31 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXVII
CICLO C
28-31

28. DOMINICOS 2004

Las lecturas de este domingo tienen una clara conexión con nuestro deseo de crecer en la fe y con nuestra vida eclesial y con la labor pastoral. Son de vital importancia para que madure la semilla de la fe que Dios ha plantado en nuestra vida. El discípulo de Jesús, creyente que “vive por su fe” (1ª Lectura), permanece a la escucha de la palabra del Maestro: “Escucharemos tu voz, Señor”, dice el Salmo. En la celebración Eucarística de este Domingo se aviva en nosotros “el fuego de la gracia de Dios”, su Espíritu “que habita en nosotros” (2ª Lectura), y que nos impulsa a tomarnos en serio la fe, viviendo y amando como Jesús nos ha mandado, como “pobres siervos que han hecho lo que tenían que hacer” (Evangelio).


Comentario Bíblico

La fe como don y gracia
Iª Lectura: Habacuc (1,2-3; 2,2-4): El justo vivirá por su fe
I.1. La primera lectura de este domingo está tomada del profeta Habacuc (1,2-3;2,2-4). Es una lectura reconstruida sobre el texto del profeta en la que aparece primeramente una lamentación, una queja por la opresión y la violación del derecho en Judá. Habacuc es un profeta de los siglos VII-VI a. C. Pero es un profeta que no habla al pueblo, sino que habla con Dios; le pregunta, le interpela ante lo que ven sus ojos. Así es todo el libro. ¿Hay respuestas para el hombre de Dios que quiere defender los valores radicales de la vida? La respuesta de Dios, según la experiencia teológica y espiritual del profeta, el hombre de Dios, es que, quien sepa mantenerse fiel en medio de la injusticia y la violación de los derechos, vivirá. La promesa de vida es la síntesis más completa de toda la predicación del profeta. Es una promesa a Israel, pero es una promesa que incumbe a todos los cristianos: el mal nunca se apoderará de la historia definitivamente.

I.2. El texto de Hab 2,4 tendrá un carácter germinal en el planteamiento decisivo de la teología paulina, tanto en Gal 3,11, como en Rom 1,17 cuando se enuncia el tema que ha de desarrollar en toda la epístola: el evangelio de la salvación por la fe y no por las obras. La fe en la Biblia (emunah) no es defender una doctrina, sino tener una experiencia radical de “confianza” en Dios. Eso es lo que propone el profeta, y en ese sentido es como lo entendió Pablo para lanzar al judaísmo o al judeo-cristianismo de su tiempo el reto que habría de darle la identidad religiosa verdadera.


IIª Lectura: IIª Timoteo (1,6-14): El depósito evangélico de la libertad
La segunda lectura de este domingo es el comienzo de la 2ª carta a Timoteo en la que se ponen de manifiesto los elementos pastorales del que, según la tradición, ha recibido el encargo de Pablo para dirigir una comunidad cristiana. Se habla del don de Dios que ha recibido, y que nos es un don para temer, sino para luchar con fuerza y energía por los valores del evangelio frente a este mundo. Defender los valores éticos en nombre del Señor Jesús debe ser una tarea decisiva para quien es responsable de una comunidad cristiana. Existe un “depósito de la fe”. Ese depósito, no obstante, no es una doctrina extraña al Evangelio; es el Evangelio de Jesucristo liberador. Es eso lo que hay que defender con energía frente a otros evangelios mundanos que no liberan.



Evangelio: Lucas (17,5-10): La fe, reto de la “confianza” en Dios
III.1. El evangelio de este domingo se toma de Lucas: un conjunto literario con dos partes: 1) el diálogo sobre la petición de los apóstoles para que aumente la fe de los mismos y la comparación con un pequeño grano de mostaza; 2) la parábola del siervo inútil. Lo primero que debemos considerar en este aspecto es que la fe no es una experiencia que se pueda medir en cantidad, en todo caso en calidad. La fe es el misterio por el que nos fiamos de Dios como Padre, ahí está la calidad de la fe; ponemos nuestra vida en sus manos sencillamente porque su palabra, revelada en Jesús y en su evangelio, llena el corazón. Por eso, la fe se la compara aquí con un grano de mostaza, pequeño, muy pequeño, porque en esa pequeñez hay mucha calidad en la que puede encerrarse, sin duda, el fiarse verdaderamente de Dios. Puede que objetivamente no se presenten razones evidentes para ello. No es que la fe sea ilógica, o simplemente ciega, es una opción inquebrantable de confianza. Es como el que ama, que no puede explicarse muchas veces por qué se ama a alguien. Por tanto, existe una razón secreta que nos impulsa a amar, como a creer.

III.2. La fe que mueve montañas debe cambiar muchas cosas. La comparación del que, por la fe, arranca una morera o un sicómoro y lo planta en el mar, da que pensar. ¿Qué sentido puede tener? Un sicómoro no puede crecer en el mar. En realidad es un símbolo de Israel y este no es un pueblo del mar; no hay tradición de ello. La frondosidad que tiene, como la de la higuera que protege con su sombra, es como un reto: son árboles de secano, de estío, protectores… pero no pueden estar en el mar, se pudrirían. Es un imposible, como un “imposible” es el misterio de la fe, de la confianza en Dios. Cuando todo está perdido, cuando lo imposible nos avasalla, “confiar en Dios” pone en entredicho una religiosidad de oropel, de cosas, de ritos, de ceremonias, de purificación. La fe es algo del corazón, donde está la sede de lo mejor y de lo peor en la Biblia. Por ello, tener fe, confianza (emunah), y pensar que una morera puede ser trasladada al mar y crecer allí es poner en entredicho la religión vacía. Sin la fe, la religión no lleva a ninguna parte. Y muy frecuentemente sucede que se tiene “una religión”, pero en ella no habita la fe.

III.3. La parábola conocida como del “siervo inútil” no es una narración absurda. No es propiamente la parábola del siervo inútil, porque no es ese su sentido, sino del que acepta simplemente en su vida que es un siervo y no pretende otra cosa. El amo que llega cansado del trabajo es servido por su criado; el criado tiene la conciencia de haber cumplido su oficio; esas eran las reglas de contratación social. ¿Qué sentido puede tener esto en el planteamiento de la fe y la recompensa? No podemos aplicar aquí la lógica reivindicativamente social de que el patrón y el siervo no pueden relacionarse tal como se propone en esta lectura. El juicio moral sobre la servitud o la misma esclavitud de aquellos tiempos, está demás a la hora de la interpretación. Se parte de la costumbre de aquella época para mostrar que el siervo, lo que tenía que hacer era servir (se usa el verbo diakoneô), porque era su oficio, y el amo ser servido.

III.4. Jesús quería partir de esta experiencia cotidiana para mostrar al final algo inusual: por ello, la vida cristiana no se puede plantear con afán de recompensa; no podemos servir a Dios y seguir a Jesús por lo que podamos conseguir, sino que debemos hacernos un planteamiento de gracia. El buen discípulo se fía de Jesús y de su Dios. Cuando se da esa razón secreta para seguir a Jesús, no se vive pendiente de recompensas; se hace lo que se debe hacer y entonces se es feliz en ello. Existe, sin duda, la secreta esperanza e incluso la promesa de que Dios nos sentará a su mesa (símbolo de compartir sus dones), pero sin que tengamos que presentar méritos; sin que sea un salario que se nos paga, sino por pura gracia, por puro amor. Así es como Lucas ha entendido este conjunto en que pone en conexión el diálogo sobre la fe con la parábola del siervo (que no es inútil). Con Dios no vale do ut des, sino lo que cuenta es abrirse a Él como lo que somos y con lo que somos… y se nos invita, por gracia, a sentarnos a su mesa, lo que no ocurre precisamente en las relaciones sociales de este mundo de clases.

Fray Miguel de Burgos, O.P.
mdburgos.an@dominicos.org



Pautas para la homilía


"La poca fe que tengas... ¡tómatela en serio!"

Me pasó hace unos años que atravesaba una pequeña –o tal vez no tan pequeña- crisis de fe y acudí a un amigo sacerdote, hombre él de una gran fe, tal vez con la esperanza de que me contagiase algo de la suya. Su respuesta, primero me desconcertó, pero luego me ayudó a centrarme en aquella sacudida. “Bueno -me dijo-, lo decisivo en la fe no es la cantidad sino la calidad; lo importante no es que sea mucha o poca, sino que la tomes en serio. Aunque sea poca la fe que crees tener... ¡tómatela siempre en serio!”.

La petición de los apóstoles (“auméntanos la fe”) refleja una carencia de fe en ellos. Pero la respuesta de Jesús (“si tuvierais fe como un granito de mostaza...”) parece indicar que no están pidiendo la fe adecuada, la auténtica fe que debe caracterizar a los seguidores del Maestro de Nazaret. No se trata, por tanto, de aumentar la fe que tienen, sino de tener algo, por poco que sea, de la auténtica. Pero ¿qué podía ir mal en la fe de los apóstoles? ¿por qué su petición no iba bien enfocada?

Jesús suele darle la vuelta a casi todo..., también a nuestras peticiones. Por ello, a veces desconcierta y desilusiona. Y todo porque las cosas en el Reino de Dios parecen funcionar de manera distinta a como lo hacen a menudo en nuestra sociedad. Los apóstoles piden mucha fe, pero de nada les valdrá, porque lo que necesitan, como todos nosotros, es un poquito de la auténtica. Tal vez pedían, como igualmente nosotros hacemos muchas veces, una fe sensacionalista, capaz de hacer milagros y curaciones portentosas; una fe que tuviera grandes éxitos inmediatos; una fe que nos ahorre esfuerzos y trabajos, que nos quite el sudor del camino, que borre dudas y oscuridades; una fe que lo explique todo y nos evite los titubeos, una fe cien por cien racional que fácilmente convenza a todos y se imponga... Pero Jesús les desilusiona: “si tuvierais fe como un granito de mostaza”.

