texto clásico en la teología de la Palabra de Dios- nos invita a abrirnos a esta palabra viva, eficaz y tajante, que separa nuestras intenciones y pensamientos más profundos, es decir, más reales. Esta palabra de Dios no es una teoría, unos conceptos abstractos, unas leyes o unas normas. Antes que todo eso, y por encima de todo, es una persona: es Jesús mismo. El autor de la carta a los hebreos lo deja bien claro con las palabras iniciales del escrito, unas palabras que se han convertido también en clásicas: "En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo", es decir, por Jesús.

-La Palabra de Dios y la misión evangelizadora

La actividad misionera de la Iglesia nace precisamente de la "radical novedad que es Cristo". La "vida nueva", ofrecida a los hombres como don, es decir, como gracia, al hombre se le pide que la acoja y la desarrolle, si quiere realizarse según su vocación integral, de acuerdo con Cristo. Precisamente para abrir a todos los hombres las "riquezas de Cristo", se anuncia su palabra hasta los confines de la tierra. En los países de vieja cristiandad, como en nuestra Europa -en donde más que de primera evangelización hay que hablar de "reevangelización"- y en los países de nueva cristiandad, en las comunidades cristianas jóvenes de los países del Tercer Mundo, en donde sí podemos hablar propiamente de "misión entre los no cristianos", de evangelización y de primera implantación de la Iglesia.

Una Iglesia que, aquí y en las tierras de misión, entre los que no conocen a Jesucristo, no sintiera la preocupación y el impulso misioneros, no podríamos decir que hubiera acogido de una manera efectiva la palabra de Dios. La sensibilidad misionera, en este sentido, no es una táctica o una técnica proselitista; es un "test" de la misma sinceridad de nuestra fe.

Porque la Palabra de Dios, si está en nosotros, es viva, eficaz y dinámica y nos empuja incluso cuando no querríamos avanzar... -Respetar el misterio de cada conciencia Esta palabra salvadora de Jesús, o esta palabra que es Jesús, el Salvador, es también -siempre según el fragmento que hemos leído de la carta a los hebreos- "más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón". Jesús habla al hombre. Y es necesario que Jesús puede hablar al hombre, a cada hombre. Dios se ofrece al hombre como vida y como salvación -nos dice el papa

·JUAN-PABLO-II en su encíclica sobre las misiones, "La misión del Redentor", (N. 7 y 8). Y se pregunta: "¿Se puede rechazar a Cristo y todo lo que él ha traído a la historia del hombre? Ciertamente es posible. El hombre es libre. El hombre puede decir no a Dios. El hombre puede decir no a Cristo. Pero sigue en pie la pregunta fundamental. ¿Es lícito hacer esto? ¿Con qué fundamento es lícito?".

Pero, al mismo tiempo, hay que respetar el misterio de cada conciencia y la libertad religiosa. Como enseña el _Vat-II: "Todos los hombres han de estar inmunes de coacción por parte de personas particulares, como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros dentro de los límites debidos". "El anuncio y el testimonio de Cristo -dice aún Juan Pablo II- cuando se llevan a cabo respetando las conciencias, no violan la libertad... Por eso, la Iglesia mantiene vivo su empuje misionero e incluso desea intensificarlo en un momento histórico como el nuestro".

JORDI PIQUER
MISA DOMINICAL 1991, 14


7.

-Un evangelio que asusta

El evangelio que acabamos de leer, esa página tan conocida, es una historia que, si nos la tomamos en serio, DEBERÍA ASUSTARNOS. Fijémonos. Cuando aquel hombre va a preguntarle a Jesús lo que debe hacer, Jesús empieza aconsejándole que haga lo que debe hacer toda persona honesta y de buena voluntad: no matar, no cometer adulterio, no robar; en definitiva, no hacer daño a los demás, sino hacerles bien. Pero cuando el hombre aquel responde que eso ya se da por supuesto y que sin duda es necesario algo más, la respuesta de Jesús revela cuales son, de verdad, LAS CONDICIONES PARA SER REALMENTE SU DISCÍPULO: "Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme". SON UNAS CONDICIONES DURAS. Y si nos detenemos a pensar de qué manera las cumplimos nosotros, nos ocurrirá eso que decía antes: que quedaremos bastante asustados.

