COMENTARIOS AL SALMO 145

 

1.

Himno de Cristo al Padre, su protector

* J/SALVADOR/AG:No confiéis en los príncipes, seres de polvo que no pueden salvar: Y San Agustín comenta:421 "No sé por qué extraña debilidad, el alma humana, al ser atribulada, desespera del Señor en este mundo y pretende confiar en el hombre. Dígase a una persona que se encuentra en algún aprieto: «Hay un varón poderoso que puede salvarte.» Al oír esto, sonríe, se alegra y recobra el ánimo. Pero si se le dice: «Dios te libra», se queda desesperanzado y como helado. ¡Te promete socorro un mortal, y te gozas; te lo promete el Inmortal, y te entristeces! ¡Ay de tales pensamientos! ... Sólo en el Hijo del Hombre está la salvación; y en Él reside no porque sea Hijo del Hombre, sino porque es Hijo de Dios".

Por eso, Cristo es el sacramento del encuentro con Dios y los Sacramentos actos de salvación personal de Cristo. No existe otro acontecimiento salvífico, otro nombre en el que podamos encontrar nuestra salvación (Act 4: 12), ni otro sacramento que Cristo.422

** Dichoso el que espera en el Señor, su Dios: Por ser ya bienaventurado, Jesús poseía y gozaba plenísimamente de Dios, que es el objeto primario de la esperanza, y, por tanto, carecía de esta virtud. No obstante, como explica Tomás de Aquino,423 pudo tenerla -y la tuvo de hecho- con relación al auxilio de su Padre para alcanzar la glorificación e inmortalidad de su Cuerpo.

Además, "a lo largo de toda su actividad terrena, el Señor, que experimentaba continuamente a su alrededor el favor de su Padre, percibió de una manera espontánea y vital los sentimientos contenidos en este salmo. Para Él mismo sería grato alabar (v. 1) al Padre entonando este mismo himno de alabanza.

No obstante, siendo esto verdad, es sobre todo durante las afrentas de su Pasión cuando el Señor obtuvo una experiencia más intensa de este favor con que su Padre le rodea. Parece que el salmo canta en sintonía con el martillo que le cose al madero y, cuando acaban de crucificarle con los mismos instrumentos de su profesión, exclama: 'In manus tuas commendo spíritum meum'. En medio de este confiado abandono recibe la recompensa de su Resurrección gloriosa. Así pues, el salmo, puesto en labios de Cristo resucitado,424 se reviste de una luz del todo nueva.

El Señor puede dejarnos desprovistos de apoyos humanos y proclamar, en virtud de su experiencia decisiva después de la Pasión, que son verdaderamente dichosos quienes eligen por protector a Dios, que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en él." 425

*** "Actualmente Cristo no reina de un modo perfecto en sus miembros porque sus corazones están distraídos en pensamientos vanos ... pero cuando este cuerpo mortal se revista de inmortalidad (1 Cor 15: 24), y abandone el mundo, se desgajará de esas distracciones y, entonces, Cristo reinará de un modo perfecto en sus Santos y 'Dios será todo en todos.' (1 Cor 15: 28).

La contemplación del Profeta le empuja a situarse, por así decir, en el final de los tiempos. Entonces, viendo la fragilidad de todo lo que, por ser terreno, resulta caduco, no piensa mas que en alabar a Dios. Este fin del mundo vendrá presto para cada uno de nosotros: vendrá en el momento en el que muramos y nos desliguemos de cuanto nos rodea. Enderecemos, pues, nuestros afanes hacia lo que constituirá, al fin, nuestra ocupación perenne."426

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421 S. AGUSTÍN, Enarrationes in psalmos, 145, 3.

422 S AGUSTIN, Epistula 187, 34; PL 38, 845.

423 S. TOMAS DE AQUINO, Summa Theologica, 3, 7, 4, ad corpus et ad I et ad 2.

424 P. SALMON OSB, Les 'Tituli psalmorum' des manuscrits latins, Pans, 1959, Serie I (S. Columbano), 145, p. 74: 'Vox Christi ad populum'.