La semilla de mostaza se utiliza para referirse a algo particularmente pequeño. El Reino de Dios también se compara con ella. Sólo un poquito de fe auténtica y la palabra del apóstol ya sería muy eficaz: “diríais a la morera... y os obedecería”. Claro está que es el lenguaje de la exageración y la ironía, del contraste que clarifica, pero utilizado para darnos un mensaje profundo: el que no seamos “megalómanos” de una fe sensacionalista y no despreciemos la “poca fe”, porque también tiene su valor e importancia. Incluso poca fe puede hacer mucho. Nunca podemos despreciar la poca fe porque, vivida en serio, puede ser de gran valor. Tampoco usarla como disculpa para la falta de compromiso.

Los discípulos quieren ver grandes resultados como consecuencia de “su” fe. Pero tal vez lo que Jesús quiere es que sus discípulos se tomen más en serio la poca fe que puedan tener, la auténtica: la que Dios pone en nosotros y se aviva por su Espíritu; y que no pongan disculpas o excusas porque su fe todavía sea muy pequeña. La fe es una relación del ser humano con Dios, quien siempre tiene la iniciativa y la primacía, por lo que nuestra respuesta es, sobre todo, un consentimiento a lo que Él ha plantado en nuestra vida. Jesús nos invita a tomarnos realmente en serio esta semilla en cada uno de nosotros, por pequeña que nos parezca: a acogerla, cultivarla, desarrollarla, agradecerla, convertirla en vida y compromiso... Al final, lo importante no es la cantidad de fe que a uno le parece tener, sino la seriedad y responsabilidad con que uno vive la fe “que sólo Dios conoce”.

Jesús le da la vuelta a la petición de los apóstoles: “auméntanos la fe”. Por eso ya no utilizo esta súplica en la oración. Me limito sólo a decir: “Señor, ayúdame a tomarme en serio la poca fe que tengo”.


"Unos pobres siervos"

En la parábola del evangelio de este domingo puede parecer que Jesús compara a Dios con un patriarca explotador y desagradecido que “exprime” a sus criados hasta la última gota. Pero este sería un Dios inmisericorde, muy diferente del Dios de Jesucristo -y particularmente muy distinto del Dios misericordioso que nos presenta el evangelista Lucas-. Y es que en esta parábola no se trata de comparar a Dios con nadie, sino a los discípulos con unos siervos responsables en la actividad del servicio hasta el final de su jornada. En todo caso, el “pobre siervo” no es otro que el mismo Jesús y, derivadamente, sus discípulos.

Algunos piensan que el evangelio de Lucas se dirige a una comunidad cristiana “bien situada”, de clase media-alta, a cristianos relativamente ricos; algunos influyentes en la comunidad así lo eran. Y ya sabemos lo que a menudo pasa en ese contexto, que por otra parte también puede ser el de muchos de nosotros: tendemos a enorgullecernos por nuestros propios logros pastorales o eclesiales, por la posición que hemos alcanzado. Esta “sobreestima” de nuestros propios logros nos perjudica a nosotros mismos porque nos aparta de la lógica del servicio desinteresado y también perjudica a la comunidad a la que decimos querer servir. Además, el orgullo suele ir unido a la falta de fe, y es tal vez por ello por lo que los apóstoles suplican a Jesús: “auméntanos la fe”.

“Somos unos pobres siervos” no es la respuesta del que es psicológicamente débil, falto de autoestima. Es la actitud del discípulo a quien Jesús previene contra la sobreestima, el orgullo, el narcisismo o el propio interés. Y esto también se da a veces en nuestro trabajo pastoral y nuestra vida eclesial. El “pobre siervo” es Jesús mismo que sólo hace lo que el Padre le había mandado y encomendado. Así los discípulos debemos ser “pobres siervos” como Jesús, que intentamos hacer lo que Él nos ha dicho. Y hacerlo como un servicio desinteresado, sin segundas intenciones ni exceso de protagonismo. Cuando hacemos algo por alguien, la mayor alegría está en el mismo amor que le hemos dado.

Los criados de la parábola del evangelio, después de trabajar todo el día, vuelven a casa y tienen que seguir trabajando, sirviendo la cena. Esta escena recuerda a tantas mujeres que, después de su jornada laboral, continúan solas el trabajo en la casa... Es claro que no se trata de justificar o contribuir a la falta de responsabilidad de otros en lo que tienen que hacer. El mensaje del evangelio es una invitación a un “plus” de generosidad y entrega en nuestro servicio, también “de puertas a dentro” y en lo cotidiano, cuando volvemos a casa o con las personas con quienes vivimos y trabajamos a diario, es decir, en esos gestos y actitudes que pertenecen a lo escondido y cotidiano, donde normalmente no somos reconocidos ni aplaudidos. Y, si nos dan las gracias, responder –como tan significativamente se dice en castellano- “de nada”, porque realmente estamos convencidos de que es muy poco lo que hemos hecho, y además es “lo que teníamos que hacer”. También podríamos decir “somos unos pobres siervos”. Y decirlo de corazón.

Javier Carballo OP.
jcarballo@dominicos.org


29.

Nexo entre las lecturas

Parece evidente que el tema dominante en este domingo es la fe, ya que se menciona en las tres lecturas. Al final de la primera leemos: "El justo vive de la fe", frase que será recogida por Pablo y tendrá luego una enorme resonancia en la dogmática cristiana. Jesús en el Evangelio se fija en la eficacia de la fe, incluso de la fe pequeña como un grano de mostaza. Finalmente Pablo exhorta a Timoteo a dar testimonio de su fe en Cristo Jesús y a aceptar con fe y con amor el mensaje transmitido por Pablo (Segunda lectura).


Mensaje doctrinal

1. Vivir la fe en situación. El creyente, de cualquier época y lugar, no puede dejar de practicar su fe encarnándola en la vida. Fe y vida o se sostienen juntas o juntas se derrumban. Habacuc es un hombre de fe, que ve a su alrededor violencia, opresión, rapiña, discordia (asedio de Jerusalén por parte de los caldeos en el año 597 a. de C.). Ante esta situación odiosa y llena de dolor, ¿cómo reacciona este hombre de fe? Lo hace con dos grandes interrogantes, que llevan la doble y contrastante carga de la confianza en Dios y de la indignación ante el asedio y el mal. "¿Hasta cuándo, Yahvé? ¿Por qué?". ¿No es Dios el rey de los reyes y el señor de los señores? ¿Por qué tanta desgracia, tanta injusticia, tanta destrucción? ¿Por qué no interviene Dios ya, ahora? Preguntas que nacen de una situación, pero que valen para toda persona y para todos los tiempos. A lomos de la historia esos interrogantes se han clavado en el alma de los hombres de todas las latitudes, y en cierta manera, en el alma de todo hombre. Dios no deja sin respuesta las quejas confiadas de Habacuc. Primero le invita a la plena confianza con la que Dios contestará a sus preguntas, aunque no lo haga con la inmediatez con que el profeta lo esperaría: "Dios tiene escrita esa fecha en sus designios". Luego, a mantener una paciencia esperanzada, porque la respuesta "vendrá ciertamente, sin retraso". Finalmente, Dios asegura al profeta que el impío sucumbirá, mientras que el justo vivirá gracias a su fe-fidelidad.

Diversa es la situación de los discípulos que piden a Jesús: "Aumenta nuestra fe", como también la de Timoteo, responsable de la comunidad de Éfeso, que ha de ser el primero en aceptar la fe que Pablo le ha enseñado y dar testimonio de ella, incluso, si es necesario, con el martirio. Los discípulos, que conviven con Jesús, han visto la enorme "fe" de Jesús que hace eficaz su palabra y sus obras (curaciones, milagros). Ante esa fe gigantesca, la suya resulta insignificante y mínima. Por eso, piden que Jesús se las acreciente. La situación de persecución en que vive Timoteo y su comunidad pone a prueba su fe y su fidelidad al Evangelio. De ahí las palabras con que Pablo le exhorta. La dimensión histórica de la fe hay que tenerla en cuenta en el momento presente, como sucedió ya en el pasado. ¿Cómo vivir hoy, en nuestro ambiente, en el mundo actual, la fe de siempre?


2. Cualidades de la fe. En los textos litúrgicos es posible descubrir algunas de las cualidades que ha de poseer la fe vivida en situación.

1) Una fe basada en una profunda humildad. Después de que Jesucristo en el Evangelio ha resaltado la potencia de la fe, pone de manifiesto que esa eficacia proviene de la convicción creyente de la propia pequeñez: "No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer". ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Servir a Dios y hacer su voluntad.

2) Una fe esperanzada.
Las tribulaciones, los sufrimientos, las desgracias no podrán disminuir en lo más mínimo nuestra espera y nuestra esperanza en la intervención de Dios. No hay que dudar, porque la acción de Dios llegará. ¿Cuándo? ¿Cómo? Hemos de dejar que Dios responda con plena libertad, con la seguridad de que todo lo hace con justicia y para bien de los que ama.

3) Una fe testimoniada.
La fe es un don que Dios nos da, y es una tarea que Dios nos encomienda. Como tarea la hemos de realizar día tras día, en las circunstancias concretas, que a veces pueden ser arduas y difíciles. Una fe humilde, esperanzada y martirial, la necesitamos también los cristianos de hoy, en un ambiente muchas veces carente de fe, incluso hostil a ella.


Sugerencias pastorales

1. ¿Hasta cuándo? ¿Por qué?. Estas preguntas acechan al hombre en momentos de peligro o de desgracia, tanto personal como colectiva. Sobre todo, cuando el peligro se abalanza sobre personas inocentes. Más todavía, si esas personas inocentes nos son conocidas o queridas. ¿Por qué ese accidente de tráfico en que, sin propia culpa, murieron dos amigos? ¿Por qué ese horrible cáncer, que va consumiendo inexorablemente la vitalidad del esposo o de la esposa? ¿Qué he hecho para que esa hija mía viva sumergida en el abismo de la droga? ¿Hasta cuándo tendré que soportar todos los sufrimientos físicos y morales que me produce este hijo minusválido? ¿Hasta dónde he de ser paciente ante el mal carácter y los malos tratos de mi esposo? ¿Por qué tengo esos dolores que me resultan inaguantables? Interrogantes que, para muchos, quedan en suspenso. Y entonces se toman decisiones equivocadas y tristes. "Es mejor morir a estar sufriendo tanto", y de ahí deriva el suicido o la eutanasia, que es eufemismo de: "Prefiero el divorcio a seguir siendo tratada injustamente", y te divorcias, en lugar de buscar soluciones alternativas mejores, aunque más exigentes, y principalmente más cristianas. "No vale la pena seguir creyendo. ¿Para qué?", y te rebelas contra Dios, y abandonas tu fe y tu práctica cristiana, porque Dios no se acomoda a tus gustos ni se deja manipular por tu voluntad.