Porque, evidentemente, NI VOSOTROS NI YO HEMOS HECHO ESO QUE JESÚS DICE QUE HAY QUE HACER. Cada uno de nosotros tiene sus cosas, su dinero, su casa... Es cierto que, cada uno a su manera, intentamos ser honestos y buena gente. Pero de ahí a darlo y dedicarnos totalmente a vivir y realizar el mensaje de Jesús, va una distancia inmensa. Además, sobre todo los que tenéis una familia que depende de vosotros, e hijos quizás pequeños, sin duda estáis convencidos de que sería una barbaridad dejarlo todo, darlo todo y dedicarnos al seguimiento evangélico que Jesús propone. Pero entonces, ¿qué tenemos que hacer? Porque LO QUE SIN DUDA NO PODEMOS HACER ES OLVIDAR ESTA PAGINA DEL EVANGELIO, o pensar que está escrita sólo para una especie peculiar y extraña de seguidores de Jesús, para una especie admirable pero no imitable. ¿Qué tenemos que hacer? ¿COMO DEBEMOS REALIZAR NOSOTROS LO QUE SE DICE EN ESTA ESCENA DEL EVANGELIO? O, dicho de otra forma, ¿qué debemos hacer para que el estilo de Jesús, el estilo que tan bien se expresa en esta página del evangelio, penetre la vida de todo cristiano, penetra la vida de cada uno de nosotros, penetre todas las situaciones humanas, penetre el mundo entero?

-Una posibilidad a reflexionar: la entrega total, radical

Existe una PRIMERA FORMA. Una forma que no podemos dejar de lado, que debemos reflexionar sobre ella, que debemos ver si Jesús nos llama a nosotros a vivirla personalmente. Esa primera forma es la de CUMPLIR LITERALMENTE, totalmente, lo que el evangelio de hoy dice.

Nuestro mundo NECESITA GENTE QUE SE DECIDA a vivir como decía hoy Jesús. Personas que den muestras verdaderas de total desprendimiento, de entrega a los pobres, de pleno seguimiento de Jesús. Por ejemplo, yendo a países del Tercer Mundo. Por ejemplo, sin moverse de aquí, viviendo a fondo la pobreza, dedicando su tiempo al servicio de aquellos a quien nadie sirve, anunciando el Evangelio.

Esa es una LLAMADA VERDADERA, REAL, QUE JESÚS PUEDE HACER A ALGUNOS DE NOSOTROS. Y que merece la pena que cada uno se pregunte, generosamente, si se la hace a él. Y que responda.

-La segunda posibilidad: también una búsqueda de radicalidad

Y luego está una segunda forma, que sin ser tan claramente radical como la primera, debe vivirse también CON TODA LA RADICALIDAD DE QUE CADA UNO SEA CAPAZ. Cada uno, en su situación, que ESCUCHE ATENTAMENTE LO QUE LE PIDE JESÚS.

Que lo escuche personalmente, pero que lo comparta también con otras personas, con otros cristianos. Que sea capaz de escuchar críticas a su forma de vivir, que sepa que SIEMPRE ES NECESARIO CAMBIAR DE ESTILOS Y ACTITUDES, que viva siempre con el temor de que el demonio de la comodidad, de la pereza, del ir tirando le impidan entrar en el Reino de los cielos. Que cada uno lea de vez en cuando esta página de hoy y se pregunte sinceramente, delante de Jesús, qué traducción tiene en su propia vida.

El joven que, perteneciendo a la clase obrera, ha logrado estudiar una carrera universitaria, tiene que preguntarse dónde va a ejercerla, y al servicio de quién, y con qué objetivos; también puede preguntarse eso mismo cualquier otro joven; así como también puede preguntarse cualquier joven si Dios le llama a dedicar su vida al servicio de la comunidad cristiana en el ministerio sacerdotal. Una persona adulta, que haya quedado soltera, podría preguntarse de qué modo llena su vida, si la llena con la felicidad del servicio o si tan sólo de la angustia de la soledad. Un empresario deberá pensar en el mantenimiento de los puestos de trabajo, aunque no resulte muy rentable o quizá lo tomen por loco. Y en cualquier situación laboral, y en cualquier situación familiar, cada uno sabrá

LO QUE DIOS LE PIDE QUE SE PREGUNTE, QUE ATIENDA ESPECIALMENTE, QUE CAMBIE...