425 P. GUICHOU, Les psaumes commentés par la Bible, III, París, 1958, p. 213-214.

426 CASIODORO, Expositiones in Psalterium, 146; PL 70.

FELIX AROCENA
EN ESPÍRITU Y VERDAD, vol. I
Colección Trípode. Edic. EGA
Bilbao-1995.Págs. 197-199


2.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL

* Es un "himno" del reino de Dios. A partir del salmo 145, hasta el último, el 150, tenemos una serie que se llama el "último Hallel", porque cada uno de estos seis salmos comienza y termina por "aleluia". En esta forma el salterio termina en una especie de ramillete de alabanza. Recordemos que la palabra "hallélouia" significa, en hebreo "alabad a Yahveh", "alabad a Dios".

El salmista canta el amor de Dios en una especie de carillón festivo, más sensible en hebreo por la repetición, nueve veces, de una misma construcción gramatical que se llama el "participio hímnico":

Dios

-Que ha creado los cielos

-Que mantiene su fidelidad

-Que hace justicia a los oprimidos...

-Que da el pan a los hambrientos...

Yahvéh

-Que libera a los prisioneros...

Yahvéh

-Que abre los ojos a los ciegos...

-Que endereza a los encorvados...

Yahvéh

-Que ama a los justos...

Yahvéh

-Que guarda a los peregrinos...

-Que protege al huérfano y a la viuda...

(En esta traducción, hemos tratado de hacer sensible la asonancia final ("I M" en hebreo), que crea un efecto de balanceo, como el de un carillón: la misma sílaba vuelve al final de cada verso como una rima).

Podemos imaginar dos coros que se contestan, haciéndose eco.

Observad la especie de letanía de desgraciados a los cuales ayuda Dios: los "oprimidos", los "hambrientos", los "prisioneros", los "ciegos", los "abatidos", los "extranjeros", las "viudas", los "huérfanos"...

¡Toda la desgracia del mundo que conmueve a Dios!

Observad la triple afirmación de pertenencia: "Mi Dios"... "Su Dios"... "Tu Dios"...

¡Admirable familiaridad!

SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS

** Nada impide poner este salmo en boca de Jesús. Parece que escucháramos el Evangelio.

Jesús, lejos de contar en los poderes mundanos, deliberadamente se pone de lado de los pobres, desde el pesebre hasta la cruz, apoyándose únicamente en su Padre.

Muchos milagros de Jesús fueron el cumplimiento de esta palabra: la multiplicación de los panes para los hambrientos, la devolución de la vista a los ciegos, la liberación de los prisioneros del pecado...

A la sala del festín mesiánico, los pobres, los lisiados, los encorvados, los ciegos, son los primeros invitados.

Igual que el salmo, Jesús pronunció también "bienaventuranzas": "bienaventurado aquel cuyo auxilio es Dios... Bienaventurado el que escucha la palabra de Dios..." Y a estas Bienaventuranzas, corresponde una "maldición" igual que en el salmo: "deja extraviar a los malvados"... "Ay de vosotros los ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo". (Lucas 6,24). Jesús repitió a menudo, con este salmo, que la vida materialista conduce a la nada. Recordemos lo del rico que quería ampliar sus ¡graneros! "No confiéis en los poderosos, ellos vuelven a la tierra, y ese día sus proyectos se desploman".

Es obvio que la liturgia relacione este salmo 145 con el Evangelio de San Marcos 12, 38-44 por la alusión a la "viuda pobre" que Jesús exalta... Y por la alusión a los escribas, los poderosos de la época, "que devoran los bienes de la viudas", mientras Dios "¡sustenta a la viuda y al huérfano!"

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

*** "Alaba al Señor, alma mía... Aleluia... Quiero alabar al Señor toda mi vida". ¿Sabemos alabar? ¿Sabemos "dar gracias" por todas las maravillas del amor de Dios?

"No confiéis en los poderosos, incapaces de salvar..." Sí, como apoyarse en el hombre, "hijo del polvo", hijo de Adán sacado del barro. Por alto que esté, por grande e inteligente que sea, un día tiene que volver al polvo. No hay en esto ninguna exageración... ¡Ningún pesimismo! Es simple y evidente ¡verdad! Sólo Dios puede "salvarnos". "No hay salvación en ningún otro". (Hechos 4,12).

Señor, concédenos esta felicidad profunda. Haz que creamos que allí, y únicamente allí está la felicidad estable, que nada, absolutamente nada, puede lastimar ni empañar.

"El hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto en ellos hay..." De tiempo en tiempo, hay que cerrar los ojos, y evocar este gran universo creado. Decid al menos, ¡que es fantástico y bello! En una hermosa noche sin nubes, mirad las estrellas, imaginad las galaxias. Pensad en la vida que bulle, en millares y millares de seres sobre la tierra y en el fondo del mar.