Pero también hay muchos, cristianos y no cristianos, que escuchan en su conciencia una respuesta. La respuesta del humanismo, que ve en la aceptación resignada del sufrimiento y de la desgracia un camino áspero, a veces heróico, siempre noble, de humanización y elevación moral.

Está también la respuesta cristiana, que eleva el dolor, la prueba, la angustia a un rango superior de redención, porque todo eso constituye la propia cruz, que se funde misteriosamente con la cruz salvadora de Jesucristo. ¿Cuál es tu respuesta personal e intransferible a tales interrogantes, que tarde o temprano todos nos planteamos?


2. La fe continúa haciendo milagros. Hay "pequeños milagros", ignorados, conocidos sólo por Dios, que se dan en la vida diaria de muchos cristianos, de tus vecinos, de los fieles de tu parroquia. El milagro del "perdón" sincero y franco. El milagro del "servicio" constante, abnegado, desinteresado, motivado únicamente por el amor cristiano. El milagro de la "consagración" al Dios de la belleza admirada por muchos, de la cuenta millonaria en el banco, de la libertad para hacer únicamente lo que Dios quiere. El milagro de la "fidelidad" a la palabra dada al momento de recibir el sacramento del matrimonio o del orden sacerdotal. El milagro de la "conversión" ante el testimonio de una persona amiga o ante una experiencia fuerte en una iglesia o en un santuario. Existen también hoy los "grandes milagros". Esos milagros que Dios sigue realizando por intercesión de sus santos, hoy igual que en el pasado, y que son requeridos para que un cristiano pueda ser beatificado o canonizado. Se dan igualmente "grandes milagros", que Dios hace por mediación de personas vivas, santas, y que no son públicos, porque la santidad es siempre discreta y a Dios le agrada más que esas gracias especiales queden dentro del círculo de los íntimos. Los pequeños y grandes milagros son todavía signos con los que Dios sacude nuestra conciencia, nos interpela, y desea seguir ofreciéndonos su salvación.

P. Antonio Izquierdo


30. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

 Los discípulos son conscientes de su poca fe, de su incapacidad para dar su adhesión plena a Jesús y a su mensaje. Por eso le piden que les aumente la fe. Jesús constata en realidad que tienen una fe más pequeña que un grano de mostaza, semilla del tamaño de una cabeza de alfiler. No dan ni siquiera el mínimo, pues con tan mínima cantidad de fe bastaría para hacer lo imposible: arrancar de cuajo con sólo una orden una morera y tirarla al mar. Este mínimo de fe es suficiente para poner a disposición del discípulo la potencia de Dios.

La morera, como la higuera, son símbolos de fecundidad en Israel. La higuera con muchas hojas, de bella apariencia, pero sin higos, es símbolo de la infecundidad de la institución judía, que no da su adhesión a Jesús. Los discípulos tienen fe, pero poca. Con fe, como un grano de mostaza, estarían en condiciones de “arrancar la morera (símbolo de Israel) y tirarla al mar”. Con este lenguaje figurado indica Jesús cuál es la tarea del discípulo: romper con la institución judía, basada en el cumplimiento de la ley y eliminar el sistema de injusticia que representa esa institución con su templo-cueva de bandidos, al frente. Con un mínimo de fe bastaría para cambiar ese sistema.
Miro a mi alrededor y pienso que algo no funciona. Tantos cristianos, tantos católicos, tantos colegios religiosos... Y me pregunto: ¿Cuántos creyentes? ¿Tienen fe los cristianos, los sacerdotes y religiosos, los obispos? ¿Tenemos fe? ¿O tenemos una serie de creencias, un largo y complicado credo que recitamos de memoria y que poco atañe a la vida?

Las palabras de Jesús siguen resonando hoy. “Si tuviérais fe como un grano de mostaza...” O lo que es igual: si siguierais mi camino, si vivierais según el evangelio, tendríais la fuerza de Dios para cambiar el sistema.

Sigo mirando a mi alrededor y veo una iglesia apegada a sus privilegios, que se codea con los poderes fácticos, que depende en muchos países económicamente del estado, capaz de echarle un pulso al poder político y vencer, identificada con frecuencia con la derecha o el centro, defensora a ultranza de su estatuto de religión verdadera y prioritaria.

Me vuelvo al evangelio y releo sus páginas: “Vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, que Dios será tu riqueza, y anda sígueme a mí” (Lc 18,22). “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero este hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Lc 9,58). “No andéis agobiados pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir” (Lc 12,22). “Los reyes de las naciones las dominan y los que ejercen el poder se hacen llamar bienhechores. Pero vosotros nada de eso; al contrario, el más grande entre vosotros iguálese al más joven y el que dirige al que sirve” (Lc 22,25-26).

Pobres, libres, sin seguridades, sin poder, como Jesús. Sólo tiene fe quien se adhiere a este estilo de vida evangélico. Quien no, tiene creencias que para casi nada sirven. Y así no se puede cambiar ni el sistema religioso ni siquiera el mundano.

Tal vez tengamos que reconocer que somos “siervos inútiles”, pues no andamos en el sistema de la fe, sino en el del cumplimiento de las obras de la ley, como los fariseos, que, al final, de su trabajo tienen que considerarse “siervos inútiles”, pero no “hijos de Dios” que es a lo que estamos llamados a ser, como ciudadanos del reino.

Según la primera lectura, lo que da vida al justo judío es la fe. Una fe que, para los cristianos, consiste en la adhesión a Jesús y se expresa no sólo en la práctica de la justicia, sino en la del amor sin límite a los demás, como Jesús. El profeta Habacuc muestra a un justo que no entiende el silencio de Dios ante la injusticia y la violencia humana que padece por parte de los pecadores. Y le recomienda que sepa esperar y anhelar ese día en que se manifieste la justicia de Dios sobre este orden injusto. Ese día se ha manifestado ya en Jesús que ha tenido que cargar en la cruz con la injusticia humana muriendo víctima de ella, pero expresando al mismo tiempo que sólo el amor pondrá remedio a los males del mundo. Como recomienda Pablo a Timoteo en la segunda lectura es necesario reavivar ese don de Dios recibido para dar testimonio de Jesús en el mundo, con espíritu de energía, amor y buen juicio, que en esto consiste “vivir con fe”. Este es el precioso depósito que el cristiano debe guardar celosamente on la ayuda del Espíritu de Dios que habita en nosotros.

Para la revisión de vida

-El justo vivirá por la fe... ¿Puedo decir yo lo mismo de mí mismo? ¿Es la fe el principio que realmente orienta mi vida? ¿Soy en verdad una persona "de fe"?

-¿He hecho lo que tenía que hacer? ¿O creo que se me debe agradecer lo que he hecho? ¿Tengo simplicidad de corazón, o necesito continuamente estar recibiendo alabanzas o gratitud de los demás?

Para la reunión de grupo

- -Si el justo vivirá por la fe... analicemos: qué porcentaje de nuestra propia vida estamos conduciéndola así por motivos de fe, de forma que si perdiéramos la fe inmediatamente nos conduciríamos de otro modo? Si ese porcentaje es pequeño, significa que no es muy cierto en mi vida que el justo vive por la fe.

- -En qué situaciones del mundo de hoy el cristiano consecuente debería ir a contracorriente, fiado en su fe y no en lo que es usual en la sociedad actual?

Para la oración de los fieles

- -Para que sea la fe el principio que organice, anime e impulse nuestra vida, roguemos al Señor.

- -Para que vivamos nuestro cristianismo como un seguimiento de Jesús: creer como él, afrontar la vida y la historia como él, ser en verdad discípulos suyos...

- -Para que demos nuestra contribución al Reino de Dios con entusiasmo, con pasión y, a la vez, con cimplicidad y humildad, consicientes de que ese trabajoes simplemente "lo que debemos hacer"...

- -Para que el Señor nos dé la humildad de los que "hacen lo que deben" sin sentirse importantes ni dignos de agradecimiento...

- -Para que sean muchos los jóvenes que, con simplicidad y humildad, se sientan llamados a un servicio total y desinteresado...

Oración comunitaria
Dios, Padre Nuestro, que en Jesús nos has mostrado el camino heróico del servicio y la entrega sin ostentación ni exigencias; haz que nosotros, con motivos mucho mayores, seamos humildes, sencillos y fraternales, sin reclamar nunca honores, reconocimientos ni agradecimientos. Por Jesucristo Nuestro Señor.


31. INSTITUTO DEL VERBO ENCARNADO 2004

Comentarios Generales

Habacuc 1, 2- 3; 2, 2- 4:

Habacuc vive uno de los momentos más trágicos de la Historia de Israel. El Imperio babilónico se adueña del mundo: de Nínive (612), de Egipto, al derrotar al Faraón en Karkemis (605). Siria y Palestina, más frágiles, ¿qué resistencia van a oponer? Jerusalén sufre su asedio final en 587; y es tomada e incendiada por Nabucodonosor. En este clima angustioso da Habacuc su oráculo:

- Ante todo se plantea crudamente el problema teológico. ¿Puede el Dios justo permitir que un Imperio tan cruel como el babilónico someta a opresión y a destierro al Pueblo de Dios? Cierto, Israel y Judá han pecado, pero ¿no excede el castigo al delito? ¿Un pueblo idólatra, mucho más pecador, puede ser instrumento de Dios para castigar los pecados del Pueblo elegido? Son interrogantes a nivel nacional semejantes a los que hace Job a nivel personal. En las preguntas de Habacuc a Dios hay emoción, audacia, impaciencia; en el fondo, grande fe y confianza.

- El Señor responde a su Profeta. Respuesta que estimula al hombre a entrar en el plan divino. Plan que siempre será misterioso y velado. Plan que se realiza con serenidad y seguridad. Plan que no coincide ni con nuestras prisas e impaciencias ni con nuestra mirada superficial y corta. Dios someterá a su Pueblo a larga y penosa purificación (2, 3- 1).