Acabamos aquí. Eso que Jesús le pide al rico aquel, es lo que él mismo hizo para darnos vida: entregarse absolutamente. La Eucaristía es la presencia de esa entrega. Demos gracias.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1985, 19


8.

Ahora. Ahora es cuando hay que realizar el reino de Dios. Ahora, en esta vida. El proyecto de Jesús, el evangelio, tiene como objetivo que ahora, en este tiempo, reine la justicia de Dios; lo demás, hasta la vida eterna, se nos dará por añadidura.

LA VIDA ETERNA

"Mientras salía de camino se le acercó uno corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó:

-Maestro insigne, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida definitiva?" Para ir al cielo basta con ser personalmente honrado, con no ser injusto, con no hacer daño a los demás; ni siquiera hace falta ser religioso. A la pregunta de aquel hombre, Jesús le responde recordándole los mandamientos que se refieren a la convivencia humana: "Ya sabes los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, sustenta a tu padre y a tu madre"; respetar la vida, el amor, la justa propiedad, la fama ajena, los derechos de cada cual, la dignidad de los padres... Ese es el camino para ir al cielo. Si eso era lo único que interesaba al hombre aquel, podía haberse ahorrado la pregunta: había tenido el mejor maestro, Dios, que dio al pueblo los mandamientos para que por ellos obtuviera la vida.

RD/QUE ES: Pero el interés de Jesús era más cercano. El estaba preocupado, en primer lugar, por ese puñado de años que hay que vivir antes de que la vida se haga definitivamente eterna, años que tan duros resultan a la mayoría de los humanos. La misión que Dios le había encomendado no era enseñar a los hombres el camino del cielo, sino mostrarles la manera de convertir la tierra en un cielo, ofrecerles la posibilidad de gozar, ya en la etapa pasajera de la existencia humana, del carácter definitivo de la vida. Por eso, a aquel hombre que había sido honrado desde pequeño, Jesús le hace una oferta: "ven y sígueme".

LA AGUJA Y EL CAMELLO

Pero para seguir a Jesús hay que aceptar algunas exigencias. Para Jesús, que en esto continúa la línea de los profetas del Antiguo Testamento, la causa de la desgracia y el sufrimiento de los pobres y de los humillados está en los ricos y poderosos. Dios no hace pobres a los pobres y ricos a los ricos; son los que se enriquecen los que, al acumular lo que a otros les falta; empobrecen a la mayoría (Is 3,14-15; 5,8; Am 2,6-7;4,1;5,7-12;Miq 2,1-2;3,1-4;6,9b-12; véase comentario de la Solemnidad de Todos los Santos). Es cierto que puede darse algún caso en el que la riqueza se tenga sin haber cometido personalmente ninguna injusticia, por herencia, por ejemplo; éste parece ser el caso del rico del evangelio. Dios no va a negar a estas personas la vida definitiva; pero lo que es imposible es que, manteniendo su situación, puedan ser seguidores de Jesús: "Una cosa te falta: ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres, que tendrás en Dios tu riqueza, y anda, ven y sígueme." Y la razón es ésta: Jesús, cuando invita a alguien a unirse a él, lo está invitando a incorporarse a la tarea de construir el reino de Dios, y el reino de Dios no es otra cosa que una nueva manera de vivir según la idea que Dios tiene de lo que debe ser la convivencia humana: convivencia basada en la justicia, en la igualdad, en el servicio por amor... Y no se puede colaborar en un proyecto desde una situación que debe desaparecer para que ese proyecto se cumpla; no se puede construir la justicia desde la riqueza, que es efecto y causa de injusticias.

Por eso es tan difícil que un rico entre en el reino de Dios. Según el evangelio, si sigue siendo rico, es imposible: "Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios para los que confían en la riqueza! Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que no entre un rico en el reino de Dios." No le demos más vueltas, no hay agujas tan grandes: "La palabra de Dios es viva y enérgica, más tajante que una espada de dos filos..." (Heb 4,12).