"El, que guarda fidelidad eternamente..." Seguidamente, luego de evocar el poder creador, el salmista pasa sin previa advertencia, como la cosa más natural, a la "fidelidad amorosa y eterna" de Dios. Podría uno imaginar lejano, este gran Dios del universo. Esto hacen muchos filósofos. Pero escuchad: El se ocupa con predilección de los pequeños, de los maltrechos, de los despreciados, de los desgraciados. Para ellos reserva todas sus bendiciones: "hace justicia"..., "da...", "libera...", "abre...", "levanta...", "desata...", "protege...", "sostiene...". Sólo los orgullosos, los autosuficientes reciben una maldición: basta abandonarlos a su propia suerte, "dejar que se extravíen"... Van hacia el polvo, ya que rechazan el destino divino, eterno, que se les ofrece.

"Si Dios se interesa por los desgraciados... ¿Tú qué? ¿Qué haces?... Proteger, guardar, curar, levantar, sostener. Dios ha confiado al hombre sus propias tareas. Si el hombre es "este humilde polvo inconsistente, tiene la admirable dignidad de poder imitar a Dios. "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto", decía Jesús. He ahí, en las palabras de este salmo, todo el compromiso del cristiano por la promoción, por el desarrollo, por el "servicio", personal y colectivo de la sociedad. "El Señor reinará de generación en generación... ". ¡Venga tu reino, hágase tu voluntad sobre la tierra, en los grupos humanos a los que pertenezco!

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo I
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 262-267


3. «No confiéis en los príncipes».

Aviso oportuno que adapto a mi vida y circunstancias: No dependas de los demás. No me refiero a la sana dependencia por la que el hombre ayuda al hombre, ya que todos nos necesitamos unos a otros en la común tarea del vivir. Me refiero a la dependencia interna, a la necesidad de la aprobación de los demás, a la influencia de la opinión pública, al peligro de convertirse en juguete de los gustos de quienes nos rodean, al recurso servil a «príncipes». Nada de príncipes en mi vida. Nada de depender del capricho de los demás. Mi vida es mía.

Sólo rindo juicio ante ti, Señor. Acato tu sentencia, pero no acepto la de ningún otro. No concedo a ningún hombre el derecho a juzgarme. Sólo yo me juzgo a mí mismo al reflejar en la honestidad de mi conciencia el veredicto de tu tribunal supremo. No soy mejor porque me alaben los hombres, ni peor porque me critiquen. Me niego a entristecerme cuando oigo a otros hablar mal de mí, y me niego a regocijarme cuando les oigo colmarme de alabanzas. Sé lo que valgo y lo que dejo de valer. No rindo mi conciencia ante juez humano.

En eso está mi libertad, mi derecho a ser yo mismo, mi felicidad como persona. Mi vida está en mi conciencia, y mi conciencia está en tus manos. Tú solo eres mi Rey, Señor.

«Dichoso aquel a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor su Dios».

CARLOS G. VALLÉS
BUSCO TU ROSTRO
Orar los salmos
Sal Terrae, Santander 1989, pág. 263


4.

Un canto de alabanza al Dios poderoso compuesto con intenciones didácticas. El motivo de la auténtica confianza unifica este poema antológico. No se debe confiar en los hombres, aunque sean poderosos, porque sus planes perecen lo mismo que ellos. Dios, que demuestra su poder con doce acciones dirigidas a los más oprimidos de la humanidad, suscita la auténtica confianza.

Si el salmo se considera como una alabanza, el verso final proclama su señorío universal; si es una lección en forma de oración, el salmo se cierra con un augurio de que Dios ejerza su reinado para que tenga vida plena cuantos confían en El. Formalmente se compone de una alabanza comunitaria, aunque se exprese en singular (vv. 1-2). La exhortación que sigue termina con una bendición (vv. 3-5). Continúa y finaliza con una confesión de fe colectiva a cargo de la asamblea (vv. 6-10).


5.

Felicidad de los que esperan en Dios

1. El salmo 145, que acabamos de escuchar, es un "aleluya", el primero de los cinco con los que termina la colección del Salterio. Ya la tradición litúrgica judía usó este himno como canto de alabanza por la mañana:  alcanza su culmen en la proclamación de la soberanía de Dios sobre la historia humana. En efecto, al final del salmo se declara:  "El Señor reina eternamente" (v. 10).

