COMENTARIOS
A LA SEGUNDA LECTURA
Hb 2, 9-11
1. El tratado o sermón a los Hebreos está todo él escrito con una finalidad bien precisa: devolver la ilusión de ser cristianos a unos hombres que ya no tienen esa ilusión, entre otras razones, porque ser cristianos les comportaba oposición y persecución. En situaciones así cobra gran importancia psicológica el valor de ejemplaridad, es decir, la existencia de personas que en condiciones adversas parecidas han sabido responder con entereza.
Esto es precisamente lo que hace el autor de Hebreos en los versículos de hoy: presentar a Jesús inmerso en la oposición y persecución. Se trata, como se ve, de una técnica psicológica, que conlleva un lenguaje y una metodología especiales. Si no se tiene en cuenta este presupuesto hermenéutico se corre el grave peligro de distorsionar las afirmaciones de los versículos de hoy.
El autor es maestro consumado en el empleo de esta técnica: resalta la dimensión humana de Jesús, los beneficios derivados de su entereza. La frase del v. 10: Dios juzgó conveniente consagrar con sufrimientos al guía, responde a un recurso de lenguaje, apropiado a esta técnica. De esta manera, en el lector u oyente se va despertando poco a poco la ilusión de proceder con la misma entereza.
Una última aclaración. La muerte y el sufrimiento de los que habla el autor no son la muerte o el sufrimiento naturales, sino los impuestos a Jesús por no cejar en llevar adelante su misión. No hay aquí nada de religión masoquista. Sólo un empleo distorsionado de estos versículos ha sido la causa de tal acusación.
DABAR 1976, 54
2.
Para los lectores de esta carta y, en general, para todos los cristianos primitivos procedentes del judaísmo, constituía un escándalo la muerte de Jesús en la cruz (cfr. 1 Cor 1, 23). El hecho de su muerte y el retraso de su parusía o manifestación definitiva de su gloria, parecían situar a Jesús por debajo de los ángeles. El autor de la carta, tratando de salir al paso de esta sospecha contra la excelsa dignidad de Jesús, utiliza en sentido mesiánico el sal 8, 5-7. En este supuesto, hace las siguientes afirmaciones de Cristo:
a)Durante
el tiempo de su vida en la tierra se anonadó situándose por debajo de los
mismos ángeles;
b)Pero después de su ascensión a los cielos vive coronado de gloria y está
sentado a la diestra de Dios Padre;
c)La pasión y muerte de Jesús fueron condición necesaria de su exaltación
como Señor en la gloria;
d)Así como el medio elegido para salvar a los hombres.
Todo esto obedece al plan de Dios, que es el principio y fin de todas las cosas y aquel de quien procede también la iniciativa de salvar a los hombres. Se trata de un plan coherente con el amor de Dios, de un plan que conviene a Cristo para alcanzar su gloria y a los hombres para llegar a ser hijos de Dios y partícipes de la gloria de Cristo. El sufrimiento no es algo bueno en sí mismo; tampoco algo en lo que Dios se complazca. Los cristianos no creemos en un Dios sádico, sino en el Dios vivo que es Amor. Pero el sufrimiento libremente aceptado por Cristo es la palabra más clara en la que Dios se manifiesta como Amor. La solidaridad de Jesucristo con los que sufren da sentido al sufrimiento. Cristo, Hijo de Dios, se hizo descendiente de Adán y hermano nuestro, para que nosotros fuéramos hijos de Dios. De aquí que no se avergüence de llamar hermanos a los que él ha santificado.
EUCARISTÍA 1982, 45
3.
-Los hombres santificados, hermanos de Jesús (Heb 2, 9-11)
El santificador Jesús, y los santificados, los hombres, están íntimamente unidos: "proceden todos del mismo". Por eso llama Jesús a los hombres sus hermanos. Esta perfección del hombre en Cristo es el resultado de un largo y doloroso camino de la vida de Cristo, lo mismo que de la nuestra. Pero Jesús está en la raíz de toda santificación. El plan de Dios era tener una multitud de hijos que conducir hasta la gloria. Era preciso, pues, que llevara hasta su perfección, mediante el sufrimiento, a aquel que está en el origen de la salvación de todos.