UN MUNDO DE HERMANOS

Cierto que, para entender esto, hay que tener muy claro en qué consiste el reino de Dios. Los que están interesados en que las cosas no cambien aquí abajo se han empeñado en identificar el reino de Dios con "el cielo", mandándolo todo a la otra vida, a la otra historia, al otro mundo. Pero, según el evangelio, el proyecto de Dios que Jesús nos da a conocer es, primero, para este tiempo. El reino de Dios es, primero, este mundo organizado según el plan de Dios. Jesús no vino a enseñarnos el camino del cielo, que ya se conocía. El mensaje de Jesús no es un libro de moral para enseñarnos a ser buenos individualmente, y siendo buenos, merecer la vida eterna. Jesús viene a enseñarnos el método para hacer de este mundo un mundo feliz; Jesús viene a enseñarnos a cambiar este mundo en un mundo de hermanos. La opción por la pobreza o, lo que es lo mismo, la renuncia a la riqueza, no es una virtud con la que conseguir méritos para el cielo; es una opción revolucionaria cuyo objetivo es cambiar la situación de sufrimiento de los pobres y oprimidos de la tierra por otra situación en la que nadie sufra, en la que a nadie le falte nada: "No hay ninguno que deje casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, por causa mía y por causa de la Buena Noticia, que no reciba cien veces más: ahora en este tiempo, casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y tierras -entre persecuciones-, y en la edad futura, vida definitiva." Lo que Dios quiere no es que repartamos el sufrimiento, que compartamos la miseria, sino que construyamos un mundo en el que todos gocen del amor (hermanos y hermanas, madres, hijos) y de los bienes de la tierra (casas y tierras). Y todos iguales, sin primeros ni últimos, sin padres (compárese la lista de las personas a las que se renuncia y la de las que promete Jesús: en la segunda lista falta el padre, símbolo del poder y la autoridad) en este tiempo; con un único Padre: el del cielo, que tan preocupado está por los problemas de la tierra.

RAFAEL J. GARCÍA AVILÉS
LLAMADOS A SER LIBRES. CICLO B
EDIC. EL ALMENDRO/MADRID 1990.Pág. 221ss


9.

DEJAR LO QUE SE POSEE

-Vender lo que se tiene y seguir a Jesús (Mc 10. 17-30) El conjunto del pasaje evangélico de san Marcos que hoy se proclama, no plantea problema especial y se entiende fácilmente su tesis: la riqueza es difícilmente compatible con la salvación, aun cuando el rico la desee y parezca buscarla. Por otro lado, Jesús promete el céntuplo desde ahora a los que dejan todo por seguirle.

Observa san Marcos el deseo de este hombre que tiene muchos bienes y que se precipita a los pies de Jesús para preguntarle cómo heredar la vida eterna. Es evidente que el evangelista ha querido señalar ese ardor en pedirle a Cristo el medio de llegar a la salvación. Jesús es denominado "bueno", a lo que él hace la observación de: "¿Por qué me llamas bueno?", pero no espera la contestación y prosigue: "No hay nadie bueno más que Dios". Sin duda alguna la introducción del adjetivo "bueno" proporciona a Cristo la oportunidad de subrayar su divinidad o de abrir los ojos al rico que le interroga. Pero también podemos preguntarnos si el título de "bueno", que no corresponde más que a Dios, no se introduce aquí motivado por los mandamientos que siguen y que son signo de la benevolencia divina para con su pueblo, que él guía. Cristo enumera los mandamientos. El rico cree haberlos observado desde su niñez. Una cosa le falta: vender todo lo que tiene, darlo a los pobres para tener un tesoro en el cielo, y luego seguir a Jesús.

En ese momento se produce el desgarro. El rico quedó sombrío y se marchó triste... Jesús puede entonces desarrollar su enseñanza sobre el apego y el Reino. El ejemplo es tan exagerado, que ha de producir un cierto desaliento entre los discípulos. Han comprendido que no es suficiente abandonar todos sus bienes. San Mateo piensa en todos sus cristianos, y evidentemente no todos eran ricos; quiere mostrarles los diversos y numerosos obstáculos sembrados a lo largo de su camino; que ellos deben superar. Pero, ¿quién puede hacerlo? Esa es la atemorizada pregunta de los discípulos. Jesús les da una respuesta: Sí, es imposible para los hombres salvarse, pero Dios lo puede todo.

Se ha querido a veces ver en este texto una llamada a la "vida religiosa", tal como actualmente la entendemos, camino excepcional de perfección. Sin embargo, Jesús se dirige aquí a todos los cristianos, y es ciertamente lo que ha querido también san Mateo.