De ello se sigue una verdad consoladora:  no estamos abandonados a nosotros mismos; las vicisitudes de nuestra vida no se hallan bajo el dominio del caos o del hado; los acontecimientos no representan una mera sucesión de actos sin sentido ni meta. A partir de esta convicción se desarrolla una auténtica profesión de fe en Dios, celebrado con una especie de letanía, en la que se proclaman sus atributos de amor y bondad (cf. vv. 6-9).

2. Dios es creador del cielo y de la tierra; es custodio fiel del pacto que lo vincula a su pueblo. Él es quien hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos. Él es quien abre los ojos a los ciegos, quien endereza a los que ya se doblan, quien ama a los justos, quien guarda a los peregrinos, quien sustenta al huérfano y a la viuda. Él es quien trastorna el camino de los malvados y reina soberano sobre todos los seres y de edad en edad.

Son doce afirmaciones teológicas que, con su número perfecto, quieren expresar la plenitud y la perfección de la acción divina. El Señor no es un soberano alejado de sus criaturas, sino que está comprometido en su historia, como Aquel que propugna la justicia, actuando en favor de los últimos, de las víctimas, de los oprimidos, de los infelices.

3. Así, el hombre se encuentra ante una  opción  radical  entre  dos  posibilidades opuestas:  por un lado, está la tentación de "confiar en los poderosos" (cf. v. 3), adoptando sus criterios inspirados en la maldad, en el egoísmo y en el orgullo. En realidad, se trata de un camino resbaladizo y destinado al fracaso; es "un sendero tortuoso y una senda llena de revueltas" (Pr 2, 15), que tiene como meta la desesperación.

En efecto, el salmista nos recuerda que el hombre es un ser frágil y mortal, como dice el mismo vocablo 'adam, que en hebreo se refiere a la tierra, a la materia, al polvo. El hombre -repite a menudo la Biblia- es como un edificio que se resquebraja (cf. Qo 12, 1-7), como una telaraña que el viento puede romper (cf. Jb 8, 14), como un hilo de hierba verde por la mañana y seco por la tarde (cf. Sal 89, 5-6; 102, 15-16). Cuando la muerte cae sobre él, todos sus planes perecen y él vuelve a convertirse en polvo:  "Exhala el espíritu y vuelve al polvo; ese día perecen sus planes" (Sal 145, 4).

4. Ahora bien, ante el hombre se presenta otra posibilidad, la que pondera el salmista con una bienaventuranza:  "Bienaventurado aquel a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor su Dios" (v. 5). Es el camino de la confianza en el Dios eterno y fiel. El amén, que es el verbo hebreo de la fe, significa precisamente estar fundado en la solidez inquebrantable del Señor, en su eternidad, en su poder infinito. Pero sobre todo significa compartir sus opciones, que la profesión de fe y alabanza, antes descrita, ha puesto de relieve.

Es necesario vivir en la adhesión a la voluntad divina, dar pan a los hambrientos, visitar a los presos, sostener y confortar a los enfermos, defender y acoger a los extranjeros, dedicarse a los pobres y a los miserables. En la práctica, es el mismo espíritu de las Bienaventuranzas; es optar por la propuesta de amor que nos salva desde esta vida y que más tarde será objeto de nuestro examen en el juicio final, con el que se concluirá la historia. Entonces seremos juzgados sobre la decisión de servir a Cristo en el hambriento, en el sediento, en el forastero, en el desnudo, en el enfermo y en el preso. "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40):  esto es lo que dirá entonces el Señor.

5. Concluyamos nuestra meditación del salmo 145 con una reflexión que nos ofrece la sucesiva tradición cristiana.

El gran escritor del siglo III Orígenes, cuando llega al versículo 7 del salmo, que dice:  "El Señor da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos", descubre en él una referencia implícita a la Eucaristía:  "Tenemos hambre de Cristo, y él mismo nos dará el pan del cielo. "Danos hoy nuestro pan de cada día". Los que hablan así, tienen hambre. Los que sienten necesidad de pan, tienen hambre". Y esta hambre queda plenamente saciada por el Sacramento eucarístico, en el que el hombre se alimenta con el Cuerpo y la Sangre de Cristo (cf. Orígenes-Jerónimo, 74 omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, pp. 526-527).

(©L'Osservatore Romano - 4 de julio de 2003)