-Esta purificación será como fuego que quema las escorias y acrisola el oro. El orgulloso, el que no fía en Dios, perecerá. El justo, empero, el que se mantenga fiel a Dios, hallará la salvación (4). Por tanto, lo importante es la fidelidad. Habacuc habla en el clima de la Alianza, que se apoya en dos pilares: la Fidelidad de Dios y la fidelidad de Israel a Dios. La primera está del todo garantizada y es infalible. La segunda puede fallar. El camino de la “Salvación” es la Fidelidad de Dios a nosotros y fidelidad nuestra a Dios. En la Nueva Alianza se aplica la misma norma según la expresión tan grata a Pablo: “El justo por la fe (Pablo usa el texto de los LXX, donde “Fidelidad” es “Fe”) vivirá” (Rom 1, 17). Y hace de esta expresión el tema y nervio de su Teología Salvífica: “La fe del Evangelio es la fuerza de Dios para salvar a todos los que creen; la Salvación de Dios se manifiesta a todos por la fe” (Rom 1, 16). El camino seguro y único de “Salvación” que Habacuc abre a nuestros pies (Fe y Fidelidad a Dios) es en Pablo Fe y Fidelidad a Cristo Jesús Salvador.

2 Timoteo 1,6- 8. 13- 14:

Por segunda vez Pablo dirige una Carta a su discípulo Timoteo. En la perícopa que hoy leemos le recomienda tres virtudes sacerdotales y pastorales:

- FERVOR: “Reaviva la gracia de Dios que reside en ti por la imposición de mis manos” (6). La gracia sacerdotal y ministerial, don de Dios, exige nuestra respuesta y cooperación. Puede entibiarse y perder dinamismo, inquietud, esfuerzo, celo, unción.

- INTREPIDEZ: Consecuencia de la tibieza es el miedo y retraimiento. Pablo quiere que Timoteo fiando en la fuerza de Dios, haga honor a su elección: “No nos dio Dios espíritu de encogimiento, sino de fortaleza, de caridad, de amonestación” (7). Nunca debe Timoteo ruborizarse de dar testimonio de Jesús; ni que ello le comporte ser perseguido y encadenado como Pablo (8).

-INTEGRIDAD- FIDELIDAD: Mucho insiste Pablo en este deber pastoral de la fidelidad. La Doctrina de la fe es un sagrado “Depósito”: El “Depósito” de la verdad revelada. Este tesoro debe ser aceptado con amor y gratitud; y debe ser guardado con diligencia y fidelidad. Timoteo lo ha recibido de Pablo, como Pablo lo recibió del mismo Cristo y de la Tradición de la Iglesia. Timoteo debe en su predicación y conducta transmitirlo íntegro y puro: “Toma como pauta directriz las sanas enseñanzas que de mí oíste y vive conforme a la fe y caridad cristiana” (13). El Espíritu Santo asiste a los ministros de la Iglesia para garantizar esta fidelidad: “Guarda el valioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que mora en nosotros” (14).

Lucas 17, 5- 10:

El Evangelio de hoy valoriza el sentido de la “fe” en la Obra Salvífica. Dios, que nos da la salvación como don del todo gratuito, nos exige la fe. La fe es la aceptación y desarrollo del don de Dios.

- Jesús les explica con una semejanza los efectos de la fe. Lo que ningún poder humano puede realizar (trasladar una montaña o un árbol con un simple mandato) lo realiza la fe. La fe nos entra en la zona de la vida de Dios, la que llamamos vida sobrenatural. Y la vida de Dios el justo la vive por la fe (Rom 1, 17). La fe cristiana traducida en celo misionero realiza milagros de heroísmo.

- Es una muy oportuna petición: “Señor, auméntanos la fe” (5). San Pedro encarece el valor de esa fe vivificadora: “Hemos alcanzado la preciosa fe; y por ella, la salvación de nuestro Dios y Salvador Jesucristo” (2 Pe 1, 1). Esta fe, al entrarnos en la fe divina, inmediatamente fructifica obras divinas. Y así se armonizan el don de Dios y el esfuerzo del hombre. A la dádiva de Dios corresponde el hombre con plena fidelidad. Al pedir: ¡Auméntanos la fe!, pedimos: ¡Auméntanos la fidelidad!

- La lección de la parábola (7- 10) es: debemos cumplir con sencillez y sin alardes nuestros deberes. El hombre frente a Dios no tiene derechos. Dios nada tiene que agradecernos ni saca provecho de nuestros servicios. Somos llamados gratuitamente a la fe, a la vida divina.

- Nuestro servicio y nuestra fidelidad al Señor es de hijos y no de asalariados. No nos faltará el galardón; y Dios mismo se nos dará en premio. Quienes alardean ante Dios, como alegando méritos o pasándole factura, tienen espíritu mercenario y no corazón filial. Nuestro servicio es de amor. Por eso, nuestro máximo honor es servir a Dios.

*Aviso: El material que presentamos está tomado de José Ma. Solé Roma (O.M.F.),"Ministros de la Palabra", ciclo "C", Herder, Barcelona 1979.


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Dr. D. Isidro Gomá y Tomás

CUATRO LECCIONES DE JESÚS A SUS DISCÍPULOS

Explicación. — Desde el punto de vista cronológico, nos hallamos en un período en que es sumamente difícil concretar el orden de los hechos narrados en los Evangelios. Por lo que atañe al nexo ideológico de las lecciones contenidas en este fragmento con las anteriores, creen algunos que Lc. no hizo aquí más que reunir sin orden algunos documentos que corresponden a otras épocas de la predicación de Jesús y de los que el tercer Evangelista no da más que la síntesis. Seguimos afirmando que es muy probable diese el Señor las mismas enseñanzas, con pocas variantes, en distintas ocasiones, y que los pasajes análogos de los otros dos sinópticos se refieren a otros tiempos. No es improbable que tomara pie el Señor del escándalo sufrido por los fariseos para prevenir con estas lecciones a sus discípulos, impresionados tal vez por la actitud de los próceres judíos.

Poder de la fe (5.6).—Y dijeron los Apóstoles al Señor, al oír que se les pedía cosa tan ardua como el repetido perdón de las injurias, hasta el punto que los rabinos enseñaban que nadie viene obligado a perdonar el cuarto delito: Auméntanos la fe, añade fe, da incremento a la que tenemos: bella oración. Y dijo el Señor, dándoles a comprender que con fe bastante se hace fácil lo que parece imposible: Si tuviereis fe como un grano de mostaza, pequeña, pero sincera, diríais a este moral: Arráncate de raíz, y trasplántate en el mar, y os obedecerá: cosa es a que no llega la humana fuerza arrancar con una sola palabra un árbol y hacer que arraigue y dé fruto en las movedizas aguas del mar. (Cf. Mt. 17, 19, núm. 96, donde se refiere Jesús a un monte, en vez de a un árbol, lo que es indicio de que dio la misma enseñanza en distintas ocasiones.)

Contra la vanagloria (7-10). — Pero las buenas obras, sobre todo si son gloriosas, como la que acaba de indicarles, fácilmente engendran vanagloria. Para evitarla en sus discípulos, y para que sepan que, cuanto más fecunda es la fe en obras exteriores, más humilde se hace en el fuero de la conciencia, les propone la siguiente parábola, clara en sus términos y aplicación: Y ¿quién hay entre vosotros que, teniendo un siervo que ara, o guarda el ganado, cuando vuelve del campo le dice: Pasa luego, siéntate a la mesa: y no le dice antes: Dispónme de cenar, cíñete y sírveme, mientras que como y bebo, que después comerás tú y beberás? ¿Por ventura debe agradecimiento a aquel siervo porque (éste) hizo lo que le había mandado? Pienso que no: es decir, claro que no, porque no ha hecho más que cumplir con unas funciones a que viene obligado por su ministerio.

Y aplica Jesús el ejemplo: Así también vosotros, cuando hiciereis todas las cosas que se os han mandado, decid: Siervos inútiles somos, insignificantes, despreciables: Lo que debimos hacer, hicimos. Inculca aquí Jesús lo que nosotros debemos sentir de nosotros mismos, aun cuando hagamos grandes obras; ningún hombre podrá jamás decir a Dios: He hecho más de lo que debía; cuanto somos, insignificantes, despreciables: Lo que debimos hacer, hicimos. Para él seremos, si cumplimos, los siervos buenos y fieles, a quienes no faltará el galardón; también ese siervo se sentó a la mesa, cumplida su obligación, y recibió su paga.

Lecciones morales. — A) v. 5.— Auméntanos la fe.— La fe tiene sus grados, como toda virtud; tiene, por lo mismo, sus aumentos, en la intensidad de la voluntad con que se cree, en la fuerza de la luz con que ilumina Dios el pensamiento del creyente, en la amplitud del objeto de la fe, que son las verdades que se nos proponen. Dios no nos faltará nunca en las gracias de fe que necesitemos según nuestro estado; pero quiere que se las pidamos, como lo hicieron los Apóstoles en este caso. Cuando se nos ofrezca alguna obra ardua a cumplir, lo que requiere gran fe para no desfallecer, digamos a Jesús: «Auméntanos la fe».

B) v. 9. — ¿Por ventura debe agradecimiento a aquel siervo...? Enséñanos el Señor que el derecho de potestad dominical exige de los siervos la sumisión. Con ello se nos cura el mal de soberbia. ¿Por qué te ensoberbeces? ¿No sabes que si no cumples con tu servicio corres gran peligro, pero que si lo cumples no le haces a Dios merced ninguna? «Sí evangelizo, dice San Pablo, no es gloria para mí, sino necesidad: ¡ay de mí si no evangelizare!» (1 Cor. 9, 16). No sólo no nos deben gracias nuestros señores cuando hacemos lo que debemos, sino que por su benevolencia para con nosotros aumentan a veces el deseo de mejor servirles: así Dios nos exige cuanto quiere por derecho de servidumbre; pero como es tan bueno, no deja nunca sin premio lo que hacemos, sobrepujando la magnitud de la benevolencia las fatigas que en su servicio hayamos soportado.