Todos los cristianos deben renunciar a lo que tienen y seguir el camino del desprendimiento, porque es cuestión de entrar en el Reino. Ante este problema no hay más que una respuesta: la confianza en Dios que lo puede todo. Pedro se siente asustado y los demás discípulos también; en nombre de todos, Pedro declara: "Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Se adivina su angustia: ¿Servirá eso de algo? Jesús entonces, enumerando lo que ha de abandonarse, promete ahora, en este tiempo, cien veces más, con persecuciones. Equivale a decir que no son esos bienes en sí mismos los que son obstáculo para la salvación, ya que desde ahora se multiplicarán por cien, sino la actitud de apego respecto a ellos. No sin malicia, san Marcos añade a la lista de bienes restituidos las persecuciones... Pero por esa renuncia Jesús promete en la edad futura vida eterna.

-Tener en nada la riqueza (Sab 7, 7-11 )

La elección de esta lectura viene, evidentemente, fijada por la del evangelio. Es, pues, legítimo leerla en función de este último, así como es legítimo aclarar el evangelio en función de esta lectura, por más que en estricta exégesis apenas se pueda conceder esto.

Hemos dado ya nuestra explicación sobre el tema en repetidas ocasiones. La plegaria del sabio, capaz de tener en nada la riqueza, muestra, sin embargo, que la Sabiduría es un don que hay que pedir.

No es posible al hombre el propio despego de sí, si no recibe el don de la Sabiduría. La pobreza, el desasimiento es don. Una vez recibido este don del Señor, todo se vuelve barro en comparación de sus riquezas.

San Marcos pudo de esta manera, utilizando palabras de Jesús, enseñar a sus cristianos los peligros de la riqueza, pero también los peligros de todo apego a las cosas terrenas. El que desea seguir al Señor, debe sobrepasar todo lo pasajero y permanecer en el no-condicionamiento. Pero esto no se puede llevar a cabo sin un don del Señor.

Con demasiada frecuencia se atribuyen estos textos a la condición de la vida religiosa. Pero apuntan a la existencia de todo cristiano. Hay que poner cuidado en esto.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 7
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 67 s.


10.

UN DINERO QUE NO ES NUESTRO

"Una cosa te falta"

En nuestras iglesias se pide dinero para los necesitados, pero ya apenas expone hoy nadie la doctrina cristiana que sobre el dinero predicaron con fuerza teólogos y predicadores como S. Ambrosio de Tréveris, S. Agustín de Hipona o S. Bernardo de Claraval. Una pregunta aparece constantemente en sus labios. Si todos somos hermanos y la tierra es un regalo de Dios a toda la humanidad, ¿con qué derecho podemos seguir acaparando lo que no necesitamos, si con ello estamos privando a otros de lo que necesitan para vivir? ¿No hay que afirmar más bien que lo que le sobra al rico pertenece al pobre?

No hemos de olvidar que poseer algo siempre significa excluir de aquello a los demás. Con la «propiedad privada» estamos siempre "privando" a otros de aquello que nosotros disfrutamos.

Por eso, cuando damos algo nuestro a los pobres, tal vez estamos en realidad, restituyendo lo que no nos corresponde totalmente. Escuchemos estas palabras de S. Ambrosio: "No le das al pobre de lo tuyo, sino que le devuelves lo suyo. Pues lo que es común es de todos, no sólo de los ricos... Pagas, pues, una deuda; no das gratuitamente lo que no debes».

Naturalmente, todo esto puede parecer idealismo ingenuo e inútil. Las leyes protegen de manera inflexible la propiedad privada de los grandes potentados aunque dentro de la sociedad haya pobres que viven en la miseria. S. Bernardo reaccionaba así en su tiempo: «Continuamente se citan leyes en nuestros palacios; pero son leyes de Justiniano, no del Señor».

No nos ha de extrañar que Jesús, al encontrarse con un hombre rico que ha cumplido desde niño todos los mandamientos, le diga que todavía le falta una cosa para adoptar una postura auténtica de seguimiento a El: dejar de acaparar y comenzar a compartir lo que tiene con los necesitados.

El rico se alejó de Jesús lleno de tristeza. El dinero lo ha empobrecido, le ha quitado libertad y generosidad. El dinero le impide escuchar la llamada de Dios a una vida más plena y más humana.

«Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios». No es una suerte tener dinero sino un verdadero problema. Pues el dinero nos cierra el paso y nos impide seguir el verdadero camino hacia la vida.

JOSE ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS NAVARRA 1985.Pág. 235 s.