El pasaje contiene expresiones que pueden ofender a los oídos y que hay que entender bien. Expresan todas ellas el hecho de la Encarnación y apuntan, por lo tanto, a la naturaleza humana de Cristo sin perjuicio alguno de su divinidad. Jesús ha sido puesto un poco por debajo de los ángeles, pero a causa de su pasión y de su muerte, ha sido coronado de gloria. Es el tema de la carta a los Filipenses (2, 1-11, Domingo 26º, A). El autor de la carta a los Hebreos cita en el capítulo 2 el salmo 8, 6: es el abajamiento de Jesús en su naturaleza humana. Jesús es perfeccionado por el sufrimiento.
No que no fuera perfecto en su naturaleza divina, sino que tomó una naturaleza humana en todo igual a la nuestra, excepto el pecado, de la que lleva las consecuencias. Por eso es susceptible de perfección. De este modo, la naturaleza humana asumida por Cristo será reparada y llevada a su perfección mediante el sufrimiento. No es que el sufrimiento por sí mismo, sea fuente de perfección, sino el sufrimiento aceptado y ofrecido según los designios de Dios. En ese caso, el sufrimiento lleva al perfeccionamiento de la gloria. Y si esto se ha realizado en Jesús, debe realizarse en nosotros que somos sus hermanos, por quienes él dio su vida.
ADRIEN
NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 7
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág.
133 s.
4.
El santificador y los santificados proceden todos del mismo Hasta el final del año litúrgico, leeremos en la segunda lectura fragmentos de la carta a los Hebreos. Es éste un escrito ciertamente difícil, pero de un contenido de gran interés. El autor (que no es el apóstol Pablo, aunque en diversas tradiciones le ha sido atribuido) se dirige a cristianos de origen judío o conocedores del judaísmo, que viven en territorio pagano, que hace ya un cierto tiempo que se han convertido, y que ahora han perdido en buena parte el entusiasmo inicial de la fe y del seguimiento de Jesucristo. Ante esta situación, el autor les recuerda con insistencia y vigor el sentido de lo que Jesucristo ha hecho, y la vida nueva que así nos ha aportado. Y lo hace tomando como punto de referencia el culto del Antiguo Testamento, para afirmar que la entrega personal de Jesucristo hasta la muerte (el "sacrificio" de su existencia entera) realiza verdaderamente lo que los sacrificios del Antiguo Testamento no habían podido nunca realizar: la unión de los hombres con Dios. Por eso vale la pena reafirmar la fe y el seguimiento.
El fragmento de hoy resume de alguna manera todo el tema: el objetivo de Dios era "llevar a una multitud de hijos a la gloria". Esto se ha realizado por medio de Jesucristo, que se ha humillado y ha sido fiel hasta la muerte, y así ha llegado a la gloria y nos ha abierto el camino a nosotros, porque nuestro padre es el mismo, y Jesucristo no se avergüenza de llamarnos hermanos.
JOSEP
LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 13
5. El santificador y los santificados proceden todos del mismo
Hoy empezamos la lectura de la carta a los cristianos hebreos, que continuaremos a lo largo de los seis próximos domingos. Se trata de un texto difícil a causa de su lenguaje, de las ideas utilizadas extraídas del complejo cultural del Antiguo Testamento y de la profundidad cristológica de sus razonamientos que siguen, muchas veces, el método exegético de los rabinos, bastante distinto al nuestro. La selección de breves versículos que hace la liturgia no nos ayuda tampoco a captar adecuadmente su contenido. Eso nos obliga a hacer una lectura personal completa y seguida de toda la carta.
El autor parte de una experiencia personal: Cristo resucitado comparte la vida de Dios; es hombre y Dios al mismo tiempo. Apartir de su sensibilidad lilürgica comprende que Cristo ha realizado en verdad lo que el antiguo culto pretendía alcanzar simbólicamente: hacer entrar al hombre a la misma presencia de Dios. Por ello, en los primeros capítulos de la carta, el autor presenta a sus lectores el doble rostro de Cristo, humano y divino al mismo tiempo.
Nuestro texto de hoy se centra en este doble rostro. Cristo ha compartido nuestra condición humana, nos llama "hermanos", ".lo .hiciste casi igual que los ángeles" (cf. Salmo 8,6). Pero, al mismo tiempo, después de su pasión y muerte, ha sido "coronado de gloria y honor". Por su solidaridad con el linaje humano, su destino de gloria no le afecta tan sólo a él; sino que, gracias a él, también es nuestro propio destino: quiso "llevar una multitud de hijos a la gloria".
Nuestra vida de cristianos participa de este doble rostro de Cristo.
JORDI
LATORRE
MISA DOMINICAL 2000 12 43