C) v. 10. — Siervos inútiles somos...— No te vanaglories si serviste bien a Dios, dice San Ambrosio: no has hecho más que lo que debías. Le sirve el sol; le obedece la luna, le sirven los ángeles: no nos alabemos de que le sirvamos nosotros. Porque somos siervos, dice San Beda, en cuanto fuimos por él comprados a gran precio (1 Cor. 6, 20); y somos inútiles, porque el Señor no necesita de nuestros bienes (Ps. 15, 2), o porque no son condignos los sufrimientos de esta vida de la gloria que nos tiene reservada (Rom. 8, 18). Por ello la perfección de los hombres está en que, aun cuando hayan cumplido todos los preceptos, se conceptúen imperfectos.

(Dr. D. Isidro Gomá y Tomás, El Evangelio Explicado, vol. II, Ed. Acervo, 6ª ed., 1967, p. 257-261)


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P. leonardo castellani

PARÁBOLA DEL SEÑOR Y EL SIERVO

"El siervo no es más que el Patrón ni el Discípulo más que el Maestro; mucho es que el Siervo sea tratado igual que el Patrón; pues bien, si al Señor de la Casa han perseguido (a Mí me han llegado a llamar Betzebul) a vosotros también os perseguirán... Mt. X, 24. Vosotros me llamáis Señor y Maestro, y decís verdad, porque lo soy; pues bien, he aquí que estoy en medio de vosotros como un Siervo (Jo. XIII, 11).

"La amistad exige igual - o "iguala" ("iguala", sustantivo o verbo) el dicho latino tiene dos sentidos en castellano, verdaderos ambos. En latín dice: "Amor aut pares invenit aut facit": el amor busca iguales o los hace. Para poder llamarnos amigos o hermanos, Dios se nos igualó, se hizo hombre; y al fin de su carrera Cristo, estribando en el nombre de "siervo" que nos aplicó siguiendo la tradición del A. T., proclamó que nos había levantado de categoría: "Ya nο os llamaré más siervos, sino amigos". Primero les lavó los pies, no ya igualándose, mas postergándose a ellos.

"Se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo (abdicando su forma de Dios no usurpada) hecho en semejanza de hombre y en hábito encontrado de hombre; se humilló hecho obediente (virtud de siervo) hasta la muerte, y muerte de cruz (suplicio de esclavo), por lo cual Dios lo exaltó, dándole un Nombre que está por encima de todo nombre" - dice san Pablo (Phil. II, 7). De esta "forma de siervo" no cesa de asombrarse Kirkegor: esa es la que se nos propone para que reconozcamos a Dios, y esa es la que dio en rostro a sus contemporáneos: "¿Quién es éste, que habla así? ¿No es un carpintero, hijo de José? ¿No conocemos sus parientes aquí en Nazareth? ¿De Nazareth puede salir el Mesías?” Los coevos de Cristo tenían una ventaja sobre nosotros, quién lo duda: la impresión que provoca a la fe era inmediata; pero también la impresión contraria, la del “escándalo”, o choque ante la “Paradoja”, era más fuerte. En cuanto a la fe, somos tan dichosos y proveídos como los Apóstoles y los primeros Cristianos: “no hay Discípulos de 2ª mano” dice Kirkegor; ; a cada uno de nosotros se revela Cristo directamente: la "ocasión" de la fe, que es el conocimiento histórico de Su vida, en aquellos fue visual, en nosotros es a través de ellos, de los "testigos"; pero la "ocasión" de la fe no es la causa de la fe. Las concausas de la fe, que son la Gracia y nuestro Albedrío, son idénticas en todos los siglos cristianos. Por tener más información que nosotros no es que creyeron los Apóstoles: con directísima y copiosa información histórica no creyeron los fariseos. Si en vez de los Cuatro Evangelios nos hubiese llegado de Pedro y de Juan la escueta información: "nosotros hemos creído que Dios apareció en tal año en humilde figura de siervo, que vivió y enseñó entre nosotros, y después de muerto", bastaba y sobraba para la fe. Y sí nos hubiesen llegado los "mil libros" con datos de Cristo que san Juan dice él hubiese podido escribir, no bastaba para que creyesen Harnack y Albert Schweitzer. Pero, en fin, sobre ésto ya hablé (Eνang. de Jesucristo) y hay que leer a Kirkegor, "Philosophische Brocken", o sea, "Riens philosophiques ".

Aunque Adán no hubiese pecado, Cristo se hubiese encarnado; pero entonces no como Siervo Sufriente sino como Rey y Corona de la Creación.

Esta es una teoría teológica que se atribuye a san Agustín (aunque dónde se halla en san Agustín, yo no lo sé) y comparten grandes teólogos -aunque santo Tomás se pronuncia en contra dudosamente. Pero más que san Agustín está en la Sagrada Escritura, como explica egregiamente Fray Luis en el primero de los "Nombres de Cristo", PIMPOLLO Y FRUTO; siendo de notar que la única razón de santo Tomás para dudarlo es "que él no lo halla en la Escritura" (S. Th. ,III, 9.1, a.3); nada impide que Fray Luis haya hallado en la Escritura algo que Fray Tomás no halló. “En aquel día será el Pimpollo de Dios magnífico y glorioso, y el fruto de la tierra subirá a grandísima alteza” dice Isaías en el IV, 2; y toda la Escritura en diversos lugares apunta a que Cristo corona la Creación que por Él, y través de Él, y para Él fue hecha; pues si es el Fruto de la tierra como hombre; y para el hombre se hizo la tierra, se sigue que de todas maneras tenía que hacerse hombre: y así al nacer fue la “flor de Jessé”; y Jessé era la flor del pueblo israelita, como Israel la flor de la humanidad; y al final de este proceso de la Redención, dice san Pablo que todas las cosas serán sujetas a Cristo, y Cristo las sujetará a Dios; y cerrado así el círculo de la Creación, será la Recapitulación o síntesis armoniosa de todo lo que ahora continúa dividido y desgarrado. "Porque todavía tan solo en esperanza somos salvos".

“El que quiera ser Señor entre vosotros que se haga como siervo" , manda Cristo a los Prelados Eclesiásticos, dándoles primero el ejemplo: principalmente en ese lavado de los pies de los Apóstoles, símbolo de humildad extrema, en que hubo un gracioso coloquio con san Pedro (“no me lavarás a mi los pies jamás de los jamases!”) y una misteriosa replica de Cristo que sujetó a Pedro (“si no te lavare los pies, no tendrás parte conmigo”); pero que es símbolo también de su Encarnación y de su Pasión, en las cuales se hunde hasta lo más bajo para poder levantarse... y levantarnos; la cúspide del Servicio y del Amor. “Los Potentes de la tierra gobiernan prepotentemente y encima se hacen llamar Excelencia, Eminencia, Su gracia, Su Reverencia y Su Caridad; mas vosotros no así; sino el que quiera mandar a otros, que se haga siervo de todos”. “Siervo de los siervos de Dios" es el título del Papa y vale más que "Su Santidad". Los dos deben marchar juntos; si no, no vale. No digo que esté mal siempre, por el uso, llamar a uno Reverencia o Eminencia; con tal que no sea a mí.

La Cruz y la Persecución, que poco después el Siervo de Jawé por antonomasia predijo a sus seguidores, son la cúspide del Servicio transformado en Amistad: ambos son sobrenaturales, es decir, incomprensibles a la razón. ¿Por qué ha de suceder que cuando un humano llega a un alto grado de virtud deba ser odiado o malentendido por los otros? La razón humana reconoce y aprueba la virtud y la santidad, mas los hombres se enfurruñan, gruñen y muerden cuando ellas se realizan en cualquiera. Ese hecho solo bastaría para sugerir a la razón filosófica la posibilidad de un "pecado de origen", una caída o quiebra en la natura humana. Platón escribió que si surgiera en el mundo un Justo perfecto, sería cruelmente muerto por sus semejantes... desemejantes; los Santos Padres vieron en esta líneas una "profecía natural" del destino de Cristo, hecha cinco siglos antes; mas Platón profetiza hacia atrás, no hace más que describir en abstracto la escandalosa ejecución de Sócrates, que había presenciado; y deducir con simple lógica que si uno mejor que su Maestro surgiera peor le iría entre los hombres.

"El Justo será azotado, torturado, encadenado, le quemarán los ojos y finalmente después de haberlo torturado en toda clase de padecimientos, será empalado en una cruz para que conozcan que no hay que querer ser justo, sino parecer justo". (PLATON, Politeia, II, 361-e).

El misterio de la Redención, de la función vicarial del Dolor, de la solidaridad del género humano... Nos predican que Cristo sufriendo "pagó" por nosotros, por el pecado de Adán y los nuestros, solventó nuestra "deuda" y así nos salvó: comparación comprensible al vulgo, pero vulgar. La juridicidad romana labró por manos de los Padres Latinos esa doctrina que es una metáfora al fin, metáfora que hoy se ha vuelto peligrosa, y que la teología oriental jamás aceptó; y que se corrompió después de Lutero. San Agustín menciona a veces la "deuda" y el "pago"; pero la razón capital con que explica la Redención es que el Fuerte Armado tenía poder mortífero sobre el hombre por el Pecado; y lo perdió por hacer dar muerte injustamente a un hombre sin pecado.

"Emptio" es el latín por "compra"; "redemptio" es comprar de nuevo, pagar por un esclavo para rescatarlo; y hay un texto de san Pablo (el del "chirographum decretum"), que se prestaba a la metáfora mercantil; pero entendida ella crudamente o no entendida, Dios aparece como un mercader bastante irrazonable e injusto.

Dios no mercanteó con el dolor de su Hijo o de la Humanidad: el Dolor no tiene ningún valor para Él sino sólo para nosotros como cauterio: Dios no bebe lágrimas ni masca carnes vivientes, como masca Satanás según el Dante allá en el fondo de su abismo. El Dolor es el mal físico, hijo del mal moral, y para huir del cual, a veces perpetramos el mal moral; y él y la Muerte, que es su foco, son propiedad del Diablo, que es el "Homicida desde el Principio ", dijo Cristo; o sea, el Gran Matador Primigenio, jefe de todos los Asesinos. Pero si el Mal del mundo todo se concentra y cae como una punta de embudo sobre un hombre sin pecado (como tiene que caer estando gobernado por el Diablo “I'Imperatór del doloroso Regno”), esa punta envenenada tiene que quebrarse; y así se quebró en Cristo el Aguijón de la Muerte, como dijo san Pablo. Se quebró por su Resurrección, en la cual todos virtualmente resucitamos. Si fuimos solidarios en el Pecado por Adán, somos también solidarios en la superación del Pecado por Cristo. Y así se entiende (algo) cómo el Dolor y la Muerte persisten a pesar de la "salvación", del Bautismo, de la Eucaristía. Si Cristo "pagó" por nuestros pecados, ¿por qué diablos habríamos de sufrir más todavía, es insaciable ese Dios "Padre" ofendido? Solamente porque "somos Cristo", y lo continuamos a Él en solidaridad de natura; hasta que esté destruida en el Universo la obra del pecado, no hay descanso para la progenie adánica. Si un médico se inocula la lepra a fin de encontrarle un remedio y lo encuentra y sana, no quiere decir que la lepra desaparece del globo, sino que en adelante podemos ser sanados, por el mismo medio. "Sufrimos lo que falta de la Pasión de Cristo", (o sea, sufrimos a veces por los pecados ajenos) porque somos Cristo en cierto modo, y en Él nos salvamos: Dios ama a Cristo solamente, sólo puede amar lo Perfecto, y a los hombres solamente a causa de Cristo. Ser Cristo "Juez de los Hombres" no significa sino que por parecidos o no parecidos a É1 se salvan o se pierden: o se identificaron o no se identificaron; o fueron injertados en la Viña, y vivieron; o no fueron injertados.

A una persona crucificada en forma casi intolerable ya hace muchos años y que tiene presumiblemente para otros muchos; y que ha rechazado la fe a causa déso (aunque modestamente dice que "le falta algo en su natura para creer", verdad también en cierto modo) solamente se le puede decir: "Señora, ésta es una época de crucificados; hay hoy día muchísimos crucificados de diversos modos, y cada uno cree que es el peor de todos... o el único. Si se quejan a Dios, lo único que puede responder Dios es: "Yo también". También lo estuve y en cierto modo lo estoy; pero eso no es el final: eso camina a una salida. No tenemos más remedio que apoderarnos como podamos de la resurrección de Cristo, pues Él se apoderó de nuestra muerte.

Hay personas que parecen haber derechamente nacido para sufrir. Por su sensibilidad exquisita, su excelencia espiritual, las malas condiciones de su "habitat", mala salud corporal, o todo junto, su vida está sembrada apriori de espinas y tropiezos -y fracasos. En algunos lados, como en nuestro país, basta haber nacido con excelencia intelectual a veces para incurrir ineluctablemente en semejante destino. Para esos no hay más remedio: Cristo nació para sufrir; su destino fue el ser VÍCTIMA; y Él lo supo. Aunque de buena salud, tenía una sensibilidad exquisita y una empresa tremenda por delante, en un "habitat" de lo peorcito que ha habido en el mundo.

El hacer daño no es amor; amor es hacer bien. A los atribulados por grandes desgracias no hay que ir a decirles que Dios los ama, que eso es prueba de amor de Dios predilectivo: eso no es lenguaje humano. Mas vale que piensen están bajo la ira que no bajo dese amor tan raro; pues esos son los efectos naturales de la ira. “Porque cuando Dios castiga - Es que quiere perdonar” - dijo un poeta; mas el amor está entonces en la intención, no en los efectos; y aunque un castigo proceda de amor, no es propiamente amor. Lo contrario, esas beaterías de que “al que Dios ama lo hace sufrir” (aunque lo haya dicho Kirkegor, o el que sea) es forzar el lenguaje humano. “Todos somos por natura hijos de ira”.

Cristo anunció a sus Discípulos la Crucifixión, es decir la Cruz y la Persecución; y no les dio más razón sino que “ellos no eran mayores que Él”. Si Cristo no hubiese sido crucificado, la Cruz sería solamente ira y abominación, es decir, simple infierno; pero Cristo tuvo que ser crucificado desde el momento en que el Pecado se enseñoreó del mundo sensible desde el Principio. La Redención no fue una compra sino una venta; como José Ben Jakob fue vendido por sus hermanos para salvar a sus hermanos. Cristo se sumergió en lo profundo de la Humanidad caída para surgir de allí por propias fuerzas, llevándosela tras sí en virtud de solidaridad de natura: “se llevó al cielo cautiva la Cautividad” en su ascensión; - que no deja por el momento de ser Cautividad hasta que se termine la gran Conquista del Universo contra el Pecado, conquista en que el Hombre, criatura creada pero también creadora, colabora con el Creador.

Perseguida ha sido la Iglesia de Cristo siempre; y ella, créase o no, nunca ha perseguido. Es difícil de creer, porque ha habido Iglesantes (y los hay) persecutores; pero al mismo tiempo ha habido Santos que reprobaron esa persecución; o, lo que es más, la aguantaron; y por ellos hablaba la Iglesia y no por los otros. La objeción que más frecuentan los impíos de hoy es de que "la Iglesia persiguió cuando pudo"; o como dijo Voltaire: "los cristianos se quejan de ser perseguidos cuando no los dejan perseguir a ellos"; objeción que Schopenhauer ha armado con todo su talento en su librito "Ueber Religión"; y todo el talento del amargo germano para en un bodrio, que lo acusa hasta de carecer de sentido histórico; mas las PARÁBOLAS de Cristo y el APOCALIPSIS de Juan responden a las dos objeciones principales de Schopenhauer, a saber, que "alegorizar" es mentir, y que la Religión "persigue"; pues las parábolas son alegorías perfectamente verdaderas y no mitos ni engaños; y la Religión verdadera NO persigue.

Llamó "perseguir" al intentar imponer la religión por presión externa o violencia; cosa repugnantísima a la conciencia cristiana y que la doctrina cristiana rechaza. Mas el reprimir la herejía en un país cristiano cuando se convierte en elemento antisocial o disociador, no es "perseguir": es una medida política ("impolítica" a veces, como fue la Renovación del Edicto de Nantes) que no crean ha desaparecido del mundo con la Inquisición, sólo se ha dado vuelta; ahora mismo, en el tiempo de la "Libertad", existe esporádicamente una "inquisición" política al revés, sin reglas y leyes, que quema sin fuego y que mata sin juicio, que encarcela y expolia, como lo saben bien por ejemplo los "colaboracionistas" franceses: sólo que antes la inquisición trabajaba, bien o mal, por la Verdad; y ahora trabaja por el error. La "Libertad" sabe matar a sus réprobos tan bien o mejor que el "Despotismo": lean la historia de la "Libertad" liberal en España, por ejemplo; y por casa, no digamos... Cuentan que después del 25 de Mayo de 1810, con el entusiasmo patriótico del momento, un "chafle" argentino agarró a un inocente tendero español, y lo llevaba preso a los planazos; y el "godo" gritaba: Pero ¿qué es esto?, ¿Por qué me prende?, ¿yo qué he hecho? - Y el chafle decía: ¡Marche preso, maturrango, qué se ha pensao, que todavía estamos en los tiempos del despotismo! Admirable símbolo histórico: estábamos ya en el tiempo de la libertad; solo que después no se ejercitó ya solamente con los españoles... la libertad de tomar presos...

El Veinticinco de Mayo
Día del Trueno y del rayo
Ultimo del Despotismo
Y... primero de lo mismo.

Esto expliqué ya en otra parte, y no hay para qué insistir: el que no lo ve, no sabe historia, sino solamente leyenda... negra.

La Leyenda Negra contra España: el drama de Schiller "Don Carlos", y su musicalización por Verdi; una hórrida poesía de Heine sobre los "conquistadores"; y lo que es más espantable, una carta del gran místico ruso W. Solowief (la XVII - XX de las Österbriefe, Obr. Comp., l, 2, pág.76 - Kommender Tag. Edit. Stuttgart, 1922) que se alegra de la derrota de España por los yanquis, atribuyéndola a castigo divino ¡por la Inquisición! - las tres cosas en un solo día, me hicieron vacilar un rato, y después me suscitaron este pensamiento: España es la única nación con "leyenda negra"; es decir calumniada sistemáticamente por la herejía, es decir "perseguida"; luego, España es de Cristo: "si a Mí me persiguieron..." En efecto, España fue el único temor y rencor (después del Papa) de la herejía del siglo XVI; y lo sigue siendo. Y si España hoy día sucumbe, y el gran experimento que en ella se ha iniciado no sucede, crean que el mundo actual tiene ya poca esperanza. España es actualmente la misteriosa (y calumniada) esperanza del mundo. Pero yo desearía que Franco renunciara a tiempo, y no "ofreciera al mundo el mísero espectáculo de los Reyes decrépitos", como dijo Mussolini que él no haría... y lo hizo. Pero Franco sabrá lo que hace.

Por las dudas, conviene armarse mentalmente para la persecución; pues los nublados de hoy contienen en potencia una tormenta de persecución más maligna que todas las que han existido hasta ahora.

(p. Leonardo Castellani, Las parábolas de Cristo, Ed. Jauja, Mendoza, 1994, Pág. 266-273)


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Mons. Juan Straubinger

Lc. XVII (notas al pie)

Poder de la Fe

v.5 - Los discípulos piden un aumento como quien ya tiene algo de fe. Jesús los desilusiona sobre eso que creen tener. Véase Mt. 17, 20; 21, 21; Mc.11, 23.

v.10 - "Entregarse todo entero y considerarse siervo inútil es una cosa preciosa para el hombre espiri­tual. Porque el que lo ha hecho es el que descubre fácilmente cuán mal sabe hacerlo. Y cómo desea hacerlo cada vez más, pues ha encontrado en ello su reposo, vive pidiendo al Padre que le enseñe a entregarse, comprendiendo que todo cuanto pueda hacer en ese sentido es también obra de la gratuita misericordia de ese Dios cuyo Hijo vino a buscar pecadores y no justos, y sin el cual nada podemos. De ahí que al hombre espiritual ni siquiera se le ocurre pensar —como lo hace el hombre natural—que es dura e injusta esa palabra de Jesús al decir que nos llamemos siervos inútiles, pues el espiritual se da cuenta de que ser así, inútil, no sólo es una enorme verdad que en vano se pretendería negar, sino que es también lo que más le conviene para su ventaja, pues a los hambrientos Dios los llena de bienes, en tanto que si él fuera rico espiritualmente (o mejor: si pretendiera serlo) sería despedido sin nada, como enseña María (Lc. 1, 53). Vemos, pues, que en esto de ser siervo inútil está, no una censura o reproche de Jesús, sino todo lo contrario: nada menos que la bienaventuranza de los pobres en el espíritu (Mt. 5, 3). Así es la suavidad inefable del Corazón de Cristo: cuando parece exigirnos algo, en realidad nos está regalando. Y bien se entiende esto, pues a Él ¿qué le importaría que hiciéramos tal cosa o tal otra, si no buscara nuestro bien... hasta con su Sangre? De ahí que la carac­terística del hombre espiritual sea ésta: se sabe amado de Dios y por eso no se le ocurre suponerle intenciones crueles, aunque Él a veces disimule su bondad bajo un tono que nos parece severo, como al niño cuando el padre lo manda a dormir la siesta. Porque Él nos dice que no piensa en obligarnos sino en darnos paz (Jer. 29, 11)". Sobre la dife­rencia entre el hombre espiritual y el que no lo es, véase I Cor. 2, 10 y 14.

(Mons. Juan Straubinger, La Santa Biblia, Tomo II, Club de lectores, Bs. As., 1986, p. 103)


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San Agustín

Sobre las palabras del Evangelio de San Lucas (17-3): Si te ofendiere tu hermano, repréndele, etc. Y el perdón de los pecados.

1. Cuántas veces hemos de perdonar al hermano. Habla el santo evangelio que se nos acaba de leer sobre el perdón de las injurias, y tal será el tema de nuestra plática, somos ministros de la palabra, no de la nuestra, sino de la divina, la de nuestro Señor, a quien no sirve nadie sin gloria y nadie le desprecia sin castigo. El mismo Señor, pues, y Dios nuestro, quien, junto a su Padre, nos hizo y, hecho el hombre por nosotros, nos re-hizo; el mismo Señor Dios nuestro, Jesucristo; es quien nos dice lo ahora poco leído en el evangelio: si tu hermano, dice, te ofendiere, repréndele; y, de arrepentirse, perdónale; y si pecare siete veces al día contra ti y viniese a decirte: “Me arrepiento”, perdónales. Siete veces al día significaba en sus labios tantas cuantas veces; no vayas a pensar que, si te ofende ocho veces, no has de perdonarle. ¿Qué significaba, pues, siete veces? Siempre que te ofenda y . se arrepienta. Tal es el significado de aquello: Siete veces al día te alabaré, lo cual equivale a lo dicho en otro salmo: Siempre su alabanza en mi boca. Y es la razón certísima de tomar el número siete veces en equivalencia de siempre que el tiempo gira en torno a siete días, los cuales se suceden ininterrumpidamente.

2. Se ha de perdonar para ser perdonados. Tú, pues, quien seas, que vives el pensamiento de Cristo y ardes por lograr el objeto de sus promesas, no seas negligente en hacer lo que ha ordenado. ¿Qué prometió? La vida eterna. Y ¿qué mandó? Que perdones a tu hermano. Como si hubiera dicho: Tú, homo, da homini veniam ut ego Deus ad te veniam: Da, hombre, al hombre perdón, y vendré a tu celentísimas promesas aquellas de Dios, según las cuales nuestro Criador ha de hacernos iguales a sus ángeles para que vivamos sin fin con Él, y en El, y de él; silenciando, digo, esto ahora, ¿no quieres tú recibir de Dios lo mismo que se te ordena dar a tu hermano? Dime que no lo quieres, y no perdones. Y ¿Qué gracia es ella – la que deseas recibir de Dios- sino el perdón, cuando lo pides? Te le dará si perdonas a quien te lo pide a ti. O bien, si no tienes materia de perdón, atrévome a decir que te niegues a perdonar, mas... esto no he debido decirlo.

3. El pecador perdone al pecador. Usaría yo este lenguaje si no tuvieres tú pecado alguno del que desearas verte perdonado; pero, seas quien seas, eres hombre, si justo, eres hombre; si lacio, eres hombre; si monje, eres hombre; si clérigo, eres hombre; si obispo, eres hombre; si apóstol, eres hombre. Oye, pues, cómo habla un apóstol: Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos. El mismo, el mismo, el mismísimo Juan, apóstol y evangelista, a quien el Señor Cristo amaba con preferencia y se apoyó sobre su pecho, es el mismo que dice; Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está con nosotros. Se incluyó entre los culpables para ser incluido entre los perdonados. Si dijeramos...; fijaos en quien lo dice...si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros... Mas, si confesáramos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y limpiarnos de toda iniquidad. ¿Cómo nos limpia? Perdonando; no que no halle razones de castigarnos, sino porque halla pecados que perdonarnos. Luego, hermanos, si también nosotros tenemos pecados, perdonemos a quien nos lo pide. No demos cabida en nuestro pecho a enemistades, porque las enemistades, cuando echan raíces, vician el corazón mismo.

(San Agustín, sermón 144. Obras completas, Madrid 1952, BAC, T X, 561 ss.)


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Juan Pablo II

MISA DE BEATIFICACIÓN DE SIETE SIERVOS DE DIOS

HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Domingo 7 de octubre de 2001

1. "El justo vivirá por su fe" (Ha 2, 4). Con estas palabras llenas de confianza y esperanza el profeta Habacuc se dirige al pueblo de Israel en un momento particularmente agitado de su historia. Releídas por el apóstol san Pablo a la luz del misterio de Cristo, estas mismas palabras se utilizan para expresar un principio universal: con la fe es como el hombre se abre a la salvación que le viene de Dios.

Hoy tenemos la alegría de contemplar este gran misterio de salvación actualizado en los nuevos beatos. Son los justos que por su fe viven con Dios eternamente: Ignacio Maloyan, obispo y mártir; Nicolás Gross, padre de familia y mártir; Alfonso María Fusco, presbítero; Tomás María Fusco, presbítero; Emilia Tavernier Gamelin, religiosa; Eugenia Picco, virgen; y María Eutimia Üffing, virgen.

Estos ilustres hermanos nuestros, elevados ahora a la gloria de los altares, supieron traducir su fe indómita en Cristo en una extraordinaria experiencia de amor a Dios y de servicio al prójimo.

2. Monseñor Ignacio Maloyan, que murió mártir a la edad de 46 años, nos recuerda el combate espiritual de todo cristiano, cuya fe está expuesta a los ataques del mal. De la Eucaristía sacaba, día a día, la fuerza necesaria para cumplir con generosidad y celo su ministerio sacerdotal, dedicándose a la predicación, a la pastoral de los sacramentos y al servicio de los más pobres. A lo largo de su existencia vivió plenamente las palabras de san Pablo: “Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio" (2 Tm 1, 7). Frente a los peligros de la persecución, el beato Ignacio no aceptó ninguna componenda, declarando a quienes lo amenazaban: “A Dios no le agrada que reniegue de Jesús mi Salvador. Derramar la sangre por mi fe es el deseo más vivo de mi corazón". Que su ejemplo ilumine hoy a todos los que quieren ser auténticos testigos del Evangelio, para la gloria de Dios y la salvación de sus hermanos.

3. En su vida de madre de familia y de religiosa fundadora de las Religiosas de la Providencia, Emilia Tavernier Gamelin fue modelo de abandono valiente a la Providencia. Su atención a las personas y a las situaciones la llevó a inventar formas nuevas de caridad. Tenía un corazón abierto a todas las necesidades, sirviendo especialmente a los pobres y a los humildes, a quienes deseaba tratar como reyes. Considerando que lo había recibido todo del Señor, daba con generosidad. Ese era el secreto de su alegría profunda, incluso en la adversidad. Con espíritu de confianza total en Dios y con un sentido agudo de la obediencia, como el "siervo" del evangelio, cumplió su deber de estado como un mandamiento divino, buscando hacer en todo la voluntad del Señor. Que la nueva beata sea un modelo de contemplación y acción para las religiosas de su instituto y para las personas que trabajan con ellas.

4. Los dos nuevos beatos de Alemania nos remontan a un período sombrío del siglo XX. Nuestra mirada se dirige al beato Nicolás Gross, periodista y padre de familia. Con perspicacia comprendió que la ideología nacionalsocialista no era compatible con la fe cristiana. Valientemente tomó la pluma para defender la dignidad del hombre. Nicolás Gross amó mucho a su mujer y a sus hijos. Pero ni siquiera este vínculo que lo unía a su familia lo llevó a abandonar a Cristo y su Iglesia.

Sabía muy bien que "si hoy no arriesgamos nuestra vida, ¿cómo podremos presentarnos luego ante Dios y ante nuestro pueblo?". Por esta convicción fue conducido al patíbulo, pero precisamente por ello se le abrieron las puertas del cielo. En el beato mártir Nicolás Gross se cumple lo que anunció el profeta: “El justo vivirá por su fe" (Ha 2, 4).

5. La beata sor Eutimia dio un testimonio totalmente diferente. La religiosa de la Misericordia se dedicó al cuidado de los enfermos, en particular de los prisioneros de guerra y de los trabajadores extranjeros. Por esta razón, la llamaban también "mamá Eutimia". Después de la guerra debió encargarse de la lavandería, en vez de la asistencia a los enfermos. Hubiera preferido atender a los hombres más que a las máquinas; sin embargo, siguió siendo una religiosa compasiva, que tenía para todos una sonrisa y una palabra amable. Así expresaba su deseo: “El Señor debe servirse de mí y convertirme en un rayo de sol que ilumina todos los días". Vivió según el lema: cualquier cosa que hagamos, somos siempre unos "siervos inútiles, pues hemos hecho lo que teníamos que hacer" (Lc 17, 10). Su grandeza reside en la fidelidad a lo pequeño.

6. "Si tuvierais fe como un granito de mostaza...", exclama Jesús conversando con los discípulos (Lc 17, 6).

Una fe genuina y tenaz guió la vida y la obra del beato don Alfonso María Fusco, fundador de las Religiosas de San Juan Bautista. Desde que era muchacho, el Señor puso en su corazón el deseo apasionado de dedicar su vida al servicio de los más pobres, especialmente de los niños y los jóvenes, que encontraba en gran número en su ciudad natal, Angri, en Campania. Para ello emprendió el camino del sacerdocio y llegó a ser, en cierto sentido, "el don Bosco del sur". Desde el principio quiso comprometer en su obra a algunas jóvenes que compartían su ideal, proponiéndoles como lema las palabras de san Juan Bautista: “Parate viam Domini", "Preparad el camino del Señor" (Lc 3, 4). Confiando en la divina Providencia, el beato Alfonso María y las religiosas bautistinas realizaron una labor que superaba con mucho sus expectativas. De una simple casa de acogida surgió un Instituto que hoy está presente en dieciséis países y cuatro continentes, junto a los "pequeños" y los "últimos".

7. La singular vitalidad de la fe, testimoniada por el evangelio de hoy, aflora también en la vida y la actividad de don Tomás María Fusco, fundador del instituto de las Hijas de la Caridad de la Preciosísima Sangre. En virtud de la fe supo vivir, en el mundo, la realidad del reino de Dios de un modo muy especial. Entre sus jaculatorias, había una que apreciaba en particular: “Creo en ti, Dios mío; aumenta mi fe". Esto es precisamente lo que piden los Apóstoles a Jesús en el evangelio de hoy (cf. Lc 17, 6). En efecto, el beato Tomás María había comprendido que la fe es ante todo un don, una gracia. Nadie puede conquistarla o ganarla por sí solo. Sólo se puede pedir, implorar de lo alto. Por eso, iluminados por la valiosa enseñanza del nuevo beato, no nos cansemos jamás de invocar el don de la fe, porque "el justo vivirá por su fe" (Ha 2, 4).

8. La síntesis vital entre contemplación y acción, realizada a partir de la participación diaria en la Eucaristía, fue el fundamento de la experiencia espiritual y del impulso de caridad de Eugenia Picco. En su vida se esforzó siempre por ponerse a la escucha de la voz del Señor, según la invitación de la liturgia dominical de hoy (cf. Antífona del salmo responsorial), sin huir jamás de los servicios que le exigía su amor al prójimo. En Parma se ocupó de la pobreza de la gente, respondiendo a las necesidades de los jóvenes y de las familias indigentes y asistiendo a las víctimas de la guerra que entonces ensangrentaba a Europa. También ante el sufrimiento, con los inevitables momentos de dificultad y desasosiego que entraña, la beata Eugenia Picco supo transformar la experiencia del dolor en ocasión de purificación y crecimiento interior. Aprendamos de la nueva beata el arte de escuchar la voz del Señor, para ser testigos creíbles del evangelio de la caridad en los albores de este milenio.

9. "Mirabilis Deus in sanctis suis!". Juntamente con las comunidades en las que los nuevos beatos vivieron y por las que gastaron sus mejores energías humanas y espirituales, queremos dar gracias a Dios, "admirable en sus santos". Al mismo tiempo, le pedimos, por su intercesión, que nos ayude a responder con renovado ardor a la vocación universal a la santidad. Amén.


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Catecismo de la Iglesia Católica

El sentido de la «Fe» en la Obra Salvífica

26 Cuando profesamos nuestra fe, comenzamos diciendo: "Creo" o "Creemos". Antes de exponer la fe de la Iglesia tal como es confesada en el Credo, celebrada en la Liturgia, vivida en la práctica de los Mandamientos y en la oración, nos preguntamos qué significa "creer". La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida. Por ello consideramos primeramente esta búsqueda del hombre (Capítulo primero), a continuación la Revelación divina, por la cual Dios viene al encuentro del hombre (Capítulo segundo), y finalmente la respuesta de la fe (Capítulo tercero).

El sentido sobrenatural de la fe

91 Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada. Han recibido la unción del Espíritu Santo que los instruye y los conduce "a la verdad completa" (Jn 16,13).

92 "La totalidad de los fieles... no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando «desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos» muestran estar totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral"..

93 "El Espíritu de la verdad suscita y sostiene este sentido de la fe. Con él, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del Magisterio..., se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre, la profundiza con un juicio recto y la aplica cada día más plenamente en la vida".

99 En virtud de su sentido sobrenatural de la fe, todo el Pueblo de Dios no cesa de acoger el don de la Revelación divina, de penetrarla más profundamente y de vivirla de modo más pleno.

250 Durante los primeros siglos, la Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria tanto para profundizar su propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los errores que la deformaban. Esta fue la obra de los Concilios antiguos, ayudados por el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la fe del pueblo cristiano.

251 Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico: "substancia", "persona" o "hipóstasis", "relación", etc. Al hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo, sorprendente, a estos términos destinados también a significar en adelante un Misterio inefable, "infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana".

282 La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los hombres de todos los tiempos se han formulado: "¿De dónde venimos?" "¿A dónde vamos?" "¿Cuál es nuestro origen?" "¿Cuál es nuestro fin?" "¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?" Las dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida y nuestro obrar.

440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre. Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad trascendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo" (Jn 3,13), a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20,28). Por esta razón, el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz. Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch 2,36).

498 A veces ha desconcertado el silencio del Evangelio de san Marcos y de las cartas del Nuevo Testamento sobre la concepción virginal de María. También se ha podido plantear si no se trataría en este caso de leyendas o de construcciones teológicas sin pretensiones históricas. A lo cual hay que responder: la fe en la concepción virginal de Jesús ha encontrado viva oposición, burlas o incomprensión por parte de los no creyentes, judíos y paganos; no ha tenido su origen en la mitología pagana ni en una adaptación de las ideas de su tiempo. El sentido de este misterio no es accesible más que a la fe que lo ve en ese "nexo que reúne entre sí los misterios", dentro del conjunto de los Misterios de Cristo, desde su Encarnación hasta su Pascua. San Ignacio de Antioquía da ya testimonio de este vínculo: "El príncipe de este mundo ignoró la virginidad de María y su parto, así como la muerte del Señor: tres misterios resonantes que se realizaron en el silencio de Dios".

505 Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe. "¿Cómo será eso?" (Lc 1,34) La participación en la vida divina no nace "de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios" (Jn 1,13). La acogida de esta vida es virginal porque toda ella es dada al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal de la vocación humana con relación a Dios se lleva a cabo perfectamente en la maternidad virginal de María.

785 "El pueblo santo de Dios participa también del carácter profético de Cristo". Lo es sobre todo por el sentido sobrenatural de la fe que es el de todo el pueblo, laicos y jerarquía, cuando "se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre" y profundiza en su comprensión y se hace testigo de Cristo en medio de este mundo.

889 Para mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles, Cristo, que es la Verdad, quiso conferir a su Iglesia una participación en su propia infalibilidad. Por medio del "sentido sobrenatural de la fe", el Pueblo de Dios "se une indefectiblemente a la fe", bajo la guía del Magisterio vivo de la Iglesia.

904 "Cristo... realiza su función profética... no sólo a través de la jerarquía... sino también por medio de los laicos. El los hace sus testigos y les da el sentido de la fe y la gracia de la palabra":

Enseñar a alguien para traerlo a la fe es tarea de todo predicador e
incluso de todo creyente. [Santo Tomás de Aquino]


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EJEMPLOS PREDICABLES

No creer ciegamente a los ojos; el joven desaparecido

Es muy común el adagio: “sólo creo en lo que veo”. pero, aun con la mejor vista, no se puede fiar plenamente de los ojos. ¿No son ellos víctimas de la fantasía? Frecuentemente ven como se piensa y desea.

Del Corriere della sera, 23-19-1916, reproducimos: «En la expedición de Bonaparte a Egipto, desapareció en Fontainebleau un joven de familia distinguida, en modo tan misterioso, que se hicieron las hipótesis más inverosímiles.

En ese tiempo Champollión, el gran científico que Napoleón quiso consigo para ilustrar los monumentos de tan remota antigüedad, entre muchas cosas llevó consigo a París una momia egipcia. Deteniéndose en Fontainebleau, Champollión al subir sus bagajes a la diligencia, olvidó la caja de la momia. Fue abierta por los empleados que viendo dentro el cuerpo humano, pensaron enseguida en el jovencito desaparecido.

El comisario de policía corrió con un médico no menos ignorante, y extendieron un expediente verbal. Expuesto el cadáver al público, fue reconocido por muchos; hasta por sus mismos padres... Nuevas y extravagantes conjeturas. Sin dificultad hallaron el viajero dueño del cajón, es decir Champollión... Arrestado, pudo demostrar el error de la policía. ¡Se necesitó nada menos que un fallo de los tribunales para poder recuperar la momia!

En tanto, para colmo del ridículo, la denuncia de una camarera había hecho descubrir al joven asesinado, viviendo alegremente en su palacio de Fontainebleau; su dueño lo había secuestrado en su palacio. En todas partes hubo grandes discusiones; «y en París, dice A. Scarlatti en Minerva, el autor cómico Tecouet, obtuvo un éxito grandioso con la Historia de una momia…»

¡Como para fiarse de lo que ven los ojos! y creer eso solo. El creer puede ser racional o irracional según los casos o las cosas. Es racional para el niño creer a su padre, maestros; creer al profesor de geografía de regiones que no se vieron ni verán nunca... Muchas veces debemos creer a los demás, sin haber visto lo que dicen. Resulta, pues, absurda la afirmación del incrédulo: «Yo no creo sino lo que veo, o entiendo». Aun en el orden terreno, no deberíamos creer casi a nada.

Si con las condiciones debidas, se debe creer al enseñante, a los libros, ¿no será más racional creer a Dios, al Evangelio? Los hombres, aun los más dotados, no sólo pueden engañarse, sino engañar, equivocarse, aun los sabios y rectos. Dios es la Verdad y Veracidad por esencia. (PERARDI.)

(Rosalio Rey Garrido, Anécdotas y reflexiones,Ed. Don Bosco, Bs. As., 1962, n° 37